La niña buena y las vergas de la familia

¿Quién no follaría hermosas mujeres desnudas e indefensas tras puertas abiertas de viviendas solitarias?

(CONTINUACIÓN DE “NIÑA MALA, NIÑA BUENA”)

Tan agotado estaba Dioni y su verga no daba más de sí, a pesar de los chutes que se había dado esnifando cocaína, que dio por finalizada la función. Se levantó de la cama y, después de vestirse, desató a las dos hembras que, completamente desnudas, folladas y enculadas, seguían sin moverse sobre la desordenada cama. Elena, la madre, yacía bocabajo mientras Malena, la hija, estaba bocarriba.

Volvió a tomar fotos y vídeos de las dos hembras, sobre todo de la hija que yacía despatarrada como un juguete roto.

Hurgando en los cajones y en el armario, recogió todas las bragas de Elena que encontró y se las llevó, haciendo lo mismo en la habitación de la niña con sus braguitas.

Finalmente, recogiendo sus cuerdas y la mordaza, salió de la casa con tanta prisa para que no le pillaran, que ni se molestó en cerrar la puerta de la vivienda y la dejó entre abierta.

No había nadie en la calle que pudiera verle, por lo que, acercándose a su furgoneta, se montó en ella y se alejó del adosado donde había violado a las dos.

No pasaron ni quince minutos cuando otro vehículo se acercó al lugar. Era el coche conducido por Ramón que llevaba a Merche, su mujer, y a su único hijo también llamado como él. Venían del supermercado donde habían comprado algo de comida.

Dejando a la mujer en la puerta del adosado donde vivían para que fuera preparando la comida, fue Ramón con su hijo a aparcar el coche en un hueco que había libre unos metros más allá.

Como iban a llegar enseguida la mujer dejó la puerta entreabierta y se metió en la casa.

Una vez aparcado el coche, Ramón y su hijo, cargados con paquetes de las compras que habían realizado, se acercaron a su vivienda.

Como al lado de su adosado estaba en él que vivían los cuñados de Ramón, éste se dio cuenta que la puerta de la vivienda de aquellos estaba entre abierta.

Acercándose curioso a la puerta, la abrió y, mirando dentro durante unos segundos, no observó ni escuchó a nadie. Sí vio tirada en el suelo ropa, tanto de su cuñada como de su sobrina, de forma desordenada. Era como si se las hubieran quitado apresuradamente o … alguien se las hubiera quitado.

Solamente imaginárselas desnudas le puso tanto al hijo como al padre la polla en erección y, si además podían sacar tajada, mucho mejor.

Mirando a su hijo, le hizo un gesto para que permaneciera en silencio y, entrando con él en la vivienda, dejó los paquetes en el suelo y cerró sin hacer ningún ruido la puerta.

Descalzándose, recorrieron la planta baja en silencio sin observar a nadie, ni tampoco en el jardín, por lo que subieron por las escaleras al primer piso, estando siempre el padre en cabeza.

El primer dormitorio que vieron fue el de Malena donde no había nadie, aunque el armario y los cajones estaban abiertos con la ropa desordenada, como si alguien hubiera buscado apresuradamente algo y, dados los huecos que había, lo había encontrado y se lo había llevado.

Sí encontraron a alguien en el dormitorio del matrimonio, y ¡vaya si encontraron!

Tumbadas sobre la cama de matrimonio estaban bocabajo las dos mujeres, completamente desnudas y con sus culos en pompa apuntando hacia la puerta del dormitorio. Debajo de las pelvis de ambas un grueso espesor las levantaba las nalgas, mostrando impúdicamente tanto el coño como el ano, ambos dilatados y rezumando esperma.

Sorprendidos se quedaron paralizados en el umbral de la puerta durante unos escasos segundos. Dudando que hacer, se acercó sigilosamente el padre a la cama, verificando al momento que efectivamente se trataba tanto de su cuñada Elena como de su sobrina Malena.

Aliviado comprobó que no estaban muertas ya que respiraban. Parecía que dormían, después de una intensa sesión de folleteo, como bien se podía comprobar dado el desorden de la ropa de la cama, así como las manchas y el fuerte olor a semen. Tenían además las dos, tanto el coño como el ano, completamente dilatados y empapados de semen.

Era evidente que algún semental se las había trajinado con ganas a los dos, por todos sus orificios, coño, ano y boca. Seguramente mantuvieron además unas intensas relaciones lésbicas. Realmente no le importaba y si habían sido consentidas o no. Lo único que le importaba era que estaban las dos a su merced y, tanto él como su hijo, iban a aprovecharlo.

Procedió a quitarse la ropa en silencio, indicando por señas a su boquiabierto hijo que también lo hiciera. Una vez desnudos, el padre señaló a su hijo erecto el culo de Malena, acercándose él al de Elena.

No tuvo que separar las piernas a su cuñada ya que el que se la había follado anteriormente ya lo había hecho, y colocándose entre ellas, se puso de rodillas sobre la cama.

Dirigiendo su cipote erecto al coño de la mujer, lo apoyó en la entrada y, sin casi presionar por lo dilatado y empapado que lo tenía, se lo fue metiendo hasta el fondo, hasta que sus cojones chocaron con el cuerpo de la mujer.

Una vez dentro, miró a su hijo y éste, imitando a su padre, hizo lo propio con su deseada prima y la penetró por el coño con su erecto y duro cipote.

Dudaba al principio el joven, con el mismo nombre que su padre, si esto estaba bien, si estaba bien aprovecharse del estado de su prima para follársela, pero, al ver cómo su padre penetraba a su tía sin encontrar ninguna resistencia, las dudas se disiparon, ocupando su lugar una morbosa sensación de incontenible euforia.

¡No podía creerse la suerte que tenía! ¡Tantas ganas como tenía de follarse a la calentorra y escurridiza de su primita que tantas veces se había escapado y ahora, después de tantas pajas, lo había conseguido, o al menos la había metido la polla en su coño!

Fue el padre el primero que empezó a follar, sacando lentamente al principio el congestionado y erecto miembro del coño de su cuñada, para, a punto de sacárselo del todo, volvérselo a meter, una y otra vez, cada vez más rápido.

La euforia del hijo hizo que sus primeras embestidas fueron más rápidas y violentas, sacando a su prima de su sopor, que se dio cuenta que nuevamente se la estaban follando.

Al ver el ritmo más pausado de su padre, el joven remitió sus ímpetus, imitándole el ritmo, lento al principio y aumentando poco a poco la potencia.

Tumbada bocabajo y con el culo en pompa, Malena permaneció en silencio y sin moverse, mientras se la follaban, pensando que era Dioni el que nuevamente se la estaba tirando y no convenía molestarle, dejándole mejor que se la follara a su gusto.

Al observar que también su madre se movía adelante y atrás, una y otra vez, por las arremetidas, se dio cuenta que no solo era uno sino dos los que se las estaban follando.

También Elena salió de su estado de semiinconsciencia al sentirse embestida por detrás y cómo algo duro y rígido se frotaba insistentemente por el interior de su vulva.

De refilón vio a su hija y cómo también se desplazaba por la follada que la estaban dando, así que la cogió de la mano, mirándose madre e hija pero, sin atreverse a mirar hacia atrás.

Observando Ramón como las dos hembras se daban la mano, redobló morboso sus embestidas, propinando en cada arremetida un fuerte y sonoro azote a las nalgas de Elena.

Imitando a su padre, el joven hizo lo propio con su prima, provocando que, tanto madre como hija, chillaran y gimieran, más de morbo y placer que de dolor.

Acercando el rostro Elena a Malena la fue a dar un beso que iba a ser maternal, pero con las embestidas, fusionaron sus bocas, metiéndose la lengua de una en la boca de otra e intercambiando fluidos.

Al verlo los dos machos pensaron que era una relación lésbica la que mantenían las dos y redoblaron la potencia de sus acometidas y de sus azotes.

Toda la habitación se llenó de gemidos, suspiros, chillidos y resoplidos, tanto de los machos como de las hembras, además del ruido de los muelles de la cama y del insistente choque del mueble contra la pared, haciendo saltar la pintura y el yeso que la cubría.

Recordó Ramón que su mujer los esperaba en casa y, por los disgustos que habían tenido últimamente, no era nada recomendable hacerla esperar, así que aumentó todavía más el ritmo hasta correrse dentro del coño de su cuñada.

Su hijo, no tan hábil y con tantas prisas, sacó accidentalmente su pene en varias ocasiones de la escurridiza vulva de su prima, follando en el aire, por lo que no se corrió cuando su padre ya lo había hecho y se estaba vistiendo.

Pensando ramón que su hijo ya se había corrido, le apresuró por gestos para que desmontara a su prima y se vistiera, así que el pobre desgraciado tuvo que dejar a Malena sin terminar de follársela y, cogiendo su ropa, salió del dormitorio detrás de su padre, acabando de vestirse apresuradamente en la entrada de la vivienda.

Ya en la calle, camino de su casa, el padre le dijo en voz baja a su hijo:

  • De esto a tu madre ni mencionarlo, que ya sabes cómo se pone.

Ante el silencio del adolescente que solo pensaba que no había podido follarse a su calentorra primita, continuó diciéndole en voz baja:

  • Es que tu madre es una estrecha y una puritana. Te diré que no follo con ella desde hace meses y creo que nunca he llegado a verla totalmente desnuda.

Volviendo unos minutos hacia atrás en el tiempo, encontramos a Dioni que, al llegar a su casa, no encontraba su móvil por más que desesperado lo buscaba. Muy disgustado se dio cuenta que, con las prisas, se lo había dejado en la vivienda donde las había violado.

¡Y en el móvil estaban las fotos y los vídeos que las había tomado mientras las violaba!

¡Un gravísimo error!

Aportaba pruebas irrefutables a la policía y podía pasar muchos años en prisión, así que se dispuso a volver y recuperar el móvil. Recordó que no había cerrado la puerta de la vivienda por lo que podría volver a entrar y coger el móvil, así como follarse nuevamente a las dos hembras.

Conduciendo nuevamente su furgoneta, esta vez a toda prisa, se acercó al adosado donde las había violado. Aparcó el vehículo y se acercó a la puerta de la vivienda que permanecía semientornada.

En ese momento apareció por la calle un coche, que era el conducido por Ramón, provocando que Dioni dejara de caminar y se ocultara para no ser visto. El automóvil se detuvo frente al adosado de al lado y Merche, la mujer de Ramón, descendió del vehículo y entró en esa vivienda, dejando la puerta entreabierta. Seguidamente el coche aparcó unos metros más allá y un hombre (Ramón) y un adolescente (su hijo Ramoncín) bajaron del vehículo cargando con unas bolsas del supermercado.

El bruto reconoció enseguida al adolescente. Era al que había violado hacia unas semanas en un descampado. Como ese día el joven iba disfrazado de mujer por la calle, lo confundió con Elena y lo secuestró, llevándoselo en su furgoneta a un descampado para violarlo. Al darse cuenta de su error, lejos de abandonar su idea inicial, aprovechó la ceguera provisional del muchacho y lo violó repetidas veces, dejándole abandonado.

Al observar la puerta semiabierta del adosado donde el bruto las había violado, los dos, padre e hijo, se acercaron y desaparecieron dentro, cerrando poco después la puerta.

Contrariado Dioni no sabía qué hacer, desesperado se veía ya en prisión, y todo por culpa de esos hijos de puta que se habían adelantado. Si querían joderle, él iba también a joderles, así que se acercó a la puerta del adosado donde había entrado Merche y que permanecía semiabierta, entrando.

Escuchó ruidos en el piso de arriba por lo que subió por las escaleras. Como todos los adosados tenían la misma distribución y él ya había estado en el de Elena, Dioni conocía perfectamente la vivienda así que, al escuchar ruidos en una de las habitaciones, sabía que era el dormitorio del matrimonio. Empujando la puerta se encontró a la mujer de espaldas a la puerta, vestida solo con bragas y sujetador.

Merche, que ya estaba en mitad de la cuarentena, no tenía ni mucho menos el cuerpo más joven y curvilíneo de Elena, pero tenía lo que se dice un buen polvo.

Dioni que se esperaba encontrar un cayo malayo por la forma de vestir de la mujer y por las gafas de culo de vaso que llevaba al entrar en la casa, se encontró gratamente sorprendido una sabrosa fruta madura lista a ser devorada.

Las bragas negras se ajustaban a sus nalgas redondas y erguidas, provocando que Dioni, sin poder contenerse, las propinara un fuerte azote.

Chilló sorprendida la mujer, girándose hacia su agresor, pero, al haberse quitado las gafas, no lo enfocaba bien y, aunque forzaba la vista para verlo mejor, no lograba reconocerlo como su marido, por lo que tímidamente se atrevió a preguntarle:

  • Pero ¿eres tú, Ramón?

Observándola lascivo ahora las grandes tetas que rebosaban el negro sujetador, sobresaliendo por encima las oscuras areolas, Dioni respondió escuetamente:

  • Más quisieras.

Y, acercándose a ella, agarró con una mano el sostén por delante, entre los dos senos, y de un fuerte tirón, se lo arrancó, dejando libre los enormes y erguidos senos de la mujer, provocándola que chillara otra vez asombrada.

Instintivamente Merche se llevó al momento sus manos a los pechos para protegerlos, pero Dioni ahora se concentró en sus bragas y, agarrándolas por los laterales, se las arrancó de otro potente tirón, propiciando que la mujer perdiera el equilibrio y, chillando, cayera, aterrada y sorprendida, hacia atrás sobre la cama de matrimonio.

Mientras el bruto se desnudaba rápidamente, la mujer, tumbada bocarriba sobre la cama, estaba conmocionada por la sorpresa, y, sin dejar de cubrirse con sus manos las tetas, levantó la cabeza para mirar al hombre que la había desnudado tan violentamente.

Sin sus gafas veía borrosa la figura de Dioni, dudando si realmente era su marido.

  • Pero, Ramón, ¿que te pasa?

Preguntó con voz chillona, pensando que quizá su esposo se había vuelto loco ya que hacía meses que ni follaban ni siquiera se tocaban.

Cogiéndola por los tobillos, el tipo la levantó las piernas, colocándolas rectas sobre su pecho desnudo, y, dirigiendo su verga erecta y congestionada a la peluda vulva de la mujer, la penetró hasta el fondo, ante la sorprendida mirada de Merche que no se creía lo que la estaba sucediendo.

Aprisionando las piernas con sus brazos y sujetándola por las caderas, colocó Dioni una rodilla sobre el colchón y empezó a balancearse adelante y atrás, una y otra vez, follándosela.

Imprimiendo un rápido ritmo desde el principio, la mujer comenzó a darse cuenta de lo que la estaba sucediendo cuando empezó a excitarse sexualmente y, en lugar de oponer algún tipo de resistencia, comenzó a chillar de placer.

Sus chillidos parecían más a los de un cerdo, una cerda en su caso, a la que estaban degollando.

  • ¡Aaah! ¡Aaaah! ¡Aaaaaaahhh! ¡Aaaaaaaaahhhhh!

Sin poder ya contener los senos con sus manos y sin ni siquiera acordarse de ellos, agarró la mujer fuertemente con sus manos la colcha de la cama, retorciéndola sin darse cuenta.

Las enormes tetas de Merche se agitaban desordenadas en cada violenta embestida ante la lúbrica mirada del bruto.

Tan entregada estaba al placer que solo tiempo después la dolerían los pechos de tan rápidos y violentos bamboleos.

Como todavía no se había recuperado de los polvos que había echado a Elena y a su hija, le costaba a Dioni correrse, por lo que, soltando las piernas a Merche, la hizo girarse, dándole la espalda y colocarse a cuatro patas sobre la cama.

La mujer, aunque próxima al orgasmo, todavía no lo había alcanzado, sintiendo frustrados momentáneamente sus lascivos deseos, por lo que, asombrada por el giro que había tomado la situación, lejos de huir, se quedó quieta a la espera de que la volvieran a coger.

No se hizo esperar. Dioni, después de darla un par de fuertes y sonoros azotes en sus nalgas que propiciaron que emitiera agudos chillidos, más de morbo que de dolor, la sujetó por las caderas y la metió la verga hasta el fondo en el coño, provocándola un escandaloso resoplido de alivio.

¡No quería quedarse la mujer sin su más que deseado orgasmo!

Cabalgándola con brío, la propinaba sonoros azotes en las nalgas, mientras la insultaba a gritos:

  • ¡Puta, zorra, calientacamas, ramera, perra!

Fue entonces cuando Merche se dio cuenta que no era su esposo el que se la estaba follando, pero, aun así, la situación la incrementó el morbo y chilló todavía con más fuerza, balanceándose también ella adelante y atrás, adelante y atrás, favoreciendo el polvo que la estaban echando.

¡Se convirtió la mujer en una fiera hambrienta de sexo! ¡Y si no la hubiera montado por detrás, le hubiera perseguido hasta el fin del mundo para que se la follara!

Ahora sí se corrió Dioni y con él Merche, rugiendo como un oso él y como una loca ella.

Aguantó con la polla dentro de ella durante varios segundos y, cuando la desmontó, se dejó caer ella, satisfecha, bocabajo sobre la cama, deseando que se la follara más veces.

Sin embargo, el hombre, temiendo que regresara la familia de la mujer, incluso acompañada de la policía, se vistió rápidamente y bajó las escaleras a la carrera, saliendo de la casa.

En ese momento el marido y el hijo de Merche volvían a casa con la compra en sus manos, mientras el hombre comentaba en voz baja al adolescente:

  • Es que tu madre es una estrecha y una puritana. Te diré que no follo con ella desde hace meses y creo que nunca he llegado a verla totalmente desnuda.

En ese momento observaron cómo un hombre, Dioni, salía de la casa donde vivían y cruzaba apresuradamente la calle, alejándose de ellos.

  • Pero … ¿qué cojones?

Exclamó atónito Ramón y, acelerando el paso, entró en su vivienda, seguido por su hijo. Al no ver a la mujer en la planta baja, dejaron las bolsas en el suelo y subieron corriendo por las escaleras, pillando a Merche completamente desnuda sobre la cama deshecha, mientras se masturbaba compulsivamente sobándose furiosamente la vulva.

  • ¡Merche!

Exclamó estupefacto el padre, observando lo que hacía su mujercita cuyo rostro estaba desfigurado por el vicio.

  • ¡Mamá!

Hizo lo mismo el hijo al ver a su madre en situación tan poco decorosa.

La mujer, al escucharlos, sin dejar de masturbarse, levantó la cabeza fijando su mirada en los dos bultos que pensaba que habían hablado y exclamó dubitativa:

  • ¿Ramón? ¿Eres tú?