La noche de San Juan

Una llamada de telefono desata mi lujuria.

Noche de San Juan y yo aquí, sola, viendo una mala película en la televisión, una de esas que ponen a las tres de la madrugada para la gente insomne como yo.

La miro sin ganas, la he visto tantas veces, y es que a esa hora siempre ponen Los Pájaros, de Hitchcock. Me encanta la escena final, cuando salen y se dirigen despacio al coche con todos los pájaros en el porche.

Se acaba la película, los títulos de crédito inundan la pantalla, nombre tras nombre van pasando todos los que hicieron posible que ahora yo estuviera viendo el film.

Se que debo irme a la cama, apago la tele y me levanto despacio del sillón, enciendo la luz de mi cuarto y me meto entre las sabanas, tan finas y fresquitas que se agradece el contacto contra mi acalorada piel. No puedo dormir destapada, es superior a mis fuerzas.

Comienzo con el estúpido duermevela en el que me sumerjo cada noche, vueltas y mas vueltas, enredando la tela entre mis piernas y sumiéndome lentamente en un estado de semiinconsciencia.

Entonces un sonido espantoso, estridente y penetrante se mete en mis oídos y mi cabeza haciéndome dar un salto con el corazón desbocado. Veo iluminada la luz de la pantalla de mi móvil mientras intento descolgar con mis dedos entumecidos por el sueño.

En lugar de darle al botón de la izquierda cuelgo. Mierda, ahora no sabría quien me había llamado o peor, volvería a llamar y el estúpido tono de mi teléfono me crisparía los nervios de nuevo.

Me apresuro y lo silencio para no despertar a medio barrio y espero con él en las manos para ver si el desconocido me volvía a llamar. No tardo mucho en empezar a vibrar y a iluminarse. Definitivamente no conocía el número.

Descuelgo.

-¿Si?

-Hola nena.

Esa voz… Su voz hizo que todo mi cuerpo se revolviera como si acabasen de electrocutarme. Me mordí el labio inferior sin poder evitarlo antes de contestarle.

-Hola Eloy, ¿Cómo se te ocurre llamarme a las tres y media de la mañana?

-Ya, lo siento guapa, es que no he tenido otro momento.

-Joder, no se donde estarás, pero eso parece una jaula de grillos.

-Si, estoy en la playa, celebrando San Juan, sabes que en cuanto tengo pelas me gusta escaparme a algún lado y he venido con unos amigos. Por cierto, el móvil desde el que llamo es de uno de ellos, que le sale gratis.

-Que rata eres.

-Un poco. ¿Te desperté?

-No, me acababa de meter en la cama, pero no podía dormir. ¿Cómo esta el ambiente por ahí?

-Puff, muy caliente, te puedes imaginar. Caliente en todos los sentidos

-¡Eloy!

-¿Qué?

-No me jodas hombre, que llevo mucho tiempo sin, ejem, ya sabes.

-Bueno, pero eso se arregla rápido, en cuanto llegue a Madrid te hago una visita para que se te pasen todas las amarguras. A ver si te crees que yo no tengo ganas.

-Nene, vamos a dejar este tema por que al final termino mal la noche, con lo tranquila que estaba yo.

-Ja ja, vale guapa, te llamo el lunes que ya estaré por allí.

-Te espero ansiosa.

-Un beso donde más te guste.

-Que lo pases bien.

Pi… pi… pi

El silencio del verano en mi habitación me rodeo. Me había quedado sin su voz otra vez, que doloroso se hacía cada vez que me colgaba.

Mire la pantalla del teléfono, las tres y treinta y siete. Levante la mano y lo coloque en la estantería que hay sobre mi cama y me tape con la sabana esperando que el sueño me venciera.

Pero el recuerdo del suave sonido de su voz diciéndome que todo estaba caliente perturbaba mi sueño, convirtiéndolo en fantasías húmedas y calientes.

El roce de la ropa empezaba a asfixiarme, necesitaba un pequeño alivio dentro de la sauna que era mi habitación. Deslice mis manos bajo la tela y me quite la camiseta de tirantes que había comenzado a empaparse de sudor.

El tacto de la sabana fría y fresca contra mis pechos endureció mis pezones casi al instante. Una parte de mi imagino que era Eloy quien soplaba sobre ellos para refrescarme.

Mi mente, calenturienta y necesitada, siguió soñando despierta con aquel hombre que me tenia tan obsesionada.

Sus manos acariciaban la redondez de mi seno, recorriendo su contorno y jugando con mi canalillo, rozaba mi clavícula y se paseaba por mi cuello.

Se me erizo la piel con el contacto, sentía sus labios besando cada centímetro de mi pecho y mis hombros, sus dedos jugando con mi pelo y su cuerpo fibroso y duro junto al mío.

Cuanto le necesitaba, no me importaba estar haciendo el amor con un recuerdo, precisaba su boca devorando la mía con fiereza, con esa pasión que se oculta en un rostro siempre sereno.

Mi cuerpo se seguía calentando hasta límites insospechados. Baje mi mano acariciándome el vientre, jugando con el piercing que adorna mi ombligo sin rebasar la línea que marcaba la gomita de los pantalones cortos rosas que llevaba puestos.

Mis dedos bajaron aun mas, separando un poco las piernas comencé a masajear mi coño por encima del pijama, notando la presión de mi mano contra la tela ya húmeda.

Estaba muy excitada, podía notar el calor que desprendía mi entrepierna mientras me pellizcaba los labios mayores, juntándolos y presionando mi clítoris con fuerza. Ese siempre conseguía ponerme muy cachonda y al borde del orgasmo. Era muy intenso lo que sentía.

Decidí liberarme de la ropa que aun me quedaba y deslice el pantaloncito por mis piernas para sacarlo y tirarlo al suelo, aun llevaba el tanga aunque estaba realmente mojado. El calor del verano hacía estragos y las sabanas se pegaban contra mi piel desnuda.

Aparte mi ropa interior hacia un lado dejando al aire mi coño, ardiente y chorreante de flujo, quería jugar un poco, sentir la humedad en mis dedos así que abrí bien mis labios y pase el dedo índice desde mi clítoris hasta mi ano, el cual estaba empapado de los efluvios que manaban de mi vagina.

Mojada, muy mojada y abierta, introduje un dedo en mi interior para notar el calor que desprendía me sorprendió que se moviera con tal libertad. Un suave gemido se escapo de mi boca entreabierta cuando saque muy despacio el dedo de mi coño.

Lo lleve a mis labios y saque la lengua para saborear mi sabor, ese sabor salado y a la vez tan dulce de hembra cachonda.

Mi tanga bajo resbalando por mis piernas, tan mojado que iba humedeciendo mis muslos mientras me lo iba quitando.

Por fin, desnuda y cachonda me dispuse a masturbarme pensando en Eloy, sintiéndole, soñándole con una urgencia inusual, con un apetito insaciable.

Abrí bien mis piernas notando como se separaban mis labios menores empapados, necesitaba un orgasmo y me dispuse a ello.

Tremendamente excitada, introduje un dedo en mi vagina, rozando mis zonas mas erógenas y haciendo círculos dentro de mi, estimulándome como tan solo mis falanges sabían hacerlo.

El índice de mi mano derecha comenzó un frenético movimiento de arriba abajo, frotando mi clítoris con fuerza y rapidez. Notaba fraguarse mi éxtasis en toda mi zona genital, notaba calor y presión en el vientre como ganas de orinar. Estaba tan caliente

Mi corazón izquierdo busco la entrada de mi ano, lubricada de mis propios fluidos, ansiosa de atenciones. Fui penetrando poco a poco mi culo mientras seguía masturbándome con fuerza.

Así me encontraba, con las piernas bien abiertas, estimulándome el clítoris y con un dedo en mi coño y otro en mi ano, sacándome gemidos y suspiros de placer, recordando el cuerpo del hombre que hacia arder mis entrañas.

Mi espalda se arqueaba, me encanta sentir como mis dedos luchan con la piel que separa mis dos agujeros por barrera. Es increíble lo que se siente.

El orgasmo me apura, lo noto crecer aun mas en mis riñones, ocupando todo mi sexo ansioso por descargarse en una lluvia de flujo y aullidos de desespero.

Empiezo a taladrarme con autentico frenesí, mis dedos se mueven como autómatas y en mi cabeza tan solo la imagen de tu cuerpo perfecto desnudo entre mis piernas.

Me voy a correr, lo noto, aprieto el cuelo aprisionando el dedo que tenia en su interior, el resto sigue estimulándome mientras mis piernas se tensan, elevando mi cuerpo ligeramente de la cama mientras empiezan a temblar.

Un grito ahogado rebota en las paredes de mi habitación mientras mi orgasmo se derrama en las sabanas, empapando aun más mis manos y dejándome exhausta, feliz y por fin, agotada.

Miro el reloj, las cuatro y veintiséis. Quizás ahora pueda dormir y ni me molesto en volver a ponerme la ropa. Las sabanas mojadas se quedan frías pegadas a mi piel y mis ojos se cierran vencidos por la modorra.

Soy Penélope esperando a su marido, solo que nunca te cuentan como aguanto Penélope tanto tiempo sola y fiel.

Entonces mi corazón da un vuelco, otra vez la dichosa melodía de mi móvil a la que estoy empezando a coger autentico asco.

Miro el número, ese numero desconocido pero que ya me resulta familiar. Descuelgo rezando escuchar tu voz.

  • Nena, ¿a que no sabes lo que acabo de hacer en el mar pensado en ti…?