La novia de mi mejor amigo
En un día normal, un encuentro casual, ella es prohibida para él, pues es la novia de su mejor amigo.
La novia de mi mejor amigo
Llegó de pronto, sin avisar, como esas lluvias que caen de la nada en días de verano, mientras Ángel estaba desparramado en el sofá de la sala. Cruzaron miradas interrogantes, ella parecía preguntarle qué estaba haciendo, y él se cuestionaba qué hacía ahí.
—Alberto no está —comunicó Ángel, apartando la mirada de inmediato de la chica, quien al parecer se había arreglado para una cita con su amigo. Su cabello ondulaba en cataratas castañas que cubrían sus hombros desnudos, y su rostro maquillado levemente, los labios pintados de rosa, un color discreto que la hacía lucir… y fue entonces cuando Ángel apartó la mirada, no se atrevió a mirar más, sabía que no era correcto hacerlo—, tuvo que trabajar, ¿no te aviso?
El desinterés se notaba en sus palabras, los problemas, o situaciones que tuviera su amigo con su novia, eran francamente problemas de ellos y él no tenía por qué interferir en absoluto. Devolvió la atención a su partida en línea, derrotar a los enemigos era más importante que la presencia de la chica en el lugar.
—¿En serio? —replicó ella, exasperada, bufó y se dejó caer en el sofá junto a él. Ángel estuvo a punto de pensar que estaba demasiado cerca, pero apartó el pensamiento junto con la bomba que lanzó a los enemigos—, no me dijo, maldición.
Por el rabillo del ojo, tratando de no prestar atención a eso, Ángel pudo notar que la chica estaba ataviada también con una falda que cubría sólo hasta la mitad de sus muslos. De pronto, sintió la necesidad urgente de pedirle que se marchara, lo cual le recordó.
—¿Cómo entraste? —cuestionó, olvidando el juego un momento y mirando a la chica de frente, sí, estaba muy cerca y el dulce perfume que le acarició las mejillas se lo hizo saber con total seguridad.
—Él me dio llaves, ¿no te dijo? —replicó ella, en tono burlón y sonriendo de medio lado, Ángel entrecerró los ojos, mirándola con una leve pisca de desprecio.
De momento, no sabía qué pensar acerca de eso, el departamento, desde el principio, iba a ser clasificado como departamento de solteros, entre él y ángel se arreglaban con los gastos y las cosas que había que hacer ahí dentro, si bien Nadia era bienvenida, no tenía por qué poseer llaves del departamento. Pero eso sería una discusión que tendría con Alberto por la tarde.
—Eres un manco —señaló la chica, de la nada, como si alguien le hubiese pedido su opinión. Ye tenía razón, no obstante, no era porque Ángel no supiera jugar, sino que la presencia de la chica lo distraía, su perfuma estaba embriagando sus sentidos.
—¿Me estás jodiendo? —cuestionó, Ángel, mirándola indignado, la chica le devolvió una sonrisa llena de burla.
—Lo eres, no puedo creer que te hayan matado así.
—¿Te crees mejor?
—Lo soy.
—¿Tan segura estás?
—Préstame un control.
Ángel se puso de pie, sin dudarlo, del otro sofá tomó el control de Alberto y se lo ofreció.
—Pero ofréceme algo para tomar, no puedes tener tan malos modales, soy la novia de tu mejor amigo.
Ángel la miraba de pie con el control tendido hacia ella, chasqueó la lengua y arrojó el control al sofá. Se dirigió a la sala y buscó algo que pudieran tomar mientras jugaban.
—Sólo hay agua de la llave o una cerveza —le comunicó a gritos, y después susurró para sí—, maldición, alguien tendrá que ir al súper.
—No quiero agua de la llave —respondió la chica desde la sala.
—Una cerveza será —convino Ángel, mientras se dirigía a la sala con un par de cervezas, la que tenía estaba a punto de terminarse y no quería tener que levantarse de nuevo—, ¿estás lista para ser humillada como nunca antes?
Tomó asiento en su lugar luego de darle la cerveza, tomó su propio control y se dispuso a darle la peor paliza que hubiese recibido nunca. Lo sorprendió descubrir que la partida estaba lista para iniciar. Miró a la chica interrogante.
—¿Qué? ¿Ya te dio miedo?
—Pfff, por supuesto que no, no importa que sepas moverle al menú, de todas formas te patearé el trasero.
—Sueña, estoy tan segura de que te ganaré que apostaría cualquier cosa.
Esas palabras le hicieron considerar a Ángel la idea de humillarla y luego mandarla al súper.
—De acuerdo —le dijo—, ¿qué quieres perder?
—No, niño —atajó Nadia—, estoy tan segura de que voy a ganar que si pierdo, te doy una mamada.
Lo dijo tan convencida e inició la partida de inmediato, sin darle opción a Ángel de reaccionar siquiera. La partida comenzó y Ángel estaba distraído en el remolino de sus pensamientos, preguntándose si era en serio lo que la chica le había dicho, aunque también se decía a sí mismo que no debía de pensar en eso, ella era la novia de su mejor amigo, quien por cierto, no estaba ahí porque estaba trabajando, no podía hacerle algo como eso, el remordimiento no le dejaría descansar y mucho menos mirarlo a la cara. Era verdad que en algún momento, cuando recién habían iniciado su relación Alberto y Nadia, que él se había sentido ligeramente atraído por ella. No obstante, eso había sido hacía mucho tiempo. Ahora la amistad entre ellos había crecido demasiado, tanto que no podría hacerle eso. De ninguna manera.
—Te lo dije, eres un manco —sentenció Nadia, llevándose la botella de cerveza a los labios y bebiendo un trago de autosuficiencia y triunfo, mirándolo con burla y casi un poco de desprecio—, ahora cumple.
Para sorpresa de Ángel, la chica separó las piernas, dejando el control a un lado, sin apartar la mirada del confundido chico. Ángel intercambiaba su mirada entre el rostro de la chica y sus piernas levemente abiertas, interrogante, sin saber qué pensar. Probablemente la chica estaba poniéndolo a prueba, midiendo qué tan leal sería hacia su mejor amigo.
—Anda, no tengo todo el día. Perdiste, ahora cumple —atajó ella, antes de que Ángel pudiera decir nada. El pecho de la chica subía y bajaba por su respiración un tanto acelerada, movía las piernas levemente a un rito suave y cadencioso, esperando que él hiciera algo, cualquier cosa.
Sin decir nada, aceptando que se estaba condenando al infierno y que debajo de esa falda estaban las puertas, Ángel se arrodilló lentamente delante de la chica, esperando las palabras “¡es una broma, puerco!”, por parte de ella y la risa burlona. Sin embargo, ella no lo detuvo y el color carmín de sus mejillas le hacía ver a Ángel que no estaba bromeando.
Ángel colocó las dos manos en las rodillas de la chica (la novia de su mejor amigo) y las deslizó lentamente por sus piernas sin medias hasta el límite de la falda. Las detuvo un segundo y le dedicó una mirada interrogante a la chica, quien sólo asintió en silencio, cachonda como él nunca la había visto, con los labios levemente separados y la respiración acelerándose cada vez más. Ángel se inclinó hacia delante y besó los muslos fríos y suaves de la chica, movió las manos y retiró la falda levemente a medida que sus dedos se acercaban a la entrepierna de Nadia.
Dejó leves mordidas en la piel de la chica, sin dejar de acercarse cada vez más a la entrepierna, trazando un camino de besos por la cara interna de sus muslos suaves, abiertos y entregados a él en ese momento único y casual. Mientras lo hacía pensaba en muchas cosas, en lo mal que estaba haciendo y en cómo se lo diría u ocultaría a Alberto cuando llegara a casa. Sus manos se movieron solas, rodearon la curva suave y cálida de las caderas de Nadia, llegaron al borde de su tanga y la deslizaron por los muslos hasta sus rodillas. Le dedicó una mirada al mismo tiempo que dejaba que la prenda cayera hasta sus tobillos. El rostro de la chica estaba enrojecido por completo, su respiración acelerada estaba convertida casi en suaves gemidos que escapaban entre sus labios entreabiertos.
—No te detengas —pidió la joven, separando un poco más las piernas, invitándolo a que la probara un poco más, que se atreviera a ingresar en ese santuario que ella le estaba ofreciendo como el más suculento manjar servido para él.
Con un beso en la rodilla izquierda de la chica, Ángel trazó una línea por la cara interna del muslo de Nadia con la punta de su lengua, dejando un invisible camino húmedo de su saliva. Mordió su muslo, lo restregó contra su cara, bebió su aroma y aspiró su sabor. La tomó de las caderas y la recostó un poco contra el respaldo del sofá, para tener un mejor acceso a su entrepierna. Le lamió las ingles, escuchó los suaves gemidos de Nadia, mientras ella trataba de apagarlos con la mano. Con la otra, sujetó la cabeza de Ángel, restregándolo contra su entrepierna, deseosa de sentir sus labios contra los propios. Su respiración acelerada era prueba de su excitación, junto con el líquido hialino que destilaba su sexo ardiente.
Ángel lo probó besando primero los labios de Nadia, dejó que su lengua explorara levemente entre los labios de la chica. Lo hizo primero con la punta de su lengua, probándola de a poco, separando sus labios con la lengua caliente, moviéndola de abajo hacia arriba, humedeciéndola con su saliva y el néctar que manaba de ella. Jadeó contra su piel caliente, acariciando con su aliento las partes húmedas, provocando que la chica se estremeciera al sentir las caricias de su aliento.
—¡Sigue, sigue! —pidió ella, entrelazando sus dedos con el cabello de Ángel, su voz era un gemido que no podía controlar. Comenzó a mover sus caderas, buscando el roce de su intimidad contra el rostro del muchacho entre sus piernas. La calentura la dominaba, se sentía escurriendo y ansiosa por que él la comiera completa.
Ángel siguió, comenzó a lamer los labios de Nadia con toda la lengua, jadeando mientras lo hacía. Deslizó sus pulgares entre sus piernas y separó sus labios, abriendo su sexo por completo para chupar su interior y beber el almizcle de su excitación. Continuó succionando hasta que su lengua subió al clítoris de la chica, lo restregó con la punta de su lengua, lo aprisionó entre sus labios y los chupó con fuerza haciendo que la joven se derritiera y no pudiera contener más los jadeos que manaban de su boca. Nadia gritó maldiciones a los angelicales labios de su amante. Lo estaba haciendo maravillosamente y sus piernas temblorosas apenas podían apretar la cabeza entre ellas.
Lo miró fugazmente y lo descubrió concentrado en lo que hacía, con los ojos cerrados comiéndola como no lo habían hecho en mucho tiempo, entregado por completo en hacerla gemir, en darle placer. La imagen fue demasiado para ella y sin proponérselo, comenzó a correrse en la boca de Ángel. Sus manos le aferraron la cabeza y lo restregaron contra su entrepierna, mientras ella se convulsionaba levemente por las sacudidas del orgasmo que él le había regalado con su boca. Al sentirla terminar, Ángel levantó la mirada, sin dejar de estimularla con la lengua, mirando sus expresiones y disfrutándolas enormemente.
Se apartó de ella jadeando, mirándola derribada en el sofá y con una sonrisa de medio lado cargada de satisfacción. Se relamió la boca y se limpió con el dorso de la mano. Se puso de pie, mientras Nadia se ponía de nuevo la braga y se acomodaba la falda. Estuvieron sin decir nada, cuando Nadia estuvo arreglada, tomó las llaves, dio media vuelta y se acercó a la puerta.
—Nos vemos, manco.
Dijo y se fue.
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Espero que les haya gustado.
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