La novia de mi hermano
Mi hermano y yo teníamos una hermosa amiga en común, Betty, una morena virginal, que mi hermano Carlos se encargaría de hacerle conocer las delicias del sexo. Pero lo que aconteció resultó más placentero, una mañana y una tarde de sexo en grupo con mi amiga en él.
La novia de mi hermano
Eran muchos momentos de complicidad entre mi hermano y yo. Sin embargo, como es sabido las relaciones sociales no deben dejarse de lado y es así que nuestros padres llegaron a intimar relaciones de amistad entre ellos y la familia Valencia que vivían a cinco minutos de nosotros. Era una familia muy conservadora de las antiguas tradiciones, tenían una hermosa hija de 18 añitos, Betty, que aun no tenía novio. Esta chica era una morena hermosa, delgada, de estatura media, digamos 169 centímetros, trasero y pechos pequeños conforme su contextura, cabello negro y lacio, que le llegaba hasta diez centímetros debajo de sus hombros, ojos marrones algo achinaditos, en pocas palabras la nena era una dulzura. Mi hermano y yo estábamos deseosos de ella.
Debido a los pensamientos anticuados de la familia, decidimos que mi hermano la abordara, como éramos cercanos a la familia, por amistad, estudio y demás, le fue algo fácil. Y se convirtieron en enamorados casi secretos, frecuentemente la visitaba, aunque no muy seguido, durante más de un mes sus cariños eran inocentes. El momento llegó para mi hermano, según me dijo, cuando un día, salieron de improviso sus padres y se quedaron mi hermano y Betty a solas en la casa, estudiando. La situación era tal que mi hermano se excedió en sus cariños, pues la llenó de besos, desde sus labios, el cuello, su vientre, levantando su polito. Estando allí, levantó más su polo, metió su mano hasta la tira de su brasier y la levantó hacia arriba para admirar sus pequeños pechos, de inmediato sus labios se posesionaron de uno de sus pezones, dándole mordiscones con los labios y en el otro pezón de sus pechos sus dedos jugueteaban una y otra vez. Sus manos se fueron hasta sus piernas, debajo de su faldita para llegar hasta su calzoncito, acariciando su coño virginal por encima de su calzoncito, no tardó en llevar las dos manos hacia allí para bajárselo hasta la altura de sus rodillas, levantarle la falda hasta más arriba de su ombliguito, y poner su lengua en la entrada de su coño y lamer sus mieles, desde su rajita hasta su clítoris, sólo la lengua insaciable gozaba de las delicias de ese coñito, después se dedicó a masajearle el clítoris con su lengua lujuriosa, mientras con la yemas de uno de sus dedos recorría la entrada de su coño de arriba hacia abajo como intentando meterse por allí. Betty no se quedaba atrás y lo acariciaba desde donde podía, sus cabellos, su espalda. Después mi hermano se sentó, se unieron en un beso cargado de pasión, mientras sus dedos seguían masajeándole el coño, ella acariciaba la verga de mi hermano por encima de su pantalón, hasta que de un momento a otro se la sacó para que Betty, la cogiera por el tronco y le diera suaves masturbadas, la excitación de ambos era ya evidente. Mi hermano se la llevó a su habitación, despojándose ella de su calzón y el subiéndose su pantalón a medias. Ya en la habitación, mi hermano la dispuso al filo de la cama en la mitad de la cama, él arrodillado le levantó la faldita para apreciar su coño virginal y procedió a darle suaves lametones para después hacerlos más intensos y más rápidos, desde el inicio de la raja del culo hasta más arriba de su clítoris, deteniéndose en la entrada de su coño donde le introducía su lengua c como intentando prepararlo para lo que se venía. Ante el firme deseo de despertar su deseo sexual con esa lengüita juguetona y esos dedos que jalaban deliciosamente sus pezones, la penetración se dio, suavemente trataba de ingresar la verga de mi hermano en ese coño y cuando hubo entrado la parte superior de su verga, el resto de ella entró de un tirón, causando gran dolor en la nena, que con las caricias de las manos de mi hermano en el cuerpo y en los pechos de ella, así como ella acariciaba su espalda, todo volvía a ser placer para ellos dos. La penetración prosiguió lenta y terminó en un gran acto de placer, amor y deseo. Su lechita bañó los costados del coño de Betty, donde los hilillos de sangre asomaban y permaneció ella allí un rato con las piernas abiertas, luego de este momento, mi hermano con una toallita húmeda procedía a limpiarle el coñito para después mojar su coño con su lengua de manera muy suave que se convirtió en más placer para ella.
Por los días siguientes, Betty me convirtió en su confidente, me contaba todo con lujo de detalles entre mi hermano y ella, mi hermano hacía lo propio conmigo y ambos relatos me calentaban que terminaba haciéndolo con él. Fantaseábamos con ella teniendo sexo, lo que estimulaba nuestro placer al máximo; en mi propia cama mi hermano se movía frenéticamente sobre mí como si me quisiera traspasar con su verga, yo me apretaba fuertemente a él, rodeándolo con mis piernas sobre sus muslos y mis brazos asidos a su espalda apretándolo más a mis pechos en la clásica posición del misionero.
En el instituto donde Betty estudiaba hizo una amiga, en quien depositó su confianza tanto como en mí, como secreto entre sus padres, que aún creían en su virginalidad. Su nombre es Daniela, compañera de aula de Betty y con quien compartía muchos trabajos de grupo, llegando a visitarla en casa con frecuencia. Alguna vez llegamos a encontrarnos Daniela, su amiga y yo, dándose las presentaciones del caso; ella era de la misma talla que Betty, de contextura media, no gordita, piel blanca, cabellos ondulados y largos, amante de los deportes, de ojos pardos como de una gata en celo, de mirada fuerte y penetrante.
Después de varios días, en que no sabía de Betty ni de Daniela, me encontré en el instituto a Betty, a decir verdad la fui a buscar. En el camino a su casa, me confió que en una de tantas tardes que Daniela acostumbraba ir a su casa, en su cuarto, posó su mano en su espalda, luego la bajó hasta apretar sus nalgas y besó sus labios furtivamente, le dijo que estaba enamorada de ella. Betty me contaba entre penas y desconciertos sobre su amiga, como ella no accedió a sus deseos y amor, Daniela la echó con sus padres, contándoles todo cuanto acontecía entre mi hermano y ella, Betty. Desde ese día estaban prohibidas nuestras visitas, pero una siempre sabe darse sus maneras de escapar de una vigilancia de padres.
La noticia sobre los deseos de Daniela por mi amiga, encendieron mis deseos, pues mis gustos no estaban alejados de los de ella, me decidí en tener una gran amistad con ella, sin que Betty se diera cuenta, pues sus relaciones se redujeron a breves saludos en el instituto con intercambios de miradas. Ya era conocida mía, sólo la busqué en intento casual de saludarla, asegurándome que Betty no se hallaba cerca, permitiéndole preguntarle sobre el porqué de su abandono por las visitas a nuestras casas, me refería a Betty. Ella me contestó algo triste que porque la oportunidad no se presentaba y pretextaba muchos trabajos; fue mi oportunidad para invitarla a mi casa este fin de semana, que me encontraba sola o con mi hermano al menos, y, me aceptó tal invitación.
El día sábado llegó temprano, le dije a mi hermano que se saliera para estar a solas con mi nueva amiga Daniela, él sabía lo que me proponía, así que lo hizo, ambos nos llevamos muy bien en nuestras cositas. La charla entre nosotras empezó algo informal, siguiendo con el tema de nuestra amiga en común, Betty. Me contestó con respuestas que no tenían nada que ver con sexo, el tema hacia donde la quería llevar. Para no dilatar el tiempo sobre lo que no me importaba, le hice saber que estaba al tanto de todo lo sucedido entre Betty y ella. Al manifestarle que eso para mí no tenía importancia mientras le daba un beso cálido en los labios y acariciaba sus mejillas. Sin duda que mi gesto encantó a mi amiga.
Los siguientes momentos se sucedieron sin palabras, empecé a acariciarle sus fuertes piernas blancas, y para sentir su suavidad la quité sus pantalones. Me senté a su lado, la volvía a besar jugueteando con nuestras lenguas, mientras con la palma de mi mano trataba de abarcar su grande y rico coño, ella sólo me tomaba de la cintura y subía sus manos hasta tocar mis pechos. Así, en no muchos minutos, nuestras ropas empezaron a incomodarnos y allí, en medio de la sala, desnudas nos hicimos un delicioso 69. Yo encima de ella abriendo sus piernas con mis dos manos acercando mi cara hacia su coño para morder su clítoris con mis labios y luego meter mi lengua entre sus labios vaginales para degustar sus ricas mieles y aumentaba mi excitación cuando ella me apretaba fuertemente las nalgas con toda su boca abarcando mi coño, comiéndoselo entero.
Nuestros pechos pegados a nuestros cuerpos, nuestras bocas pegadas a nuestros coños, mis manos cogidas de sus piernas y las suyas de mis nalgas, momentos de gran excitación, sintiendo como la humedad de nuestros coños invadía nuestras bocas diciéndonos que nuestro placer era más intenso y más vivido. Nuestro cuerpo nos pedía más y nuestros dedos entraron en nuestros coños casi al mismo tiempo, ella tenía unos dedos gruesos y grandes que me abrían el coño con delicioso gusto mientras los míos entraban y salían de su coño empapados mientras mi lengua y mis labios se adueñaban de su clítoris. Nuestros cuerpos atravesados, degustando nuestros coños hasta que se tensaron y pude estirar las piernas pegándole más mi coño a su boca y ella abría más sus piernas para ofrecerme el suyo y luego las dejaba caer sobre los cojines del mueble tirados en el piso sintiendo el latir de nuestros sexos, tomando nuestros flujos y llegar al clímax sexual.
Cuando mi hermano llegó nos encontró a Daniela y a mí, muy juntas dándonos caricias con nuestras manos metidas dentro de nuestras blusas. Sin duda que la escena lo excitó algo. Al acercarse sujetó nuestros brazos, diciéndonos que éramos unas niñas muy traviesas, a lo que replicó qué éramos unas chicas muy egoístas que no habíamos invitado a nuestra fiesta y nos sobaba su verga en nuestros hombros invitándonos a continuar en este delicioso acto del placer sexual. Daniela no se cortó por las insinuaciones de mi hermano, si no que se mordía los labios de deseo. Bajé los pantalones de mi hermano hasta dejar su verga al descubierto, tomarla desde el tronco y chuparlo, lamiéndole la cabecita, Daniela acariciaba las nalgas de mi hermano y él nos tomaba de nuestros cabellos acercándonos más a su cuerpo.
Este momento necesitaba más de nosotros y nos fuimos a mi cuarto, despojándonos de nuestras ropas, me eché al medio de la cama y con las `piernas ligeramente abierta se subió mi hermano en mí, me penetró en un segundo, Daniela se paró al medio de la cama, al medio de mí, de espaldas a mí, para ofrecerle su coño a mi hermano mientras observaba echada en la cama sus fuertes nalgas, lo que motivó mi deseo de acariciarlas y penetrar su ano con uno de mis dedos. Así, Daniela era penetrada por la lengua de mi hermano y por el dedo índice de mi mano derecha mientras la otra le acariciaba las nalgas sintiendo en mi coño como la verga de mí hermano entraba y salía sin cesar. Este placer no estaba reservado sólo para Daniela, así que intercambiamos posiciones y pude sentir en mi ano el grueso dedo de mi amiga, duro y regordete pero delicioso ayudado por la lengua de mi hermano en mi coño que destilaba flujos de placer. Mi hermano pudo disfrutar de dos coños deseosos de verga, pude sentir el placer de manos de una mujer fuerte de conductas algo masculinas, Daniela extasiado porque una pareja de hermanos había tenido el mejor sexo con ella.
Esta experiencia nos unió más en nuestros pequeños momentos de placer, el nombre de Betty se vino a nuestras mentes, había que tentar a la nena con sumo cuidado. Íbamos a ser tres chicas y mi hermano, sin duda, no podría estar a la altura de nosotras. Daniela trajo a su memoria un primo suyo, con el jugueteaba de vez en cuando, de unos 24 años más o menos, piel morena, amante de los deportes como ella, el compañero ideal de nuestras correrías sexuales. Había que reencontrarnos con Betty y llevarla delicadamente hacia nosotras.
Uno de los días de semana que tenía más tiempo libre en la universidad, decidí ir a visitar a mi amiga Betty, ya que a su casa aún no podía ir. Fue algo incómodo al principio reencontrarnos las tres amigas, pero valió la pena el esfuerzo. Decidimos estrechar más nuestros lazos de amistad un fin de semana en mi casa para conversar sobre nosotras y hacer algo más por ahí, la idea le agradó a Betty sobretodo porque tendría la oportunidad de encontrarse con mi hermano.
Adoro los fines de semana por las mañanas y parte de la tarde, porque son los momentos que tengo a solas con mi hermano, aunque en estos últimos fines de semana han estado concurridos. Y no sería la excepción esta vez. Este día, llegó y con él, Daniela y su primo, mi hermano estaba en casa conmigo; y Betty llegó tímidamente a mi casa. Al entrar encontró a Daniela acompañada de su primo, un chico fuerte, piel canela, lo cual le agradó, después me saludó a mí y enseguida darle un gran beso a mi hermano. Ambos se excusaron por unos momentos de reunirse con nosotras y el primo de mi amiga, y fueron hacia el cuarto de Carlos, mi hermano. No era de mucho adivinar lo que harían juntos y a solas. Dejamos que el tiempo avance, en la sala era atenta a las caricias que se hacían los primos, comiéndose la boca, tocándose el coño y la verga, pude notar un gran bulto entre las piernas del primo de Daniela, Arturo, que me hizo desearlo.
Después de interminables y breves minutos, decidí entrar al cuarto de mi hermano. Allí estaban juntos Betty en la cama siendo penetrada por mi hermano y ella al borde del orgasmo. Tenía las piernas abiertas echadas en la cama y mi hermano empujando su verga en su coño cada vez más y más rápidamente; mi entrada no detuvo a mi hermano pero Betty estaba sorprendida pero ello no evitó que mi hermano se apartara de ella sino que le deba con más fuerza para acelerar el deseo de ella. Al estar frente a ella me limité a acariciarle sus pechos y luego me incliné un poco para morderle los pezones con mis labios, este gesto la elevó en su placer. En esta posición estaba cuando Arturo entró en el cuarto, se puso detrás de mí, bajó mi short, mi tanguita y empezó a lamer mis nalgas mientras sus manos sujetaban mis piernas. Así con los pies en el piso, inclinada hacia los pechos de Betty, sentí que la piel de Arturo se pegaba a mi cuerpo, empezando a ser penetrada por la verga del primo de Daniela, que sujetaba mi cintura. Daniela ingresó casi rápidamente, despojándose de sus ropas, se puso detrás de Carlos, pegó sus pechos a la espalda de mi hermano y se frotaba mucho, empujando a mi hermano hacia adelante para penetrar más a Betty; seguía mordiendo y lamiendo los pezones de Betty, sintiendo desde atrás de mí, como la verga de Arturo me llenaba el coño, disfrutábamos mucho, desnudos y teniendo sexo todos a la vez en la más deliciosa orgía. Este era el inicio de un gran momento.
Al salir mi hermano de Betty, puso su verga en la boca de ella, Daniela se bajó hasta quedar su boca a la altura del coño de ella, para darle grandes chuponcitos que electrizaban de placer a Betty. Mis manos apretaban los pechos de Betty y Arturo haciéndome delirar de placer con su verga dentro de mí. Uno de los dedos de Daniela empezaba a penetrar el culo de Betty haciéndola estremecer más, y su lengua se enjugaba de los flujos del coño de ella. Me acerqué a la boca de Betty para juntas chupar la verga de mi hermano con nuestras bocas muy unidas. Daniela abría más las piernas de Betty para pegar su coño al de ella, y refregarlo en el de ella uniendo sus clítoris.
Al terminar quisimos darle sentido a la palabra orgía, pusimos al medio en la cama a Arturo, sobre ella, Betty, con la verga dentro de su coño, detrás de ella en su culo, jugueteando en su ano un dedo de mi hermano. Mi coño fue hasta la boca del primo de Daniela para sentir su juguetona lengua dentro de mí, Daniela se puso delante de mí, de pie, para ofrecerme su coño y deleitarme con sus mieles atrayéndolos con mi lengua de su coño a mi boca. Y en un momento de esta excitación la verga de mi hermano penetró al culo de Betty, ella soltó un leve gritito mezclado de dolor y placer. Terminamos en diferentes tiempos, teniendo el sexo más rico y delicioso. Experiencias maravillosas como éstas que siempre volverán a repetirse.
Nos unimos más en nuestra amistad compartiendo deseos prohibidos, Betty rememoró el momento del coño de Daniela en su boca, de la lengua de Daniela en su coño, de las dos vergas que la habían penetrado. Daniela en sincera amistad, introdujo toda su lengua en la boca de Betty en un beso apasionado. Yo apretaba las fláccidas vergas de mi hermano y Arturo deseando tener las dos al mismo tiempo un día para mí, lo cual era también su deseo a juzgar por los apretones que me dieron; pero el motivo para una próxima reunión estaba dado y resultaba cargado de mucho deseo.