La noche de cena que me dio el sexo más inesperado

El plan era ir a cenar y bailar para pasar un sábado especial, pero el sexo se metió de por medio y me hizo vivir una noche más que especial. Que me disfruten, a pleno, una mujer y un amigo, me hizo muy feliz.

A veces las sorpresas tienen un contenido mayor al que una pueda suponer. Esta, fue una de ellas. Sábado a la noche, María José tenía un cumpleaños de una amiga e iba a quedarse a dormir en casa de ella, por lo tanto, era una noche ideal para aprovecharla con mi marido, ya que hacía más de un mes que no salíamos solos. Y por esas cosas que a uno se le ocurren o tienen que suceder indefectiblemente, le propuse a Claudio que fuéramos a cenar y de paso poder bailar, algo que nos da mucho placer, al local de Franco, un amigo de mis tiempos de casada con mi primer marido, que tenía un restaurante muy particular, ya que luego de comer se podía bailar con plenitud y cuyo ambiente era por demás agradable, quedaba por Balcarce, zona de San Telmo. Y hacía allí partimos. Cuando Franco alcanzó a divisarnos en nuestra búsqueda de mesa, ya que no habíamos reservado previamente, nos hizo subir al primer piso que, consistía de dos galerías laterales  con una zona amplia hacia el fondo, dónde se ubicaba la cabina del disc-jockey y algunas mesas para invitados privilegiados de la casa. Desde ya que, nos sumamos a su mesa, en la que se encontraban algunas parejas amigas y su socio.

Todo transcurría a mil maravillas. La música sonaba a medio volumen, mientras en la planta baja y en los laterales las mesas estaban completísimas de asistentes que disfrutaban entre conversaciones altas y risas la cena de rigor. Con Claudio elegimos un plato de pescado y con verduras a la crema, y, para tomar nuestro champagne preferido. Así, entre bocado, charlas y confraternidad con el resto de la mesa, transcurrió más de una hora y media, aproximadamente, hasta que la música comenzó a escucharse más fuerte. Clara señal que, el tiempo de la danza había llegado. Cómo era de costumbre. Todo esto lo sé por qué ya había ido anteriormente con mi ex marido. Las mesas comenzaron a ser levantadas y, en pocos minutos, la gran pista de baile quedaba expedita ´para el divertimento a pleno. Luego de una media hora, más o menos, el merengue y la bachata de Juan Luis Guerra pusieron frenético el ambiente. Sin dudarlo un instante, Claudio me tomó de la mano y me llevó escaleras abajo con la intención de que disfrutáramos del ritmo caliente de la noche. Otra de las cosas que me cautivaron de él, es su gozo con el baile y lo bien que lo hace. Con decir que, aprendí  lo suficiente para sentirme más suelta y darme cuenta que danzar era un accesorio que tenía insospechadamente escondido. A partir de ese momento fue un encadenamiento sin cesar de nuestros cuerpos en pos del disfrute que nos mostraba a pleno sin condicionamiento alguno. Entre la cuasi multitud que abarrotaba el lugar no nos fue indiferente la manera de moverse de una chica que integraba un grupo por demás entusiasta. Luego supimos que era una amiga de Tito, que él, la tenía como coordinadora del local. Su nombre era Patricia. Era un encanto como se movía armónicamente al ritmo de la música. Además, de una figura por demás atractiva, buenas caderas, fuertes piernas, por demás buen trasero y una cara seductora y llena de risa. Claudio coincidía conmigo. Era un delicioso manjar a la vista. Y de tanto mirarla, seguramente, en un momento dado, nos encontramos integrando el grupo de la algarabía. Y todo esto, gracias a que Claudio es un experto danzarín, como si fuese un profesional. Así transcurrimos un buen tiempo. Perdimos la cuenta. En el medio, Claudio fue unas cuantas veces a renovar la provisión de más trago, a lo que yo con Patricia aprovechábamos para intercambiar información sobre nosotras. La verdad, un verdadero encanto.

Cuando se acabó el caudal de música centroamericana, muchos tomaron a un merecido sosiego, entre ellos, nosotros. Y antes que me encaminara a seguir a mi marido, que me había tomado de la mano, Patricia me dice, casi al oído: “¿Me acompañas al baño? Sin dudarlo un segundo, le digo a Claudio: “Ya vengo, voy con Patricia al baño”. Y ella, tomándome de la mano, me dirigió rumbo a destino. Apenas ingresamos al lugar, esperamos un instante a que se desocupara uno de los habitáculos e ingresamos. No bien estuve en su interior, cerró la puerta y de manera inesperada, desarrajó: “¡Eres hermosa! ¿Te lo habían dicho?” Y antes que pudiera reaccionar, tomó mi rostro entre sus manos y me comió la boca, casi desesperadamente. Desde que tuve esa experiencia con Julieta en el club swinger y con mi hija en casa, no había pensado, siquiera, sumar una nueva socia a mi vida. Pero sus labios fueron tan encantadores, suaves, tiernos, calientes y apasionados que, no me resistí a devolverle su gentileza con los míos. También tomé su rostro entre mis manos y me entregué por completo al momento único de deseo. Nuestras lenguas, indefectiblemente, comenzaron a recorrer cada rincón de nuestras bocas, y la saliva acalorada fue cómplice irrebatible del momento. Mecánicamente sus manos comenzaron a recorrer con gran maestría mi cuerpo y las mías el suyo. Sin resistencia e inconveniente alguno, deslizó los breteles de mis vestido, lo que hizo que fuera cayéndose sin remedio hasta el piso, tomó mis pechos con ambas manos, ya que yo sólo tenía una tanga con encaje negra y medias al tono, los acarició a pleno y su boca se hizo dueña de ellos de una manera increíble. A tanto que yo, de igual modo la despojé de su remera, desabroché su corpiño y me encontré con unos pechos maravillosos. Sus pezones renegridos, eran una tentación a más no poder. Y sin preámbulo alguno, bajé mi mano derecha, subí su pollera y fui en búsqueda de su escondite más preciado, que estaba debajo de una tanga blanca transparente. Era de las mías. No se depilaba el absoluto. Su matorral le daba un plus a esa entrepierna que era la cumbre de un par de piernas increíbles. Parecíamos copiarnos en el estilo.

Así mis dedos fueron abriendo sus labios, a esa altura empapados como los míos, y se introdujeron sin permiso alguno. Exactamente lo mismo hizo ella, sin dejar de besarme la boca, el cuello y los pecho, y en un momento de gran excitación, se puso en cuclillas, me hizo separar las piernas y su boca se apoderó de mi vagina bañada de jugo para empezar a explorarla a más no poder, con lengua, labios y dedos incluidos. Sin resistencia y entregada a tanto placer, me afirmé en una de las paredes, tomé su cabeza para alentarla a más, y me dejé gozar. Fueron segundos, minutos, horas, no lo sé, pero me llevó a un paraíso interminable. Gemí sin importarme, me tomé los pechos y susurraba de placer. Me pareció que era mía desde siempre. “Así, así, así amor, cómeme toda. Soy tuya. Eres increíble. Cógeme con esa boca preciosa. Soy tu hembra, mi chiquita. Así, sí, sí, dame más. Dame todo, quiero acabar para vos, darte toda mi leche, mi vida…. ¡Ahhhhh, me voy, me voy. Toma, toma, aahhhh.” Y acabé como una yegua desbocada. Se incorporó lentamente, volvió a comerme la boca a morir y con una ternura increíble, me dijo: “Amor, que feliz me hiciste. Me encantó tu leche, tu sabor, tu cuerpo. Quiero tenerte mucho tiempo para mí. ¿Quieres?” A lo que devolví: “Yo también quiero tenerte, eres preciosa y única. Claro que vamos a estar mi vida, te lo prometo”. Luego de algunos arrumacos más, nos vestimos y procedimos a salir. A la vez que nos abríamos paso, algunas sonrisas y miradas, por demás elocuentes, nos saludaban al pasar. Sin lugar a dudas, habíamos sido el entretenimiento de varias testigos de nuestra repentina aventura.

Al regresar a la mesa, Claudio, con gran disimulo me dice: “Amor, hace 25 minutos que te fuiste al baño. No me digas que fueron al de Casa Rosada”. No pude contener la carcajada y tratando de que no se note, le respondí casi al oído: “Patricia me recogió con la boca”. Me miró, incrédulamente y me pidió casi suplicándome: “Ah, no. Ahora contame”. … “Tranquilo amor, después te cuento todo, lo único que puedo decirte es que, estoy empapada”. Y sorprendiéndome, introdujo hábilmente su mano entre mis piernas, para llegar a mi concha que estaba en un mar de jugos y deseos. “Amor, estás goteando”…. “Viste, no sabes cómo me la comió. Fue algo increíble. Y te aviso desde ya, quiero tenerla en la cama. Toda para mí”.

A partir de ese momento, pareciera que la noche se hubiera transformado. Por lo menos para nosotros. Yo, estaba a mil. Más allá del clima, la música, la gente y el clima en general, mi estado estaba convulsionado. Presto a vivir en plenitud todo lo que pudiera darse, sin contemplación alguna. Mi marido se dio cuenta. Me conocía lo suficiente para saber la diferencia entre mi cautela y mi libertad desmedida. “Me parece que esta noche, puede pasar cualquier cosa” me murmura al oído. “¿No estás de acuerdo?” le respondí. Una sonrisa de aquellas y un beso colmado de complicidad en la boca, sellaron el acuerdo.

La noche, cada vez tomaba más color y calor. Nadie dejaba de bailar, festejar, reírse sin medida, expresar el derroche de alegría plena. A todo esto, ya habíamos refrescado y renovado nuestro espíritu con ricos helados y más champaña fría. Lo que hacía que eleváramos la posibilidad de desatino. En eso, una de las chicas que estaba en la mesa. Una rubia demasiado provocativa, ante la sorpresa de su marido se levanta, le toma la mano a Claudio y casi a los gritos le dice: “Vamos, quiero que me hagas bailar cómo nunca”. Y ante la mirada y festejo de casi todos, se fueron rumbo a la pista. El comentario suplementario y las chanzas se hicieron grageas inmediatas. De repente, siento sobre mi pierna izquierda la presencia de una mano que comienza a subir sobre mi muslo. Fue inevitable ponerme tensa y frenarla con mi mano. Al apoyarla y retenerla, miro a mi costado, con un dejo de fastidio, y descubro que se trata de Tito, el dueño del local, mi amigo. El mismo que conocí a través de mi ex marido y que una vez me robó un beso, por el que tuve casi más de un año sin hablarle. “¿Qué haces, te volviste loco?” “Es que estás hermosa. Y sabes bien que siempre me calentaste”.

----“Tito, me parece que tomaste de más. Además, está mi marido y toda esta gente. ¿No te parece que no es el lugar para tener esta reacción?

----------Gloria, para qué nos vamos a engañar. Sabes que siempre y desde hace tiempo que me gustas y me calientas horrores. Para colmo, esta noche tienes una chispa de seducción infernal.

----Gracias. Te agradezco el cumplido. Pero no es el momento corazón. No compliques la noche.

--------- Dime la verdad. ¿Tan indiferente te soy. No te caliento ni un poquito así?

----Eres un rico tipo. ¿Pero te parece que éste es el lugar apropiado?

---------Dale. La podemos pasar bien. Mira como estoy.

Y tomándome la mano, me la apoya en su bulto. Que a esa altura estaba cómo una estaca, a pleno. Su reacción no dejó lugar a la mía. Al apoyar mi mano sobre su pija al palo, no tuve otra alternativa que notar que gozaba de una buena dotación. Más bien diría, más que buena. Lejos de enojarme, un calor repentino me agitó la sangre y me humedeció instantáneamente mi concha que ya se había repuesto del trajín en el baño.

-----Por Dios, cómo la tienes. Está por explotar.

--------Viste. Todo por vos. ¿No te gustaría disfrutarla? Podría ser maravilloso. Dale, aprovechemos el momento.

-----Pero Tito, por más que quiera. No podemos. No tenemos dónde.

--------Tengo el lugar. Vamos a la oficina. ¿Ves el vidriado negro al fondo? Ahí. Es el lugar ideal.

---- ¿Pero si viene Claudio? Si no me encuentra y demoro, se me arma la podrida.

----------No te preocupes. No vamos a demorar mucho. Vamos, los dos tenemos ganas.

No sé que estuve pensando. Bueno, sí que sé. Mi mente sólo estaba ocupada en una sola posible imagen. Como sería ese paquete sobre la cual mi mano se había apoyado. Para colmo, el calor que irradiaba se dejó sentir en plenitud sobre mi palma, por lo tanto me hacía la idea de lo que sería sentirla dentro de mi vagina.

Sin pérdida de tiempo, se levantó y se dirigió al lugar indicado. Esperé unos segundos y marché tras él. Cuando abrí la puerta, la luz estaba encendida, lo que no se notaba desde afuera. Cerré tras de mí y le pedí: “Cierra con llave, por las dudas”.

----------No te preocupes. Aquí no entra nadie. Solamente yo.

No alcancé a dar dos pasos hacia adelante que me recibió entre sus brazos y me besó como si fuese una declaración de amor. Me gustó. Realmente me ayudó a relajarme. Y entre besos, caricias y apretujones, fue metiéndome las manos y despojándome la ropa, bueno, la poca que tenía, mi vestido y mis bragas. Me tiró, literalmente, sobre un amplio y mullido sillón, tapizado de pana azul, se sacó en un santiamén su ropa y se arrodilló, cual si fuese un ritual, para comenzar a chuparme la concha, que ya, sin miramiento alguno, denotaba su calentura por su apertura y cantidad de humedad.

-----------------Mmm, amor. Que concha preciosa tienes. Siempre traté de imaginar cómo era. Es una belleza corazón. Te la voy a comer toda.

------ ¿En serio. Te gusta mi conchita. Estabas caliente por conocerla?

------------- Siempre quise tenerla. Ahora vas a ver cómo te la voy a disfrutar y vos vas a gozar de la pija que tengo para vos.

Sus labios, su lengua y sus dedos, empezaron a hacer estragos en mi concha. Parecía que el matorral de mi pubis le causaba una particular sensación. No dejaba de explorármelo, tanto con su boca cómo con sus manos. El ruido inconfundible del roce de su boca en mi concha mojada, incrementaba el llamado a un disfrute sexual sin remedio. Tanto me dio con su boca que, mis gemidos y el arqueo de mi cuerpo me avisaban que estaba próxima al orgasmo inevitable.

--------Papi, por favor, no me chupes más. Me vas a hacer acabar. Dame tu pija, ven, quiero tenerla en mi boca, saborearla, que me coja toda, hasta la garganta.

Se levantó, y cuando acercó su pija hasta la altura de mi cara, observé la preciosura que me había perdido durante tantos años. Era menos gruesa que la de mi marido, pero más larga, blanca y con una cabeza, casi increíble, torcida hacia arriba. Quedé extasiada. Creo que en ese instante, terminé de borrar cualquier indicio de temor que pudiera albergar. Sólo quería tener esa pija para mí, masticarla a más no poder y que me coja por todas partes, hasta que se quede sin una gota de leche posible. La tomé entre mis manos y, cual si fuera una callejera hambrienta, la deglutí desesperada hasta ir metiéndola, y mojándola a la vez, dentro de mi boca. En un momento la sentí tocar mis cuerdas vocales. Jamás había tenido tanta devoción por comerme una pija como en ese momento. La calentura todo lo puede. Así estuve un largo rato. Iba por secciones. Primero su cabeza, que me seducía groseramente, seguía por su largo tronco y terminaba en un par de bolas que, parecían un manjar regalo de los dioses. Como será la pasión que le puse que, en un momento me avisa: “Para chiquita, me vas a hacer acabar, no puedo más”.

-----Ni se te ocurra. Quiero que me cojas, bien cogida. Quiero tener toda esa verga enterrada en esta concha que te está esperando con locura. Ven corazón. Cógeme cómo quieres desde hace tiempo. Dame toda tu pija, la quiero toda. Hazme tu puta. ¿Eso quieres? ¿Quieres hacerme tu puta, papi? ¿Me vas a hacer delirar? ¿Me vas a hacer tu hembra?

Y antes que pudiera terminar la última frase, me alzó las piernas, casi flameando y, sin miramiento alguno, me enterró, desde la cabeza hasta el resto del tronco, casi con desesperación. La desesperación característica del deseo morboso y esperado. Sentirla toda adentro y sus bolas golpeteando mis nalgas reiteradamente, me provocó el primer orgasmo pleno. Por la presión de su pija y su cuerpo, los chorros salían disparados por los huecos que quedaban al vacío. La presión de mi leche lo sorprendió. En medio de mis gemidos y gritos, no paraba de descargar. “Así mi amor, cógeme toda. Así, así, no pares. ¡Aaahh, por Dios que gloria! No dejes de enterrarme esa pijota que amo. Dale toda a tu putita. Hazme deslechar toda. Dame más, más. Así mi vida”. Mientras me cogía, como si fuese la primera vez que tenía a una mujer, mi calentura se multiplicaba sin solución de continuidad y un nuevo orgasmo provocó otro derrame imparable desde lo más profundo de mí ser, lo que hizo que el sillón ya se convirtiera en un recipiente obligado para tanto derrame. Casi al unísono de mis gritos de éxtasis, él comenzó a gemir cada vez más fuerte. Era el preaviso de su llegada. Antes que ello suceda, le pedí casi a viva voz: “No amor, por favor, no acabes. No, no, no. Sácala, sácala, quiero que me hagas el culo”. Y empujándolo, logré tener espacio para darme vuelta, apoyarme sobre mis manos y rodillas, levantar el culo en señal de victoria y: “Dale mi amor, ábreme las nalgas y entiérrame toda esa poronga divina en el culo que tanto quieres, dale, métemela toda. Quiero que me la entierres hasta los huevos mi vida” Y cual obediente muchachito, Tito tomó mis abultadas y duras nalgas, más hirvientes que pocas veces, mojó la entrada de mi orto con los jugos de mi concha que todavía goteaba de los orgasmos producidos y penetró su cabeza, guía de la expedición hacia mis intestinos. Una vez que la tuvo adentro, empujó sin preguntarme y un dulce alarido escapó de mis labios. Ya estaba clavada como le había pedido. De ahí en más, el ir y venir de esa pija lubricada, hambrienta y obsesionada por el interior de mi culo producía en mí las fantásticas delicias que jamás imaginé. “Así mi amor, así, así, culéame toda, toda. Dame tu pija. Mi culo la quiere toda. Ayy, así, así Tito, hazme tu puta. Soy tu puta amor. Me estás rompiendo el culo y me gusta. Me gusta que me metas la pija en este culo puto que tengo. Hazlo tuyo. Siiii, eso, así,,, quiero sentirla hasta el fondo…Ahhh..! ¿Me vas a coger siempre amor? ¿Quiero tener tu pija adentro…Siii….Culéame, culéame tooodaaa. Quiero que me lo llenes de leche amor. Dame toda tu leche. Haz lo que quieras, dame todooo”. Y con el último pedido, en una empatía plena de su pija con mí culo, mi orgasmo a chorros volvió a darse incontenible, junto al chorro caliente y desmedido que descargaba en lo más profundo de mi vientre su pija endiablada, a la vez que, nuestros gritos de victoria indicaban la conclusión del tremendo sexo vivido.

Al terminar de vestirnos, no pudimos evitar ni disimular los vestigios de la tan exquisita y voraz cogida que habíamos tenido. Estábamos totalmente empapados de sudor. Nuestras cabelleras parecían que habían estado sumergidas en un estanque. Al regresar a la mesa, no pasamos inadvertidos. Claudio, con cara de extrañado me pregunta: ¿Dónde se metieron? Hace como una hora que te estoy buscando”. Y mirando alrededor, para que me escucharan todos, respondí:

-----Fuimos a bailar. Este loco no me dejaba venir.

Cuando ya, se tranquilizó un poco más la cosa, con la rutina de la noche, me acerqué a mi marido y le platiqué: “Amor, no estuve bailando. No te enojes, pero me fui a coger con Tito en su oficina, esa que está allá. ¿Ves?”. Claudio, entre sorprendido y pasmado por mi declaración, me responde: ¿Ah sí? Mira vos. ¿Y cómo te fue?

----Maravilloso amor. Me cogió de una manera increíble. Acabé como loca varias veces. También me hizo el culo, como a vos te gusta. Con decirte que lo tengo lleno de leche. ¿Te gustaría chupármelo todo?.

Mi marido, lejos de molestarse, se mordió los labios y su verga, a través del pantalón se le puso un tronco, en tan sólo segundos. Tal fue el efecto causado que, me larga: ¿Te gustaría decirles a Tito y a tu amiga que vamos a casa? “Me encantaría”, le respondí. Y con esa propuesta, la continuidad de esa noche, se dio en casa. Esa, será parte del próximo relato. Hasta entonces.

Gloria