La noche salpicada de estrellas

(...)la perfecta metáfora del ser humano dominando a la naturaleza, doblegándola hasta arrodillarse ante el.(...)

Manejaba mi Chevrolet Spark dorado por las calles de caracas. Era una noche clara y el cielo era un Desfile de estrellas con la Luna como su líder, solo el brillo de los faros y las ventanas de los edificios competían en brillo con ellas. Iba a buscarla. Esta noche iba a tenerte, a poseerte. Te deseaba.

Te hallaría en tu sitio de trabajo. Me detuve y saliste a mi encuentro. Te montaste en el carro, me viste y sonreíste. El poco espacio interior nos obligaba a compartir mas intimidad de lo normal. Te observe de arriba a abajo. Vestías una blusa negra que resaltaba tus montañas y tus valles, una falda blanca que ocultaba tus bosques y tus cuevas, pero no demasiado. Ibas a hablar, ibas a decirme cuanto me, no, no quiero saberlo, hay cosas mas importantes esta noche que pensar en nimiedades como esa, entonces callaste. Te pedí que levantaras tus pies y los colocaras sobre el tablero. Desde mi posición podía verte, cada centímetro de piel era bella, exquisita, tus pies, parecían haber sido esculpidos por algún dios olvidado en oro solido, atrapados en esa jaula que eran tus tacones negros como el negro de tus ojos. Tu, engalanabas esta noche plagada de estrellas, tu, eras mas radiante que la luna misma.

Eventualmente llegamos a nuestro destino, un hotel olvidado en una concurrida zona de esta ciudad. Estacionamos y pedí un cuarto, subimos al primer piso y entramos. La poca luz blancuzca que alumbraba el cuarto le daba un toque excitante a toda esta situación. Apenas habías entrado cuando te lance contra la puerta y te bese. Lleno de deseos y de impaciencia te fui explorando. Como un ciego descubre el mundo, yo te descubrí a ti con cada movimiento. Tus montañas, tus valles, todo era perfecto, era firme pero de tierra suave, me encantabas. Finalmente llegue a tus cuevas y tus bosques y, como un explorador, fui adentrándome en ellos. Mis oídos eran publico del concierto de tus gemidos tu respiración. Deje de tocarte. Deseosa como estabas, Fuiste bajando con tus labios hasta arrodillarte y adorar la razón de tu codicia. Te humillaste, lo besaste, lo lamiste, lo saboreaste en tu boca. No te deje usar las manos, así que las pusiste en tu espalda y lo adoraste así como estabas durante un largo tiempo. Desde mi posición tenia un paisaje tan bello como Canaima a mis pies, me sentía dueño de ti, de esa extensión natural que es tu cuerpo. La escena la perfecta metáfora del ser humano dominando a la naturaleza, doblegándola hasta arrodillarse ante el.

Sin avisarte me aparte de ti y me dirigí a la cama. Tu, gateaste hasta mi encuentro, y, aun a cuatro patas, te montaste sobre ella. Te desnude completamente, menos tus tacones, nunca tus tacones.

Te vende los ojos, y, sin darte el menor aviso, invadí tus cuevas con mi codicia y te llene por completo.

Tus gritos, seguramente llegaron hasta Argentina, y si no, al menos me complace saber que seguro viajaron hasta todos los cuartos del hotel. Tocaba tus montañas al ritmo de mis embestidas y con mis dedos pellizcaba sus cima, los retorcía y los apretaba, y eso te hacia gemir aun mas. Voltee tu cuerpo hasta quedar frente a mi, acostada, con tus piernas a cada lado de mi cabeza. Lamí esos pies preciosos enjaulados mientras te seguía invadiendo. Tus valles preciosos resaltaban ese cráter diminuto que era tu ombligo. Tuve que detenerme para lamerlo y saborearlo. Cuando mi antojo de ultimo segundo fue satisfecho, me detuve a admirarte, tus ojos cerrados eran el centro de atención de esa carita cansada pero deseosa de mas. Recordé que aun hay cuevas inexploradas en esta naturaleza y no pude resistirme a invadirla, no deje que te movieras, tu posición era perfecta, como las constelaciones. Mi entrada fue lenta pero sin descanso. No me detuve ni ante tus gritos, ni ante tus lágrimas que brotaban en esos ojos cerrados, aunque tus manos se contradecían, pues empujaban mis caderas mas y mas hacia ti. Cuando había llegado al fondo, comenzamos una guerra sin cuartel entre tu cuerpo y el mio. Competíamos por saber quien llegaba mas hasta el fondo. Quien nos hubiera visto, pensaría que eramos dos animales satisfaciendo nuestros mas bajos instintos con la mas absoluta brutalidad, y quizás, eso eramos, dos animales felices.

Eventualmente nos cansamos de tanta guerra, y nuestros cuerpos sudorosos se acostaron juntos en la dura cama

(tan dura que el piso se nos antojaba un nido de plumas). Hablamos de las cosas mas tontas de la vida, del clima, de la política(tema inevitable), de nuestras experiencias pasadas, nos contábamos chistes que nos hacían reír de lo malo que eran, y de muchas cosas mas. Unas horas después, te levantaste y te vestiste, yo ni siquiera me moví, ahora si quería saber lo que antes no te deje hablar, me dijiste que serian 800 bolívares, hice un comentario acerca de lo cara que habías salido y sonreíste, al oído me susurraste que si había una próxima ves quizás correría por cuenta de la casa, yo solo acaricie tus senos y dije que podía ser. Pague la deuda y saliste del cuarto. Yo solo me voltee, y me acosté a ver televisión y pensé que cenaría esta noche de bellas estrellas.

Dedicado a Bebitabuena.

Amo Oscuro