La música suena fuerte
Microrelato oscuro sobre cuerpos que se encuentran en la noche. Corregida la categoría.
La música suena fuerte en la discoteca. Son más de las tres y el olor del tabaco hace rato que se ha mezclado con el sudor de los cuerpos jóvenes restregándose.
Me has mirado repasando mi cuerpo, al igual que he hecho yo con el tuyo, te acercas hacia mí fijando tus ojos en los míos creyendo segura tu caza. Cuando estas cerca mía me susurras algo al oído, sé que aprovechas para mirarme el escote desde un mejor un ángulo. Sin embargo, no me importa lo más mínimo, no quiero amor esta noche.
Te esfuerzas en tu seducción, eres amable y divertido o al menos todo lo que puedes dado tu estado. Casi no tengo que fingir reírme de tus chistes y bromas, al fin y al cabo, tu estado ligeramente patético te ayuda mucho.
En menos de media hora, lo que crees que es tu caza y tú, se encuentran en un descampado cerca del local, si me quedo silenciosa unos pocos segundos puedo escuchar otras parejas haciendo o a punto de hacer lo que vamos a hacer tú y yo. Nos besamos, tus labios son suaves y flexibles, recorren los míos, me mordisquean e intentan distraerme de las acciones de tus manos. Tus inquietas manos recorren mi cintura debajo de mi blusa, sé que buscan mis pechos, no has dejado de mirármelos desde que nos conocimos. Aunque siendo sincera, yo he hecho lo mismo con tu paquete.
Halagas mi piel, besas mi cuello y por fin te atreves a desabrocharme el sujetador. Unos pocos gemidos más tarde y me lames los pezones. Llegados a este punto, alguien sobrio se habría dado cuenta de mi falta de iniciativa y seguridad, pero el alcohol juega a mi favor y sigues devorando lo que crees que es mi cuerpo. Tu cintura se muestra ansiosa, se restriega contra mi cuerpo y te has hecho hueco entre mis dos piernas.
Me tumbo sobre el campo, mi pelo se ensucia con la hierba y la tierra, quizás habría sido apropiado que me ofrecieras algo de tu ropa, pero estas demasiado ocupado quitándome los pantalones. Hurgas en mi entrepierna, esperas encontrar mi intimidad húmeda, al fin y al cabo, te has esforzado con los preliminares. No te decepciona mi vagina, dentro de los labios rosados se desliza una pequeña cantidad de líquido transparente de olor fuerte.
Me metes un dedo y al no escuchar queja, al minuto metes un segundo y un tercero. Cuando se termina una cuenta en tu cabeza, un tiempo que un amigo te aconsejó esperar para una ocasión de este tipo me pides metérmela adentro.
Un leve meneo de mi cabeza te da permiso para sacar un condón y continuar con tus planes de caza. Tu forma de meneártela utilizando mi vagina me recuerda mucho al despiece de un animal cazado, en estos momentos, el sexo es un trámite más para tu muesca de gran cazador. El final adecuado para la anécdota que tienes que contar al día siguiente en tu grupo de amigos.
Cuando pasan varios minutos, tu movimiento vacilante termina, y satisfecho me besas en la mejilla derecha esperando mi aprobación. Antes de que puedas mirarme a la cara más de un par de segundos, me levanto y me voy. Mañana cuando cuentes esta anécdota, harás una muesca más, sobre otra chica más, esta vez una morena, en el cabezal de tu cama, sin sospechar que otra semana más, lo has vuelto a hacer conmigo, con otro nombre y con otra peluca.
Nunca te darás cuenta de que hace ocho semanas vengo todos los viernes a tu discoteca favorita, sin que me reconozcas, para poder entregarme a tu cuerpo. Que yo no te he olvidado, a pesar de que tú has olvidado el olor de mi piel suave como el algodón y el sabor de mi entrepierna dulce y refrescante como un melocotón maduro.