La Noche
Durante meses, metódicamente, había tratado de sacármelo del corazón, de arrancármelo del cuerpo sabía que estaba vedado para mí.
Al volver de las vacaciones, permanecí en un estado febril. Solo pensaba en Cano, mi primo dos años menor que yo, del que estaba enamorada, con quien había experimentado el inicio del sexo y compartido secretos, del que se trasformó en mi cómplice pero también recordaba el final amargo de nuestra relación, interrumpida abruptamente por su madre, Helena. Quien al descubrirnos nos amenazo para separarnos.
No quería levantarme de la cama, no prestaba interés por nada. Mis padres preocupados por mi salud, me llevaron al doctor.
Y sí, si estaba gravemente enferma pero de amor y de angustia al tener que estar separada de Cano.
Los exámenes salieron perfectos, mi salud era óptima. El médico le sugirió a mis padres una visita a un psicólogo, pues pensaba que mi padecimiento podía ser emocional. Automáticamente, empecé a cambiar mi actitud, no quería que mis padres empezaran a sospechar o trataran de hurgar en mi cabeza. El mero hecho de que descubrieran la pasión que me consumía, basto para ayudarme a aparentar. Al ver mi cambio radical en pocos días, se olvidaron de la sugerencia del médico, atribuyéndolo todo a una baja de energía, que unas buenas vitaminas podrían reforzar.
A las semanas, empecé con mi primer año de universidad, lo que me ayudó bastante a volver de a poco a la "normalidad". Era un nuevo mundo para mí, un mundo nuevo por explorar. Me encantaba la carrera que había elegido y pasaba largas horas en el campus con mis nuevos compañeros. La biblioteca, la cafetería, las aulas, empezaron a ser el bálsamo que calmaba mi dolor.
Los meses pasaron. Los muchachos se acercaban, pero todos recibían mi cordial indiferencia. Mi corazón y mi cuerpo seguían perteneciéndole a mi primo. Y de momento no quería luchar contra eso. Solo rogaba que la frase: "el tiempo cura todas las heridas", se convirtiera en realidad.
Cada cierto tiempo les preguntaba a mis padres noticias de la familia más lejana, Cano vivía a otra ciudad. Imploraba en mi interior que lo nombraran, necesitaba tener la certeza de que estaba bien, necesitaba tener la tranquilidad de que él, al igual que yo, estaba tratando de reconstruir su vida hecha pedazos ese último día de verano. Pero nada, ni una sola palabra, ni una sola pista de su situación. Sin embargo, las noticias llegaron a mí sin que me esforzara por tenerlas.
Mi tío Gabriel, el padre de Cano, pasó por nuestra cuidad por asuntos de negocios, y llegó a nuestra casa. Hacía 5 años que estaba separado de Helena y veía muy poco a Cano. Él había formado otra familia a la que apenas conocíamos. Por la noche se quedó conversando con mis padres. Yo, aterrada, no me despegaba de la puerta de mi habitación, que mantuve entreabierta para escucharlo todo. Pensaba en el momento que les contaría a mis padres lo ocurrido en el verano. Pero me equivocaba, él no sabía nada, Helena había mantenido su promesa pero a muy alto costo.
Mi tío estaba abrumado por lo que le había dejado hacer a su ex-mujer. Le remordía la conciencia haber permitido que internara a Cano en una institución donde llevaban a los muchachos problemáticos, con serios de problemas de conductas. Mi primo llevaba meses encerrado. No entendía porque su esposa había insistido hasta el cansancio que firmara los papeles que le daban el control total sobre su hijo. Según Helena, Cano estaba pasando por un estado de descontrol absoluto y necesitaba de ayuda profesional para poder enderezar su comportamiento. Él lo veía muy poco, pero sabía que su hijo no era ningún delincuente juvenil. Ni siquiera se sintió aliviado al escuchar de los propios labios de Cano que sería por el bien de todos, que estaría bien, que se lo tomaba como unas merecidas vacaciones.
La maldita Bruja lo había logrado, Helena se había asegurado de separarlo de forma drástica de mí. Imponiéndole ese castigo horrible. Desde que lo internaron, Cano sólo podía tener contacto con su madre, a nadie más le era permitido visitarle.
El verano estaba por llegar y supe, a través de mis padres, que Cano había salido de su prisión después de 10 meses. Mi corazón dio un vuelco, al pensar que recuperaba nuevamente la libertad. Durante meses, metódicamente, había tratado de sacármelo del corazón, de arrancármelo del cuerpo sabía que estaba vedado para mí. Helena no cedería ni un palmo, había encerrado a su propio hijo por casi un año. Era un sueño infantil pensar que la Bruja le dejaría ir.
Cuando terminaron las clases, me sentía con ganas de volver a la casona, era necesario enfrentar los lugares que habitaban en mis recuerdos, esos lugares que vivenciaría sola era parte de mi duelo. Agradecí, que ese año solo fueran la mitad de personas que el verano anterior. Todo era calma, muchas de las habitaciones estaban vacías, lo que me permitió tener una para mi sola. Era una habitación pequeña que estaba en el lado oeste, a un extremo de la casa, la más alejada de todas. Tenía una gran ventana que daba hacia los antiguos corrales, donde la zarzamora y los arbustos eran los dueños y señores, los animales hacía tiempo que ya no los ocupaban.
A mediados de las vacaciones, una camioneta se estacionó frente a la casona. Pensé que era víctima de una alucinación. Era Helena y Cano. Se me deshizo el vientre, no podía ser verdad ¿Por qué estaban ellos aquí? Se suponía que para Helena ese era el último lugar donde llevaría a su hijo. Todos fueron a saludar a los recién llegados.
Lo vi más alto que el año pasado, aún más corpulento, tenía el cabello largo y una insipiente barba, y a pesar de que solo había pasado un año desde nuestro último encuentro, se veía mayor. Sentí una presión en el pecho al pensar que esos cambios fueron provocados por su estadía obligada, en ese maldito lugar y que ciertamente yo tenía mucha responsabilidad en ello.
Para mi sorpresa, Helena, la Bruja malvada, me abrazo muy fuerte y me dio un sonoro beso en la mejilla. Me sentí asqueada y en mi cara se dibujó el odio.
- Que delgada estas, Nina. Eso no esta bien, no eres ni la sombra de lo que eras.- y una sonora carcajada resonó en el ambiente, maldita Bruja del Oeste, sentí su provocación ¿Qué quería esta harpía? ¿Acaso no le bastaba con lo incomodo de la situación? Se alejo a saludar a otros con exagerada pose. Y me encontré de frente con Cano. Sentía que me derretía, creí que el corazón se me iba a salir por la boca. En mi mente mil veces me había imaginado el encuentro, de mil y una formas, pero jamás con lo que me enfrenté. Su mirada su mirada era fría, apenas me brindo un hola sin tocarme, sin besarme la mejilla nada. Respondí con un "hola" apenas audible. Y siguió el camino detrás de su madre, saludando al resto de la familia.
Pensé que lo hacia para despistar a Helena, pero con el paso de los días me di cuenta que pasaba de mi completamente. Desesperadamente buscaba señas, pistas que me indicaran lo contrario, pero nada. Todo en él era indiferencia. Se había convertido en alguien completamente ajeno a mí ¿Lo hacía como un castigo? ¿Como una venganza por lo vivido? Era como si fuera otra persona. La pérfida Bruja lo había conseguido, había extirpado el corazón de su hijo y se lo había devorado. La odié, profundamente, como nunca lo había sentido por nadie ¿Cómo era capaz de venir a refregarme en la cara, su triunfo? ¿Acaso estaba loca?
Y odié a Cano ¿Cómo se prestaba para esto? ¿Acaso era una prueba hacia su madre, para demostrarle que yo no le importaba?... Lo odié intensamente miento quería, pero no podía odiarlo, por que lo amaba y aunque tenía conciencia de la imposibilidad de un nuevo encuentro necesitaba ver en sus ojos a mi compañero pero no veía nada, solo distancia e indiferencia.
Ni un solo gesto en mi rostro volvió a delatar lo que sentía, pagué su descaro con la misma moneda. Ese "hola" era la única palabra que nos dirigiríamos en una semana. Evitaba cualquier tipo de contacto con ellos. Pero Helena, machaconamente insistía en buscarme conversación, no de lo acontecido, pero sí de lo bien que estaba, de lo feliz que se encontraba. Yo no despegaba mis labios y a la mínima pausa que hacia en su absurdo parloteo, me retiraba sin llamar la atención. Sola en mi pequeña habitación, descargaba mi furia y mi impotencia. Pero no saldría huyendo, no les daría ese placer.
Las pesadillas invadían mis sueños, los veía riéndose a carcajadas en mi rostro, burlándose, veía como disfrutaban del daño que me estaban haciendo y cuando despertaba la sensación no me abandonaba él debería haberse negado a venir, debería haberse rehusado a participar de esta farsa. No era necesario jugar estos estúpidos papeles.
Fue una noche, cuando la familia preparó un asado, todos estaban muy animados. Los hombres habían sacrificado un cordero en el antiguo corral. Los más pequeños estaban emocionados con la muerte del animal, mientras que otros prefirieron no presenciar el sacrificio para disfrutar del festín. Se conversaba animadamente alrededor de la parrilla y en los otros rincones de la casa. Todo era movimiento y armonía. Sentí por un instante que el tiempo volvía atrás, que nada había sucedido, que todo estaba en orden, que podía estar en paz nuevamente Hasta que escuche su horrible carcajada, la Bruja reía a destajo, entre un grupo de personas donde se encontraba Cano, que no se le había despegado en todo el tiempo que llevaban en la casona.
- Mi hijo es un cielo, siempre esta preocupado de mí. Creo que soy la envidia de cualquier madre.- y volvía a reír estruendosamente, los que estaban a su alrededor celebraban todo lo que decía. Me di cuenta que Helena estaba bebiendo bastante y que Cano se preocupaba de mantenerle la copa siempre llena. No soportaba verlo tan servil, más aún, no soportaba verlo como se divertía con ella.
Cerca de las 11 de la noche me escurrí hacia mi habitación, desde donde se escuchaba algo del ruido de la fiesta familiar que continuaba, pero no lo suficiente para evitar que me durmiera.
Un ruido sordo, un golpe en la ventana, me despertó de improviso. En la oscuridad, por unos segundos perdí completamente la orientación, no sabía donde estaba. Una risa sofocada de mujer me trajo nuevamente a mi pequeña habitación de la casona. No quise prender la luz y solo atine a mirar el reloj, eran cerca de las tres de la mañana. Ahí caí en cuenta que el ruido de la celebración ya no estaba. Una nueva risa sofocada, me hizo pegar la oreja a la ventana.
Hace tiempo que no essstaba tan borrrracha , no quería causar mala impresssión a nuestra querida familia.- era Helena que arrastraba sus frases con ironía. Otro golpe a la ventana y más risas.- ¡Ups! Apenas me puedo sossstener.- nuevas risas salían de su horrible boca.
Silencio, mamá, no querrás que nadie nos descubra ¿verdad?.- era Cano. Me quede en estado de shock ¿Por qué estaba con su madre a esa hora y en esa parte de la casa? ¿Por qué se escondían? Y la duda se clavó en mi mente. Empecé a reconstruir la tórrida historia. El comportamiento de ella, viéndolo de otro punto de vista, no era el de una madre protegiendo a su hijo, era el de una mujer alardeando de su amante. Las piezas empezaron a ordenarse en mi cabeza. Y la conducta de él su desinterés total por mí todo coincidía. Sudaba copiosamente, pero no me despegaba de la ventana, para escuchar cualquiera otra pista que me confirmara las sospechas.
Vamos a los corrales, ahí podremos estar tranquilos.- escuche que le decía a Helena.
Sssi, ya no aguanto un minnnuto másss sin poder tocarte.- no podía dar crédito a lo que escuchaba, era cierto, esa despreciable Bruja se acostaba con él. Escuche como se alejaban y automáticamente me levante de la cama, tenía que seguirlos, era una urgencia que me apremiaba, tenía que verlos. Ni siquiera me vestí, ni me puse zapatos. Salí sigilosamente de la casa solo con la camisa de dormir, todo el resto de la familia dormía. El frío de la madrugada hizo que la piel se me erizara, pero la cara me ardía, sentía que la tenía en llamas.
Me acerqué silenciosamente por el sendero hacia los corrales, empecé a escuchar sus voces, me aproximé más hasta que los vi. Cano me daba la espalda, ella estaba de frente. En una de sus manos tenía una botella que ya estaba medio vacía y con la otra se aferraba al cuello de mi primo y lo besaba furiosamente. Las lágrimas salían a raudales de mis ojos pero no me moví ni un centímetro. Soltó la botella que cayó al suelo sin romperse, pero gran parte de su líquido se derramo en la tierra. Seguía besándolo y gimiendo a la vez, mientras que con sus manos le tocaba el cuerpo descaradamente. Cano la dejaba hacer, sus brazos que habían estado inertes se posaron sobre los hombros de su madre y la separo de él lentamente.
- ¿Recuerdas mamá, que cuando mi padre nos dejo, acostumbrabas a ponerte en el umbral de la puerta de mi habitación y te masturbabas?.- ella tratando de conservar el equilibrio respondió positivamente.- Quiero que te tumbes en el suelo y lo hagas para mi. Deseo que te masturbes duro y cuando estés a punto de correrte me avises.
La maligna Bruja se relamía mientras obedecía sin protestar la petición de su hijo. En forma desarticulada, por la borrachera, se tumbó en el suelo y empezó a masturbarse. La excitación ya la tenía muy húmeda y prontamente metía varios dedos en su encharcado coño, mientras abría la boca la máximo y respiraba agitadamente. Él solo se limitaba a mirarla.
- Hijo, haré lo que quieras. Conmigo no necesitarasss ir detrás de ninguna cría inexperta como la essstúpida de tu prima. Yo te lo daré todo y viviremos como antes, solos tú y yo, por siempre, mmmmm fue ella la culpable de tu encierro si no te hubierasss alejado de mí aaahhhh- su cuerpo se contorsionaba en el suelo.- ¿Hasss notado la cara de mossssca muerta que pone Nina, para llamar tu atención? ¡Esss patética!.- y se reía, sin dejar de pajearse.
Si hubiera podido la habría matado ahí mismo. La habría destrozado. Ahora comprendía que ésta era una historia antigua. Yo había llegado a robarle el trono. Todo se había desencadenado por la obsesión que tenía hacia su hijo desde hace años. Sus quejidos me sacaron del trance.
-Mmmmm aahhh hijo essstoy apunnnto ¡Ven y cógeme!- al decir esto separó al máximo sus piernas, ofreciendo su coño y apretándose las tetas con fuerza.
Él se acerco y se hincó entre las piernas de Helena. Ella boqueaba como pescado fuera del agua, a punto de lograr el orgasmo, esperando la verga de su hijo dentro de sí.
En su frenesí no se dio cuenta que él sostenía algo entre sus manos. En su frenesí no se dio cuenta de que era una gran piedra. En su frenesí, no alcanzó a notar que de un preciso golpe, su hijo, le había partido la cabeza. Ya la oscuridad la envolvía cuando los grandes charcos de sangre que manaban de su crisma se mezclaban con la sangre del cordero que habían sacrificado para el festín.
No podía reaccionar, el pánico inmovilizó mis piernas, que no respondían a las órdenes de mi cerebro. Vi sus ojos, los ojos de Cano sobre los míos. Intenté correr, pero ya estaba sobre mí y con diestros movimientos me inmovilizó y puso una mano sobre mis labios para evitar mis gritos que ahora pugnaban por salir. Pensé que sería mi fin, me imaginaba compartiendo la oscuridad con Helena.
- Nina Nina, cariño.- me decía en tono sereno.- Ella no merecía vivir, era una mala persona, siempre lo fue.- hablaba con una tranquilidad que me sobrecogía.- Hizo cosas terribles. Nunca nos habría dejado tranquilos. Nunca.
Me encontré con sus ojos, era él nuevamente, no había rastros de frialdad en su rostro. Era nuevamente el niño, el joven el hombre del que estaba enamorada. Soltó la presión de su mano en mi boca y automáticamente mi lengua lamió su palma, recorrí sus dedos, los chupe. Miraba sus ojos y como esa sonrisa de ángel volvía a instalarse en su rostro. No fueron necesarias más palabras, ni explicaciones. Nuestros cuerpos se desbordaron como un caudal, un caudal que había esperado todo un año por volver a encontrar su cauce natural. Su olor, su sabor, era un manjar divino. El calor de nuestros cuerpos amenazaba con incendiar la noche. Todo el dolor quedaba atrás, toda la tristeza se desvanecía, toda la frustración se evaporaba. Y nuestro único y último enemigo, yacía inerte en el antiguo corral.
Cuando lo sentí llenarme toda, supe que lo nuestro no acabaría nunca. Cuando sentí sus caderas moverse al mismo ritmo que las mías, confirme que nada ni nadie nos podría separar. Nos amábamos con furia pero en silencio, como queriendo sellar el pacto que había comenzado ese amanecer del verano pasado. Sus embestidas eran cada vez más salvajes, mi espalda se arqueaba de placer sobre la tierra, mi cabello se expandía y enredaba en la maleza. Y la gran explosión nos vino, fue tan intensa como dolorosa.
- Te dije que volvería por ti.- me dijo mientras recuperábamos el aliento. Me tomó en brazos y me llevó hacia la casa, que continuaba en reposo, inocente a todo lo acontecido. Me beso y me dijo que no me preocupara por nada, yo solo tenía que ir a dormir, él se encargaría de todo. Obedecí con el corazón lleno de dicha, sin una pizca de remordimiento, ni miedo.
Todo se desencadenó muy rápido. La policía llegó muy temprano a la casona, traían la noticia de una tragedia. Se había desbarrancado la camioneta que pertenecía a Helena, en el camino hacia el pueblo. El vehículo se había incendiado con un cuerpo dentro. Las declaraciones de gran parte de la familia confirmando el estado de intemperancia de Helena la noche anterior. Todas las pistan apuntaban a que, cuando todos dormían, Helena había salido en le auto. El caso fue cerrado como un accidente provocado por el alcohol. Durante el funeral, en ningún momento solté se mano, en ningún momento nos separamos. Unidos, a la vistas de todos, por el dolor que ironía.
Y nuevamente el amanecer.