La noche loca de Paola
-Vamos al grano, la tengo enorme, ¿Quieres follar? -¿Te ha funcionado alguna vez comenzar una conversación así?
-Vamos al grano, la tengo enorme, ¿Quieres follar?
-¿Te ha funcionado alguna vez comenzar una conversación así?
-A veces, pocas, pero merece la pena intentarlo. La tengo limpita ¿Te animas?
La situación era surrealista, había ido a esa discoteca a celebrar una boda, iba vestida superelegante, con un vestido largo de noche de seda negra, arreglos de peluquería, maquillada por un profesional, una gargantilla de esmeraldas preciosa. ¡Venía de una boda¡, y me había acercado a la barra a pedir un gin-tónic y ese niñato al que no conocía de nada, que apenas tendría veinte años me estaba tirando los tejos de una forma hortera y fuera de lugar, y mi marido a diez metros de mí.
-Madura chaval, que así no te comerás una rosca en la vida. - Le dije- mientras me llevaba mi bebida a la mesa donde estaban mi marido, familiares y los amigos que habían venido con nosotros.
-Si cambias de idea estaré por aquí, encantado de conocerte- me dijo mientras me alejaba de él sin ni siquiera mirarlo.
No pude evitar seguir como evolucionaba el chaval por la sala, iba mujer por mujer, sin saltarse casi ninguna, le importaba un carajo la edad que tuvieran, quinceañeras, jóvenes, adultas, abuelas, y como es normal todas le iban dando calabazas, pobrecito, empezaba a darme pena, tenía buena presencia, y si tuviera más modales alguna caería pero así...
Es que algún hombre se puede creer, que si se acerca a una desconocida y le dice ¿Follas?, ella le va a decir: ¡Huy, pensaba que no me lo ibas a pedir nunca!, y ala, al lavabo a follar salvajemente, a pelo, y te deja que te corras dentro.
¡Por Dios!, esas cosas solo pasan en las historias de todorelatos, que no se las cree nadie, pero en la vida real no.
Vi que se acercaba a mi suegra, que volvía de refrescarse un poco, la mujer más estirada que conozco, repelente como ella sola e intransigente, era el último bastión de la virtud, era capaz de montarte una pelotera enorme, si se te veía un tirante del sujetador.
Tal y como me esperaba, le soltó un bofetón que se escuchó desde donde yo estaba, mientras gritaba:
-Cerdo, cabrón, ¿Qué te has creído?, voy a llamar a la policía, eres un impresentable...
El chaval desapareció discretamente, sin decir ni palabra, mientras mi suegra no dejaba de soltar improperios. Al llegar a la mesa donde estábamos nos contó lo que le había pasado, que era prácticamente lo mismo que me había dicho el chico a mí hacía un momento. Mi suegro y mi marido intentaban que se calmara, quitándole importancia al asunto, pero era misión imposible, ella quería llamar a los geos, a los antidisturbios, al rey, era desesperante su indignación.
La verdad es que no la soportaba, me había hecho tantas putadas, tantos desprecios, había metido tanta cizaña en mi matrimonio con su hijo, que había estado a punto en ocasiones de romperlo, siempre malmetiendo, creando dudas, que si iba vestida así, que si iba asá, que a que horas volvía, era un bruja de mucho cuidado. Y no tenía ningún motivo, le había sido fiel a su hijo desde que lo conocí, aunque era un poco sosito en la cama, pero lo quería y lo aceptaba como era. Yo había sido educada así, supongo que no podía evitarlo. Lo cual no evitaba que estuviera disfrutando de la situación, y no podía dejar de pensar en como irritarla aún más.
-Mujer, algo habrás hecho para provocarlo, estas cosas no pasan por que sí.
-¿Yo?, ¿Yo?, ¿Pero que voy a hacer yo, yo no he hecho nada? -balbuceaba roja e indignada-
-Conscientemente ya sabemos que no -dije mientras ponía voz de circunstancias-, pero sin darte cuenta le habrás mandado algún tipo de señal, ¿No le habrás guiñado un ojo?, sin querer por supuesto.
Mi suegra estaba a punto de explotar, mi marido, que se daba cuenta de lo que estaba haciendo, me miraba reprobando mi proceder, y mi suegro el pobre ya empezaba a dudar y todo, que bien que me lo estaba pasando, de un incidente sin importancia iba a conseguir una venganza para tantos años de vejaciones por su parte.
-Nooooooooo, que no he hecho nada de nada -gritando e histérica-
-Bueno mujer, si no lo has hecho adrede no pasa nada…………..Igual se te veía un poco de pecho y……..
-Noooo, no se veía nada, ya lo he mirado antes de salir del lavabo, lo hago siempre.
-Venga olvidemos el tema, que un descuido lo tiene cualquiera.
Una chispa malvada había prendido en mí, y me estaba mojando sólo de pensar en lo que se me estaba ocurriendo. Intentamos olvidar el incidente y relajarnos, cosa que fue difícil, porque no podía evitar seguir lanzando puyas a mi suegra, que seguía defendiendo su honor a capa y espada.
Me escabullí con la excusa de refrescarme un poco y localicé al chaval que estaba sentado en una mesa semi-escondida en una esquina, esa noche se le habían acabado las ganas de ligar a lo bestia.
-¿Qué? ¿Satisfecho machote?
-Lo siento, no quería montar esa movida, no soy tan cabrón, no esperaba que reaccionara así, ¿Es tu madre?
Así hablando con él, no parecía mala gente, no daba señales de ir ni borracho ni drogado, y la verdad es que tenía muy buena planta.
-No, sólo mi suegra, ¿Pero te gusta de verdad? Si tiene más de cincuenta años….
-Pues sí, tiene mucho morbo, y tiene unas tetas enormes, no necesito mucho más, soy un tío muy simple. Con unas tetas y un coño donde meterla soy feliz.
Esa sinceridad de dejó desarmada, me esperaba que se auto justificara de una forma patética y lamentable, para recriminarle su actuación, y hundirlo en la miseria, pero esa frase me dejó k.o.
“Con unas tetas y un coño donde meterla soy feliz”
Sería posible que eso resumiera el comportamiento de los hombres, que realmente fueran así de simples, y nosotras envueltas en reflexiones sobre la vida, siempre buscando más allá, con sentimientos complejos, con….
El caso es que me iba a servir perfectamente para lo que tenía en mente.
-¿Me das tu número de teléfono por favor?
-¿Es una broma no?
-No, te lo digo en serio, pero si no quieres….
-¿Cómo me puedo fiar de ti después de lo que ha pasado esta noche? ¿Y si lo quieres para gastarme alguna broma o algo peor?
Estaba pensando en que el chico tenía razón, era imposible que se fiara de mí, no era idiota, a la mierda mi fantasioso plan ¿O no?
-¿Llevas condones?
-Si claro,- me dijo tartamudeando-
-Ponte uno
-¿Para qué?
-Tienes veinte segundos, no puedo perder toda la noche, ¿Qué tienes que perder? ¿Tu dignidad?, o te lo pones antes de veinte segundos o me marcho ahora mismo, y no me vuelves a ver más.
El chico me miraba con cara de no entender nada, pero ante la posibilidad de follar, hizo lo que hacen todos los hombres, seguir su instinto y olvidarse de todo lo demás, se desabrochó el pantalón, se bajó la cremallera, y sacó una polla gruesa y erecta, a la que le puso el preservativo en menos de los veinte segundos ofrecidos. Miré y comprobé que estábamos en una esquina y no nos miraba nadie. Yo me quité mi tanguita negro, me lo guardé en el bolso, y me senté a horcajadas encima de él, que me miraba con unos ojos de búho, me bajé los tirantes del vestido y puse mis senos en su cara, le agarré la polla y la dirigí hacia mi vulva que estaba cachonda y húmeda, la dejé encarada y me senté encima de ella poco a poco, sintiendo como entraba. Me estaba babeando los pechos y me gustaba, me agarró de las nalgas e intentó poner su ritmo, pero no lo dejé, aquí mandaba yo, y puse un ritmo suave y sensual que lo estaba volviendo loco, se le notaban las ganas de follarme con más fuerza, pero yo se lo impedía. Le dejé que me sobara las tetas a placer, intentó besarme en los labios, pero tampoco lo dejé, no me apetecía. Cuando sentí que estaba a punto de correrse, salí rápidamente y me puse los tirantes del vestido en su sitio.
El me miraba sorprendido.
-¿No me irás a dejar así?
-Si, así te voy a dejar, aún no te has ganado correrte dentro de mí, pero puedes hacerlo, --Si quieres que acabemos esto dame tu teléfono antes de que me vaya. Si no te fías no lo hagas.
Mientras acababa la frase, me ponía en pié y me dirigía a la mesa de mi familia sin mirar atrás, aunque me imaginaba la cara que tendría el chico, del que no sabía su nombre, ni falta que me hacía, mirando mi vestido de seda negro pegado a mi culo sin bragas, intenté andar con toda la sensualidad que pude, dejando que mi culo bamboleara de un lado a otro, con la caída que tiene la seda natural tenía que ser un espectáculo.
Me sorprendía que hubiera sido capaz de hacer una cosa así, estaba cachondísima, y no me había corrido, necesitaba algo más que un par de metesacas para llegar al clímax, pero chorrear lo hacía como una perra en celo. En vez de sentarme, agarré a mi marido y me lo llevé a la zona por donde estaba el chaval, nos pusimos en un reservado próximo, y le dije que necesitaba que me lo comiera, que la historia de su madre me había puesto muy cachonda, su primera reacción fue negarse alegando que no era el lugar adecuado, que sus padres estaban cerca, bla, bla, bla, pero cuando empecé a acariciarle el pene, se dio cuenta de que no llevaba bragas, metió su dedito en mi chocho encharcado y se le olvidaron todos los inconvenientes.
Me senté en el reservado dejando mi vulva hinchada en el borde del asiento, mi marido se puso a la faena, desde mi posición veía como el chaval miraba alucinando y empezaba a masturbarse, yo estaba llegando al clímax rápidamente, mi marido lo comía muy bien, eran muchos años y sabía lo que me gustaba, y ya llevaba excitación previa, exploté con un orgasmo intenso y duradero, mi marido no pudo esperar y vino a por su recompensa, la metió hasta el fondo de una estocada, y empezó desde el principio con un ritmo alto, estaba excitadísimo, yo empecé a acariciarme el clítoris, podía tener otro orgasmo, mi marido acabó y se corrió dentro de mí, a mi me faltaba un poquito así que seguí con mi dedo jugando con mi clítoris hasta que me corrí con la polla aún dentro, y apreté con fuerza disfrutando del intenso orgasmo.
Ni me lavé ni me puse el tanga, me sentía una puta sucia, y lo malo es que lo estaba disfrutando, sentía el semen chorreando por mis muslos, mi marido me miraba con una sonrisa cómplice y me dijo.
-No ha estado bien dejar al chaval a medias.
Yo lo miré asustada, para una vez que hacía algo, y me pillaban, ¿Cómo se podía tener tan mala suerte? No podía permitirme perder una relación de tantos años, que había costado tanto mantener, con una persona a la que quería por encima de todo, por una noche de locura estúpida. Me había visto, ¡Joder!
-No se lo que me ha pasado, lo siento, no puedo ni echarle la culpa al alcohol, apenas he bebido.
-No lo sientas Paola, me alegro que haya pasado, ahora disfrutaremos más del sexo, jamás me hubiera atrevido a proponerte algo así, pero me alegro mucho de que haya ocurrido, te lo digo de corazón, ha sido una noche estupenda.
Que me quería decir con eso, no acababa de entender muy bien que estaba pasando, pero mejor no menearlo mucho más, no fuera a salir por donde no debía, simplemente le di un beso en los labios y le acaricié el cuello.
Ya estábamos en la puerta para irnos cuando alguien me tocó el hombro, al girarme vi al chico al que me había follado hacía un rato, con un papel y que me decía:
-Señora, se le ha caído esto.
Yo le agarré el papel y le di las gracias guardándolo en el bolso.
Cuando estábamos en el coche con mis suegros para volver a casa, sentados en el asiento de atrás, mientras mi suegro conducía, abrí el bolso y le entregué el papel a mi marido, que estuvo un rato leyendo mientras yo estaba con el corazón encogido. De pronto soltó una carcajada sincera que me permitió respirar
-Le has debido de impresionar mucho, aquí hay un montón de teléfonos con horarios y todo, mi móvil Paco, casa de mi madre los domingos por la tarde, casa de pepe, amigo, lunes noche, y así hasta llenar la hoja.
Mi marido me contagió su risa, y empezamos a reír como locos, hacía mucho que no nos reíamos tan escandalosamente, con esa espontaneidad, mis suegros nos miraban confundidos y no entendían nada.
Intuía que esta noche podía ser el comienzo de algo bueno.