La noche es bella. Lydia
Una despedida de soltera se sabe como empieza, pero nunca cómo acaba.
"La noche es bella..." eso me dijo Mari Pili, el día que celebrábamos su despedida de soltera justo en el mismo instante en que nos cruzamos con todos aquellos chicos que venían de otra despedida. Francamente es lo que pasa diez tías de despedida, totalmente beodas, contra diez tíos más salidos y beodos que nosotras no sé, es como una especie de imán, bastante difícil de despegar.
Y mira que no andaba yo muy animada esa noche en un principio, pero entre lo cachonda que fue toda la velada y las gracias de Mari Pili, la futura novia, tan elocuente y alcahueta como siempre, consiguió convencernos a todas para ligarnos a aquellos pipiolos.
Bien es verdad que me quedé enseguida con la cara de uno de ellos, que aunque de lejos tenía pinta de destripaterrones, una vez arrimada a él se le veía para mi gusto como el más apuesto del grupo, por no hablar del bulto de su pantalón, el más "puesto" de todos, también.
Tampoco recuerdo bien cómo se desarrolló la cosa, pero un pispás, desaparecimos todas y todos, eso sí, cada cual con su preciado botín. El mío, no era nada del otro mundo, esa es la verdad, pero a esas horas de la noche, todo tan oscuro y con cinco copas de más ¿qué otra cosa se podía pedir?
El hombre de mi lote se llamaba Remigio, pobrecito, una tradición familiar, según me dijo después... muy hacendoso él, a la antigua usanza, pues tuvo, entre otros, el detallazo de sacar su pañuelo para limpiar el banco del parque donde ambos aterrizamos. Yo hubiera preferido un lugar más romántico, pero con menos miramientos... ya puesta, una cama de un hotel donde poder intimar algo más, pero lo más habitado cercano era un desguace a unos cien metros, que tenía muy mala pinta, por cierto, por no hablar del dueño, más difícil todavía de describir.
Remigio se esmeró en convencerse a sí mismo y convencerme a mí de que era un tío educado, que no quería propasarse, que tenía novia y todo eso, pero yo andaba más caliente que un horno de pan y toda insinuante, pedía guerra por todos los medios posibles, aunque intuía que él no pillaba las señales que le mandaba. Sabía que mi amiga Mari Pili ya estaba retozando con el novio de la otra despedida y esta vez no a través de un rollo cibernético, como siempre, sino algo muy real... totalmente real. Nos liamos todas con todos.
Yo sabía que no me había llevado la mejor dádiva, sin embargo, soñaba con poder disfrutar de la zanahoria que escondía el apuesto de Remigio bajo el pantalón. Y vaya si la disfruté... menuda zanahoria, la que ahora, todo sea dicho, me meriendo cada tarde desde entonces Ah y por cierto, aunque parezca mentira, el fruto de aquella loca noche, es Remigio... Remigín... nuestro pequeño que curiosamente, no sé si por la zanahoria o por la propia chifladura que nos atrapó, nos salió pelirrojo.
Lydia