La musa de un pintor.

El dinero no me llegaba, como a casi todos los estudiantes. Pagar universidad, el piso, la comida, las copias y demás gastos eran muchos para el poco dinero que mis padres me podían mandar.

El dinero no me llegaba, como a casi todos los estudiantes. Pagar  universidad, el piso, la comida, las copias y demás gastos eran muchos para el poco dinero que mis padres me podían mandar. Así que Empecé a buscar la manera de aumentar mis ingresos, aunque solo fuese una pequeña ayuda.

Mire por los carteles del campus las distintas ofertas que colgaba la gente. Cuidar niños, pasear perros, copiar apuntes,  y un sinfín de cosas. El dinero que ofrecían no era mucho y me robaría demasiado tiempo para estudiar. ¿Qué hacer?

Busque en los distintos periódicos las ofertas de trabajo. Una a una fui descartándolas hasta que encontré una que me llamo la curiosidad.-

Pose para  las clases de bellas artes.25 euros la hora.

¿Posar? ¿Quiere decir posar desnuda mientras cuarenta ojos te miran? No sé, es dinero fácil, solo quitarse la ropa, permanecer un rato quieta sin hacer nada y poco más.

Aquella noche, después de varias horas de estudio, me acosté dándole vueltas a la oferta. ¿Por qué no? ¿Acaso no visitaba playas nudistas en verano? No tengo un cuerpo feo, más bien bonito y mi pelo largo seguro que ayudaría. Mañana iré a verlo.

Al despertar me prepare un café bien cargado para quitarme de los ojos el resto de sueño que aun quedara en ellos. Una buena ducha refrescante. Un traje mono, la carpeta bajo el brazo para las clases de por la tarde, hoy no almorzaría en casa, y mi mejor sonrisa.

Subí al autobús aun con algo de incertidumbre sobre el paso que estaba a punto de dar pero dispuesta a darlo. Después de media hora de ser zarandeada de aquí allá por fin llego mi parada.

Un imponente edificio, algo gris por la polución y con cierto aire romántico, se alzaba al fondo de la plaza. Bellas Artes.

Con paso firme cruce la gran puerta de entrada dirigiéndome al mostrador de la oficina de información.

-Hola, vengo por el anuncio  de este periódico- Dije poniendo sobre el mostrador el recorte  de la hoja del diario.

La pequeña secretaria rubia y de cara de cansada me miro de arriba abajo como calibrando si valdría para el puesto.

-Bien, un momento, por favor, llamare al profesor encargado de la clase de dibujo que lleva este tema.

Cogiendo un teléfono marco, casi sin mirar, una extensión.

-Sí, ¿profesor Álvarez? Le llamo de administración. Hay aquí una chica que se presenta para el trabajo de modelaje...sí señor. Ahora mismo se lo digo.

Colgando el teléfono volvió a dirigirse a mí.

-Por favor, vaya hasta el final de ese pasillo, en la segunda puerta a mano derecha, la están esperando.

Le di las gracias y me dirigí hacia el lugar indicado.

Un revuelo de alumnos  llenaba de rumores el pasillo. Las paredes aparecían  cubiertas de pizarras de corcho con mil carteles clavados en ellos y papeles. Un fuerte olor a rancio me llegaba hasta la nariz.

Llegue a la puerta y, suavemente, golpee con los nudillos.

Casi de inmediato se abrió y un señor de unos 40 años me recibió con una sonrisa invitándome a entrar mientras extendía su mano para estrechar la mía.

-Hola, bienvenida, soy el profesor Álvarez.

-Hola, soy Ana- Dije casi en un susurro estrechando aquella mano delgada y algo huesuda.

-Creo que viene por la oferta del periódico ¿no?

-Ciertamente.

-Bien, bien. Bueno, como el periódico dice pagamos a  25 euros la hora de modelaje. Este debe ser desnudo integro y la única condición es tratar de mantener la postura que se le indique el mayor tiempo posible con descansos de 5 minutos cada media hora. ¿Le interesa?

-Claro que sí. Nunca he modelado pero creo que no será muy difícil. Además el dinero me hace falta. Soy estudiante de farmacia y digamos que la cosa esta apretadilla para acabar los estudios.

-Una farmacéutica en ciernes, muy bien.

-¿Cuándo empezamos?

-Bueno, la próxima hora seria genial ya que tenemos clase de dibujo y aun no dispongo de modelo. ¿Le parece bien?

-Por mi perfecto, tengo hasta el medio día libre.

-Genial. Olvidaba decirle que el trabajo es de varias horas a la semana, cuatro o seis, depende de la semana.

-Por mi está bien, siempre que sea en horario de mañana porque tengo la mayor parte de las clases por la tarde.

-Perfecto. Pues si le parece bien puede tomarse un café en el bar mientras hacemos hora y nos vemos a las 9 aquí mismo. Detrás de esa puerta puede cambiarse. Dispone de albornoz y una ducha.

-Perfecto. Hasta dentro de una hora profesor.

-Hasta ahora- Dijo sonriendo y volviendo a extender su mano para estrechar a mía.

Alguien me indico el camino del bar y subí para sentarme en un taburete en la barra. Todo a mí alrededor eran estudiantes, ya se sabe, algarabía, risas, bromas etc.

Pedí un cortado y me dispuse a hojear los apuntes que llevaba en el bolso mientras llegaba la hora.

A las nueve menos diez pague mi café y me dirigí hacia la clase. Toqué la puerta y nadie me contesto. Evidentemente había llegado antes de tiempo. Empujé la manecilla y abrí la puerta. Me dirigí hacia la otra puertita que antes me había indicado el profesor y encontré una salita acogedora. Un sofá, una pequeña percha de la que colgaba un albornoz en una bolsa de plástico de la lavandería., una ducha, unas revistas viejas sobre una mesa bajita.

Me dispuse a desnudarme. Con algo de nervios debo de admitir.

Una vez desnuda y envuelta en el albornoz con un ligero olor a lavandería me dispuse a salir.

Abrí   la puerta y me encontré de frente al profesor Álvarez.

-Hola, ya veo que estás lista. Acompáñame, por favor, al aula.

Le sonreí y me coloque a su lado mientras caminábamos hacia la puerta adyacente.

-¿Tu primera vez?- Pregunto.

-Sí.

-Tranquila, veras como es algo natural. No te sientas violenta.

Abrió la puerta y cuarenta ojos se clavaron  en mí. Por un momento casi me arrepiento y salgo corriendo.

-Hola. Buenas tardes- Dijo el profesor- Os presento a Ana que será nuestra modelo para el trabajo de esta semana. Ana, por favor, ponte cómoda. Quítate el albornoz y siéntate aquí.

Me indico un  pequeño cajón cubierto con una tela de color ámbar.

Me despoje de la prenda y quede desnuda frente a toda aquella gente que me miraba curiosa. Me senté y el profesor me fue indicando en qué posición debería de hacerlo.

Las piernas juntas, dejando mi vello púbico solamente expuesto a las miradas. Los brazos en alto, como recogiéndome el pelo, lo que hacía que mi pecho se elevara. Y ligeramente volcada hacia una cadera.

-Tranquila- casi me susurro al oído.

Sentí como me ruborizaba mientras él les daba paso a coger los lápices y  demás.

Me empecé a fijar en los alumnos. Todos rondarían los 18.Habia tantos chicos como chicas. Alcancé a ver alguna mirada cómplice entre ellos mientras comenzaban su trabajo.

Álvarez había puesto en marcha un viejo radio caset que emitió una música chilla aut que relajaba el ambiente.

Solo se escuchaba el roce de lápices con el papel, alguna tos y allí estaba yo. Desnuda como mi madre me pario y expuesta impúdicamente a sus miradas.

No sé porque, el estar así, me excitaba. Creo que esa tarde me di cuenta de que tenía un punto de exhibicionista Me calentaba solo con ver aquellos ojos recorrer mi cuerpo.

Un chico se levanto acercándose a mí como para asegurarse de que la sombra que estaba dando era real. Yo creo que más que otra cosa fue para valorar mis pechos.

La media hora paso lenta  aburrida por lo demás. Algún  susurro, alguna explicación del profesor acercándose a mí para señalar alguna luz sobre mi cuerpo y  poco más. La postura era bastante incómoda de mantener y los brazos comenzaron a cansarse. Mi cadera la sentía dolorida de aguantar todo el peso de mi cuerpo sobre ella y, de pronto me pareció una mala idea esto de posar, no era tan fácil.

A los treinta minutos Álvarez se dirigió a mí y, cogiendo el albornoz me invito a pasar a la pequeña  salita para descansar, me acompaño  hasta ella dejando a los alumnos retocando sus esbozos.

-¿Cómo estás? ¿Te encuentras bien- Me pregunto.

-Sí, algo cansada, no me imaginaba que esto de modelar fuese tan duro.

-Bueno, la postura de hoy es ciertamente difícil pero lo haces muy bien.

-Gracias.- Dije mientras me dejaba caer sobre el sofá.

-Realmente tienes un cuerpo precioso y me atrevería a hacerte una oferta.

-Usted dirá- Contesté

-Bueno, soy pintor  y me gustaría mucho que modelases para mí. No podría pagarte como aquí pero podríamos llegar a un acuerdo  y, si tú quieres, ganarías algo más de dinero, piénsalo.

-No sé, así de pronto-

-No tengo prisa. Solo es que me ha gustado como  modelas y pienso que podría hacer algo contigo. Te dejo mi tarjeta y si aceptas solo tienes que llamarme.

Alargo una mano   y cogí de ella el trozo de papel con su dirección y teléfono.

-Gracias profesor. Lo pensare.-

-Por favor, nada de profesor. Me llamo Miguel

-Bien Miguel.

Se marcho dejándome allí sola pensando y los cinco minutos de descanso pasaron raudos.

Vuelta al aula. Vuelta a aquella postura incomoda y a sentir en mi cuerpo las miradas de aquellos chavales que ya me imaginaba matándose a pajas aquella noche a costa mía.

Por fin paso la media hora. Un aplauso me sorprendió mientras me ponía el albornoz. Al parecer era la forma de darme las gracias. Me ruborice y me dirigí hasta la salita para vestirme y marcharme. Cuando Salí encontré a Miguel sentado en una silla frente a un montón de dibujos. Estaba valorándolos. Me sonrió y me alargo un vale firmado por él para pasar a cobrar a la oficina. Bueno, mis primeros 25 euros. Algo era algo

-Muy bien hecho. Aguantaste bastante bien. Mañana será más fácil. No olvides que mañana será a la misma hora y piénsate  mi oferta, me agradaría mucho poder pintarte.

-Muchas gracias Miguel. Lo pensare. Hasta mañana entonces.

-Adiós.

Salí contenta por la experiencia aunque el cuerpo  me dolía bastante. En fin, será cuestión de acostumbrarse.

Pase la tarde en la universidad después de comer algo en el comedor. Las clases esa tarde se me hicieron eternas, no pasaban las horas. Me sentía cansada.

Sobre las 10 llegue a casa. Directamente me metí  en la ducha para quitarme el sudor del cuerpo. Me mire en el espejo mientras me secaba.-

-mmm...No estoy tan mal- Dije mientras ponía posturitas para verme por completo.-Que puñetas, estoy buenísima- Y me sonreí por mi propio alago.

Salí del baño y, desnuda, me dirigí a mi habitación. Me tumbe en la cama mientras no paraba de darle vueltas a aquellos ojos que durante la mañana me habían estado devorando el cuerpo. ¿Cuántos de ellos estarán ahora  machacándosela a mi salud? Apuesto a que bastantes. Sus entrepiernas se hincharon al contemplarme. Me mordí los labios tratando de imaginarme a aquellos chavales corriéndose a mi costa.

Nunca me vi como una exhibicionista, creo que nunca lo pensé siquiera, pero aquella situación me había calentado. Notaba mi entrepierna caliente y pude ver como se erizaban mis pezones sin ni siquiera rozarlos. ¿Te imaginas la de ríos de semen que deben de correr esta noche a costa de mí? Seria deliciosos poder mirar por un agujerito y ver como se corren  entre gemidos y temblores...

Mi  mano derecha subió hasta mi pecho y comenzó a acariciar suavemente un pezón, ya duro, mientras mi fantasía me hacía ver a aquellos chavales con sus miembros hinchados  penetrándome y corriéndose sobre mí.

Mi mano izquierda busco mi pubis y pude sentir su calor en la yema de mis dedos. Húmedo, muy húmedo, y caliente, mi clítoris gritando una mano experta...Mordí mi labio mientras comenzaba a subir mi mano arriba y debajo de mi rajita de placer.

Mi  otra mano saltaba de un pecho a otro y mis piernas se abrían de par en par. En mi fantasía, veía como una multitud de pollas, duras como roca, me penetraban por todos lados, mi coño, mi  boca, mi culo, se frotaban contra mi pecho o contra mí mejilla.

Hacía tiempo que no tenia sexo y mis 19 años no me dejaban olvidarlo.

Mi vagina se estremecía a cada pasada de mis dedos sabios, nadie mejor que yo sabía donde tocar  en qué momento. Unas palmaditas sobre mi clítoris me hacia gemir y retorcerme mientras mordía la almohada.

Creo que me escucho hasta el vecino del decimo. Un orgasmo tremendo me estaba llevando a saltar sobre la cama mientras mis manos apretaban fuerte mis pezones y mi clítoris.

Me corrí como si nunca lo hubiese hecho. Creo que fue la mejor paja de mi vida. Quedé tirada sobre la cama, con las piernas muy abiertas y una mano rozando suavemente mi vulva, arrancándome pequeños gemidos, ecos del orgasmo vivido.

Así me dormí. Menos mal que no compartía piso con nadie.

Me desperté temprano. Desayuné y me dispuse a prepararme para lo que sería mi segundo día de modelaje.

Llegue a Bellas Artes algo antes de tiempo, quería hablar con Miguel sobre su propuesta. La aceptaría sin duda ya que necesitaba el dinero.

Entre en el aula directamente y allí estaba. En la misma mesa que lo deje la mañana anterior.

-Buenos días Miguel... ¿es que has dormido aquí?-Bromee.

-Ah, hola Ana...je je eso parecería ¿no?-

-Estuve pensando lo que me dijiste y creo que lo voy a aceptar. ¿Cómo sería la cosa Miguel?

-Directa al grano...Je je je así me gustan a mí las mujeres...Bueno. Mi propuesta seria dos o tres tardes o mañanas en la semana, bien podría ser sábados o domingos, si no te viene mal, para que no perdieses clases y podría pagarte unos quince euros por hora. No podría más. Las sesiones seria de dos a tres horas.

-Me parece bien. Y ¿en donde seria?

-Bueno, en mi casa, tengo un pequeño estudio de pintor en la calle mayor...Muy bohemio je je je

-Está bien, no me pilla muy lejos de casa. ¿Te vendría bien el sábado por la tarde?

-Sería perfecto.

-Pues entonces quedamos en eso-

Genial. ¿Qué? ¿Pasamos a la clase?

-Déjame cambiarme y voy para allá.

Me desnude en la salita contigua y ,después de embutirme el albornoz pase al aula donde ya me esperaban aquellos chavales que la mañana anterior babeaban .Ángel me volvió a ayudar a tomar la postura elegida. Esta vez, por fortuna, debería de permanecer recostada  sobre el costado. La cabeza en una almohada, un poco inclinada hacia atrás. Un brazo sobre mi regazo y el otro sosteniendo una copa como volcada.

Por  primera vez pude mirar a los alumnos sin sentir vergüenza. Algunos los había guapos y apetecibles, otros...no tanto. Las chicas  parecían más concentradas en su trabajo que en otra cosa pero algunos chicos evitaban nerviosos mi mirada como si les diera vergüenza el mirarme desnuda. También había de los otros, de los que, de vez en cuando bajaban disimulados la mano a su entrepierna para “acomodar” el material.

Tras media hora pase a descansar los 5 minutos a la salita. Esta vez Miguel no me acompaño por lo que pude tumbarme en el sofá tranquilamente. En mi mente febril volvieron a dibujarse miembros erguidos a mi paso y tuve que sentarme y hojear una revista para dejar de pensar en ellos.

Media hora más de pose y la clase había acabado. Miguel me acompaño hasta la sala para darme el correspondiente recibo para cobrar el dinero y yo me cambie mientras él se volvía a sentar en su vieja silla para valorar los trabajos.

Me arregle un poco, incluso me di algo de maquillaje antes de salir. Miguel me miro y no pudo evitar poner cara de sorpresa al verme maquillada.

-Ana, chica, que guapa estas hoy. ¿Te maquillaste?

-Sí, solo un poco. Muchas gracias por el cumplido.

-Lo merecido. Bueno, quedamos el sábado a eso de las 4 para la sesión en mi casa.

-Perfecto, allí nos vemos.

Abandone Bellas Artes y me permití el pequeño placer de tomarme un café en la placita que había delante. Estando allí sentada se me acercaron  dos estudiantes, alumnos de la clase de dibujo, que quisieron felicitarme por el trabajo.

Como pude les di las gracias, pero no pude evitar el sonrojarme. Me hablaron del cuerpo que tenía tan ideal para dibujarlo, de mi pelo largo, de mi cara...vamos, un buen repaso a mi entera. Claro está, desde el punto de vista de artistas...o al menos eso quise pensar. Se despidieron hasta el próximo día y los vi alejarse por la placita con sus inmensas carpetas de dibujo bajo el brazo.

A mi mente volvió a acudir la pregunta de cuántos de ellos e masturbarían esa noche a mi costa. Sonreí y acabe mi café antes de dirigirme a mi universidad.

Esa tarde una fina lluvia mojo la ciudad mientras permanecíamos en las aulas así que, cuando salimos, todo aparecía gris y húmedo. Charcos en la calle, algunas gotas cayendo desde los tejados. Señores  y señoras caminando despacio sobre el suelo resbaladizo. Un ciclista  envuelto en plástico y las luces de la ciudad dando un ambiente algo lúgubre a las calles.

En el autobús mucha gente apelmazada, empujones, paraguas goteando agua y mojándote el vestido, algún roce desafortunado que otro y por fin mi parada.

Entre en casa como huyendo de aquel malestar. Deje mis carpetas y libros sobre la mesa. Me dirigí a mi habitación. Me desnude y puse la ropa sucia en el cesto de la colada antes de dirigirme a la ducha deseada.

El agua caliente me animo. Tenía el frio calado hasta los huesos. Mucho jabón y un largo rato bajo aquella bendita agua me dejo como nueva.

Unas braguitas, un pijama de invierno calentito y lista para cenar algo de picoteo y sentarme a estudiar.

Mi mesa de estudio rebozaba papeles, apuntes, libros, todo parecía un pequeño caos pero yo sabía perfectamente donde estaba cada cosa que necesitara. Pase varias horas estudiando antes de irme a la cama.

Al meterme en ella sentí el calorcito acogedor de las mantas. Me sentí en la gloria. Cerré los ojos dispuesta a dormir. En ese momento sonó el teléfono. Mi madre preocupada por mí. Después de una corta conversación pude por fin meter mis manos bajos las sabanas y sentir el calorcito de adentro. No quería sacarlas ni para apagar la luz.

A mi mente volvieron a emerger las visiones de aquellos pares de ojos taladrándome con sus insistentes miradas. Trataba de imaginar lo que pasaría por las cabezas de aquellos chavales, aunque no era muy difícil de imaginar. A algunos de ellos era tan evidente que solo había que echar una mirada a su entrepierna para saber en qué me harían si me dejara. Me regocijé para mis adentros al saber que era capaz de prender aquellos fuegos con solo mostrar mis encantos ocultos. Era  agradable el sentirse deseada. Saque una mano casi corriendo para apagar la luz y volver a meterla igual de rauda bajo la ropa, buscando el calorcito.

Me acaricie un poco por encima del pijama el pecho, como queriendo ser consciente de su tamaño, como si no lo supiera ya. Lo notaba duro al tacto, estaban en su sitio, altos, retadores, descarados. Aquél contacto despertó a unos pezones dormidos y pronto alcanzaron, bajo mis caricias, su máxima expresión. Rotundos, inhiestos,  golosos, delicados a la vez.

Eran como dos pequeñas cerezas entre mis dedos. Los acaricie despacio sobre la tela del pijama. No tenía prisa. Pasé de uno a otro hasta ponerlos a los dos en perfecto estado de revista. Para entonces mi respiración  se había alterado levemente.

Baje lentamente mi mano para subir la parte de arriba del pijama y poder así acariciar mis pechos directamente. Estaban calientes y duros. Un pequeño gemido se me escapó cuando roce mi pezón erguido.

Lo apreté con ternura y esto hizo que un pequeño torrente de gemidos se escapara entre mis labios. Para entonces  mi otra mano, ya buceaba mas abajo de la cinturilla del pantalón buscando mi tesoro.

Mi vello púbico  se enredo un poco entre mis dedos antes de dejarme llegar a mi destino. Apreté  la palma de mi mano sobre mi pubis y sentí una pequeña descarga recorrer mi columna vertebral.

Estaba haciéndolo de nuevo. Otra vez mi mente dibujaba miembros erectos y viriles frotándose contra mí, como si pequeñas serpientes fuesen.los veía llegar hasta la comisura de mis labios y empujar estos hasta colarse en mi boca húmeda. Los notaba chocar contra mi paladar mientras lenguas furtivas lamian lentamente mi delicado tesoro.

Casi temblando saque mi mano de debajo de las mantas para llegar al cajón de la mesita de noche. A tientas encontré mi pequeño amigo. Siempre duro, siempre agradable al tacto. Nunca me hice un regalo mejor que aquel vibrador en mi visita a un sex shop.

Lo metí bajo la ropa de la cama para calentarlo un poco. Lo subí hasta mi boca y lo metí lentamente entre mis labios para mojarlo entero. Lo sentía en el paladar. Era una copia perfecta de una polla bien puesta, con su pliegues, venitas y recovecos que me apresura a lamer y ponerlo húmedo y calentito  antes de darle su uso.

Con los ojos cerrados me imaginaba aquel miembro viril pegado a un cuerpo igual de viril, musculado, macizo, caliente. Con mis manos acariciaba aquellos imaginarios glúteos mientras lo empujaba contra mi paladar.

Pase un rato así hasta que la necesidad imperiosa de notarlo entre mis piernas me hizo sacarlo y dulcemente pasarlo sobre mi pubis por encima del pijama. En primera velocidad fue un gustito sentirlo temblar contra mi clítoris. Una serie de gemiditos se escapo de mis labios mientras bajaba lentamente mi pijama, arrastrando las braguitas con él, hasta dejar al descubierto mi zona más intima. Lo acerque y note su vibración arrancarme pequeños estertores a cada pasada. Metí un poquito su cabezota en mi interior y  ya no pude parar de empujar hasta sentirme atravesada por él. Estaba muy húmeda y fue fácil meterlo hasta lo más profundo de mi coñito hambriento. Subí el nivel de vibración y acompañe aquellos embates con unos toques de mi otra mano sobre mi clítoris.

Me revolcaba sobre la cama sintiendo aquel pedazo de polla clavarse una y otra vez en mi. Tumbada boca abajo podia sentir sus vibraciones martirizar mi clítoris desde el interior, esto me hacia gritar como una posesa. Alcé mi culo como si  me estuviese poseyendo en la postura del perrito, mi preferida. Lo clavaba casi con furia mientras sentía latir mi vulva en cada empellada.

Por mis muslos resbalaba lentamente mi flujo como si se hubiesen abierto las compuertas del placer. Mordía la almohada rabiosa y me sentía morir.

Primero fue una punzada en mi espalda, después un torbellino correr por mi útero como si electricidad fuese. Una sacudida en la nuca y un orgasmo atronador me estallo en las sienes bajando hasta mi coño.

Mi mano empujaba el vibrador lo más hondo posible, hasta sentirlo en el estomago, y mi cuerpo temblaba poseído por el más dulce de los suplicios.

Así quede, tumbada bocabajo, sin fuerzas, derrotada, sin ánimos ni de recoger la ropa de la cama que había ido a parar al suelo. El frio había desaparecido, todo era aquel latido en lo más hondo de mi vagina y la textura suave y agradable de mi vibrador movido, ahora lentamente, por mano.

Me dormí  tan dulcemente como un niño mecido por su madre. Plácidamente y con mi juguete aun clavado en mi interior.

Al día siguiente era sábado. No había clases y aproveche la mañana para estudiar tranquilamente. Así que embutida en mi pijama y sentada delante de mi mesa de estudio la pase repasando todo lo visto durante la semana.

Al medio día prepare una ensalada ligera y algo de embutido para comer.

Después de satisfacer la necesidad empírica de la alimentación, decidí darme una buena ducha. Una larga ducha con agua calentita para tonificar mi piel. Me seque como siempre frente al espejo, mire mi pubis y pensé que ya iba siendo hora de pasarle un poco la epilaidy. La saque de su estuche y, sentada en el bidet, la pase suavemente sobre la maraña de vello que me adornaba. No quise apurar, solo recortar un poco, no me gustan las greñas saliéndose de la braguita pero tampoco vérmelo como si fuese una niñita. Una vez a mi gusto, pase el cepillo para eliminar el vello que se había quedado enredado. Me puse en pie, mi mire nuevamente en el espejo y me lo atuse para que quedara “mono”.

Unas braguitas negras a juego con el sujetador, una blusa color café y una falda plisada de tono blanco roto me dejaron lista para pasar a la fase de pintura. No mucha, solo una poquita, algo de sombra, algo de color en las mejillas y un tono rojo clarito para los labios.

Me mire satisfecha. Me sentí guapa. Me guiñe un ojo a mi misma  y salí de mi casa camino de la casa de Miguel.

La lluvia había dejado de caer y todo estaba limpio. Unos tímidos rayos de sol se colaban entre las  nubes. Algunos gorriones metían algarabía en los arboles del paseo. Coches, gente, ruido de ciudad.

Al poco rato llegue a la dirección que indicaba la tarjeta. Busqué en el telefonillo  el piso de  Miguel  y pulse el correspondiente  botón.

Su voz me llego como metálica.

-¿SI?

-Hola Miguel, Soy Ana.

-hola Ana, sube por favor.

Y el estridente zumbido de la puerta al abrirse  me dio paso a un pasillo algo oscuro. Busque el ascensor .Pulse la llamada y, al poco rato, las puertas se abrían para dejarme subir. Apreté el piso al que me dirigía mientras me volvía a mirar por enésima vez al espejo  del ascensor para  comprobar que todo seguía en su sitio.

Arregle un poco el cuello de la camisa antes de tocar el timbre de la puerta y espere. Esta se abrió a los pocos segundos y la cara sonriente de Miguel me recibió.

-Hola, buenas tardes Ana. Que puntual, por favor. Pasa...pasa.

Me invito dejándome ver un pasillo largo que daba paso a un salón amplio y confortable repleto de cuadros por doquier. Algunos acabados, otros a medio terminar, uno sobre un caballete con apenas unos trazos,  y pinturas, pinceles paletas y demás  enseres típicos de pintor. Un fuerte olor a aguarrás se dejaba notar y unos amplios ventanales daban paso a que la luz lo iluminara todo.

-Estaba preparándome un café, ¿te apetece uno?- Me pregunto mientras me invitaba a sentarme en un sofá cómodo y amplio pegado a una pared.

-Si, por favor, me apetece mucho.

-En un momento te lo traigo. Por favor, como si estuvieses en tu casa, ponte cómoda.

-Gracias-Alcance a decir mientras lo veía perderse por la puerta camino de la cocina.

Mire curiosa los cuadros. No entiendo mucho de pintura pero me gustaba su estilo. Era realista, muy realista. Me acerque a uno que me llamo la atención. Un paisaje de un rio con una arboleda y unas montañas al fondo. Me cautivo. Parecía como si el agua fuese a salirse del cuadro.

A su lado, en el suelo, unas flores muertas pintadas en un pequeño oleo aparecían de la misma forma. Daba  la impresión de que pudieras cogerlas. Fascinante. Un poco más allá, sobre el respaldo de la silla aparecía un desnudo de mujer. Tumbada en un diván, contemplando una flor caída en el suelo, un fondo que parecía un telón rojo la hacía destacar en el cuadro. Se podían ver unos ojos tristes, como melancólicos, una mano extendida con gesto de recoger la flor, su cuerpo perfectamente dibujado dejaba ver hasta las  huellas de haber sido madre. Espectacular.

Sentí sus pasos acercarse por el pasillo y me aleje un poco  para no violentar su intimidad con mi mirada curiosa.

Entro sonriente en el salón con una gran bandeja entre sus manos, la puso sobre la mesita  y se sentó en el sofá.

-¿Te gusta lo que ves Ana?-Pregunto, no sé si por pillarme en un reniego o por sincera curiosidad de saber que me parecían sus cuadros.

-Estoy anonadada, me encanta. ¿Todos los has pintado tú? Le pregunte mientras me sentaba junto a él.

-Pues si-Sonrió de nuevo- Todos son míos. No son muy buenos pero me encanta pintar.

-Supongo que estas de broma, ¿Qué no son buenos? Miguel, yo no entiendo mucho de pintura, pero me parecen fascinantes de verdad. Son tremendamente realistas.

Me pareció que se ruborizaba un poco ante mi halago y me acerco una taza de café caliente mientras me daba las gracias por mi comentario.

La   tome entre mis manos mientras podía mirarlo más de cerca. No era mayor, incluso parecía interesante. Sus ojos de un color azul grisáceo me miraban contemplativos, sus manos delgadas parecían más de pianista que de pintor. Su cuerpo  se adivinaba bajo una camisa amplia deportivo, como si lo hubiese cultivado en su juventud. No estaba mal.

Permanecimos unos momentos en silencio mientras dejaba resbalar mi mirada sobre aquellos cuadros y disfrutaba del café caliente.

-¿Cómo llevas esto de modelar?

-Bueno, para ser sincera, pensé que me daría vergüenza estar desnuda frente a tanta gente pero no, me siento cómoda, todo fluye muy natural en estos ambientes, no me incomoda en absoluto. Otra cosa son las posturas, se hacen agotadoras en algunos casos y terminas dolorida pero se puede aguantar.

Dejo escapar una sonrisa y puso su taza sobre la mesita.

-Perdona, déjame ver tu perfil-Dijo mientras que una mano cogía mi barbilla haciendo oscilar mi cabeza hacia un lado...Lo miro largamente, como calibrando, volvió mi cabeza hacia el otro lado y asintió con la suya.

-Sí, tienes un perfil precioso. Claro que eres muy bonita  pero ese perfil me encanta. Creo que le podre sacar partido.

-Gracias-Dije algo avergonzada. Por un momento me sentí mujer objeto, aunque no me desagrado.

.-Bueno, pues cuando quieras comenzamos. No quiero robarte tiempo para tus quehaceres Puedes cambiarte en el cuarto de baño si no te incomoda o en la habitación de invitados. Donde prefieras.

Me decidí por la habitación de invitados. Me indico donde estaba y me acerco una pequeña bata que colgaba en una percha detrás de la puerta.

Me desnude íntegramente y me puse aquella bata corta que apenas llegaba un poco por debajo de mi pubis. Salí del pequeño cuarto y me dirigí al salón. Por el camino pude escuchar ruido de muebles arrastrados. Miguel estaba componiendo el diván para la sesión.

Entre en el salón y su mirada azul gris pareció abrirse ante mí.

-Por favor, quítate la bata y túmbate en el diván.

Así lo hice. Dejé resbalar la bata por mis hombros y me quede desnuda frente a su mirada. Me sentí un poco ruborizada. Aquello no era como en la clase, el aula era más impersonal, más fría, aquí solo estábamos él y yo...y mi cuerpo desnudo.

Me tendí sobre el diván mientras él me acomodaba en la postura  que quería.

-Así...mmm...no, baja esa mano, colócala en tu pubis. Mejor...Mucho mejor. Ésta otra ponla apoyada en tu mejilla. Inclina un poco la cabeza hacia la derecha...no, hacia la izquierda.

Se alejaba para contemplarme y volvía. Plegaba un poco la tela que cubría el diván aquí y allí. Volvía a retirarse. Asentía con la cabeza.

-A ver, déjame ver tus ojos, sube un poquito la cabeza. Sé que esto es un coñazo pero tengo que hacerlo así.-

-No te preocupes.

Se acerco para acomodar una vez más la tela bajo mi cuerpo y su mano rozo mi pecho por un momento.

-Perdona...

-Tranquilo, no fue nada...

Joder no ha sido nada. Mi corazón se había acelerado con aquel roce furtivo...

Se alejo definitivamente y asintió por fin con la cabeza.-

-Sí, así, perfecta, procura no moverte mucho.

Coloco ante sí un caballete y, sobre él, un lienzo. Se acerco una pequeña mesa repleta de pinturas, lápices  y pinceles.

Cogió un lápiz y lo vi trazar, casi mecánicamente el esbozo de su cuadro nuevo. En su mirada parecía brillar un rayo de felicidad.

Lo vi corregir algún trazo, mascullar para sus adentros porque algo no le salía como pretendía.

Se acerco a mí. Subió un poco mi pie en el diván  flexionando mi perna.

Se alejo para contemplarme y volvió a sumirse en su mundo de pintor.

Escuchaba el sonido del lápiz trazar nerviosamente sobre el lienzo. La postura no era incomoda y podía mirar directamente a Miguel. Lo vi cambiar de expresión a cada trazada. A veces feliz, otras enfadado, otras un tanto contrariado. Cogía y soltaba lápices y carboncillos Disfrutaba de su trabajo.

Paso un rato, que a mí me pareció corto y miro su reloj.

-Si te parece bien vamos a descansar un poco-Comento dejando los lápices sobre la mesa y limpiándose las manos con un trozo de tela.

-Uf. ¿Ya? Por mi bien pero no estoy cansada en absoluto.

-Si quieres sigo, yo lo digo por ti.

-Vale, descansemos un poco y continuamos. Tenemos toda la tarde por delante.

-¿Quieres beber algo? ¿Agua? ¿Un refresco?

-No, estoy bien, no te preocupes- Conteste mientras me sentaba en el diván.

-Perdona que no hable mientras pinto pero es que me desconcentra.

-No te apures. No estoy aquí para darte conversación sino para que me pintes.-Bromee para que se relajara un poco. Lo vi nervioso. Me pareció como si me mirase de una forma diferente.

-¿Cómo llevas tu carrera Ana? –Pregunto mientras bebía un trago de una botella de agua.

-Bueno, bien, no me quejo, es difícil pero la llevo bastante bien. Aun me queda bastante.

Esta vez podía jurar que me estaba mirando los pechos mientras ponía la botella en el suelo, junto a él.

-Farmacia no es fácil, lo sé por una hermana mía que es farmacéutica y le costó dios y ayuda acabarla.

-Las hay más difíciles. A mí, sinceramente, no me está costando mucho. Solo se trata de estudiar y memorizar mucha materia pero se me da bien.

Dicho esto quise averiguar si se estaba interesando por mí o por mi cuerpo así que, como descuidadamente, entreabrí mis piernas para dejarle ver por un momento mi pubis arregladito.

Casi lo vi bizquear por un momento. Tuve que aguantar una sonrisa picara. Sí, me había mirado directamente el lugar y lo vi vacilar.

Se levanto nerviosamente, como niño que cogieron con la mano en el monedero de mama. Se dirigió hacia la ventana y mirar afuera.

-Parece que no va a llover mas- Comento en un intento de apartar de su mente lo que acababa de ver.

-Estaría bien, no me gusta mucho la lluvia, a no ser que estés en casa calentita y la veas detrás de un cristal.

-Si, a veces es molesta... ¿Te parece que sigamos?

-Claro, vamos a ello.-Conteste tratando de buscar la postura que tenía antes.

Se acerco un par de veces para recolocar bien mis manos o mi cabeza. Sé volvió a sumir en su silencio  y comenzó a dibujar de nuevo sobre aquel lienzo como mecánicamente, como si lo poseyera una fuerza creativa que le hiciera olvidarse de todo.

Pero no era así. Desde mi lugar pude ver como su entrepierna aparecía algo más voluminosa que cuando llegue. Indiscutiblemente estaba teniendo una erección y la culpable era yo.

Mis piernas se apretaron una contra la otra involuntariamente. Me ponía calentar a los tíos. Otra faceta nueva descubierta. ¿Qué pasaría por su cabeza? Desde luego imaginar, lo que se dice imaginar, no era mucho lo que tenía que hacerlo, le basta alzar la vista para verme allí tendida, totalmente desnuda y expuesta a su mirada.

Ahora mire su cara y la encontré algo congestionada, como enrojecida, también su cuello aparecía algo enrojecido. Decidí dar un paso mas...

-Miguel, perdona, ¿podemos descansar un momento? Me ha dado un tirón la pierna y me está matando...

-Claro, por supuesto-Dijo abandonando los lápices sobre el caballete y acercándose a mí con preocupación.

-¿Qué pierna te duele?

-La derecha –Dije poniendo cara de dolor y apretándome el muslo como si ciertamente me estuviese atravesando un gran dolor mis carnes.

Se arrodillo a los pies del diván y cogió mi pierna por el tobillo mientras ponía la otra mano en mi rodilla. La subió hasta su hombro y masajeo  la parte anterior de mi muslo.

Desde su posición podía ver claramente mi monte de Venus perfectamente depiladito y  los labios fruncidos  de mi sexo. Sus ojos golosos no terminaban de devorarme.

-¿Se te pasa? –Pregunto después de un rato en esta postura.

-Sí, un poco. Que dolor mas intolerable, es como si te arrancaran la carne-Alcance a pronunciar poniendo las mismas muecas de dolor que antes.

-Sí, es un dolor lacerante pero ya parece que cede. Quizás deberíamos dejar la pintura por hoy para que descanses. Creo que el cansancio acumulado de la semana te ha pasado una mala pasada.

Bajo mi pierna lentamente de su hombro no sin antes echar una rápida mirada a mi entrepierna. Se sentó y dejo mi pie descansar en su regazo, muy cerquita de ese gran paquete que se adivinaba bajo el pantalón.

-Muchas gracias Miguel, no sabes cómo lo siento.

-No te preocupes, son cosa que pasan-Comento mientras seguía masajeando mi pierna.- ¿De veras que estas mejor?

-Sí, mucho mejor aunque aun me tira un poco.-Conteste para que no dejara de dar aquel agradable masaje.

Su mano siguió arriba y debajo de mi pierna, apretando dulcemente. Haciendo calentar algo más que mi muslo en mi.

Como sin querer deje resbalar mi pie hasta su paquete. Al tacto sentí una dureza extrema bajo aquella tela. Fue como por descuido pero me dio tiempo a notar que  palpitaba al contacto de mi pie. Lo deje hay, como si no me diera cuenta de donde estaba posado. Cerré los ojos y volví a fingir  una mueca de dolor.

Su mano siguió repasando mi piel, pero esta vez se aventuraba por el interior de mi muslo, llegando casi hasta mi ingle. Me estremecí solo de notarla tan cerca. De esta manera abrí un poco mis piernas manteniendo los ojos cerrados para que se envalentonara, sin tener que afrontar su mirada. Bien sabía yo que, a esas alturas, sus ojos me estaban  acariciando de arriba abajo.

Un pequeño gemido se me escapo cuando note sus dedos acercarse suavemente a  mi  ingle y pasaban la frontera de esta para posarse tibiamente sobre mi  pubis expuesto. Lo deje hacer sin abrir los ojos. Unos dedos juguetones resbalaron por encima de mi rajita que ya empezaba a perlarse de gotitas de placer. Mientras, mi pie, acariciaba, ya sin contemplaciones, con la planta un miembro duro .Otro gemido se escapo cuando su otra mano comenzó a subir por mi vientre, lenta, acariciante, se detuvo un momento en mi vientre para seguir subiendo hasta rozar mis pechos.

Mis ojos permanecían cerrados pero mi respiración se agitaba poco a poco, elevando mis pechos ya al  alcance de sus dedos mágicos. Se hizo dueño de un pezón y lo acaricio lenta pero duramente, haciéndome estremecer y  gemir calladamente.

Note su boca a la altura de mi rodilla, me besaba delicadamente, subiendo pasito a pasito hasta mi triangulo del amor que ya se abría ansioso de su llegada.

Un escalofrió recorrió mi cuerpo cuando note su lengua cálida rozar  los alrededores de mi vulva. Subí mi pierna izquierda para dejarle el terreno libre a sus diabluras. Lenta, muy lentamente, se acerco a mi clítoris ya enhiesto  palpitante que lo recibió provocando un nuevo temblor  en mis cervicales.

Delicadamente, como quien abre una flor, abrió mis labios mayores con sus dedos sabios dejando expuesto a su mirada mi carne húmeda. Se inclino y poso un largo beso sobre mi clítoris. Sacó un poco su lengua y lo titileo haciéndome  gemir fuerte.

Su otra mano seguía empeñada en acaparar mis pechos saltando de uno a otro amasando los como si se fuesen a acabar. Mi pie resbalaba ya sobre aquel miembro duro, quería notarlo bien pero sin dejar de sentir aquella lengua hurgando en mi interior como si de una pequeña polla se tratase.

A cada pasada de su boca  en mi sexo un largo gemido se escapaba de mi garganta. Mis ojos seguían cerrados, como queriendo disfrutar de aquel contacto. Ahora una mano había resbalado entre mis glúteos y se acercaban a mi puerta trasera. Apretaron mi ano un poquito, como insinuándose pero sin llegar a entrar, su saliva había resalado entre mis muslo y me mojaba entera aquella zona que ahora investigaba. Dando suaves giros a su dedo sobre él consiguió lubrícalo lo suficiente como para que entrara la punta de su dedo un poquito en su interior.

Ahora ya no había marcha atrás ni pensaba hacerlo. Gemía como posesa al sentir su lengua amorrarse a mi clítoris mientras un dedo me sodomizaba. Me encontraba como ida, me parecía flotar en un mar de placer. Un sentido “Siiiiii...” salió de mis labios cuando su dedo profundizo un poco  más en mi culo y su lengua  daba largas pasada sobre mi clítoris terriblemente erguido.

Lo deje hacer durante un rato mas pero llego el momento de saber que ocultaba bajo aquel pantalón lleno de manchas de pintura.

Me senté sobre el diván y baje mis manos a su entrepierna mientras hundía mi lengua en su boca buscando el contacto de la suya. Abrí como pude aquella cremallera y busque en su interior mi premio. No tarde en encontrarlo. Caliente, palpitante, tenso a mi contacto. Lo saque de su escondrijo y pude mirarlo detenidamente mientras bajaba mi cabeza hacia él.

Su glande apareció casi morado de congestión, de su punta asomaba un gota de liquido pre seminal que recogí con la punta de mi lengua para saborearlo. Salado, acido, terriblemente enajenante. Pasé mi lengua sobre aquella cabezota roja mientras mi mano lo masajeaba arriba y abajo. Lo hundí hasta donde pude en mi boca, mi saliva resbalo por él e hizo que mi mano resbalara hasta sus testículos que estaban duros igualmente al tacto.

Sentí sus manos resbalar por mi espalda hasta llegar a mis glúteos que pellizcaron cariñosamente mientras me atragantaba con aquel pedazo de carne clavado en el paladar. Sus gemidos llenaban ahora el salón haciendo más excitantes mis maniobras. Me encanta dominar a un hombre mientras le como la polla.

La saque de mi boca lo justo como para poder recorrerla entera con mi lengua hasta llegar a sus testículos. Los lamí con ternura, suavemente, mojándolos con mi  saliva para volver a trepar a su glande enrojecido y lamerlo como si de un helado caliente se tratara. Me lo volví a meter de nuevo en la boca hasta casi sentir arcadas al rozar mi garganta.

Ahora sus manos habían llegado hasta mi culo y volvían a insinuarse en mi ano. Lo deje hacer, me encantaba aquella situación. Sus dedos sabios abrían mi esfínter delicadamente para rozarlo, después resbalaban hasta mi vulva y mojaba sus yemas en mis fluidos para volver a mi ano.

Me saque aquel gordo miembro de la boca y me senté sobre su vientre, él, de espaldas en la cama, subió sus manos hasta mis pechos mientras yo maniobraba para clavarme aquel pollon hasta el alma. Me senté sobre él  y  poco a poco  me lo fui clavando hasta sentirlo en mi estomago. Permanecí un momento quieta saboreando aquella sensación de sentirse llena por completo, para después moverme lentamente en círculos, quería sentirlo en todo mi ser. Su glande resbalaba contra las paredes de mi vagina y me hacían estallar de placer a cada embate. Miguel había bajado sus manos hasta mi cintura y me marcaba el ritmo  mientras disparaba sus caderas hacia arriba haciéndome gemir salvajemente.

La cabeza echada hacia atrás, sintiéndome llena, sintiéndome en celo, sintiéndome  salvaje. Trotando sobre aquel miembro que me abrasaba el interior haciéndome gritar como posesa. Saltaba arriba y abajo y mis flujos resbalaban por su polla hasta mojar sus testículos.

Una mano resbalo sobre mi culo y busco insistente mi entrada trasera hasta hundirse en mi culo .Me parecía que me iba a morir de placer. No paraba de saltar  y saltar sintiéndome atacada por mis dos flancos. Mi pelo tapaba mi cara y mis pechos  rebotaban al vaivén  de aquel ritmo satánico.

De pronto él se paro. Me bajo delicadamente de sobre su cuerpo y me puso a cuatro patas sobre el diván dejando mi culo bien expuesto a sus ataques. Apoyó su glande contra mi culo después de poner un poco de saliva y empujo suavemente. De mi boca escapo una queja cuando su glande abrió mi esfínter, me había dolido. Se mantuvo un momento quieto dejando que me acostumbrara a su grosor mientras me pasaba unos dedos largos y finos sobre mi vulva. Poco a poco fue empujando aquel enorme miembro en mi culo hasta que note su testículos chocar contra mis carnes. Casi no podía moverme, me sentí empalada, dolorida pero sintiendo al mismo tiempo un placer extraño dentro del dolor.

Comenzó a moverse suavemente, su miembro lo notaba entrar y salir de mi culo dolorido pero estaba gritando de placer. Busque mi vagina con mi propia mano y comencé a pajearme mientras me sentía expoliada en mi puerta trasera. Tenía como pérdida la cabeza. Mi respiración  se afanaba en bajar oxigeno a mis pulmones y todo me daba vueltas.

Sentí sus manos en mis caderas mientras enterraba inmisericordemente su hierro en mi interior. Un ritmo endiablado me hacía saltar de adelante atrás y  su jadear me llegaba claro a mis oídos. Me sentí usada, dulcemente usada para su placer y el mío.

En un momento dado saco su polla de mi culo y la enterró en mi vagina, cosa que me arranco un tremendo gemido de placer. Me bombeo durante un rato antes de volver a sacarla para volver a atacar mi trasero dolorido.

Definitivamente estaba siendo el polvo de mi vida. Mis manos apretaban mis pezones y una sucesión de orgasmos en catarata me convulsionaban el cuerpo entero. Todo era estallidos de placer en mi cerebro. Y aquel miembro caliente me estaba dilatando el culo hasta límites insospechados mientras  enterraba la cara en un cojín.

Sentí su miembro hincharse en mi interior, su respiración se acelero y sus manos se crisparon en mis caderas mientras se hundía mas aun en mi interior para volcar su semen caliente en mi expoliado culo. Parecía quemarme, como si se saliese fuego por aquella manguera suya. Me sentí regada por completo mientras el apoyaba su frente en mi espalda sin dejar de apretar mis caderas contra él.

Se descorcho de mí y se tendió a mi lado exhausto, igual que yo. Los ojos cerrados y su pecho subiendo y bajando tratando de volver a su ritmo normal. Yo me sentía agotada también. Fue demasiado placer par una sola sesión...

Pasamos un rato en silencio antes de que no de los dos pudiese articular palabra alguna. Su mano acariciaba mi espalda y las mías reposaban sobre su vientre. Al poco rato se inclino sobre mí  y me dio un beso que casi me deja sin aire...

-Gracias Ana-Dijo- Hacia mucho que no sentía algo así de fuerte.

-Te aseguro que yo tampoco lo sentía hacia desde...bueno,...creo que desde nunca...

Sonrió mientras se incorporaba sobre el diván. Se puso en pie y lo vi caminar hacia la cocina. Al poco rato volvió con dos coca-colas servidas en sendos  vasos. Ciertamente estaba sedienta así que se lo agradecí en el alma.

-Brindo por una buena modelo-Bromeo alzando su vaso para hacerlo chocar contra el mío.

-Y yo por un buen pintor...de pincel y de brocha gorda...-bromee.

Sonrió y casi se acabo el vaso de un trago mientras yo hacia otro tanto.

Recuperamos la compostura. Él se vistió y y me quede desnuda para su placer visual. La tarde tocaba a su fin y a lo lejos podíamos ver el sol poniéndose en el horizonte. El tiempo había volado a su lado.

-Bueno, ya creo que no es hora de seguir pintando, la luz ya no está ¿qué tal si salimos a cenar algo y dar una vuelta?-Pregunto.

-Por mi encantada, estoy hambrienta. Pero antes tendría que ducharme.

-Sin problemas, pasa al baño mientras yo recojo un poco todo esto.

La noche fue preciosa. Me sentía bien caminando cogida de su talle por las callejuelas mientras él me contaba sus aventuras de pintor bohemio en Paris. Me confesó que se había enamorado de mí en el justo momento en que aparecí en aquella puerta. Yo sabía que mentía pero me deje querer. Solo quería disfrutar de su presencia aquella noche y, si era posible, de un ratito más de sexo en su gran salón.

Pero no fue solo aquella tarde la que pasamos en su salón. Fueron muchas, muchas tardes bajo sus pinceles. Me convertí en su musa. Me pinto de mil maneras. Acabé la carrera a trancas y barrancas. Dejé de posar en Bellas Artes para hacerlo en exclusiva para él.

Las largas tardes de sexo se sucedieron una y otra vez y siempre fue igual, s abia como sacar lo mejor de mí.