La nevada
Si no fuera imposible, diría que ella provocó la nevada.
- Lo sentimos mucho, pero la intensidad de la nevada ha bloqueado el camino de regreso al pueblo, tendrán que pasar esta noche en el hotel –avisó la directora de aquel hostal de montaña.
Lara y Carlos se miraron, resignados. Los dos sabían que aquel fin de semana nevaría mucho, pero aquella nevada superó todas las previsiones. Y aquella joven directora lo había dejado bien claro: esa noche nadie saldría del valle. Bien pensado, tampoco era para tanto. Las habitaciones eran cálidas, disponían de un gran salón con chimenea donde se servía alcohol hasta altas horas de la madrugada, y la música de ambiente invitaba a la relajación. De quedarse atrapado en algún sitio, a Lara le costaba imaginar uno más agradable.
Entonces cayó en ese detalle. La directora, que no superaría los 35, le había estado mirando a ella durante todo el discurso. Los ojos de aquella joven poseían un brillo extraño que quizá solo Lara había percibido. Por un instante, aquella mirada desprendió el mismo calor que emanaba de la gran chimenea del salón.
Voy a por una copa – dijo Carlos–. Ya que nos tenemos que quedar, al menos aprovechemos la oportunidad. ¿Quieres algo?
Tomaré lo mismo que tú. Te espero en el sofá al lado de la chimenea.
Carlos se sentó en uno de los taburetes de la barra y miró a su alrededor. Casi todos los demás huéspedes habían decidido subirse a sus habitaciones, y tan solo ellos dos parecían haber decidido sacar partido a esa noche. Ellos se lo pierden –musitó el chico para sí mismo.
¿Qué tomará? – preguntó el camarero, al tiempo que secaba una copa recién limpiada.
Dos Brugal con Coca Cola Zero – pidió Carlos, sin prestar mucha atención.
Que sean tres –una voz cálida provino de algún rincón muy cercano a los oídos del joven–. Y a esas dos invita la casa.
Anda… gracias –dijo Carlos, descubriendo a la joven directora sentándose a su lado–. La verdad es que pasar una noche más aquí es un regalo.
Aquella mujer, de pelo moreno y no muy largo, detuvo su mirada en los ojos del joven. Fue entonces cuando Carlos sintió aquel fuego en su mirada, del mismo modo que lo había percibido su chica poco antes.
- No todo el mundo sabe apreciar un regalo.
En ese mismo instante sucedieron dos cosas. La primera fue que el camarero depositó tres copas sobre la barra y, la segunda, que la misteriosa mujer sostuvo la mano de Carlos entre la suya. El chico quiso retirarla, pero algo en aquella mirada le bloqueó por completo. La directora se puso en pie, e introdujo su mano junto con la de Carlos entre el pantalón y su ropa interior. El chico sintió unas ganas horribles de dos cosas: de retirar su mano de aquel lugar prohibido o de dejarse llevar y acariciar el coño de esa chica sobre su ropa interior. Pero una vez más esa mirada le bloqueó, y se limitó a dejar sus cuatro dedos sobre aquel coño, percibiendo el calor y la suavidad de su interior.
Cuando fue consciente de la situación, su polla estaba tan dura que notaba la presión contra el pantalón.
Tengo pareja –acertó a decir Carlos.
Lo sé – respondió la mujer, ejerciendo presión sobre la mano del chico que tocaba su coño.
Tengo… tengo que ir con ella –sentenció el joven, al tiempo que lograba liberarse de aquella mirada.
Carlos retiró su mano del pantalón de la directora, cogió dos de las tres copas y se dirigió al sillón donde Lara contemplaba el vaivén de las llamas de la chimenea. Su polla seguía dura cuando se sentó, y se maldijo a sí mismo al notar que dos de sus dedos estaban impregnados de la humedad del coño de aquella mujer.
¿Brugal con Coca Cola? –preguntó Lara–. Buena elección. Voy un momento al baño. Te dejo con la chimenea un minuto.
Eh… vale – dijo Carlos, tratando de ocultar su respiración agitada. Además de cachondo se había puesto demasiado nervioso.
El chico miró a su alrededor con cierto temor. Afortunadamente, no había ni rastro de la directora. El chico se recostó sobre el respaldo del sofá y se tranquilizó un poco.
Lara aquella noche estaba muy cachonda, y estaba dispuesta a follarse a Carlos como nunca. En su fuero interno aquella nevada había sido la hostia de oportuna. Cuando entró en el baño de las chicas, fue directamente al tocador. Se miró al espejo y se vio perfecta. Oyó entonces cómo la puerta del lavabo se abría. En el reflejo del espejo apareció la directora del hotel. Sus miradas se cruzaron sobre el cristal, y Lara percibió aquella mirada misteriosa de nuevo, pero esta vez mucho más cerca que antes. Sin saber por qué, su corazón empezó a latir más deprisa. No solo su corazón. Aquella mirada provocaba que sintiese los latidos en cada parte de su cuerpo, incluidos los labios de su coño. Sin mediar palabra, aquella mujer se situó detrás de Lara, y ella notó sus tetas apoyar suavemente sobre su espalda a través de la ropa de las dos. Aquella mujer posó sus dedos índice y corazón sobre los labios cerrados de Lara, y los acarició muy despacio. Deslizó su otra mano por debajo del pantalón de Lara, descendiendo desde su espalda a lo largo de su culo, por encima del tanga negro que la joven se había puesto para la ocasión. Una parte de ella deseaba girarse y darle un puñetazo, pero aquellos ojos a través del espejo le hicieron desear que aquellos dedos retiraran hacia un lado el tanga, y se introdujeran dentro de su coño. Como si de un deseo mágico se tratase, la mujer se deshizo con un ágil movimiento de muñeca de la barrera de tela que separaba sus dedos del coño de Lara, y la penetró poco a poco. La joven estaba tan mojada que aquellos dedos entraron sin problemas, lo que provocó que Lara tuviera que sujetarse al lavamanos para no doblar las rodillas de placer.
Mi chico… él está ahí fuera –consiguió decir Lara, mientras se mordía el labio inferior– no puedo… no puedo quedarme.
Lo sé – se limitó a decir aquella mujer, mientras extraía sus dedos mojados del coño de Lara.
La joven salió corriendo del baño, mientras su coño ansiaba volver a sentir aquellos dedos en su interior.
Para cuando su chica regresó, Carlos había logrado que su polla redujera un poco su tamaño, y sus nervios habían perdido algo de tensión. Cuando Lara se sentó a su lado, era evidente que algo le había pasado. Había vuelto más despeinada que como se fue, y sus mejillas habían adquirido un color rojizo que antes no tenían.
- ¿Estás bien? – preguntó el chico.
Lara se limitó a asentir mientras contemplaba el fuego de la chimenea.
Sin previo aviso, una mujer morena apareció detrás de ellos, bordeó el sofá y se sentó entre los dos, sosteniendo entre sus dedos una copa de ron con Coca Cola.
- ¿Os importa que me siente con vosotros? Me temo que somos los únicos que quedamos.
Carlos miró a su alrededor. Efectivamente, incluso el camarero se había ido, y tenían todo el salón para ellos solos. El chico trató de responder, pero sus palabras se quedaron en algún lugar entre su garganta y sus labios. Lara quiso también responder, pero entonces se dio cuenta de que no sabía qué decir sin mentirse a sí misma. La directora se sentó entre los dos, y por un instante los tres contemplaron las llamas. Lara y Carlos no lo sabían, pero nunca habían estado tan cachondos. Aquella mujer comenzó a desabrochar el cinturón de Carlos, al tiempo que introducía su otra mano en el pantalón de Lara. Ella vio lo que hacía con su chico, pero el tacto de la yema de los dedos de aquella mujer sobre su clítoris era demasiado agradable como para moverse. El color rojizo de las llamas brilló sobre la polla de Carlos, que había sido liberada de su pantalón. Sin dejar de masturbar a Lara, los labios de la joven directora se posaron sobre la punta de la polla de su chico, y comenzó a mamarla poco a poco. Lara no podía estar más mojada, y su instinto le hizo llevar su mano al interior del pantalón de la joven directora. Aquel coño estaba igual de mojado que el suyo, y le agradó encontrarse con los dedos de Carlos acariciándolo.
Lara miró entonces a Carlos a los ojos, y éste le devolvió la mirada.
- Quiero que me folles –aquello fue una mezcla entre una orden y una súplica.
La mujer dejó de chuparle la polla, apartó la cabeza y sonrió.
Carlos bajó a su chica los pantalones y el tanga, y ella se puso a cuatro patas sobre el sofá. El coño de Lara estaba tan mojado que varias gotas se habían deslizado sobre sus muslos. El chico la penetró al tiempo que ella gemía de placer. Agarrándola del culo con firmeza, la embistió una y otra vez, al tiempo que notaba cómo su polla quería explotar dentro de ella. La directora contemplaba aquella escena desde el sofá, masturbándose ante la imagen de los dos jóvenes follando delante suya. Sin dejar de follarse el coño de Lara, Carlos le hizo un gesto con la mano, invitándola a acercarse. La joven directora se quitó los pantalones y un tanga rojo como el fuego, y puso su coño al alcance de los dedos de Carlos. Al contrario que el de Lara, el coño de aquella mujer tenía una fina capa de vello púbico. Los gemidos de la directora y de Lara se fundieron en el aire.
- Ahora me toca a mí –sentenció la mujer, poniendo su culo al lado del de Lara, y dejando su coño a la vista de Carlos.
Carlos sacó la polla del coño de su chica, y la metió en el de la directora. Los fluidos de Lara y de aquella mujer se mezclaron en su interior. Lara estaba demasiado cachonda como para simplemente disfrutar del espectáculo desde las gradas.
- Cómemelo – le ordenó a la directora, al tiempo que abría sus piernas y le ponía el coño apenas a diez centímetros de su boca.
Aquella mujer obedeció sin rechistar, al tiempo que se la follaban. Lara sostuvo su cabeza entre sus manos, mientras los labios y la lengua de la joven directora masturbaban el coño de Lara. Los gemidos de placer de la directora quedaron ahogados entre los fluidos de Lara. Ella y Lara se corrieron en perfecta sincronía. En ese momento, Carlos fue consciente de que o se corría también o moriría de placer. Sacó la polla del coño de aquella mujer, que palpitaba aún de placer. Sus ojos se juntaron con los de su chica, quien se limitó a asentir. Lara aún se estaba corriendo cuando Carlos le folló la boca. Él no tardó en correrse también en el interior de su boca, en sus labios y en sus tetas. Nunca se había corrido tanto, y ella disfrutó cada gota. En ese preciso instante, la joven directora se irguió y besó los labios de Lara, jugó con su lengua en su interior, y limpió cada gota de semen que Carlos había derramado sobre ella. Al terminar, y mientras Carlos y Lara aún estaban sentados sobre el sofá cubiertos de sudor, la joven directora se levantó.
- Espero que la estancia haya sido de su agrado.