La nena de su papi... y de su tiíto1.

1. Malos pensamientos. Susi se ha convertido en una preciosa mujer a pesar de su corta edad. Su padre y su tio se debaten en la duda de seguir tratándola como una niña o responder a sus inocentes insinuaciones y hacerla suya para siempre.

Susi llegó del instituto y entró en casa pensando como iba a hacer para salir esta noche. Su padre era muy severo y si ya la dejaba salir a regañadientes el fin de semana… ¡qué iba a decir de salir un jueves! Su amiga Laura se había enrollado el pasado fin de semana con Gabi, un chico que estudiaba medicina. Parecía un rollo de una noche pero hoy la había llamado para invitarla a una fiesta en la facultad. La animó a traer a sus amigas diciéndole que se lo iban a pasar muy bien. Tendría que mentir… ¡Y odiaba engañar a Roberto, su “papá”! Pero no le quedaba más remedio. No quería ver que ya era una mujer y que tenía que tratarla como tal.

Ultimamente estaba muy raro. A veces se quedaba mirándola, como si estuviese enfadado con ella y con una luz extraña en los ojos. Siempre había sido muy duro pero también cariñoso y ella lo quería más que a nada en el mundo. Bueno, a él y a su tío, que vivía con ellos desde que su madre se había casado con Roberto cuando ella tenía seis años. Venían los dos en el paquete. Cada vez le costaba más visualizar la cara de su madre. Había muerto en un accidente cuando ella tenía trece años, dejando a los dos hombres destrozados y con la tarea de criar a una niña desconsolada que ni siquiera era su hija. Todavía no se habían recuperado del todo pero… ¡había que seguir adelante! No sabía quién era su padre biológico y no quería pensar en él. Su papaíto era Roberto y por nada del mundo quería pensar en dejarlo, ni a él ni al tío Toni.

Dejó la mochila en su cuarto y se dirigió a la cocina. Se puso un delantal y empezó a calentar la comida que había dejado preparada la noche anterior. Una chica venía dos veces a la semana a limpiar pero de la comida y la ropa se encargaba ella como antes hacía su madre. Le gustaba cuidar a “sus hombres” como les llamaba en su cabeza. Para Susi no existía otro mundo que ellos y su mayor deseo era ser suya, pero era demasiado tímida como para intentar nada, así que se resignaba con verlos todos los días y cuidarlos lo mejor que sabía. Y eso que ultimamente tenía unos pensamientos… Se imaginaba besándolos en la boca o sus manos acariciándole los pechos… Pero lo que más le gustaba era imaginar sus caras de placer cuando ella los satisfacía, aunque no sabía muy bien como hacerlo… Sintió de nuevo esa humedad entre las piernas como cada vez que pensaba en ellos “así”.

Oyó la puerta de la calle y se volvió para ver como entraba su padre. Se ruborizó de la cabeza a los pies pues la había pillado entretenida en eses lascivos pensamientos. ¡Si a veces su papá casi podía leerle la mente!

  • Hola, cariño. ¿Qué tal en el instituto? Huuuumm, ¡qué bien huele! Cada día cocinas mejor. Creo que no voy a insitir más en que dejes de ocuparte de la casa – dijo al tiempo que se acercaba por detrás y le daba un beso en la mejilla.

  • ¡Papi! Se giró y lo abrazó con fuerza apoyando la cara contra su pecho para esconder el rubor. Se entristeció un poco cuando Roberto se apartó rápidamente como si la rehuyese.

Su padre se dispuso a poner la mesa mientras la mirada de Susi lo seguía amorosamente. ¡Era guapísimo! ¡Como iban a gustarle los chicos de su edad si tenía tremendo hombre en casa! Y no uno… ¡sino dos! Porque su tío Toni… ¡era fabuloso! ¡Cuánto los quería a los dos! Eran mellizos y se parecían un poco: los dos muy morenos y atractivos, con unos rasgos muy viriles. Medían en torno al 1’90 de estatura, altos y fuertes, aunque sus estilos eran muy diferentes. Su padre tenía un trabajo “serio” como le encantaba recordarle a su hermano. Trabajaba de ingeniero y tenía muchas responsabilidades, aunque desde siempre procuraba estar en casa para Susi. Y si serio era su trabajo también lo era su carácter, a veces incluso un poco brusco. Aunque nunca le había puesto un dedo encima, bastaba que la mirase con reprobación mientras decía su nombre, para que ella se muriese de angustia, pues quería que estuviese siempre contento con ella. Era el tío Toni el que procuraba suavizar las tensiones con su aire pícaro y gamberro. Tenía un cuerpo de infarto, tremendamente musculado, muy acorde con su trabajo ya que tenía un gimnasio y era lógico que se mantuviese en forma. No es que su padre fuese un alfeñique, pero se notaba la diferencia. En fin, que a los 30 y tantos estaban los dos para mojar pan… todas sus amigas la envidiaban y se los comían con los ojos cuando venían a casa…! Como estaba haciendo ahora ella, pensó Susi mientras salía de su ensoñación y colocaba el guiso en la mesa.

En esto llegó el tío Toni, como siempre intentando sorprenderla, y la abrazó por detrás raspándole la mejilla con su barba de días.

  • Hola, linda. ¿Qué nos has hecho hoy de comida? – dijo mientras la cogía fuerte por la cintura y le hacía cosquillas en la barriga.

Susi le golpeó las manos con cara cómica forcejeando para soltarse. Toni no cejó en su intento, agarrándole las manos y toqueteándola por todas partes mientras la arrinconaba contra el mesado.

  • Dame un besito, dame un besito o no te soltaré. Venga, ríndete – dijo con una sonrisa en la boca.

Susi se retorcía de risa así que no le quedó más remedio.

  • Ah, déjame, déjame. Vale, vale, me rindo. ¡Ven aquí! Y, poniéndose de puntillas para alcanzarlo, comenzó a besarlo por toda la cara y el cuello. Sintió a su espalda los ojos fijos de su padre que la miraban con censura.

  • Ya no es una niña, Toni. Déjate de payasadas y vamos a comer – dijo Roberto con seriedad.

  • Oh, papá. No seas aguafiestas – se quejó Susi, dolida pero secretamente complacida porque su padre acababa de reconocer que ya era una mujer.

  • No importa, cariño –dijo Toni guiñándole un ojo – está celoso porque yo soy tu preferido. Y se echó a reír mientras desafiaba con la mirada a su hermano escondiendo esta mirada a su sobrina.

  • Se acabó. ¡A comer!

Se sentaron y comenzaron a comer en silencio. ¡Mira que estaba raro su padre! Cada día mostraba peor humor.

  • Papá – dijo Susi al cabo de un rato. Se levantó para servirles el postre y sobre todo para disimular su mentira. ¿Puedo quedarme en casa de Laura a estudiar esta noche? Es que mañana tenemos un examen muy difícil y queríamos prepararlo juntas.

  • Sabes que no me gusta que duermas fuera de casa – dijo su padre con el ceño fruncido.

  • Venga, papi. Ultimamente, no sé que te pasa. Parece que siempre estás enfadado conmigo. Me miras como si ya no me quisieses. ¿He hecho algo mal? Si es así, dímelo, sabes que yo sólo quiero que estés orgulloso de mi – dijo mirándolo fijamente con cara de preocupación.

El tío Toni le dirigió una mirada de entendimiento a su padre que ella no supo interpretar.

  • ¿Qué pasa? ¡Decídmelo! – dijo Susi y notó como se le llenaban los ojos de lágrimas.

El tío Toni la sentó en su regazo y comenzó a acariciarla hasta que se calmó. Le pasaba las manos por la espalda y el pelo apretándola contra su pecho. Le rozó el pecho demorándose en sus pezones que se irguieron inflamados bajo su toque. Susi dio un respingo al sentir sus manos en las tetas y se sorprendió aún más cuando notó un tremendo bulto bajo sus piernas… ¡El tío Toni estaba empalmado! ¿Sería por ella? Sintió una reacción extraña que le recorría todo el cuerpo. Su padre se agachó a sus pies y le tomó la cara entre las manos mientras la miraba con ferocidad.

  • No vuelvas a decir eso ni en broma. Sabes que los dos te queremos más que nada en el mundo. Será que últimamente estoy muy estresado y como ya te has vuelto toda una mujercita eres más susceptible que cuando eras una niña. Venga, si así se te pasa el disgusto… ¡Puedes dormir en casa de Laura! Pero tiene que llamarme su madre por la noche para decirme que estás bien.

  • ¡Oh, papá! No me avergüences así. ¡Aún no te fías de mi! ¡Piensas que soy una niña pequeña! – sollozó Susi mirándolo con cara acongojada.

  • No, cariño. Nadie en su sano juicio pensaría de ti que eres una niña. Has cambiado mucho en estos últimos meses. Ahora eres una mujer preciosa – dijo su padre halagándola y estremeciéndola con esa mirada intensa que recorría su cuerpo de arriba abajo.

¡Y tanto que había cambiado! Siempre había sido su niña bonita pero ahora se había convertido en una mujer de parar el tráfico. Su melena rubia y ensortijada enmarcaba un rostro angelical, de piel blanquísima y perfecta con unos grandes e inocentes ojos azules y una boca pequeña de labios hinchados, que cuando se enfurruñaba se fruncían en un delicioso mohín. Estaba delgada y no era muy alta, apenas 1’60… ¡160 cm de pura dinamita! Tanto que él y su hermano estaban todo el día calientes y empalmados,  pensando en esa boquita… y en sus tetas enormes, y en su redondeado culo… Y lo peor era que ella aún era inocente, no intentaba provocarlos, pero los ponía a cien sólo con existir. Ahora mismo ese vestidito corto de verano iba a hacerlo estallar… o cuando se paseaba en pantalón corto por la casa, o cuando lo abrazaba apretando sus desarrollados senos contra su pecho o cuando… ¡Oh, Dios iba a volverse loco! Toni disimulaba mejor, pero últimamente se estaba pasando con ella, magreándola con la menor excusa… Apartó esos pensamientos pecaminosos y por fin decidió complacerla.

  • Está bien, está bien. Tú ganas. No se hable más. Puedes irte a casa de tu amiga. Ya recogemos nosotros la cocina.

Susi saltó del regazo de su tío y abrazó a su padre con fuerza. Esta vez no se apartó inmediatamente por lo que pudo sentir como su polla se alzaba furiosamente contra su vientre… ¡Su padre también se había empalmado! ¿Sería por eso que la rehuía? Y ella ni siquiera se había dado cuenta… En fin, tendría que pensar en algo…

Y corriendo subió a su habitación por la mochila. En realidad, ya no le apetecía ir a la fiesta.


  • Vas a tener que tomar una decisión – dijo Toni mirando seriamente a su hermano.

  • ¿Una decisión? Si por ti fuese ya la habríamos violado hace más de un año. ¡ES MI HIJA, POR DIOS! No hay ninguna decisión que tomar – bramó enfurecido.

  • Sabes que no es tu hija realmente, aunque la querramos como si lo fuese. Y ya no es una niña. Además lo está pidiendo a gritos, cada vez se parece más a su madre… Ufff! ¿Pero no te has dado cuenta de como te ha manejado? Ella es consciente de su poder sobre nosotros y se aprovecha de él. Creo que ya va siendo hora de que nosotros nos aprovechemos también de ella – dijo Toni con una mueca lasciva.

– Cuando pienso en esas tetas enormes que están a punto de rebentarle los botones del vestido… No consigo pensar en otra cosa ni de día ni de noche. Tengo que apretar los puños cuando se acerca para no aplastarlas con mis manos y enterrar la nariz entre ellas – dijo Roberto con voz atormentada.

  • ¡Las tetas, las tetas! Si sólo fuera eso. Cuando entro en la cocina y veo esas cachas prietas meneándose inocentemente mientras prepara NUESTRA comida como una mujercita… me entran ganas de cogerla sin avisar, levantarle esa falda endemonidada, estamparla contra el mesado y… ¡montarla como un toro en celo clavándole la polla hasta los cojones! ¡Hasta veo su carita de angustia mientras me suplica que no le haga daño!

  • Y esa boquita pequeña de comepollas… con los labios gorditos y jugosos… ¡No paro de imaginármela metiéndole la polla a la fuerza y corriéndome en lo más profundo de su garganta, mientras ella se atraganta y me mira con su inocente carita llena de pánico! – añadió Roberto comenzando a tocarse la polla.

  • Si, si, nuestra nenita allí indefensa, de rodillas, con las tetas empapadas por mi corrida y suplicándome que le golpee la cara con mi polla – siguió Toni con su ardiente ensoñación.

  • Ya está bien de pajas mentales. Nos tiene a los dos a cien. No podemos seguir así porque cualquier día vamos a hacer algo de lo que nos arrepintamos. Pensé que podríamos aguantar un año más, hasta que fuese a la universidad pero está visto que no, somos unos pervertidos. Tendré que mandarla interna a un colegio – dijo Roberto con pesar.

  • De eso nada. Vamos a darle la opción de elegir. Sabes que nos quiere con locura, haría cualquier cosa por nosotros. Y está claro que ese cuerpo de puta…

  • Ya está bien. ¡NO HABLES ASÍ DE MI HIJA! – bramó Roberto con la polla como una porra.

-… que ese cuerpo de puta, va a necesitar que alguien le dé caña. Y si no somos nosotros, será algún gilipollas de su edad. Si es la mitad de ardiente que su madre… ¿Recuerdas la guerra que nos daba a los dos? – añadió Toni con nostalgia.

A su imaginación acudieron imágenes de su esposa hace unos años. Marita suplicando que la dejaran correrse, o sirviéndolos de rodillas mientras le clavaban la polla en la boca hasta los garganta. Habían sido buenos tiempos. Marita era muy ardiente y sumisa por naturaleza, su principal satisfación era tenerlos contentos y complacer sus más pequeños deseos. Apenas tenía experiencia sexual antes de conocerlos… ¡y eso que les llevaba varios años y tenía una hija de soltera! En cierta forma ellos la habían pervertido. Nunca olvidaría cuando le rompió el culo, como había llorado y suplicado que la soltase. Pero enseguida se había acostumbrado. La muy golfa se moría por tener dos miembros enterrados en su interior, uno en el coño y otro en el culo. Era una esclava complaciente  y disfrutaba siendo su putita y la de su hermano.

Y ahora estaba pensando en pervertir también a su hija. No podía hacer eso. No podía ser tan egoísta, aunque se muriese de ganas por ella. Imaginársela a sus pies sirviéndolo de cualquier modo… ¡lo encendía más que ninguna película porno!

El silencio se prolongó durante un largo rato y al final se masturbaron febrilmente, los dos con cara alelada, no se sabe sin pensando en la madre o en la hija. Quizás en ambas.