La noche de los renegados II

He estado enamorada de ella desde hace 10 años, el día más feliz de mi vida fue cuando supe su nombre, Ali.

Sentía nauseas, sudaba, al parecer todo a mi alrededor daba vueltas y esos murmullos que molestaban.

  • ¡Cúbranse!

  • ¿Qué hago aquí?

  • ¡Ya callense, hay personas que recién llegan!

  • Yo no debo estar aquí, debo llamar a mi abogado.

No tenía idea de donde me encontraba, lentamente abrí mis ojos. Estaba acostada en algo muy suave, el techo de aquel lugar parecía antiguo, como el de las iglesias. A mis pies, sentada en un lado, estaba Isabella, con sus manos juntas entre sus rodillas, mirando alrededor. A mi derecha, había una hilera de camas individuales ocupadas, a mi izquierda, lo mismo.

Me senté en la cama y la pelirroja notó el movimiento y al girar su rostro, pude observar una enorme herida que iba desde la sien del lado derecho hasta su barbilla, sangraba aún. Me levanté rápidamente y me coloqué de rodillas cerca de ella, sobre la cama.

  • ¡¿Cómo te has hecho eso?! - le preguntaba, alterada, mientras ponía mis manos en su rostro.

  • No lo sé - las lágrimas rodaban por sus mejillas.

  • ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estamos? - preguntaba mirando el lugar repleto de personas.

  • No lo sé - decía limpiandose las lágrimas - creo que hemos muerto.

Me levanté de la cama, traía una bata blanca, que llegaba a mis rodillas, las cuales estaban cubiertas de sangre.

  • Debemos buscar ayuda - le dije a Isabella.

  • Ya lo intenté, dicen que no hace falta, que pronto nos iremos - su voz temblaba - tengo mucho miedo Ali.

El sentimiento de ternura que esa chica me provocaba, lo detestaba, pero no podía seguir con esa relación amor-odio en mi alma.

En aquel sitio se encontraban todo tipo de personas. Isabella y yo decidimos caminar por aquel lugar. Los enormes ventanales que proveían la luz, no tenían cristales, por lo que alcanzaba a llegar una agradable brisa. Isabella me tomaba de la mano muy fuerte.

Llegamos a un enorme pasillo, de donde venían muchisimas personas heridas gravemente, otras sin un rasguño. Militares, enfermeros, ancianos, niños, jóvenes. Al fondo de aquel pasillo, se encontraba una pared y lo que vimos nos aterró. Las personas salían de allí, vimos a cinco niños salir tomados de las manos, sus pieles se veía de un color morado pálido y estaban mojados. Ahogados. Isabella y yo nos salimos del paso, recostandonos de una pared, viendo todo aquello. Pasamos uno de los ventanales, saltando al jardín, donde se encontraban más personas.

  • Bienvenidas - un hombre alto, de cabello rubio alborotado, musculoso y barbudo nos impedía el paso - por sus caras y porque es algo obvio, deben tener muchas preguntas que hacer.

Isabella se aferraba a mi brazo y yo miraba fijamente a aquel hombre.

  • Bien - con su dedo índice tocó el lado izquierdo de mi pecho, donde esta mi corazón, luego hizo lo mismo con Isabella - renegadas - dijo - siganme.

Llegamos a una fuente, nos sentamos en un banco. Miraba todo a mi alrededor, lucía como un sitio normal, a excepción de las personas que transitaban por allí.

  • Primero, no estan muertas. Segundo, según pude sentir - dijo  subiendo su dedo índice - son renegadas, han abandonado toda creencia. Afortunadamente, en los últimos años, esto se volvió muy común.

  • ¿Qué es este sitio? - preguntó Isabella.

  • Estan en transición - respondió - justo ahora, estan agonizando en la tierra.

  • ¿Estamos muriendo?

  • Así es.

  • ¿Estaremos aquí sin hacer nada mientras agonizamos? - me levanté, alterada.

  • Ali - Ahí estaba otra vez ella, tranquilizandome.

Aquel hombre nos miraba curioso, intentando comprender algo - alguien decidirá si viven o no - nos dijo - ustedes, deberán conseguir algo, entender algo, no lo sé. Suerte. - y se alejaba entre la multitud - El club de los renegados esta hacia allá - y señaló una sala circular, igual a donde habíamos aparecido.

  • Esto es una locura - le decía a Isabella - ¿Vamos hacia allá?

  • ¡No quiero estar aquí! - ahora ella era la alterada.

  • Saldremos de esto, no vamos a morir - la agarraba de los hombros con fuerza - ahora cálmate.

  • Por favor Ali ¡sé realista! no vamos a salir de aquí - Isabella me empujaba y golpeaba mis hombros con fuerza, mientras caía al suelo sobre sus rodillas.

  • ¡Ya basta! ¡No seas cobarde! levantate ya - la tomé del brazo y caminamos hasta el susodicho club.

La enorme sala solo era compartida por unas 15 personas, al parecer no éramos muchos los renegados.

  • Esto parece un manicomio - me susurraba Isabella.

Las personas que allí se encontraban, vestían de blanco y la mayoría tenían las miradas perdidas.

  • ¿Se les ofrece algo? - una mujer que se notaba que llevaba mucho tiempo allí nos recibió.

  • Al parecer - le dije - somos renegadas - al decir esto, la mujer inmediatamente, colocó su índice en mi pecho y en el de Isabella.

  • Vaya - nos dijo - no lo serán por mucho tiempo.

  • ¿Qué quiere decir con eso? - le preguntó Isabella.

  • Sus corazones se vuelven cálidos - nos respondió - ¿Cómo llegaron aquí?

Isabella y yo nos miramos, intentando recordar.

  • Caimos de una montaña - le dije.

  • Deben estar en una clínica - nos dijo mientras tocaba nuestras batas - de no ser así, tendrían otra ropa - ¿Cuál de las dos es la amargada? - su pregunta me sorprendió, pero más me sorprendió ver que Isabella me señalaba.

  • Ven conmigo - me hizo una seña para que la siguiera y así lo hice. Me llevó a uno de los ventanales del fondo, hizo que me sentara en el borde y ella hizo lo mismo.

  • Eres una buena chica Ali -

  • ¿Cómo sabes mi nombre? -

  • Tengo 150 años aquí. Fallecí hace mucho y el castigo de los renegados que mueren es ayudar a otros iguales. La diferencia es que, yo nací sin creencias, sin embargo, tú las perdiste con el paso de los años e hiciste que esa chica las perdiera también.

  • ¿De que rayos hablas? apenas la conozco.

  • Ella te conoce desde hace tiempo, estuvo contigo siempre. No puedo creer que nunca la hayas notado.

  • ¿Isabella siempre ha estado conmigo? - busqué con la mirada a la chica y la vi parada justo donde la había dejado, con sus manos juntas y mirando todo a su alrededor.

  • Nueva Guinea, Alemania, Alaska, puedo seguir - dijo al notar mi cara de sorpresa.

  • No-no tenía idea -

  • Si tu lo permites, ella cambiará tu vida - no podía decir nada - la amas.

  • ¿Qué? No quiero amarla - estaba empezando a enojarme.

  • No quieres, pero ya la amas.

Me levanté, dejando a aquella mujer sola y me dirigí a la salida. Isabella intentó detenerme y de un empujón la hice a un lado y salí de allí.

  • ¡¿Qué es lo que te pasa?! - el hombre barbudo volvía a interponerse en mi camino - ¡¿Eres ciega o que?! - me gritaba y yo encogida de hombros, lloraba de miedo. - ¡Voy a encargarme de que te quedes toda la eternidad! - Lo único que pude hacer fue correr lejos de él.

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He estado enamorada de ella desde hace 10 años, el día más feliz de mi vida fue cuando supe su nombre, Ali.

Yo escapaba de un pasado tormentoso y doloroso. Su mirada achocolatada me cambió la vida, aunque la mirada no fuera mía, aunque ni siquiera sospechara de mi existencia. La miraba cada vez que podía, desde lejos. Se notaba fuerte, segura, decidida, cada actividad que realizábamos  la hacía sin haber pensado tan solo un segundo en arrepentirse. Sonreía antes de iniciar y sonreía aun más al terminar.

El día que me miró, lo recuerdo perfectamente, estábamos en Francia y ella al fin estaba notando mi presencia. Sin embargo, ni siquiera me sonrió, solo me miraba atentamente. Pensé que sería distinto cuando el guía me nombró su compañera y sí que fue distinto, me ignoraba de tal manera que sentía romperse mi corazón con cada amarga palabra que salían de sus labios hacia mi. Pude haber estado toda una vida a su lado de esa manera.

  • Esto será más difícil de lo que creí - me decía aquella señora.

  • Ella nunca se fijará en mi - el dolor en mi pecho se hacía cada vez más insoportable, más punzante y sentía morir.

  • Al contrario, ella nunca admitirá el amor que siente por ti -

  • ¿Amor? -

  • Esa chica está locamente enamorada de ti. No entiendo por qué actúa de esa manera -

  • No es posible - Salí corriendo detrás de ella.

Pude verla, a lo lejos, recostada en un árbol.

  • Levántate - le ordené. Ella parecía haber estado llorando.

  • ¿Que quieres? - preguntó encarandome.

  • Eres una idiota ¿sabías eso? - le dije enojada.

  • Si viniste a insultarme, puedes irte por donde viniste - esta vez sus palabras no me hacían daño.

  • Eres un ser detestable Ali - sus ojos amenazaban con llorar.

  • ¡Te odio! preferiría estar mil veces sola en este lugar que a tu lado - la coraza en mi corazón actuaba bien.

  • ¡Yo te odio mas! - le grité.

Nos mirábamos con ansias de asesinarnos y terminar todo de una vez, sin embargo... la tomé del rostro y la besé. La besé con las ganas acumuladas durante 10 años, la besé sacando todo el rencor que me habían producido sus palabras. Irónicamente ella respondía a cada movimiento.

  • Te odio - me dijo llorando y abrazándose a mi.

  • Sabes que no es así Ali - se aferraba cada vez más a mi.

  • Perdóname - me dijo al oído - por favor.

En aquel lugar donde la mayoría estaba destinada a morir, yo había vuelto a la vida, con un sencillo beso, uno que se extendió durante mucho tiempo.

  • Las chicas renegadas se han enamorado - decía una señora sentada cerca de la fuente.

  • Siguen siendo unas renegadas - le respondía un señor a su lado.

  • Tal vez salgan pronto de aquí, los enamorados no duran mucho -

  • ¿De verdad? - preguntaba el señor mirando a la señora.

  • Sí - y ambos sonrieron.

Luego de ese maravilloso día, Isabella y Ali eran inseparables. Normalmente se la pasaban en el muro de entrada de los que agonizaban fuera de un hospital, aquellos que sufrían graves accidentes en sitios donde era casi imposible hallarlos. Ayudaban a los recién llegados, respondiendo sus preguntas y explicándoles el por qué se encontraban allí.

Luego de una mañana muy movida, las chicas se dirigieron al árbol de su primer beso.

  • ¿Qué haremos Ali? - Suspiraba Isabella - ¿Qué haremos cuando nos toque irnos? - la pelirroja miraba a Ali, quien tenía su mirada perdida entre los árboles.

  • ¿Crees que nos acordemos de esto? - preguntaba sin dejar de mirar al infinito.

  • Es casi imposible eso - le respondía Isabella.

  • ¿Puedo dormir sobre tus piernas? - la mirada tierna de Ali se posó sobre los ojos claros de Isabella.

  • Por supuesto, ven - se acomodó para que Ali se recostara y descansara.

Isabella acariciaba suavemente el cabello de Ali, mientras ella, poco a poco iba quedandose dormida.

  • Han estado en coma desde hace 10 meses, no han presentado mejoras, no hay familiares, las desconectaremos por la mañana -

Ali despertó sobresaltada en los brazos de Isabella.

  • Ali Ali - le decía la pelirroja - ha sido una pesadilla, calma.

  • N-no - decía Ali mientras intentaba normalizar su respiración - van a desconectarnos - y ponía sus manos sobre el rostro de Isabella.

  • ¿Qué? ¿van a dejarnos morir? - decía esto mientras se levantaba.

Ali se levantó con ella y ambas se abrazaron.

  • Debemos hacer algo - dijo finalmente Isabella. Ali asintió y corrieron hasta el salón de los renegados.

Llegaron en busca de la señora de blanco, agitadas, comenzaron a hablarle al mismo tiempo.

  • Un momento - dijo - una a la vez.

  • Van a dejarnos morir - soltó Isabella.

  • Ya están casi muertas - les dijo la señora tristemente. Y era cierto, el color de piel de ambas chicas era cada vez más pálido.

  • ¿Qué va a pasarnos luego? - preguntó Ali desesperada.

  • Quisiera poder decirles, pero no lo sé - les respondió - nadie lo sabe - prosiguió - solo... intenten pasar el poco tiempo que les queda juntas, hagan que valga - la señora se dio la vuelta y se alejó de ellas.

Isabella y Ali se miraron, sus miradas desesperadas y el bullicio de la gente, hicieron que salieran de aquel lugar. Corrieron tomadas de la mano, escapando de aquel sitio, tan rápido que sus lágrimas perdidas secaban pronto y los latidos nerviosos por lo que sucedería se mezclaban con los latidos acelerados por correr.

Se detuvieron al darse cuenta que por más que corrieran jamás saldrían, ni llegarían a algún otro sitio parecido. Recostadas en arboles, agitadas y respirando fuertemente, se miraron a los ojos y de un brinco juntaron sus cuerpos y rostros, besándose por última vez, uniendo sus cuerpos. Con cada beso, sus pieles se difuminaban, con cada caricia, la transparencia de sus cuerpos iba en aumento, con cada roce y cada suspiro, aquellas almas se iban desvaneciendo de aquel lugar donde había escapado el amor que por tanto tiempo ambas ocultaron. El tiempo perdido ya se hacía polvo, el tiempo ganado se volvía luz, una luz que envolvió aquel par de cuerpos con lazos dorados, brillando con mucha intensidad en aquella noche oscura y con el suspiro de un te amo al unísono, murieron.

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Esperaba terminar esta historia aquí, aun no estoy segura si seguirla o no, ya que nació por un enojo involuntario y pues.. me desahogué escribiendola.

No quise indagar más en los personajes, porque sinceramente no lo veia necesario, la historia en sí es una "actitud" reprimida en mi, espero que entiendan eso y no se enojen por no especificar más. En tal caso que decida continuarla no será pronto, de igual manera sus comentarios siempre me animan positivamente a continuar. Gracias por leer y dar sus opiniones al respecto, valoro cada comentario y los aprovecho para mejorar. Hasta la próxima :D