La noche en que me hiciste cornudo
Te levantaste alzando a Bea con tus brazos, la llevaste hasta la cama, la tumbaste y regresando al comedor, donde yo aún permanecía inmóvil dijiste: "Déjanos unos minutos solos" y cerraste la puesta detrás de ti.
¿Te acuerdas? Yo sí; como si fuera ayer.
Era un viernes. Aquel fin de semana Bea y yo habíamos decidido alquilar un apartamento cerca de la playa y nos disponíamos a salir para tomar unas copas.
Bea se acicaló con esmero y se vistió con una falda corta y una camiseta escotada. Estaba espectacular y antes de salir le di un beso.
- ¿ Adónde vas tan guapa? -, me miró pícara.
- Hoy quiero pasarlo bien. – respondió
Bea tiene 45 años y yo uno más, somos “maduros” aunque desde que nuestros hijos son autosuficientes hemos “rejuvenecido” 20 años. Nos gusta salir y recuperar los años de dedicación exclusiva con los niños.
Hace más de 25 años que nos casamos y ambos hemos sido fieles con la pareja. De hecho, Bea ha sido para mi la la única pareja sexual. Por su parte, Bea, antes de salir conmigo, sólo tuvo un par de relaciones cortas y sin consumar.
Ella es lo que se podría clasificar como una típica MILF (Madre que me follaría), grandes pechos, culo redondo, un poco rellenita, lo suficiente para que haya donde agarrarse pero sin exagerar. Y además es guapa.
Yo soy más vulgar, un poco gordito, y desde hace unos años, empiezo a perder pelo peligrosamente.
Durante estos años, hemos pasado muchas experiencias, algunas buenas, otras malas; en alguna ocasión hemos estado a un paso de la separación y en otras hemos estado muy unidos.
A pesar de las malas experiencias, nuestra relación se ha fortalecido y nos queremos perdidamente. Pero los años hacen mella en la relación; especialmente en el aspecto sexual, ya qué sin la chispa de los novios, mantener relaciones sexuales acaba siendo tedioso y esporádico.
Es por esto qué últimamente hemos añadido ingredientes en el sexo, como juguetes sexuales y, especialmente, yo, fantaseo con realizar un intercambio de parejas o un trio, sobre todo un trio hombre-mujer-hombre. Además, aprovecho que la talla de mi pene es más bien pequeña, 13 cm, para incentivarla a utilizar los consoladores grandes y que se imagine que es otro el que la posee. Aunque Bea me sigue el juego mientras follamos, no quiere realizar esta fantasía de ningún modo.
En cierto modo por eso salimos de fiesta, buscando la chispa, el punto de alcohol y la excitación que nos permita regresar al dormitorio con ganas de follar.
Como decía, era viernes. Cenamos en un restaurante con vistas a la playa, muy romántico. Después nos dirigimos a un bar musical paseando por la playa. El lugar era precioso, una casa a primera línea de mar con una terraza junto la arena con luces para bailar y música.
Nos sentamos en una mesa y pedimos un par de copas. Bea se sentó en frente de mi y como la silla era de estas en que casi te tienes que recostar pude verle las braguitas por debajo de la falda. Imaginar que otros podían haberlas visto me excitó así que me acerque a ella y le dije:
- ¿ Porque no te quitas las bragas?
- ¿Cómo? – respondió ella sorprendida
- Pues eso, me gustaría que te las quitaras, nadie lo va a ver pero saberlo hará que me excite y cuando regresemos al apartamento estaré a tope.
Me miró como si hubiera perdido la cabeza y simplemente no me hizo caso. Mientras charlábamos y disfrutábamos del ambiente, vaciamos las copas y pedimos un par más. Entonces Bea se levando y se fue al baño.
Por su forma de andar, pude comprobar que empezaba a estar colocada y cuando por fin volvió y se sentó en la silla pude ver que se había quitado las braguitas.
No dije nada por qué no quería que supiera que en aquella posición podía ver que se las había quitado y ella tampoco dijo nada.
Cuando se terminó la segunda copa se levantó a bailar. Intentó convencerme para bailar con ella pero cada uno tiene sus habilidades, y el baile, no es una de las mias.
Así que fue hacia a la pista de baile y empezó a contonearse al ritmo de la música. Había unas veinte personas bailando, la mayoría bastante jóvenes.
Yo continué tomando copas mirándola de vez en cuando hasta que la perdí de vista. Por un momento me puse en guardia hasta que vi que se había subido a una tarima y bailaba ajena a todo. Al pie de la tarima empezaron a apiñarse chicos así que cuando me acerque pude comprobar que desde aquella posición se podía ver perfectamente que Bea bailaba sin bragas. De hecho, un par de chicos sacaron sus teléfonos para grabar la escena.
Saber que todos la veían me excitó terriblemente y me hubiera encantado permanecer quieto y observar a los demás, pero el hecho de que pudieran grabarlo y publicarlo a internet me preocupó lo suficiente como para llamarla y con una excusa estúpida hacer que bajara a terminarse su copa.
Los dos empezábamos a notar los efectos del alcohol, charlamos un rato, nos reímos de alguna tontería hasta que Bea quiso volver a bailar. Por suerte pude convencerla de que no subiera a la tarima, así que se descalzo y se fue a bailar sobre la arena.
El problema era que todos los chicos sabían que iba sin bragas, así que apenas empezó a bailar ya tenia una docena de chicos rodeándola y algunos volvían a sacar los teléfonos para grabar.
Me enfadé y casi a codazos llegué hasta Bea y la hice salir. Tuve que contarle lo que estaba pasando y, naturalmente, se enfadó mucho.
- ¿Cómo has dejado que me grabaran? ¿Por qué no me dijiste que se me veía todo? Todo es por tu culpa y la manía de hacerme quitar las bragas. Pervertido impotente.
Fue muy hiriente pero de regreso al apartamento conseguí apaciguarla y hacerle entender que había hecho lo necesario para cortar aquella situación.
Casi habíamos llegado cuando pasamos en frente de un pub que no conocíamos. Parecía interesante y Bea quiso entrar.
El local estaba poco iluminado, con una barra junto a la pista de baile y a su alrededor varios sofás. Me senté en uno de ellos y Bea se fue a bailar directamente. Entonces te vi por primera vez, junto a la barra tomando una copa, aunque no te apresté mucha atención.
Yo estaba distraído recordando la situación vivida hacia unos minutos. Si aquellos críos no hubieran sido tan estúpidos de sacar las cámaras para grabarlo todo…. que fastidio.
Busqué a Bea en la pista de baile, estaba en una esquina y a su lado, estabas tú, contemplándola. Tampoco en aquel momento te presté mucha atención, estaba distraído recordando a Bea bailando en la tarima y mostrando a todos aquel coñito depilado.
No se cuanto tiempo pasó, estaba abstraído con mis recuerdos cuando Bea y tú os sentasteis enfrente de mí.
- ¿Me pides una copa? – dijo Bea, sin hacer referencia a su acompañante.
La miré atónito, con la falda un poco levantada casi podía verle su coñito.
- ¿ Que quieres? –
- Ron cola para mi y…
- Jack Daniels – dijiste.
Me levanté desorientado, fui a la barra, pedí tres copas, una para mi y regresé a nuestra mesa. Bea y tu os estabais besando en la boca.
- A … qui … lo tienes…. – balbucee.
- Gracias – dijo Bea, incorporándose para entregarte tu Jack Daniels y levantándose para sentarse a mi lado.
- Te presento a Carlos, pero todos lo conocemos como Jacks… si, por la bebida que siempre toma y por el anunció “busco a jacks”… te acuerdas? - Si, me acordaba, un anunció de televisión de hacía muchos años.
- Fue mi primer novio, un poco antes de conocerte. Ya te hablé de él alguna vez. Y está tan guapo como antes.
Mientras hablaba, tu estabas de cara a ella, podías verle perfectamente que debajo la falda no llevaba nada, especialmente porque Bea, habría inusualmente sus piernas.
- ¿Puedo pedirte un favor? – añadió Bea
- Siempre que hacemos el amor me pides hacer un trio…. Que quieres verme con otro… creo que Jacks es el adecuado.
Si en aquel momento hubiera caído una bomba atómica sobre nosotros ni la habría oído…. Estaba atónito.. pero también humillado. Tu parecías un chaval de 20 años, musculoso, guapo, alto, ojos azules… y un pelazo que te cagas, mientras que yo era gordito, bajo, casi calvo y con una pollita de 13cm.
Pero incomprensiblemente, la polla se me puso dura, notaba los latidos del corazón y respondí afirmativamente con la cabeza. Ni siquiera podía articular una sola palabra.
Entonces Bea se levantó, te agarró de la mano y dijo:
- Vamos.
Yo os seguía como un corderito sin voluntad. Llegamos al apartamento, nos sentamos en el sofá mientras Bea nos sirvió una copa. Cuando terminó, se sentó sobre tu regazo, te abrazó y empezó a besarte apasionadamente.
Yo continuaba en estado de shock, sin reaccionar, viendo como Bea te abrazaba y tu, le quitabas poco a poco la ropa hasta dejarla desnuda del todo.
Te levantaste alzando a Bea con tus brazos, la llevaste hasta la cama, la tumbaste y regresando al comedor, donde yo aún permanecía inmóvil dijiste:
- Déjanos unos minutos solos – y cerraste la puesta detrás de ti.
No se cuanto tiempo permanecí quieto, sentado en el sofá y mirando la puerta; pero finalmente un ruido me despertó del letargo, me acerqué a la puerta y os oí.
Jadeos, risitas… más jadeos, un cachetazo, más risitas… un suspiro.
Me desnudé del todo y apoyando el oído sobre la puerta intentaba deducir lo que sucedía a pocos metros de mí. Permanecía quieto, atento a cualquier ruido como un perrito esperando a su dueño. Finalmente los ruidos fueron inconfundibles, “tap-tap-tap”, golpes de piel sobre piel, algún crujido de la cama y al final, un grito de placer que Bea no pudo evitar.
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CONTINUARÁ