La noche del viernes...

E-mail de un travestí muy caliente a unas amigas, relatando una "salida".

LA NOCHE DEL VIERNES...

Por: Gina Machorro V.

Déjenme contarles lo que me pasó la otra noche por andar de puta:

A eso de las 8 de la noche, estaba muy excitada por haber estado viendo páginas de travestís como nosotras en la web. Ver esas hermosas vergas penetrando los encantadores culitos de nuestras hermanas,  me hizo desear sentir una verga en el mío.

Quise consolarme de la falta de una verga real con uno de mis dildos, pero eso, ustedes lo saben, no es suficiente.

Total que decidí salir a buscar quien me quitara el calor y me vestí con la ropa más sexy que encontré. Me subí a mis "Zancos" negros, con mis piernas enfundadas en unas pantimedias negras con costura y abiertas de la entrepierna (ya saben, para no perder tiempo) y sin pantaletas, obviamente. Mi mini-mini falda roja que apenas cubría mis hermosas nalgas y una blusa negra transparente, que permite ver mis senos claramente. Como el clima estaba un poco fresco, me puse una chaquetilla corta de piel para también tapar mis senos que se traslucían y además disimular mis erectos pezones.

Monte mi camioneta y ahí voy, al antro de travestís más cercano. Llegué al Mónica's y los chicos del estacionamiento, que ya me conocen MUY bien, de inmediato recogieron mi camioneta.

El ambiente en el Mónica's, como todos los sábados estaba y se sentía bastante cargado de eroticidad. En la pista estaban tres niñas travestís muy lindas y desnudas. El griterío del público casi no dejaba escuchar la música, pero eso no le importaba a las bailarinas, que seguían el ritmo de las palmadas del respetable público.

Como yo no sentía deseos de estar cerca de la pista y del ruido, me dirigí al bar y sentándome en una de las altas bancas, le pedí a Juanito, el barman, mi bebida de costumbre: vino blanco con jugo de naranja.

Al estar sentada en el banco y cruzar las piernas, imagínense el espectáculo que brindé; así que no tardó en acercarse un caballero de mas o menos cincuenta años pero muy bien conservado. Ni alto ni bajo, un precioso traje que cubría un cuerpo que se notaba bien cuidado, pelo abundante y con algunas canas que le daban un toque de madurez.

Hola, me saludó. ¿Me permite acompañarla e invitarle otro trago?.

Si, claro. le contesté y lo invité a sentarse en el banco junto al mío.

¿Sola?, o espera a alguien.

De momento sola; contesté con tono invitador.

¿Le gusta bailar?.

La verdad, prefiero una agradable conversación. Le dije.

Entonces, ¿que tal si vamos a otra parte donde esté más tranquilo?

Bueno, me parece buena idea. pero ¿a donde iríamos?, le pregunté.

Si no le parece atrevido de mi parte, podemos ir a mi departamento, está en el centro. Me dijo.

Y sin más preámbulo, salimos y pidió su auto y yo le encargué a Carlos el jefe de los valets que dejara mi camioneta en el servicio de lavado donde ya antes me la había dejado.

Llegó el auto del Señor con el que estaba y nos subimos. Una vez adentro nos presentamos y supe que se llama Gilberto, y que no le gusta que le digan Gil.

En el camino me enteré por su charla que es viudo, sin hijos y que tiene un negocio de fabrica de ropa, y que él es licenciado en administración.

En esto y aquello, llegamos a una torre de departamentos que está por el rumbo del Parque de la Revolución, sobre la Ave. Vallarta. Entramos al estacionamiento y salimos directamente al elevador y de ahí a su departamento, que resultó ser el penthouse.

Este penthouse, ya se imaginarán que está montado a todo lujo, pero sin ostentación.

Una elegancia discreta pero patente, de esa que se logra por la influencia de una cultura bien aprovechada.

Total que una vez instalados y yo con mi consabida copa de vino blanco y jugo de naranja en la mano y él con su copa de coñac, me pregunta de sopetón:

¿Deseas que vayamos a la cama directamente? ó ¿tienes alguna otra cosa en mente?.

Y así como él me preguntó, yo llevé mi mano a su entrepierna y SENTÍ. Sentí algo que mi mente rechazaba pero que mi mano constataba. No podía creer lo que estaba sintiendo. Tenía que verlo, TENÍA que sentirlo.

Mi mano no alcanzaba a empuñar completamente el increíble rollo de carne. Deslizaba mi mano a lo largo y casi llegaba a la rodilla.

¿Que era eso?, me preguntaba. Por mi mente pasó la idea de que tal vez fuera un artefacto de hule, pues en mi larga carrera de puta nunca había visto una verga de esa magnitud.

La idea de que fuera algo sintético la descarté de inmediato, pues aquella mole de carne estaba palpitando y sentía como adquiría más y más volumen.

No pude resistir la tentación y abalanzándome como perra, aflojé su cinturón, desabroché su pantalón y baje el zipper y deslicé su pantalón y su calzón de un tirón.

Quedó ante mi azorada vista la verga más portentosa que jamás hubiera visto. Aún sin estar en completa erección, daba temor verla e imaginar los estragos que podría ocasionar en un culo que no estuviera acostumbrado a esos tamaños.

Sin medir las consecuencias, lo tomé con ambas manos y aproximando mi boca, pasé mi lengua al rededor de su glande aun cubierto por el prepucio. Esto provocó que su verga empezara a reaccionar y dejó asomar el glande poco a poco.

Al mismo tiempo, se fue haciendo patente una erección pues, como dicen algunos, "levantó cabeza". De su bálano comenzó a asomar una gota de líquido perlado que tomé con mi ávida lengua.

Él me dejaba hacer mientras acariciaba suavemente mi cabeza, enredando y desenredando mi pelo. Yo estaba sin palabras pero ya estaba deseando sentir ese tremendo garrote desgarrando mi culo. No me importaba lo que me pasara. Quería que me lo metiera.

Abrí todo lo que pude mi boca y traté de meterme su verga en ella. Apenas pude abarcar la cabeza y un pequeño pedazo de tronco, pues por su tamaño, no era posible aceptar más.

Así, se la empecé a mamar de la mejor manera que pude dadas las circunstancias, y fue increíble que aumentara su tamaño, en lo grueso y en lo largo aun más.

Como ya había alcanzado su verga un tamaño verdaderamente monstruoso, la saqué de mi boca y la acaricié en toda su extensión. Me agaché un poco más para besar y lamer sus huevos y ahí me llevé otra tremenda sorpresa, pues parecían huevos de toro.

Inmensos de no alcanzar a abarcarlos con mis manos, cubiertos de un espeso y rizado vello, lo único que hice fue besarlos mientras acariciaba su verga.

Esto hizo que Gilberto se excitara al máximo y me preguntó gentilmente:

¿En verdad quieres que te meta la verga?, ¿la podrás aceptar?. Con confianza dime si crees que te cause daño, podemos dejarlo hasta aquí, solo mastúrbame y lámemela hasta que me venga y con eso me doy por bien servido.

Yo, que nunca he corrido ante ninguna verga, sentí que era más que una invitación, que era un reto, e irresponsablemente hice una seña de asentimiento con la cabeza, pues no podía articular palabra debido a que mi garganta estaba seca.

Tomó una de mis manos y me guió hacia su recámara, donde nos esperaba una cama enorme y con espejos por dondequiera.

Hice el intento de despojarme de mi ropa pero él lo detuvo y señalándome la cama me dijo:

¿Aún lo deseas?; si es así te quiero coger primero de "a perrito". Te prometo que lo haré suavemente, pero si sientes que no lo vas a soportar, solo dímelo. ¿O.K.?

Yo no contesté nada y me dirigí a ese altar para mi sacrificio y subiéndome a la cama, asumí la posición que Gilberto quería.

Sentí sus dedos poniéndome un lubricante y abriendo mi culo. Me metió dos, tres, cuatro y los cinco dedos. Cerrando en piña sus dedos, procedió a meterme la mano y moverla adentro, cosa que con frecuencia me hacen mis amantes. Así que calibrando mi capacidad de dilatación, ya sin motivos de preocupación, acomodó la cabeza de su verga en la entrada de mi culo y apretó.

No sé por qué es tan diferente una metida de mano a una metida de verga, pero por lo menos a mí, cuando me meten una verga gruesa, siento más dolor-placer que cuando me hacen fisting con la mano o cualquier objeto.

Esta no fue la excepción. A pesar de lo lubricada que estaba y que recién apenas me acababa de meter TODA su mano, al sentir la verga penetrándome me dolió. No mucho, pero lo suficiente para gemir y que Gilberto detuviera su movimiento de penetración.

¿Te está doliendo, mi amor?. Preguntó.

Como pude le contesté: Si, pero no te detengas, solo hazlo muy despacio.

Noté que él ya tenía mucha experiencia, pues en vez de continuar la penetración, deslizó su verga un poco hacia afuera, lo que me dio un respiro.

Se estacionó unos segundos y reemprendió la penetración muy lentamente, suavemente. Sentía mi culo a reventar, pero el dolor se hizo soportable y pude aflojar mi esfínter y al sentir Gilberto que aflojaba, me penetró con fuerza.

Grité, grité como cerda en matadero, pero Gilberto ya estaba desbocado y no le importaron mis gritos. Me tomó de los hombros e impidió que pudiera zafarme, como eran mis deseos.

El dolor fue desapareciendo y me di cuenta de que estaba completamente repleta de verga.

Me sentía ahogar de lo profunda de la penetración, pero ya era demasiado tarde para hacerme para atrás. No me había dado cuenta de que estaba tendida sobre la cama completamente y Gilberto continuaba bombeándome como pistón de máquina. Mis gemidos de dolor fueron cambiando a gemidos de placer; pues ya me había acomodado al tamaño de esa magnífica verga.

Sentí a Gilberto completamente pegado a mi espalda y sus huevos golpeteaban mis nalgas y sentía sus vellos cosquilleándolas. Su verga apenas se movía por la postura, pero era suficiente para que yo me excitara. No sé cuanto tiempo pasó, pero en un momento dado, su verga empezó a palpitar y aun creció, o me pareció sentir que crecía más. Señal de que ya estaba por acabar.

Y así fue. Torrentes de semen inundaron mis entrañas, a profundidades jamás alcanzadas por ninguno de mis múltiples amantes. La leche caliente, espesa, la sentía como era absorbida por mis intestinos. Pero era tal la cantidad, que esta se empezó a desbordar por mi culo y a bañar mis nalgas con su tibieza.

Sin embargo, la verga de Gilberto aún permanecía en mi interior y parecía que no dejaba de expulsar su semen ni disminuir de tamaño. Yo, como la puta caliente que he sido siempre, inicié unos movimientos pélvicos en círculo que me estimularon aún más, pues sentí la verga de Gilberto en toda su espléndida grandeza. Sentí sus venas duras como nudos, su glande anclado en las profundidades de mi recto, aún se sentía palpitar. Pero no diminuía de tamaño ni parecía tener deseos de salirse de mi saturado culo, al contrario, volvió a moverse en mete-saca muy lentamente y a tramos muy cortos, pero que fueron aumentando de longitud y velocidad.

En un momento dado, ya estaba frenéticamente cogiéndome a todo lo que daba, yo ya no sentía dolor o incomodidad alguna y el placer que estaba obteniendo era increíble.

Imagínense una verga de ese tamaño moviéndose a todo lo que da en el interior de una. Cada rincón recibía un estímulo y esto acrecentaba el placer. La sacaba casi totalmente y la metía de un golpe. Me estaba deteniendo con sus manos en mis hombros y no podía moverme ni siquiera un centímetro.

De mi boca escapaban suspiros y gemidos de puro placer, y me sentía transportada al cielo.

Pero no podía durar mucho este placer. Gilberto se levantó un poco y tomándome de las caderas, abrió mis nalgas al máximo y afianzándose en ellas, clavó profundamente su extremadamente potente verga en lo más profundo de mi entumido culo.

Rugiendo como fiera, volvió a llenar mis profundidades de su espeso semen, lo que aunado a los restos de la venida anterior, volvió un lago mis nalgas y mis piernas, escurriendo hasta el edredón que cubría la cama.

Yo grité en parte de dolor y en parte de satisfacción, pues yo también estaba descargando; y como quiera que sea al hacerlo, apretaba y aflojaba rítmicamente el esfínter exprimiendo la rica leche de la verga de Gilberto.

Cuando sentí que Gilberto se separaba de mí, como la perra que soy, me volví a mamar y limpiar esa exuberante verga, sorprendiendo un poco a Gilberto, que a fin de cuentas se dejo hacer.

El aroma que desprendía la verga de Gilberto era sólo comparable al sabor que percibí en mi boca. Imagínense con las dos venidas verdaderamente abundantes y los restos de mierda que forzosamente me había sacado, por la profundidad de la penetración y por el estímulo mismo del grosor de esa exquisita verga.

En fin que estuve mamando y lamiendo durante un buen rato su verga y testículos mientras él me decía cosas encantadoras y acariciaba mi cabellera.

-¿Te gustó mi putita?, ¿te dejé satisfecha?. Hacía mucho tiempo que nadie me aguantaba así la verga, y tú te superaste mi reina. Me decía.

Yo asentía a todo con mi cabeza, pues no me gusta hablar con la boca llena, y en esos momentos ¡vaya que la tenía llena!.

Tuve que pedirle permiso para ir al baño, pues me urgía asearme y desalojar todo aquello que me había removido. Y cuando regresé ya estaba Gilberto acostado boca arriba y con una tremenda, tremenda erección que sobresalía ostentosa, triunfal, retadora de su cuerpo. Al ver así, tan abiertame ese portento de virilidad, en verdad me asusté pues estaba inmenso tanto en longitud como en su circunferencia. Me acerqué a verlo mas detenidamente y me llamó la atención la curva tan pronunciada que tiene hacia arriba, casi como gancho.

Tomándola con mis manos la acaricié y la pasé por toda mi cara, para sentir la suave textura de su glande, a la vez que besaba la punta de su tremendo bálano, libando el néctar que me ofrecía su pequeña boquita.

Gilberto no estaba dispuesto a aguantar tantas caricias y me ordenó que me sentara en ella.

Tomando una gran cantidad de lubricante lo esparcí a todo lo largo de su verga y metí con mis dedos otra gran cantidad en mi culo.

Me acaballé en el vientre de Gilberto y tomando su verga con una mano, la orienté hacia mi ansioso y temeroso culo. Con la otra mano abrí todo lo que pude la nalga y me fui sentando despacito en ese tremendo poste.

Me dolió mucho la entrada de la cabeza de esa verga, pues por la postura de alguna manera mi esfínter no se dilataba. Mordiéndome los labios pude aceptarlo en gran parte por la cantidad de jalea lubricante que había aplicado, pero algo parecía atorarlo. me quise sentar un poco más pero el dolor era insoportable y me hizo gritar y gemir. Gilberto estaba estático y solo me tenía tomada de las caderas, acariciándome las nalgas muy delicadamente y bordeando el culo con sus dedos. Esto me excitaba en sumo grado y ya sin importarme el dolor, me dejé caer, literalmente, sobre esa enorme verga.

Grité, lloré, maldije, pero ya estaba. Total y profundamente empalada. Sentí que no me podía mover y me quedé así, sin moverme, saboreando cada centímetro de la estupenda, magnífica, increíble verga de Gilberto.

Una vez que me acostumbré de nuevo a esos tamaños, como pude, me fui levantando poco a poco, pero sentí las manos de Gilberto aprisionando mis nalgas y volviéndome a sentar en su miembro. Y ahí fue donde él empezó a moverse y a moverme.

¡Que locura de cogida!, su verga ya desbocada y mi culo ya acostumbrado y ansioso de más verga, convirtieron esa cama en un campo de batalla. Nos venimos no sé cuantas veces, cambiábamos de postura a cada momento. Me cogió de a misionero, de a perrito, de chivito en precipicio, en fin, de todas las formas y aún más de las que nos indica el Kamasutra.

Todas, todas las posturas las hicimos y lo más rico, sin perder el contacto para nada. Su verga siempre estuvo metida en mi culo hasta que vencidos por el cansancio, nos derrumbamos sobre la cama.

Por cierto, la curvatura de esa rica verga en una de las posturas que me cogió, rozó bastante mi próstata y eso hizo que tuviera dos orgasmos continuos, de tal intensidad que casi pierdo el sentido.

Se imaginarán ustedes como estaba mi pobre culo: entumido, inflamado, anegado de semen, lleno de aire que obscenamente expulsaba acompañado de una gran cantidad de semen y algo de mierda.

Cuando desperté, no sé cuanto tiempo después, me encontré con la verga de Gilberto muy cerca de mi boca, y no pude desaprovechar el momento para "desayunar". La lamí suavemente y obtuve algunas gotas de ese rico líquido pre-eyaculatorio que chupé con la delicadeza de un colibrí.

Gilberto despertó y al ver lo que estaba haciendo me hizo que se la mamara hasta que se corrió y yo obtuve un  rico y abundante desayuno.

Y ya se imaginarán que nos la pasamos cogiendo todo el día y parte de la noche, con unas breves interrupciones para comer y tener fuerzas para seguir coge y coge.

Ahorita es hora que casi no me puedo mover del dolor de mi obsceno cuerpo, y no puedo cagar de lo adolorido de mi asqueroso culo.

Hasta pronto, queridas.

Gina.

Gina_machorro@yahoo.com