La nena de su papi... y de su tiíto 3

Mañana caliente. Susi sólo quiere complacer a su padre y a su tío. Por fin su deseo se cumplirá aunque todo comenzará con el segundo orgasmo de su vida.

LA NENA DE SU PAPI… Y DE SU TIÍTO! - 3. Mañana caliente.

Susi sólo quiere complacer a su padre y a su tío. Por fin su deseo se cumplirá aunque todo comenzará con el segundo orgasmo de su vida.

Susi se levantó temprano. Quería hacerse perdonar con un buen desayuno para su padre y su tío. También tenía que lavar el vestido de Laura antes de que las manchas de sangre se hiciesen permanentes. Entró en el baño y se sentó en el váter soltando un fuerte río de pis. Le dolía muchísimo el culo y no creía que pudiese ir a clases. ¡Menudo suplicio estar sentada todo el día sobre sus cachas llenas de verdugones!

Se limpió, se levantó y sumergió la ropa en el lavabo. El agua la salpicó mojando toda la delantera de su pijama infantil. El fuerte chorro del grifo escondió el sonido de unos pasos en la entrada.

  • ¿Que estás haciendo levantada a estas horas? ¡Pensé que ayer habías aprendido algo de cual es tu lugar en esta casa! – dijo su padre desde el umbral de la puerta. No llevaba puesto más que un pantalón corto bajo el que se adivinaba una enorme erección matutina.

Roberto no podía apartar la mirada de esa figura impactante que era su propia hija. Su larga melena rubia se deslizaba por su espalda. El culo regordete y respingón se contoneaba alegremente clamando por una mano que lo acariciase. El verla tan pequeña y delgadita pero tan redondeada en los sitios indicados iba a volverlo loco. No podía pensar en otra cosa que en forzar esas piernecitas, entrar en su cuerpo, violar cada uno de sus orificios y rellenarla con su semen.

  • ¡Oh, papá! Perdóname, por favor. Perdóname. No puedo soportar que estés enfadado conmigo.

  • ¿No deberías estar preparándote para ir a clase? ¿O crees que vas a hacer siempre lo que tú quieras?

  • Tengo el culo horriblemente dolorido. No creo que pueda sentarme ni ir al instituto.

Roberto no pudo aguantar más, quería marcarla a fuego, sentirla de cualquier manera. Con dos pasos se puso a sus espaldas. Ella tembló recordando el castigo del día anterior. La empujó sobre la pileta y de un tirón bajó el pantalón de su pijama. Susi sintíó sobre sus maltratadas nalgas, las manos duras y calientes de su padre.

  • No, papá, no. No me castigues más! – sollozó Susi sintiéndose como una niña pequeña.

  • Oh, cariño. No quería lastimarte tanto, pero tienes que aprender a obedecer. Queremos lo mejor para ti. Y comenzó a acariciar con ternura su piel lacerada. Un esquisito placer se extendió por su cuerpo al sentir sus manos poderosas sobre su culo, un nudo se apretaba en su estómago y una humedad extraña comenzó a resbalar por sus piernas.

Su padre la arrinconó contra el lavabo y ella sintíó a sus espaldas esa erección enorme que la asustaba y a la vez la excitaba enormemente. Al sentir su humedad se retiró bruscamente e intentó controlarse.

  • ¡Vete! ¡Prepáranos el desayuno! Gritó su padre mientras la volteaba con fuerza. La miró y sólo pudo ver las grandes tetas que se dejaban ver claramente bajo su pijama empapado. ¡Y cámbiate, que pareces que vas provocando enseñándonos tu cuerpo de puta!

Susi se marchó corriendo, sollozando. No sabía que había hecho, pero su padre ya no la quería.

Bajó a la cocina y comenzó a preparar café y tostadas. Gruesos lagrimones resbalaban por sus mejillas. Los sollozos estremecían su cuerpo. No era posible ser más desgraciada. Su tio entró en la cocina sorprendiéndola.

  • ¿Qué te pasa, nena? – dijo con ternura.

  • Es papá. Sigue enfadado conmigo y me ha dicho unas cosas horribles. ¡Me quiero morir!

Su tío la tomó entre sus brazos y la sentó en su regazo. Susi contuvo una mueca de dolor al sentir las duras piernas de su tío presionando su culo destrozado.

  • No, cariño. No digas eso. Está pasando un mal momento. ¿Y por que estás toda mojada? ¿No tienes frío? La consoló mientras metía las manos bajo el pijama calentando sus pechos y sus piernas.

  • ¡Oh, tiíto! ¡Cuanto te quiero! Un inmenso placer la invadió. No quería apartarse nunca de esas manos calientes que la acariciaban con ternura. Sintió un bulto enorme que se apretaba contra sus piernas.

  • No es culpa tuya, cariño. En parte aún eres una niña, pero tu cuerpo ya se ha desarrollado como el de una mujer. Una mujer preciosa con unas curvas deliciosas. E intensificó las caricias sobre sus tetas haciendo que Susi soltase un gemido de abandono.

  • ¿Y eso que tiene que ver? - susurró abandonándose a la calidez de sus caricias.

  • No debería contártelo porque a lo mejor no estás preparada. Ya te lo he dicho, aún eres una niña – dijo Toni para provocarla.

  • ¡No es verdad! ¡Ya soy mayor! De hecho, yo soy la que hace todo en casa y os cuido como si fuese una esposa – contestó Susi toda ofendida.

  • Si, ese es el problema. Eres como nuestra esposa pero… hay cosas que hace una esposa que no podemos pedirte a ti. No estaría bien. Y eso es lo que está matando a tu padre.

  • ¿Te refieres al sexo? – indicó Susi con recelo.

  • Si, cariño. Tú no sabes nada de eso y no creo que debas aprenderlo todavía.

  • No es cierto. La mayoría de mis amigas ya no son vírgenes y yo…

  • ¿Tú qué? Bramó su padre entrando repentinamente en la cocina y descubriendo a su hermano sobando las tetas de su hijita a dos manos.

  • No he hecho nada malo. Yo sólo os quiero a vosotros, papi. ¿Como voy a fijarme en otros chicos? – dijo Susi entre sollozos.

  • No seas pervertido y deja de magrearle las tetas – dijo su padre dirigiéndose a su hermano mientras los miraba furioso. Y tú… te dije que te quitases ese pijama todo mojado antes de que te resfríes. ¿O quieres que vuelva a calentarte el culo?

  • No papá, yo sólo quiero que vuelvas a quererme.

Se levantó de un salto y se quitó la parte de arriba del pijama dejándolos atónitos. Sus pechos se mostraron en todo su esplendor moviéndose arriba y abajo debido a su respiración entrecortada por los sollozos. Susi estaba tremendamente excitada. Se dirigió a la cocina, tomó la cafetera y comenzó a servirles el café y las tostadas con las tetas balanceándose a los lados.

Mientras Susi se afanaba por complacerlos, los dos hombres, sentados a la mesa,  no podían apartar la mirada de esos magníficos senos. Se quedó allí de pie con cara de angustia mientras ambos se la comían con los ojos.

Por fin, su padre salío de su trance y con delicadeza la sentó en sus rodillas procurando no lastimarla en el culo.

  • Cariño, sabes que te quiero muchísimo pero hay cosas que no puedo darte. ¡Soy tu padre!

Susi lo abrazó estrechamente contra sus senos.

  • Papi, papi. Yo te quiero, y al tío también. Quiero ser TODA vuestra. Y después de lo que sucedió anoche… Pensé…

  • ¿Qué es lo que estuvo maquinando esa cabecita? – preguntó su padre apartándola.

  • Ya soy mayor y quiero ser vuestra mujer. Quiero sentiros dentro de mí y que no os vayais por ahí con cualquiera - añadió Susi con decisión y mirándolo acongojada.

Su padre quedó un momento parado. Su expresión severa no había cambiado pero su erección se apretaba con dureza contra sus nalgas. Por fin pareció tomar una decisión y comenzó a acariciarle los pechos con delicadeza.

  • Si que eres toda una mujer y este cuerpo caliente va a volvernos locos.

Susi comenzó a revolverse en su regazo. La excitación la invadió de nuevo. Parecía que iba a salirse con la suya. Su padre había reconocido que era toda una mujer.

  • Me estás mojando toda la pierna con tus jugos; parece que si estás preparada para lo que queremos de ti. Y se metió uno de sus pezones en la boca como si quisiese devorarlo.

  • Oh si,  papá. Esto es lo que quiero. Los dos para mí, y yo para vosotros, como queráis tomarme. Y se arqueó hacia atrás con cara extasiada.

Como si lo hubiese convocado, su tio acercó su silla y comenzó a chuparle el otro pecho. Entre los dos le comieron las tetas con fuerza dejándolas rojas y sus pezones cada vez más duros y erectos.

  • Te vamos a dejar las tetas tan moradas como el culo, dijo su padre con un atisbo de humor apartando su boca del festín y retirando también a su tío. Sus enormes manos siguieron magreándole las tetas con posesividad, como si no se resignase a soltarlas.

  • ¿Seguro que sabes lo que estás haciendo? Somos dos hombres adultos y llevamos mucho tiempo deseándote. Si te hacemos nuestra no va a haber más fiestas adolescentes, ni chicos. Sólo vas a tener tiempo para nosotros. Cuando lleguemos a casa queremos la comida hecha y un coño dispuesto. Y como para enfatizar sus palabras una de sus manos recorrió su rajita empapada insertándole un dedo en el coño.

  • Oh si, papá! – dijo Susi con alegría. Nunca pensó que su severo padre pudiese usar la palabra coño refieriéndose a ella.

  • Por ahora ya está bien. Acabemos de desayunar que nosotros tenemos que ir a trabajar. Tú puedes faltar a clase por hoy. Como no creo que vengamos a comer, tienes todo el día para ti. Así que... ¡Prepárate para la noche!

Los dos continuaron con su café mientras Susi se revolvía en el regazo de su padre.

  • ¿Y vais a dejarme así? – dijo enfurruñada.

  • Quiero que quede claro que tú no eres la que manda en esta casa – dijo su padre severamente y le dio un azote suave en el culo que le hizo ver las estrellas. Su mano seguía entre sus piernas fastidiándola pero sin decidirse a darle placer. Entre trago y trago de café sorbía delicadamente del pecho de Susi pero no hizo ningún intento de calmar su excitación. Su boca caliente se sentía maravillosamente…

Su tío le guiñó un ojo y eso contentó un poco a Susi.

Cuando ambos subieron a vestirse Susi recogió la cocina y se tomó un café rápido. Quería despedirlos como una buena esposa cuando se fuesen a trabajar. Su padre fue el primero en bajar, vestido de traje y tan guapo como siempre, más aún si cabe ahora que sabía que iba a ser suyo. La miró con severidad pero su mirada acabó suavizándose. La acercó y una mano le acarició el culo por encima del pantalón del pijama.

  • Ya me voy. Dame un beso. Y se dispuso a besarla en la mejilla, pero Susi movió la cabeza para besarlo en la boca. Su padre se sorprendió pero no se apartó, sinó que bebió de su boca mordisqueándole los labios y jugueteando con su lengua. Sus manos se apretaron con cuidado en sus nalgas acercándola al inmenso bulto que sobresalía de su pantalón. Susi no sintió siquiera el dolor, tal era su emoción.

  • Venga, déjame. Estás verdaderamente ansiosa. Esperaremos a la noche, aunque sospecho que tu tío te consiente demasiado y va a dejarte bastante contenta ya ahora. Y salió tras rozar su pecho como con pesar por dejarla.

Susi se quedó allí embobada con la ingle empapada y pensando cómo iba a aguantar tantas horas de espera.

Un poco después bajó su tío Toni vestido de sport con un tubo de crema en las manos. Susi salió de su ensueño y lo miró con una sonrisa, anticipando lo que iba a venir.

  • Túmbate boca abajo sobre el sofá que voy a mimarte un poco.

Susi obedeció encantada. El tío Toni se colocó a su espalda con una pierna a cada lado de su cuerpo y extendió la crema sobre sus nalgas aliviando un poco el escozor pero aumentando más si cabe su excitación.

  • Oh tiíto, por favor. ¡No puedo más! ¡Ayúdame!!! – dijo empujando contras las manos de su tío.

  • ¿En qué quieres que te ayude? No te entiendo.

  • Oh , no seas malo. Tu ya sabes – gimoteó Susi.

  • No, quiero oír como tu boquita me lo pide.

  • Me da vergüerza – dijo Susi poniéndose tremedamente colorada.

  • ¡Dilo! Y le dio un buen azote en el culo dolorido.

  • ¡Ahh! ¡Tócame ahí! ¡Méteme los dedos! ¡O lo que tú quieras! Pero, por favor, haz algo o me muero. Dijo Susi mientras levantaba el culo para ofrecerse a su tío.

  • Por mi polla tendrás que esperar, pero me da pena dejarte así. Y sin más le metió dos dedos en el coño mientras con la otra mano comenzó a frotar su rajita hasta encontrar su clitoris.

Susi casi se corre de placer. Comenzó a gemir y a acompañar el movimiento con su pelvis.

  • Ay, ay, ay. Me parece que vas a ser tan putita como tu madre. Lo tienes gordísimo y estás manchando todo con tus jugos. Se sentó en el sofá, puso un cojín sobre sus rodillas y la tumbó encima boca arriba con las piernas completamente abiertas y la espalda recostada contra el brazo del sofá. Siguió excitando su clítoris con el pulgar y enterró dos dedos en su coñito. Con la otra mano le manoseaba las tetas y acercó la cabeza para mamar con fuerza de sus pezones. Susi se corrió con un grito mientras apretaba con sus manos la cabeza de su tío contra sus pechos. Se quedó así un rato saboreando ese placer recién descubierto.

  • Venga, ya está bien. Suéltame que tengo que ir a trabajar. Te quiero bien mojadita para la noche. Pero no se te ocurra procurarte tú misma ningún orgasmo más. A partir de ahora tendrás que pedir permiso a tu padre o a mi para obtener tu placer. ¿Está claro, mi amor?

  • Si, si, obedeceré en todo lo que me digáis. Dijo Susi sumisamente, llena de gozo y sonriendo a su tio con una mirada algo desenfocada. Y… ¡tío!

  • ¿Qué? Contestó al tiempo que se levantaba dejándola despatarrada sobre el sofá.

  • Gracias, gracias – dijo, y se incorporó para abrazarse con fuerza a sus piernas. Frotó con su carita su enorme erección.

Su tío la miró pensativo con una sonrisa extraña en la cara.

  • A ver si mañana piensas lo mismo cuando casi no puedas caminar –dijo con crudeza.

  • ¿Por qué dices eso? ¿Me va a doler? Se angustió Susi, su carita levantada mientras sentía contra sus mejillas la tremenda erección de su tío.

  • Ya veremos, ya veremos. Y se fue dejándola llena de aprensión.