La Noche Buena
Lo que me ha pasado esta última Noche Buena.
Esto pasó ayer noche en la cena de Noche Buena.
Alrededor de las 4 de la tarde sonó el teléfono, descolgué, era el jefe de mi esposa. Le pasé el auricular a mi esposa diciéndole, “Es tú jefe” a ella se le ilumino la mirada. Estuvo contestando con monosílabos y luego que colgó el teléfono me dijo, con una sonrisa de oreja a oreja, “Va a venir a cenar está noche” y rápidamente se marchó y empezó a toda una maratón para arreglarse y ponerse más guapa. Mientras yo preparaba la cena y entretenía a los niños. Sobre las ocho y media estábamos los niños y yo arreglados, apareció mi mujer preciosamente arreglada. Perfectamente maquillada y peinada. Vestía un vestido corto negro que se ajustaba a su cuerpo, con un escote palabra de honor, medias y zapatos de tacón. Me quedé boquiabierto al verla y ella estaba radiante y alegre.
Pero fue pasando el tiempo y su jefe no aparecía, se fue enfurruñando cada vez más. Eran casi las diez y con un buen mosqueo nos dijo, a los niños y a mí, que nos sentáramos a la mesa que servía la sopa. Estaba llegando a la mesa con la sopera cuando sonó el timbre de la puerta, dejó la sopera sobre la mesa, bueno casi la tiró, y salió corriendo a abrir la puerta. Después de arreglar un poco el barullo que había causado la estampida de mi mujer y servirles la sopa a los niños, acudí al pasillo. Allí estaban besándose, bueno comiéndose la boca el uno al otro. Él la manoseaba, incluso le había subido la falda dejando las nalgas de mi mujer al aire, para darle un buen magreo en el culo. Al verme, más bien, al presentirme su jefe paró y le dijo que no podía más. Ella le cogió de la mano y se lo llevó a nuestra habitación cerrando la puerta.
Yo hacía tiempo que lo sabía. Ella me lo dijo. “Soy la puta de Don José, no puedo evitarlo, me tiene loca. Pero de momento tenemos que disimular, su esposa, aunque muy enferma, está viva y tenemos que mantener las apariencias. Así que tú te quedarás a mi lado como un buen esposo, cornudo. Sabes que si nos abandonas te será difícil encontrara trabajo, él tiene muy buenos contactos y te hará la vida imposible si te vas.” No me quedó más remedio que quedarme, sabía que lo que me decía mi mujer era verdad y que Don José me haría la vida imposible si no cumplía con sus deseos. Durante casi dos años he tenido que dejar que Don José se follara a mi esposa, en nuestra casa incluso estando yo en ella.
Después de unos casi 20 minutos aparecieron por la puerta del salón, arreglándose las ropas. Don José saludó a los niños muy efusivamente, a mí solo con un gesto de la mano. Estuvimos cenando, mi esposa muy acaramelada con su amante. Él no paraba de meterle mano por cualquier parte siempre que podía. Afortunadamente los niños no se daban cuenta. Cuando ellos acabaron de cenar, Don José fingió que oía campanillas y mandó a los niños al recibidor con la escusa de que Papa Noel le había dejado allí regalos. Mientras aprovechó para magrear más a gusto a mi mujer. Los niños aparecieron con unas enormes cajas y de ellas sacaron un montón de juguetes dentro, con los que se pusieron a jugar inmediatamente. Así ellos aprovechando la distracción, pudieron explayarse más.
Sobre las once y media, mi mujer me mandó a acostar a los niños. Entre una cosa y otra tardé más de tres cuartos de hora. Cuando volví al salón, ellos estaban en plena acción. Mi mujer estaba encima de él, con el vestido arrugado en su cintura, y el pollón de Don José, que es el doble que el mío, saliendo por la bragueta del pantalón, se clavaba en el coño de mi mujer. Ella gemía fuertemente, mientras daba saltos y se clavaba en esa venosa y dura polla. Debían llevar ya un buen rato follando, desde que me había llevado los niños a acostar. Don José agarró las nalgas de mi esposa y las tiró fuertemente hacía abajo, mientras él clavaba su polla más profundamente en el coño de mi esposa, al momento empezó a gruñir y mi esposa emitió unos gemidos más agudos al tiempo que tiraba su cabeza hacia atrás y Don José hundía la suya entre los pechos de mi esposa.
Después de un buen rato, mi esposa me llamó. “Ven aquí cornudo, me voy a desenchufar, como una gota de semen de Don José manche el sofá o el suelo vas a saber mañana quien soy yo” Rápidamente acudí, amorré mi boca al coño de mi mujer en el preciso momento en que este dejada libre la polla un poco flácida de su amante y mientras ella se esmeraba en limpiársela y volverla a poner a tono, yo sorbía todo lo que se escurría del coño de mi esposa. Luego de un rato mi mujer me dijo “Cornudo, empieza a comerme el ojete, quiero que Don José me encule y tenerlo bien ensalivado” Obedecí al momento, en parte por la mala leche que tiene mi esposa cuando folla con Don José y yo no la obedezco, y en parte porque me agarró de los pelos y me llevó mi cabeza a su trasero. Después de un buen rato ensalivando el ojete de mi esposa, metiéndole la lengua, ella agarrando mi cabeza, otra vez por los pelos, me separó. Luego de echarle un buen gargajo en el pollón de Don José, que fue resbalando poco a poco, ella se ensalivó la mano que luego se pasó por el trasero. Se giró dando la espalda a su macho y poniéndose a horcajadas de él, agarró el pollón con una mano para dirigirlo hacia su ano.
Ella fue empalándose poca a poco hasta estar completamente sentada sobre los muslos de Don José. Parecía imposible que esa tremenda polla entrara dentro de mi mujer. Por lo larga que era, debía llegarle a la boca del estómago. Después de un rato de estarse quietos empezó el bombeo. A mi mujer le gusta que la enculen a descompás, es decir ella sube y que la polla de su amante baje, así cuando ella baja la polla de su amante sube y se la clava con más fuerza. Al rato de estar así, me llamó con el dedo que luego me indicó el coño. Quería que le comiera el coño para pasar más gusto. La obedecí, pero claro, más de una vez chupe la polla de Don José, los huevos y otras partes. Mi mujer empezó a gemir más agudo, signo de que estaba a punto de correrse, me agarró la cabeza, de nuevo por la cabellera, y la mantuvo pegada a su clítoris para aumentar el orgasmo.
Después de haberse corrido, me separó de ella un tanto bruscamente que me tiró al suelo. Entonces vi como ella y su amante se estaban comiendo la boca. “No podemos ir a un sitio más cómodo” dijo Don José. “Si, vamos a la cama” Contestó mi esposa. Y así enganchados, dando pasitos cortos y sin dejar de bombear, mi esposa y su jefe se desplazaron a nuestra habitación. Don José cerró la puerta una vez que entraron, símbolo inequívoco de que no me quería por allí. Los oí follar durante un buen rato que me quedé allí en el pasillo, luego me fui al salón cerrando la puerta para no oírlos. Aunque me costó al final me quedé dormido en el sofá.
Me desperté, ya en la mañana del Día de Navidad, por los gritos de mi mujer que me llamaba. Acudí rápidamente su llamada, me pedía que me llevara de nuestra habitación al pequeño que se había colado dentro, como hacía muchas mañanas. Nunca se me olvidará la estampa. Mi mujer y Don José estaban desnudos en la cama, mi esposa delante, intentando con una mano taparse con la sábana y con la otra tapando la cara del niño para que no la viera desnuda y como se la follaba otro hombre que no era su esposo. Mientras me llamaba y mantenía al niño fuera de la cama, no podía reprimir los gemidos de placer que le estaba proporcionado la polla de Don José, que la tenía agarrada por la cadera con una mano y con la otra le agarraba los pechos, aunque mi esposa tratara de taparlas con la sábana, y ambos, casi apunto del orgasmo, no podían parar de moverse. Agarré al niño y salí de la habitación creo que en el preciso momento en que ambos, al unísono tenían su orgasmo.
Tuve que contarle una historia a mi hijo para que no volviera a nuestra cama, mientras su madre, ya con la puerta cerrada, seguía encerrada con su amante. Hasta cerca de las doce del mediodía no hicieron acto de aparición los dos. Mientras yo había arreglado toda la casa. Don José se despidió de los niños y de mí, y en un despiste de los niños de mi mujer estampándole un buen morreo. Ella estaba preciosa en bata corta, con el pelo mojado, lo más seguro es que se hubieran duchado juntos. Tenía una cara resplandeciente y plácida. Le dije que se tenía que vestir rápido, teníamos que ir a comer en casa de mis padres. “Ni lo sueñes, estoy reventada. Casi no he dormido. No hemos parado de hacerlo. Me vuelvo a dormir. Invéntate una historia como excusa para tus padres.” Y se volvió a encerrar en la habitación.
A mí no me ha quedado más remedio que coger a los niños y llevarlos a casa de sus abuelos. Contarles una historia casi sin pies ni cabeza a mis padres para excusar la incomparecencia de mi mujer. Cuando he vuelto, ya tarde, con los niños dormidos por el viaje, los he acostado y después he ido a ver como se encontraba mi mujer. Seguía dormida, respirando profundamente, me he metido en la cama con ella. Estaba desnuda y he empezado a besarle la espalda. Desperezándose un poco, pero con los ojos cerrados, me ha apartado con una mano, mientras con la otra ha abierto el cajón de la mesita, ha rebuscado un rato. Me ha dicho “Toma y no me molestes más” y me ha dado la llave. La he cogido y me he ido delante del ordenador, me he quitado el cinturón de castidad. He visitado una página web donde hay videos pornos y he buscado alguno de una actriz que tiene unos gemidos parecidos a los de mi esposa. Viéndolos me he imaginado que ella era mi esposa follándose a Don José. Me he hecho tres pajas, una detrás de otra. Luego un poco más calmado he escrito este relato, pero se me ha vuelto a poner dura, así que lo pongo en la web y me vuelvo a hacer una paja.
Aprovecharé todo lo que pueda esta situación, ya que la esposa de Don José se ha muerto hace solo quince días. Ya no será necesario el disimulo y les he oído hablar de quedarme yo con los niños y ellos irse a vivir solos.