La niña mala y la poesía

Una sesión de poesía en la casa de una de sus amigas empuja a la joven a provocar una situación extremadamente excitante

La protagonista de nuestro relato es Malena, una jovencita que tiene un hermoso cuerpo bien proporcionado en una altura no superior a un metro cincuenta y cinco. No tiene mucho pecho, pero lo tiene erguido y bien formado. Sus piernas son sensuales y torneadas y su culo respingón y con forma de melocotón.

En este momento se encuentra en el patio del colegio donde asiste a clase y está disfrutando de un descanso de media hora entre clase y clase, hablando con su amiga Violeta, cuando se acerca Nines, otra compañera de clase, que las dice:

  • Hemos quedado esta tarde después de clase en mi casa. Mis padres no van a estar y podemos aprovechar para recitar poesías. ¿Os apuntáis?

La sensación que siente Violeta no es precisamente de agrado, como lo refleja su rostro, aunque Malena se limita a sonreír ligeramente, pero Nines insiste, animándolas:

  • ¡Venga, no seáis malas, que ya veréis qué bien nos lo pasamos!

Continuando:

  • Además no iréis a dejarme a solas con Ban en casa, que si se enteran mis padres me matan.

Se refiere a Esteban, un joven de un año mayor que ellas y que asiste a un colegio próximo. A veces se le ha visto con Nines paseando de la mano como si fueran novios.

Y se marcha, dándolo por hecho que van a ir.

  • Nos vemos a la salida.

Responde Malena, y Nines, levantando una mano, se da por enterada,  haciendo que Violeta sorprendida, mire a Malena y exclame:

  • ¿Qué dices? Pero si es un rollo y además va el aburrido del Esteban, que solo hace que mirarme las tetas y tocarme el culo.
  • Por eso vamos a ir, por él. Y ya verás cómo nos reímos sin que te toque nada.

Malena sonríe. Recuerda que a ella también la ha mirado las tetas y la ha sobado el culo, mientras Nines no les vigilaba.

  • Además, pobrecito, su novia le tiene a dieta. Está desesperado por meter su pequeña salchicha en cualquier agujero  de su novia, y ella, que es muy católica, siempre le ha parado en seco, indicándole que esas guarrerías solo se hace cuando estén casados y con la luz apagada.
  • ¿No irás a acostarte con él?
  • ¿Yoooo? ¡Ni lo sueñes!, pero nos vamos a divertir un poco.

Acaban las clases y las tres se encaminan hacia la casa de Nines, que no para de hablar muy animada, ante el silencio de las otras dos que solo asienten de vez en cuando.

Y ahí van las tres, frescas y jugosas, con el uniforme reglamentario del colegio compuesto por un polo blanco, faldita plisada escocesa de cuadros con rayas cruzadas rojas, blancas y negras, así como largos calcetines blancos y zapatos marrones sin cordones.

Nines es un poco más alta que Malena, pero más bien rechoncha y con un cuerpo no tan bien formado, mientras que Violeta algo más alta que las dos, llega al metro sesenta y cinco, y tiene unas caderas y un pecho bastante mayores que la media, un auténtico placer para cualquier salido que se precie.

Es Malena, sin embargo, la que lleva la faldita más corta, dejando al descubierto casi la totalidad de sus turgentes muslos ya que es la misma del año pasado y ha dado un estirón desde entonces, pero sus calcetines blancos bien que los lleva estirados, llegando casi a sus preciosas rodillas.

Nines va en medio, parloteando como siempre, y las dos amigas a su lado, casi sin escucharla, sumidas en sus pensamientos.

Violeta, que conoce a su amiga, no deja de observar lo sonriente que camina, y piensa recelosa:

  • ¿Qué tramará esta Malena?

En la puerta del portal se encuentran con Ban que las espera.

En lo primero en lo que se fija Malena es en la fuerte erección que levanta la parte frontal del pantalón del joven, y piensa sonriendo:

  • ¡Empezamos bien!

Un beso en cada mejilla recibe de Nines y, muy entusiasmado, le da un par de besos también a una horrorizada Violeta que no es lo suficiente rápida para zafarse, pero es Malena la que se adelanta y le da un beso en cada mejilla, mientras su mano se posa sobre el paquete del joven, masajeándolo sin que las dos chicas se den cuenta, pero Ban si que lo aprecia, y sus ojos despiden chiribitas al sentirse manoseado sin ningún recato

  • ¡Vaya pedazo de rabo que tiene el niño!

Piensa Malena, dejando de sobarle el miembro cuando se despega de él.

Nines abre con su llave la puerta del portal, pasando ella la primera y el joven, muy gentil, deja pasar a las otras dos chicas, mirándolas las tetas cuando pasan y las nalgas por detrás.

Violeta, huyendo del joven, se coloca cerca de Nines, dejando a Malena detrás.

Nines en lugar de llamar al ascensor para subir, empieza a subir por la escalera, mientras dice con una risita.

  • ¡Mejor subimos andando, que es bueno para tonificar los glúteos!

Lo que realmente se tonifica es el cipote del joven, que, subiendo el último, mira por debajo de las faldas de las chicas  y observa detenidamente, bajo las finas braguitas blancas, como mueven los glúteos al subir.

Es Malena la que sube delante de Ban, contoneando a cada paso de forma exagerada las duras nalgas, provocando al joven que, incluso agachándose, no deja de observarla las nalgas, comenzando a tocarla ligeramente bajo la falda como si fuera de modo accidental, pero, al no recibir ningún rechazo por parte de ella, cada vez la manosea más, colocando sus dos manos sobre los glúteos de ella, una mano sobre cada glúteo, e incluso entre las piernas, sobándola la cada vez más húmeda entrepierna.

Al llegar al piso donde vive Nines, el sobeteo cesa, retirando sus manos del culo de ella, como si nunca hubiera sucedido nada.

Abre Nines con su llave la puerta de la vivienda y, efectivamente, no se escucha ningún movimiento dentro.

La familia debe ser una maniática de los olores ya que un olor a violetas inunda el recibidor, donde además Nines enciende la radio, poniendo música ambiental, y les dice:

  • ¡Vamos a preparar unos chocolates y los tomamos con unas pastitas que tengo, mientras recitamos poesías!

La joven está acostumbrada a hacer su voluntad, a mandar en su entorno, y los demás no rechistan y la obedecen.

Entran en la cocina Nines y Violeta, quedándose en la puerta de la habitación tanto Malena, como, detrás de ella, Esteban que, desde que su novia ha abierto la puerta a la vivienda no para de sobar el culo a Malena que se deja sin decir nada.

Mientras Nines prepara los chocolates y Violeta la secunda, Esteban, aprovechando que su novia no les mira, se pega por detrás a Malena, sujetándola por las caderas, y presiona con su miembro erecto en las duras nalgas de la joven, que, sin quejarse,  se sujeta al marco de la puerta al ser empujada.

Nines continúa parloteando ajena a lo que sucede a sus espaldas.

Se baja el joven en un instante el pantalón y el calzón por delante, colocándoselo bajo los huevos, y dejando al aire el cipote duro y erecto. A continuación las manos del joven levantan la falda de Malena por detrás, colocando su duro y erecto miembro otra vez sobre las braguitas de la niña, presionando sobre las duras nalgas.

Envalentonado, una de las manos de Esteban sube a un seno de la niña, agarrándoselo a través del polo blanco que lleva.

Al sentir cómo la manosean el pecho, Malena reacciona y rauda se gira un poco agarrando con su mano derecha el miembro erecto del joven y lo separa de sus nalgas, sorprendiendo a Esteban que no se lo espera, y empieza a tirar de él y a empujarlo con movimientos rápidos, una y otra vez, como si se tratara del joystick de un juego de acción, con el fin de masturbarlo.

Esteban, sin osar quejarse, baja su mano del pecho de Malena a su brazo, sujetándolo un poco por si la niña se pasa en su ímpetu y le rompe el miembro.

Todo esto lo contempla Violeta sorprendida, sin decir ni una sola palabra.

Nines en su parloteo insustancial, como Violeta está callada, pregunta a Malena algo, sin volverse a mirarla, y la niña responde con total naturalidad, como si no sucediera nada, pero sin dejar de masturbar con energía al joven.

Justo cuando Esteban empieza a correrse y sujeta la mano de Malena para que no continúe masturbándole, Nines finaliza de preparar el chocolate y, colocando todo en una bandeja junto con las pastas de té, se gira hacia la puerta, portándola.

Aunque de la verga del joven continúa emanando esperma, logra cubrírsela con el pantalón antes de que la vea su novia y se aparta, dejando que ella pase y no observe su grandiosa erección.

Pero Nines se detiene un momento y, olisqueando,  exclama sin mirar a nadie:

  • ¡Qué raro huele! ¡Tendré que echar más ambientador!

Ha percibido el olor a esperma de su novio, pero parece que no lo ha identificado, continuando con la bandeja camino del salón, lo que aprovecha Malena para limpiarse rauda el esperma que cubre su mano con un paño húmedo de la cocina.

Nines, muy solemne, coloca la bandeja sobre la mesa rectangular del salón e invita a que se sienten en las sillas próximas, mientras ella se dirige a un estante en busca de un libro de poesías.

Se sienta rápido Violeta en una silla situada en la cabecera de mesa.

Malena se dirige a un lateral de la mesa y mueve una de las pesadas sillas y se sienta en ella. Como está algo lejos de la mesa la acerca pero, cuando lo hace, levanta el culo de la silla y Esteban, sentado en una silla próxima, mete veloz la mano bajo la falda de la joven, bajándola de un tirón las bragas hasta las rodillas sin que ella pueda evitarlo.

Sorprendida, Malena emite un breve chillido, sin poder evitarlo, pero, por la inercia, se sienta en la silla, encontrándose debajo una de las manos de Esteban. Un nuevo chillido sale de su boca al sentir en su vulva los dedos del joven. De un salto intenta levantarse sin lograrlo al estar tan cerca de la mesa y ser la silla tan pesada por lo que cae nuevamente sobre la mano del joven cuyos dedos se le introducen entre los labios vaginales.

También escucha los chillidos Nines que, girándose hacia la mesa, pregunta:

  • ¿Perdón? ¿Habéis dicho algo?

Como nadie responde ni siquiera mueve un músculo de la cara, es Nines la que se responde a sí misma.

  • ¡Ah, pensaba que me habíais dicho algo!

Y acercándose a la mesa, se sienta en una silla a la cabecera de la mesa, mientras su novio no pierde el tiempo y, ante la pasividad de Malena, la soba insistentemente la vulva.

Mirando a los tres, Nines, como si se tratara de un gran auditorio y ella fuera a dar una sesuda conferencia, hace pausadamente una introducción donde desgrana el contexto histórico y social en el que se escribió la poesía, el autor, el estilo y el tema sobre el que trata la poesía, continuando después a declamar de memoria la poesía.

Mientras tanto ninguno de los tres se atreve a moverse, solamente los dedos de Esteban acarician lenta e insistentemente los labios vaginales de Malena con el fin de masturbarla.

Como Nines se dirige especialmente a ella en su alocución, Malena aguanta estoicamente el manoseo al que está siendo sometida, sintiéndose cada vez más húmeda y excitada sexualmente.

Las bragas de Malena se deslizan cada vez más por las piernas de la joven, hasta caer sobre los zapatos de ella.

Cuando Nines abandona su alocución y fija su mirada en el libro, leyendo en voz alta un texto explicativo de la poesía, Malena, sin poder ya aguantar más, se corre sobre la mano de Esteban a la que ahora sujeta con las dos manos para que no continúe masturbándola.

Los dedos del joven se detienen, sintiendo como se deslizan por ellos los fluidos de la chica, y duda si se ha corrido o se ha meado encima de su mano.

Nines acabada su exposición, mira sonriente a los asistentes, esperando un aplauso y es Malena la primera que rompe a aplaudir entusiasmada y a dar vivas, seguida por los aplausos de Violeta y de Esteban.

Es evidente que los aplausos los dirige Malena al soberano orgasmo que ha tenido.

Muy sonriente, Nines agradece los aplausos y vítores, alentando a tomar el chocolate con las pastas, exclamando sorprendida:

  • ¡Otra vez este olor tan raro!

Ha olfateado el olor que suelta Malena al correrse, pero no parece que consiga identificarlo, aunque se levanta de la mesa y coge de un armarito próximo un spray ambientador, esparciendo el aroma por la habitación.

Al sentarse nuevamente se da cuenta de lo cerca que se encuentran Malena y Esteban, e indica, sin dejar de sonreír, a la niña que se ponga en el otro extremo de la mesa para estar todos más cómodos.

Y eso hace ella, levantándose muy ágil de la silla donde descansa la mano que la ha masturbado, y dejando sus braguitas en el suelo bajo la mesa.

Nada más sentarse en una silla al otro lado de la mesa, estira las piernas para acercar sus braguitas y poder recogerlas, pero, por más que las busca, tanteando con sus pies, no las encuentra. Se quita los zapatos y, solamente con las medias puestas, continúa buscándolas a ciegas, pero, al ver la sonrisa del joven, se da cuenta que él las ha cogido.

Y es ahora, cuando Malena estira sus piernas no para recoger sus braguitas, sino que las dirige entre las piernas del joven, colocando sus pies sobre el pantalón de Esteban, concretamente sobre el enorme bulto que tiene a la altura de la bragueta.

Da un respingo el joven al sentir los pies de Malena por debajo de la mesa, pero enseguida disimula y los sujeta con sus manos.

Flexionado levemente las rodillas, imprime Malena un suave movimiento rotatorio a sus pies sobre los genitales del joven, que enseguida se vuelve a entonar.

Todo esto sin dejar tomar café y pastitas y de escuchar a una Nines eufórica y desatada por la exposición que ha dado sobre la poesía. Pero también Malena, a pesar de masajear el sexo al joven, no deja de parlotear muy contenta.

Violeta, que ha contemplado todo, ya más sosegada también se incorpora a la charla, aunque en menor medida que sus compañeras. Solamente Esteban permanece sin decir nada más que monosílabos de vez en cuando, sonriendo bobaliconamente y con la mirada perdida en el vacío, disfrutando del sobeteo que está dándole la niña a su cada vez más duro y erecto cipote.

Lenta y suavemente los pies de la niña se restriegan reiteradamente sobre el miembro del joven, hasta que después de varios minutos, éste tiene un nuevo orgasmo, pero en silencio, reprimiendo en lo posible cualquier gesto que pueda alertar a su novia.

Malena, al percibir qué Esteban se corre, deja de mover los pies, presionando solamente sobre el miembro para que descargue todo el esperma contenido.

Nines, en ese momento, mira la hora en el reloj de pared y da por terminada la velada, levantándose de la silla para dejar el libro en la estantería.

Malena, viendo que la anfitriona los da la espalda, echa su culo para delante en el asiento para presionar mejor el pene del joven, aprovechando éste para estirar rápido los brazos y quitarla la falda, sin que la niña pueda evitarlo.

Casi se cae Malena del asiento, emitiendo un ligero chillido pero logra incorporarse en el momento que Nines, que la ha escuchado chillar,  se da la vuelta y pregunta nuevamente:

  • ¿Perdón? ¿Habéis dicho algo?

Respondiendo esta vez Esteban que hasta el momento, permanecía callado.

  • ¡Qué ha estado todo muy bien! ¡La poesía, la merienda, todo!
  • Muchas gracias y … muchas veces.

Responde Nines sonriente, y replica Esteban también sonriendo abiertamente.

  • ¡Eso, eso, muchas veces!

En ese preciso momento se escucha que se abre la puerta de la calle y que llegan los padres de Nines, por lo que la anfitriona, saludando a sus padres, sale del salón, seguida muy de cerca por Violeta, dejando solos a su novio y a la niña, que no se han movido de su silla.

Malena, muy cortada y sin saber qué hacer, busca ahora los zapatos que dejó bajo la mesa pero tampoco están. ¡También se los han quitado! Siente cómo su cara se enciende.

Esteban se agacha rápido, mirando debajo de la mesa en dirección a la entrepierna de Malena, a la que coge desprevenida, totalmente despatarrada y con la vulva al aire.

La niña, al darse cuenta, chilla e, inmediatamente, se cierra de piernas, cubriéndose con las manos el sexo.

El joven, luciendo una amplia sonrisa, se pone en pie llevando la falda y las braguitas de Malena en la mano, y la niña, al verlo,  le suplica en voz baja:

  • Por favor, dame al menos mi falda, que no puedo salir así.

Pero Esteban, en lugar de dársela, arroja falda y bragas encima de un armario y la dice:

  • Si las quieres, ya sabes dónde está.

Y sale rápido del salón, dejando sola a Malena, que, desesperada, se levanta veloz de su pesada silla y la arrastra como puede hasta el armario y se sube en ella para coger su ropa.

Escucha cómo tanto Violeta como Esteban se despiden y salen de la vivienda, sin intercambiar prácticamente ni una palabra con Nines o con sus padres. ¡Tienen prisa por irse!

Más prisa tiene ella que, poniéndose de puntillas sobre la silla, se estira para coger su falda y su braguita, pero, en ese preciso momento, entra Nines con sus padres, pillando a la niña desnuda desde los tobillos hasta la cintura, con todas las piernas y  el culo desnudo en tensión y la vulva  asomando lujuriosa entre las piernas.

  • ¡Aaaaahhhhh!

Chillan aterrados los padres de Nines, y ésta, escandalizada, responde chillando a su vez.

Malena, asustada por los gritos, casi se cae de la silla, pero se recupera, y, cubriéndose con las manos el sexo, se gira con la cara roja como un tomate hacia ellos, intentando balbucear una excusa que no encuentra, por lo que se voltea nuevamente y, dando un salto sobre la silla, logra alcanzar su falda, dejando las braguitas arriba.

Un nuevo brinco la lleva al suelo y sale corriendo del salón, sorteando a Nines y familia, camino de la puerta de salida, escuchando a sus espaldas más chillidos.

  • ¡Dios santo! ¿Qué haces? ¡Qué vergüenza!

Sin encontrar a nadie en su camino, abre la puerta y, sin cerrarla a sus espaldas, baja corriendo tan deprisa como puede las escaleras hasta el portal, escuchando voces de la madre de Nines desde arriba.

  • ¡Puta, zorra! ¡Ya verás cuando lo cuente en el colegio, cuando se lo cuente a tus padres! ¡Qué vergüenza, qué vergüenza, dios mío, qué vergüenza!

Angustiada y totalmente avergonzada, se da cuenta, en ese preciso momento que va a abrir la puerta del portal para salir a la calle, que lleva la falda en la mano dejando sin cubrir su sexo y sus nalgas desnudas. Ha perdido las bragas y sus zapatos, pero lo peor es lo que la aguarda, la vergüenza y el escarnio público.

Se apaga en ese instante la luz de las escaleras dejándola al amparo de la oscuridad de la noche.

No abre la puerta y, alejándose un poco de ella para que no la vean, se va a poner la falda cuando alguien por detrás agarra la parte inferior de su polo y tira de él hacia arriba, subiéndoselo.

Sorprendida y chillando histérica, la niña trastabilla y a punto de está de caer, dejando caer su faldita al suelo, y sin poder evitar que la quiten el polo por arriba, dejándola prácticamente desnuda, sino es por sus medias blancas de colegiala.

Sujetándola por detrás por la cintura la levantan del suelo y la llevan hacia un rincón del portal.

Dejándola contra una pared, la cubren la boca con una mano para que deje de chillar, y la amenazan:

  • ¡Cállate, putita, y no te haré daño!
  • Por favor, no me hagas daño, por favor.

Suplica ella, llorando aterrada, cuando aflojan la mordaza sobre su boca y puede hablar.

La obligan a inclinarse hacia delante, apoyándose ella en la pared, y la separan las piernas.

Escucha cómo se suelta el cinturón y el pantalón, dejándolo caer, y manosean su vulva para, en la oscuridad del portal, encontrar la entrada a su vagina y penetrarla.

Siente la niña cómo se introducen dedos titubeantes en su vagina, cómo una verga dura y erecta se restriega por sus nalgas, entre ellas, buscando el lugar para entrar, presionando para penetrarla en el lugar equivocado.

El abrazo sobre sus caderas se relaja y la impaciencia del atacante se hace manifiesta al no encontrar en la oscuridad la entrada a su vagina y follársela, y la niña, aterrada, en un rápido movimiento se escurre como una anguila, soltándose y, ante los improperios del hombre, corre como una loca hacia la luz de la calle, abriendo la puerta del portal y saliendo desnuda a la calle, sin mirar atrás.

¡Corre, corre, niña mala, corre!

En la calle oscura solamente se cruza en su carrera con un hombre de mediana edad que la mira extrañado y observa embelesado y en silencio cómo una adolescente desnuda corre y corre, balanceando sensualmente sus blancos pechos y exhibiendo una entrepierna con un vello muy corto. Y se voltea cuando pasa para observar sus duros y macizos glúteos moverse en cada zancada, y cómo sus piernas pedalean en cada veloz zancada.

La niña no deja de pensar:

  • ¡Ha sido Esteban! ¡Me quería violar! ¡El muy cerdo, guarro, asqueroso, repugnante!

Piensa que era Esteban el que la atacó en la oscuridad del portal, ya que no pudo ver a su asaltante, pero, al salir él el primero, bien que la podía estar esperándola en el portal para violarla.

Delante tiene una calle más iluminada y con gente paseando, pero a su derecha se encuentra el parque, siempre más oscuro y solitario, pero que también le lleva a su casa.

Siendo consciente de su desnudez y no queriendo exhibirla, penetra en la negrura del parque, alejándose de caminos iluminados, y allí escucha resoplidos, jadeos y gemidos que la conducen a un desvencijado y apartado banco, alumbrado apenas por la tenue luz de una vieja y oxidada  farola, donde una pareja está fornicando.

El macho tumbado bocabajo, desnudo de cintura para abajo, penetra a la hembra sin descanso, que, debajo de él, permanece bocarriba con las piernas abiertas, gimiendo y resoplando en cada embestida. Los fuertes glúteos del hombre se contraen en cada acometida, suben y bajan una y otra vez, penetrando a su pareja que está completamente desnuda.

A menos de medio metro de la pareja, varias prendas están desordenadamente tiradas en el suelo. ¡Tanto deseo sentían que se arrancaron las ropas y se pusieron a follar como animales en celo en el primer lugar que encontraron!

Duda Malena qué hacer, si continuar su camino o recoger la ropa, pero no quiere que la vean desnuda por la calle camino de su casa ni que sus padres la vean entrar así en casa. ¡Qué les diría! ¡Qué la harían!

Como la ropa está situada de forma que la pareja no puede verla, a los pies de ambos, Malena muy despacio se acerca, sin hacer ruido, dándose cuenta de la juventud de la pareja.

Entre el montón de ropa observa un polo blanco y una falda del mismo tipo y color que la que ella llevaba ella puesto, como su uniforme de colegiala, así como unas bragas blancas y unos zapatos del mismo modelo.

Extrañada recoge estas prendas y, sin hacer ruido, vuelve sobre sus pasos, escondiéndose nuevamente en la oscuridad.

Mientras se viste observa cómo se follan a la joven, cómo el hombre la embiste una y otra vez, la penetra reiteradamente y la soba y lame las grandes tetazas con fruición.

Tanto el polo como la falda que ha cogido la están grandes, así como los zapatos, pero aun así se pone todo, menos las bragas que la da un poco de reparo y las tira a lo lejos. Puede ir sin ellas, la falda le cubrirá lo suficiente para que nadie aprecie que no las lleva.

Antes de irse, observa cómo el joven detiene sus acometidas, resoplando, finalmente ha tenido un orgasmo.

En ese preciso momento la luz de la farola ilumina las enormes tetas de la mujer, están rojas de tanto sobe, y ¡su rostro! ¡Es Violeta, su amiga Violeta, a la que se acaban de follar! ¡Y es Esteban, el novio de Nines, el que lo ha hecho, el que ha gozado de sus espléndidos encantos!

Todavía con el miembro dentro de su amiga, el joven la mira sonriendo con desprecio y la dice:

  • ¡Ves cómo te ha gustado! No querías al principio, pero bien que te has dejado follar y has disfrutado cómo una auténtica zorrita en celo.

Llora ahora Violeta y articula entrecortada, entre sollozos:

  • Yo no quería. Tú me has obligado ¡Me has violado! ¡Violado!

Esteban se ríe a carcajadas, y exclama:

  • ¡Violeta violada! ¡Qué bien suena, qué divertido! ¡Violeta violada! ¡Violeta violada!

Sorprendida, Malena desea quedarse y ayudar a su amiga pero lleva puestas sus ropas, y, si la encuentra con ellas, querrá lógicamente quitárselas para no ir desnuda por la calle, por lo que discretamente se aleja en silencio de ellos. Además Esteban puede querer acabar con ella la faena que dejó inconclusa en la casa de Nines, y ella, Malena, no está por la labor.

Alcanzando la salida del parque, escucha a lo lejos a Violeta chillar desesperada:

  • ¡Mi ropa, mi ropa! ¡Me han robado mi ropa! ¡Dios mío, dios mío! ¿Qué hago ahora?

Pero Malena no puede dar marcha atrás, es ella o su amiga. No hay ninguna duda. Y se ríe a carcajadas pensando en la situación que vive su amiga.

Camino de su casa, piensa en lo que ha vivido. La lujuria, la vergüenza y el miedo que ha pasado. Lo que la sucederá cuando los padres de Nines cuenten lo que han visto en el colegio, a sus padres, en el barrio, que la vieron desnuda encima de una silla y salir corriendo a la calle sin ni siquiera cubrirse con prenda alguna.

Le entra por último una última duda antes de entrar en su casa: Si Esteban se estaba follando a Violeta en el parque, ¿quién intentó violarla en el portal?