La Noche Del Danubio
El marido de Belle sale de viaje y tras algunas semanas de soledad, encuentra la manera de saciar su calentura. Belle pasa una noche inolvidable con Aarón quien en su verga recibe placer de la boca y vagina de esta atrevida mujer.
LA NOCHE DEL DANUBIO
Me quité una zapatilla y con mi pie toqué su tobillo. Sigilosamente, fui ascendiéndolo sobre la espinilla de su pierna por debajo de la manga de su pantalón. Los dos enmudecimos. Era mi manera de corresponder a tan cachondas caricias que acababa de darme en mi muslo por debajo del mantel blanco inmaculado.
-¿Pido la cuenta? - me preguntó con voz temblorosa.
Todo empezó hace seis semanas cuando a mi marido le mandaron a un curso de actualización en San Luis Potosí. Odio cuando se tiene que marchar tanto tiempo por las noches tan frías y solas que tengo que pasar. Ciertamente hicimos el amor la noche antes de su partida como si fuera a ser la última vez. Esa noche quedó mi fuego bajo control, pero el solo pensar que se iba a ir tres meses me llenaba de inquietud y ansiedad.
Desde que se fue, nos telefoneamos y comunicamos por email todos los días. Estoy segura que cuando regrese nos vamos a desquitar de todas las caricias que hemos desperdiciado, de todos los palos que no nos hemos echado. La cuestión es que mientras que la primera semana de su ausencia no fue tan peor, la segunda se me hizo muy difícil. Despertaba a cada rato en mi cama vacía y helada. Extrañaba el calor de su cuerpo, extrañaba el relajamiento que solo un orgasmo puede proveer.
Para la tercera semana, me bajó mi regla y por seis días de cualquier modo no hubiera podido tener relaciones, eso no quiere decir que no tenía ganas de tener su verga dentro de mí. Llegó a cruzarse por mi mente la posibilidad de masturbarme, pero el solo intentarlo, me bajaba la excitación. Definitivamente, eso no es para mí; prefiero un pene real, suave y tibio, alargado y erecto. Me di cuenta que no se estar sola, necesitaba a mi hombre . . . necesitaba "un hombre" y mi mente se empezó a llenar de fantasías.
La quinta semana fue decisiva. El calor me inundaba cada poro de mi ser. Decidí mantenerme distraída y cansarme con mi trabajo para poder dormir tranquila. Fue entonces que en esa búsqueda de mantenerme ocupada, me cité con una antigua amiga, Celia, quien al ver como mi mirada seguía fijamente el trasero del mesero que nos atendía, indiscretamente me preguntó
-Ya te anda ¿verdad? - haciendo que me sonrojara, continuó - Si sigues igual de ponedora, o ya te conseguiste un amante o andas que te derrites . . .
-No tengo ningún amante y no pienso tenerlo. Reconozco que he andado muy "inquita" pero de eso a ponerle el cuerno a Andrés, pues no . . .
-Pues mira, si te quieres engañar tu sola, allá tu. Si prefieres deleitarte con un consolador, es tu bronca. Pero si te animas, ve a esta página de Internet
Me escribió el URL en una servilleta y tras doblarla me la dic.
-Solo te puedo decir, que NO es prostitución, ni para ti ni para el galán que ha de andar tan urgido como tu.
-No entiendo (???)
Me explicó que se trataba de una agencia de parejas en el Internet. Ella ya la había usado varias veces y me aseguró que había quedado más que satisfecha, sin ninguna complicación y absoluta discreción.
-Por lo menos, chécala. Y si no, pues aguántate tus calenturas hasta que regrese tu amorcito JA, JA, JA !!!
Esa noche regresé a mi casa y después de haber acostado a mi hijito, entré al Internet ansiosa de saciar la curiosidad que me consumía con la famosa página que Celia me había recomendado. Para mi desilusión, daban una muy leve explicación de cómo funcionan. En si, una mete sus datos (nombre, edad, complexión, estatura, estado civil, etc.) Me sorprendieron algunas preguntas tan directas, pero según la explicación, todo es utilizado para organizar a cada persona en la base de datos. Se supone que al encontrar pareja, los resultados vienen con un factor de compatibilidad, 100% totalmente compatible y 75% el mínimo recomendable por la agencia. Para registrarse no cuesta nada, lo único que me incomodo fue el hecho que me pidieron una foto. Me animé a proporcionarles todo lo que preguntaron y busqué una foto en donde me viera más o menos natural. Tenía mis dudas pero tenía la esperanza de encontrar un hombre con quien hacer el amor sin complicaciones de romances y sin tener que rebajarme a pagarle a alguien por el favor.
Recibí en mi buzón de correo electrónico el recibo de mi ficha. Apagué la luz y me metí a la cama, a mi enorme y helada cama. Debajo de la sábana me desnudé. Mi piel hervía. Boca arriba, abrí completamente mis piernas y llevé mi mano desde mi cuello hasta mis pechos, luego a mi vientre hasta llegar a mi vulva. Sentí mis labios vaginales pulsar y en mis nalgas sentí la humedad que escurría por mi piel y empezaba a humedecer mi cama. Con la punta de mi dedo medio, toqué la entrada de mi gruta y me oí a mi misma gemir. Era increíble lo mojada que estaba. Cuando reaccioné, tenía dos de mis dedos dentro de mi vagina moviéndose con fuerza en forma circular. ¡Ahhhh! Tenía tantas ganas de sentirme mujer; de sentir el peso del cuerpo de mi hombre embestirse contra mí. Cerré los ojos y me propuse dormir.
Así siguieron pasando los días y las noches, tal vez cuatro o cinco.
-INGENIERO STEVENS, TIENE LLAMADA EN LA LINEA CUATRO, INGENIERO STEVENS, TIENE LLAMADA EN LA LINEA CUATRO. - Dijo Lucero, la recepcionista, por la bocina que se oye por toda la planta.
Acudí al teléfono para descubrir que se trataba de mi amiga Celia.
-¿Y qué, ya pudiste dormir calientita? - me preguntó en un tono lleno de morbo.
-¿Celia? ¿De qué hablas?
-De la agencia, claro, no me digas que no me hiciste caso.
La verdad, me había olvidado de su dichosa agencia. Mientras cotorreaba con ella de tonterías, entré al Internet a checar mi mail para descubrir que hacía tres días me habían enviado un mensaje en el que me informaban de un hombre que calificaba 94% de compatibilidad. Según su perfil, se trataba de un hombre casado cuya esposa acababa de dar a luz y se encontraba en cuarentena. Confieso que me impresioné de inmediato.
-Ya ves, te lo dije.- Me dijo Celia pícaramente.
Era exactamente lo que andaba buscando. Por mi mente cruzó un mar de posibilidades; habían cosas de él que lo obligaban a ser discreto, cosas que no revelaré para proteger su identidad. Obviamente, solo buscaba sexo, como yo. Si era como Andrés, 40 días sin sexo, era una eternidad. Definitivamente, me convencía a mi misma que tal vez no era mala idea. El 6% faltante al cien, radicaba en su edad y su estatura. Era ligeramente más joven y más bajito que yo. Pero era lo de menos, lo importante es que fuera bueno en la cama, que estaba dispuesto y que era un hombre que podría desaparecer sin complicaciones.
Contesté el mail de acuerdo a las indicaciones para acceder conocerlo en persona.
Me enviaron un cuestionario con opciones en cuanto a lugares para comer y hoteles para "dormir". Era increíble, al parecer, pensaban en todo. La recomendación que hacían, era que acudiéramos a una cita semi a ciegas, si congeniábamos no nos tendríamos que preocupar de nada más. Todo corría a cargo de la agencia.
Nerviosa, escogí el Restaurante Danubio en el Centro de la Ciudad. Se me antojó la Langosta al Thermidor. También escogí el Hotel Emporio en el Paseo de la Reforma. Sugerí que encendieran velas con perfume de gardenias. Como a las dos horas, recibí la confirmación de nuestra cita. Sería el viernes a las 6:00 PM.
"¡Celia, eres genial, muchísimas gracias!" pensé con emoción.
Llegado el día de la cita, sorpresivamente recibí un arreglo floral de gardenias. Eran de Aarón y en la tarjeta me escribió:
"Esta noche te complaceré en todo lo que me pidas. Ansío la hora de poder contemplar la belleza de tus ojos frente a frente. Mientras tanto te mando un beso en cada flor de este arreglo y mis mejores deseos en su perfume".
Quedé temblando de emoción. Por la tarde, me salí temprano de la oficina y llevé mi coche a casa. Mi hijito se quedaría con mi suegra a dormir, así que llegué sin tanta prisa y después de darme un regaderazo, proseguí a vestirme. No pensaba tanto en arreglarme para complacer a Aarón, mi cita a ciegas, sino siendo yo misma, confiada en que la computadora nos había seleccionado en base a nuestra afinidad. Mi peor temor es que me tomara por una cualquiera y llegara a humillarme, pero creo que de alguna manera mi intuición femenina me decía que se trataba de un hombre sincero que, igual que yo, solo buscaba saciar sus instintos sexuales. Decidí correr mis riesgos y si las circunstancias lo dictaban, recurrir a seducirlo. Fuera como fuera, tenía que llevármelo a la cama, el truco era hacerlo sin que fuera tan descaradamente. Me puse un liguero y medias de color blanco. Opté por ponerme una diminuta tanga blanca encima de los tirantes del liguero. Una falda roja ajustada con una ranura atrás y blusa que le hacía juego con escote mediano. Zapatillas rojas de tacón medio, bolso también rojo, un abrigo blanco y maquillaje moderado y discreto que me daba un look sensual e inocente.
Salí de mi casa casi a las cinco. Por lo tarde que era, decidí parar un taxi. Preferí no llevar mi carro para evitar complicaciones. También saqué de mi bolso cualquier cosa que pudiera revelar mi verdadera identidad, de acuerdo a lo que la agencia recomendaba. Había mucho tráfico, así que los minutos se fueron escurriendo como agua. Para colmo de males, al acercarnos al centro histórico, el parabrisas del taxi se llenó de gruesas gotas de lluvia, en breve, torrentes de agua inundaban el pavimento por donde transitábamos.
Mi reloj marcaba las 6:07 cuando por fin llegamos al Danubio. Me pesaba salir del taxi, pues sin paraguas era una mojada segura, la lluvia no cesaba y por lo menos eran 25 pasos para llegar al refugio que el techo del edificio podía ofrecerme. Por fin terminé de pagar la tarifa del Libre y lo más rápido que pude bajé del carro en medio de un enorme charco y tremendo chubasco. Me tapé la cabeza con el abrigo y el ruido de la lluvia impedía que mis zapatillas de medio tacón se oyeran entre el bullicio de tan ocupada avenida.
Por fin llegué a la recepción del Danubio sintiéndome un absoluto desastre. Me sentí tentada a correr al tocador a arreglarme antes de presentarme ante Aarón, pero eran las 6:10 y pudo mas mi temor de que se impacientara y se marchara dejándome vestida y alborotada. Esos precisos momentos de angustia y pavor, tal vez fueron los primeros desde la partida de mi esposo en que sentía otras emociones aparte de las grandes ganas de hacer el amor.
-Tengo reservación a nombre de Belle Stevens.
Le dije al joven recepcionista, mientras con la vista buscaba una servilleta de papel para secarme el agua del rostro y pelo. Revisó su itinerario y me pidió que lo siguiera. Al llegar a la mesa asignada, casi de un salto surgió un hombre de mediana estatura, complexión regular, con un moreno precioso y una sonrisa cálida. Era el, el hombre de mi cita, logré reconocerlo. Aparentemente, el también me reconoció pues inmediatamente tomó una de las servilletas que estaban en la mesa y se acercó a mi para ayudarme a secar. Su gesto de caballerosidad hizo en mi mente una muy buena impresión. Eso también me dio la oportunidad de verlo más de cerca, era el de la foto, pero la cámara no lo favoreció mucho. Era mas guapo en persona y voz tan varonil daba otra dimensión a todo el conjunto. Me impresionó particularmente el brillo de sus ojos castaños. Me veía como impresionado, no se si de mi aspecto tan atroz o del hecho que si acudí a la cita. Mientras se dedicaba a secar mi rostro, me acarició con sus dedos el cutis y no pude evitar sentir un escalofrío por todo lo largo de mi espina dorsal.
-Hola, yo soy Aarón. Tú debes ser
-Belle mucho gusto- repliqué con una sonriza.
No entraré en muchos detalles de lo que siguió con respecto a la cena, pero si mencionaré que el servicio del restaurante fue magnífico y la compañía de Aarón hizo que la langosta al thermidor que pedí me supiera mejor que nunca. El por su parte, también pareció disfrutar del menú lleno de platos marinos. El vino blanco también estaba magnífico y prontamente empezó a surgir efecto, tanto en él, como en mí, pues en breve rompimos el hielo y reíamos como viejos conocidos.
Fue cuando le sirvieron sus almejas que el ambiente subió de tono. Tras abrir una de ellas, y condimentarla con limón y especias, la acercó aún viva a su boca y descaradamente empezó a jugar con esa carnosidad con la punta de su lengua. Ver como su lengua hábilmente recorría ese tejido tan similar a los genitales femeninos, despertaron de nueva cuenta mi fuego. El debió notar mi excitación pues tras comerse su primera almeja, repitió la exhibición con la segunda, a la cual dedicó mas esmero como si quisiera forzar un orgasmo al agonizante molusco. Era un espectáculo lleno de sensualidad, parecía obvio que su estrategia era excitarme, y lo estaba logrando. Mientras viboreaba con su lengua lo que parecían labios vaginales, me miraba con picardía. Yo respondí a sus insinuaciones metiendo mi dedo índice en la copa de vino y metiéndomelo todo en la boca al tiempo que chupaba y succionaba el sabor de tan dulce vino. Al verme, el aceleró el movimiento de su lengua sobre la tersa carne. Este juego logró estimular mis sentidos y al cruzar mis piernas me percaté que estaba mojada y me pregunté a mi misma si el también estaría excitado.
-Veo que sabes usar muy bien la lengua- le dije con tono de picardía atenta a su reacción.
Su rostro se sonrojó pero sorpresivamente, sentí como ponía la palma de su mano en mi rodilla y al tiempo que hacía vibrar sus dedos, la subió en dirección del interior de mi muslo. Al llegar al fin de mi media y sentir su piel en la desnudez de mi pierna, me quedé congelada de asombro ante su atrevimiento. El vino y los mariscos definitivamente estaban haciendo efectos atroces en nuestras mentes, pues disfruté su atrevida caricia y deseé estar a solas con el para que no se detuviera.
Me quité una zapatilla y con mi pie toqué su tobillo. Sigilosamente, fui ascendiéndolo sobre la espinilla de su pierna por debajo de la manga de su pantalón. Los dos enmudecimos. Era mi manera de corresponder a tan cachondas caricias que acababa de darme en mi muslo por debajo del mantel blanco inmaculado.
-¿Pido la cuenta? - me preguntó con voz temblorosa.
-Si, pídela, es hora de pasar a nuestro segundo reservado.
Tras pedir la cuenta, fue a un teléfono a hacer una breve llamada y en seguida nos marchamos de ese lugar. La lluvia había menguado pero aún lloviznaba. Subimos al carro de sitio que nos esperaba y Aarón le indicó que nos llevara al Hotel Emporio con voz firme pero amable. El chofer encendió los limpiadores y encendió el radio, era una estación de canciones viejitas, boleros de hace cuatro décadas. Durante el viaje al hotel, las caricias no se dejaron esperar. Aarón al principio se había mostrado tímido y hasta cierto punto torpe y con falta de iniciativa, pero una vez entrando en confianza, era cachondo y atrevido. Debo reconocer que la base de datos que seleccionó nuestros nombres, había acertado; por lo menos hasta ahora pero aún faltaba el episodio principal. Sus manos no dejaban de acariciar mi cintura, mi cara, mis piernas, mi cuello y hasta mi pecho por fuera del escote. Yo también le acaricié sus piernas y sus brazos, me sentía tentada a alcanzar su bulto y acariciarlo a mi gusto, pero me contuve por pena a que el chofer lo notara.
Llegamos al Paseo de la Reforma y conforme el auto se acercaba al hotel, mi corazón palpitaba fuertemente. La sangre me fluía por cada vena y por cada poro. Mi entrepierna esta mas que húmeda y temí que el olor me delatara. Procurando disimular, sonreí al chofer al agradecerle y despedirme conforme bajaba del taxi.
Entramos casi de prisa al lobby. Tras registrarnos, subimos por el elevador a la habitación 407. Al caminar, Aarón cruzó su brazo alrededor de mi cintura y su mano firmemente se aferraba a mi cadera. Al llegar a nuestra habitación, abrió la puerta con cierto nerviosismo comprensible, me invitó a pasar y para mi sorpresa la habitación estaba completamente perfumada con ocho velas con aroma de gardenias.
Creí que se andaría por las ramas por lo que me decidí a poner unas gotitas de iniciativa.
-¿Me ayudas?- le pregunté con voz sensual al tiempo que trataba de despojarme del abrigo.
Se acercó por detrás de mí y tomando el abrigo, lo colgó de un gancho en el closet.
-¿Champagne?-pregunté en tono de aprobación.
Lo descorchó y con el estallido los dos explotamos en una unísona carcajada. Sirvió en dos copas y tras darme una, brindamos. Aún estábamos de pie frente a frente y al tomar de nuestras copas, nos percatamos que había música instrumental de fondo. Aarón subió el volumen y me invitó a bailar. Se me hizo de lo más romántico y encantada acepté. La bocina tocaba "Las Hojas de Otoño" en saxofón. Con nuestras copas en la mano, empezamos a girar alrededor del cuarto a la vez que nuestros cuerpos se fueron buscando y acoplando. Al empalmarse nuestros cuerpos, noté algo que me regresó la excitación sexual, su semi-erecto pene se comprimía contra mi muslo despertando mi curiosidad de sacarlo y hacerlo mío. Me contuve y en vez de eso, me dediqué a disfrutar sus caricias que recorrían mi espalda y cintura como dos carboncillos encendidos.
Sin dejar de bailar, nos acercamos a la mesa de centro y nos deshicimos de las copas. Seguimos balanceando nuestros cuerpos al compás de tan hermosa música. Sus manos cada vez más abarcaban mas espacio de mi cuerpo. Me estaba prendiendo así que decidí corresponder recostando mi cabeza sobre sus hombros y rodeando su cuello con mis brazos. Inmediatamente, sus caricias empezaron a descender hasta llegar a mis nalgas. Al sentir como las amasaba y apretaba, solté un suspiro y me aferré a sus hombros, besé su cuello y con los ojos cerrados sentí como nuestros labios se unían en un profundo beso. Su lengua estaba húmeda y tibia. Recordé como jugaba con las almejas y la chupé dejando que la metiera completamente en mi boca. Nos entregamos a ese beso casi dejando de bailar.
Tras desfajar mi blusa, sentí una de sus manos acariciar la piel de mi cintura mientras la otra seguía completamente masajeando mis carnosas nalgas. Su mano dentro de mi blusa empezó a correr por toda mi espalda y, dios, la corrió hacia mi abdomen para inmediatamente subir hacia mis senos. Primero los tocó sobre el sostén de media copa que llevaba puesto. Sentí la punta de sus dedos rozar contra mis pezón haciéndome estremecer y desearlo. Mientras seguíamos acariciando nuestras bocas y lenguas mutuamente, tratamos de ayudarnos uno al otro a deshacernos de nuestras ropas. Era obvio que los dos nos deseábamos y no tenía caso seguir postergando una entrega total. Primero quité su corbata mientras el desabotonaba mi blusa. Después todo dio igual, en menos de un minuto el estaba solo en unos boxers muy simpáticos con estampado de unos diablitos rojos. Su erecto miembro sobresalía haciendo una tienda de campar. Igualmente, a mi solo me restaba el liguero, las medias, la tanga y el brassiere. Nos abalanzamos uno sobre el otro como queriéndonos devorar. Sin las ropa de estorbo, pudimos disfrutar acariciar y ser acariciados. Con ambas manos, se apoderó de mis nalgas y las apretó fuertemente mientras mordía mi labio inferior; su pene se clavaba contra mi pubis. Yo por mi parte, acariciaba su morena espalda. Su bronceado tono me hacía sentirlo más caliente, más sensual.
Sus dedos empezaron a presionar contra mi humedecida vulva haciéndome gemir de placer. Con un dedo, hizo a un lado la diminuta tela de la tanga, y después de tanto esperar, con la punta de sus dedos se dedicó a acariciar mis mojados labios vaginales. Hábilmente los abrió y me introdujo un dedo, luego dos, acariciando mis tejidos internos. Yo arqueé mi cintura parando mi trasero. Sin dejar de masturbarme, besó desde mis mejillas hasta el cuello, pasando por la barbilla. Luego siguió bajando por el cuello hasta llegar a las protuberancias de mis pechos. Succionaba y mordisqueaba hasta que el calor de su boca llegó a uno de mis endurecidos pezones haciéndolo regocijarse con tan inmenso deleite. Con su lengua lo acaricio, luego lo chupó metiéndolo todo en su boca a la vez que succionaba suave pero firmemente. Su endurecido pene, parecía vibrar entre nuestros cuerpos.
Cansado de luchar contra la elástica tela de la tanga, la desprendió utilizando ambos pulgares y jalando hacia abajo por ambos lados de mis caderas. Yo seguía gozando de cómo mamaba mis tetas, las cuales colgaban libremente puesto que me había quitado el sostén. Con una mano las masajeaba mientras con su boca las besaba, mordía y chupaba. Su otra mano, mientras tanto, seguía dentro de mi cavidad extrayendo cántaros de mis líquidos y sacándome suspiros y gemidos.
Lentamente, fue empujándome hasta que llegamos a la cama. La música seguía tocando pero lo agitado de nuestra respiración, y nuestros gemidos la opacaban. Nos sentamos en el borde de la cama para casi inmediatamente, recostarnos mientras nos seguíamos besando con intensidad y fuego. Sus manos se dedicaron a dar placer por todo mi cuerpo. Frotaba sus palmas contra mis senos, los masajeaba al tiempo que los mamaba con frenesí. Yo sentía mi clítoris erecto y deseoso de ser estimulado, deseaba infinitamente ser penetrada con fuerza. Fui acariciando su musculosa espalda hasta llegar a su trasero. Lo ayudé a desprenderse de sus boxers quedando admirada de tan hermosos espectáculo que su verga me ofrecía.
-¡WOW! dije admirada, al tiempo que estiraba mi mano para alcanzar su glande el cual estaba tibio y suavecito.
Era un pene apetecible y hermoso. Su oscuro color, me llenaba de excitación inmensurable. Era de muy buen tamaño, diría yo que de unos 18 centímetros de largo y unos 5 Cm. de diámetro. Tan solo verlo, se me hacía agua la boca, me nació una infinita sed de besarlo, de apretarlo entre mis labios, de probar su sabor, de gozar su calor, de mamarlo desde la base hasta la punta del glande.
Tomé con mi mano tan hermoso instrumento y lo masajeé jalando la piel hacia el glande. Continué con esos movimientos de masturbación hasta que el se retorcía de placer y gemía incansablemente. Pasé mi mano a sus testículos sintiendo su piel arrugada y tersa. Incorporé mi cuerpo como jalada por un campo magnético hacia su falo. Aproximé mi rostro al duro miembro sacando mi lengua hasta que pude tocarlo y sentir su sabor agri-salado. Proseguí a besarlo y a frotar mis labios contra la parte cilíndrica mientras mi mano seguía masajeando los testículos y su espeso pelambre. Lo levanté hasta recostarlo contra su abdomen, dejando al descubierto su parte inferior y sus huevos. Me acomodé mejor y coloqué mi boca en el punto en que su juntan pene y testículos. Presione con mis dientes y luego bajé con mi lengua por cada uno de sus huevos mientras pajeaba su erguida verga la cual palpitaba y fluía del líquido pre-seminal espeso y transparente. Con una mano, el sostenía mi pelo y con la otra masajeaba mis tetas las cuales se columpiaban acompasadamente mientras mamaba sus genitales. En momentos, retorcía mis pezones hasta el punto de causarme un inmenso placer.
Jalando su estaca hacia mí, tomé esa barra de carne y sin poder resistir mas, la metí en mi boca dedicándome a mamarla como una poseída. Le chupaba el glande, luego le viboreaba el cuerito, después me la metí toda en mi boca hasta que sus vellos púbicos rozaban en mis dientes. De ahí, lentamente la fui sacando al tiempo que con mis labios hacia una "O" solo para apenas rozar su piel en todo lo largo hasta llegar a su cabeza y entonces sutilmente, succionar repetidamente. Era un placer tener ese pedazo de nervios en mi boca. Con mi lengua podía sentir la sangre correr por la vena que se extiende a lo largo en la parte superior, la cual viboreaba y lamía.
-Yo también quiero mamarte- me dijo en voz llena de ansias.
Me monté sobre su cabeza, poniendo mi mojada vagina al alcance de su vista pero todavía no de su boca. Yo seguía chupando su palo de la base al glande y luego me lo metía hasta sentir la punta de su cabeza en mi garganta. Sus manos masajeaban mis nalgas y luchaba por acercar su lengua a mi conchita. Yo subía y bajaba mi cuerpo en ocasiones tocando su nariz, otras, su boca y lengua. Luego me quedé quieta completamente al alcance de su lengua y labios mientras su verga reposaba completamente dentro de mi boca. El cosquilleo que su lengua me causaba era algo sensacional. Primero lamió mis labios, después los abrió con su lengua y dedos y viboreo en un patrón de "8" mi clítoris. Yo me dejé hacer pero me costaba trabajo concentrarme en seguir mamando su exquisita herramienta. Su lengua empezó a entrar en mi cuevita para luego regresar a mi endurecido clítoris, repitió el ejercicio mientras yo gozaba tanto mamando como recibiendo tremenda mamada. Sentía su respiración en mi ano, tibia y a la vez refrescante. Sus manos seguían apretando mis nalgas y sus dedos a veces llegaban a mi vagina y clítoris, lo cual me hacía vibrar, y gemir. Mis caderas se movían en círculos al tiempo que mi sexo buscaba el contacto de su lengua y labios. De repente, me sujetó fuertemente y succionando mi clítoris, sentía su lengua rozarme levemente.
-SI SI SI
Le dije casi en gritos para indicarle que no parara. Los escalofríos empezaron a recorrer todo mi cuerpo y su lengua me hizo estallar en un largo y delicioso orgasmo. Mi cuerpo se relajó completamente y cayó sobre el suyo. El intentó seguir lamiendo mi clítoris pero había quedado demasiado sensible por lo que tuve que pedirle que me diera chance. Sin tocarme, se dejó hacer mientras yo continuaba mamando el grosor de su verga totalmente hinchada al tiempo que recuperaba mi respiración de tan profunda corrida.
Mientras sacaba y metía su pene en mi boca, lo oí gemir, casi gritar al grado de casi venirse. Yo no quise correr el riesgo de terminar tan rica sesión por lo que me detuve para dejarlo recuperarse.
Jugué con su miembro un momento más al tiempo que me acostaba a su costado.
-Ya dámelo ¿si?
Saltó súbitamente para colocarse entre mis piernas las cuales abrí completamente dejando mi rajita completamente accesible y abierta como una flor madura. Acercó su cuerpo al mío mientras yo cerraba mis ojos deseando ser penetrada por el. En mis labios vaginales, la punta de su verga rozó forzándome a aguantar la respiración desesperada por sentirlo todo dentro de mí. En seguida fui sintiendo como lo largo de su cilíndrico aparato se deslizaba por mis paredes vaginales arrancándome gemidos, casi gritos. Era un placer total, sentir esa verga tan dura buscando su entrada entre mis carnes, las cuales lo acogían, lo abrazaban en un infinito deleite. Después de semanas, la dureza de ese pene me hacía sentir mujer y me llenaba de satisfacción plena.
Una vez todo adentro, empezó a moverse arbitrariamente hacia adentro y hacia fuera, en círculos y hacia los lados. Cada embestida que me daba me hacía vibrar de pies a cabeza. Era impresionante la forma en que se movía, y la fuerza con que lo hacía. Mientras disfrutaba de su virilidad, nuestros cuerpos se empalmaban y nuestros labios ocasionalmente se fundían en un beso. Su energía era tremenda, no dejaba de moverse y en cada moción me cosquilleaba y me hacía gemir o gritar, especialmente cuando me la metía con fuerza hasta el fondo haciendo que sus huevos chocaran contra mis nalgas. Si nuestros labios se despegaban era para besarnos uno al otro el cuello o alguna otra parte del cuerpo. Su piel estaba tibia y por el sudor que emanaba, de un sabor salado y sensual.
Incansable y dispuesto a llenarme de placer, me pidió que me pusiera boca abajo. Yo le obedecí confiada de su habilidad y buen juicio. Una vez boca abajo, abrió mis piernas y levantando mi cuerpo por las caderas me jaló con fuerza hacia el quien se encontraba de rodillas. Con un poco de esfuerzo y coordinación, la punta de su verga encontró mi excitada rajita que escurría en sus jugos e inmediatamente me embistió con fuerza penetrándome totalmente. Por mis caderas sentía como sus brazos me jalaban con fuerza hasta que mi cuerpo estaba en el aire no dejándome más alternativa que apoyarme con mis brazos sobre el colchón. Al voltear a verlo, vi que se había puesto de pie mientras me bombeaba con fuerza brutal. Sus huevos chocaban contra mi clítoris estimulándolo. En cada sublime embestida, mis gritos inundaban la habitación. Solo paraba unos segundos para recuperar la respiración y volvía a la carga cogiéndome y saciando nuestros deseos mutuos. Perdí noción del tiempo que me estuvo bombeando en esa posición. También perdí la cuenta de los orgasmos que me arrancó, creo que fueron dos, tal vez tres. El caso es que el cansancio de mis brazos me hizo reaccionar al dejar caer mi cuerpo sobre la cama.
De un salto, bajó de la cama al piso y me dijo:
-Ven, ponte en cuatro que te voy a seguir cogiendo.
Con mi sexo aun deseoso y palpitando por los recientes orgasmos, casi corrí a su lado. Me hinqué frente a el antes de complacerlo en lo que me pedía y una vez mas gocé mamando su verga que palpitaba con el roce de mi lengua. El momento fue breve, pero antes de sacar su pene de mi boca, me tomó de la nuca y se movió como si me follara. Columpiaba sus caderas metiendo y sacando su verga haciéndola llegar hasta lo más profundo de mi garganta. Fue fabuloso sentir como me cogía con tanta fuerza.
Tras soltarlo, giré mi cuerpo al tiempo que me ponía en cuatro, arqueaba mi cintura y abría mis piernas para invitarlo a poseerme. Se hincó tras de mi y me tomó firmemente de mis caderas. Luego acercó su verga a mi lubricada rajita y de un solo golpe me la metió hasta el fondo. Sin más, procedió a cogerme precisamente como yo lo deseaba. Sacaba su palo casi completamente y luego me embestía con mucha fuerza, casi salvajemente. Yo por mi parte también empujaba mi cuerpo contra el suyo para sentir su verga en lo más profundo de mi vagina. El borde de su glande y esa descomunal vena me cosquilleaban y en cosa de un ratito volví a estallar en otro orgasmo lo que ocasionó que moviera mis caderas en círculos lo más rápido que pude.
-Si, así, dámela toda - susurré mientras gozaba cada penetración
-¿Te gusta? - me preguntó
-¡ME ENCANTA! ¡DÁMELA TODA! ¡LLÉNAME DE TU LECHE! ¡DÁMELA!
La fuerza de sus embestidas fue en aumento al igual que el movimiento de mis caderas y nalgas. Sus manos parecían dos garras aferradas a las carnes de mis nalgas y caderas mientras me bombeaba metiendo y sacando su verga que parecía haber endurecido mas y aumentado sus proporciones.
-¡LLÉNAME DE TU LECHE! ¡DÁMELA TODA!
Sin bajar el ritmo de sus embestidas, su respiración se agitó a tal grado que parecía un toro bufando. Mientras ambos gemíamos de placer, su semen empezó a bañar mis interiores dándome placer en cada espasmo. El calor de su espesa lechita conjugada con las riquísimas y profundas penetraciones, me dio el máximo placer de la noche haciéndome estallar en el más largo y profundo orgasmo. Los dos nos corrimos simultáneamente y después nos quedamos quietos por un momento. Antes de que su erección desapareciera, la metió y sacó unas cuantas veces más. Después me la sacó y me ayudó a levantarme. Me besó en la frente y me invitó a sentarme en la cama mientras el iba por nuestras copas y las llenaba de champagne.
Abrí las cobijas y me metí en ellas para calentar mi cuerpo que empezaba a temblar de frío. Aarón regresó a mi lado y bebimos de las copas llenas. Se acostó junto a mí y platicamos por largo rato con el televisor encendido. Debajo de las sábanas nos seguimos acariciando y disfrutando del ruido de la lluvia que había aumentado de nuevo.
Era casi la una de la mañana, habíamos estado cogiendo por lo menos durante tres horas y ambos nos habíamos agotado físicamente al grado de quedarnos dormidos en los brazos del otro.
Por la mañana, entré a la regadera después de haber dormido tan espléndidamente con mi cuerpo lleno de su semen, de su aroma, de su ser. El ruido lo despertó y me alcanzó en el baño. Nos bañamos casi de prisa, la fantasía había terminado y era hora de regresar a la realidad. El a su mujer y yo a mi casa sola y fría para seguir aguardando el retorno de mi marido de su viaje.
Celia tenía razón al decirme que no habría motivo para arrepentirse ni complicaciones postreras. Lejos de arrepentirnos, para Aarón y para mí, lo que vivimos aquella noche lluviosa, se convirtió un recuerdo aquilatable. Y la única complicación, fueron las ganas de repetirlo.
Gracias Celia, te debo una.