La niña buena (7)

Qué es más fuerte? ¿La religión o el morbo? Cae la beata

Por la mañana, Valentín se levantó con la polla dura. Se levantó y se dirigió al cuarto de Diana. Al abrir la puerta, se la encontró desnuda, arrodillada en el suelo.

No hubo palabras. Valentín se sacó la polla y se acercó a su hija, que abrió la boca. Él quedó frente a ella, le levantó la cara y le metió la polla, que resbaló dentro la la boca, centímetro a centímetro, hasta que la nariz de Diana chocó con el pubis de su padre. Se la empezó a follar por la boca, bien fuerte. La polla de Valentín no era el pollón de Ramón, así que ella la toleraba mucho mejor.

Los preciosos ojos de Diana no dejaban de mirar a su padre, que metía y sacaba la polla de su garganta.

No la avisó. El primer chorro de leche casi la hace atragantar, pero se recompuso y los siguientes bajaron por su garganta en dirección a su estómago sin problemas. Los dos últimos se los echó en la boca, para que pudiese saborear su semen.

Le sacó la polla de la boca, toda llena de saliva, y se la pasó por la cara.

-Bien hecho, putita.

-Gracias papi.

-Bueno, me voy a trabajar. Pórtate bien

-Siempre me porto bien, papá

-Si, si..seguro..

Cuando oyó la puerta principal, oyendo como su padre se iba, sacó el papel que le había dado Ramón y lo llamó. Él estaba durmiendo, pues su voz sonó adormilada.

-¿Ramón?

-Sí..¿Quién es?

-Diana

-¿Diana?...

-Sí

-Ho..Hola preciosa. No pensé que me llamarías

-¿Por qué no?

-No lo sé.

-Anoche lo pasé muy bien.

-Y yo. Eres...

-¿Una zorra?

-Iba a decir maravillosa. Pero sí, eres una zorra maravillosa.

-Gracias.

-Me..gustaría verte a solas.

-¿Sólo verme?

-Bueno, y más cosas.

-Ummmmm me imagino que cosas...

-Ven a mi casa.

-¿Cuándo?

-Ahora.

-Ahora no puedo. Esta mañana tengo un examen muy importante. Jeje, aunque voy a aprobar seguro, tengo que estar presente. Saldré a la una.

-Puedes venir a esa hora.

-Vale. Iré.

A Ramón le latía el corazón con fuerza. Iba a tener para el sólo aquella preciosa y caliente chica.

-Mi dirección es ..... ...... ............. Te estaré esperando con ansias, preciosa.

-Hasta luego, pues.

Diana colgó el teléfono. Si hubiese esperado un poco antes de colgar, abría oído el ruido que hizo el teléfono supletorio de su madre al colgar.

Ana, la madre de Diana, no se podía creer la conversación que había oído. Diana, su niñita, su niña buena había llamado a un hombre y había quedado con él, en su casa. Le había dicho que era una zorra maravillosa. Que lo habían pasado bien anoche.

¿Anoche? ¿Cuándo? Desde el disgusto del día de su cumpleaños todo parecía que iba bien. Su Diana era la Diana de siempre.

Seguramente ese hombre del teléfono era el culpable de todo. Él habría pervertido su inocencia con mentiras, con engaños. Se había aprovechado de ella, y aún la seguía viendo.

Tenía que salvarla. No podía consentir que condenara su alma para siempre. Diana era una niña buena. Oyó la dirección de ese hombre. Iría a hablar con él y le obligaría a dejar en paz a su niña. Y si no lo hacía, llamaría a la policía.

Cuando despidió a Diana que se iba a clase, la abrazó con fuerza.

-Oh, mi niña...Mi pobre niña.

-¿Qué pasa mami?

-Nada. Tu madre se va a encargar de todo. No te preocupes. Yo te salvaré.

Diana no entendía nada. Pero a su madre a veces se le iba la bola con la religión y decía cosas raras. No le dio importancia y se fue a clase.

Antes del examen, fue a ver al profesor. Él, en cuanto la vio entrar en su despacho, se sentó en su silla. Diana se arrodilló entre sus piernas, le sacó la polla y le hizo una estupenda mamada. El pobre no duró ni un minuto. Diana retuvo toda la leche en la boca, se sacó la polla y lo miró. Abrió la boca para que el profesor la viera llena de su semen. Movió la lengua en aquel lago de leche espesa y luego se la tragó de una sola vez. Volvió a abrir la boca para que comprobara que se la había tomado toda.

-¿Me pondrás un 10, verdad?

-Diana, si pudiese ponerte un 20, te lo ponía

-Jajajaja.

En cuando Diana había salido por la puerta, Ana se fue a vestir. Se desnudó y se puso su ropa, recatada, como siempre. Cualquier hombre que la hubiese visto desnuda hubiese pensado que era una mujer preciosa. 104 centímetros de pecho, 66cm de cintura y 91 cm de caderas. Pelo a media espalda, negro y liso. Siempre sin maquillar. Siempre escondida debajo de sus gafas y de sus vestidos holgados. Sentía vergüenza de su cuerpo.

Sabía que el diablo se servía del cuerpo de la mujer para tentar al hombre. La Biblia lo decía. Por eso ella procuraba mantenerlo lejos de las miradas de todos. Incluso de la de su marido.

Pidió un taxi y le dio la dirección de ese Ramón, el tipo que había pervertido a su niña. Tenía que salvarla.

Se plantó delante de la puerta y tocó el timbre. El hombre tardó en abrir. Cuando lo hizo, ante ella apareció un hombre normal, de unos 35 años.

-¿Es Vd. Ramón?

-Sí. ¿Nos conocemos, señora?

-No, no nos conocemos. He venido a pedirle..no , a exigirle, que deje Vd. de ver a mi hija.

-¿A su hija? ¿Y quién coño es su hija?

-Diana.

-Pase, señora, este no es sitio para hablar de esto.

Ana pasó y observó aquel piso. Seguro que en ese piso es donde había seducido a su niña.

-Estoy dispuesta a llegar hasta donde haga falta, señor. Incluso a hablar con la policía.

Ramón observó a la mujer. De cara era guapa, y esas gafas le daban cierto morbo. El cuerpo no lo veía, embutido en aquel traje que parecía un saco.

-Diana ya es mayor de edad, creo.

-Eso no la da a Vd. derecho a ...

-¿A qué?

-A lo que quiera que le haya hecho.

-Nada que ella no haya querido.

Casi le dice lo zorra que era su hija, y que habías sido su padre, su marido, el que la llevó la otra noche para que se la follara. Pero prefirió callar. Vio la cruz que colgaba en su pecho. Conocía a esa clase de personas. Unas santurronas que se creían con el derecho de juzgar y condenar a los demás. Unos hipócritas. Le daría una lección. Si le decía que su marido se estaba follando a su niña buena y que la llevaba a garitos para que otros hombres se la follaran, a lo mejor de daba un pasmo y se le moría allí.

-Verá, señora. Diana no es el angelito que Vd. cree. Le gusta más una polla que a un niño un caramelo.

Ana se incendió!

-No le permito que hable Vd. así de mi hija. Es Vd. un..un degenerado.

-A tu hija le encanta esto.

Se bajó el pantalón de pijama que llevaba y su pollón quedó a la vista de Ana. Los ojos casi se le salen de las orbitas. Aquello no podía ser real. Un pene no podía ser tan...enorme.

Las piernas le flaquearon y tuvo que sentarse. Con la boca abierta, no dejaba de mirar aquella cosa enorme que Ramón había liberado. Ahora le quedaba a la altura de la cara.

Ramón de acercó más, dejando la polla a escasos centímetros de la cara de Ana. Ella no hablaba. No podía. Sólo podía mirar a aquella serpiente de un sólo ojo que la miraba. Era Satanás, que la ponía a prueba. Tenía que salir corriendo de allí, pero sus piernas no le respondían.

Vio como el hombre cogía su pene con una mano y empezaba a moverla a lo largo.

-A Diana le encanta esta polla. Anoche se le metí toda en la boca. Toda. Ninguna mujer se la había podido tragar antes. Tu niña buena, sí.

¿Qué le pasaba? ¿Por qué no salía corriendo? ¿Por qué seguía mirando como el hombre acariciaba su miembro? ¿Y por qué tenía los pezones duros como piedras?

-Y cuando me la follé fue delicioso. No sabes que coñito más apretadito tiene tu hija. Pero no le cupo toda la polla dentro del coño...A lo mejor en el tuyo si cabe.

Parecía que no lo oía. Estaba como hipnotizada, mirando fijamente su polla. Se acercó un poco más. La punta de su pollón tocó la nariz de la mujer. Ella empezó a respirar más agitadamente. Ahora se adivinaban un buen par de tetas bajo el vestido.

Ramón siguió pajeándose frente a la cara de Ana. Estaba muy cachondo, y de la punta de su polla empezó a gotear líquido pre seminal. Lo esparció por las mejillas de la madre de Diana.

-¿Se han corrido alguna vez en tu cara?

Ana lo miró, asustada. No podía hablar.

-Que si se han corrido alguna vez en tu cara.

-N..No....

-Es una lástima. Tienes una cara bonita. Bueno, así seré el primero. Vas a recibir tu bautizo de leche.

Usó la palabra bautizo a posta. Le ponía mucho humillar a aquella santurrona.

-Por favor..no lo haga. Dios mío..no lo haga.

Pero no se movía. Seguía pegada al sillón

-Si lo estás deseando. Desde aquí noto tus pezones duros.

¿Cómo era posible que se aquel hombre la excitara? El diablo la había poseído, sin duda. No podía ser otra cosa.

Ramón aceleró la paja. Se iba a correr en pocos segundos en la cara de la madre de Diana. Le puso la mano en la barbilla y le levantó la cara.

-Levanta la carita, zorrita.

Ana hizo un gran esfuerzo e intentó levantarse. Tenía que salir de allí. Pero ese hombre se lo impidió. La cogió por el pelo y la obligó a sentarse. Le hacía daño.

-Ahora no te vas a ir, preciosa...Estoy a punto de.....Aggggggggg.

Aquella serpiente diabólica empezó a escupirle. Sintió en la cara potentes y calientes chorros de espeso semen, que le quemaban la piel. Y aquel hombre no dejaba de decirle cosas..

-Toma zorra...Aggggg tome leche en tu cara de putitaaaaaaaaa

Ramón dirigía  sus chorros a toda la cara de Ana. Le mancho la frente, las mejillas, la nariz, los labios, y sobre todo, las gafas. Tuvo que cerrar los ojos porque su placer era inmenso. No pudo ver como el cuerpo de Ana empezaba a temblar. No pudo ver como Ana se corría por primera vez en su vida al sentir el semen de un hombre estrellarse contra su cara.

Cuando Ramón volvió a abrir los ojos, miró a la madre de Diana. Ella tenía los ojos cerrados, aunque apenas los veía tras las gafas llenas de semen. Respiraba agitadamente.

Le pasó la polla por la cara, esparciendo su leche.

-Por favor..déjeme.

-Como quieras...

Le tiró una toalla a la cara.

-Límpiate si quieres.

Ana se quitó las gafas y se limpió la cara. Tenía ganas de llorar. ¿Por qué había tenido un orgasmo tan fuerte al ser humillada de aquella forma por ese hombre? Eso era cosa de animales. Ella no era así. Sin mirar a aquel hombre, se marchó. Ramón la vio marcharse. Le había encantado correrse en su cara. Así aprendería aquella zorra.

Ana no recordaba cómo se metió en el taxi y como llegó a su casa. Estaba como zombi. No recordaba cómo se miró al espejo. Se veía mal pues las gafas las tenía empañadas. No recordaba como recogió algo de semen que le había caído en el vestido, y como lo había llevado a su boca.

El extraño sabor la hizo volver en si. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo se arrodilló y comenzó a rezar, pidiéndole a dios que la perdonara, que la salvara. Pero no podía rezar. El sexo le ardía. No podía soportar esa sensación. Tenía que hacer algo. Tenía que...tocarse

Llevó su mano a su húmedo sexo y se frotó como hacía cuando era una chiquilla, antes de que los curas le dijeran que eso era pecado. Sus dedos recorrieron la hendidura mojada. Tocaron su clítoris. En su mente apareció aquel enorme pene delante de su cara. Cerró los ojos y la presencia se hizo más intensa.

Cuando la tenía cerca de la cara, había sentido deseos de tocarla, de acercar su mano y coger aquella....POLLA!

Su mente repetía..Polla, polla, polla...sus dedos frotaban cada vez más fuerte su sexo.

Ana, arrodillada delante del espejo, se empezó a correr. Le habían dicho que eso era pecado, pero en esos momentos no le importaba. Sólo existían sus dedos en su sexo y la imagen de la polla de Ramón llenándole la cara de semen. Aquel olor. Tuvo varios orgasmos seguidos, hasta que se quedó sin fuerzas para seguir.

Se quedó acurrucada en el suelo. Estaba condenada. Su alma iría al infierno...Pero...¿Por qué aquel inmenso placer que había sentido era pecado? ¿Por qué e señor le daba algo tan placentero para decirle que no podía usarlo?.

Al rato se levantó y se fue a duchar. Quizás el agua la limpiase, la purificase. Se equivocó. El agua caliente en su rostro la hizo recordar el semen de Ramón cayendo en su cara. La dejó caer mientras se volvió a masturbar. Abrió la boca y el agua entró, caliente....¿Qué sentiría si en vez de agua fuera el semen de Ramón?

Se volvió a correr. Después se terminó de duchar. Secó. En el espejo vio a una mujer hermosa. Pecadora, pero hermosa. De su mente no se podía quitar a Ramón. La polla de Ramón.

Diana entregó su examen, en blanco. Le picó un ojo al profesor y se marchó. Tenía una cita con Ramón. Y con la inmensa polla de Ramón. Quería hacer algo por él, y por ella.

Llegó sobre la 13:45 a la dirección que la había dado Ramón. Tocó el timbre y él le abrió la puerta.

-Hola

-Hola preciosa.

Diana entró en la casa de Ramón, que la abrazó y la besó, metiéndole la lengua en la boca y agarrándole el culo. Diana notó contra su barriga la dureza de la polla.

-Parece que te alegras de verme.

-No lo sabes tú bien.

CONTINUARÁ.