La niña buena (11)

Diana se lo pasa en grande con el tipo rudo del bar. ana se da cuenta de lo mal que se ha portado y pone remedio

La mirada de aquel tipo duro y basto, hizo que los pezones de Diana se pusieran duros. Cuando él le puso la mano en la rodilla, se estremeció. -¿Tomas algo, preciosa? -Un vaso de leche. -Jajaja. Me parece que aquí no hay leche, guapa. Diana le miró directamente a los ojos. -¿Seguro que no hay? -Ummmm, me parece que eres un poco zorrón. -Jajaja. Tienes buen ojo para las mujeres. -¿No pretenderás cobrarme, verdad? Ella se acercó a su oreja. Olió la colonia barata que el tipo llevaba, que no era capaz de tapar el olor a sudor. Le susurró. -Solo quiero que me pagues con la leche de tus huevos. Aquello fue ya más que suficiente para aquel tipo. La cogió la de muñeca, con fuerza, y la arrastró hacia la parte trasera del garito. Sabía que había un almacén. Diana iba con una sonrisa en la cara, y miraba las babeantes miradas de los demás tipos. A uno que se sobaba la polla por encima del pantalón le mandó un beso, riéndose. El tipo abrió la puerta y casi la tiró dentro del pequeño almacén. Entré  cerró la puerta. Diana miró aquel cuchitril. Olía a moho y a cerveza rancia. Estalla lleno de cajas de cerveza vacía, de licores y cosas del bar. Se volvió y miró, desafiante, al tipo. El hombre estaba tenso. No se creía aún que aquello fuese verdad. Que aquella preciosidad de mujer fuera tan zorra como parecía. Diana puso sus manos en las sus caderas, y ladeó su cabeza. -¿Qué pasa? A ver si va a resultar que eres un pedazo de maricón. PLAS! Fue el sonido que hizo la mano abierta del tipo en su cara. No fue un golpe fuerte. Sólo para dejar claro quien mandaba allí. -Calla putita. La atrajo hacia y la besó con fuerza, casi mordiéndole los labios. Diana se llenó con el fuerte olor de aquel rudo hombre. El coñito no dejaba de mojarse más y más. Él llevó sus manos a su culo y la apretó contra él, restregándole la dura polla por la barriga. Le subió el corto vestido y sus callosas manos acariciaron sus desnudas nalgas, separadas sólo por el fino hilo del tanga. Sintió su boca morder su cuello. La mordía con fuerza. La iba a dejar marcada. Pero eso la hacía estremecer más. Los dedos se colaron en la raja de su culito y enseguida encontraron su ano. Sin miramientos lo penetraron. -Ummm, este culito ha recibido más de una polla, ¿Verdad? -Alguna..que...otra... -Veamos que tal usas esa preciosa boquita. La hizo arrodillar en el sucio suelo. La empujó con fuerza hacia abajo, hasta dejarla a la altura de su polla. La cogió del pelo y le restregó el paquete por la cara. -¿A qué esperas para sacarme la polla? Diana le bajó la cremallera, metió la mano y con dificultad sacó una buena polla, totalmente dura. No se podía comparar con la de Ramón - ninguna podía - pero era una polla grande. -Sácame las pelotas también. A través de la bragueta consiguió sacarle las dos bolas. Él volvió a cogerla del pelo y tiró hacia él, restregándole la polla por la cara. No estaba limpia. Olía a sudor, o orines...Eso excitó aún más a Diana. Le iba a demostrar lo que era chupar una polla. La mamada que le iba a hacer no la iba a olvidad en la vida. Le miró fijamente a los ojos. Abrió la boca, y se fue tragando la polla. No paró hasta que su nariz chocó contra la bragueta. Sacó la lengua y lamió los huevos. -JOOOOOODER!!! Pero si te has tragado toda mi polla. No me lo puedo creer. En los ojos de Diana había satisfacción. La cogió, con las dos manos, por la cabeza y empezó a follarle la boca. Con dureza, raspándole la garganta, metiéndosela a fondo, apretando. Diana tenía alguna arcada, pero a él no le importaba. Seguía follándola salvajemente por la boca, que se le llenó de saliva. Saliva que le iba saliendo por la comisura de los labios. Su coño le palpitaba. Tuvo que llevarse una mano y tocarse, frotarse con la misma fuerza que la polla entraba y salía de su boca. Los dos gemían de placer. -Ummm putita...esta..es....agggggg...la mejor..mamada..de mi..vida. Prepárate, porque se avecina una corrida de toro!. Diana no podía hablar. Sólo hizo. -Ummmmmmm Por los gemidos, la forma en que le apretó la cabeza, y sobre todo, por como la polla se puso más dura, Diana supo que se iba a correr. No pudo saborear le leche, pues tenía la polla clavada a fondo y toda bajaba por su garganta, directamente a su barriga. Sólo sentía su calor por recorrer su esófago. Los ojos del tipo estaban entornados y su cuerpo recorrido por espasmos de placer. De su boca abierta cayó un hilillo de saliva. Lo sorbió antes de que cayera sobre la cara de Diana. Cuando la polla dejó de manar, se la dejó enterrado en la boca unos segundos. Respiraba con agitación. Le sacó la polla despacito, recreándose en como iba saliendo, brillante, llena de saliva. Aún le parecía imposible que aquella preciosa chica se hubiese tragado toda su polla. Aquella chica que lo miraba desde el suelo, sonriendo, con los labios y los alrededores de la boca, brillantes, con una mano acariciando su coño. La polla seguía dura, como antes de correrse. No se podía aflojar ante aquella hembra. La levantó del suelo y la besó, metiéndole la lengua casi hasta la garganta. Le cogió el culo y se lo apretó con los dedos, con fuerza, con dolor. -Agggggggggggg Diana levantó el cuello y echó el cuerpo hacia atrás. El rudo tipo le pasó la lengua por el ofrecido cuello, una y otra vez, mientras seguía sobándole el culo. Le bajó el vestido, titando hacia abajo del escote. Casi se lo rompe, pero la tela era bastante elástica. Sus dos tetas, saltaron al aire. Turgentes, duras. No necesitaban sujetador. -Vaya par de tetas que tienes, zorra. Vaya par de peras! Aquel tipo era un bruto. Enterró su cara entre aquellas dos preciosidades y las chupó con fuerza. Atrapó los pezones, los mordió hasta hacerla gritar. La hizo apoyarse contra la pared y puso sus manos en las tetas. Mirándola a los ojos empezó a apretar. -Ummmmmmm Apretó más. -Aggggggggggggggggggg me..haces..daño. Y apretó más. Ahora si que le hizo daño de verdad. Ella le quitó las manos de un manotazo. -Imbécil. Me vas a dejar marca. -Jajajaja, te jodes, putita. Le dio la vuelta ya la apretó con la pared. Tenía la falda levantada y el culo rojo de tanto manoseo y magreos. Le pasó el dedo pulgar por la raja del culo, apartando el hilito, y se lo clavó en el culo. -Agggggg cabrito. -Es sólo mi dedo. Ya verás cuando te meta la polla. -¿A qué esperas? -¿No quieres que te lubrique un poco el ojete? -Si supieses lo que me han metido por el culito no preguntarías. -Tú misma. La cogió por las caderas y tiró hacia él, para ponerle el culo ofrecido. Apartó nuevamente el hilito, se cogió la polla con una mano, apoyó la punta contra el cerrado agujero, y empezó a empujar. No entraba. -Ábrete el culo, zorra. Diana llevó sus manos a sus nalgas y las abrió. El tipo volvió a empujar y la polla se coló. Los dos se hicieron daño. -Aggggggggg Coño zorra. -Uf!! Quizás hubiese sigo mejor algo de lubricación. Pero el daño ya estaba hecho. Siguió empujando, empujando, hasta enterrarle toda la polla en el culo. Cuando estuvo toda dentro, se echó sobre ella y le lamió la cara. -Tu dirás lo que quieras, pero tienes el culito  muy apretadito. Diana, con la cara aplastada contra la pared, sonreía. Le encantaba ser poseída por aquel rudo individuo. Empezó a mover su culito hacia los lados. Le estaba invitando a que se la follara como a la perrita que era. Él la entendió, porque la agarró por las caderas y se la empezó a follar. Se la sacaba hasta la mitad antes de volver a enterrársela hasta el fondo. El almacén era pequeño y sin ventilación, así que el calor los hacía sudar. Se la follaba cada vez más fuerte, haciéndola golpearse las tetas contra la pared. El culito vibraba con los pollazos. No pudo resistirse y le empezó a dar nalgadas. El culito ya estaba rojo de antes y se puso aún más colorado, casi como el vestido. Diana notó que se iba a correr. Llevó una mano a su coño y se ayudó frotándose el clítoris. Estalló mientras aquella polla no dejaba de follarla sin piedad. -Aggg Aggggg me corrrooooooo - gritó al tiempo que su mano se llenaba de los jugos que soltó su coño durante el fuerte orgasmo. Él hombre se había corrido recientemente y aguantó más. A pesar de que los espasmos del culo de Diana apretaban la polla invasora, no se corrió y no dejó de follarla, de encularla, de darle nalgada tras nalgada, haciéndola gritar de placer. -No grites, zorra. Que se van a pensar que te estoy matando! Le tapó la boca con una mano y arreció en sus embestidas. Quería correrse también, llenarle el culo del resto de leche que le quedan en las pelotas. Aquella zorrita era la mujer más caliente que había conocido en su vida, y la iba a disfrutar. Paró un momento para acercarse a su oreja, lamerla y darle un mordisquito en el lóbulo, haciéndola gemir contra la mano que tapaba su boca. Pero enseguida recomenzó con la dura enculada. Le tuvo que soltar la boca porque sintió que se iba a correr. Tuvo que agarrarse con las dos manos a sus caderas para empezar a inyectarle andanada tras andanada de espeso y caliente semen en lo más profundo de su culo. Se quedó tenso, con los ojos fuertemente cerrados, descargándose y sintiendo el mayor placer de su vida. Quedó allí, en pie. Con los ojos cerrados. La polla dentro del culo de Diana. La sintió moverse y su polla salió del cálido culito. Seguía con los ojos cerrados, hasta que notó algo. Los abrió para descubrir a Diana, que arrodillada, se metía su polla, en la boca. Lo miraba con aquellos dos preciosos ojos. Se la sacó un momento. -Antes no me dejaste probar tu lechita. ¿Te queda aún? -Me cago en la leche! De verdad que era la zorrita más grande que me he encontrado en mi vida. Algo quedará, pero te va a costar sacarla, preciosa. -Ya veremos. Había unos cartones por el suelo. El tipo los cogió y los puso sobre una caja de cervezas, para poder sentarse. Diana se acercó gateando, contoneándose como una gata caliente. Iba en busca de su lechita. La polla se había aflojado un poco. Habían sido dos corridas espectaculares y seguidas. -Es toda tuta, putita. A ver si consigues otro lecherazo. -Si te queda leche en los huevos te la voy a sacar. Bájate los pantalones. No sólo se los bajó sino que se los quitó, y los calzoncillos. Se sentó en sobre la caja y Diana se acomodó entre sus piernas, llevándose enseguida la menguante polla a la boca. La chupó despacito, pasándole la lengua, mirándolo a los ojos. La polla respondió enseguida, y se puso otra vez bien dura. Entonces empezó con la mamada profunda, tragándose toda la polla, hasta que su nariz chocaba con el pubis del hombre. -No me puedo creer que te tragues toda mi polla. Lo miró. En sus ojos había orgullo. El orgullo de la zorra que sabe que es la mejor mamona del mundo. La cogió del pelo y tirando de él guiaba la cabeza, haciéndola tragar su polla. De vez en cuando se la sacaba de la boca para lamer todo el tronco, hasta llegar a los huevos. Los chupaba, los lamía, volviendo a subir y volviendo a tragarse la polla. Después de cinco minutos de mamada,  estaba claro que le iba a costar sacar más leche de aquella polla. Estaba dura, pero no se corría. Diana recordó que había un profesor al que también le costaba hacer correr. Utilizaba entonces un método infalible. Lo probaría con este tipo. Lo hizo echar hacia atrás y sacar más el culo de la caja. Se llevó dos dedos a la boca y se los chupó, ensalivándolos bien. Entonces los llevó hasta el culo del maromo y empezó a meterlos. -HEY! ¿Qué coño haces? -Tranquilo, tío. Déjame y ya verás como te gusta. -Que no soy marica. -Jajaja no importa. El tipo tenía que reconocer que no era desagradable del todo la sensación de los dos dedos en su culo. Y cuando volvió a meterse la polla en la boca, el placer aumentó. Diana le follaba el culito mientras le mamaba la polla. Se puso más dura. Pero eso no era todo. Diana buscaba la próstata. El profesor le había enseñado que si la frotaba con los dedos, el placer era indescriptible. Y cuando el tipo empezó a gemir de placer, supo que había encontrado el punto. -Aggg joder...que ..rico...agggggg En menos de un minuto del uso combinado de la caliente boca y una mano, y los dos dedos dentro del culo, Diana consiguió hacerlo gritar y correrse. Esta vez la corrida la recibió sobre la lengua, con la boca bien abierta, para que él viera como su leche salía disparada. No fue tan abundante como las dos anteriores, pero sí lo suficiente como para que Diana la saborease con placer. Diana salió del local meneando el culo, despeinada. Con un chupetón en el cuello y con moratones en las tetas. Los clientes miraban a aquella preciosidad vestida de rojo. Desde la puerta, se dio la vuelta y les mandó a todos un beso. En el almacén, el afortunado tipo seguía sentado en la caja de cervezas. Lo que le había pasado tenía que ser un sueño. Y encima, la final aquella maravillosa zorrita le había follado el culo. Se decía que él no era marica, pero ..Qué diablos. Jamás había sentido tanto placer. Al poco de haberse ido Diana de su casa, su padre se fue a trabajar. Ana se quedó sola. Se puso a pensar en el cambio radical que había dado su vida en dos días. No se podía quitar a Ramón de la cabeza. Como la trataba. Su enorme polla. Y el vestido que le regaló. Se veía tan hermosa con él puesto. Decidió ir a dar un paseo. Buscó entre su ropa. Todo eran trajes sin gracia, grises, tristes, feos. Como había sido su vida. Temiéndolo todo. Siempre tratando ser recta. De seguir las escrituras. Todo lo bueno era pecado. Encontró un pantalón y una camisa. Eran viejas. Ere la ropa que llevaría una mujer mucho mayor, pero era lo más moderno que tenía. Se lo puso y salió. Vagaba por las calles, pensando, sin rumbo fijo. Al pasar por delante de unos grandes almacenes se quedó mirando los escaparates. Contempló los maniquíes. Observó las ropas que llevaban. Por primera vez no veía pecado. Sólo veía ropa. Al fondo había un maniquí con lencería. Un sostén y una braguitas a juego, con encajes. Se preguntó como le sentarían a ella cosas así y no las bragas-sábana que llevaba. Entró y se puso a mirar.

Había tantas cosas bonitas. No sabía por donde empezar. Se encontró con un conjunto de lencería negro, formado por un sujetador de encaje, con tela negra transparente. Las braguitas a juego dejaban casi todo el culo al aire. Además tenía ligero y media negras, todo a juego.

-Estaría vd. espectacular con eso puesto.

Ana se sobresaltó. Era una de las dependientes, una chica joven, un poco mayor que Diana.

-¿Tú crees?

-Por supuesto. ¿Se lo quiere probar?

-No sé.

-Hágame caso.

-Vale - le contestó, sonriendo.

La acompañó al probador. Ana entró y cerró la puerta. Se desnudó y se empezó a poner el conjunto. Después se miró al espejo. Le quedaba maravillosamente. En verdad parecía una modelo. Se contempló desde todos los ángulos Se puso las medias, pero el ligero no sabía como iba.

-¿Cómo le queda? - le preguntó la chica desde el otro lado de la puerta.

-Bien..bien..Pero esto no sé como va.

-¿Le echo una mano?

Era una mujer. Se suponía que entre mujeres era normal.

-Vale. Pasa.

Cuando la chica abrió la puerta y la vio, se quedó con la boca abierta. Con el traje que llevaba antes Ana no se adivinaba el precioso cuerpo que tenía.  Y con ese conjunto estaba espectacular. En la mano tenía el ligero.

-Señora! Wow. Le queda estupendo

-Esto no se como ponerlo.

La chica entré en el pequeño probador y cerró la puerta. Le indicó como se ponía, como engancharlo a las medias. Las dos miraron su imagen reflejada en el espejo.

-Su marido se la va a comer, señora.

Ana sonrió. No pensaba en Valentín. Pensaba en Ramón.  Aquello era para Ramón.

Ana se miraba. La chica la miraba a ella. Acercó una mano y tocó la tela del ligero.

-Es muy suave, verdad?

-Sí

Y entonces, la chica le acarició la piel de los muslos.

-Su piel también es muy suave - le dijo, mirándola a los ojos

El corazón de Ana empezó a latir. Sintió que su vello se erizaba. Pero no se movió. No dijo nada. La chica tomó eso como una invitación y fue subiendo la mano, acariciando con sus yemas la fina piel de Ana.

-¿Qué...qué haces? - consiguió decir.

No contestó. Siguió subiendo la mano hasta llegar a su coñito. Por encima de la fina tela lo acarició. Ana se estremeció. Y se empezó a mojar. No podía creer que se estuviera excitando porque la acariciara una jovenzuela como aquella. Pero después de lo Ramón ya todo era posible.

-Eres preciosa, y con estas prendas...ummmmm

Se acercó a Ana y la besó en los labios. Ana sintió que los labios de la chica le quemaban. Y cuando la mano de la chica se coló por debajo de la tela de las braguitas, cerró los ojos y abrió los labios. La lengua de la dependienta se coló en su boca.

Con delicadeza, la chica introdujo sus dedos en la rajita de Ana. La encontró mojada. La empezó a masturbar, y Ana gemía en su boca. Cada vez se mojaba más, se excitaba más, pero de repente la apartó. Le quitó la mano de entre sus piernas.

-No puedo...lo siento.

La chica sonrió.

-No pasa nada. Espero que la persona para la que vas a comprar esta ropa si que te disfrute.

La chica se fue y la dejó sola. Ana se quitó el conjunto y se puso su ropa. Salió y fue a la caja. La chica la miraba desde lejos, sonriéndole. Ana le devolvió la sonrisa.

Salió de la tienda con la bolsa en la mano. Cuando vio su reflejo en el escaparate, se dio cuenta que tendría que cambiar de ropa. La nueva Ana no vestiría más de abuela.

Llegó a su casa y escondió su compra. Se puso luego a preparar la cena. Cuando Valentín volvió, Diana aún no había regresado.

Lo recibió con un beso en los labios. Pequeñito, pero en los labios. Le daba muy pocos besos a su marido.

-Hola mi amor.

-Hola Valentín. ¿Que tal el trabajo?

-Bah, lo de siempre. ¿Volvió ya Diana?

-No. No te preocupes por ella. Ya es mayor.

-No. Si no me preocupo por ella. Es por ti.

-¿Por mi?

-Si. Me sorprendió mucho que la dejaras salir.

-Ya es mayorcita.

Por supuesto que ya era mayorcita. Y una zorrita de cuidado. Pero eso ella no lo sabía. O eso creía Valentín.

-Cree que he sido...demasiado estricta con ella. Y...y contigo. Lo siento.

Lo abrazó. Valentín se sorprendió. Ana nunca lo abrazaba. La cogió en sus brazos. La amaba. Si sólo fuera más...normal. Si no hubieran llenado la cabeza con aquellas estúpidas ideas.

Ana sintió el calor de su marido. Lo quería. La había aguantado todos estos años. Se había conformado con el poco sexo que le daba. Y ahora, ella, se había comprado lencería para otro hombre. En vez de dárselo todo a su marido, al hombre al que amaba, se lo daba a otro. Era una hija de puta.

Le pondría remedio. Cogió a Valentín de la mano y lo llevó al salón.

-Espérame aquí, mi amor. Tengo algo que enseñarte.

Valentín estaba perplejo de verdad. Su mujer se comportaba de manera extraña. Allí sentado, esperó unos minutos.

Por la puerta apareció una preciosa mujer. Iba con un precioso conjunto de lencería negro, con encajes, medias y ligero. Era Ana. A Valentín se le iban a salir los ojos de las órbitas. No sólo porque fuera Ana, su mujer, su beata mujer, la que se vestía de aquella forma. Es que era la primera vez en su vida que le veía el cuerpo. Y se dio cuenta de que su mujer tenía un cuerpo precioso. Que aquellas prensas sólo resaltaban lo que ya había.

-ANA!

-Valentín, mi amor..durante todos estos años me has aguantado. A pesar de haberme comportado contigo como una auténtica hija de puta, no me has abandonado y te conformaste con lo poco que te di. Por eso, ahora, quiero que me trates como lo que he sido, como a una puta. Hazme tu puta. Úsame para el placer que siempre te he negado.

Se acercó a él. Valentín aún estaba mudo, petrificado. A ver si todo lo que le había contado ella sobre los demonios era verdad y resultaba que una la había poseída.

Ana llegó junto a él y se arrodilló entre sus piernas. Le puso las manos en los muslos.

-¿Quieres que tu esposa te haga una mamada?

-"Bendito demonio. No salgas nunca de ella", se dijo Valentín mientras se bajaba la cremallera.

CONTINUARÁ.