La niña mala y el cipote de papá
Cómo los cipotes de la familia disfrutaron de los encantos de Malena
(CONTINUACIÓN DE “LA NIÑA MALA Y LA COMIDA FAMILIAR”)
Aquella tarde veraniega de domingo una Malena completamente desnuda escuchó desde el cuarto de baño cómo sus tíos, Ramón y Mercedes, y su primo se marchaban del adosado donde ella y sus padres vivían.
Se había tenido que encerrar en el baño para escapar de su primo, al que llamaba para molestarle Ramoncín, y que a punto estuvo de follársela sobre su propia cama. La gustaba a la niña calentarle, ponerle a mil hasta que perdiera el control y se corriera, pero lo que no deseaba era que se la follase, que la metiese la polla y se corriera dentro.
Cubriéndose con una toalla sus más que evidentes encantos, salió del baño y caminó por el pasillo hasta su dormitorio para vestirse. Aunque la encantaba ir desnuda por la casa, no quería que sus padres, Lorenzo y Elena, la vieran así y la riñeran, especialmente su padre que cogía unos cabreos superlativos cada vez que veía a su hija enseñando más de lo que, en su opinión, la decencia aconsejaba.
Entrando en su dormitorio se encontró a su madre, Elena, tumbada bocabajo encima de su cama. No se lo esperaba, parecía que dormía por la respiración tan profunda que tenía. La suponía abajo en el jardín con su padre, donde la dejó en compañía de sus tíos en la sobremesa después de la comida.
Lo que no sabía era que tanto su tío como su primo, aprovechando lo mareada que estaba su madre, se la habían beneficiado los dos encima de la cama sin que ella pudiera evitarlo.
Un peculiar aroma llegó a su nariz por lo que, dejando caer la toalla en el suelo y quedándose completamente desnuda, se puso a investigar.
Olisqueando se acercó al origen del aroma. Provenía de su madre, concretamente de debajo de su falda, que levantó, viendo las pequeñas bragas de Elena y lo húmedas que estaban. Acercando su nariz, a la entrepierna de ella, identificó el olor, era esperma. Se la habían follado allí mismo, encima de su cama. Mientras Malena estaba en el baño a su madre se la habían follado. Supuso que había sido su padre, que en un calentón se la había tirado. En ningún caso supuso la niña que habían sido su tío y su primo los que se la habían follado.
Mientras Malena salía del baño, su padre, bastante ebrio por el alcohol que había consumido en la comida y en la sobremesa, observó encima de la mesa las gafas de sol de su cuñado. Se las había dejado olvidado Ramón, así que se levantó de la silla donde estaba sentado en el jardín y se acercó a su vivienda. Aunque vivía su hermana en el adosado pegado al suyo, estaba tan ebrio que no pensaba llevar el mismo las gafas pero quería que Malena las llevara ahora mismo, antes de que se olvidara.
Subiendo las escaleras de su casa, encontró primero las zapatillas de su hija en un escalón y luego sus braguitas tiradas en otro más arriba.
Muy enojado, entró por la puerta más próxima, la del dormitorio de su hija que era a la que buscaba. ¡Y la encontró, pero completamente desnuda! ¡Encontró a Malena completamente desnuda, inclinada hacia delante, enseñándole su hermoso culito redondo y respingón sin nada que lo cubriera!
Él, que siempre regañaba a su hija cuando la veía enseñando más carne de lo que debía, perdió el control y gritó, llamándola por su nombre:
- ¡Malena!
Y, propinando un par de fuertes azotes en las nalgas de la sorprendida niña, la cogió por las caderas, arrastrándola hacia una silla, donde el hombre se sentó, colocando a su hija bocabajo sobre sus rodillas.
Empezó a azotarla fuertemente con su mano derecha abierta en las nalgas, mientras que la sujetaba con su brazo izquierdo.
Malena, sorprendida, chillaba en cada azote que recibía, llorando incluso a lagrima viva, negando las acusaciones que la hacía su padre.
- ¡Desnuda, otra vez desnuda! ¿No te he dicho que no vayas desnuda, que te vistas? ¿Qué quieres, excitar a los hombres? ¿Qué te follen sin parar, uno tras otro?
- ¡Ay, ay, no, papá, no! ¡No me pegues más! ¡Déjame que te explique! ¡Acabo de salir del baño y me iba a vestir ahora!
- ¡Puta, que eres una puta, tan puta como la puta de tu madre! ¿Te ha visto así tu primo? ¿No? Así, desnuda, con las tetas y el culo al aire. Seguro que te ha sobado las tetas, el culo y el coño, ¿no, puta? ¿Te ha follado, verdad? ¿Te la metido la polla hasta el fondo, no? ¿Se ha corrido dentro de ti, verdad? ¿Cuántas … cuantas veces?
- ¡No, papá, no, no me ha visto desnuda ni me hecho nada! ¡Te lo juro, papá, ni me ha tocado!
Mentía la niña, intentando calmar a su padre y que no siguiera dándola nalgadas.
Brincando Malena encima de Lorenzo para rehuir sus azotes y, si era posible, escapar, notó la niña cómo la verga de su padre, crecía y se endurecía cada vez más, debajo de su desnudo vientre.
Sorprendida, se le ocurrió que una buena forma para escapar, para que su padre dejara de azotarla, era excitarlo sexualmente, y eso hizo, se concentró en moverse, frotarse y saltar encima del cipota congestionado de su padre. No tardó mucho ya que en pocos segundos ya lo notaba palpitando bajo su vientre, haciendo que su padre se detuviera y dejara de flagelarla.
- ¡Aaaaahhhh!
Escuchó gritar a Lorenzo mientras se corría, y una sensación de humedad alcanzó su vientre, haciéndola sonreír lascivamente.
Empujó a su hija, haciéndola caer al suelo y, levantándose, se fue tan deprisa como pudo camino del cuarto de baño, donde se encerró para acabar de aliviarse y limpiarse sin que Malena lo presenciara. Le daba vergüenza por lo sucedido, por correrse delante de su hija y a causa de ella.
Sonriendo aliviada desde el suelo donde yacía tumbada, al ver cómo su padre se marchaba corriendo, se levantó y se limpió con la toalla las humedades de su bajo vientre.
Escuchó a su padre, gritarla desde el baño, como si no hubiera sucedido nada:
- ¡Malena, vístete y llévale ahora mismo las gafas a tu tío! ¡Están sobre la mesa del jardín!
Cogió la niña de su armario, una faldita muy corta y un polo muy fino que se puso, sin nada debajo. Saliendo al pasillo, vio sus braguitas en el suelo, en el mismo lugar donde las había dejado caer. Dudando si ponérselas, al final se las puso. La gustaba ir sin bragas pero, después de la experiencia que acababa de vivir con su padre, prefirió no calentar más la situación. Ya abajo se puso sus zapatillas y, saliendo al jardín, recogió las gafas de su tío.
Ya en la calle, se encaminó al adosado pegado al de sus padres, donde vivían sus tíos. Llamando a la puerta, fue su tío Ramón el que la abrió. Al verla sonrió abiertamente y la invitó a pasar dentro. Su tía Mercedes se había acostado para dormir la siesta, pero Ramón sabía lo mucho que la gustaba a su sobrina meterse en la piscina que tenían en el jardín, y al invitó a bañarse. Los padres de Malena no la habían instalado en su adosado, pero sus tíos sí que lo habían hecho y a la niña la encantaba meterse en ella.
Sonriendo avergonzada Malena confesó a su tío que no llevaba bañador, pero éste, también con una sonrisa pero ésta lasciva, la dijo que no había ningún problema, que se bañara desnuda, al fin y al cabo todos eran familia. Además, la dijo, más que para tranquilizarla, para alentarla a que se desnudara, que, tanto él como su mujer, estarían en el piso superior y no verían la piscina en ningún momento.
Dejando a su sobrina dudando qué hacer, subió el hombre a avisar a su hijo Ramoncín que estaba en su habitación. Suponía equivocadamente el padre que su hijo ya se había beneficiado a su prima y ésta había venido a por más.
Ramoncín estaba todavía conmocionado por haber observado cómo su padre se follaba a su tía, y como le obligaba a follársela también. Era un secreto que tenía solo con él y que no se atrevía a compartir con su madre, no solo por la bronca que le caería a él sino que podría provocar la ruptura del matrimonio, y eso es lo que no quería el joven por ningún motivo.
Cuando su padre entró en su dormitorio, diciéndole en voz baja:
- ¡Venga, baja, que tu primita te espera en pelotas en la piscina! ¡No la hagas esperar y aprovéchate antes de que se despierte tu madre!
Ramoncín aparcó sus pensamientos, escuchando a su padre que continuó diciéndole en voz baja:
- Os dejo a solas. Me quedo arriba. No hagas ruido y fóllatela antes de que se despierte tu madre y te lo impida.
El joven no quería defraudar a su progenitor, que pensara que era un blando o incluso un maricón. Además eso de follarse a la calentorra de Malena era su principal acicate. Era una auténtica calientapollas, que le había excitado e incluso masturbado en infinitas ocasiones, pero nunca había podido follársela.
Deseando darse un buen chapuzón, la niña se acercó a la piscina y se quitó primero la falda y las zapatillas, para a continuación, dando la espalda a la puerta de la casa para que no la vieran las tetas, quitarse el polo. No se atrevió a quitarse también las bragas, que era lo que estaba deseando ya que dudaba que no la pillaran desnuda sus tíos. Su tía Mercedes la echaría una bronca descomunal y se lo diría luego a sus padres, y de su tío, dudaba de sus intenciones, ya que la miraba siempre de forma lasciva y aprovechaba cualquier ocasión para tocarla el culo.
Bajando por la escalerilla de la piscina, Malena, llevando como una única prenda unas pequeñas braguitas blancas que se metían lascivamente entre las dos prietas y redondeadas nalgas, se metió al agua, dando siempre la espalda a la puerta de la casa, desde donde su primo la observaba lascivo y en silencio el precioso culo respingón. También su tío la observaba desde el piso superior, escondido tras unas cortinas. Deseaba observar con todo detenimiento el cuerpo desnudo de su sobrina y cómo su hijo se la follaba, pensando, incluso que él también podría follársela esa misma tarde.
Nadando tranquilamente a braza Malena vio a su primo que la observaba concentrado y, al ver éste que la niña le había visto, la dedicó una forzada sonrisa, saludándola además con la mano.
- ¡El tontorrón quiere follarme pero no lo conseguirá!
Pensó divertida Malena.
Como no llevaba tampoco el joven puesto el bañador, dudó qué hacer, cómo meterse en la piscina donde su prima nadaba despreocupada. No quería subir a su habitación para ponerse el bañador para que su padre no pensara que era un perfecto gilipollas, así que, cuando Malena, le dio la espalda nadando, se quitó en un momento el pantalón y el calzón que llevaba, dejándolo en el suelo y, totalmente desnudo, se tiró al agua con los pies por delante, alertando con el inmenso ruido provocado tanto a su prima que se dio la vuelta mirándole alarmada, como a su padre que pensó “¡Pero será gilipollas!” y, lo que era mucho peor, a su madre, que se despertó sobresaltada de la siesta que estaba tomando.
Aunque era un muy mal nadador, se acercó nadando a estilo perrito a su calentorra prima que, al verle se detuvo donde, si no podía hacer pie, al menos, estaba de puntillas sobre el suelo, y le preguntó sonriendo maliciosamente en voz baja:
- ¿Estás ya más relajado, Ramoncín? ¿te has aliviado tú solito o te ha ayudado tu papá a cascártela?
A poco menos de medio metro de distancia se detuvo el joven y, mirándola los hermosos senos que se transparentaban en el agua, la respondió, sintiendo cómo su verga se empinaba y congestionaba.
- No sé a qué te refieres, Malena.
Viendo cómo su primo la miraba las tetas, se los cubrió con sus manos, más para fastidiarle que por vergüenza.
- Quizá ha sido tu papá el que te ha aliviado metiéndotela por el culo, Ramoncín.
- Yo si que voy a metértela a ti por el culo y por el coño, Malena.
- ¿Tú? No me hagas reír, Ramoncín. Mira que lo llevas tiempo intentándolo pero eres un perfecto inútil, Ramoncín. No he visto a nadie más inútil que tú.
- ¿Han sido muchos los que han conseguido ya, Malena, metértela entre las piernas y follarte? Por si no lo sabías te diré que eres una calientapollas.
- No te enfades, Ramoncín, que, con esas palabras tan feas, nunca me conseguirás. Además yo no tengo la culpa si la tienes diminuta y no se te levanta.
- ¿Diminuta? Si ya has visto lo gorda que la tengo y has huido para que no te la metiera, puta.
- No me insultes. ¿Por qué todos los afeminados insultan? ¿Por envidia, por celos, por impotencia?
- Yo no soy afeminado y, si no huyeras siempre, ya te lo habría demostrado, follándote.
- ¿Qué dices? Pero si no sabes cómo hacerlo. Seguro que no sabes ni jugar tú solo con esa cosita diminuta que todavía tienes y ni logras que se te levante.
- Mira si se me levanta, puta.
Y, poniéndose bocarriba sobre el agua, enseñó orgulloso su verga congestionada y erecta a su prima, que la miró sonriente, consciente de que estaba consiguiendo lo que quería, calentar a su primo para que perdiera el control.
- ¿Qué? ¿Cómo la tengo?
- Diminuta, Ramoncín. Más diminuta de lo que pensaba. Tendrías que ir al médico para ver si aún pueden hacerte algo con ella, como por ejemplo un bolsito para que guardes tu colorete y tu pintalabios.
- Pero ¿qué dices?, si la tengo enorme.
- ¿Enorme? Es la polla más diminuta que he visto en mi vida. Es menos que insignificante, enana más bien.
- ¿Enana? Ya verás cuando te la meta.
- ¿Metérmela tú? Pero ¿qué dices? Esa cosa tan diminuta se perdería en el agua o se la comería alguna bacteria masoca.
- ¡Ven aquí, que ya verás cómo te la meto!
Y se abalanzó hacia Malena que, al esperárselo, saltó hacia atrás, esquivándole. Alejándose de su primo, nadando, empezó a reírse de él.
- ¡La polla de Ramoncín es enana! ¡La polla de Ramoncín es enana!
Intentó perseguirla el joven pero, como era mucho peor nadador que su prima, nunca la alcanzaba, y ésta no dejaba de reírse burlonamente de él y de meterse con su miembro, mientras nadaba en círculos alrededor de Ramoncín.
Observando desde el piso de arriba, el padre, muy enfadado, no daba crédito a lo que veía, cómo la niña toreaba al gilipollas de su hijo, pero todavía dudaba si intervenir.
Agotado el joven se detuvo para recuperar el aliento, lo que aprovechó Malena para acercarse a él y, sonriendo socarrona le increpara:
- No vales ni para cascarte tu polla enana, Ramoncín.
Y, quitándose las bragas, se las enseñó a su primo, sonriendo divertida, y, tirándoselas a la cara, le dijo:
- ¡A ver si así te motivas, Ramoncín! ¡Píllame si puedes!
Sacando fuerzas de flaqueza el joven, sin soltar las bragas de su prima, se lanzó otra vez detrás de ella, pero ésta, completamente desnuda bajo el agua, le esquivaba riéndose una y otra vez, a pesar de que se acercara y estuviera a punto de cogerla.
Exhausto otra vez, el joven dejó de perseguirla, tumbándose bocarriba sobre el agua con su pene y testículos fuera del agua para descansar.
Malena, mirándole divertido los genitales, le dijo, sabiendo el miedo que tenía su primo a la madre de él:
- ¿Qué dirás a tu mamá, Ramoncín, cuando te vea así, enseñando tus diminutas vergüenzas a tu inmaculada primita?
Al escucharlo, el joven, atemorizado por si su madre le pillaba, dejó de tumbarse, metiendo sus genitales dentro del agua.
Riéndose maliciosamente, fue la niña la que ahora se tumbó bocarriba sobre el agua, mostrando impúdica su voluptuoso cuerpo desnudo a su primo, que se fijó especialmente en la jugosa vulva apenas cubierta por una fina franja de vello púbico y en los senos que semejaban cocos partidos por la mitad y con los pezones puntiagudos apuntando al cielo.
Cerrando los ojos y una sonrisa de satisfacción en su rostro, Malena se mantuvo tumbada bocarriba sobre el agua, mientras Ramoncín, sin dejar de observar lascivo a su prima, iba recuperando fuerzas para cogerla.
Nadando lentamente hacia Malena, se fue acercando el joven sin que ella moviera ni un solo músculo, parecía que dormía de tan relajada como estaba.
Estaba ya casi a su alcance, cuando la joven lentamente y sin prisas se fue abriendo de piernas, dejando que su primo se metiera entre ellas.
La tenía ya a su alcance, pero no sabía exactamente cómo abordarla para que no escapara, así que se acercó más y más, hasta que su empapado coño lo tenía a escasos centímetros de sus ojos, de milímetros de su boca, y, colocando sus manos, bajo el agua, sobre los glúteos desnudos de su prima, la olió la vulva y le gustó.
La niña seguía sin moverse, estaba entregada a él. La lamió el joven con la punta de la lengua el coño. Sabía bien, muy bien, era un suculento manjar, una auténtica delicatesen. Otro lametón y otro y otro. Lentamente la fue danto uno tras otro lametones en la vulva, suaves lametones, unos con la punta de la lengua y otros con toda la lengua, entre los turgentes labios vaginales y en el cada vez más hinchado clítoris.
Poniendo sus torneadas piernas en tensión, Malena las cerró sin doblarlas entorno al cuello de su primo que no dejaba de comerla el coño. Suspiros y gemidos dieron paso a chillidos, mientras se retorcía de placer, mordiéndose los labios y recorriendo con su sonrosada lengua los bordes de su boca. Sus senos crecían más y más cuanto más placer sentía.
Ramón padre observaba empalmado cómo su hijo, después del ridículo tan espantoso que había sufrido, comía el coño a la buenorra y calentorra de su prima y cómo ésta se retorcía de placer. Esperaba que después se la tiraría varias veces y no la dejaría ni un solo agujero sin follar.
Pero en ese momento apareció en el jardín la madre de Ramoncín a la que su hijo había despertado al tirarse al agua, y, al escuchar cómo una voz de mujer chillaba de placer al correrse, miró hacia la piscina, viendo a su sobrina Malena completamente desnuda flotando bocarriba dentro del agua y a su hijo con la cabeza pegada al coño de ésta, lamiéndola ansioso la entrepierna. Gritó fuera de sí como una loca, mientras espesos borbotones de espuma salían de su boca:
- ¡Aaaaaaghhhh! ¡Ramón! ¡Ramón!
Al instante dejó su hijo de lamer el coño a Malena y, como impulsado por un potente cohete, se alejó hacia atrás alejándose de su sabrosa prima. También la niña, al escuchar el grito de su tía, se metió al momento en el agua, cubriéndose hasta la barbilla, y girándose para mirar a su iracunda tía.
Tropezó la mujer con la ropa de Ramoncín y a punto estuvo de caerse, dándose cuenta la mujer que la ropa era de su propio hijo, por lo que estaba desnudo dentro del agua. Corriendo por el borde de la piscina se acercó Mercedes a la esquina más próxima de donde estaba su hijo, sin dejar de gritar a pleno pulmón.
- ¡Aaaaaaghhhh! ¡Ramón! ¡Ramón!
No se sabía muy bien si llamaba a gritos a su hijo o a su esposo ya que tenían el mismo nombre. No se sabía si los llamaba para increparles, a su hijo por lo que estaba haciendo o a su marido por permitirlo, o para pedir ayuda a su esposo.
Deteniéndose al borde de la piscina gritó a su hijo para que fuera donde estaba ella, pero éste, aterrado y sin saber ni qué hacer ni cómo escapar, se quedó quieto, inmovilizado, cubriéndose bajo el agua sus genitales con sus dos manos.
Viendo que su hijo no la obedecía y no se acercaba, se tiró frenética al agua con los pies por delante, sin pensar qué no sabía nadar y que no hacia pie en la piscina. Chapoteando en el agua quiso acercarse a su hijo, pero se hundía. Con la cabeza entrando y saliendo del agua la mujer se ahogaba ante la perpleja mirada del aterrorizado de su hijo. Fue Ramón, su marido, el que, entrando corriendo al jardín, se tiró al agua y sujetó a la mujer antes de que se ahogara, pero ésta enfurecida no paraba de dar puñetazos y bofetadas a su esposo, mientras su vestido se abría enseñando las tetas a su aterrorizado hijo.
Malena aprovechó la confusión para salir de la piscina y, cogiendo su ropa, se marchó en silencio de la casa de sus tíos, sin que ninguno se percatara.
Volviendo a su casa, entró en silencio, suponiendo que su padre todavía podía estar enfadado y, subiendo las escaleras, escuchó unos resoplidos y ruidos que salían de su dormitorio. Entrando con cuidado y sin hacer ruido, pilló a su padre de espaldas, con el culo peludo al aire y con el pantalón bajado hasta los tobillos, follándose por detrás a su madre, que tumbada bocabajo sobre la cama, todavía dormía. La había quitado las bragas que yacían desordenadas sobre la cama y subido la falda para follársela mejor. La sujetaba por las caderas y, colocado entre las piernas abiertas de ella, embestía una y otra vez, sacando y metiendo su verga erecta en el coño de su madre.
Sin hacer ruido para no molestarle, volvió la niña sobre sus pasos y se dispuso a cenar en el salón, viendo la televisión y esperando que terminara de cepillársela.
Una hora y media después ya había anochecido y ya no se escuchaban ruidos en el piso superior por lo que Malena subió para acostarse ya que al día siguiente tenía que ir a clase.
Sin embargo, su madre seguía durmiendo encima de su cama. Ya la habían puesto las bragas y colocado la falda, pero seguía durmiendo plácidamente como si no se la hubieran follado toda la familia durante toda la tarde. Sin saber qué hacer, se inclinó la niña hacia su madre para despertarla, pero estaba profundamente dormida.
En ese momento apareció su padre en pijama y la dijo:
- ¿No ves qué duerme, Malena, que está cansada? Déjala que descanse.
- Pero papá, es mi cama. ¿Dónde voy a dormir yo?
- Duerme en nuestra cama en el lugar de tu madre.
- Pero … papá.
- No incordies, niña, y obedéceme que soy tu padre y sé muy bien lo que me hago. Además ya no ronco y dormirás de un tirón.
No la atraía nada a Malena dormir con su padre. Además ella dormía siempre completamente desnuda y su padre se enfurecía cada vez que ella enseñaba más carne de la que él consideraba adecuada.
Fue su padre el primero que se acostó, durmiéndose al momento y roncando a la potencia que acostumbraba.
Dudó la niña si dormir en el sofá del salón, ahora que su padre se había dormido, pero pensaba que podía ser muy duro para dormir y que era mucho mejor una cama, así que, apagando la luz de toda la casa, se acercó despacio y sin hacer ruido a la cama donde dormía profundamente su padre, se quitó toda la ropa que llevaba, quedándose completamente desnuda, y, abriendo las sábanas por donde solía dormir su madre, se acostó con cuidado para no despertarlo, tapándose con la sábana. Esperaba poder dormir sin que su padre se enterara y despertarse y vestirse antes de que lo hiciera él.
Aunque reacia al principio a dormirse, al darse cuenta que su padre dormía profundamente y no había reparado en su presencia, se colocó sobre un costado, de espaldas a él, en posición fetal, y se durmió enseguida, pero en mitad de la noche algo la despertó. ¡La abrazaban! ¡Su padre! Se dio cuenta enseguida que era su padre el que se había colocado pegado a su espalda, de lado, con un brazo sobre ella y su mano sobre un seno. Por la pesada respiración de su padre en la nuca, Malena se dio cuenta que él dormía, que no se había despertado, pero … había pegado su cuerpo al de ella y la tocaba una teta. Si se despertaba se daría cuenta que su hija dormía desnuda al lado de él y le armaría una buena bronca, quizá incluso la azotara como esa misma tarde.
- ¿Qué hacer?
Pensó la niña e intentó moverse para salir de la cama sin que él se enterase, pero, al moverse, parece que agitó el sueño del hombre, que dijo algo ininteligible entre sueños y se pegó más a ella, tocándola no la teta que tenía arriba en la cama, sino la de más abajo, la más próxima al colchón.
Notaba Malena algo duro y caliente pegado a sus nalgas desnudas. Debía ser el calzón de su padre pero … debajo estaba la verga de su padre. Dura, erecta y pegada a su culo.
Espero ella unos minutos sin moverse para que volviera su padre a coger un sueño más profundo si era posible y, moviéndose muy despacio, cogió el brazo de su padre, levantándolo un poco para facilitar su salida, pero fue peor. El hombre, gruñendo entre sueños, retiró su brazo y lo colocó ahora sobre una de las caderas desnudas de su hija, apretando con fuerza su verga erecta en una de las nalgas de ella.
Moviendo su brazo, restregó su mano por la cadera y por la cintura, alcanzando a una de las nalgas de Malena y … ¡la palpó! ¡Estaba recobrando la consciencia y se estaba dando cuenta que una mujer estaba tumbada completamente desnuda al lado de él, pero … ¿qué mujer?
Moviendo despacio su mano por el muslo de la niña, percibió el calor y la textura de la carne desnuda. A continuación lo desplazó lentamente por el bajo vientre de ella hasta alcanzar uno de sus senos, que sobó durante unos segundos, para llevar luego su mano al otro seno, sobándolo.
Aterrada, sin moverse y sin saber qué hacer, escuchó Malena cómo su padre la decía al oído:
- ¡Qué buena estás, Lena, qué buena estás!
Pensaba el hombre que era su mujer, Elena la que estaba tumbada desnuda a su lado, y así la llamaba cariñosamente, Lena, cuando estaban en la intimidad.
Con la otra mano, se bajó Lorenzo el calzón por delante dejando al descubierto su verga congestionada e inhiesta y la apretó más sobre una de las nalgas de su hija y, balanceándose, empezó a apretar y aflojar su miembro contra el glúteo, como si quisiera masturbarse sobre su culo, como si estuviera follándosela pero sin penetrarla.
Con una mano sobándola una teta y una verga masturbándose contra su nalga, una muy asustada Malena no se atrevía ni a moverse ni casi a respirar. No sabía qué hacer ni que decir, así que se mantuvo inmóvil como si fuera una esfinge de piedra.
Pero su padre buscaba algo más que correrse sobre su culo, quería follársela, quería follarse a su mujercita, sin saber que era a su hija a la que estaba buscando follarse, así que, colocando una pierna entre las piernas de Malena, la levantó la de arriba, dejando al descubierto la entrepierna de la niña, y, frotando con su cipote, buscaba penetrarla por el coño.
Cuando lo encontró se lo fue metiendo poco a poco ante el placer del hombre y el shock de Malena, que permaneció rígida y sin emitir ni un solo sonido. No se dio cuenta el hombre lo estrecho que estaba el coño que estaba penetrando, pero le resultó extremadamente placentero. Una vez la metió la verga hasta el fondo, empezó a bambolearse adelante y atrás, adelante y atrás, muy despacio al principio, disfrutando del polvo que estaba echando, pero sin soltarla el seno al que se asía. En contra de su voluntad también Malena se fue excitando mientras se la follaba, aunque no emitió ningún sonido para no delatar su presencia.
Cuando se corrió, gruñó como un oso, gozando del orgasmo, y, después de permanecer con su verga dentro del coño de su hija durante varios minutos, la desmontó y, dándola un ligero azotito cariñoso en una de sus nalgas, se dio la vuelta, dando la espalda a Malena y se quedó profundamente dormido.
Escuchando a su padre volver nuevamente a roncar, se levantó Malena, despacio y sin hacer ruido, y, cogiendo su ropa, se marchó completamente desnuda, del dormitorio de sus padres, entrando al cuarto de baño donde se limpió en silencio para no despertar nuevamente a su progenitor.
Ya no se atrevió a volver a la cama donde dormía su padre, así que, vestida solamente con el polo y las braguitas por si su padre la pillaba, descendió las escaleras con la intención de dormir en el sofá del salón.
Por supuesto que el resto de la noche durmió completamente desnuda como acostumbraba e incluso soñó con las vergas erectas de su padre, de su primo e incluso de su tío.