La noche que me sentí puta

Suficiente dama era durante el día. Esa noche quería sacar a pasear la puta que hay en mí.

Relato

Soy una mujer normal. Digo eso creo yo, aunque hay personas que piensan que no lo soy. Tengo 30 años recién cumplidos. De estatura tengo unos 5’2’’ y mis medidas en pulgadas son 38-30-42. De mi físico lo mas que llama la atención son mis anchas caderas. Mis piernas no están nada mal. Mi piel es blanca y mi cabello castaño lacio. Hasta ahí todo bien. Tal vez lo que más le llama la atención a las personas es que soy lo que llaman una superdotada, una cerebrito. Mi vida transcurre entre libros, clases y estudiantes en el santo templo de la universidad.

Desde pequeña fui brillante y, además de brillante, una bellaca sin remedio. Descubrí la masturbación desde los 10 años y desde ahí lo he hecho a diario. Tal vez ahí está mi mayor encanto: soy una dama en la calle y la más puta en la cama. Lo único que le gana a mi pasión por el estudio es la pasión que siento por el sexo duro, fuerte, caliente. Me gustaba todo, no me negaba a nada. Mas que nada, tal vez por ser quien era, me encantaba el juego mental, provocar y ser provocada.

Un día me levante con las ganas de ser puta. Era una calentura en el cuerpo y una sensación de vacío en el vientre. Era unas ganas de sentir un sexo de hombre, duro, firme, pegado en mis nalgas. Sentir gotas de semen cayendo en mi cara. Dar clase así a estudiantes universitarios no es fácil. Mi mente desnuda a cada uno de ellos imaginando que tamaño tendrían sus pingas. Esa noche tendría que hacer algo. Llamé a mi víctima favorita. Era un hombre del montón. Su encanto radicaba en que parecía tradicional y tímido. Había que provocarlo bastante. Hacia tiempo que no salía con él. Mi mente iba a millón durante todo el día. Saqué la ropa que me pondría: una falda a la rodilla, color negra, de una tela muy ajustada. Esa falda negra estaba maldita o tal vez bendecida. Cuando me la ponía, entraba en acción mi alter ego: la puta. La blusa era de una tela fina, transparente, color turquesa. Y por supuesto, unos tacones. Eso no era lo relevante, lo relevante era lo que iba debajo de la ropa. Era un conjunto de ropa interior color blanca, de encaje. El pantie no se le podía llamar así… solo era un pedacito de tela que encajaba entre mis piernas y un hilo que se perdía entre mis nalgas.

Me vestí. Deje el pelo suelto, eso daba sensualidad a la imagen. Un poco de maquillaje… la mejor forma de destaparse como puta era parecer una dama. Eso guía mi vida: una dama en la calle, una puta en la cama. Me monté en el carro, mostrando mis piernas. Oí una música muy suave puesta. Muy romántico, pero yo estaba en las de montar guerra. Cambie el CD a uno de música urbana, de la vieja escuela, cuando hablaban muy, muy sucio. Esa música tiene el lenguaje sucio que me calienta, me excita. El me miró raro. Puse mi mano en su muslo y lo acaricié con suavidad. Vuelve y me mira con cara de "Ya empezaste". Conozco esa cara de memoria y también la cara de "Estoy cansado", "Mejor mañana" y "No me siento bien". Estaba jodido por que hoy yo quería sexo y más sexo hasta terminar muerta. Llegamos a un restaurante en la orilla de la playa. Música suave, luces tenues, buena comida y buen vino. A ver si el postre era bueno… me reí en mi mente. Tire el celular al piso, mientras él me abría la puerta. Me bajé.

No se donde está el celular. Deja ver si se cayó al piso – me bajé para dejarle ver hasta el alma, hasta el hombre más duro tiene que disfrutar de un culo que le pongan en la cara – Ahh, aquí está. Vamos.

Entramos y nos sentamos en una mesa en la terraza. Manteles amplios… perfecto. Pedí un vino tinto y él una cerveza. Algo de picar sencillo: unos quesos y pan. Realmente mi concentración no estaba en la comida, sino en lo rico que seria restregarme en la pinga bien dura del hijo de puta este y en darme un buen trago de leche caliente.

¿Estas calentona hoy? Estas vestida de puta cara y en menos de 10 minutos me has enseñado los panties, me pusiste las nalgas en la cara y oíste los raperos mal hablados en el carro.

Algo así… caliente, bellaca, puta. Digamos que quiero que me jodas y sino me jodes tú... ¿Claro?

Bastante. Ya veremos que pasa.

Esto fue el inicio de la conversación: tranquila, intensa y reveladora. Una sonrisa cínica de él y una retadora mía. Si, ya veremos que pasa. Sonó música lenta. No hay mejor excusa para estrujar a alguien. Me puse de pie y el me siguió. Tomó mis caderas y las ajusto a las de él. Mi cara quedó en su cuello. Me encantan los olores de hombre, ese olor, mezcla de jabón, sudor y perfume. Podría identificarlo entre mil olores. Comencé a pasar mi lengua por su oreja, a chupar suavemente el lóbulo, luego a morderle el cuello. Apretó más mis caderas a su cuerpo. Susurré el nombre de él. La música se terminaba. Al final me quedé abrazada a él para decirle algo que quería que supiera, me encanta provocar:

Estoy muy húmeda, mojada. Antes de salir, me masturbé en el baño por que no aguantaba las ganas.

Lo tomé de las manos y caminé a la mesa. Dije que iba al baño un momento. Realmente si estaba muy mojada. La ropa interior esta húmeda de los fluidos de mi cuerpo. Tenía olor de hembra caliente. Ese olor me gusta. Me quité la ropa interior y la guardé en la cartera. Me di un retoque y me puse un poco de perfume. Me cepillé. El pelo lo tenía muy lacio. Salí y fui a la mesa. Sentía los ojos de él, interrogantes, interesados. Comimos algo… ¿Qué fue? Ni recuerdo. Yo me dedique a subir mi pierna hasta su muslo para acariciar su sexo. Lo tenía bien duro. Lo sentía sobre el pantalón. Hacia frío y mis pezones se notaban sobre la blusa. Ahora fue el quien se puso de pie.

-Vamos a bailar – me tomó la mano y bailamos en una esquina mas oscura que las demás - ¿Estabas mojada?

  • Mucho, se resbala entre mis muslos y mis nalgas.

  • ¿Tan mojada como para que pueda metértelo de un empujón y te llegue a la garganta?

  • Creo que más que eso. Me tuve que quitar el pantie. No tengo nada bajo la falda y siento la humedad en mi piel.

  • Puta

  • Pero tuya.

Me apretó las caderas y se rozaba con descaro. Sentía que lo tenía duro. Bajé mi mano hasta sus nalgas y lo apreté. Sus manos bajaron por mis nalgas, buscando la costura del pantie. No la encontró. Hundió su cara en mi cuello y me mordió fuerte, seguro que me marcó. La música terminó y nos quedamos mirándonos. Esos ojos chiquitos los he visto en otra parte… cuando le miro la cara mientras me lo mete. Caminamos a la mesa y le pedí que nos fuéramos.

Vamos a dar una vuelta, a comprar una botella de vino, tengo ganas de pasear.

Creí que tenías ganas de que te lo empujara.

Eso es lo último.

Pagó y salimos. Me abrió la puerta. Lo miré y me pegué a él. Lo besé. Metí mi lengua en su boca. Su mano subía por mi falda hasta llegar a mi nalga desnuda. Metió la mano entre mis piernas por detrás.

Estas

Sí, te dije que estaba muy, muy mojada – me separé y observe su sexo sobre el pantalón, lo acaricie con mi mano – Tu estas bien duro

Entramos al carro y le pedí que fuéramos a una playa que había cerca. Era un sitio muy solitario. Se veían todas las estrellas del mundo. El se recostó del carro, mientras tomaba un trago. Yo me recosté de el, encajando mis nalgas encima de su bragueta. Había música, yo me movía suavemente. Yo estaba recordando sabores, texturas, caricias. Recordaba lo mucho que me gusta sentir un chorro de leche en la cara, en lo mucho que me gustaba gritar ese nombre.

Hoy voy a todas así que aprovéchame.

Ya veo. Te conozco. Una dama en la calle, una puta en la casa. Hoy lo de puta lo sacaste a la calle.

¿Te molesta? Siempre dijiste que te encantaba como jodía contigo, lo puta que era, que hacía de todo.

Y sigo pensando lo mismo. Nunca se lo he empujado a una mujer que se lo goce más que tú – seguíamos acariciándonos sin prisa sobre la ropa – Mamamelo.

No, ahora no. Estas sudado. Espera – tome mi cartera y saque el pantie mojado – Déjame secarte.

¿No son tus panties?

Sí, lo son – los apreté contra su boca - así huele una hembra excitada, caliente, con ganas de que la jodan. ¿Recuerdas ese olor a puro sexo?

Vámonos – se separó de mi y abrió la puerta – Móntate.

Y si no me da la gana – sonreí retante.

Me pegó al carro y me manoseo los senos. Sin ningún cuidado me subió la falda a las caderas. Yo abrí mis piernas.

Tócame, siénteme – su mano se dirigió a mi sexo, introdujo un dedo dentro de mí, dos dedos – Muévelo como sabes.

Mientras decía esto, lo agarraba por el pelo y lo miraba a los ojos, retándolo a dominarme, a someterme. Respiraba agitada. El me masturbaba. Lo detuve, saqué su mano mojada de entre mis piernas. La pegué a su boca, mientras le pasaba la lengua por sus labios.

Vámonos – dije yo

Vamos.

Nos montamos en el carro. Y arrancamos. Bruscamente, con su mano, separó mis piernas. Acarició mi sexo mojado con suavidad.

Sé a que huele una hembra con ganas de que la jodan, pero todavía no sé a que sabe – retiró sus manos y chupó sus dedos. Volvió a meter los dedos en mi vagina y me regó mis fluidos por la cara – Chupa mis dedos.

Yo puse mi mano sobre su bragueta. Casi podía sentir como latía, lo sentía duro, con ganas de romper el pantalón. Mirando al frente, abrí el zipper. Metí la mano y lo agarré. Cerré los ojos, mientras lo apretaba y lo acariciaba sobre el calzoncillo. La punta se sentía húmeda donde rozaba la tela. Que ganas de tenerlo dentro de mí, que ganas de sentirla encajada hasta lo último dentro de mí. Podía sentir hasta las venas marcadas en la piel de su sexo. De repente el sacó mi mano de ahí, lo miré extrañada. Abrió el botón del pantalón y se lo sacó.

Toma, mamamelo, quiero sentir tu boca, mamas con un gusto cabrón. Toma, chúpamelo. ¿No era eso lo que querías?

No dije nada, lo tomé en mis manos y comencé a moverlo de arriba abajo. El, en un acto violento, me agarró por el pelo y llevó mi rostro hasta allí. Íbamos por la autopista. Por lo menos era tarde y nadie veía la explosión de sexualidad cruda que había dentro del carro.

Abre la boca. ¿No estabas en la de puta hoy? Dale… tú sí que me lo sabes mamar.

No lo hice, traté de sentarme y su mano no me dejó. Respiré profundo para disfrutar ese olor a macho que tanto me gustaba. Lamí la punta.

Así huele un macho con ganas de joderte. ¿Te gusta? Abre la boca

Sí, sí, me gusta. Tú sabes que me pones bien caliente.

Abre la boca. – me fascina que me mande, que me someta y él lo sabe.

Puse la punta de su sexo en mis labios y abrí la boca poco a poco. Hizo presión en mi cabeza y alzó sus caderas. Literalmente me clavó por la boca, me llegó a la garganta, me ahogaba, no podía respirar. Hay que ser bien brava para aguantar eso, que te guste de verdad sentirlo en la boca. Comencé a mover mi lengua con rapidez, mientras lo oía suspirar. Quitó la mano de mi pelo. Lo saqué de mi boca y lo besé, lo saboreaba con mi lengua. Cerraba los ojos, imaginándome bajo su cuerpo, recibiéndolo. Sentía un vacío en mi vientre. El carro se detuvo. Estaba frente a mi casa. Yo me senté y traté de arreglarme el pelo. El se subió el pantalón. Al llegar frente a la puerta, yo trataba de abrir y él se pegaba a mis nalgas, me besaba el cuello, me subió la falda hasta la cintura y puso su mano en mi sexo. Se despegó un poco y pude encontrar la llave y ponerla en la cerradura. Volví a sentirlo detrás, con una diferencia… había sacado su pene y lo tenía entre mis piernas.

Estoy loco por oírte gritar mientras te lo meto.

La puerta se abrió y entramos. Me puso contra la barra y me besó. Un beso profundo. Me lastimó los labios con sus dientes, eran ganas de comerme. Lo aparté un poco, quería disfrutar el quitarle la ropa, verlo desnudo. Lo agarré por el pene y lo llevé al cuarto. Le dije:

Vístete, súbete el zipper – me miró confundido – Hazme caso.

Yo me metí al baño. Allí estaba la batita negra, transparente. Quería joder, pero con todas las de la ley. Me quité todo y me puse la batita. Era cortita, llegaba hasta la parte de arriba del muslo. Y total y absolutamente transparente. El estaba sentado en la cama. Le di la mano para que se pusiera de pie. Me paré frente a el.

No me toques y no te muevas – mi voz estaba ronca, así se ponía cuando estaba muy excitada. El conocía esa voz por que muchas veces lo llamé mientras me masturbaba pensando en él.

Metí mi cara en su cuello, lo mordí, probé el sabor de su piel. Uno a uno fui sacando los botones de la camisa. Un botón, un beso en el pedazo de piel que dejaba al descubierto. Así fui hasta que vi su pecho desnudo. Besé las tetillas, me gustaba hacerlo. Lamí su pecho… el olor estaba ahí. Le quité la camisa. Abrí la correa y la saqué mientras lo miraba a los ojos. Vi tantas cosas. Pasé mi mano por encima de la bragueta. Tal vez era fetichismo, pero me fascina notar la excitación de él sobre el pantalón, sentirlo bajo la tela, observar como se marca. Lo acaricié con mis manos. Abrí el botón y bajé la bragueta. El calzoncillo era negro. Su sexo estaba acomodado hacia arriba, la punta tocaba el elástico de la ropa interior. Me arrodillé. Me gustaba estar así para que él me viera. Es una posición tan sometida, de sentirme dominada, me sube la bellaquera sentirme así, me calienta tanto. Pasé mis labios sobre la tela, apretándolo con suavidad. En mi mente repetía "te deseo, coño, te deseo". La tela cerca de la punta estaba mojada. Otra vez el olor a macho. Bajé el pantalón mientras lo miraba a los ojos. Eso no era deseo, era adoración. Por fin lo tuve frente a mis ojos… no lo niego… me gustaba mirarlo. Me gustaba el sexo de ese hombre, el sabor, el olor, como se veía… sentirlo así, duro, caliente, listo. Lo besé.

Dime que te gusta

Tu sabes que me gusta – la voz de él era ronca y suave

Dímelo – lo decía mientras tenía la punta sobre mis labios

Puñeta… tú sabes que me gusta. Me gusta que me lo mames, me gusta la cara de puta que pones, me gusta las ganas cabronas con que te lo comes.

Mírame como lo hago

Lo metí en mi boca con lentitud. Llegó hasta el final de mi garganta. Moví la lengua con rapidez. El me agarró por el pelo y movió sus caderas como si me penetrara. Lo hacia rápido, yo apretaba mi boca para recibirlo. Me gustaba que me agarrara por el pelo. Sentía que se aceleraba más y lo empujé. Me puse de pie. Lo tiré a la cama, le quité los zapatos y el pantalón. Vi los calzoncillos… de los que me gustaban. El también venía en son de guerra a pesar de que se hizo el difícil. El se subió un poco y yo me subí a la cama. Caminé sobre la cama acariciando con mi pie su cuerpo. Llegué hasta su cabeza. Me arrodillé quedando con su rostro entre mis piernas.

Ahora… ahora me toca a mí… cómetela, pruébala.

Sentí la punta de su lengua jugando con mi clítoris. Eso fue un rayo. Cerré los ojos concentrándome en la sensación. No pude evitar gemir y decir su nombre. Abrí más mis piernas. Seguía tocándome con su lengua, rápido, en ese punto. Sus manos separaban mis muslos. No faltaba mucho… y el se detuvo.

Acuéstate

Me bajé y vi su rostro lleno de mi humedad. Lo lamí, me probé en su cara. Me acosté en la cama y abrí mis piernas. Puse mis manos en mi sexo para sentir lo mojada que estaba.

Ven, acaríciame, quiero sentir tu boca aquí – mientras decía eso me estrujaba.

Metió su rostro entre mis piernas. Y siguió, siguió pasando su lengua de arriba abajo. Sentí un dedo, luego dos, luego tres. Los movía como me gustaba: muy adentro de lado a lado.

Sigue, papi. No pares, por favor. Sí, sí…. Cómeme. Muévelos así. No pares por favor – decía su nombre, retorcía mi cuerpo, mientras el trataba de controlarme con sus manos. Pasaron minutos, no sé cuantos. – Me voy a venir, coño, sigue. Sí, sí

Grité su nombre, siempre me salía su nombre cuando sentía el orgasmo. Mi cuerpo se convulsionó, temblé. La mente se queda en blanco por un segundo y toda la tensión se diluye. Respiraba agitada mientras seguía temblando, eran olas de temblor. La lengua de el seguía acariciadome. Sentía su respiración, acaricié su pelo y lo halé para verlo a la cara. Tenía la cara mojada. Subió hasta ponerse sobre mí y me besó. Nada más sensual que probar mi sabor de su boca. Lamí su cara, sus labios. El sabor era salado, un olor tan a sexo, tan a mujer. El susurró algo que no oí. Lo volvió a repetir:

Ponte en cuatro que te voy a joder, te voy a dar lo que quieres, te lo voy a sacar por la boca – yo pasa la lengua por mis labios – Me encanta que seas tan buena hembra, tan dama y tan puta. Ahora eres mi puta. Ponte en cuatro que te lo voy a empujar como nunca.

Se sentó en la cama y yo me puse en cuatro. Realmente no podía hablar, el deseo era mucho. Me baje, dejando mis nalgas arriba y mi cara contra la almohada.

Házmelo por favor, métemelo, quiero sentirte, hazme tuya.

Eres mía por eso te voy a joder con un gusto cabrón ahora

Comenzó pasando la punta de su sexo de arriba abajo por mi raja. Se llenaba de mis fluidos.

Métemelo por favor. Te estoy suplicando. Te deseo – Yo empujaba mis nalgas hacia atrás, buscándolo como una perra en celo. Puso la punta en la entrada de mi cuerpo y me sujetó firmemente las caderas. Sabía lo que iba a hacer y esperaba con ansias sentir el azote – Hazlo, coño

Lo hizo, el empuje hizo que mi cara se pegara a la almohada. Me sentí llena. Todavía mi sexo latía por el orgasmo anterior. El se quedó quieto.

Dame, jódeme – cuando me excito me gusta usar el lenguaje más sucio del mundo – Puñeta, que me jodas, lléname de leche

Empezó a moverse suave y paraba. Me daba nalgadas, sentía la piel ardiendo. Lo sacó. Me sentí vacía. Impulse mis caderas hacia atrás buscándolo. Era un movimiento firme, pero lento. Se salía, volvía a entrar con fuerza. Me sostenía por las caderas. De repente, no lo sentí entrar. Sentí la punta de él en mi culo.

No, así no. Por favor, no lo hagas así. Así duele un poco. Sigue donde estabas. Tú sabes que duele. – me gustaba suplicar, pero él sabía lo que yo quería.

Cállate. A mi puta me la tiro por donde me salga de los cojones

El mismo empujón que sentí hacía un rato, lo sentí ahora, acompañado por un dolor intenso. Más bien una molestia, un ardor. De un solo movimiento me lo metió hasta el fondo, sin piedad, sin preparación. Sentí que me rompió.

Quédate quieto un momento. Por favor. – el momento duro 5 segundos, lo suficiente para olvidarme de la molestia y recordar lo mucho que me gustaba que me lo hiciera así, de momento, casi con furia, como si quisiera romperme, partirme – Abre la gaveta del lado y saca lo que hay ahí.

Alargó su mano y abrió la gaveta. Saco un vibrador que tenia ahí. Lo prendí y lo pase por sus cojones. El empezó a moverse, pero era con una intensidad diferente. Yo puse el vibrador sobre mi clítoris. Era una estimulación completa. No me iba a costar ningún trabajo tener otro orgasmo. Sentía esa polla bien dura jodiendome, penetrándome por detrás y me volvía loca.

Me encanta tu culo, coño, tan apretado, tan caliente. ¿Te gusta? Contéstame, ¿Te gusta que te lo meta? – me agarró por el pelo, levantando mi rostro de la almohada – Mírate en el espejo, mírate. ¿Eso era lo que querías?

Sí, no pares por favor, sigue, lléname de leche – el orgasmo estaba cerca, mi cuerpo en tensión de nuevo – Me voy a venir, no pares, papi, dame más duro.

Toma puta… toma, puta. ¿Más? Toma. Grita, di mi nombre. ¿Te gusta? – decía esto mientras descarga sus energía penetrándome, oí su voz ronca – Ahora, ahora.

Sabía lo que significaba, lo había oído muchas veces antes. Sentí la tensión máxima de su cuerpo. Imaginaba la leche fluyendo. Se salió y recibí el primer chorro en la espalda. Llegó hasta mi cabello. Se descargaba, se vaciaba en mi espalda. Sentía las gotas resbalando por mi piel. Lo miré por el espejo. Estaba arrodillado detrás de mí, su mano agarraba su sexo firme mientras goteaba semen. Yo caí en la cama y él a mi lado. Sentí su mano en la espalda recogiendo su leche y luego la llevó a mi boca. Yo chupé su dedo una y otra vez hasta que mi espalda quedó limpia. Había un poco de sangre en su sexo. Puse mi cabeza en su hombro y cerré los ojos.

Me encantaba levantarme sintiéndome puta… suficiente dama era durante el día.