La novia

Nacio para satisfacerle.

INTRODUCCION

El monasterio enclavado en un valle entre altas montañas, en el pirineo. Su difícil acceso y su lejanía había sido la causa principal por la que decidieron construirlo en ese lugar. Pero no la única.

La santa sede sabía que en aquel lugar se encontraban unas antiguas ruinas; lugar de culto de los antiguos habitantes de la zona. Sobre sus ruinas, se levantaba el actual convento.

Un pequeño riachuelo, que partía desde unas cuevas y circulaba hasta el monasterio, sirviendo de regadío para los cultivos de las monjas.

Un mito popular decía que en ese lugar se hallaba un terrible mal. Los antiguos habitantes llevaban ofrendas al lugar para no despertarlo.

Con el tiempo, las antiguas costumbres fueron olvidadas.

CAPITULO I

Elsa siempre había vivido en el monasterio. No conoció a su familia pues había sido abandonada a las puerta del monasterio siendo un bebe.

Creció apartada del mundo salvo de la vida dentro de aquellas cuatro paredes y de las personas que vivían dentro.

Ya de niña se atisbaba la belleza que sería de mayor. Su pelo, muy rubio y lacio, caía sobre sus hombros hasta la espalda. Sus ojos, de un azul intenso brillaban con mucha intensidad. Creció rápidamente y ya con once años superaba en altura al resto de las hermanas. Por esta época, Elsa fue descubriendo su cuerpo. La información que podía obtener dentro del convento, era muy escasa, pues el tema era tabú.

A los doce años tuvo su primera menstruación, y pensó que iba a morir desangrada, cuando al levantarse de la cama vio que esta estaba manchada de sangre.

Le explicaron que sangraba por los pecados del hombre, igual que el hijo de Dios y que no se preocupara, que a todas les pasaba lo mismo cada mes, hasta que, con los años, eran perdonadas y no volvían a manchar nunca más.

Cuando tenía 13 años hizo un nuevo descubrimiento. "Había diferencias entre las personas". Por esta época, venían al convento, un grupo de personas que no se parecían nada a las monjas que ella conocía. Estas personas eran hombres. Traían provisiones para los meses de invierno.

No se les permitía la entrada, pues era un convento de clausura. Dejaron los alimentos en el almacén que había junto a las cuadras y a las bestias amarradas en ellas. Estas estancias se encontraban lógicamente en el exterior.

Elsa, intrigada, quiso verlos de cerca, por lo que escabulléndose salió del convento y se escondió en el establo.

Eran muy distintos a las personas que conocía. Fuertes, rudos y sucios, con pelo en la cara, le parecieron horribles.

También vio otra diferencia que la embargó más si cave. Escondida, pudo observar como uno de ellos se apartaba de los demás y acercándose hasta donde ella se encontraba, sin verla, se bajó los pantalones, dejando al descubierto una especie de manguera en su entrepierna, en el lugar donde ella no tenía más que una grieta y un poco de pelo.

Salió corriendo en cuanto pudo, y preguntó a la hermana Soraya, porqué, esos seres tan feos, eran tan diferentes a ellas.

La hermana Soraya, a la que le había cogido mucho cariño, era una mujer que había ingresado siendo muy mayor al convento. Había vivido una vida muy intensa en su juventud, para luego, al perder a toda su familia ingresar con las hermanas.

Esta, le explicó que los seres que había visto eran hombres.

  • ¿Qué es lo que tienen en la entrepierna? Preguntó.

  • se llama falo .

  • ¿Y para que sirve el falo? Preguntó Elsa.

  • Para mear. Respondió.

  • Y para dejar a las mujeres preñadas, añadió Soraya mirándola picaramente.

  • ¿Qué es eso? preguntó.

  • ¿Has visto como a las cabras del corral, se le hincha el vientre?

  • Si. Contesto Elsa.

  • A eso se le llama estar preñada. Dijo Soraya.

  • Al poco tiempo aparece un cabrito. ¿Verdad?

  • Si. Contestó afirmativamente Elsa.

  • A eso se le llama parir. A nosotras las mujeres también nos pueden dejar preñadas, pariendo nueve meses después.

Esta revelación llenó la mente de Elsa de nuevas dudas e intentó seguir con el interrogatorio.

Viendo el interés que estaba mostrando la chica, Soraya zanjó el tema.

No pienses en ello cariño. Eso es cosa del diablo. Y dándole la espalda dio por zanjada la conversación.

Ya no se atrevió a seguir preguntando. Sabía que cuando una superior decía basta, no debía tocar nuevamente el tema.

Por las noches, en su celda solía desnudarse y mirar su cuerpo intrigada. ¿Por que los hombres tenían ese apéndice? Se preguntaba.

Con el paso de los años, estas diferencias, se fueron acentuando.

Sus pechos, más grandes, sus caderas se habían vuelto anchas. Su piel suave contrastaba con la de estos, dura y correosa.

Un nuevo descubrimiento le aconteció. Al tocarse la entrepierna, su cuerpo había reaccionado de una manera extraña: su corazón se aceleró produciéndole un extraño acaloramiento. Algo que estaba dentro de su grieta, se puso duro y babeó.

Asustada se vistió y arrodillándose se poso a rezar.

La superiora, a la que le había contado esto sucesos, se había enfadado muchísimo diciéndole que, el diablo se le intentaba meter en el cuerpo y que debía rezar a todas horas para poder apartarlo.

CAPITULO II

Los días y los años, en el monasterio transcurrían de esta manera, tan tranquila y a la vez, monótona. Todo el día estudiando, rezando y servicios a todas horas, para volver, luego, a rezar.

Se había aficionado mucho a la lectura, pues era la única manera que tenía de salir de aquellas cuatro paredes, yendo siempre que podía a la biblioteca y leyendo todo lo que pasaba por sus manos.

Cierta vez en que se encontraba ordenando y limpiando libros; en una sección muy antigua y sin que nadie lo provocara, se cayó un cuadro, que colgaba de la pared.

Al principio se asustó un poco. ¿Cómo había podido caer? Luego, se apresuró a recogerlo, antes de que alguna otra hermana se diera cuenta y pensara que lo había tirado.

Al ir a colgar de nuevo el cuadro vio como una de las piedras, de la pared, no tenía argamasa que la sujetara. Procedió a retirarla y encontró un escondrijo en el que había algo envuelto.

En ese momento oyó unos pasos que se acercaban y sin pensarlo cogió el objeto y lo ocultó en su regazo, procediendo a poner la piedra y el cuadro nuevamente en su sitio.

Esa tarde se hizo interminable. No veía la hora que se hiciese de noche y poder subir a su habitación e investigar su nuevo hallazgo.

Cuando se encontró sola en su celda, con mucho cuidado retiró la tela que lo envolvía y descubrió dos objetos.

El primeo era un libro. En su portada aparecían unos signos paganos que no reconocía. Las tapas eran de algún material muy duro y suave. Parecía de piel.

El segundo, era más extraño aún. La figura de una mujer abrazada a algo que tras estudiarlo reconoció al momento. Un gran falo. Emanaba un extraño calor al tacto. Al girarlo para verlo por su base, sintió un pinchazo en su mano. Algo se le había clavado en el dedo.

Le salio una gotita de sangre, pero como no le dolía mucho, lo olvidó rápidamente y siguió prestando atención al libro.

Abrió la primera página y vio que todo el texto estaba escrito con esos extraños símbolos. Ojeando página tras página, llegó a unas ilustraciones en su parte central.

Se quedó perpleja:

En la primera se veía a una doncella, desnuda y arrodillada ante la estatua de una especie de mounstro con un gran falo de piedra. La chica, abrazada a este falo era bañada por un chorro que salía de la cabeza de este. A su pie se veían unos símbolos.

En la siguiente, la doncella corría por un túnel, aterrada, siendo perseguida por no se sabe que.

En la otra, se veía a la misma doncella, arrodillada, a 4 patas ante una especie de hombre animal, como un toro, y con su boca posada sobre el inmenso falo de éste.

El resto de las imágenes se veía a la doncella con el animal pegado a su espalda y una inmensa cara de satisfacción.

Lo extraño de las imágenes era que la doncella, no era la misma de un dibujo a otro: su físico iba cambiando, desde la primera imagen en la que se veía a una mujer esbelta, hasta la última en que aparecía con unas proporciones anormales, sus pechos y caderas eran desproporcionadamente grandes, sus pies no eran pies sino patas, tenía cuernos y una larga cola.

La última imagen era la más impactante de todas.

La doncella, aparecía con un enorme vientre, como si estuviera preñada . ¿Sería esto a lo que se refería Soraya cuando le contó hacía muchos años lo de los hombres?

Estos dibujos alteraron a Elsa. Eran muy extraños. Ningún libro de los que había visto hasta ahora se le parecía.

Se dio cuenta que si le encontraban el libro se lo iban a quitar. Este era su secreto por lo que debía esconderlo de todas las demás.

Esa noche tuvo pesadillas. En ellas corría por unos túneles hasta llegar a una gran cámara. Allí se encontraba una presencia aterradora, parecida a las imágenes del libro. Gritando se despertó entre sudores y jadeos.

Ya no pudo dormir más por lo que volvió a coger el libro.

En ese momento notó el escozor del pinchazo. Su dedo estaba muy enrojecido.

Ignorando el dolor, prestó atención a la primera página. Su extrañeza fue mayúscula. Tanto, que olvidó el dolor al instante.

"No aparecían los mismos símbolos, sino otros que, si podía entender".

"Saitan". Decían.

Soltó el libro y se puso a rezar. ¿Qué clase de brujería era esta? Se preguntó aterrorizada.

No era que hubieran cambiado los signos, sino que ahora por alguna extraña razón los entendía.

Pasó el resto de la noche rezando y mirando el libro de reojo.

Pensó en entregar el libro por la mañana a la madre Soraya. Ella sabría que hacer.

Esa mañana, cuando fue a verla le dijeron que ya no estaba en el convento, pues había sido enviada en misión especial esa misma noche.

Era una contrariedad. No quería entregarle el libro a otra persona, Ocultó el libro bajo su cama y marchó a hacer sus labores.

Ese día, le habían encomendado, la limpieza de los establos. A Elsa le encantaban los animales, y tenía buena mano para estos. A las hermanas, por el contrario, les disgustaba el olor de las cuadras, por lo que siempre que podían mandaban a Elsa a atender a los animales. A ella no le importaba.

Tenían una Yegua de unos 10 años, que utilizaban a veces para acarrear cosas de los campos. Elsa se había encariñado mucho con ella, llevándole azúcar cada vez que podía.

La yegua nada más verla relinchaba de alegría, acercándose a saludarla.

La semana anterior, los hombres habían dejando un gran caballo en los establos antes de partir, pues éste tenía una pata herida.

Ese día, Elsa, como siempre hacía, había sacado la yegua, de su cuadra, dejándola retozar a su alrededor.

El caballo, un pura sangre, de color negro azabache, muy alto y fuerte, nada más ver la yegua comenzó a relinchar nerviosamente, dando coces, e intentando salir.

Sus ojos parecía que querían salirse de las orbitas.

También la yegua se encontraba nerviosa. Pudo observar como su vulva estaba totalmente dilatada, latiéndole intermitentemente, a la vez que soltaba un líquido que chorreaba hasta el suelo.

  • Tranquila bonita. Decía Elsa, intentando calmarla y. acariciándole el cuello

Inexplicablemente, la puerta del establo se abrió, dejando salir al enorme animal. Este se dirigió hacia donde se encontraban ambas.

Asustada se refugió y observó como éste, se acercaba relinchando sin parar.

Olisqueó la vulva de la yegua, a la vez que la lamía con la lengua.

Su falo empezó a crecer. Era enorme, observó la chica. Le llegaba al suelo, mucho mayor que el que ella había visto en su infancia.

Vio como la yegua en vez de huir, se quedaba quieta, levantando el rabo y con su vulva chorreando, si cabe más abundantemente.

El macho subió las patas delanteras a la grupa de la yegua, levantó aquel pedazo de carne que le colgaba hasta ponerlo totalmente erecto. De su enorme cabeza salían chorros de un líquido blanco, que con el movimiento de vaivén hizo que le llegara un chorro hasta la cara y boca de Elsa.

Era caliente y pegajoso. Tenía un olor y sabor muy fuerte. Escupió asqueada y siguió observando

En ese momento, el caballo, introducía el falo por la vagina de la yegua, haciéndola relinchar.

Pensó: "La va a matar".

El terrible animal sacaba y volvía a meter su miembro hasta que de una última estocada se quedó muy quieto, notando como instantes después se aflojaba, saliendo el gran falo y dejando un enorme boquete en la yegua del que salía un río de leche.

Ambos caballos se quedaron tranquilamente, uno junto al otro, olisqueándose y rozando sus cuellos.

Al ver que los animales se tranquilizaban, salió de su escondite y pudo, con mucho miedo, volver a meter el caballo en su cuadra.

Se acercó a la yegua viendo como esta comía tranquilamente.

Aparentemente, el caballo no le había hecho daño, Su vulva seguía dilatada aunque ya no latía, y se la veía muy feliz.

Al acercarle la mano para acariciarla, se lo agradeció con un alegre relincho.

No le contó este extraño suceso a nadie, pero por la noche en su cama, y recordando lo acontecido llegó a unas extrañas conclusiones:

** El falo del caballo no había hecho daño a la hembra. Más bien, había notado que ésta lo acogía deseosamente ****

** Le había introducido algo parecido a la leche, que la yegua agradecía, aunque a Elsa le pareció repugnante **

** El falo de los hombres debía servir para algo parecido ****

Esta última conclusión la llenó de congoja pues si eso era verdad, entonces lo que le habían enseñado no era cierto. Como las hermanas podían negar lo evidente. No era cosa del diablo pues los animales eran seres de Dios.

CAPITULO III

Esa noche se despertó con el mismo extraño sueño.

En el, se veía a ella caminando desnuda por los túneles. Oyendo una extraña voz que la llamaba. Al llegar a la bóveda notó un olor extraño pero familiar. Se parecía al olor del líquido que había soltado el caballo, pero más intenso. Se vio a si misma, acariciándose lujuriosamente, como si llamara la atención de alguien.

Se despertó asustada y con una extraña sensación. Su entrepierna estaba muy húmeda.

Al llevar la mano hasta allí notó que estaba toda empapada, algo daba latidos en su interior. Era una sensación agobiante y placentera. Recordó lo acontecido en los establos y se calentó muchísimo.

Se acarició con las yemas de los dedos hasta que notó una descarga electrizante que partía desde su vulva, por la columna vertebral y estallaba en su cabeza, haciéndole temblar todo el cuerpo. Jadeó y quedó rendida en la cama. La sensación había sido increíble. Tuvo el primer orgasmo de su vida.

Estirada en la cama, satisfecha, se sintió desinhibida. Vio el libro sobre la mesilla y no pudo evitar la curiosidad. Lo cogió, y empezó a leer esas extrañas palabras que ahora entendía sin dificultad.

Empezaba así:

" La novia se entregará, voluntariamente, al poderoso SAITAN en su cueva sagrada,..

"Su cuerpo no debe haber sido ollado por nadie pues un gran mal caerá sobre el mundo……"

"Este la poseerá durante eones, siendo la madre de su progenie……"

Estas palabras la intrigaron muchísimo. Siguió leyendo toda la noche.

El libro era una especie de ritual. Daba una serie de reglas que se debían seguir al pie de la letra.

No soltó el libro hasta el amanecer. Cuando la llamaron para los ritos de la mañana, se levantó de mala gana.

Ese día se encontró horrible. Sus ojos, muy enrojecidos por no haber dormido. Grandes ojeras, de lo mismo. El pelo revuelto. La mano del pinchazo estaba muy roja y le quemaba. La rojez le llegaba ya al hombro.

Se vistió y marchó para que le hicieran alguna cura.

Las madres le dijeron que no se preocupara, que era alguna extraña reacción y que en un par de días se le quitaría.

No pudo comer nada en todo el día. Las hermanas la mandaron a su celda a descansar. Se acostó a media tarde y se durmió.

Despertó a media noche, jadeando y acalorada pues el sueño había sido aún más terrible.

En él, se vio corriendo por los túneles hasta llegar a una gran bóveda. Algo la perseguía, una presencia aterradora.

¿Como podía tener esos sueños tan extraños? Se preguntó.

Le dieron ganas de orinar, por lo que se levantó para coger la escupidera.

Al agacharse, se palpó la vulva notándola muy hinchada y enrojecida. Le latía de tal manera que la hizo recordar la imagen de la yegua. Excitada ante esta revelación, se acarició llegando al orgasmo en un instante.

Esa noche no bajó a cenar. Una hermana le trajo un tazón de leche pero fue incapaz de beberlo.

Prácticamente no pudo dormir, y cuando lo hizo, irremediablemente tuvo el mismo sueño, de todas las noches, con las mismas consecuencias de siempre.

Al amanecer, desnuda, observó como todo el lateral derecho de su cuerpo tenía un color amoratado. Ya no le dolía. Incluso esa mañana se encontraba mucho mejor. Tenía un hambre atroz, por lo que bajó corriendo al desayuno.

Tuvo que esperar un rato, hasta terminar de rezar.

Se provocó con el primer bocado. Solamente el olor le daba nauseas. Disculpándose con las hermanas salió corriendo del comedor.

Angustiada, se encerró en su celda. No podía comer pero sentía un hambre atroz.

Todo el convento comentaba el mal de la pobre Elsa. Todas le tenían cariño pues la conocían de pequeña y no se explicaban que le pasaba.

Elsa, estaba cambiando. Las hermanas no lo notaban pues el hábito, la cubría. Su cuerpo, antes delgaducho, se estaba llenando de curvas. Curvas de una opulencia exagerada.

Cada noche el sueño la llevaba hasta aquel lúgubre y silencioso lugar, en el que solo se oía el ruido de una gota de agua al chocar contra las rocas. Reconocía cada recoveco del lugar, cada rincón, cada sonido, cada olor.

Todas las noches conseguía atisbar algo más, sin llegar nunca a ver la presencia que la esperaba. Esta presencia, a la vez que la aterraba, le inspiraba atracción y deseo. Cuando intentaba levantar la mirada para verla, un terrible horror la embargaba, haciéndola salir del sueño gritando. Esta presencia era tan aterradora que la hacía sentirse sumisa e indefensa.

Despertaba entre jadeos, desnuda pues ya no se ponía nada para dormir. Esta sensación, la embriagaba y un deseo antinatural, más como una necesidad, que como otra cosa, hacía que su vulva latiera, teniendo que tocarse para aliviar la excitación.

Se pasaba el día esperando que llegara la noche; y cuando ésta llegaba el temor la embargaba. Lo anhelaba, necesitaba volver cada noche a ese siniestro lugar y sentirse desinhibida, deseosa, húmeda. Despertaba llena de extrañas sensaciones e irremediablemente tenía que masturbarse una y otra vez. Los labios vaginales los tenía tan amoratados y rozados, que le dolían al caminar.

El cambio de su cuerpo se veía ya a simple vista. Sus caderas se habían ensanchado, sus pechos y pezones habían crecido en poco tiempo. Su pelo antes rubio se había oscurecido hasta volverse de color negro, azabache, igual que sus ojos. El morado cubría ya toda su piel. Sus labios, antes finos y delgados, se habían hinchado voluptuosamente.

Nadie que la hubiera conocido hace meses, la reconocería ahora.

Sus compañeras comenzaron a evitarla.

Oía entre susurros como la llamaban bruja, pero no le importaba. Se pasaba el día sola, como una sonámbula, haciendo lo que le mandaban, sin poner demasiada atención, solo anhelando la llegada de la noche para recluirse en su celda.

No podía comer absolutamente nada de lo que le ofrecían, aunque sentía un hambre atroz. Extrañamente, su cuerpo no se debilitaba.

Durante la noche paseaba desnuda por la habitación, se acariciaba con sus manos. Ya no sentía remordimientos de masturbarse. Soñaba con ser follada como la yegua. Se sabía el libro de memoria, Recitaba a lo largo de todo el día cada palabra del libro.

CAPITULO IV

Era una noche muy oscura, Se oían aullar los lobos. Un sueño, distinto al anterior había venido a su mente,

En él se vio a si misma, desnuda y arrodillada ante la estatua que aparecía en el libro. Este ser, con un gran falo de piedra, se alzabas sobre ella. Tras masajearlo con sus manos, comenzó a salir un manantial de leche por la punta, del cual bebía desesperadamente.

Despertó jadeando. Un ardor la recorría su vagina. Esta, ahora muy dilatada, latía rítmicamente. El tocarse no la aliviaba como otras veces.

Se levantó como en trance y oyó una voz masculina, que la llamaba desde el otro lado de la puerta:

Elsaaaaaa.

¿Cómo pensó?

¿Cómo puede haber un hombre dentro del convento?

Asustada pensó gritar para avisar a las hermanas. Miraba la puerta pensando que entraría ese hombre y al verla desnuda, cogería su falo y lo introduciría en su vulva. Este pensamiento la excitó. No les diría nada a las hermanas y dejaría que la poseyesen.

Ummmmm. Se levantó contoneándose y abrió la puerta;

No había nadie. Desinhibida por la lujuria, se puso la capa por encima y sin nada más de ropa salio de la celda. Quería encontrarlo.

Bajó las escaleras e inconscientemente, sus pasos la llevaron hasta el piso más bajo del convento. Esta estancia era la capilla.

Una vez dentro, observó extrañada como un tapiz del fondo, se movía como si una corriente de aire le golpeara. Fue hasta allí y cautelosamente tiró hacia un lado.

Increíblemente, donde antes había sólida roca ahora se encontraba la entrada de una oscura cueva.

Esta descendía por unos escalones tallados en la roca hasta perderse en la oscuridad.

¿De donde había aparecido ese boquete? Había pasado muchas veces por allí y nunca la había visto.

Al principio dudó si entrar, pero los latidos de su vulva la hicieron sentir cachonda.

Quería encontrar ese hombre que la llamaba, y dejar que la hiciese su mujer. Este tenía que haber bajado por las escaleras.

Elsaaaa, Elsaaa. Volvió a oír.

Excitada avanzó un par de pasos. Nada más entrar, la puerta se cerró tras ella, sin ningún ruido. Asustada intentó salir pero el hueco había desaparecido, como sin nunca hubiera existido. No tenía escapatoria, había quedado atrapada.

Todo era negrura. La oscuridad era total, tan espesa que casi se podía tocar con las manos.

Palpando notó como los escalones seguían bajando. Asustada, y apoyando ambos brazos a cada lado de las paredes empezó a descender.

La escalera bajaba y bajaba. No tenía fin.

Fantaseó con que el hombre viniera por la espalda y tras obligarla a arrodillarse, para follarla al igual que la yegua. El ardor y la hinchazón de su vulva se intensificaba impidiéndole caminar bien.

El deseo dejó paso al cansancio. Estaba hambrienta y sedienta. Perdió la noción del tiempo.

Quiso retroceder. Asustada notó que la pared se cerraba a su espalda, a cada paso que daba, sin darle opción más que a seguir.

Chilló de puro miedo. Algo sobrenatural estaba pasando y no sabía que hacer. Alocadamente, empezó a correr escaleras abajo, golpeándose con las paredes, desgarrando la capa y luego su piel, hasta que resbaló y cayó al suelo;

Quedó tendida y desmayada durante un largo tiempo.

Al despertar, la misma oscuridad. De su capa solo quedaban algunos jirones. Sentía una sed enorme.

Ya no encontraba escalera por ningún lado.

o Elsaaaaa. Oyó de nuevo, tan cerca que le pareció notar el aliento en su cuello.

Se le puso la piel de gallina. Asustada se acurrucó contra la pared. Debía de encontrarse muy cerca, allí mismo, escondido esperando para saltar sobre ella. Desnuda e indefensa no podría hacer nada para evitarlo.

Este pensamiento despertó de nuevo su deseo. Introdujo uno de sus dedos en la boca, para ensalivarlo, para luego, bajar su mano a la entrepierna y humedecer su vulva. Entre quejidos de pura lujuria se masturbaba invitadoramente, provocándole a venir y poseerla.

Pasó así un largo rato, hasta que decepcionada, puso todos los sentidos alerta para percibir el menor ruido.

Nada, salvo la sólida roca bajo su cuerpo y el tintineo de una gota de agua. En ese momento recordó. En su sueño siempre oía el repiqueteo de la gota de agua.

Le quemaba tanto la garganta que arrastrándose se puso en pié y como pudo, corrió por la galería. Estaba desesperadamente sedienta.

Una extraña claridad, al fondo, surgida de no se sabe donde, le hizo ver donde se encontraba. Era el mismo lugar donde empezaba su sueño. Reconocía cada recoveco, cada bifurcación. Su corazón se aceleró como una locomotora, pues en el centro de la cueva vio la figura que aparecía en su último sueño.

La estatua era enorme. Un monstruo terrible, de más de tres metros de altura, en el que destacaba el enorme falo, que debía de medir unos 80 cms, con una enorme cabeza coronada por una grieta. La cabeza, se parecía mucho a la del pene de un hombre, pero el tamaño y grosor eran mayores que la del caballo.

Un dolor electrizante, partió desde su vientre hasta el cerebro.

La lujuria la embriagó. Como podía estar ocurriendo. "El sueño se estaba convirtiendo en realidad".

Su mente se llenó de preguntas.

¿Quién había puesto aquella estatua allí?

¿Era ese, el ser que nunca se dejaba ver?

¿De verdad era ella la novia de SAITAN?

¿Ese ser, es el que iba a follársela?

No lo podía creer. El libro no podía ser más que un cuento.

¿Cómo una mujer podía tener relaciones con un ser tan horrible?

El recuerdo de las imágenes la hizo fantasear. Se imaginó a si misma siendo follada, igual que la yegua, llena de aquella monstruosa verga, chorreante.

Fue demasiado para su sensible vulva. Estos pensamientos hicieron que su vulva comenzase a babear.

Avanzó por la cueva, despacio y moviendo sus caderas sensualmente, se acercó a la estatua y con un poco de miedo posó su mano sobre la superficie.

La retiró al instante.

Estaba caliente. Tan caliente que parecía de verdad.

Su excitación fue en aumento.

En ese momento un gran dolor en el vientre, la dejó postrada en el suelo. Ya no le quedaban fuerzas pues se encontraba muy débil.

Allí arrodillada, recordó la imagen del libro. Era la misma postura de la primera imagen del texto.

Intrigada por la curiosidad, recitó la primera frase del rito.

Al terminar, por la grieta de la punta, brilló, al salir, una pequeña gota de un líquido blanquecino.

Su corazón dio un vuelco, ¿la doncella de los dibujos era ella?

No podía ser, aquello era un cuento, un relato como otros tantos que había leído durante su corta vida.

¿Y si era verdad? La lujuria la embriagaba.

¿Cómo sería sentirse poseída por tremenda monstruosidad?

Este pensamiento la ruborizó, a la misma vez que sintió un gran sofoco, su vulva latía alocadamente.

Al ver el líquido derramarse, sedienta, acercó los labios para chupar la humedad. Lamió la pequeña cantidad que salía por la punta del falo de piedra.

Lo encontró fuerte, a la vez que dulzón, pero le gustó. Por primera vez en mucho tiempo, su estómago, no rechazaba este líquido.

Le encantaba. Su cuerpo se lo agradeció, pero la cantidad era muy poca por lo que ansiosa aplicó ambos labios para succionar hasta la última gota. En ese momento un gran chorro la golpeó directamente en la garganta, llenándole la boca hasta escapar por la comisura de sus labios. Atragantada y tosiendo retiró la cabeza, sintiendo como el líquido golpeaba sus pechos.

Tragó lo que tenía en la boca. Su sabor, almizclero, la embriagaba y reconfortaba. El hambre y la sed acumuladas se unieron a la excitación que le producía saborear el semen del falo de piedra.

Aplicó de nuevo la boca y esta vez preparada, engulló grandes cantidades de leche. Tantos días había estado sin ingerir nada que tragaba insaciablemente. A la vez gozaba, fantaseando con el roce de sus labios, con el pene que la estaba alimentando.

Cuando se sintió con más fuerzas cambió de posición para estar más cómoda y seguir bebiendo. Acostada a sus pies, boca arriba, recibió ansiosa el líquido directamente sobre su cara. Al serle imposible tragar tanta cantidad, esta chorreaba por todo su cuerpo.

La suavidad del líquido, la bañaba. Se sentía tremendamente excitada.

Bajó su mano hasta el clítoris acariciándolo.

Poniéndose a cuatro patas, apoyó su vulva, en el pene de piedra, moviéndose suavemente arriba y abajo, imitando la forma del acto sexual. El roce la hacía temblar de deseo, hasta que, de golpe, se intensificó la fuerza con la que salía el líquido.

Cubierta totalmente, de pies a cabeza por el semen del falo de piedra, muy excitada volvió a tener un nuevo orgasmo.

Quería seguir con la extraña aventura, la calentura la hacía fantasear con las siguientes imágenes del libro.

No pensaba con claridad, excitada deseaba que el ser, aparecería realmente, para luego aterrada mover la cabeza de un lado a otro como una loca, negando el deseo que la consumía.

¡Atrévete!, Se incitaba a si misma.

Interiormente sabía que no podría huir a ningún lado.

A su mente venía con toda claridad las letras del ritual.

¡y Si! Pensó. Y ¡Si fuera verdad………..!

La calentura iba en aumento y sin poder controlar su boca, recitó las siguientes estrofas del rito.

Nada más terminar de decir la última palabra, un enorme temblor se sintió en toda la cueva. Pensó que moriría aplastada bajo toneladas de piedra. Al parar el temblor, un Terrible Rugido resonó desde todos lados.

Aterrada, cerró los ojos.

Sintió un intenso dolor en todo el cuerpo. Cayó al suelo gritando y convulsionándose sobre el charco formado por el semen del inmenso falo de piedra.

Su mente se bloqueó y su cuerpo comenzó a cambiar.

El extraño líquido que había bebido le estaba haciendo algo.

Abriendo alocadamente los ojos observó el cambio sin poder hacer nada.

Sus pechos crecían a simple vista; los pezones se pusieron del tamaño de ciruelas, grandes, duros y de color rojo intenso, derramando un líquido blanquecino por la punta.

Con un intenso dólar, las caderas se ensancharon al doble de su tamaño a la vez que un gran ardor partía de los labios vaginales.

Bajó la cabeza y asombrada vio como su vulva crecía sin parar, hinchándose, a la vez que notaba, como si algo abriera un hueco desde el útero hasta la garganta, haciéndola gritar de dolor. La vulva se desplazaba lentamente hacia atrás, sobresaliendo de las nalgas como si fuera un animal.

Unas protuberancias salían de sus rodillas y sus pies no eran tales sino patas.

Se revolcó por el suelo, convulsionándose por el dolor hasta completar la transformación, y quedar inconsciente.

Despertó con un enorme ardor en el clítoris que la hizo chillar.

De su boca no salió un chillido normal, sino más bien una especie de mugido, como el de una vaca.

Recobró la consciencia e intentó levantarse.

No lo consiguió pues al intentar juntar sus piernas, un inmenso bulto entre ellas que se lo impedían. Escarranchándose, bajó su mano, notando que era su vulva.

Mirando el falo vio que había dejado de manar. A cuatro patas; pues en esta posición, extrañamente, se encontraba más cómoda, salió del charco.

Intentó incorporarse pero no pudo totalmente, pues su nueva constitución se lo impedía.

Vio su imagen reflejada en el líquido, observando, extrañada los cambios que había sufrido:

Sus pechos y sus caderas habían crecido.

Le habían salido cuernos tras sus puntiagudas orejas.

Las patas eran como las de una cabra.

Palpándose la parte baja de la espalda, notó como un largo rabo colgaba de allí. Sin esfuerzo lo podía mover en cualquier dirección que pensara.

El color de su piel era de un rojo intenso.

Sorprendente era el tamaño y la posición de su vulva. Los pelos que antes cubrían todo su sexo, no eran ya más que una fina línea sobre los labios mayores de su vagina. Esta, se había dilatado hacia el ano, desde los labios menores, dejando totalmente expuesto el orificio vaginal. Este le medía un palmo desde delante hasta el ano. Los labios mayores, ahora colgaban lacios, a ambos lados por la cara interior de los muslos.

¿Qué extraña transformación había ocurrido? Se preguntó.

¿Habría cambiado su cuerpo para poder acoger aquel ser?

¿Era ella la yegua de aquel semental?

Estas extrañas ideas se clavaban en su cerebro haciéndola temblar de excitación.

Miró al falo de piedra y su vulva, latiendo, comenzó a manar, gran cantidad de fluido. Recordó como a la yegua le ocurría lo mismo antes de ser montada, y este recuerdo la hizo sentirse ahogada. No podía respirar de la enorme calentura que la embriagaba.

Ya estaba preparada para ser cogida por el extraño ser.

Lascivamente, acuclillándose bajo el gran falo, bebió un poco más del líquido. Bebía y bebía sin desenfreno, lujuriosamente.

Se había dado cuenta de que el relato no era de ficción. Pronto vendría Saitan a reclamar a su novia, y ella estaba dispuesta.

Cambió de posición, imitando a la yegua; a cuatro patas, con la vulva abierta y apuntando hacia el gran falo de piedra, imaginando que por alguna extraño hechizo, la estatua despertaría y la haría suya.

Esperó largo rato sin que ocurriera nada, aburrida, se sentó mirando la efigie. Esta no se movía. Aburrida aplicó los labios y bebió un poco más.

De repente recordó el libro. Que tonta era. El ritual no había acabado

Satisfecha, recogió con su dedo lo que le quedaba en la comisura de los labios y lo chupó recitando la última frase del rito:

" Saitan, tu novia ya está aquí ".

CAPITULO V

Entonces ocurrió.

Todo comenzó a temblar.

Por fin alguien había completado el Ritual. Saitan volvía para reinar en la Tierra.

Elsa vio que la estatua comenzaba a moverse. Horrorizada comprobó que esta, movía la cabeza en su dirección, abriendo un terrible ojo oscuro, y la observó.

Sin poder aguantar la terrible mirada, mugió como una cabrita asustada. El horrible ser estaba despertando.

Desencajada, se arrepintió de lo que había hecho.

Esto no era un sueño como los que había tenido anteriormente en el que cuando se asustaba podía despertar. Aquel terrible ser se movía.

En su inconciencia, le había despertado y en pago Iba a ser follada por él, con aquella terrible polla que la iba a destrozar.

Ella era la novia de Saitan. El miedo la hizo salir despavorida hacia una de las grutas.

La metamorfosis sufrida la obligaba a caminar a cuatro patas. Los labios vaginales sobresalían de sus nalgas, sonrosados e inflados por el celo. Tenía que caminar dando saltitos pues no controlaba muy bien las extremidades inferiores.

Como pudo, llegó a una gran cámara. Era la cámara que aparecía en sus sueños. El olor que desprendía la cueva era intenso, nauseabundo. Como el de la cuadra de un macho cabrío.

Este olor no le desagradó, más bien tocó sus nuevas fibras sensibles, excitándola aún más si cabe.

La cámara no tenía más salidas, estaba acorralada. Desesperada corría de un lado para otro, huyendo del lugar por donde había venido. Los ojos desencajados miraban, asustados hacia aquel lugar. Notaba como el ser se aproximaba por allí.

Indefensa y desnuda, como se encontraba, poco podría hacer para oponerse a los bajos instintos de éste.

Paró en el centro de la cámara. El olor, era más fuerte allí. Un lecho de excrementos y paja le hizo recordar la cuadra del caballo.

Volvió a recordar la cogida de la yegua. El olor tocaba sus fibras sensibles, de tal manera, que entró en estado de celo. Sin controlarse comenzó a gemir, sonriendo ante esta nueva habilidad.

. MMMUUUuuu. Oyó un mugido desde el fondo de la cueva.

Su macho respondía a la llamada.

Se le aflojaron las piernas y cayó a cuatro patas, dejando su vulva expuesta hacia la oscuridad, donde sabía que el ser la estaba observando.

uuuuUUUMMMMM. Gimió picaramente siguiendo el juego.

MMMUUUUUUUUUUOOOOOOOGRRRRR. Rugió Saitan.

Casi se mea de gusto.

Los pasos, parecido a los cascos de un caballo, comenzaron a dirigirse hacia ella.

uuuUUUMMMMMM. Gimió Elsa, esta vez un poco asustada, pues sabía que estaba muy cerca.

Siguiendo con el juego, recordó a la yegua como había levantado el rabo cuando venía el macho y levantó el suyo, para enseñar, más si cabe, su vulva.

BUUUUGUGGGGGGGGGGG. Respondió el ser mucho más cerca.

La volvía loca que su macho respondiera a la llamada.

  • uuuUUUUMMMMMM. Mugió Elsa de nuevo, agitando sus caderas de un lado a otro, sensualmente.

Esta vez el mugido de respuesta llegó desde su espalda. La bestia se acercaba.

No se atrevía a girar la cara, pero el deseo era demasiado fuerte

La presencia estaba allí. Aquel ser de su sueño al que nunca se atrevía a mirar, ESTABA ALLÍ.

Volvió la mirada y gritó.

Algo imposible se aproximaba. Indescriptible y horripilante.

Su tamaño era enorme. Prácticamente era el triple de alto que ella. Tenía forma entre animal y humano. Las patas eran como las suyas; su torso muy musculado terminaba en un enorme cuello, con una cabeza mezcla de hombre y animal. Unos largos cuernos partían de su frente arrollándose a la altura de los hombros, cual carnero. Caminaba un poco encorvado, bajo el peso de unas enormes alas como un murciélago.

Pero, lo más sorprendente era lo que llevaba entre sus piernas.

Elsa, horrorizada, al ver el enorme falo, quiso salir corriendo.

Era gigantesco. Mucho mayor que el de la fuente, debía de medir más de un metro de largo por 15 centímetros de ancho.

Apuntaba enhiesto hacia Elsa

La pobre Elsa no paraba de gritar e hizo ademán de levantarse y huir aterrorizada.

El ser, la cogió por la cintura, y apretándola contra su pecho, empezó a masajearle duramente, los pechos.

Mucho mayor que ella, la manejaba como una muñeca. Quedó sentada sobre el pene, como si estuviera subida a horcajadas a la grupa de un caballo.

Con la vista desencajada pudo observar la enorme cabeza del falo.

El ser, la manejaba a su antojo, le apretaba los pechos rudamente, a la vez que la hacía deslizarse a lo largo de su polla. La humedad que desprendía la vulva de Elsa, facilitaban que se deslizara de adelante hacia atrás, notando el inmenso calor del pecho sobre su espalda.

Mientras Elsa gritaba de dolor pues el Animal le cogía los pezones retorciéndoselos con fuerza, a la vez que le mordía el cuello.

El tacto de su pene era electrizante para ella. La forma que la estaba tratando hizo que despertara todo su deseo animal, la lujuria invadió su cuerpo. Entró ya en el estado, en que el celo, la imposibilitaba moverse.

Notó como se inflaban, entre sus muslos, las venas del falo. Estas eran del tamaño de su dedo gordo y la hacía chillar cada vez que le rozaban el clítoris. Sin poderlo remediar, comenzó a jadear.

Aaahhhhhhh, MUUUUUUU, mugió.

Ya no entendía nada, solo quería ser cogida. El aumento de las zonas erógenas hacía que su sensibilidad se multiplicara por mil. Necesitaba la enorme polla del ser.

Este, la tiró bruscamente al suelo.

Expuesta, esperó que el ser se lanzara sobre ella. Este, quieto, la miraba terriblemente.

Era como si esperara algo de ella.

Elsa deseosa cerró los ojos y levantó un poco más sus nalgas, esperando la embestida, pero no ocurría nada.

Nuevamente recordó.

El ser quería la última prueba. Su SUMISIÓN.

Esta prueba era la definitiva para el retorno de Saitan. Miles de años había esperado la llegada de este momento. Muchas veces se había iniciado el rito, pero las pretendientas nunca lo habían podido completar.

Unas en una fase y otras en la siguiente habían fracasado.

Miró de cerca, el terrible falo que la iba a poseer. Arrodillándose como pudo, posó su boca sobre la punta y cogiéndola con ambas manos, lo pajeó fuertemente, adelante y atrás hasta que éste descargó un chorro de semen en su boca.

Se relamió saboreando su sabor, sintiéndose totalmente deseosa y entregada.

El ser rugió; la sumisión de su hembra era total.

Elsa jadeaba lascivamente mirándole a la cara directamente.

El ser Mugió. El ritual había sido completado. La entrega era total.

Elsa entendió que el ser, la iba a coger ya, sin más dilación. Soltó el gran falo y volviéndose de espaldas, levantó su rabo ofreciendo su vulva para la cogida.

Quedó expuesta de cuatro patas con la breva virada hacia el enorme falo. Latiendo y chorreando, muy abierta.

El falo del ser soltaba chorros de leche que impactaban en sobre su cuerpo, dejándola completamente bañada.

El ser le pasaba el pene por la parte exterior de la vulva. Solo el peso del miembro, la aplastaba contra el suelo y hacía que los labios vaginales se abrieran hacia los lados. A la vez, con ambas manos, abrió ambos labios, dejándolo ver el enorme boquete atravesado por el himen de su virginidad. La virginidad que exigía su amo. Esto era lo que buscaba, pues la novia de SAITAN debía ser virgen.

  • BUFFFMMMUUUUUU. La cogió por las enormes caderas, puso la cabeza de la polla en la entrada; lanzó un enorme bufido y la clavó un trozo, desgarrando el himen.

AgggggggggGGGGGGAHHHHHHHHHHHHHHHHHH. bufó Elsa al perder su virginidad.

El grito fue desgarrador. A través de las cuevas se oyó a cientos de kilómetros de distancia.

El animal se mantuvo un momento y sacó la polla hasta la entrada. Elsa con los ojos muy abiertos notaba como chorros de leche que despedía el falo, golpeaban en su interior, llenándola.

Agradeció, el que la sacara.

Notó como entraba de nuevo y cerró los ojos esperando su muerte.

AAAAGGGGGGGGGGGGGGGGUUUMMMMMMMMM. Chilló de nuevo, cuando se la metió hasta la mitad.

El ser se mantuvo en esa posición un rato para que la hembra se acostumbrara. El dolor, dio paso a un indescriptible placer. El enorme rabo la llenaba totalmente. Ella misma empezó a hacer movimientos circulatorios, abrazando con su vulva el glande del Dios-Animal.

Sentir como golpeaban los chorros de leche que lanzaba por la punta el falo la volvían loca.

Agachando la cabeza entre sus piernas, pudo ver los dos enormes huevos que colgaban en el tronco del falo. Estirando sus manos comenzó a masajeárselos suavemente. Ya no le importaba nada. Solo quería sentir el terrible falo del ser en su interior.

La lujuria de Elsa era ya insaciable.

MMMUUUUUUUUUUU. Mugió pues la excitaba mucho el saberse que ella era la hembra de esa bestia.

MMMMUUUU. Bufó el ser y tras cogerla por las caderas, se la clavó hasta el final.

Nooooooo. UUUUGGGGGGGGGGGGG. Gritó Elsa desgarradoramente, casi perdiendo el conocimiento.

Se la clavó toda. Notó los huevos del ser pegados a sus muslos.

Elsa acostada bajo el enorme peso del animal se encontraba empalada contra el suelo. Los cambios en su cuerpo habían permitido que pudiese alojar todo el pene en su interior. Su vulva había engullido todo el miembro y ahora se encontraba atorada a el.

No había compasión. Notaba como el falo entraba y salía, reclamando lo que era suyo.

Poco a poco se fue acomodando a la gran cogida.

El ser al ver que no se movía, le soltó las caderas; momento en el que ella, Intentó huir, consiguiendo que el falo del ser se saliera completamente de su interior.

Volviéndose pudo observar como la base del falo comenzaba a hincharse considerablemente.

El ser la cogió por los pelos y la hizo voltearse para quedar nuevamente expuesta. El boquete que tenía entre las piernas era enorme, por lo que aunque Elsa intentó mover el culo para evitar la clavada, el falo encontró fácilmente el camino.

Aterrorizada vio como ahora, hacia la base, el falo era el doble más ancho que antes.

No le dio tiempo a pensar más nada pues de un enorme tirón se la clavó, nuevamente hasta los huevos.

  • AAAGGGGGGGUUUUUUUUUUUUUHHHHHHHHHHHHH.

Llorando, se palpó el vientre, notando como la bola que tenía ahora el falo, en su base, se le había trabado, impidiendo que pudiera sacársela. Esta no impedía, el movimiento, de mete-saca. El bombeo era terrible y la pobre Elsa no podía hacer nada pues el bulbo no la dejaba zafarse. Estaba trabada por el Ser.

Gritando de aguantó como pudo hasta que sin darse cuenta el dolor se convirtió en placer.

Extasiada sentía como el bulbo la recorría interiormente, tirando de los labios vaginales hacia atrás, dilatando enormemente la vagina de Elsa cuando la sacaba y haciéndola mugir de dolor, para luego clavársela hasta los huevos y hacerla gemir de placer

La breva había crecido interiormente hasta ser un solo conducto con el esófago, reorganizando el útero y el resto de los órganos para permitir que se adaptase perfectamente al miembro.

Este, cuando se la clavaba hasta el fondo, atravesaba la garganta permitiendo que Elsa pudiera lamer la cabeza, saboreando cada chorro de leche que descargaba su macho, para luego, tragarla por otro conducto que la llevaba hasta el útero.

UGGGGGMMMMMMM. Saboreaba la leche que rebosaba por su boca.

Ummmmmmm.Ahhhhhh. Gemía Elsa de pura lujuria.

AGGGGGUUUUUUUUUUMMMMMMMMMMMMMMMMM.

CAPITULO VI

Pasaba el tiempo y la potencia del ser era equiparable a la lujuria de Elsa.

Extasiada se babeaba de gusto ante el terrible empuje de su macho.

Nunca perdió el conocimiento y saboreó cada momento de la terrible cogida.

El orgasmo era eterno.

Pasaron los decenios y el éxtasis de Elsa no tenía fin.

Sola en la oscuridad, Elsa era follada eternamente, sintiendo cada embestida de la bestia, cada chorro de leche que la llenaba.

En la oscuridad, el silencio, tan sólo era interrumpido por los gemidos y bufidos de ambos.

No sentía ninguna necesidad humana, salvo la de ser cogida.

En el mundo exterior pasó el tiempo. Las hermanas olvidaron a la pobre Elsa. Generaciones de nuevas monjas pasaron por el convento.

Las cuevas que rodeaban el monasterio se habían hecho famosas como las del " Jadeo de la doncella ", pues durante siglos se podían oír gemidos y gritos similares a los de una mujer.

Hasta que un día pararon.

Elsa sintió que algo ocurría cuando la bola que tenía trabada, se aflojó, siendo expulsada con enorme presión hasta el suelo, donde quedó espatarrada boca abajo, con la vulva totalmente dilatada y chorreante.

El vientre de Elsa era enorme. Parecía que estaba a punto de dar a luz, pero no eran niños lo que tenía, sino el semen que de alguna extraña manera había quedado embolsado en su interior.

El ser cayó rendido hacia atrás con su polla semiempalmada.

Ella lascivamente se volvió, y lujuriosa, notando el bamboleo de la enorme cantidad de leche que tenía en su interior, se acercó al macho que la miraba desde el suelo. Su macho.

Se sentía poderosa, hembra, dominadora de la situación. Era ella la que tenía el control.

Enamorada, se abrazó al falo como había hecho con la fuente y acariciándolo se puso a mamarlo, suavemente, mirando a los ojos del ser, sin miedo, sólo amor. Ella era su hembra y quería demostrárselo.

Saitan mientras acariciaba su cabeza.

Estuvo mamando hasta que el ser se convirtió en fría roca.

Todo había terminado. La pobre Elsa, rendida, quedó dormida abrazada a su amado.

Tiempo después se levantó.

Se sentía completa. Totalmente realizada y feliz.

Sabía lo que tenía que hacer. Había sido fecundada y debía llevar la simiente de Saitan por el mundo.

Caminó por las cuevas un largo tiempo, sin sentir hambre. Llena como estaba tenía todo lo que necesitaba en ese momento.

A cada paso que daba, su vientre se agitaba como se llevara un cántaro de leche en su interior.

En el transcurso de su peregrinación, por las cuevas hasta la superficie, su cuerpo fue volviendo a la normalidad. La metamorfosis sufrió una inversión quedando físicamente como antes. Todo salvo la vulva, que como recuerdo de lo ocurrido y marca de su cogida, quedó enormemente dilatada.

Cuando por fin pudo salir de las cuevas no reconoció el mundo exterior.

Tras días de vagar por los campos, unos hombres la encontraron, tendida bajo un puente. Viéndola, totalmente desnuda con la vulva grande y abierta desproporcionadamente, Sospecharon que había sido víctima de una orgía y la llevaron a un Hospital.

Los médicos no se explicaban como le habían podido poner la vagina de esta manera.

Le hicieron un chequeo completo y la encontraron perfectamente.

Más que bien, salvo por la dilatación de su vulva que no había forma de hacer que bajara. La enviaron a la Capital para que estudiaran su caso.

Dio positivo en el Test de embarazo y le dijeron que estaba preñada. Le dijeron que era mejor que abortara, a lo que ella se negó.

Una noche, escapó.

Habían pasado cientos de años desde que Elsa entró en la cueva para ser la novia de aquel ser mitológico. Ahora llevaba la simiente en su interior y debía encontrar el sitio adecuado para parirlos.

Amaba a su Dios, a su macho y ella iba a parir su progenie.

Vagó sin rumbo fijo, sola, ocultándose de la gente, durante años, en un largo embarazo.

En este sufría periodos en que su vientre se inflaba enormemente, hasta que tras días de intensos dolores, en que su vagina se tenía que dilatar enormemente, paría un enorme huevo, mayor que un balón de fútbol. Lo ocultaba en una cueva y se marchaba. La criatura sabría que hacer cuando saliera. Eran los hijos de Saitan, los herederos de su nuevo mundo.

Tras el parto, se recuperaba rápidamente, quedando perfectamente en un par de días; hasta que meses después, volvía a inflarse. El embarazo la llenaba de felicidad. Al despertar, tras cada parto, su cuerpo cambiaba un poco más, recuperando la forma que tenía en la cueva de Saitan.

Vivía ocultándose de cualquier persona.

Durante este periodo Elsa viajó por todo el mundo.

Los fue pariendo uno a uno.

Su cuerpo ya no era humano. Salía de noche, en la oscuridad y cazaba. Sus presas eran humanos, a los que ella veía como ganado. Les atraía con sus encantos, para luego abalanzarse sobre ellos y destrozarles.

Tras el último parto le habían salido alas. Pasaba el día oculta en una gruta, para por la noche salir, desnuda y agitarlas fuertemente, danzando lujuriosamente bajo la luna.

Habían pasado cinco largos años.

Cierta noche oyó un terrible, pero conocido rugido en el exterior de la cueva en que se ocultaba. Por fin su amado había despertado.

SAITAN estaba nuevamente despierto, y reclamaba a su hembra.

Su vulva empezó a latir de nuevo.

Saliendo al exterior, en el cielo, pudo ver la silueta de su macho.

Sonrió lascivamente y le respondió con un mugido similar. Desplegó sus alas y levantó el vuelo, dirigiéndose hacia él.