La necesidad de Hércules
Hércules interrumpe los movimientos de Eric.
La primera vez que Ariel fue montada por un hombre, y no un perro, fue una noche en su casa.
Había pasado una semana del acto sexual con Hércules en su sala, la masturbación era conveniente ahora que no era virgen y haber tenido un miembro masculino dentro de ella, era difícil de olvidar. Un día mientras Alejandra se besuqueaba con su novio, Ariel se dispuso a hacer la comida para ella misma y los encimosos en el sofá. Hércules, su perro, después de haberla poseído, no la dejaba a solas; como ahora, en que se encontraba cocinando y el perro levantaba el hocico para oler entre sus nalgas. La muchacha sabía que era lo que olía el animal y apagó el fogón, avisando que estaba lista la comida y sacó al perro al patio trasero. Viendo que no era observada, fue detrás de una pared y escuchó el gruñido de la mascota, antes de avalanzarle a su delgado cuerpo. La brisa que se sentía en el exterior, sacó un escalofrío que puso sus pezones duros dentro de aquel vestido floreado que se adhería a sus pechos y ondulaba suelto desde su vientre hasta sus muslos.
-Hércules...-gimió al verlo arriba de ella y tratando de montarla- Espera...
El animal lamía su cara con total necesidad, luego esa lengua parecía cobrar vida propia cuando se introdujó en el escote poco provisto y las patas traseras levantaban la delgada tela. Parecía loco por hacerla su perrita de nuevo, así que bajó sus bragas blancas y tomó el miembro del animal entre la palma de su mano, guiándolo a penetrarla si era lo que deseaba. La primera unión había hecho a Ariel mujer de Hércules en todos los sentidos, parecían estar sincronizados y el perro necesitado la complacía con una lluvia de lametones; esta era la segunda vez después de haberla desvirgado, así que Ariel al no tener vida sexual se convirtió en su primera opción, y no era porque no se le habían insinuado antes sino que, para ella, no eran lo que esperaba.
Abrió los botones debajo del escote, dandóle más acceso al animal para dejar su camino húmedo por su cuerpo. En la epifanía el perro se balanceaba de adelante hacia atrás sin atinarle en su pequeño agujero. Ella rascó con una mano su oreja derecha y con la otra lo guió hasta que sintió el picor conocido de haber sido penetrada hasta su útero. El perro salivaba dejando caer gotas calientes de su boca que excitaban aún más a Ariel. Ella de espaldas y el peso del animal entre sus piernas dandóle con un ritmo bestial por desgarrarla, hizo que se viniera como nunca antes había sentido. Hércules al sentir el apretón, lo hizo más rápido que Ariel casi llora por las penetraciones bruscas y de dolor. No fue hasta que vió el descenso de movimiento y la quietud del animal que, sintió un nivel elevado de dolor al sentir la penetración de una bola dentro de ella.
-Hércules, estás quebrándome...-gimió mientras el perro lamía su hombro y ella tocaba la tocable bola entre ambos, antes de desaparecer en su interior.
Ella tocaba sus orejas, delineaba el rostro peludo del animal con inocencia y sus piernas torneadas terminaron por apretar en el largo de Hércules que se quedó hasta las bolas en su pequeño hoyo. Pasaron los minutos unidos hasta que el hinchamiento fue desapareciendo y Hércules fue desprendido de su cuerpo para mostrar la cara maliciosa de Eric, el novio de su hermana.
-Mira que tenemos aquí... La bella Ariel con su novio la bestia Hércules.- sonrió con sorna mientras veía su coño depilado con rastros del semen saliendo del cuerpo de la pelirroja. Los ojos de Eric revolotearon al escote que mostraba la belleza de aquellos globos tan bien formados y el rojo de las mejillas de Ariel al ver tenido aquel acto de pasión. Sacó un pequeño pañuelo de su bolsillo del pantalón y limpió la suciedad viscosa de los labios vaginales de Ariel; consiguiente, se bajó su miembro que la chica vió con miedo. La muchacha trató de pararse, aunque fue impedida por el joven lujurioso que la penetró sin un juego previo y la chica se sintió morir.
-Desde hace mucho deseé esto y me lo acabas de dar sin barreras. -lo hizó como un animal, produciendo desgarros en la vagina de Ariel que lloraba en silencio con aquella mano en su boca.
El gruñido del animal al ver que el hombre atacaba a su mujer, se avalanzó al percibir miedo de la joven que luchaba contra las arremetidas del joven, lo que trajó una pelea entre hombre y animal por quien dominara a la hembra. El mamífero de cuatro patas mordió y desgarró la camisa de Eric, hasta que éste decidió regresar con su amada que lo esperaba en su habitación, después de decirle que iría al baño.
-Maldito perro... - señaló al animal mientras luego se dirigió a la joven- Y tú, esto no se acaba ahora que te hecho mía y te he visto así de exquisita en el suelo.
Se alejó acomodándose la ropa y metiendo su miembro en sus pantalones, volviéndo a estar presentable para su novia y sin dar indicios de lo que había hecho hace unos minutos. Ariel al verlo irse, dió una bocada de aire que la llevó a ocultar su rostro entre sus palmas. Hércules lamió su dorso de las manos para ver si se encontraba bien y después lamió su coño que goteaba una línea de sangre de sus labios vaginales, tratando de limpiar la herida interna de la niña.
Quería consolarla por lo que se subió a la llorante muchacha y la penetró con acierto, ella sacó un sollozo desgarrador por la inesperada penetración que se incrustó hasta las bolas del animal, lloró de dolor y placer, dejándolo hacer con ella su perrita sexual. No podía ver al animal con esa nebulosa que la tenía atrapada y dividida de emociones intensas. El perro le volvió a introducir aquella dolorosa bola entre sus labios que la convirtió en un mar de lágrimas y se corrió por segunda vez dentro de ella. Cuando todo se acabó, subió sus bragas que se mojaron del semen blanquecino del animal y el vestido cubrió su tesoro de los ojos del mundo. Al tratar de levantarse, en posición de cuatro patas, el perro inquirió aquella postura y se le montó por detrás.
-No, Hércules. Has hecho de mí lo que sea y estoy dolida, no creo que... -sintió el pinchazo entre sus nalgas con la tela blanca de por medio.
Las bragas fueron bajadas y el perro arriba la penetró sin ningún problema, sacando un chillido de dolor de la muchacha pechugona. El perro podía percibir el leve olor de lujuria de Ariel, que sin ganas de eyacular semen canino, se bajó sin acabar. Cuando se dió cuenta que el perro ya no lo haría, se levantó con dolores en el vientre sin percatarse de la vista a su gran escote. El semen del animal había encontrado su salida de su ropa interior y, a cada paso que daba, sentía el escurrimiento del semen por sus piernas. Hércules estaba contento al caminar a su lado y encontrar su olor en ella. Ariel había sido su dueña hace 1 año y no sabía lo mucho que la quería hasta que la hermana de Ariel, lo había obligado a follarla. Estaba en su momento y esperaba cuidar de su hembra ante el otro macho dentro de la casa.