La niña mala y las vírgenes
En este relato cuento cómo la niña mala y su amiga Violeta perdieron la virginidad.
Ya habían acabado las clases y salía Malena en compañía de su amiga Violeta del instituto donde estudiaban.
Malena tenía un hermoso cuerpo bien proporcionado, a pesar de que no era muy alta, apenas de un metro cincuenta y cinco. No tenía mucho pecho, pero lo tenía levantado y bien formado, teniendo cada uno de sus senos una forma que recordaba a un coco partido por la mitad. Sus piernas sensuales y torneadas y, especialmente su culo macizo, respingón y con forma de melocotón, la hacían muy apetecible como ya había comprobado en varias ocasiones al sufrir o disfrutar tocamientos y piropos bastante subidos de tono.
Violeta, más alta, llegaba al metro sesenta y cinco, y tenía unas caderas y un pecho bastante mayores que la media, en contraste con su estrecha cintura, siendo una auténtica tentación para cualquier salido que se preciara.
Mientras la primera tenía el cabello negro y más bien corto, la llegaba hasta algo más arriba de los hombros, la segunda lucía una larga cabellera rubia que alcanzaba casi la mitad de la espalda. Los ojos negros de la primera contrastaban con los verdes de la segunda.
Caminaban por la calle conversando animadamente camino cada una de su casa donde iban a comer cuando exclamó de pronto Violeta en voz baja al ver a Merche, una de sus compañeras de instituto, morreando con un chico en un banco cercano.
- ¡Ay, por dios! ¡Ahí está otra vez, la guarra!
Miró curiosa Malena, observando cómo Merche se dejaba meter mano entre las piernas, bajo su falda, mientras la otra mano del joven hurgaba ansioso bajo el polo, sobándola las tetas.
Sabiéndose Merche observada por las dos jóvenes, gimió, suspiró y chilló con fuerza para demostrar lo mucho que estaba disfrutando.
No era la primera vez que Malena y Violeta veían así a Merche, sino que ya era una costumbre encontrársela a la salida de clase en un lugar por donde siempre pasaban ellas. Y es que Merche elegía el lugar a propósito para que la vieran, no solo por morbo sino también para que la envidiaran por tener un macho que la hiciera gozar.
Merche, siempre estaba rodeada de una cohorte de pelotas entre las compañeras de clase, a las que contaba sus supuestas aventuras sexuales con todo lujo de detalles. No estaban en este grupito de pelotas ni Malena ni Violeta a las que Merche llamaba despectivamente “Las dos vírgenes”, expresión que coreaban con entusiasmo toda su cohorte mientras se reían a carcajadas cuando las veían pasar.
Dejando atrás a la pareja, Violeta preguntó a su amiga:
- ¿Lo has hecho alguna vez?
- ¿El qué?
Preguntó a su vez Malena.
- Ya sabes … eso.
Respondió tímidamente Violeta.
- ¿Besarte con un chico?
- ¡Que tonta eres, hija! Follar.
Dijo Violeta esta última palabra en voz muy baja, casi un susurro, a pesar de que no había nadie cerca que la escuchara. Y es que para la joven esa palabra era tabú, una palabra prohibida aunque frecuentemente la tuviera en mente y se masturbara en la intimidad imaginando que jóvenes hermosos y musculosos se la follaban.
- No. ¿Y tú?
Se sinceró Malena mirando a su amiga.
- ¿Yo? ¿Estás loca?
Exclamó Violeta falsamente escandalizada por la simple pregunta y continuó sentenciando.
- Yo llegaré virgen al matrimonio. Solo lo haré cuando me case con el hombre al que ame y no me entregaré a nadie más. ¿Tú no?
- Si surge, ¿por qué no hacerlo?
- No me dirás que serás como la guarra de la Merche que se entrega a todos, delante de todo el mundo y luego se regodea contándolo con todo lujo de detalles.
- No te fíes mucho de ella, que de lo que cuenta a lo que hace, la mitad de la mitad. Seguro que todavía es virgen y alardea de lo contrario para dar envidia a su grupito de arrastradas.
- ¿Qué dices? ¿Crees que miente? Pero ¿no la has visto hace un momento?
- Se habrá montado ese espectáculo para que nosotras lo viéramos pero, cuando ha visto que nos marchábamos y ya no la veíamos, ha suspendido la función. Y, si no me crees, date la vuelta y mira a ver si continúa morreando en el banco. Seguro que ya no está ahí. ¡Es tan puritana como tú!
Violeta, al escuchar a su amiga, se quedó callada pensativa, dudando si Malena estaba o no equivocada, pero no se atrevió a darse la vuelta y desandar lo andado para ver si era verdad, temiendo que fuera a ella a la que se follaran.
Se separaron en el siguiente cruce para ir a comer, aunque ambas se preguntaban si era más placentero follar que masturbarse, cosa que hacían las dos desde hacía años de forma habitual.
Al día siguiente era ya viernes y Merche, a la salida de clase se acercó a ellas y, extrañamente sonriente, las hizo una sorprendente invitación, sorprendente porque ellas no figuraban dentro de su grupito de pelotas. Las invitó a una reunión de “solo chicas” en su casa el sábado por la tarde, aprovechando que sus padres no estaban. No tenían que llevar nada ya que tenía bebida y comida suficiente para que todas merendaran.
La invitación fue tan de sorpresa que las dos amigas no supieron que responder. Dudando las dos amigas, fue Violeta la que, pensando que sería una buena idea no tener a Merche como enemiga, aceptó la primera. Malena, sorprendida de la decisión de su amiga, pensó que quizá fuera divertido ver que tramaba Merche y también aceptó.
La tarde del sábado quedaron las dos amigas en un lugar próximo a la casa donde vivía Merche para entrar las dos a la vez.
Tanto Malena como Violeta vestían falda, polo y zapatos.
Las abrió la puerta Merche, muy sonrientes, avisando a su cohorte con un alegre:
- ¡Ya están aquí, chicas, podemos empezar!
Y es que Malena y Violeta fueron las últimas en llegar, a pesar de que llegaron puntuales, encontrándose con una mesa en medio del salón llena de canapés y refrescos.
En medio de risas y cascarillos, comieron y bebieron todas, y las dos amigas se fueron relajando, participando también, aunque era siempre la anfitriona la que llevaba la voz cantante.
Sin que las dos amigas se percataran, todas las bebidas que las daban contenían disuelta unos extraños polvos cuyo sabor fue enmascarado por el dulce del brebaje.
Poco a poco se fueron entonando y sus carcajadas y voces llenaban toda la casa.
Una mirada cómplice se cruzaban entre la cohorte de pelotas y Merche, sin que las dos amigas, muy drogadas, se percataran.
- ¡Vamos a bailar, chicas!
Anunció Merche al tiempo que ponía música disco a un volumen muy alto, sin que nadie la llevara la contraria y todas se pusieron a bailar, incluidas Malena y Violeta que, con exagerados aspavientos y balanceos, eran el centro de atención.
- ¡Qué bien lo hacéis, chicas! ¡Subíos aquí para que os veamos bien!
Las dijo Merche, arrastrando un par de mesas bajas de madera al centro del salón, y, tirando de ellas, las obligó a subirse encima al tiempo que las soltaba las faldas que cayeron al suelo sin que las dos amigas no solo no hicieran nada por impedirlo sino que, de tan mareadas como estaban, ni se percataron de que ya no las llevaban.
Sobre las mesas las dos amigas continuaron bailando tan frenéticamente como antes, bamboleando arrebatadas las caderas, mientras las otras chicas las aplaudían y se reían de ellas, incluso más de una las tocaba las nalgas y las propinaba azotes.
Acaloradas y sudorosas fue Malena la primera que se quitó el polo y, dándolo vueltas en el aire, lo lanzó al otro lado de la habitación ante risotadas y silbidos. Violeta, viendo a su amiga, hizo lo propio, quedándose las dos amigas en bragas y sujetador, pero, no por ello, dejaron de bailar como si los demonios las hubieran poseído.
Al ritmo de tan salvaje baile las tetas de ambas se balanceaban desordenadas a derecha e izquierda, de arriba a abajo, saltando descontroladas de sus pequeños sostenes, especialmente Violeta que, al tener unas grandes tetas, éstas chocaban una y otra vez con su rostro y con todo lo que estuviera a su alcance, y, si no sentían dolor, era por la cantidad de droga que llevaban encima.
Todavía bailaron enardecidas durante unos minutos antes de detenerse exhaustas y, aunque intentaron continuar, no podían. A punto de caerse agotadas de las mesas, las sujetaron y las cogieron en volandas entre varias, soltándolas el sostén y quitándolas también las bragas y los zapatos, dejándolas completamente desnudas.
Las dos amigas, semiinconscientes, no solo no opusieron ninguna resistencia sino que ni siquiera se dieron cuenta que las habían desnudado totalmente.
Apagando la música atronadora, en volandas las llevaron a otra habitación, donde una gran cama de matrimonio las esperaba y sobre ella las dejaron, tumbadas bocarriba una al lado de otra, completamente desnudas.
Entre carcajadas e improperios, las tomaron fotos y las manosearon, especialmente las tetas y el coño. No faltaron selfies con las tetas, los coños y los rostros de Violeta o Malena.
Con su móvil hizo Merche una llamada con un escueto “Ya podéis venir” y a los pocos minutos ya estaban llamando a la puerta.
Fue la misma Merche la que la abrió, entrando dos jóvenes a la vivienda. Llevaban una media cubriéndoles la cabeza, deformando los rasgos de sus rostros para impedir su identificación.
Ante la expectación de las chicas, entraron al dormitorio donde yacían desnudas y en trance las dos amigas.
Un simple vistazo a las dos bellas y desnudas durmientes fue suficiente para que la polla de los dos jóvenes se congestionara y levantara la parte frontal del pantalón. Aun así, se acercaron a ellas y las sobaron insistentemente las tetas ante la atenta y morbosa mirada de todas las chicas.
Una vez dejaron de sobarlas, se desnudaron al momento y, sonriendo orgullosos, exhibieron, ante las salidas adolescentes, unos cipotes duros y erectos como palos que apuntaban al techo.
Se tumbaron bocabajo sobre Malena y Violeta, entre las piernas abiertas de ambas, y, dirigiendo sus vergas congestionadas a las entradas de las vaginas, las fueron penetrando poco a poco hasta que sus penes desaparecieron dentro, hasta que sus cojones chocaron con los perineos de ellas.
Agitándose levemente y quejándose entre sueños, como de una húmeda pesadilla se tratara, las dos amigas sintieron más que molestias, dolor, al ser penetradas por un rígido y grueso cipote por primera vez en su vida.
Apoyándose en sus brazos, los dos jóvenes incorporaron sus troncos, descubriendo los torsos desnudos de las dos adolescentes, y, utilizando la fuerza de sus piernas, balancearon adelante y atrás sus caderas y glúteos, comenzando a follárselas, lentamente al principio, aumentando el ritmo cada vez más.
Un círculo de morbosas adolescentes rodeo a las dos parejas follando. Era la primera vez para la mayoría que veían en vivo y en directo un polvo. Las tomaron fotos y vídeos, pero nadie se atrevió a distraer o impedir el mete-saca al que estaban sometiendo a las dos hasta entonces vírgenes.
Unas se fijaron en las tetas y en los rostros de las dos compañeras, mientras que otras más en los fuertes glúteos de los dos maromos que se las estaban trajinando.
Entreabriendo los ojos, Malena se dio cuenta, entre los vapores de su semiinconsciencia, de que se la estaban follando, pero, sin poder diferenciar el sueño de la realidad, acompañó irreflexiva las embestidas con jadeos, suspiros y chillidos como había visto en las películas porno, como si fuera ella la protagonista de una de esas cintas.
- ¡Mira como goza! ¡Es una puta!
- ¡Golfa, más que golfa!
Cuchichearon algunas mironas como confirmando lo que todas supuestamente sabían.
También Violeta se espabiló y, miró incrédula, al tipo que se la estaba follando, preguntándose quien era éste y qué hacía aquí. A continuación, bajó su mirada hacia la entrada a su vagina donde un grueso pene aparecía y desaparecía. Durante unos segundos se quedó mirándolo curiosa, sin percatarse exactamente de lo que estaba sucediendo. Volvió a mirar extrañada al rostro del joven que, sonriente, se la estaba beneficiando, y, al sentir, como también ella se estaba excitando, comenzó a gemir, suspirar y chillar por el creciente placer que sentía.
Las enormes tetas de Violeta se bamboleaban desordenadas en cada embestida incrementando el morbo y el placer tanto del follador como de las mironas. Sus pezones empitonados apuntaban al techo emergiendo de unas areolas pequeñas y sonrosadas.
Crujía, amenazando con romperse en mil pedazos, la cama de matrimonio, chocando una y otra vez con la pared, desconchándola cada vez más.
Casi al unísono se corrieron las dos parejas, tanto las hembras como los machos, chillando al alcanzar el clímax. Aun permanecieron con sus penes dentro de las vaginas durante unos segundos, disfrutando del polvo que las habían echado y sin dejar de mirarlas morbosos las tetas y el rostro. Ellas, sin embargo, una vez alcanzado el orgasmo, cerraron los ojos y volvieron al estado de semiinconsciencia que habían tenido antes.
Al retirar los machos sus miembros, los encontraron empapados en sangre, fruto de la pérdida de virginidad de las dos amigas. También las sábanas quedaron manchadas de sangre, sangre que penetró hasta lo más profundo del colchón dejándole con unas marcas imborrables.
Al observar las manchas de sangre sobre las sábanas, algunas chicas se arrepintieron de lo sucedido y temieron posibles consecuencias. Merche, sin embargo, lo único que pensó irritada fue:
- ¡Ostias, me han llenado de sangre la cama! ¡Joder, tendré que quitarlo todo y echarlo a lavar antes de que vuelvan mis padres!
Una vez contemplado extasiadas el espectáculo, la cohorte de pelotas se fue marchando, temiendo quizá que fueran ellas las próximas a las que se las follaran delante de todo el mundo o más bien que lo hecho, la violación de las dos compañeras, trascendiera fuera y fueran perseguidas por la policía.
Merche las acompañó hasta la puerta, amenazándolas más que recordándolas que tenían que guardar silencio y que nadie fuera del grupo se debía enterar de lo ocurrido.
Una vez dejaron solas a las dos parejas y a Merche en la vivienda, los dos jóvenes se quitaron las medias de la cabeza, descubriendo sus rostros, rostros que bien conocía Merche ya que eran los dos con los que solía magrearse a la salida de las clases, aunque nunca había permitido que se la follaran.
Les había prometido dejarles dos vírgenes para que se las follaran a placer y ahora había cumplido, entregándoles a Malena y a Violeta, las dos compañeras de clase más buenorras.
- Os doy media hora para que hagáis con ellas lo que queráis, pero luego me tenéis que ayudar a limpiar todo esto y sacar a las dos furcias de casa.
Les ordenó Merche a los dos jóvenes.
- No hemos acordado nada de limpiar. Solo hemos hablado de follar.
Se quejó uno de los muchachos, pero el otro, más apaciguador, estuvo de acuerdo.
- OK. Media hora y te ayudamos.
Acercándose de nuevo a las dos adolescentes, intercambiaron sus posiciones de forma que el que se había follado a una se colocó con la otra y comenzaron a sobarlas insistentemente las tetas e incluso la metieron los dedos en la boca, jugueteado entre los labios, como si también por ahí se las estuvieran follando, mientras los penes de ambos jóvenes volvían a empinarse y a congestionarse.
Uno de ellos colocó una almohada sobre el colchón al lado de la cadera de una de las chicas y, empujándola, la puso bocabajo con su pelvis sobre la almohada, levantándola el culo y colocándoselo en pompa, de forma que su coño y su ano estuvieran más visibles y expuestos. Comenzó a manosearla las nalgas, propinándola ligeros azotes.
El otro joven, observando a su compañero, lo imitó con la otra.
Subiéndose a la cama, se situaron de rodillas entre las piernas abiertas de las dos amigas y, dirigiendo sus cipotes erectos al acceso a sus vaginas que todavía goteaban sangre, las volvieron a penetrar hasta el fondo, y, una vez dentro, se lo fueron sacando, sacando y metiendo, una y otra vez, follándoselas a un ritmo cada vez mayor, propinándolas entre embestida y embestida, sonoros azotes en las nalgas cada vez más encarnadas.
Tanto ajetreo despertó otra vez a las dos chicas que, chillando, se miraron extrañadas una a otra, como preguntándose qué estaba sucediendo y donde estaban, si todo era real o simplemente un sueño lujurioso.
Agarrando con una de sus manos el cabello más largo de Violeta, el joven tiró de él hacia arriba, levantándola la cabeza, y, sin soltarla, continuó follándosela y azotándola las nalgas como si estuvieran cabalgando sobre una yegua salvaje a la que domesticar.
Los fuertes tirones al cabello de Violeta la hicieron chillar, todavía más fuerte, de dolor, alertando a Merche que, por miedo de que los vecinos llamaran a sus padres o a la policía, recriminó gritando al joven:
- ¡Suéltala, gilipollas, que va a venir la policía!
Y les apremió diciéndoles:
- ¡Id acabando, que van a venir mis padres y hay que limpiar todo esto!
Redoblando el ritmo se corrieron nuevamente los dos maromos pero no pudieron disfrutar mucho tiempo de su nuevo orgasmo ya que Merche, apareciendo por la puerta de la habitación, les apremió nuevamente:
- ¡Venga ya habéis acabado y ahora ayudadme!
Desmontando a las dos adolescentes, los dos jóvenes se vistieron rápidamente y salieron del dormitorio con el fin de ayudar a su alcahueta.
Bocabajo y con el culo en pompa, se quedaron, tanto Violeta como Malena, adormiladas sobre la cama y con cara de satisfacción.
Pocos minutos aparecieron otra vez por la puerta Merche con los dos tipos para ahora limpiar toda señal de lo sucedido en el dormitorio. Esta vez llevaban las ropas que habían quitado a las dos amigas. Lo primero que hicieron fue vestirlas, aunque no por ello dejaron de sobarlas las tetas, comentando entre risas los dos amigos al observar cómo, a pesar de que estaban drogadas, las dos chicas mostraban placer a los toqueteos:
- ¡Cómo van estás! ¡Hasta las tetas!
- ¡Drogadas pero mira lo que las gusta!
- ¡Serían vírgenes pero a partir de ahora serán putas!
- ¡Sí, sí, ninfómanas! ¡Buscarán pollas como putas perras en celo!
Mientras ellos las vestían, Merche retiraba las sábanas empapadas de sangre, observando horrorizada que incluso el colchón estaba manchado de un color rojo inconfundible.
Incorporándolas para ponerlas el polo, fue Malena la que expulsó en un instante chorros ingentes de vomito que pillaron desprevenidos a todos, especialmente a Merche a la que cubrió de la cabeza a los pies, provocando que también está vomitara de asco.
- ¡Aaaagggh, qué aaaaaasssssco!
Gritaron los dos tipos, observando la escena, para a continuación reírse a carcajadas, ahora de Merche que, una vez recuperada, furiosa les echó de la vivienda, obligándoles a llevarse en brazos a Malena y a Violeta.
En el descansillo de las escaleras, los dos maromos, cargando con las adolescentes, se miraron y, sin saber qué hacer con su carga, las dejaron el suelo y bajaron corriendo por las escaleras, marchándose del edificio.
Fueron los padres de Merche los que volviendo a su casa, una hora después, se encontraron a Malena y a Violeta, dormidas y tumbadas en el suelo a la puerta de la vivienda.
La bronca que le cayó a Merche fue de escándalo como la que llegó después cuando los padres de las dos amigas llegaron a recogerlas.
La versión de los hechos que quedó fue que, tanto Malena como Violeta, había bebido demasiado y se habían quedado dormidas en las escaleras cuando se marcharon de la vivienda. Nada más. La violación y la pérdida de la virginidad de las dos amigas se ocultaron como si nunca hubiera sucedido.
El grupo de chicas que seguían a Merche asustadas por lo sucedido se alejaron de ésta que, aislada y marginada, echó la culpa de su estado a las dos amigas, las únicas que ya no eran vírgenes en la clase.