La negrita, etc.
Buena esclava negra. Urge venta. (Relato modificado).
Día 1
Una nueva ventana de publicidad saltó mientras miraba porno en internet. Como de costumbre, iba a cerrarla, pero me detuve unos instantes. Era una supuesta web de contactos eróticos, que presentaba mi perfil dado de alta, supongo que gracias a algunas cookies robadas. En teoría, decenas de mujeres estaban reclamando allí mi atención. Como no tenía nada que perder y mucho tiempo libre, abrí una solicitud casi al azar. Era una ficha escueta, en inglés, sin foto. Traducida, venía a decir: "Buena esclava negra. Urge venta". La ocurrencia me hizo gracia, y envié la cifra, irrisoria para mí, a la cuenta que indicaba. Estuve un rato más, mirando las fotos provocativas del resto de perfiles, hasta que me cansé, pensé que debía dejar mi afición por pagar cosas online sin sentido y olvidé la tontería, volviendo a las páginas que estaba visitando.
Al día siguiente me despertó el timbre de la puerta. Al abrir, vi ante mí a una preciosa jovencita negra con trenzas, que llevaba puestos unos shorts vaqueros, unas sandalias de tacón y un top ajustado del que parecían querer escapar dos tetas tremendas, increíbles para la edad que aparentaba. La niña llevaba una pequeña mochila y estaba con las manos a la espalda, sin dejar de sonreírme con sus grandes ojos.
-¿Qué querías, preciosa?
-Yo ser Jamiya, usted comprarme ayer.
Huelga decir que no di crédito a lo que sucedía. Primero, por supuesto, porque la esclavitud fue derogada hace mucho tiempo; segundo, porque la pretendida compra no había sido más que un juego tonto; y por último, porque aquella niña era simplemente perfecta. Miré a un lado y a otro del rellano, para comprobar que estábamos solos. Jamiya seguía inmóvil, a la espera de mi reacción. Entornó ligeramente su mirada y entreabrió su boca, dejando ver sus grandes dientes blancos y la punta de su lengua entre sus gruesos labios.
-Bueno, pequeña, supongo que todo esto es una broma. ¿Has venido sola?
-No broma, madre no tener dinero y vender. Yo aquí sola. Yo suya.
Decidí hacerla pasar, antes de que algún vecino nos viera. En cuanto cerré la puerta, me cogió de la mano y avanzó conmigo hasta el salón, dando pequeños saltitos que parecían de alegría y que hacían rebotar sus tetazas negras bajo el top. La hice sentar en el sofá. Sacó un papel de su mochila y me lo dio. Yo estaba de pie, vestido sólo con el pantalón de mi pijama, y me puse a leer.
"Jamiya Ngome, 18 años, propiedad de xxx, vendida el xxx..."
Era nada menos que la copia de un contrato de esclavitud. Todos los datos eran absurdamente correctos, y pensé que me había metido en un buen lío. La niña seguía mirándome sonriente, esperando que dejara de leer su papel.
-Ahora yo esclava, usted amo. Madre enseñar bien.
No supe qué contestar a eso. Me acababa de despertar y necesitaba un buen café, así que evité el tema principal y me fui a a la cocina. La niña me siguió.
-Yo preparar café, mi amo. Usted esperar en salón.
Aquella niña me estaba dejando sin capacidad de reaccionar. En un momento, vino con el desayuno y se puso a servírmelo, dándome ella misma unas galletas y acercándome la taza del café a los labios. Luego cogió mi tabaco de la mesita, sacó un cigarrillo, me lo puso en la boca y lo encendió. Recogió la bandeja y volvió a mi lado, arrodillándose a mis pies.
-Amo tenso, yo cubana ahora.
La niña sacó sus tetazas del top y se colocó entre mis piernas. Bajó mi pantalón y puso mi polla erecta entre sus melones, sujetándolos con sus manitas para moverlos arriba y abajo. Yo tenía la mente en blanco. En poco tiempo, empecé a eyacular. Ella abría su boca para recibir mis descargas, que le cayeron también en el resto de la cara, realzando su belleza. Jamiya se relamió, recogió el semen esparcido y se lo llevó todo a la lengua. Ante el increíble espectáculo, sólo se me ocurrió decirle:
-Traga.
Obedeció al instante.
-Gracias, mi amo.
Luego me subió el pantalón, se recompuso el top y se fue a fregar la vajilla. Cuando volvió, se colocó de nuevo a mis pies.
-Yo feliz de hacer correr amo. Madre enseñar muchas cosas para amo.
Aquella niña era, literalmente, un sueño. Pero me volvió a la mente el impulso racional. Por mucho que la situación parecía consentida, un juez no no iba a ver así. Además, yo tenía familia, vecinos, amigos... ¿Cómo iba a ocultar a aquella joya? De nuevo, la niña me habló cogiéndome de la mano y volví a caer en su encanto infinito.
-Amo, ¿permiso para ver casa?
Me levanté y la llevé por toda la estancia. Le indiqué dónde estaba el baño, mi habitación... Ella seguía de mi mano, atenta a todas mis explicaciones. Señaló un pequeño cobertizo con herramientas en la terraza de mi dormitorio.
-Sitio Jamiya bueno.
Sin saber bien cómo, la dejé vaciar el armarito. Veía, sentado en mi cama, cómo sacaba todas las cosas, las ponía en unas bolsas y las dejaba al lado del cobertizo. A la puerta de la terraza había una alfombrilla, que ella trasladó al interior de lo que acababa de llamar "su sitio". Luego fue a por su mochila, entró con ella y se acurrucó.
-Permiso dormir un poco. Por favor, cerrar, mi amo.
Las dos portezuelas del cobertizo no tenían más mecanismo de cierre que su propio encaje con el resto del mueble. Accedí a su petición y la dejé dentro, dormida. Volví pensativo al salón. Tenía que hacer algo, rápido. Me encendí un cigarrillo, echando en falta que lo hiciera aquella niña adorable, y vi que el documento de propiedad seguía sobre la mesita. Lo miré con más detenimiento. Además de los datos de la niña y los míos, había un largo texto en letra pequeña que detallaba la compraventa, incluyendo el contacto con quien supuse que sería su madre, una tal Rosa. Al ver que tenía el teléfono de esa mujer, no dudé en llamar.
-Sí, dígame.
-Hola, creo que tu hija está en mi casa...
-¡Qué alegría! ¿Ha llegado bien? ¿Es de su agrado? Le doy las gracias por el dinero, señor. Pero creí que no me llamaría, me ha sorprendido mucho...
-Jamiya está bien, no te preocupes. Pero te llamo porque todo esto no puede ser, la esclavitud fue abolida, tu hija te pertenece a ti, no a mí...
-Pero usted la compró ayer. Yo puse el anuncio, no voy a devolver el dinero, señor.
-Yo no quiero el dinero, Rosa, sólo digo que todo esto no es legal...
-Por favor, señor, usted no puede poner una denuncia. La policía nos encerrará y mi hija acabará muy mal. Yo haré lo que usted pida, pero no nos delate.
-No voy a denunciar a nadie. Tenemos que arreglar esto, sin policías ni nada de eso. Te devuelvo a tu hija, te quedas el dinero y olvidamos todo.
-Yo cumplo con mi contrato. Usted ha comprado a Jamiya y ella está muy bien educada. ¿Por qué no la quiere ahora? ¿Usted no es de fiar? ¿No cumple? Yo le digo que haré lo que usted quiera y me dice que no le gusta Jamiya. No es justo.
Esa mujer estaba loca, claramente. No atendía a razones. Intenté calmarla un poco.
-Oye, no te pongas nerviosa. Tu hija sí me gusta. Y me parece muy bien que me digas que tú harás lo que yo quiera. Así que atiende: ven a mi casa y hablaremos tranquilamente los tres.
-Sí, señor. Mejor hablar en persona. Acudo en un rato. Gracias, señor.
Cogué el teléfono y empecé a pensar en cómo convencer a aquella madre desquiciada de que la situación era insostenible. Entonces Jamiya reapareció. Había cambiado su vestuario. Ahora llevaba un minúsculo uniforme de sirvienta, adornado con un collar de cuero. Estaba para comérsela entera. Sus pezones asomaban sobre el corsé, y la minifalda con delantal no le cubría por completo su magnífico culo negro.
-Jamiya ya dormir. Ahora poner vestido criada para servir amo y estar contento.
-Estás muy guapa, pequeña. Pero he llamado a tu madre y va a venir a buscarte.
-Madre no llevar. Yo quedar con amo. Yo ser de amo bueno siempre.
La niña decía esas frases con determinación, sin asomo de tristeza, conservando su sonrisa luminosa y bajando al suelo para ponerse a cuatro patas. Luego avanzó gateando hacia mí y volvió a bajarme el pantalón, esta vez para empezar a lamerme los huevos.
-Yo chupar amo, yo buena perra. Amo disfrutar.
Y desde luego que estaba disfrutando. La negrita ponía una enorme dedicación, llevando su lengua hasta mi agujero del culo, volviendo a ensalivarme los cojones, y asomando sus ojazos mientras empezaba a lamer mi polla, que estaba de nuevo dura como una roca. No pude evitar agarrarle de las trenzas y follarme su garganta, mientras ella apoyaba sus manos en mi pecho. Acabé corriéndome directamente en su tráquea, con mis piernas abrazando su espalda y al ritmo de sus arcadas. Su carita emergió llena de babas, que se limpió con las manos antes de dejarme completamente limpio con su lengua.
-Gracias, mi amo.
Esa niña estaba contenta, después de haberle destrozado la boca con mi polla. La verdad era que me iba a costar un poco desembarazarme de ella, pero no podía ser de otro modo. Me encendió un nuevo cigarrillo que me supo a gloria, y se puso a limpiar la casa. Entonces llamó su madre.
Ya me había extrañado un poco que la madre hablara el idioma correctamente, pero no esperaba ver a una preciosa joven blanca al otro lado de la puerta. Era menuda, como su hija, y el vestido que llevaba no dejaba dudas sobre el inmenso volumen de sus tetas, virtud que también compartían. Me miró de arriba abajo, mientras yo hacía lo mismo con su cuerpo espléndido.
-Hola, señor. Soy Rosa, la madre de Jamiya. Es usted más guapo que en las fotos.
-Gracias, rubia, pero pasa. Tu hija te espera.
Bueno, quizás Jamiya no estaba precisamente esperándola. En ese momento se dedicaba a limpiar el baño a fondo. La fui a buscar para que se reencontraran.
-Hola, madre. Amo ser bueno. Yo portar bien.
-Claro, mi niña. Aquí estarás muy bien con el señor.
-¿Por qué venir tú, madre?
-El señor me ha llamado y quería darle las gracias en persona por el dinero. Y ya le he dicho que haré lo que él quiera.
-Bueno, guapas. Muy bien, ya veo que estáis bien, así que ya os podéis marchar. Ha sido un placer conoceros, y espero que os vaya todo genial.
-Mi hija es su esclava, señor. No puede marcharse. Sería una deshonra para ella y para mí. Ahora que sé que está bien, volveré a Camerún.
-¿Camerún? ¿Pero qué estás diciendo? No sé ni dónde está eso...
-Es una nación africana. Allí está mi gente. Cuando tenía la edad de Jamiya, me escapé de un grupo de turistas y estuve viviendo con su padre, hasta que él murió. Luego volví a este país con la niña, y ahora que la he conseguido vender, a mis 36 años ya he terminado mi misión, si usted no tiene inconveniente.
-Claro que tengo inconveniente, no puedes...
Entonces la joven tetuda blanca se arrodilló ante mí. Su escote era inmenso, exquisito.
-Lo siento, señor. Le he prometido que haría lo que usted ordene. Si no me da permiso para volver, me quedaré en este país. Al fin y al cabo, le debo todo.
-Amo, usted mirar pechos madre. ¿Gustar?
Todo estaba pasando rápido, sin que yo pudiera tomar las riendas de la situación. La niña se había arrodillado junto a su madre y le sacó las tetazas, para ofrecérmelas. Era un par de peras espectacular. Luego empezaron a besarse, como dos lesbianas en celo, mientras seguían magreándose las tetorras para mí, mirándome como dos corderitos.
Mi polla estaba de nuevo pidiendo guerra. Pero yo no debía dejarme llevar por mi instinto sexual. Tenía que poner fin a esa locura. Entonces, Rosa se volvió, dándome la espalda y mostrando sus piernas abiertas y desnudas, con el coño brillante y depilado. No pude evitar clavársela, agarrándole de su melena rubia. Su hijita, desde luego, estaba muy bien enseñada. Mientras me follaba a la madre, Jamiya me ofrecía su cuerpo recién hecho para aumentar mi placer, dejándose morder los pezones de sus tetazas y usando su lengua de niña para lamer la mía.
Era la tercera vez que me corría en una sola mañana, y caí exhausto en el sofá. Las dos tetudas me acariciaban encantadas.
-Espero que le haya gustado follarme, señor. Mi hija es su esclava, pero me tiene también a mí a su disposición. Me quedaré en la ciudad, según sus deseos, y acudiré siempre que lo necesite.
-Yo no te he pedido nada de eso, Rosa... Ha sido un placer follarte, estás buenísima, y tu hijita también, pero es la hora de partir.
La joven tetuda se levantó al oír eso y se fue, dejándome con un palmo de narices y con Jamiya. La niña me miró y me dijo:
-Ahora amo dormir.
Efectivamente, me quedé frito tumbado en el sofá. Al rato, el sonido de un plato apoyándose en la mesa me despertó. Jamiya había preparado una rica comida. Ya eran las tres de la tarde.
-¿Amo comer?
La niña me acompañó a la silla y empezó a servirme. Le mostré mi agradecimiento acariciándole el culo. Ya no sabía qué hacer ante una realidad impuesta tan increíble. Estaba rindiéndome. Ella respondió feliz a mi caricia, acercando sus melones.
-Esta esclava ser suya, amo. Amo pegar.
-¿Pegar? ¿Por qué iba a pegarte, Jamiya? No has hecho nada malo.
-Madre enseñar que un amo contento si pegar fuerte. Jamiya querer amo contento.
Ese par de tetazas estaban frente a mí bamboleándose esperando que las sacudiera, y no me faltaban las ganas. La negra empezó a azotarlas con sus propias manos, para animarme, y vaya si lo hizo. No pude evitar descargar una lluvia de manotazos bien dados en las inmensas tetas de mi esclava, y continuar con sus mejillas de niña tiernecita. A medida que la aporreaba, ella se ofrecía a los golpes con más ganas, hasta que acabé tumbándola de una hostia más fuerte de lo que sus pies pudieron soportarla.
Me acerqué a su lado, en el suelo, y vi que uno de sus ojos tenía un moratón que le realzaba su belleza negra. Ella me sonrió y señaló al otro ojo.
-Amo pintar también este, ¿sí?
Le arreé otra buena hostia que le dejó los dos preciosos ojos iguales, le arranqué el tanga y me la follé en el suelo salvajemente, agarrádome de sus tetas magulladas. No llevaba ni un día en mi casa, y aquella negrita me estaba dando más placeres que en toda mi vida. Se levantó y acabó de servirme la comida.
-Amo desvirgar ya boca y coño, amo ser bueno.
-¿Desvirgar? ¿Cómo que desvirgar?
-Madre enseñar que decir desvirgar cuando primera vez con hombre, amo.
Esa negra me estaba explicando que no había tenido relaciones con nadie antes que conmigo. Y el caso es que era totalmente creíble. Luego me acerqué a ella mientras lavaba los platos y le di un beso en el cuello, masajeándole los pezones.
-¿Amo desvirgar culo ahora?
No tenía otra alternativa. Mi polla estaba restregándose en la raja de su trasero, y los zapatos de tacón de Jamiya parecían diseñados para que la enculara inmediatamente. Ella misma me agarró de la polla, sin volverse, y la introdujo en su ano.
Mientras la sodomizaba, el grifo seguía vertiendo agua sobre su cabeza, que yo empujaba en la poza. La negrita sollozaba, o gemía de placer, o se estaba ahogando, o simplemente me estaba dando las gracias en su idioma. El caso es que cuando me corrí en sus entrañas ella gritó entre convulsiones.
-Ahora tres agujeros esclava ser usados. ¿Amo contento?
Asentí con la cabeza, pensando que aquella niña y su madre no podían ser reales. Me había corrido entre las tetas de Jamiya, luego en su garganta, después había follado a la mamá, luego había dado una buena paliza a la negrita, y además le había desvirgado el coño y el culo.
Me dio igual el efecto del café que me sirvió Jamiya tras la comida. Me había corrido cinco veces y estaba más que cansado. Ya arreglaría mi supuesto problema cuando recuperase fuerzas. Un largo sueño se apoderó de nuevo de mí. Lo último que vi fue a la negrita entrando en su cobertizo, tras dejarme en mi cama.
Día 2
Era ya la mañana siguiente. Parecía increíble, pero había dormido quince horas seguidas. Alcé la cabeza. Jamiya sonreía arrodillada a un lado de mi cama, ataviada exclusivamente con su collar de perra y sus zapatos de tacón.
-Amo dormir mucho. Ahora hacer pis, yo beber.
Jamiya subió entre mis piernas y acercó sus labios a mi polla. Yo estaba aún adormilado, y empecé a mear en su boca. Ella tragaba todo con maestría. Cuando terminé, lamió hasta ponérmela dura y ella misma se folló la cabeza con mi polla hasta tragar también mi primera descarga del día. En cuestión de segundos, trajo una bandeja con el desayuno y se puso a dármelo sentada a horcajadas sobre mí.
Sus ojos estaban preciosos con los moratones, y sus tetazas lucían enormes e hinchadas con las hostias recibidas. Mientras recibía el desayuno ante esa visión celestial, mi polla volvió a despertar y se introdujo en su coño con naturalidad.
Ella apartó la bandeja a un lado y me empezó a besar y a acariciar mientras seguíamos follando. Su estrecho coñito me daba un placer inmenso, pero lo que más me gustaba era la disposición de aquel tesoro en forma de negrita tetuda. Le escupí en la cara, le arañé, le retocí los pezones, le arreé unos cuantos bofetones en sus preciosas mejillas... y ella me daba las gracias continuamente.
Estaba a punto de correrme de nuevo, cuando llamaron a la puerta. Jamiya entró en su chamizo y fui a abrir, tras ponerme el pantalón. Era su madre, otra vez.
-Señor, si me lo permite, he traído unas cosas para la niña. En su mochilita no cabían, y tuve que enviarla aquí casi con lo puesto.
Aquella rubia era un bombonazo irresistible, y más con el modelito de minifalda y camiseta de tirantes que se había puesto. Le dejé pasar de nuevo. Al entrar, se mostró agradecida, dejando en el suelo la gran bolsa que traía y abrazándome con pasión. Estábamos dándonos un beso de tornillo interminable cuando apareció Jamiya.
-Madre, amo ser bueno, ya desvirgar boca, coño y culo. Yo beber pis y él pegar fuerte, muy bien.
-Vaya con el señor, pero si en un solo día ha usado a mi niña enterita. Me alegro mucho, hija. Ha sido todo un acierto venderte a este hombre. Gracias por atender tan bien a Jamiya, señor.
Rosa decía estas palabras mientras bajaba a arrodillarse ante mi polla, con las tetazas fuera de la camiseta. Su hija se unió a la fiesta y me la chuparon entre las dos. No quería correrme tan pronto y las alejé de mí por unos instantes. Como impulsado por un instinto primario, agarré a la niña y la senté en mi regazo en el sofá, metiéndole limpiamente mi polla dura en su culito. Su madre se arrodilló de nuevo a mis pies. Antes de dejarle hablar de nuevo, intervine yo.
-Está claro que a la niña le gusta vivir conmigo, eso no te lo voy a discutir. Y me complace que tú también te comportes como mi esclava, aunque a ti no te comprase. Todo funciona con vosotras a las mil maravillas. Pero yo tengo una vida real, y nadie en su sano juicio aceptará todo esto.
Jamiya movía suavemente su culito empalado, sin intervenir en la conversación. Su madre me escuchaba lamiendo mis pies. Entonces sonó de nuevo el timbre de la puerta. Jamiya escapó a su refugio, y su madre se sentó en una silla, acomodando su vestimenta. Fui a abrir.
Era mi hermana pequeña Lara, que venía de vez en cuando a visitarme y a protestar por el desorden de mi casa. Aunque acababa de cumplir los 18, tenía mucho carácter, que compensaba con su enorme atractivo... y sus enormes tetas de morenaza.
-Hola, Lara. Pasa, tengo visita...
-Vaya con mi hermanito, menuda visita... Hola, soy Lara, la hermana de este hombre tan desorganizado... Pero qué veo, si tienes la casa limpia y ordenada...
-Hola, Lara, ya tenía ganas de conocerte. Yo soy Rosa. Tu hermano siempre dice que eres muy guapa, pero no esperaba que lo fueses tanto...
-Ay, gracias, encanto. Sin embargo a mí no me había hablado de ti, una rubita tan explosiva... ¿Cuánto te paga por tus servicios?
-Perdona, hermana, pero no debes tratar así a mi novia. Ya ves cómo tiene la casa de arreglada. Y sabe hacerme feliz.
Lara frunció el ceño. Yo la conocía bien y eso era síntoma de que estaba muy incómoda. Cogió la puerta y se fue.
-Señor, su hermana ha tenido un ataque de celos. Eso es que la tiene usted en el bote.
-Pero qué dices... Bueno, ya ha ocurrido lo inevitable. En cuestión de unas horas, media ciudad creerá que tengo una novia rubia y pechugona. No hay vuelta atrás.
La madre de Jamiya avanzó gateando hacia mí y puso voz aniñada.
-¿Me he portado mal?
Sus mejillas se ofrecían a mis manos con delicada entrega, y le empecé a abofetear. Ya me daba igual todo. Sólo quería disfrutar de mi nueva esclava y de su madre. Seguí dándole de hostias en sus melonazos y en toda su blanca piel, hasta que consideré su cuerpo lo suficientemente reblandecido como para empalarlo con mi polla. Yamija salió de su escondrijo y así pude usar los seis agujeros que me ofrecían. Cuando acabé con ellas, me recliné tranquilo y decidido en mi sofá.
-Se acabó. Jamiya se queda conmigo. Para eso la compré. Y tú, rubia tetuda, vas a tener que ejercer de mi novia ante la gente. ¿Entendido?
-Claro, señor. Ya le dije que haría lo que usted quisiera.
-Muy bien. Pues desde ahora eres mi pareja en sociedad, y mi perra en privado, igual que tu hija. Y tú, Jamiya, más te vale que sigas escondiéndote, si entra alguien más aquí.
-Sí, mi amo, yo esconder bien. Madre, enseñar cosas que traer.
-Sí, hijita. Mira, llevo la bolsa llena.
Rosa empezó a sacar un montón de complementos para mi muñequita. Atuendos minúsculos, ropa interior pornográfica, zapatos a juego, y un maletín. Al abrirlo, vi que contenía unos aretes. cadenitas y unas pequeñas herramientas.
-Mire, amo. He traído esto para anillar a su esclava. Es muy útil si desea enganchar estas cadenas o las correas. Yo misma le haré los agujeros, con su permiso.
La niña acabó con cuatro aros insertos en su cuerpo: en la nariz, en los dos pezones y en el clítoris. Su madre los unió con las cadenitas, añadiendo un enganche en el collar de perra de Jamiya.
-¿Le gusta cómo ha quedado su esclava? Compré todo esto con parte del dinero que recibí ayer. Gracias, señor.
Jamiya estaba preciosa, adornada así por su mamá. Tiró de su enganche de la nariz para arriba y me dijo:
-Amo mirar, yo también cerda ahora.
Los juegos de esa niña eran adorables. Dejé que su madre la abrazase y retozaran juntas un rato, antes de despedir a la rubia. Ya en la puerta, ella me dijo:
-Volveré cuando desee, amo. Pronto vendrá Lara y quizás me necesite.
-¿Mi hermana? ¿Por qué dices eso, Rosa? No creo que vuelva en mucho tiempo, se ha ido enfadada...
-Se ha ido envidiosa. Querrá vengarse, ya verá. En poco tiempo, aparecerá y le pedirá disculpas, vestida para la ocasión.
Tras comerme de nuevo las tetazas de esa joven, cerré la puerta pensativo. Lara no era de las que harían nada parecido. Pero Rosa parecía saberlo todo. Jamiya me estuvo atendiendo el resto del día, demostrando sin duda que su madre le había entrenado con destreza como urinario, cenicero, alfombra y todas las demás obligaciones de una buena esclava incondicional.
Día 3
Un mensaje de mi hermana me despertó al día siguiente. Preguntaba si podía visitarme. Era la primera vez que Lara me pedía permiso para algo. Le respondí escuetamente y al rato llamó al timbre. Al abrir, comprobé que la rubia tenía razón. Esa Lara era otra, radicalmente distinta. Se había maquillado y dejado el pelo suelto, y llevaba un vestido corto atado al cuello que le sostenía las tetas, libres de sujetador. Sus zapatos de tacón abiertos dejaban ver las uñas de sus pies pintadas de rojo, a juego con las de las manos.
-Vaya, hermanita, estás muy guapa.
-Gracias, ¿puedo entrar?
Me retiré a un lado, y al pasar junto a mí me dio un fugaz beso en la boca. Su culazo se movía rítmicamente mientras avanzaba hacia el salón. Estaba claro que tampoco llevaba braguitas.
-¿No está tu novia?
-No, Lara. Ya veo que estás más tranquila que ayer.
-Ay, lo siento, hermanito. He venido para suplicarte que me perdones.
-No pasa nada, está todo olvidado.
Entonces ella se lanzó a mis brazos, apretando sus tetas contra mi pecho, y empezó a sollozar en mi hombro. Estábamos de pie, en el centro de la habitación. Mi polla se endureció y se clavó en su vientre. Ella se abrazó más fuerte y no dejaba de disculparse entre lágrimas. Yo no sabía dónde poner las manos y le agarré fraternalmente del culo. Parecía que se le pasaba el disgusto. Le acompañé al sofá y volvió a abrazarse a mí.
-Ay, hermano. No he pegado ojo en toda la noche. Verte ayer con esa tal Rosa me revolvió por dentro. Fue como si te perdiera.
-Eres mi hermana, y eso es para siempre. Cálmate.
-Eso es muy bonito, mi amor.
Lara me volvió a besar en la boca, esta vez durante un largo rato, que me sirvió para meter mis manos en su vestidito y comprobar que tenía los pezones endurecidos y el coño empapado. Me miró con cara de traviesa y me dijo:
-Esto que hacemos no está bien. Los hermanos no se besan ni se tocan así.
Decidí seguirte el juego.
-Es verdad, Larita. Yo soy tu hermano mayor y voy a tener que castigarte.
-Huy, por favor, no, me portaré bien, no me pegues...
De un estirón le arranqué el vestido, rompiéndolo en dos pedazos, y la puse en mi regazo para azotarle el culo.
-Toma, zorra. Así aprenderás.
-Ay, sí, me lo merezco, más fuerte...
Si no lo hubiera estado viviendo, no lo habría creído. Mi recatada hermana pequeña había desatado su fuego interior, espoleada por la experiencia de verme con la rubia. La llevé en brazos a mi cama y le sodomicé el culo enrojecido. Sentirse follada por mí sin contemplaciones la calmó por fin.
-Hermano, esto que hemos hecho no tiene que salir de aquí. Me ha encantado que me trataras como una puta, pero la gente no lo entendería. Además, tienes esa novia...
-No es que te haya tratado como una puta, Lara. Es que a partir de ahora eres mi puta. Por tu comportamiento, es evidente que has venido a dejar eso claro.
-No, hermano. Sólo venía a pedirte disculpas por marcharme así ayer. Creía que te apiadarías de mí con más facilidad si me ponía guapa y te trataba con dulzura, pero se me ha ido de las manos. Y ahora no puedo ni marcharme. Me has roto el vestido, pedazo de bruto.
Al oír eso le di un bofetón. Ella no se estaba dando cuenta de que las cosas habían cambiado entre nosotros. Llamé por teléfono a Rosa para que le trajese ropa.
-No tienes ni idea de nada, golfa. Pero te lo voy a dejar bien claro. Ahora eres mía. Estás en mis manos. Has pasado de ser mi molesta hermana a una perra arrastrada a mi servicio.
Lara bajó la vista, se mordió los labios y calló. Mis palabras le habían sorprendido y excitado. Necesitaba que la tratase como una vulgar ramera masoquista. Eso era. Me miró y entró en razón.
-Perdona de nuevo. Esas cosas que me dices son muy fuertes, pero siento en mi interior que son ciertas. Seré tuya, pero tu novia se enfadará...
No quise darle más explicaciones. Ya había tenido bastantes emociones. Al rato, llegó la rubia con un vestido para ella.
-Hola, señor, he traído lo que me ha pedido.
-Hola, tetuda. Ahí tienes a Lara. Ponle eso y marchaos.
Mi hermana se dejó vestir por Rosa, sin rechistar. Antes de irse, me preguntó:
-¿Por qué esta mujer te trata de usted y te llama señor? ¿Es un juego o algo así?
-No es ningún juego, hermanita. Ella es mía, como tú. Viene cuando se lo ordeno y hace todo lo que le digo, ¿verdad, mi perra?
-Sí, mi amo. Sus palabras son órdenes para mí.
Lara nos miraba a los dos, con aspecto de muñeca derrotada. Lo último que dijo al marcharse fue:
-Seré una buena perra para usted, mi amo. No le defraudaré.
La rubia la cogió del brazo, me guió un ojo y desaparecieron tras la puerta. Jamiya volvió a mi lado. Mientras le meaba en la boca, le puse al corriente de todo.
Meses siguientes
Los días pasaron bastante animados. La presencia constante de la niña hacía todo más fácil, y cuando me apetecía usar a su madre o a mi hermana, no tenía más que llamarlas. Decidí pronto que Jamiya no tenía por qué ocultarse ante Lara, que acabó acostumbrándose a ser una de mis tres perras.
Mis amigos y el resto del mundo ya estaban habituados a verme acompañado de Rosa, que ellos creían mi novia. Aunque su belleza y sus melones eran evidentes, ella se las arreglaba para parecer una pareja modosita y callada, lejos de su condición de esclava. En algún acto social, llegué a coincidir con ella y con Lara, sin que nadie sospechase que eran mis perras. Simplemente, parecían dos cuñadas que se llevaban bien.
Al tiempo, se me ocurrió la manera de que Jamiya dejase de estar oculta a la sociedad. Lara contó, siguiendo mis instrucciones, que ella había adoptado a una niña negra. Así, ante el mundo, yo tenía una pequeña sobrina con la que a veces salía al cine o a pasear, acompañados de mi supuesta novia Rosa, de su supuesta madre adoptiva Lara o de las dos. Pronto todo el mundo se acostumbró a verme acompañado de mis tres perras, sin darle más importancia.
Aparte del comportamiento adecuado en el interior de la casa, ellas seguían siendo mis esclavas en cuanto la ocasión lo permitía. Si nos sentábamos a tomar algo en una terraza, Lara iba a por las bebidas, y Jamiya se las arreglaba para agarrar mi polla mientras yo besaba a Rosa. La aceptación social de nuestra peculiar familia me obligaba a llevarlas vestidas formalmente, pero me gustaba alejarme a veces de nuestro entorno para disfrutarlas y exhibirlas como lo que eran, mis putas.
El mejor lugar para ello era la playa. Allí Jamiya dejaba su papel de niña adoptada y liberaba sus tetazas anilladas, provocando la erección de los padres de familia. Yo me solía tumbar en una toalla, con mi hermana y la rubia tapando la vista de mi negrita, a la que taladraba sucesivamente por sus tres agujeros. A veces se producía algún pequeño escándalo, pero recogíamos el campamento y nos íbamos lejos.
Jamiya había aprendido a hablar correctamente y ya era hora de que asistiera a clases. Lara la apuntó a un instituto de élite, donde pronto hizo amiguitas que me resultaron muy útiles. La negrita solía calentarlas para mí, hasta que las tenía a punto de caramelo y acababan pidiendo venir a casa para que abusara de ellas. Tanto Jamiya como las demás niñas usaban unos uniformes de colegialas que parecían diseñados para mantenérmela dura todo el tiempo. Como eso me resultaba imposible, aprovechaba los ratos entre erección y erección para enseñarles a tragar mi meada.
La mayoría volvía a por más, y empecé a cobrar a las niñas por mis servicios. No supuse que aquello se convertiría en un lucrativo negocio. Esas cachorritas tenían una facilidad pasmosa para robar a sus padres ricos sin que se enteraran, y acumulé una verdadera fortuna en poco tiempo. Entonces decidí mudarme a una mansión, con mis tres esclavas.
La mansión, día 1
Jamiya y sus amigas del instituto me daban todo lo que necesitaba. Lara y Rosa seguían siendo mías, pero tenían permiso para buscar dinero con otros hombres fuera de la mansión. Ya tenía tanto patrimonio acumulado que podía disfrutar con él varias vidas. Entonces llegó Cintia.
A una de las niñas viciosas, Silvi, se le había ocurrido dar en su casa la dirección donde supuestamente venía a estudiar con Jamiya. Como la perrita venía mucho, a su madre le entró curiosidad y apareció sin avisar. En ese momento, yo estaba precisamente tumbado en mi hamaca de la piscina, con Silvi cabalgando mi polla mientras le arreaba unas hostias. Jamiya jugaba con otras tres nenas en el césped a papás y a mamás. Como no esperaba ninguna visita, ordené a las cinco que se zambulleran y fui a abrir, cubriéndome con un bañador.
-Hola, señor. Soy Cintia, la madre de Silvi. He venido a buscar a mi hija.
-Hola, yo soy el hermano de Lara, la madre de Jamiya. Ahora Lara no está, pero yo me ocupo de las niñas. Están bañándose en la piscina.
Hice pasar a esa joven y le ofrecí un refresco. Cuando volví con él, ella estaba de pie al borde de la piscina, mirando a las niñas.
-Pero señor, están todas desnudas...
-Ah, no te preocupes por eso. Me han pedido bañarse así, y les he dejado. Pero siéntate y dime, guapa, cómo es posible que tú seas la madre de Silvi, tan joven...
-Bueno, en realidad soy la segunda esposa de su padre. Él y yo nos llevamos veinte años. Pero Silvi es como si fuera mi hija. Para eso tengo ya 26...
-Ah, lo entiendo, a mí me pasa con Jamiya, que en la práctica es también mi hijita. Pero ponte cómoda, Cintia. Dejemos que jueguen las niñas en el agua...
Esa mujercita era un caso claro de sumisa devocional. No pudo decir palabra mientras le desabrochaba la blusa y le bajaba la falda. La dejé en ropa interior y le entregué el vaso.
-Así estarás mejor.
Ella bebió de la pajita, mientras yo contemplaba su extraordinario cuerpo de perra tetuda. En verdad, la suerte me sonreía desde la llegada de Jamiya a mi vida.
-¡Hola, mami!
Silvi había salido de la piscina y se acercó a abrazar a su madre, empapándola.
-Hola, mi pequeña. Estoy tomándome algo con el señor y en un rato nos iremos... Pero me has dejado toda mojada...
-No pasa nada, Cintia.
Desabroché su sujetador y le quité el tanga, con la ayuda de la niña, que colgó la ropa interior mojada de su madre para que se secase.
-Así estás desnuda del todo, como las pequeñas. Al fin y al cabo, tú eres casi una niña... Yo voy a hacer lo mismo.
Me quité el bañador y Cintia no pudo evitar fijar su vista en mi polla erecta, aunque quiso desviar la atención.
-Señor, es usted muy amable y tiene unas costumbres muy naturistas, con esto de dejar libres los cuerpos. ¿Se ha fijado en que mi pequeña tiene ya muy desarrollados los pechos? Y se diría que esa característica la compartimos todas las que estamos aquí con usted...
-Bueno, en confianza te diré que lo que tú llamas característica es un fenómeno que me ocurre siempre. Las mujeres que se sienten atraídas por mí son, sin excepción, bellas y tetudas, como tú.
-Vaya, qué directo. ¿Entonces usted cree que mi propia hija siente lo mismo que yo por usted?
-Pues claro, mami. Todas estamos enamoradas del señor. Nos encanta que nos deje jugar con él. No te preocupes, no le diré nada a papá...
Cintia se puso de rodillas y empezó a chupármela, sin poder evitarlo. Su hija Silvi le empujaba la cabeza mientras me besaba. Las otras niñas acudieron a la fiesta y me rodearon con sus cuerpecitos. Cuando descargué, la madre tragó su ración y se volvió a su hamaca.
-Señor, espero haberlo hecho bien. Con mi marido nunca pasan estas cosas. Me ha encantado que metiera su polla hasta mi garganta, con ese ímpetu. Pero todo esto... ¿también lo hace con las niñas?
-Sí, preciosa. Ellas están encantadas de aprender a ser usadas por mí, incluida tu dulce Silvi. Ya has visto cómo te ha ayudado a tragar.
-Ha sido increíble, sí. Todo esto me hace ver las cosas de otra manera. Tenga usted en cuenta que hasta hace unos minutos, yo creía que tenía una hijita inocente.
-Pero yo soy una niña inocente, mami, igual que mis amiguitas. Sólo que a todas nos encanta jugar con el señor, y también entre nosotras, así...
Silvi se acercó a su madre y le dio un beso en los labios, agarrándola de los pezones. Cintia se dejó hacer por su hijita y también tomó sus pezones entre los dedos. Mientras seguían babeando, juntaron sus coños y empezaron a frotarse. Las otras tres niñas y Jamiya me miraron interrogantes, y les di autorización para imitar a Cintia y Silvi. Me apeteció encular a Cintia, rodeado de tanta belleza. Volvimos a corrernos.
-Señor, ha sido genial. Nunca había tenido sexo anal, y he disfrutado mucho. Si me lo permite, vendré a visitarle siempre que pueda. Ahora Silvi y yo tenemos que irnos.
La joven madre y su hija volvieron a su casa, donde les esperaba un padre ajeno a sus correrías. Las demás chavalitas se fueron pronto, y me quedé con Jamiya, que me sirvió la cena muy contenta.
-Amo, soy la esclava más feliz del mundo. He disfrutado mucho viendo cómo hacía suya a la mamá de Silvi.
-Me alegro, mi perra. Cuando venga mañana, me la preparas para torturarla un poquito.
-Seguro que le encantará, mi amo. Pero no olvide que me tiene a mí para usarme como quiera siempre...
La ternura de mi esclava negra me llegó al alma, y le di una buena paliza antes de mear en su garganta y acostarme. Ella se retiró, avanzando con dificultad por los golpes recibidos.
-Gracias, mi amo. Mañana estaré como nueva.
Antes de dormirme, consulté mi teléfono. Tenía un mensaje de Cintia:
-Señor, gracias por todo lo que me ha hecho sentir hoy. He comprobado que la vida puede ser de otra manera y que mi dulce hija también lo ha aprendido gracias a usted. Ella y sus amigas me han explicado que le llaman amo, y lo comprendo. Me atrevo a hacerlo yo también a partir de ahora, mi amo.
Le contesté con otro mensaje:
-Claro que soy tu amo, mi cerda. Mañana por la mañana vienes con tu hija y te enseñaré más cosas.
-Sí, mi amo. Buenas noches.
La mansión, día 2
Me despierto y mientras meo en la boca de mi negrita escribo a Lara y a Rosa para que acudan a la mansión. Llegan con unas bolsas de deporte llenas de billetes, que dejo junto al resto de mi fortuna.
-Hola, mis putas. Os he llamado porque quiero que conozcáis a Cintia, la mamá de una de las amigas de Jamiya. Están a punto de llegar.
Lara toció el gesto, como el día en que conoció a Rosa. Mi hermanita seguía enamorada de mí. Le arreé un bofetón y se calmó. Las dos se arrodillaron en el suelo a la espera de la visita.
Cintia llegó con su hija y una maleta. Su cara de tristeza contrastaba con el atuendo que se había puesto para mí, un corto vestido blanco cruzado en el pecho que le quedaba como un guante. La niña también estaba seria, con sus coletas, su blusa ajustada y su minifalda.
-Estáis muy guapas, ¿pero qué os pasa?
-Amo, mi marido nos ha echado. Leyó los mensajes.
-No pasa nada, olvidaos de eso. Entrad, han venido mi hermana y la madre de Jamiya para conoceros.
Dejé la maleta en el recibidor y acompañé a las dos hasta el salón, donde esperaban las perras arrodilladas.
-Ésta es Lara y ésta es Rosa. Éstas, Cintia y su hija Silvi.
Cintia y Silvi se arrodillaron junto a Lara y Rosa, sacando sus melones y poniendo las manos a la espalda. Cintia se mostraba nerviosa y le acaricié la cara antes de darle un buen sopapo.
-Tranquia, Cintia. Aquí estaréis muy bien.
Silvi sonrió al ver que su madre se relajaba con el bofetón. Era una niña muy guapa. Le escupí en la cara y se relamió. Su madre pidió permiso para hablar:
-Mi amo, gracias por calmarme. Por favor, escúpame a mí también.
Cogí una revista, la enrollé y sacudí unos cuantos golpes en sus tetazas. Cintia soltó varios gritos, hasta que comprendió la situación.
-Perdone, amo. Le he pedido que hiciese algo, y no tengo derecho. Gracias por los azotes.
Silvi se puso a lamer las tetas enrojecidas de su madre, para calmar el escozor. Jamiya apreció con su uniforme de criada, sonriéndome como siempre.
-Mi amo, ya he llevado la maleta a la habitación de invitados.
Me senté en el sofá y Jamiya me encendió un cigarrillo y me sacó la polla para acariciarla suavemente.
-Bueno, ¿a quién empalo primero? Ven, Cintia, trae ese coño, que ayer no lo usé.
La joven se subió sobre mí y le follé mientras cabalgaba como una buena yegua.
-Dios, señor, mi amo, me voy a correr...
-De eso nada. Mis cerdas se corren cuando yo se lo ordeno.
-Aaah, perdón señor, casi no puedo aguantar...
Le empujé de las tetorras y cayó al suelo. Avanzó hasta su sitio a cuatro patas.
-Ven, Silvi, enséñale a tu madre cómo debe comportarse.
La niña sustituyó a Cintia. Sus tetorras eran también enormes, pero pesaba un poco menos. La miré a los ojos.
-SIlvi, córrete. Ahora.
La niña se empezó a correr entre espasmos.
-¿Ves, Cintia? No es tan difícil. No sé si eres tonta o te lo haces. Por si acaso, te explicaré la situación en esta casa claramente. Jamiya hace creer a la gente que es la hija adoptiva de mi hermana Lara, pero en realidad es mi esclava porque se la compré a su madre, Rosa. Rosa es también mi esclava; así muestra su agradecimiento hacia mí, por comprarle a Jamiya. Y Lara, tras sufrir un ataque de celos al verme con Rosa, también acabó siendo de mi propiedad.
-Vaya, mi amo. Yo creía que sus esclavas eran sólo las niñas; por eso me entregué anoche a usted... Pero veo que todas las hembras que se le acercan acaban a sus pies. Ahora lo entiendo todo. Y claro que voy a aprender a correrme sólo cuando usted me lo ordene.
Esa actitiud tan obediente de Cintia era la correcta, pero yo necesitaba nuevos alicientes. Silvi también comprendió mi gesto.
-Amo, en nuestra clase hay una niña que nunca quiere venir a jugar con nosotras a esta casa. Se llama Flora y tiene un año menos que nosotras, 17, pero es tan lista que le pasaron a nuestro curso. Yo creo que si usted habla con su madre soltera, se puede arreglar.
-Vaya, eso sí es un reto... ¿Tú que piensas, Jamiya?
-Yo la daba por imposible, pero Silvi tiene razón. Su mamá la lleva y la recoge; es muy guapa pero siempre está seria.
La mansión, día 3
He invitado a Penélope, la madre de Flora, y a su hija, a mi mansión. Penélope ha puesto mil excusas, pero le he acabado convenciendo. Las esperamos todos, mis perras y yo, camuflados como una familia normal. Llegan a la hora prevista. Penélope desconfía de todo, porque intuye que en mi casa las cosas no son lo que parecen. Su hija es menuda e inocente. Sus tetas no se han desarrollado aún, pero lo harán, y llegarán al volumen de las de su preciosa y joven madre soltera, tan enormes como las del resto de mis perras.
Explico a Penélope la versión convencional de mi vida, mientras dejo a Flora con Silvi. Cintia, Rosa y Lara acaban haciendo buenas migas con Penélope. Todo discurre con normalidad. Las cuatro ríen alrededor de una mesa con té, acompañadas por mí pero sin prestarme mucha atención. Silvi y Flora chapotean en la piscina con Jamiya. Pero Jamiya tiene un pequeño desliz. Sale del agua con su bañador, se acerca hasta mí y me habla.
-Tío, ¿puedo ir al baño?
-Claro, sobrinita.
Penélope nos mira extrañada.
-Señor, ¿es normal que su sobrina le pida permiso para ir al baño?
-Ah, jaja, no, claro, es que estará nerviosa por la persencia de tu hija... Como no había venido nunca aquí a jugar...
-Eso me parece una respuesta absurda. Lara, ¿no crees que tu hija adoptiva ha hecho algo raro?
-Mira, Penélope, no es tan raro. Ten en cuenta que mi hermano impone respeto, con esa presencia suya. Jamiya sólo es consecuente con eso. No le des más importancia.
Penélope tuerce el gesto y me mira a los ojos.
-Señor, creo que en esta casa pasa algo que no acabo de saber bien. Por un lado, todos parecen normales y felices. Pero por otro, lo de la niña negra adoptada por su hermana, el hecho de que usted viva aquí con ellas y esta otra joven, además de con Cintia y su hija... Parece que son muchas mujeres para un solo hombre...
-Vaya, qué mente tan retorcida la tuya, Penélope. Ten en cuenta que Jamiya y Silvi son prácticamente unas niñas, como tu Flora. Además, Lara es mi hermana. Eso deja la situación en un hombre que vive con su novia, o sea Rosa, y como mucho podrías pensar que hay algo entre Cintia y yo. ¿Qué opinas tú, Cintia?
-Yo sólo sé que le estoy muy agradecida por acogerme aquí con mi hija. Penélope, aquí todas estamos muy bien, no le des más vueltas. Y si alguien tuviera alguna queja, esa sería Rosa, que para algo es la novia en esta casa. ¿No, Rosa?
-Yo, igual que tú, mi querida Cintia, sólo tengo palabras para agradecer a mi novio su trato exquisito. Y tú, Penélope, deberías hacer lo mismo. Tu hijita lo está pasando muy bien con las otras niñas.
-Eso es verdad y se lo agradezco sinceramente, señor. No había dejado que Flora viniera nunca aquí por mis recelos, pero ella lo está disfrutando mucho. En fin, perdóneme. ¿Puedo preguntarle otra cosa?
-Dime, Penélope.
-Me he fijado en que todas las mujeres que estamos aquí, incluidas las niñas, tenemos el busto muy desarrollado. La única excepción es mi Flora.
-Es cierto. Y hay otra cosa que tenéis en común: todas sois preciosas.
-Oh, gracias, señor.
-De nada, guapa, es la realidad. Y respecto a lo del pecho, yo lo considero un regalo de la naturaleza. Ya sé que tienes miedo de que a tu hija le pasen cosas que no puedas controlar, pero en esta casa nadie hace nada que no quiera. Ya verás. Jamiya, trae a Flora.
Mi esclava negra vuelve con la hija de Penélope. Cintia comprende que tiene que servirme para algo y acerca cariñosa su silla a Penélope, sonriéndole y cogiéndole la mano sobre el muslo.
-Flora, estábamos hablando con tu mamá sobre si estás a gusto aquí...
-Oh, sí, señor. Me lo estoy pasando muy bien con mis amigas. Me alegro mucho de que por fin mamá haya venido conmigo aquí. Aunque soy la única que no tiene los pechos grandes...
Me relamo ante la visión de la niña con su bañador mojado. Su coñito y sus pezones se le marcan con claridad, y tiene el tipo de toda una mujer en miniatura.
-No te preocupes, cielo. Eres una niña muy guapa. Tus tetitas pronto te crecerán y se pondrán preciosas como las del resto.
Penélope agradece el contacto de la piel de Cintia, que le acaricia la pierna bajo la mesa. Eso le relaja.
-Hija mía, el señor y las señoras son muy amables. Él me ha dicho que aquí todos son libres de hacer lo que les... apetezca.
Esa madre está sintiendo algo desconocido para ella. Mientras habla con su hija, separa las piernas para que la mano de Cintia pueda ascender.
-¿Qué te parece lo que te ha dicho mami? Aquí eres la niñita de todos, la más consentida. Mientras esperamos a que te crezcan las tetas, serás el bebé de la casa.
-Jajaja, gracias, señor. ¡Qué bien! Pues si soy el bebé, me voy a quitar este bañador. Estaré más a gusto desnudita.
Su madre permanece en silencio mientras Cintia le masturba, y la niña acaba en cueros. Mi polla responde ante el fenomenal espectáculo.
-Genial, pequeña Flora. Si no tienes aún las tetazas de las demás, no hay por qué cubrirlas, claro...
La niña me mira encantada, sosteniendo sus pequeños pechitos con las manos. Luego sube a mi regazo juguetona.
-¿Y de qué más hablabais los mayores?
-De las cosas que nos gustan y las que no. A mí me gusta estar rodeado de mujeres. Y mira, parece que a tu mamá le gusta que le acaricie la mamá de Silvi así...
Poso mis dedos en el coñito de Flora. Su madre está con los ojos en blanco, disfrutando del buen trabajo de Cintia. Mi hermana y Rosa se levantan a ayudarle. Jamiya y Silvi ven el campo libre y se acercan a enseñar a Flora el comportamiento correcto, dirigiendo su lengua a la mía, colocando su rajita en mi polla y ayudándola a ser desvirgada con suavidad.
Masajeo los pezones de la niña mientras me la follo, y ella sigue babeando en mi boca. Las perras han desnudado a Penélope y le están dando más placer que en toda su vida. Acaba corriéndose a la vez que su hija. Cuando se recupera, mira hacia mí y se percata de lo que ha pasado.
-Señor, estoy viendo horrorizada que mis temores eran ciertos. Esta casa es un templo de depravación, y me he dejado llevar...
-Cállate, Penélope. Flora, dile a tu mami lo que ha sucedido realmente.
-Mamá, el señor no ha hecho nada malo. Ya has visto que yo he propuesto desnudarme y que me he sentado sobre él. Luego he sentido cosas muy buenas cuando me ha metido su cosa aquí. Jamiya y Silvi me han enseñado a juntar mi lengua con la del señor y ha sido todo muy rico.
-Pero hija, este hombre acaba de violarte, todo lo que ha pasado está muy...
-¡Te he dicho que te calles! Tu hija está bien, tú has gozado con mis mujeres como nunca. Deberías agradecérmelo, y no quejarte tanto. Acabemos con esto. A ver, todas en modo habitual.
Lara, Rosa, Cintia y Silvi se sacan los melonazos y se arrodillan en semicírculo ante mí. Jamiya corre a vestirse y vuelve con su uniforme de criada puta. Flora sigue sentada en mi regazo mientras le pellizco sus pezones y ríe con regocijo. Su madre contempla el cuadro en silencio y con cara de preocupación.
-Ya ves, Penélope. Esta es la situación. Todas las féminas que entran en esta casa acaban siendo mías. Todo empezó cuando Rosa me vendió a su hija Jamiya como esclava.
Cojo a Flora en brazos y la llevo a mi cama. Todas me siguen. La niña se aferra feliz a mi cuerpo. Me tumbo boca arriba con ella encima y las demás alrededor, expectantes.
-Bueno, ya estamos todos aquí. Cada hijita que dé placer a su mamá: Jamiya a Rosa, Silvi a Cintia... Y tú, hermanita, acércame a Penélope, que se abrace conmigo y su retoño.
-Sí, mi amo. Aquí la tiene.
-Señor, esto ha llegado demasiado lejos. Estoy indignada. No conseguirá nada de mí si no es a la fuerza.
-Eso lo veremos, zorrita. A ver, Flora, preciosa, di qué quieres tú...
-Ven, mami, abrázate con nosotros. No estés enfadada, por favor. El señor es bueno, y seguro que le gusta tener cerca tus tetas tan grandes. Eso es, mamá, así, yo te acaricio como las otras niñas a sus mamás. Anda, trae la boca, pon la lengua conmigo con la del señor.
Mi polla está de nuevo a reventar. Esta niña nueva es un tesoro. Su madre se rinde y acerca el coño a su lugar. Por fin la penetro, mientras sigo abrazando a su hija. Las demás están disfrutando de mi permiso para gozar en familia. Mi hermana Lara va de flor en flor, con sus tetazas rebotando por la cama.
El efecto de mis sacudidas de polla en el coño de la madre rebelde la suaviza, igual que hace un momento en manos de mis putas. Su hijita participa en el polvo como una campeona, turnando sus agujeritos con los de Penélope. Las siete hembras son una marea de carne fresca en la que me zambullo y a las que acabo regando con mis descargas, que recogen ansiosas como siempre.
Tras la pequeña orgía, ordeno a mis perras que adecenten un poco a Penélope y nos dejen solos. La adornan con un corsé con liguero que deja sus melones fuera, unas medias y tacones, y la colocan de rodillas con las manos a la espalda. Me siento en un butacón con ella en el suelo frente a mí.
-Bueno, estricta damisela, ya has visto y experimentado mi forma de vida. Yo soy el amo y todas cumplís mis órdenes.
-Señor, quizás mi pobre niña Flora, a la que usted ha desvirgado sin compasión, diga que todo esto le gusta. Pero yo he tenido que abandonarme a la fuerza, por sus odiosos manejos. Es usted...
-Yo soy tu amo. Dilo.
Interrumpo el discurso idiota de esa tetuda con una patada en su cara. Se levanta entre lágrimas, volviendo a colocarse en posición de esclava.
-Es usted un cabrón y le odio, señor.
Ordeno a mis putas que encierren a esa joven tan irritante en el cuarto de baño. Su pequeña hija se vuelve a abrazar a mí.
-Señor, entiendo muy bien por qué ha encerrado a mami, pero, por su parte, usted tiene que entender que todo esto es nuevo para nosotras. Yo le agradezco mucho que me considere para sus juegos aun sin tener las tetas grandes como le gustan, pero creo que no puede obligar a nadie a...
-Nada de señor, llámame amo.
-Mi amo, le decía que...
-Chúpamela.
-Sí, mi amo.
La niña es una dulzura. Me la come como una profesional, y así puedo sisfrutar de su silencio durante un rato. Decido que me la voy a quedar. Así podré ir observando la evolución de sus peras. Acabo corriéndome en su garganta inocente.
-Anilladla y ponedle su collar. Luego la metéis en el baño con su madre para que puedan charlar.
La mansión, día 4
De nuevo he despejado la casa de perras, dejando sólo a Jamiya a mi servicio, para centrarme en Penélope y su hijita Flora. Ordeno a la negra que abra el baño donde ayer encerré a la madre y la hija. Han puesto unas toallas en la bañera y duermen desnudas dentro, abrazadas. La niña se despierta y me mira con ternura, mientras sale de la bañera para arrodillarse a mis pies junto a Jamiya. Me gusta verle las tetitas adornadas y el collar reglamentario.
-Buenos días, mi amo. Mami está dormida todavía porque le di un somnífero que encontré en el armario. Yo he comprendido todo lo que debemos hacer en presencia de usted, pero ella se resiste a asumir las cosas como son. Le ruego que tenga paciencia con ella...
-Pues te equivocas totalmente, mi perrita. Despiértala.
La niña zarandea a su madre hasta que ésta espabila.
-Buenos días, Penélope. Flora, masturba a tu madre un poco para que vaya entrando en razón.
La niña se pone sobre ella, agarrándole del coño y moviendo su manita mientras le muerde los pezones. Pênélope responde al tratamiento, medio dormida, meciendo su pelvis al compás de los dedos de Flora.
-Bu-buenos días, se-señor...
-Tienes que llamarme amo.
-Buenos días, amo... Creo que Flora me está haciendo esto porque usted se lo ha ordenado, ¿verdad? Aaaah...
-Eso es, disfruta. Ahora tu hija y tú sois mías, como te decía ayer. Pídeme permiso para correrte.
-¿Pe-permiso? ¿Qué quiere decir con eso? Aaah...
Penélope se corre en la mano de su niña. Yo me doy cuenta de que hablando no voy a educar a esa desobediente. Le agarro del cuello y le zarandeo a hostias. Su hija nos observa, arrodillada junto a mi Jamiya, que comenta la jugada con Florita.
-Oh, qué bien, qué suerte tiene. Hace tiempo que el amo no me pega tan fuerte. Tu madre es una privilegiada.
-¿Tú crees? A mí no me ha pegado todavía...
-¿Dónde te gustaría que lo hiciera?
-Creo que si me diera con la mano abierta en mi coñito, estaría bien. Pero no lo sé...
-Eso es genial, ya verás. Sobre todo si lo hace con un cepillo del pelo, como éste...
Mientras las niñas juegan, Penélope está empezando a reblandecerse. Su mirada pasa del odio a la súpilca, y de la súplica al emputecimiento.
-Tome, señor.
Su hijita me entrega el cepillo con el que acaba de gozar a manos de Jamiya. Separo las piernas de Penélope y le atizo unos cuantos golpes.
-Córrete, ahora.
-Mami, haz caso al amo, ya verás qué rico...
Esa madre está al límite. El día anterior ella y su hija eran dos personas convencionales, pero ahora está oyendo a su pequeña animarla para obedecerme. Le doy un golpe más fuerte y se corre entre gritos.
Me pongo en pie y empiezo a mearle encima. Fija sus ojos en mí, abre la boca y busca el chorro, para beber todo lo que puede. Luego me limpia la polla y habla por fin.
-Gracias, amo.
-Ni gracias ni hostias. Sólo me complaces cuando estás cachonda, furcia. Seguro que en unos minutos vuelves a ser la Penélope de siempre, estirada, desobediente y desagradable.
-Tendrá que enseñarme a ser una buena perra. Siento causarle tantas molestias... Pero qué digo... Hija, vámonos de una vez por todas de este lugar infecto.
-Mami, vas a volver loco al amo...
Y tras decir esto, la pequeña y dulce Flora le arrea un bofetón a su madre. Ha estado observando y sabe ya qué es lo que debe hacer.
-Pero Flora, qué haces, me estás pegando, a tu propia madre, me has dejado la cara ardiendo... Mmmmm...
Penélope no puede evitar poner la otra mejilla. Flora le arrea un nuevo bofetón.
-Muy bien, pequeña. Ya sabemos lo que necesita tu mamá. Jamiya, ayuda a la niña.
Entre las dos crías apalean a la rebelde, que está de nuevo muy caliente. Apunto con mi polla al grupo de perras y les empiezo a mear. Las tres se afanan en tragar, abrazadas y cogiéndose de las tetas y los coños. La escena me la pone dura y acercan sus morros para intercambiarse mi polla en sus bocas y besarse ensalivadas.
Acabo corriéndome en la garganta de Penélope, cuya hijita no le suelta la entrepierna.
-Amo, perdóneme mi insolencia. Ha sido un honor beber su meada y su esperma, y no volverá a ocurrir que me queje de nada. Muchas gracias por ayudarme a descubrir mi verdadero yo.
-Si te portas realmente bien, dejaré que Flora te pegue. Córrete en su mano como agradecimiento.
Penélope ya está a punto de caramelo. Se corre, obediente. Ha sido un poco duro pero ha valido la pena. Jamiya le pone su collar y le anilla los pezones y el clítoris. Ella y su hija se visten y les dejo marchar. Antes de irse, Flora se agarra las tetitas y me dice:
-Amo, mamá y yo estaremos a su servicio siempre que usted quiera. Yo me encargo de mantenerla como es debido, ahora que ya sabemos lo que necesita. Y pronto tendrá estas tetas del tamaño que usted se merece.
Luego hace avanzar a su madre a base de azotes en el culo y se van.
Jamiya se queda a mi lado. En la casa se respira paz, mientras me fumo un cigarrillo con mis pies apoyados en su grupa. Los juegos con las otras niñas y sus mamás son muy agradables, pero los momentos a solas con mi negrita son los mejores. Nadie resiste como ella mis palizas, mis meadas, mis embestidas y todos mis caprichos.
Llega la noche. Jamiya tiene permiso para dormir en la alfombra, junto a mi cama. Acabo de masacrarla como de costumbre. No me canso de torturar esas tetorras, de clavarle mi polla en todos sus orificios. Con los ojos nuevamente amoratados y el estómago lleno de mis fluidos, pide permiso para hablar, ya adormecida.
-Mi amo, le estoy eternamente agradecida.