La niña caprichosa
La ha visto bailar toda la noche en la pista, como si no fuera con él...-ahí te quedas. Recuerda, piensa solo en mí. Para ello, aquí tienes...
La niña caprichosa.
La ha visto bailar toda la noche en la pista, como si no fuera con él, ha bailado en el ascensor, se ha desnudado bailando frente a él y cada vez que quería tocarla, se le ha negado.
Ven, -le dice-, y é la sigue como un títere hasta su cuarto.
Aún parece una habitación infantil, llena de pósteres y peluches.
Le desnuda y su miembro juvenil baila erecto entre las piernas, excitado cree que es el fin del preámbulo, que va a poder tocarla y tenerla, pero no. Ella le agarra del pelo y le hace tumbarse en el suelo, de costado, abre el cajón de la cómoda, está lleno de cuerdas. Le ata muy fuertemente y él no dice nada, alucinado. Se deja hacer aún con la esperanza de que después de su jueguecito, ya liberado podrá tenerla. No sabe cómo debe haber aprendido tal técnica. Cuerdas envuelven sus piernas del tobillo al muslo, los pies quedan prietos sobre el culo, los codos forzados a estar juntos a la espalda, los dedos pulgares de las manos atados a los de los pies con fino cordino. Está envuelto en cuerda y su sexo encendido, desconcertado. Es imposible liberarse. Ella vuelve con un plato llano, lo coloca en el suelo y con un movimiento de pierna le tumba sobre él, su polla erecta queda justo encima, apretada por el peso de su cuerpo.
- quiero que lo llenes, tienes hasta esta madrugada, y quiero que solo pienses en mi. Ahora voy a irme a bailar hasta que encuentre alguien que quiera bailar de verdad conmigo en la cama.
Serán muchos.
Se ducha largo rato, vuelve mojada, envuelta en una corta toalla rosa. Mirándose en el espejo portero se unta de crema todo el cuerpo. Se viste ante él probándose la ropa interior más sexy que encuentra en su desordenado armario. No se decide rápido, se prueba mucha, se mira, hace poses y da unos pasitos para luego descartarla tirándola a su lado. Cuando al fin se decide se viste con una faldita corta plisada que le da un aire escolar y un top que aprieta los pechos abultado en el escote.
¿Te gusto?
Si, - balbucea él.
Coloca el pie desnudo en su mejilla y aprieta su cara contra el suelo. El muchacho intenta lamerle la planta desesperadamente. Ella ríe, le encanta tenerlo subyugado de ésta manera.
-ahí te quedas. Recuerda, piensa solo en mí. Para ello, aquí tienes.
Le obliga a abrir la boca y le mete las bragas que llevaba al llegar envolviendo su cabeza con una media para que así no las pueda escupir.
- espérame.
Evidentemente, ahí va a estar cuando vuelva.
La puerta de la casa se cierra.
Queda a solas un fardo de carne desesperada, siente su gusto en la boca, mira a su alrededor, esa habitación de papel pintado, el espejo rodeado de fotos, intenta reptar, pero no consigue moverse un ápice. Está tan excitado que no tiene más remedio que cumplir sus retorcidos deseos. Apretando los muslos puede fregarse un poco contra la porcelana. La recuerda bailando, vistiéndose frente el espejo. Imagina lamer su piel dorada y tersa, tocar su cuerpo con glotonería y con la ambición de agarrarla con fuerza de las caderas y albergar en ella su pene duro y hambriento.
Le cuesta, pero a base de frotar derrama su esperma copiosamente.
Debe haberse adormecido, y le despierta el dolor de la postura. No siente los brazos y las manos inútiles no pueden hacer nada por liberarlo. Su sexo vuelve a estar erecto, extrañamente se excita por la situación. El sol saldrá pronto y se filtrará por las ventanas.
Consigue correrse otra vez más, ella estará contenta. Cree que sueña cuando escucha la puerta de la casa que se abre, alguien la acompaña, un hombre. Ríen en el salón, se escuchan golpes como si se persiguieran, a un corto silencio le siguen los gemidos roncos del hombre, debe estar comiéndosela, piensa él despertándose, se imagina que se la está comiendo a él. Pronto los oye follar. Ella chilla mucho, como si le doliera, pero también ríe en espasmos y aúlla:
Siiiii, más, más.
Parece hacerlo tan alto para que le escuche el muchacho. Se oyen palmadas, fuertes y seguidas. Estará azotando su culo, su cuerpo entero, cara y pechos. Al fin Se corren, los tres a la vez, luego, el silencio pasea su velo por la casa.
Ya el sol de la mañana ilumina la estancia donde yace dolorido el impotente aspirante a su cuerpo cuando se oyó cerrarse la puerta.
Al poco entra ella. Va desnuda, las mejillas enrojecidas, ojerosas, el pelo alborotado y el maquillaje corrido.
Vaya nochecita… - dice con voz lastimera.- mira qué pinta que hago.
Mirándose en el espejo se palpa su cuerpo usado.
Mira qué bruto. Tengo marcas y todo.
Le enseña las nalgas enrojecidas, marcadas de arañazos.
Ahora quiero mi cremita.
Le hace ponerse de costado y comprueba el plato.
Oh, cuánto.
Él esta avergonzado y a la vez satisfecho. Le da vergüenza que ella constate que puede excitarse con la impotencia y oyéndola follar con otro, pero se siente satisfecho cuando ve lo que a ella le agrada su esperma.
Está muy bien. No sabía que estabas hecho un semental. Como premio, te voy a dejar que me lo pongas. Ven, levántate.
Le hace incorporarse hasta quedar de rodillas ante ella, sentada en la cama. Quita las bragas que le amordazan y acaricia sus labios.
-venga, ya puedes empezar, pónmela.
El muchacho no sabe qué hacer. Pensaba que al fin le iba a soltar y que iba a poder tocar con sus manos libres su cuerpo fantástico, pero parece que no es así. Inocentemente le susurra.
-no puedo.
- claro que puedes, con la lengua.
Él agacha la cabeza contrariado. Sin convencimiento se agacha y mete la lengua en el plato y se la llena poniéndola como un gato. Le es desagradable, el semen está frío.
Recorriendo la piel con la punta de la lengua, va dejando un rastro viscoso. Ella le ayuda pasándose las yemas de los dedos con tal delicadeza que parece que esté tocando un ídolo adorado, su propio cuerpo. Suspira.
Es la mejor crema que existe. Mira cómo hidrata, la piel enseguida lo absorbe.
Lo absorbe, lo traga, su calor lo evapora, asimila el fruto del deseo impotente y desesperado del muchacho con vampírica voluptuosidad.
Ardua es la labor del chico, que pasado el momento de repugnancia del principio se esmera entregado a recorrer con la lengua esa piel tan deseada. Muy poco a poco, con gran dificultad cubre su piel, pero al llegar a su rostro ya no queda esperma en el plato. Como su sexo vuelve a estar erecto, ella decide ordeñarlo manualmente. Agarra sus testículos fuertemente, para así sujetarlo y evitar el desequilibrio que le provoca estar atado. Con la otra mano bombea la carne dura deprisa, acercando su boca a la ardiente punta de su sexo. Él se muerde los labios para evitar los gritos, tensa sus músculos contra las cuerdas. Al fin disfruta de su contacto. Se corre en su rostro, sale poco semen, pero suficiente para salpicarle las mejillas. Ella sonríe satisfecha, él se derrumba en el suelo, débil, exhausto.
- una maravilla. Vamos a repetir esto cada semana, así que ni se te ocurra correrte si no es para mí. Tu esperma es mío, ¿entiendes?
Él no responde, le duele todo, un extraño mareo le transporta. Al menos, -piensa- está en su cuarto con ella, deberá resignarse a cumplir sus deseos con tal de lograr su cercanía.
Ahora vamos a dormir un ratito, la noche ha sido larga.
El muchacho no puede conciliar el sueño. Lleva más de doce horas atado en esa incómoda postura, sin poder hacer sus necesidades, sin beber ni comer, pero al menos, se consuela, está a sus pies.
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