La niña mala y su madre violada
Las travesuras de la hija las paga su madre, y ¡cómo las paga!
(CONTINUACIÓN DE “LA NIÑA MALA Y LA VUELTA A CLASE”)
(ESTE RELATO TRANSCURRE AL MISMO TIEMPO QUE “LA NIÑA MALA Y EL BOSQUE DE LOS SÁTIROS”)
Es un sábado por la mañana cuando Elena, conduciendo su coche, va en busca de su hija Malena con la que ha quedado para recogerla a la salida del instituto al que va a clase de recuperación.
Llegando a la esquina en la que ha quedado con ella, aminora la velocidad del vehículo para verla, pero no la ve, por lo que, al encontrar un hueco, aparca, esperándola.
Dada la hora que es y el calor que hace, no hay nadie en la calle.
Mientras la espera se entretiene mirando los tickets de las compras que ha hecho, levantando de vez en cuando la vista para ver si la ve.
De pronto, se abre la puerta del copiloto y alguien entra, sentándose rápido en el asiento.
¡No es su hija! ¡Es un hombre, el tipo que la violó en su propia casa!
Pega un brinco al reconocerlo e intenta abrir la puerta del vehículo para salir corriendo, pero el hombre la sujeta con una mano por el antebrazo mientras que con la otra la tapa la boca impidiendo que chille, al tiempo que la advierte amenazador:
• ¡Quieta, no te pongas nerviosa y no te pasara nada!
Elena, aterrada, no se atreve ni a moverse ni a chillar, solo le mira con los ojos muy abiertos, y el hombre la comenta, hablando muy despacio:
• Si esperabas a la putita de tu hija, se ha marchado en otro coche. Estarán ahora follándosela por todos sus agujeros, como voy a hacer contigo.
Se detiene, mirándola fijamente desde muy cerca de su cara, y, sacando una enorme lengua, la da un largo lengüetazo en todo el rostro.
• Estás muy buena. Te voy a follar entera.
Deja un instante de hablar para continuar avisándola:
• ¡Quieta, eh! Si te mueves o chillas, te mato. Ya lo sabes.
Quitando la mano de la boca de la mujer, la baja a la falda de ella y, levantándola por delante, observa su tanga, colocando sus dedos sobre él, sobre la entrepierna, y, moviéndolo a un lado, deja al descubierto su vulva, apenas cubierta por una fina franja de vello púbico.
Los dedos del hombre se meten entre los labios vaginales de Elena, sobándolos, y, al encontrar el clítoris, lo masajea con lentos movimientos circulares.
Como ella da un pequeño bote en su asiento, emitiendo un ligero gemido, la susurra al oído:
• Relájate y disfruta. Estás muy buena.
Mientras contempla el rostro de la mujer, su mano en un momento se mete bajo el asiento de ella y, tirando de una palanca, lo desplaza e inclina hacia atrás, colocándolo en una inclinación de unos 45 grados, provocando que ella emita un pequeño gritito, que él, al tapar con su mano la boca de Elena, impide que vaya a mayores, al tiempo que la dice en voz baja:
• Relájate y acabaremos antes, sin problemas y sin que nadie se entere.
Al verla más calmada, la mano del hombre va de nuevo de la boca a la vulva de la mujer, masajeándola en clítoris.
La otra mano del hombre la suelta el antebrazo y empieza a desabrocharla, desde arriba, uno a uno los botones del vestido, abriéndoselo y observando el pequeño sostén blanco que cubre los pechos.
La acaba de desabrochar todos los botones y la abre totalmente el vestido, contemplando extasiado el cuerpo de la mujer. Luego la suelta el velcro que tiene el sostén en su parte delantera, y lo abre, mostrando las hermosas tetas de Elena, no muy grandes y que semejan a la mitad de un coco.
Las observa detenidamente y lentamente lleva el hombre su rostro a un seno de la mujer y le da un suave lengüetazo a uno de sus inhiestos pezones, provocando que Elena dé un pequeño respingo, gimiendo.
Luego otro lengüetazo y otro, para coger a continuación el pezón entre sus labios, y masajearlo con la punta de su lengua. Está así durante casi un segundo para llevar luego su boca al otro pezón, lamiéndolo, mientras la mano libre del hombre se dirige al pecho que ha lamido antes y lo acaricia, lo soba suavemente, cogiendo el pezón con sus dedos y lentamente girándolo un poco en un sentido y en otro, provocando que Elena gima cada vez más, y es que la mujer, en contra de su voluntad, se va excitando más y más.
Respira ahora Elena profundamente y, jadeando y gimiendo, hasta que, de pronto, descubre que viene desde dentro de su cuerpo una fuerte sensación, un placer, que explota en un potente orgasmo, corriéndose en la mano del hombre, al tiempo que chilla en contra de su voluntad, pero el hombre rápido ahoga con su mano en la boca de ella, el chillido.
La mantiene durante unos segundos su boca tapada y, al verla más tranquila, baja su mano a la palanca situada bajo el asiento y lo coloca en posición totalmente horizontal.
Se baja en un momento la bragueta del pantalón, sacándose un enorme cipote congestionado, y, colocándose a continuación bocabajo sobre Elena, la abre de piernas y se lo mete poco a poco por el coño, hasta el fondo, comenzando lentamente al principio a follársela, mediante movimientos de culo arriba-abajo-arriba-abajo.
Se apoya el hombre en sus brazos mientras se la folla para poder disfrutar viendo cómo las tetas de la mujer se balancean adelante y atrás, adelante y atrás, en cada embestida, así como la cara de vicio y placer que pone.
Mantiene Elena los ojos semicerrados, así como su boca, deslizándose su lengua sonrosada entre sus turgentes labios. El terror ha pasado al placer, aunque sin dejar de estar aterrada, pero si no puede evitar que se la follen, al menos lo disfruta.
No pasan ni cinco minutos cuando el hombre se detiene, eyaculando dentro de ella, desmontándola pocos segundos después.
Se sienta en su asiento, colocándose la ropa, y observa cómo Elena, todavía tumbada bocarriba, se tapa como puede con su vestido tanto las tetas como el sexo.
Coge el hombre del suelo el bolso de la mujer y vaciándolo sobre sus piernas, coge la cartera y saca todos los billetes que lleva, guardándoselos en el bolsillo del pantalón. Luego mira el documento identificativo de Elena, se fija en su edad, 32 años, y en su domicilio.
Se da cuenta que la dirección del domicilio que figura en el documento no coincide con la de la vivienda donde violó a la mujer y supone que una es la primera vivienda y otra la segunda, aunque están ambas a pocos kilómetros. Identifica donde está la dirección que está impresa en el documento, dándose cuenta que el automóvil donde se montó Malena iba justamente en esa dirección. Como quiere también beneficiarse a la hija, toma la determinación de ir a su casa a follársela y que mejor que ir en coche, justamente en el de la madre. Así que, levantando el asiento donde está tumbada Elena, la hace pasar a ésta al asiento de copiloto, sentándose él al volante, y pone el coche en marcha, dirigiéndose a la casa.
Elena permanece en silencio, sin moverse del asiento, mientras se abrocha el sostén y los botones del vestido, colocándose el tanga. No sabe dónde van, pero no se atreve a preguntarlo.
Solamente cuando ve el adosado donde vive se da cuenta donde el hombre la ha llevado y, aterrada, mira al hombre, esperando qué va a hacer. Éste, por la mirada asustada que le echa la mujer, se da cuenta que ha atinado, que en esa casa se puede tirar también a la niña mala.
Aparca el coche y, saliendo el primero, coge a la mujer del brazo, sacándola a la calle. Caminan hacia la casa en silencio, él con paso resuelto, mirando hacia todas partes, mientras arrastra a Elena, que no se atreve a resistirse con más fuerza ni a gritar, temiendo que la agreda violentamente.
Al llegar a la puerta el hombre la abre con las llaves de Elena, y, escuchando atentamente, pasa dentro el primero, arrastrando a la mujer del brazo.
Una vez dentro, Elena escucha ruido en el jardín y supone que es su hija, por lo que se suelta del brazo y corre hacia el jardín, encontrándola prácticamente desnuda, con las tetas y el coño al aire, cubierta solamente por una fina capa roja, aunque la mujer en su desesperación por salvarla no se da ni cuenta.
Tira de ella violentamente, al tiempo que la chilla, balbuceando muy rápido:
• Sal, rápido. Vete y no vuelvas hasta que te avise
La empuja hacia la puerta de la vivienda y Malena, aturdida, sin saber qué sucede, se deja llevar hasta que, de pronto, aparece el hombre que, sonriendo amenazante, estira un brazo para cogerla, al tiempo que exclama:
• ¡No, no, que se quede, que se quede con nosotros!
Pero la niña le esquiva y su madre se interpone entre ambos, empujándola hacia la puerta y sacándola de la vivienda a la calle.
Una vez la niña en la calle, Elena cierra la puerta violentamente y aguanta los empujones del hombre que quiere apartarla para abrir la puerta, al tiempo que chilla desesperada un “¡No, no!” de forma reiterada.
• ¡Ostias, quita, coño, puta! ¡Qué se va, ostias, que se va!
Grita furioso el hombre mientras empuja violentamente a la mujer.
Al final la acaba arrojando al suelo y cae bocarriba despatarrada.
El hombre, furioso, al verla así el suelo, abierta de piernas, enseñando las bragas y el vestido abierto por arriba, enseñando el sostén, cambia de objetivo y la dice:
• Tú lo que quieres, puta, es mi polla, sin compartirla con la puta de tu hija. Y eso es lo que voy a darte, polla, polla y polla.
Se agacha y, cogiendo a Elena por las muñecas, la incorpora para, a continuación, agarrarla el escote del vestido y, tirando violentamente, se lo abre del todo, mostrando su pequeño sostén y su tanga, y arrancando todos los botones que rebotan en el suelo.
Chilla la mujer, entre aterrada y excitada, mientras el hombre la despoja a tirones de su vestido, haciendo que ella, histérica, huya despavorida, saliendo al jardín.
Ramón, el sobrino de Elena, que hace unos pocos minutos se estaba masturbando viendo cómo su prima tomada desnuda el sol, permanece expectante en la ventana de su cuarto en el chalet contiguo, sin saber qué sucede y escuchando alarmado las voces histéricas que dan su tía y un hombre, cuando, de pronto observa aparecer a Elena dando pequeños brincos más que corriendo, llevando solo un pequeño sostén y un diminuto tanga que se esconde totalmente entre los dos perfectos cachetes de su prieto culo.
Un hombre aparece detrás de ella y la coge por la parte posterior del sostén, reteniendo la marcha de su tía, pero el sostén enseguida cede y se queda en las manos del hombre, mientras Elena sale despedida hacia delante, medio cayendo al suelo.
Apoyándose en sus brazos, la mujer se queda a cuatro patas sobre el suelo, apuntando con su espléndido culo hacia la ventana donde su sobrino la observa empalmado.
Se incorpora Elena enseguida y corre hacia delante, perseguida de cerca por el hombre, hacia una mesa redonda que hay en el jardín. Logra colocarse con la mesa entre ambos y, mirándole de frente, se detiene, amagando hacia un lado o hacia otro, intentando zafarse del hombre. En cada amago que hace, chilla entre excitada y asustada, bamboleando sus pechos ante la lúbrica mirada del hombre.
Ramón, desde la ventana, no puede creerse lo que está viendo, a su espléndida tía, prácticamente desnuda frente a él, agitando sus hermosas tetas, mientras parece que huye de un semental en celo que desea follársela. Piensa que es un juego erótico el que mantiene Elena con un desconocido.
El hombre empuja violentamente la mesa a un lado y la tira ruidosamente al suelo, dejando desprotegida a la mujer, que, chillando histérica, intenta escapar, pero la atrapa por detrás, cogiéndola por las tetas, y, a pesar de las golpes y patadas de ella, la levanta del suelo y se la coloca sobre los hombros, con el culo de ella hacia delante, perdiendo ella sus zapatillas y quedándose descalza.
Comienza a caminar el hombre con su preciosa carga hacia la casa, a pesar de chillidos histéricos, de los golpes que recibe de los puñitos en su espalda y de las pataletas desesperadas de ella que da al aire.
Levantando su mano, el hombre coge el tanga de Elena y, tirando de él, se lo quita por los pies, dejando su jugosa vulva a la vista del sobreexcitado de su sobrino.
Aunque el hombre intenta entrar en la casa, los movimientos desesperados de la mujer le desequilibran y hacen que la mujer se caiga de sus hombros, pero, antes de que huya otra vez, la sujeta y la coloca a cuatro patas sobre la hamaca donde antes Malena, la niña mala, tomaba el sol desnuda.
Sujetándola para que no escape, la propina un par de fuertes y sonoros azotes en sus nalgas con la mano abierta, haciendo que chille y amansándola, por lo que aprovecha para bajarse el pantalón y el calzón y sacar su enorme cipote erecto.
Ramón, desde la ventana, observa entusiasmado, el culo en pompa de su tía, así como la vulva hinchada entre sus piernas, gozando cuando Elena recibe las fuertes nalgadas y más aún, cuando el hombre descubre su gigantesca verga congestionada y surcada de abultadas venas azules.
¡Se la va a follar ahí mismo, a su propia tía, delante de él, de su sobrino!
Y no se equivoca, porque el hombre sujetando a la mujer con una mano, se coge el miembro con la otra y se lo dirige, no al coño de Elena, sino al agujero de su culo, a su ano, introduciéndolo poco a poco, mientras ella, sintiendo cómo la están dando por culo, chilla y se agita de dolor y vergüenza.
Una vez dentro, sujetándola por las caderas, empieza a moverse el hombre lentamente adelante y atrás, adelante y atrás, follándosela, mientras Elena llora copiosamente sin dejar de chillar y gemir.
Ramón, observando todo desde la ventana, se ha sacado ya su verga erecta y se está masturbando compulsivamente sin dejar de mirar el espectáculo porno de su tía siendo sodomizada y cómo se bambolean sus hermosos glúteos en cada embestida, pensando lúbrico:
• ¡Será puta! ¡más puta aún que su hija! Pero ¡qué culo, qué culo tiene la tía!
El hombre aumenta poco a poco el ritmo, alternando sus embestidas con algún que otro azote en los glúteos de la mujer, que cada vez están más colorados.
Elena, ya sin poder evitarlo, resignada aguanta cómo puede, doblando sus brazos y colocando su cabeza entre ellos, sobre la hamaca, esperando que el hombre finalice de sodomizarla.
Pasan los minutos y antes se corre el sobrino que el hombre que se folla a la tía, aunque éste lo hace poco después.
Una vez hecho la desmonta, y, sin dejar de mirarla el culo, se sube el pantalón y el calzón, cubriéndose al verga que todavía rezuma lefa.
Elena permanece sin moverse, a cuatro patas sobre la hamaca, con los brazos y piernas doblados, y con el culo en pompa. Piensa que ya ha acabado, pero se equivoca, ya que el hombre se acerca a ella y la mete los dedos entre sus labios vaginales, y, alcanzándola el clítoris, se lo masajean con enérgicos movimientos circulares.
A pesar de estar dolorida y humillada, el cuerpo de la mujer reacciona a las caricias que está recibiendo y poco a poco se va excitando, empezando a gemir y a jadear, ante la atónica mirada de su sobrino, hasta que, chillando a pleno pulmón, se corre a lo bestia sobre la mano del hombre.
Éste espera casi un minuto a que Elena se calme, y dándola una palmada en una de sus nalgas, la conmina a que se levante:
• ¡Venga, ponte en pie! ¡Vamos a la cama a follarte!
• ¿A la cama? ¿Pero no es suficiente?
Piensan a la vez tía y sobrino, pero otro fuerte azote en las nalgas de la mujer, hacen que ésta empiece a incorporarse con esfuerzo y dolor de la hamaca, pero antes de que se ponga en pie, el hombre la coge en brazos y la lleva al interior de la casa.
Ramón, disfruta viendo las tetas, el coño y las piernas desnudas de su tía, mientras el hombre la lleva en casa, pero, desilusionado, deja de verla en cuanto entran dentro.
Con Elena pasiva sobre los brazos del hombre, éste recorre la planta inferior de la casa, buscando una cama donde follarse a la mujer y, al no encontrarla, sube por las escaleras al piso de arriba, donde encuentra la cama del matrimonio y deposita encima bocarriba a Elena.
Contemplando el voluptuoso cuerpo desnudo de la mujer, el hombre se despoja de todas sus ropas y, tirando de las piernas de Elena, la coloca con su culo al borde de la cama. Luego coge la almohada de la cama y la coloca bajo los glúteos de Elena, levantando su pelvis. Se coloca entre las piernas de ella y, subiendo una pierna a la cama, coge con su mano su cipote otra vez erecto y, se lo restriega una y otra vez, arriba y abajo, entre los labios vaginales de la mujer, hasta que, encontrando la entrada a su vagina, se lo mete lentamente, disfrutando de cada momento y sin dejar de mirarla las tetas, el rostro y su sexo.
Su enorme verga congestionada aparece y desaparece dentro de la vagina de Elena, una y otra vez, aumentando cada vez más el ritmo y provocando que las tetas de la mujer se balanceen voluptuosas en cada embestida.
También ella empieza a gemir y a jadear de placer, al ritmo de los gruñidos del hombre al follársela y de los cojones de él al chocar con el perineo de la mujer.
Las manos del él lo mismo la sujetan por las caderas para follársela mejor que la amasan lujuriosos los pechos, cuyos pezones se yerguen orgullos, apuntando al techo.
Después de tan poco tiempo entre polvo y polvo, éste tarda en llegar y, cuando lo hace, provoca un dolor intenso en la rabadilla del hombre, que, una vez ha eyaculado, la desmonta casi al momento.
Viendo que su pene cuelga morcillón, envuelto en esperma, hace que la mujer se incorpore de la cama y, poniéndose de rodillas en el suelo, le limpie la verga con su boca y con su lengua, y eso hace Elena, resignada y exhausta, lamerle con su húmeda lengua sonrosada el espeso esperma que cubre el miembro del hombre e incluso se lo mete en la boca para que con sus voluptuosos labios lo acaricie y arrastre todo lo que lo envuelve.
• Vale ya, puta.
La ordena cuando, después de varios minutos, se cansa de ver cómo saca brillo a su cipote.
Se viste tranquilamente viendo cómo Elena se ha dejado caer bocabajo en el suelo, donde permanece quieta y en silencio.
Antes de salir de la casa, amenaza a Elena:
• La próxima vez quiero también a tu hija. No te olvides. Me la tienes que dar cuando te la pida, ponérmela a mi total y absoluta disposición, y tú estarás también con ella.
Y se marcha de la casa, tranquilamente, sin nadie que le moleste.
Una vez la mujer escucha que se ha ido, se levanta del suelo, dolorida y avergonzada, y se ducha, limpiándose lo máximo que puede, pero en poco tiempo, temiendo que entre su marido o su hija y vean la cama deshecha y su ropa rasgada y tirada por el suelo, y empiecen a hacer preguntas humillantes que Elena prefiere que permanezcan desconocidas.
Se viste y recoge el interior de la casa. Al salir al jardín a por sus bragas y su sostén, todavía está ahí su sobrino Ramón, observando oculto en la ventana de su dormitorio, pero Elena ni levanta la mirada, ni se le ocurre pensar que alguien ha visto cómo se la follaban, bastantes problemas tiene como para preocuparse.
Intenta levantar la mesa, pero está tan dolorida que no lo consigue, dejándola volcada en el suelo, sin darle mucha importancia.
No pasa ni media hora, cuando llega primero su marido que, concentrado como siempre en los problemas de su trabajo, no la presta ninguna atención. Luego, poco más tarde, llega su hija que llama tímidamente a la puerta y es Elena la que la abre, suponiendo que algo más ha debido pasarla, lo que confirma al ver que está completamente desnuda bajo la capa roja que intenta cubrir su hermoso cuerpo.
Se cruzan una mirada de complicidad, dejando que la niña suba corriendo a su cuarto sin que su padre la vea.
Aquella noche, la cena fue delante de la televisión. Madre e hija, calladas, mirándose de tanto en tanto, sin prestar atención al televisor, mientras que el padre, ajeno a lo que ha sucedido, observa con atención un partido de futbol, preocupado solamente en insultar al árbitro y a los jugadores de ambos equipos.
Y es que esta vez tanto madre como hija han sido folladas al mismo tiempo, una en la casa y la otra en el bosque.