La noche
La espera terminó, la noche llegó. Solo queda disfrutar.
La noche había llegado. Estaba todo listo. La comida lista, servida en los platos, estos en la mesa de mantel rojo, junto a las copas de vino y de champagne. Rosas y velas adornaban toda la habitación. Realmente estaba nerviosa, sería nuestro reencuentro y tenía que ser perfecto. Todo debía salir bien.
El timbre sonó, allí estaba él. Tan hermoso como siempre. Ese pelo que tanto me encanta a mí, que, a la hora de tomarme puedo agarrar y tironear. Con su altura, que a comparación de la mía, es intimidante, de solo quererlo en solo dos segundos podría estar encima de él. Esos ojos llenos de lujuria, de deseo por tomarme. Entró, sin poder cerrar la puerta, me abrazó, cerró la puerta de una patada.
En un segundo para otro nos encontrábamos en la cama, besándonos. Nuestras lenguas se acariciaban como si no lo hubiesen hecho en mucho tiempo. Sus manos recorrían mi cuerpo aún vestido y las mías agarraban fuertemente su larga melena. Me sentó sobre de él, sobre sus piernas, para luego pasar a desabrochar mi camisa, que rindiéndose simplemente la arrancó, haciendo que los botones saltarán hacia todos lados. De pronto su lengua ya no se encontraba en mis labios, sino que en mi cuello, haciendo marquitas y dejando toda su saliva allí. Pero mi sujetador impedía que siguiera con su camino, así que sin esfuerzo alguno, lo sacó, sin que casi me diera cuenta. Me percaté de que lo había sacado cuando sentí su lengua recorrer mis pezones, provocando que mi tanga se empapara cada vez más.
Ya me encontra completamente excitada, no aguantaba más, lo necesitaba dentro de mí. Así que como una nena buena, le saqué la camisa que llevaba puesta. Luego me baje de sus piernas, agarré un almohadón, lo puse en el piso y me arrodille a sus pies. Comencé a lentamente desabrochar el pantalón, el botón y luego el cierre, no podía bajarlo sola. Con ojos suplicantes y un “por favor” me ayudó a bajar el pantalón, pero el bóxer lo dejó. Sabía que era lo quería, su verga estaba dura, pero no había tenido suficiente provocación, así que mi boca se acercó a su bulto. Mis labios y mis dientes comenzaron a acariciar toda la montaña que al sentir el roce reaccionaba cada vez más y más. Él me miraba con ojos lujuriosos a la espera de más, pero no iba a darle todo lo que deseaba todo así de rápido, así que seguí, así como venía pasándole la lengua de vez en cuando. Mis manos fueron al elástico del bóxer jugueteando lo bajaba y lo subía, hasta que lo desesperé, sus manos fueron a las más apretándolas y bajando, junto a las suyas, el bóxer.
Ahí se encontraba la verga más rica que me había comido, y estaba lista para mí. Pero el dueño de esa verga súper dura, lista para penetrarme, tenía otros planes. Diciéndome que tenía prohibido usar mis manos, llevo sus manos fueron a mi pelo que estando suelto lo sujeto en forma de coleta, dirigiendo mi boquita a su riquísimo falo. Mi cabeza era dirigida por sus manos, hacían entrar y salir ese gran trozo de carne, el cual llegaba al fondo de mi garganta, provocando leves arcadas. Esto lejos de molestarlo lo excitaban cada vez más. Mi cabeza se movía cada vez más rápido ya sin necesidad de sus manos, notando esto, sus manos pasaron a apretar y retorcer mis pezones. Chupé con más fuerza sintiendo que estaba por acabar. Pero no era lo que quería…
Tomó mi cabello y alejó mi boca de su verga, haciéndome levantar. Me recostó en la cama, su boca se comió a la mía, su lengua comenzó a bajar por mi cuello, llegando a mis pezones. Donde los mordió, chuponeó. Mientras su boca mordía con lujuria, su mano apretaba y estiraba mi pezón izquierdo. Así hasta que lo dejo empapado por su saliva y el otro rojo y duro por sus apretones, decidió cambiar. Ahora su boca mordía y babeaba mi pezón izquierdo y su mano apretaba y estiraba mi pezón derecho. Una vez completamente duros, siguió bajando, pasando la lengua por mi estómago llegando al borde de mis pantalones, que aún seguían puestos. Desabrochó el pantalón lo sacó de un solo tirón, dejándome solo en tanga. Continuó bajando con su lengua hasta llegar a la tanga, que estaba completamente empapada. Sus dientes y lengua rozaban en mi intimidad provocando que de mi boca se escaparan unos gemidos. Necesitaba más, tanto yo, como él. Él buscaba obtener todo el placer que pudiera darle, porque era suyo, le pertenecía. Corrió la tanga y empezó a dar lengüetazos por toda mi conchita empapada. Su lengua se movía cada vez más rápido, mis gemidos aumentaban, al igual que mi respiración. Suplicante pido más, pido permiso para acabar, estoy muy cerca, lo necesito. “Sí, pequeña puta, dámelo todo” es su respuesta, mi cuerpo se suelta convulsionando, en ningún momento dejo de sentir su lengua acariciándome.
Una vez que mi cuerpo termina de contraerse por el exquisito orgasmo que le acabo de dar, siento su verga completamente dura en la entrada de mi concha. “¿Estas lista, pequeña?”, me preguntó acariciando mi conchita de arriba abajo, con su riquisima verga, nuevamente súper excitada le respondí “Sí, Papi, soy toda tuya”. De un solo empujón su verga entró completamente en mi ser. Espero dos segundos y comenzó a realizar un vaivén, lento, pero duro. A medida que sentía que su verga se acomodaba en mí, iba cada vez más rápido. Sus manos apretaban y estiraban mis pechos, los mordiscos también llegaron a ellos. Su verga entraba y salía de mí cada vez dándome más placer, otra vez al borde del orgasmo. Gemidos y palabras de pura sumisión escapaban de mi boca en modo de súplica, “Sí, Papi, por favor, dame tu lechita, quiero que me llenes toda”. Dos segundos más tarde de mi boca volvía a salir la súplica de permiso, “Papi, ya no aguanto, por favor, lléname toda”. Sus movimientos comenzaron a acelerarse, iba cada vez más rápido, hasta que en un jadeo me dijo “Ahí va, pequeña, ahí tienes tu premio, preciosa, acaba para mí”.
Rendidos caímos a la cama. Agitados nos abrazamos y nos besamos, satisfechos por esa gran cogida. Descansando en la cama, le digo en broma “la comida ya se debe haber enfriado” y él, tocándome la concha, toda empapada por mis fluidos y los suyos, me responde “No, pequeña, todavía, no”.