La Noche (2)
Llegamos al hotel, otra sorpresa, ella también tenía reserva...
Llegamos al hotel, otra sorpresa, ella también tenía reserva, nosotros ya teníamos nuestra tarjeta perforada, ella aún tenía que registrarse, así que fuimos subiendo, en el ascensor mi Amo volvió a besarme, pero esa vez no consiguió el efecto de siempre, era como si cada beso me acercara más a lo que tanto temía. Llegamos a nuestra habitación, cuando traspasé la puerta me temblaron las piernas, me giré y abrazándole sólo pude decir "por favor"
Me miró con una suave sonrisa, pero sus manos eran firmes, me empujó hacia el interior, fue entonces cuando me ordenó que me sentara en esta silla que ya me es tan familiar y que a la vez me resulta tan incómoda, porque no es la primera vez que estoy sentada en ella sin saber que va a pasar.
Escuché la voz de ella, le llamó por su nombre de pila, él le dijo que salía en un momento, acto seguido me hizo prometerle que no me movería de mi sitio, asentí nerviosa, esa vez tampoco sé cuánto tiempo pasó, debieron ser unas dos horas, porque aún no había salido el sol cuando escuché aliviada el sonido de la tarjeta abriendo la puerta, mi alivio duró poco, volvían los dos, llevaban puesto un albornoz y era evidente que habían tomado un baño porque él olía a sales aromáticas e incienso, ella llevaba una fuente con trozos de fruta que obviamente ya había sido tocada porque quedaban sólo unos restos.
Él quitó la colcha de la cama, retiró un poco las sábanas y dejando el albornoz en el suelo se tumbó en la parte de ella que me quedaba más cerca, ella hizo lo mismo, quedando a su espalda mientras los dos me observaban, él hizo un gesto con la palma de la mano para que me acercara, me arrodillé junto a la cama, me preguntó si tenía hambre, le dije que tenía sed, ella le pasó un vaso de agua que bebí sin tocar el cristal, escuché "despacio ", luego le fue pasando trozos de fruta que él iba introduciendo en mi boca, era un alivio sentir algo dulce y fresco, comenzaba a relajarme cuando vi que lo siguiente que tenía delante era un collar, de piel, con remaches metálicos y una pequeña cadena colgando de él, me lo colocó despacio y cuando lo tuve puesto sonrió satisfecho, después arrojó una almohada en el suelo y me ordenó que me tumbara, el suelo era de madera, pero estaba algo frío y yo seguía con el vestido negro de tirantes puesto, me colocó la colcha encima y sin mediar palabra, apagó la luz, pero pude ver como ella se acurrucaba en sus brazos y se quedaban dormidos un poco antes de que a mí también me venciera el cansancio
No sé cuantas horas dormí porque cuando desperté las cortinas estaban corridas, sólo una fina línea de luz se filtraba por ellas, dando a la habitación un aire relajante, me incorporé, la cama estaba vacía, las sábanas tan solo un poco movidas, ni un solo sonido, volvía a estar sola, me levanté con el cuerpo algo dolorido por la dureza del suelo, fui al baño a lavarme, había una nota colgada del espejo "Dúchate, tienes ropa para cambiarte en el primer cajón de la derecha, cuando lo hayas hecho, avísanos, sólo tienes que marcar el 413"
Abrí el cajón y encontré una pequeña caja, en su interior sólo había unas braguitas y un sujetador, blancos, de seda, sin encajes ni adornos, delicado y elegante, aquello seguía dándome miedo pero la idea de poder meterme bajo el agua caliente mitigaba todo lo demás, cuando terminé, obedecí, me puse el conjunto y sonreí al mirarme al espejo, lo había elegido él, me venía como un guante.
Me acerqué hasta la cama y mientras retiraba un pelo largo y rizado que obviamente no era mío, levanté el auricular mientras tiraba el cabello al suelo con desdén, la voz que contestó no era la que yo esperaba, era la pareja, el que había desaparecido la noche anterior, iba a preguntarle si sabía de qué iba toda la historia, pero sólo dijo "van hacia la habitación, relájate" y colgó.
La puerta se abrió casi de inmediato, entraron los dos, ya vestidos de calle, él en vaqueros con una fina camiseta, ella con falda y camisa, aproveché la cordialidad con la que me saludó para decirle que ya era hora de que me explicaran qué estaba pasando, al instante cambió su expresión y una fuerte bofetada me devolvió a la realidad de lo que pensaba que ya había terminado, "- Deja de hacer preguntas estúpidas! y añadió sonriendo "qué bien te queda" mientras me hacía girar sobre mi misma.
Ella comenzó a desabrocharse su blusa, yo seguía inmóvil en la entrada de la habitación, mientras él se encendía un cigarrillo y sentándose en un sillón me ordenó que la ayudara. Me acerqué despacio y sin mirarle a la cara fui terminando lo que ella había empezado, por el rabillo del ojo podía ver una sonrisa, después la falda, un botón lateral, la cremallera, al caer la prenda al suelo fue cuando me di cuenta de que íbamos vestidas exactamente igual, sólo que ella llevaba una pequeña estrella de brillantes colgada en el centro de su escote y yo un collar con la pequeña cadena.
Seguí de pie en silencio, esperando instrucciones, ella también permanecía callada, mirándome, su expresión se tornó burlona cuando él se acercó a ella por la espalda y le besó el cuello, siguió por su hombro, cambiando para hacer lo mismo en el otro lado, entonces la empujó despacio hasta que ella estuvo de rodillas ante mí, sacó de un cajón una fusta de piel, negra, y me la ofreció, "- Es que no piensas hacer nada? Vas a dejar que se salga con la suya?"- Le levantó las muñecas hasta que sus brazos quedaron en cruz, el primer golpe fue muy suave, a la altura de las costillas, mi Amo chasqueó la lengua, me quitó la fusta de la mano y en movimiento rápido me sacudió un golpe en la espalda "- Creí que tenías sangre en las venas!", le miré furiosa y una vez la fusta estuvo de nuevo en mi poder, no tuve compasión, estaba algo cansada, confundida y aún no sabía qué había ocurrido la noche anterior cuando me dejaron sola, las imágenes de ellos juntos vinieron a mi mente y exploté, cada golpe era más fuerte que el anterior, en las costillas, la espalda, los pechos, al principio ella sonreía, y cuando lo hacía más crecía mi rabia y más fuerte le pegaba, hasta que mi amo me cogió por la espalda "- quieta quieta " mientras reía suavemente, divertido, me dio un beso en los labios y me ordenó que me sentara, por un momento temí que le fuera a dar a ella la oportunidad de devolverme los golpes, pero lo que hizo fue aún peor, la ayudó a levantarse y le preguntó si estaba bien, ella asintió y seguidamente le besó, aparté la mirada, cuando volví a fijarme en ellos, él le estaba besando los pechos a la vez que le desabrochaba el sujetador, siguió bajando hasta dejarla totalmente desnuda, la acompañó hasta la cama y la tumbó con mucho delicadeza, luego se quitó la ropa y se tumbó también desnudo a su lado, me hizo una señal para que me acercara, me arrodillé junto a ellos, cogió la cadena y guió mi cabeza hasta su polla que estaba ya totalmente erecta, mientras comenzaba a lamerla despacio, él jugueteaba con los pezones de la que para mí seguía siendo una intrusa, ella gemía levemente y advertí que eso a él aún le calentaba más, sentí rabia al recordar que a mí jamás me dejaba emitir ningún sonido, su mano se apoyó sobre mi cabeza haciendo que mi boca se llenara por completo e indicando que chupara más rápido, sentí algo de emoción al pensar que por mucho que estuviera ella allí, él iba a correrse en mi boca, me hacía pensar que aún tenía cierto poder, pero mientras rondaba esa idea, me apartó bruscamente, respiró hondo, se levantó y se encendió un cigarrillo mientras, señalando con la cabeza, me indicaba que ahora era el turno de ella que ya había abierto las piernas sonriendo.
Él sabía que yo nunca había hecho algo así, no tenía experiencia con otras mujeres y mucho menos de lamer un coño como el que tenía delante, pero como no, él me ayudó, me puso de rodillas frente a ella, tiro de sus piernas hasta tenerlo delante, le dije que no podía hacer eso, pero cuando pasó su mano por mi entrepierna y notó la humedad de mis bragas dijo "-hazlo zorra, sabes que en el fondo te mueres por hacerlo", así que comencé a pasar la lengua despacio, primero por su clítoris, bajando hasta la entrada, subiendo, bajando, suavemente, no parecía estar haciéndolo mal porque ella reaccionó con suspiros que cada vez se hacían más intensos, cuando parecía que iba a correrse por sus movimientos, él me apartó, le hizo levantarse y ponerse junto a él, mientras volvía a meterme toda la polla en la boca él comenzó a jugar con sus dedos entre las piernas de ella, algo ligero, entendí lo que estaba pasando, se estaban calentando los dos y yo era un mero objeto para lograr su objetivo, cuando ella le pidió que parara o acabaría corriéndose, él saco su polla de mi boca ordenándome que no me moviera de donde estaba, ella ya se había colocado a cuatro patas sobre la cama, expuesta y totalmente abierta, él se colocó detrás y sin dejar de mirarme empezó a penetrarla despacio, embestidas suaves e irregulares, de vez en cuando él cerraba los ojos y yo aprovechaba para verle la cara a ella, también los tenía cerrados, con una expresión de placer que hizo que se me girara el estómago, ella permanecía en silencio, sólo roto por sus suaves gemidos, pero él hablaba, le preguntaba si le gustaba, le ordenaba que girara la cabeza, que bajara un poco más, palabras que me hacían daño por lo familiares que me resultaban y a la vez no podía dejar de mirar, estaba fascinada por todo lo que estaba ocurriendo.
Dando un par de empujones más sacó su polla de ella y le pidió que se diera la vuelta, ella obedeció quedándose frente a él abriendo de nuevo las piernas, él se colocó encima y en un ágil movimiento volvió a estar dentro de ella, no pude evitar que la duda de si ya lo habían hecho antes me asaltara, pero seguía ahí inmóvil, notando como cada vez estaba más y más mojada a mi pesar, odiaba lo que estaba pasando, ¿cómo podía estar a punto de tener un orgasmo sólo ante esa visión?
Los movimientos de sus caderas comenzaron a ser cada vez más intensos y rápidos, ella levantó la cara, tenía la boca semiabierta, él terminó de abrirla besándola, incluso pude ver sus lenguas entrelazadas unos segundos, cuando se separaron ella susurró que iba a correrse, él aceleró el ritmo con más fuerza y levantó la cara para no perderse detalle de sus reacciones, no tardó ni medio minuto, sentí envidia del placer que ella estaba experimentando en ese momento, sabía muy bien lo que era estar en su lugar
Nada más terminar, él apoyó una mano en la mejilla de ella introduciendo la punta de dos dedos en su boca y apoyado entre el hombro de ella con parte de su cabeza en la almohada, me miró, esbozó una leve sonrisa, sin dejar de moverse, en ese momento fue cuando le pedí que me dejara tocarme, mi dignidad en esos momentos había caído en picado, no podía evitar estar tremendamente excitada, un leve roce habría bastado para que me corriera, pero se me negó el permiso mientras mi Amo se sacudía sumido en un intensísimo orgasmo.
Estuvieron quietos unos instantes, ella le acariciaba el cuello, él me acariciaba el pelo y sonreía, la primera en levantarse fue ella, eso nos dejó solos en la habitación mientras oíamos correr el agua en el cuarto de baño, mi Amo se apoyó en un brazo y acercó su cara a la mía, volvió a besarme, yo tenía los ojos cerrados, estaba avergonzada, rabiosa, y seguía excitada, mi leve rechazo no pasó inadvertido pero sí fue ignorado, sus labios recorrieron mi cuello y volvieron a mi boca, quise creer que me estaba dando las gracias por lo bien que lo había pasado, mi ego me impedía reconocer que el mérito no era mío.
Cuando ella regresó y nos quedamos solas, noté cierto cambio en su forma de mirarme, me recordaba a mi misma, se vistió despacio en silencio, cogió su tarjeta y antes de cerrar la puerta me miró, parecía que iba a decir algo, pero no fue así, la cerró despacio y desapareció, fue en ese momento cuando me fijé en que la estrella de brillantes que llevaba enganchada antes en su sujetador, estaba ahora sobre la mesa
Mi Amo salió del cuarto de baño, yo estaba sentada en la silla, seguía excitada pero empezaba a pensar con más claridad, no sabía que decirle, intentaba buscar las palabras adecuadas cuando él se arrodilló frente a mí, pensé que era pronto para que se dignara a darme el mismo placer que le había proporcionado a ella hacía unos minutos, y no me equivocaba, sacó una venda del bolsillo de su albornoz y colocándomela me dijo que me estuviera quieta