La novia del Turco.
Para una chica como Trini, formar parte de la pandilla del solar de San Cosme y poder entrar en todas las discotecas, tenia un precio que estaba dispuesta a pagar, día tras día.
-Escúchame bien Jose. Es que no me apetece…- Se atrevió a rechistar al ver que deslizaba el asiento del coche hacia atrás, apartándose del volante. Acababan de salir de la discoteca, y el coche estaba aparcado en el centro del parquin.
-Venga mujer, no seas tonta!!! -Contestó, con tono burleta, mientras se desabrochaba la botonera de los pantalones y sacaba su pene aún flácido, mostrándolo descaradamente.
-Estoy algo mareada…- Replicó con un hilo de voz, adoptando una expresión casi angelical. Sabiendo por adelantado que de poco le iba a servir excusarse.
-Date prisa y chupa ! Que ya se te pasara… – le dijo, con un tono de voz que no daba margen a ningún malentendido, mostrando su escasa paciencia. Coloco la mano en la nuca de Trini, y la guio suavemente hacia su entrepierna.
Trini entendió en seguida que no valía la pena entrar en una discusión sobre las demandas sexuales de Jose, si no quería verse volviendo a casa andando, a las 3 de la noche, así que procedió a ejecutar aquello que se le pedía.
La verdad, era que hacerle una felación no le desagradaba, ponía todo su empeño en ello, y se sentía orgullosa de ser ella y no otra, la encargada de proporcionarle placer a todo un líder como era Jose, a un tipo como el, le resultaba fácil poder ligar, su reputación lo predecía, todo el mundo lo conocía, por bien, o por mal. Si seguían estando juntos era porque, no necesitaba buscar en otra lo que podía encontrar en ella. De manera que procuraba darle todo cuando quería. Eso incluía practicarle una felación dentro del coche, sin importarle mucho, ni el lugar, ni la hora. Ella misma reconocía que el temor de ser descubierta por alguien, también suponía un aliciente, que no hacía más que aumentar la excitación.
Chupaba el glande como si se tratase de una golosina, extrayendo el sabor que impregnaba su piel, con largos lengüetazos. Solo hacía un mes de su primera mamada, pero Jose la había adiestrado adecuadamente, mostrándole sus gustos y enseñándole que debía hacer en cada momento. En sus primeros encuentros, mantenía la cabeza de Trini agarrada con las dos manos, gobernando el recorrido del ir y venir de los labios a través del tronco. Ella se dejaba follar la boca sin protestar, manteniendo las arcadas bajo control. Tenía muy claro que aquello era el precio a pagar para poder salir con él. Gracias a eso, se le habían abierto las puertas de todas las discotecas y pubs, donde la mayoría de chicas de su edad solo podían soñar en entrar. Ahora era una más de la pandilla del solar de San Cosme, con todo el prestigio que eso conllevaba. Al terminar las clases Turco, que era el mote con el que todo el mundo llamaba a Jose, y sus amigos, la esperaban a la salida del instituto, montados en sus coches, con las ventanas abiertas i la música a todo volumen. Cuando Trini se subía al coche del Turco, podía ver en la cara de las demás chicas de su clase, como se las comía la envidia. Aquellas que semanas antes la trataban de guarra a sus espaldas, por ir vestida con ajustadísimos leggings, mostrando su culo respingón a todo aquel que quisiera, ahora se le acercaban para hacerle la pelota, creyendo que ganándose su amistad, quizá podrían entrar en la pandilla del solar de San Cosme.
Pero solo ella sabía el trabajo que le costaba mantenerse al lado del Turco. Con solo 16 años, le concedía su coñito totalmente afeitado, tal y como él le había indicado, abriéndose de piernas a la mas mínima insinuación. Dejaba que se corriera encima del vientre, en el ano, entre sus pechos adolescentes, mamando y tragando tanto como se le requería, que era casi a diario. En las horas que transcurrían entre la salida del instituto y las nueve, que era cuando debía estar en casa para cenar, Jose siempre encontraba un hueco para que ella lo complaciese. No era una sirvienta de las pasiones de Jose, sino una joven que estaba descubriendo el sexo de manera precoz, y seguramente equivocada. Al cabo de un mes saliendo juntos, hasta le parecía normal dejarse follar en los sucios lavabos de un parquin subterráneo o hacerle una felación un sábado por la tarde en los probadores del Corte Inglés. Aún que sentía goce al hacer el amor con su novio, no había conseguido correrse, estaba segura que tarde o temprano sus ritmos coincidirían, mientras tanto fingía correrse en el mismo instante en el que lo hacia él. No quería ofenderle, pidiéndole menos pasión y más tiempo, su novio era un tipo duro, no perdía el tiempo en los preliminares, y prefería ir directo al grano.
Trini le había entregado su virginidad con sus dieciséis años, y Jose, seis años mayor, la tomó sin la más mínima consideración, para el solo fue una noche más, otra virgen a la que añadir a su colección. Para ella la primera lección de un largo libro en el que faltaban multitud de capítulos, como el del amor el romanticismo y el respeto por la pareja.
A menudo pensaba en ello, pero de momento prefería no discutir con Jose, tal vez mas adelante… Aquellos pensamientos distraían su atención, intento concentrarse en el pene de Jose, aún que se sentía algo ebria de la bebida, jugueteaba deslizando sus labios por el glande, entreteniéndose de vez en cuando en reseguir el frenillo con rápidos y suaves lamidos, proporcionado pequeñas dosis de placer, que conseguían arrancar ahogados gemidos de su compañero.
-Bien, bien, hasta el fondo…- Le ordeno. Había acabado el jugueteo, ahora debía esforzarse. Obedeciendo sus deseos, se introdujo el pene en la boca hasta sentir que el glande acariciaba lo más profundo de su garganta, y empezó a chupársela una vez tras otra. Su polla desaparecía lentamente engullida por los finos labios de Trini, envolviendo el miembro del dulce calor de su boca.
La mano de Jose se escurrió por debajo del sostén, le encantaba sentir el calor y el tacto suave de su pecho. Apresaba el pezón con sus gruesos dedos, pellizcándolo con dulzura, comprobando como se endurecía y como ella ahogaba sus gemidos, desconocía si de dolor o de placer, tragándose su polla unos centímetros más. Aquella niñata se excitaba rápidamente al manosearla, y encima la manejaba a su justo. Lo volvía loco poder follarse aquella muñeca, de aspecto frágil, menuda y delgada, con todo su cuerpo por madurar. Se la beneficiaba cuando le venía en gana, practicando todas las posturas inimaginables y aún no había obtenido un no por respuesta a sus demandas. Prefería las chicas de su edad, con curvas y carácter, una autentica compañía con quien conversar, pero con ella hacia una excepción, le resultaba tan sencillo follar que le daba pereza volver a una relación normal.
Para Trini todo era nuevo y excitante, por primera vez se sentía como una mujer adulta, al saberse dueña del momento, sentir la lucha interna de su compañero por evitar que el goce se esparciera demasiado rápido por su cuerpo, y precipitase los acontecimientos, la excitaba. Aquello estaba muy lejos de la mentalidad de una chica de su edad, y eso la hacía creerse una mujer madura.
Estaba ansiosa por recibir la corrida, excitada por las caricias en sus pechos. Había dejado de mamársela lentamente ahora mantenía la polla de Jose fuertemente empuñada, machacándosela con rapidez, lamiendo y chupando el glande, deseando que explotara, y llenara su boca de semen espeso y caliente.
-Oh, Dios !, voy a correrme, me corro ¡!!!!!- dijo apretándole fuertemente el pezón, provocándole una punzada de dolor que le llego hasta el corazón.
No fue necesario que Jose la empujara a tragarse su miembro, ya había aprendido bien que debía hacer, apoyo sus manos en las rodillas de Jose y siguió chupando tan solo con la ayuda de sus labios hasta que finalmente eyaculo. Aquello que ella tanto ansiaba, empezó a llenarle la boca. Primero recibió unos chorros acuosos que impactaron en su paladar y que enseguida tragó para dar cabida a un semen más abundante y espeso que vino después, reteniendo tanta esperma como le era posible antes de tragársela, le encantaba sentir la textura, el sabor y el calor dentro de su boca, bañando su lengua.
Era su recompensa, se había ganado otro día junto a Jose.
-Lo ves mujer, lo has hecho de puta madre, y eso que no te apetecía!!!- Le dijo, mientras se recolocaba el pene dentro los calzoncillos. Una vez que se había corrido, ya no quería saber nada más de ella. Cada vez era lo mismo, ponía el coche en marcha y salía a toda velocidad hacia el solar. A su lado, Trini se recolocaba la ropa y el maquillaje e intentaba recobrar la compostura.
Como todo en la vida, aquella relación fue degenerando. Ella estaba a su lado en todas las demandas sexuales de su novio, le daba todo, pero cada vez recibía menos a cambio, solo estaban juntos para practicar sexo, cuando no era ese el objetivo, Turco prefería la compañía de sus amigos.
Jose la sorprendió pidiéndole si el sábado, quería ir con él a la playa, los dos solos. Tampoco era de extrañar, ya que la mayoría de sus amigos o trabajaban o no estaban por la labor de madrugar un sábado. Cargada de ilusión, Trini espero a que Jose la recogiera delante de su casa, cargaron las toallas en el malero y emprendieron el camino. Estaba ilusionada con la idea de pasar un día juntos como pareja, su primer día. Por delante tenían un par de horas de autovía en las que no esperaba tener grandes diálogos, pero si largos silencios, Jose prefería escuchar música a entablar una conversación, y ella optaba por estar callada antes que irritarlo con diálogos inútiles. Así de sencilla era esa relación.
Al poco de salir apoyo la mano en el muslo desnudo de Trini, acariciándolo distraídamente mientras se iban sumando los kilómetros. Sus dedos seguían el ritmo de la música como si estuvieran tocando un piano imaginario. De golpe dejaron de moverse, deslizo su mano por debajo la falda hasta tocarle las bragas.
-Que haces tio !!!!- protesto apartándole la mano.
-Quietecita, a ver si te devuelvo para casa- contesto visiblemente herido por la reacción de Trini.
Inmediatamente volvió a ubicar su mano entre las piernas, y de nuevo se instaló el silencio entre los dos. Ella se sentía avergonzada y estúpida por haberse comportado de aquella forma, sabía de sobras lo que molestaba a Jose, y aquella negativa casi violenta solo por querer juguetear un poco, rozaba el absurdo.
Los dedos habilidosos de Jose empezaron a acariciar el coño por encima las bragas, palpando sus tiernos labios vaginales, resiguiendo su contorno. Esta vez no dijo nada, calculó que como mínimo les quedaba una hora antes de llegar a la playa, y pensó en lo largo que se le haría el viaje con esos dedos hurgando en su sexo.
Observo el reloj del coche, las 10:30. Creyó que debía mantenerse paciente, enseguida se cansaría de tocarla si ella mostraba indiferencia.
Fijó la mirada en los molinos de viento alineados en el horizonte, intentando no pensar en nada. Volvió a mirar el reloj fugazmente, las 10:36.
Jose seguía abstraído conduciendo, moviendo levemente la cabeza al ritmo de la música, mientras sus dedos seguían su particular baile en la entrepierna de Trini.
Las 10:39. Aquellos toqueteos empezaban a atormentarla, le costaba trabajo mantenerse abstraída en el paisaje, y no prestar atención en los roces de las bragas contra su sexo. Se impuso mantenerse fría. Ahora parará, se cansará de tocarme, cuando acabe la canción seguro que se detiene, mil y un racionamientos para auto convencerse, de que aquello no se dilataría en el tiempo.
10:42. Los malditos molinos de viento, seguían estando ahí. Pero Trini se sabía derrotada en su intento por detener la creciente excitación a la que era sometida. Su cuerpo se preparaba para sufrir de placer. Empezaba a faltarle aire para respirar, cada vez inspiraba con más fuerza, y una creciente tirantez tomaba sus músculos. La humedad de su sexo pronto se haría evidente, Trini ya podía sentir como se encendía su interior, avivado por los dedos de Jose, que acariciaban la fina tela de las bragas, sin pausa, presionando en el punto donde se escondía el clítoris inflado y duro. Sus caderas se alzaron involuntariamente, para dejar un mejor acceso a su sexo. Jose se dio cuenta, apartó la mano de la entrepierna de Trini, la miro con media sonrisa dibujada en su cara.
–Quítate las bragas-dijo secamente.
Ella vacilo un momento, pensando en que le había llegado el momento de decidir, o paraba aquello en ese momento, o aceptaba seguir el curso de los acontecimientos. Solo el hecho de imaginar la reprimenda de Jose ya hizo que se decantara por la segunda opción.
Se quitó las bragas, con la mirada perdida en sus pies, una mezcla de miedo, vergüenza y excitación, la dejaron desconcertada, sin saber muy bien que cabía esperar de aquella situación.
Jose, puso la mano en forma de cuenco y se la llevó la a la boca, donde escupió una gran cantidad de saliva. De inmediato la volvió al sexo, ahora totalmente accesible, y esparció el salivazo por él, frotando sin muchos miramientos.
Aquella acción grosera y sucia, no desagrado a Trini, para ella fue todo un alivio sentir el tacto de los dedos de Jose en su vulva, anhelaba el momento en el que desapareciera aquella barrera de tela que eran sus bragas, para poder sentir las caricias directamente en su clítoris, aunque éstas fueran sin ningún tipo de sensibilidad. Aquello le pareció salvaje y morboso y se dejó hacer, los novios de las chicas de su clase, parecían mariposas al lado de Turco. Pegó la espalda al respaldo del asiento y nuevamente perdió la mirada en el horizonte, y empezó a gozar.
Los dedos de su acompañante alternaban las maniobras de masturbación. Bien friccionaban potentemente sobre sus labios, casi amasando su sexo, o los separaba y acariciaba directamente el clítoris con la yema de los dedos, haciéndolo rotar con movimientos lentos y circulares. Su pequeño coñito, que era el nombre con el cual Jose se refería a su vagina, segregaba flujo vaginal sin parar, llenando el habitáculo de un aroma particular. La cara de Trini había quedado congelada, escondiendo en su interior todo cuando sentía, reprimiendo sus jadeos, escondiendo las oleadas de placer que azotaban su cuerpo. La avergonzaba profundamente que Jose la pudiera ver con las facciones desencajadas, moviéndose y jadeando como una perra, pidiendo que la pajeara como si fuera un animal.
Era la primera vez que una mano ajena la masturbaba, y la llenaba de goce, pero aquella falta de ritmo y la violencia de los toqueteos dejaban una difícil llegada al orgasmo, y se auguraba un largo sufrir. El relieve de sus pezones se marcaba exageradamente en la tela que los cubría, reclamando ser manoseados, ella misma lo hubiera hecho de no reprimirse, aún que no sabía hasta cuándo podría aguantar, estaba extremadamente excitada, y las ganas de poder correrse apenas la dejaban pensar con claridad. Imaginaba que si le indicaba a Jose como debía tocarla, o que si tan solo lo corregía, pidiéndole que no fuera tan enérgico en sus caricias, se pudiera ofender. Pero los minutos pasaban, y Jose continuaba conduciendo, moviendo la cabeza al ritmo de la música, ajeno al sufrimiento que infringía a su pareja, y no tenía ni la más mínima intención de detenerse, tenía curiosidad por ver hasta donde llegaría aquella niñata que aspiraba a ser mujer.
Trini ya hacía rato que había cruzado la delgada línea que separa el placer del sufrimiento, correrse era una necesidad, tenía que hacer algo.
-Jose, párate y fóllame- le dijo con voz temblorosa, pero contundente.
-¿Ya no eres capaz de aguantar más?-Le contestó con menosprecio.
-Antes no querías y ahora suplicas! –continuó, mofándose de ella, pero sin dejar descansar su clítoris en ningún momento.
Aquello le dolió más que cualquier cosa, de golpe se sintió vulgar, como un perro que no quiere que le dejen de acariciar.
-Tendrás que aguantarte un poco más, en la próxima salida dejaremos la autopista.
Ignorando el dolor de la humillación, colocó su mano encima la entrepierna de Jose. Si se dejaba comer la polla, dejaría de tocarla, pero él se negó.
-Saca la mano !!, ya tendrás ocasión de devolverme el favor.
El tramo hasta la salida de la autopista, se hizo eterno, no dejo de masturbarla en ningún momento, todo lo contrario, lo hizo con más ímpetu.
Trini aguantaba pegada a la butaca del coche, los puños cerrados fuertemente y las venas marcadas en su delicado cuello, con la respiración entrecortada, dependiendo de lo que le infligiese Jose en ese momento, si más placer o más dolor.
Se desvió en el primer cruce que encontró, un camino polvoriento que se perdía entre viñedos, detuvo el coche a escasos cien metros de la carretera.
-Vágate- dijo secamente mientras salía del coche. Trini obedeció sin articular palabra.
Quedaron un instante cara a cara delante del coche, a medio metro el uno del otro. Jose liberó las tiras del vestido y tiro de él, dejando los pechos de Trini al descubierto. Agarró el pecho derecho y lo acarició, amasándolo delicadamente, sintiendo como el pezón erecto se escurría entre los dedos. Trini quiso acercarse para poder abrazarlo, pero Turco no se lo permitió. Observaba aquellos pechos firmes y blanquecinos, abstraído en sus pensamientos, deliberando que debía hacer con ella, era su vicio, su droga. Dejarla, le parecía un delito, nunca más tendría la posibilidad de poder disfrutar de un cuerpo como aquel, ni de manejarlo de esa manera. Hipnotizado por su belleza, disfrutaba del tacto extremadamente suave, del pecho endurecido y consistente que tenía en su mano, resiguiendo el pequeño pezón rosado con la yema del dedo pulgar, preguntándose, si dentro de un par de meses se arrepentiría de haberla dejado. Estaba decidido, pero antes una última dosis.
La agarro de los hombros e hizo que se colocara de espaldas a él, le sujetó las manos a la espalda y con brusquedad la empujo sobre el capo del coche, sus pechos desnudos ardieron al reposar encima la sucia plancha del capó, caldeada por el sol abrasador de Julio.
Trini lanzo un grito de dolor y protesta por aquel trato, que se desvaneció entre las viñas centenarias
– Jose!!-
Sin inmutarse en lo más mínimo, le subió el vestido, hasta la cintura, y observo aquel coñito que tanto adoraba, enrojecido y húmedo. Mientras mantenía sujeta a su presa con una mano, con la otra se bajó los pantalones y los calzoncillos, y agarrándose el pene erecto lo introdujo sin problemas en el coño de su compañera, que lo recibió con un largo gemido, como si al llenarla con su verga hubiera aliviado un poco el dolor de tanta excitación. Rápidamente hizo un torniquete envolviendo la tela de la falda que reposaba en la cintura, en su mano, hasta que esta se ciñó al cuerpo de Trini, y aferrándola con fuerza, empezó a cabalgarla vigorosamente. La envestía con dureza, castigándola por no estar enamorado de ella, por ser tan guarra, por dejarse follar de esa manera. Él quería una novia a quien respetar, una compañera con quien conversar, y en vez de eso, se mantenía junto a Trini.¿ Como un tipo como él se había convertido en un esclavo de lo que le concedía ella ?
-Venga !!!- Murmullo con furia, traicionado por sus pensamientos. Con rabia, atornillo un poco más la falda con la mano, y aumentó la velocidad y la ferocidad de sus envestidas, no tenía ninguna intención de darle placer a Trini, solo quería correrse, solo eso.
Los pechos de Trini dibujaban dos circunferencias en el sucio capó del coche, sin poder hacer nada por evitarlo, estaba totalmente sometida por Turco, la falda le comprimía tanto la barriga que hasta le costaba respirar. Aun así, sintiéndose tratada como un mero agujero donde correrse, experimentaba auténtico placer, nunca antes había percibido tanto goce al ser penetrada, por primera vez, sentía como la fricción en sus entrañas se transformaba en impulsos de éxtasis que se esparcían por su cuerpo. Era consciente que estaba luchando para no correrse, centrando sus esfuerzos en retardar al máximo la llegada del orgasmo. Cada nuevo vaivén del pene en su interior la hacía jadear a pleno pulmón, como si de esa manera diera salida a las descargas de placer recorrían su cuerpo. Podía sentir el dolor de sus brazos, fuertemente sujetos a su espalda, o de sus sensibles pechos tostándose, incluso el desprecio con el que Turco la follaba. Lo percibía en pequeñas dosis, para recordarle el presente, nada mas, el deleite la llenaba por completo, no había cabida para nada más. Solo esperaba el momento en que todo se precipitara sin control, y pudiera liberar al orgasmo que crecía en su interior.
Cuando ya no tuvo fuerzas para aguantar más, Trini se corrió, lo hizo en la más absoluta intimidad, sin emitir ningún gemido que la delatara. No quería correrse antes que él, ella siempre fingía correrse a la par, esta vez debía de ser igual. Cerró los ojos y aguantó la respiración tanto como pudo, mientras su interior se fundía, y el éxtasis se apoderaba de su mente. El vientre palpitaba instintivamente contrayéndose a causa de los azotes del orgasmo, todos sus nervios se tensaron, como si estuviera recibiendo una descarga eléctrica, pero lo aguantó sin tan siquiera pestañear, solo las piernas la traicionaron, con espasmos involuntarios, y su vagina, que de nuevo se llenó de flujo.
Pero Jose no se dio cuenta de nada, concentrado únicamente en el, en su placer, observando como este aumentaba, calculando el momento exacto para sacar su pene del interior de Trini y correrse donde a el más le gustaba.
-Venga que me voy a correr!!!- gritó con pasión
-Si, si yo también me corro Jose, me corroooo….-fingió Trini moviendo las caderas, imitando a los espasmos que había tenido tan solo un minuto antes.
Jose, soltó la mano que mantenía inmovilizados los brazos de Trini, y le separo las nalgas para poder observar bien su culo, luego sacó rápidamente el pene de la vagina y lo encaró a un centímetro del ano. Mantenía el miembro totalmente erecto agarrado con la mano, esperando ver como salía su semen despedido, aguanto inmóvil sin ni siquiera respirar, unos segundos, sintiendo como su orgasmo desencadenaba todo. Sin articular ni un solo gemido, empezó a eyacular, chorros de semen impactaban en ano rosado y se escurrían hacia la vagina, envolviéndola con surcos de líquido viscoso, que se precipitaba contra el suelo. Ayudándose con la mano, avanzando y retrocediendo por el fibroso falo, surgían nuevos borbotones de semen, que se esparcían por la espalda y los muslos de Trini.
Cuando terminó quedo exhausto, se separó de Trini , subiéndose rápidamente los pantalones, y se sentó en el suelo, intentando recuperar el aliento, sin comentar nada, en completo silencio.
Trini se quedó un minuto más recostada en el capó, reponiéndose del esfuerzo, pero también reflexionando en todo lo que había pasado, una vez evaporado el deseo, la realidad le chocaba, no había sido tratada como la novia de Jose, aquello había estado muy lejos de ser amor.
Se levantó, con los brazos dormidos y las piernas temblorosas, y se dio un repaso. Sus pechos estaban cubiertos de polvo, igual que la parte delantera de su vestido. Sin vagarse la falda, se diriguio hacia la puerta trasera del coche para coger unos clínex, caminando con las piernas separadas, sintiendo el semen viscoso entre las nalgas.
Sabía que Jose la estaba observando, pero la imagen que tenia de sí misma, caminado con las piernas separadas y los pechos sucios, la avergonzaba, he impedía cruzar sus miradas. Clínex tras clínex, se fue limpiando las restas de esperma esparcidas por las piernas y su sexo. Una parte de ella se sentía orgullosa por la gran cantidad de semen que había eyaculado Jose, realmente se había excitado tanto como ella, o era ella la que lo había excitado a él. La otra parte, estaba rota, empezaba a preguntarse hacia donde caminaba esa relación, rememorando una y otra vez la brutalidad con la que había sido tratada. Estiró la falda que aún tenía enrollada en la cintura, totalmente arrugada para que la cubriera, se desempolvó el vestido y se colocó el sostén sin ni siquiera limpiarse el polvo de sus pechos, los sentía tan sensibles, que se veía incapaz de frotárselos. Una vez recompuesta, se armó de valor y miró a Jose.
-Ya terminaste? Pues vámonos!- Le dijo, como si nada hubiera ocurrido, con el mismo tono de voz que usaría para marcharse de un bar.
En el camino de vuelta a casa, por la autopista en que horas antes masturbaba a su novia, Jose quiso sacar al Turco que todos conocían, para romper con Trini, pero este no apareció, ni el personaje, ni las palabras. No era valor lo que le faltaba si no convicción, Jose tenía claro que debía dejarlo, pero Turco estaba siempre allí, buscando nuevos retos para la cada vez menos dulce e inocente Trini, aún le quedaban muchas cosas que probar, en Setiembre la dejaré, acabo concluyendo. Para celebrarlo le colocó la mano en la nuca.
-Venga, cómemela mientras conduzco, que me gusta.