La naturaleza me convirtió en mujer.
La historia de mi adolescecia y de cómo la misma naturaleza decidió convertirme en una jovencita. Debido a un caso de ginecomastia mi vida dio un giro completamente, y lo que creí sería algo malo se convirtió en la puerta de mi nueva vida para ser una bella mujer.
La naturaleza me convirtió en mujer.
Yo fui un niño muy bonito de recién nacido. Cuando fui creciendo mi di cuenta también que mis facciones eran muy finas: cejas muy cortas, boca y manos pequeñas, pelo más claro que los demás, ojos color miel, piel muy clara, entre otras cosas. Mi mamá decía que era porque nosotros veníamos de gente noble, por eso yo era un niño muy bonito. Sin embargo, nada de estos detalles me importaron cuando fui creciendo. Yo solamente seguí haciendo lo que los otros niños, jugaba fútbol, comía palomitas de maíz, le tenía miedo a los maestros de mi escuela, pero nada fuera de lo común. Tuve una buena niñez y la disfrute mucho. Las complicaciones empezaron cuando entre en la adolescencia.
No recuerdo haber deseado ser una niña en mi niñez. Lo que sí recuerdo es que cuando tenía unos seis o siete años, mis tíos me invitaron a pasar las vacaciones de semana Santa con ellos y mis primos. Mis tíos tenían dos hijos de mi edad y una hija que ya era adolescente. Mi prima se había ido de vacaciones a otro lado, así que yo me quede a dormir en su cuarto. Mientras dormía la primer noche en la casa de mios tíos, metí mi mano debajo de la almohada y encontre un brassier. De inmediato pensé que mis primos me estaban haciendo una broma, pero luego de esperar un tiempo, ellos nunca aparecieron, así que concluí que mi prima había olvidado su brassier debajo de la almohada por accidente. Y así fue que lo hallé hoy. Después de estar esperando a qué mis primos aparecieran, me empezó a dar sueño, y no sé que había en mi interior, que me sentí con curiosidad de ponermelo para ver que se sentía. Así que, me quite mi camiseta para dormir, y simplemente me pusé ese brassier, o más bien dicho, traté de adivinar el cómo ponermelo. Ahora bien, las mujeres de mi familia son mujeres de mucho busto, así que para la edad de mi prima, ese brassier estaba ya muy grande para mí. Tomé unos calcetines de la ropa que había separado para mi viaje y "rellené" las enormes copas de ese brassier. Me quisé ver en el espejo, pero en eso oí ruidos y me volví a acostar rápidamente, poniendo el brassier donde lo había hallado. Nada más pasó.
Así que en mi niñez no deseé ser niña. Pero ¿quién hubiera imaginado lo que la naturaleza me deparaba? Después de haber jugado ese brassier en mi niñez. Cuando cumplí doce años empecé a ir a la escuela secundaria, y comencé a notar que poco a poco muchos de mis amigos comenzaban a cambiar de voz, mientras que algunos les crecía barba o bigote, otros se hacían más fuertes y altos, pero yo no parecía cambiar mucho, o más bien nada. También veía como mis amigas y compañeras de la escuela empezaban a desarrollar pechos, caderas, se notaba más ya la figura de su cintura, y tenían piel más tersa. Mi mamá ahora decía que estaba bien que yo no creciera todavía, que la naturaleza tiene su tiempo y su momento para todos. ¡Oh sí que lo tuvo para mí!
En los dos años que estuve en secundaria, mis doce y trece años, comencé a notar algo raro en mí. Yo no crecía como los demás chicos, ni me hacía más fuerte, alto, o me crecía pelo en la cara. Muy al contrario mi piel se volvió diferente, más como suave, así como también increíblemente ¡mi olor cambió! Recuerdo muy bien el día que estabamos jugando fútbol, y mientras mis compañeros estaban sudando bastante, yo simplemente estaba seco, y uno de mis compañeros al acercarse a mí en el juego, me dijo que yo olía a niña y que le recordaba a su hermana. Ciertamente no sé si lo hizo sólo por molestarme o porque en verdad fue así, pero ya notaba que algo raro andaba en mí. Continué mi vida como cualquier otro niño sin pelo en la cara o que aparentemente no crecía mucho. Cuando de repente un día lo empecé a sentir. Al principio pensé que no era nada, que estaba simplemente imaginando cosas, o que era por las preocupaciones de la escuela. Se volvió más y más persistente ante que más y más lo ignoraba. Primero fue como un ligero cosquilleo en mis pezones, luego se hizo más como comezón. Lo ignoré cuánto tanto cuánto pude, hasta que, ¡comenzaron a crecer!
Como pueden imaginar para mí ésta etapa fue muy pero muy confusa. ¿Cómo era posible que me salieran pechos en lugar de barba? Me asusté mucho, y trate de ocultarlo, pero cómo el problema crecía y crecía más, llegó al punto que tuve que hablar con mis padres y decirles lo que estaba pasando. Ellos se asustaron muchísimo, pensando que podía ser algún tipo de tumor o algo peor. Así que de inmediato fuimos a ver al médico. Después de algunos estudios, finalmente el diagnóstico fue que yo padecía de ginecomastia, que es crecimiento de los pechos en el hombre. El médico dijo que eso se podía arreglar con una sencilla cirugía, pero recomendó que fuera a ver al psicólogo primero, por lo confudidos que estaban mis papás y yo.
No sé que exactamente estaba pasando por la vida de este psicólogo, o cuál fue su motivación para que estando en la sesión privada, él me preguntase: "¿T'ú estás feliz de ser hombre?" Puede ser que por mi complexión, mi piel, mi cara, mi olor, mi pelo (que había dejado crecer un poco por moda), y mis nuevos crecientes pechos, él hubiese creído que a lo mejor estaba destinado a ser una linda mujer y no hombre. Esa pregunta que me hizo él me hizo pensar muchas cosas por mucho tiempo. De repente todo se veía claro, y cobraba sentido, pensé que tal vez la naturaleza después de todo quería que fuera yo mujer, y por eso me estaba cambiando en mi adolescencia. Mi recuerdo de la niñez junto con ver como mis compañeros se hacían más hombres y yo no, me hicieron pensar seriamente en mi respuesta para el psicólogo. Yo le contesté un sincero: "No sé." Él me recomendó que tratará por un año de vivir como una chica adolescente, ya que mi cuerpo ya parecía mucho al de una chica, y mi voz simplemente no se hacía más grave, la transición sería muy fácil para mí, él me afirmó. También dijo: "al final de este año, tu elegirás si quieres ser hombre y quitarte los pechos, o bien seguir siendo mujer y someterte a un tratamiento hormonal completo." Debo confesar que me atrajo mucho la idea, y que accedí casi sin dudarlo. El psicólogo le explicó todo a mis padres, quienes, aunque todavía confudidos, entendieron mi situación y decidieron apoyarme cien por ciento. En aquellos días el ciclo escolar estaba a punto de terminar, así que tuve todo el verano para preparar mi transformación y transcisión a mi nueva identidad. En ese verano también cumplí catorce años.
Por razones obvias decidimos mantener todo en secreto para mi familia. Solamente mis padres y yo sabíamos de mi transformación. Ya habiendo hablado con el psicólogo y con el doctor hicimos lo necesario para continuar con nuestra decisión. Mi madre dijo que ahora tendría que reeducarme por completo y que iba a hacer todo lo posible por ayudarme a pensar, actuar, y ser una chica en los tres meses del verano. Mi padre se mantenía en silencio, pero sus ojos se veían como que comprendía mi situación. Lo primero que hicimos después de ya haber empezado mis vacaciones fue ¡ir de compras! Sin embargo mi mamá no quería que fuera como niño a comprar cosas de niña, así que solamente me pidió que me quedará en casa y que ella iba a conseguir todo para mí. Ya que ella consiguiera todo y me transformara entonces ya podría ir con ella a comprar. Mi mamá se convirtió de repente en mi mejor amiga, y como ella se vestía siempre muy bien, tenía yo la plena seguridad que me compraría lo más lindo.
Dicho y echo, ella regresó a la casa (después de seis horas) y yo que no aguantaba las ganas de ver lo que me había comprado. Me dio bolsas y cajas de incontable ropa, zapatos, y accesorios. Me acompañó a mi cuarto, y me comenzó a enseñar como maquillarme ligeramente, y a cómo peinarme también. Ella me dijo: "Sé que te mueres por ponerte tu ropa nueva, y eso es bueno porque toda mujer quiere ropa nueva y verse bien, pero tienes que esperar para saber esto que es importante." Con eso mi mamá me tranquilizo un poco de mi gran ansiedad de vestirme. Mi mamá me enseñó que todo en la cara de una mujer se compone de detalles, pero que debía siempre prestar mucha atención a mis ojos y labios. "Eso es lo primero que los hombres verán en ti" Mi mamá me dijo, y agregó sonriendo: "Bueno, también otras cosas verán..."
Terminando mi entrenamiento como una nueva joven y bella mujer (gracias a mi madre) me sentí completamente lista para salir al mundo después de estar casi encerrada por los calurosos meses de verano. Mi papá me inscribió en una nueva escuela bajo mi nuevo nombre: "Carolina." Mi madre quizó que me llamara Carolina porque siempre le gusto ese nombre para una hija, pero como nunca la tuvo hasta ahora, decidí que me rebautizarán así, y que de cariño me dijeran "Cary." Debo de confesar que estaba muy nerviosa por mi primer día de clases. No sabía como las personas nuevas que conociera iban a reaccionar. Iba a entrar a tercer año de secundaria (el último del ciclo escolar antes de entrar a Preparatoria o Bachillerato) Así que no sabía si iba a ser fácil o difícil tratar de acomplarse a los grupos de amistades que ya existían desde hace años. En ese tiempo, teníamos que usar uniforme en la escuela, así que tenía que andar vestida con una faldita colegiala, blusa blanca, zapatitos negros, y medias blancas. No se permitía el maquillaje, pero mi mamá me enseñó a maquillarme muy sútilmente. Ya estando todo listo para mi primer día de escuela como una nueva adolescente, mi madre y yo nos hincamos a rezar pidiendo ayuda a Dios para que todo saliera bien.
Ahí iba yo, bajándome del carro de mi mamá al momento de dejarme en mi nueva escuela. Estaba temblando de miedo. Recién me bajé, noté que nadie me apuntó, o burló de mí. "Bien," pensé para mí misma,"voy a tratar de pasar desapercibida." Aquella era una escuela grande, con mucha mucha gente, y claro, también habían muchos muchachos guapos (eso es algo que noté casi inmediatamente). No había pasado todavía a la puerta de la entrada de la escuela, cuando me dije a mí misma "voy a hacer esto y lo voy a hacer bien." Así que abrí la puerta de entrada y di un pasó firme para entrar a mi nueva vida...
¿Qué es lo que me deparará mi nueva vida? En la siguiente parte contaré más de mi historia. No olvides escribirme si te gustó.