La noche
En un principio, lo que prometia ser una larga y calurosa noche de insomnio se vera interrumpida por la visita de un desconocido complaciente que dejara a la protagonista sumida en uno de los mejores sueños.
Miro el reloj. Mañana tenia que madrugar. Le inquietaba el saber que dormiría poco. Pero cuanto mas pensaba en que tenia que dormir, menos lo conseguía.
Era una noche muy calurosa. El calor estaba adherido a su cuerpo. Convirtiéndolo en un objeto pesado.
Como remedio se levanto a oscuras y se despojo de su camiseta, que utilizaba como pijama y de su ropa interior, volviéndose a acostar.
Se cubrió con la sabana.
Una vuelta, otra, Volvió a mirar el reloj. Había pasado ya casi una hora desperdiciada de su valorado descanso. Sentía la sabana como una segunda piel adherida a su cuerpo sudoroso. Mañana la jornada sería dura.
Empezaba a clarear. Una suave brisa se abrió paso por su ventana aliviándole el rostro. Decidió desprenderse de la sabana y explayarse cómodamente en su cama.
La sensación fue placentera. Después de haber pasado tanto calor le pareció estar en la gloria. La brisa se hizo paso por todos los rincones de su cuerpo, estremeciéndola.
Pensó, pensó, Imagino, imagino,
De entre las sombras surgió un hombre robusto y sigiloso que se apoyo sobre su cama. Fue avanzando lentamente sobre ella desde sus pies, parándose a la altura de su rostro.
Sintió su respiración. Olió su aliento en su boca. Estaba desnudo al igual que ella.
Le beso. Primero un beso distante, un roce delicado y tímido. Notó sus labios húmedos y suaves.
Retrocedió, pero solo una distancia muy escasa para volverlo hacerlo pero esta vez mas intenso. Hizo prisioneros a sus labios con los suyos, liberándolos con su lengua en su boca.
Le agarro de la cara intensificando mas el beso. Su mano resbalo por su cuello, mientras la otra permanecía apoyada sobre la cama.
La trayectoria de su boca se desvió por su cuello. Pequeños pellizcos húmedos lo inundaron, alternados de bocados, en los que sintió cada uno de sus dientes clavados en su cuello. Pero no lo dejo así. Subsano el daño causado pasando su lengua por las huellas de esos dientes.
Fue bajando mas.
Hizo lo mismo con sus pechos. Primero rodeo el terreno de alrededor y poco a poco corono la cúspide, succionando su pezón con la boca.
Apoyo su cuerpo en ella.
Despedía una atracción calida. La textura de su piel le excitaba mas. Notó cada una de sus partes desnudas quemándole el cuerpo.
Una de sus manos huyo de su cuello desplazándose a su entrepierna. Jugo con su bello, para después separarle los muslos y abrirse paso. Le acaricio lentamente aumentando vertiginosamente el ritmo.
Se hizo paso por su abertura. Sintió dos de sus dedos dentro, mientras el final de su mano le golpeaba el clítoris.
Su dedos estaban cobijados en la guarida. Estos se paseaban y flexionaban, tocando con sus yemas las paredes de esa cueva.
La respiración del desconocido baño su cuello y a la vez escucho la voz de su propio éxtasis que gritaba en su interior.
Su sexo se cubrió por un cosquilleo, mas intenso cada vez, Fue alzándose hasta su tripa. Las palpitaciones eran cada vez mas fuertes como si un ser con vida propia luchara por salir.
Durante un instante pensó que su corazón había estallado.
Un escalofrió recorrió su cuerpo, tensionándolo en décimas de segundo, dejándolo agarrotado como si del propio hierro se tratase, para después caer vencido en el mas grande de los placeres.
El siguió allí, a su lado.
Se abrió paso entre sus piernas.
Sus labios todavía latentes de la excitación le acogieron. Se fue adentrando en la cueva, tímidamente.
Comenzó ha inspeccionar la guarida. Primero lentamente sin perder detalle de lo que le rodeaba . Después llegaría al fondo de la misma retornando siempre el camino de vuelta.
Sus cuerpos se detuvieron. Noto la rigidez ardiente de su miembro.
El ritmo de esta danza aumento. Cada vez los pasos eran mas rápidos.
Agarro sus posaderas porque quería que llegara a lo mas hondo de su alma.
Su mente quedó en blanco unos breves instantes. Se había dejado hipnotizar por el hechizo mágico que estaba viviendo.
Su cuerpo quedo sumiso a aquel desconocido.
Su cuerpo se convulsiono para después reposar sobre el suyo, después de haber agotado toda vitalidad, en ese acto.
Siguió notando su respiración entrecortada en su cuello.
Se aparto a un lado.
Cerro los ojos.
La brisa volvió a inundar su cuerpo, aliviándole del ardor sudoroso tan placentero.
Durmió, durmió, placidamente después de esta experiencia,
Este hombre misterioso visita su habitación las noches que ella quiere.
Es el amante complaciente e ideal que siempre acude cuando le necesita.