La muñequita de papá, la puta de su tío.

Primer capítulo de mi historia, una chica bella y normal de 18 años que se va a vivir a casa de su tío debido a una lamentable situación. Este la hace su puta personal.

La muñequita de papá, la puta de su tío.

Capítulo 1

En esta ocasión les traigo un relato que, como ya se me viene haciendo costumbre, imaginé en la cama mientras esperaba que Morfeo me llevara en sus brazos, con una fiesta de hormonas por dentro.

Es un relato complicado, porque es el resultado de dos distintos relatos que había imaginado antes y que ahora decidí combinar en uno solo.

Me preocupa que cada relato nuevo que escribo, suele ser más perverso... así que por favor regálenme sus comentarios para saber si voy por buen camino.

¿Qué más?... ¡Ah sí!... recordarles que mis historias son largas, pero con trama y no son historias solo de sexo sin sentido.

Espero les guste.

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¿Qué puede ser peor que vivir en las nubes sólo para caerte de la peor manera?... ¿No lo sabes?... Pues yo sí... que después de caer, te manden a vivir al infierno.

Eso exactamente me pasó a mí.

Lo tenía todo, una buena familia, buenos autos, una buena casa. Mi propia y enorme habitación, prácticamente la ropa que yo quisiera, el celular más lujoso y la computadora más potente aunque sólo la usara para ver facebook.

Estudiaba en una escuela de paga, tenía un novio agradable que me hacía reír y me llevaba a comer los fines de semana a lugares buenos.

Yo era bonita, jamás pasaba desapercibida aunque yo así lo deseara. Eso en el fondo me encantaba, todos sabían quien era yo y no necesitaba ser la líder de grupo, una porrista o portar cualquier cargo académico que me diferenciara. Con el simple hecho de caminar por el pasillo era suficiente.

Ahora, en el infierno, eso que me encantaba fue mi peor pesadilla. Aquí en el infierno es donde justamente deseaba pasar desapercibida, donde no quería que me vieran, donde no deseaba existir.

Allá en mi anterior vida ser bella era un gusto. No había chico que no se quedara a ver mis ojos azulados y bajar lentamente su mirada hasta ver mis labios rosados. Mirar mis cabellos prácticamente rubios caer en caireles hacia mi espalda.

Si me descuidaba miraban mis pechos... pero eso no era importante. Mis pechos eran pequeños, acorde a mi bajita estatura y mi complexión delgada. Si seguían mirando verían mi abdomen casi sin pancita.

Mi trasero y piernas eran lo más llamativo de mi físico, después de mi rostro. Pero debo aclarar que mi estatura siempre me hacía ver tierna en vez de esas chicas que usan su cuerpo como carne de carnicería. Así que a pesar de mis 17, bien lucía como chica de 14 o 15 años y eso me encantaba. Siempre tierna.

Un trasero redondo y llamativo. Lo odiaba y lo amaba. Y mis piernitas con buena forma, aunque prefería cubrirlas en jeans para no despertar más el morbo y se enfocaran en mi rostro.

Esa era yo, al menos hasta el día en que mi tío llegó por la tarde con un rostro desganado... mi hermana menor y yo no comprendimos lo que se nos vendría.

Nos lo repitieron una y otra vez, pero aquellas palabras no tenían significado en mi mente. ¿Cómo era posible que hubieran muerto?... ¿Porqué?... yo los había visto aún esa mañana y ahora simplemente no comprendía la situación.

Había sido un accidente en su auto. Habían patinado las llantas cerca de un desfiladero con una caída de 10 metros, lo cual no suena tan aparatoso de no ser porque el auto aún siguió girando varios metros más.

No me atreví a ver sus féretros. El único consuelo que tuve fue que si permitían tener el féretro a la vista, es porque sus cuerpos no habían resultado muy lastimados en el accidente.

De pronto habíamos quedado huérfanas. Sin embargo, si yo me estaba muriendo por dentro, con más razón mi hermana de 12 años. Tenía que ser fuerte, debía hacerlo por ella y así intenté no deprimirme.

Entonces aquellas situaciones que había visto en las películas podrían convertirse en realidad. ¿Nos mandarían a un orfanato? Quizá a mi no, yo estaba a unos 10 meses de la mayoría de edad. ¿Pero qué pasaría con mi hermana? Ella era muy pequeña aún. No podía permitir que nos separaran.

Sentí un enorme alivio cuando mi tío habló con mi hermana y conmigo. Él había quedado designado por mi padre para cuidar nuestros bienes según el testamento. Sin embargo, yo no podría disponer de los bienes hasta cumplir los 21 años de edad. Aparentemente mi padre me consideró muy joven para dejarme tal responsabilidad.

Él era su único hermano y toda la familia de mi madre no vivía en el país. Nos ofrecieron irnos del país para vivir con la familia de mi madre, pero aquello era un cambio de vida que no quise aceptar.

Mi tía, es decir, quien había sido la esposa de mi tío, había muerto hacía más de 12 años. Desde entonces mi tío se había hecho cargo de la educación y cuidados de su único hijo, nuestro primo. Ese tío era el hermano de sangre de mi papá y había sido un ser que siempre nos había regalado sólo buenos tratos.

Falté más de una semana a clases y pronto se venían los exámenes del ciclo. En esos días tuvimos que hacer una mudanza a casa de mi tío que nos brindó una habitación a cada chica. No era tan grande ni tan bella como la mía, pero estaba bien. No podía vivir a solas en nuestra casa por ahora.

Los siguientes 10 meses que nos separaban de mi mayoría de edad fueron muy difíciles emocionalmente, pero algo debía aceptar con mucho agradecimiento, nuestro tío se comportaba como un padre sustituto para mí y mi hermana. Estaba muy agradecida por ello.

Con mi primo, de 16 años, hubieron roces normales de convivencia. Ahora había chicas en casa y no podía andar por ahí como le complaciera. En más de una ocasión, mientras yo me vestía después de bañarme, escuché sonidos fuera de mi habitación y al ir a mirar, lo veía caminar por el pasillo como si se tratara de una casualidad. Seguramente me espiaba al vestirme y no era algo que me agradara en lo más mínimo. Sin embargo fue algo que guardé en secreto para no causar problemas en casa.

Intenté verlo con madurez. Ya me habían visto desnuda al hacer el amor aún siendo más joven, daba igual si mi primo había visto mi espalda en un par de ocasiones.

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Ahora damos un salto en el tiempo al día en que cumplí mi mayoría de edad. Entonces me sentía prácticamente en casa. Mi tío había organizado un pequeño evento familiar que comprendía solamente a mi primo, mi hermana, a él, a mí y un delicioso pastel de truffa de chocolate. Eso era un bello gesto, era mi postre favorito.

Me cantaron y me dieron un par de regalos. Mi tío curiosamente me dio dos, el segundo, más pequeño, me pidió que no lo abriera esa noche, sino hasta la mañana siguiente y así prometí hacerlo con una sonrisa.

Para entonces aquél novio que me acompañaba en las épocas en que sucedió el accidente, ya se había ido, aburrido de mi bajo ánimo y que no le cumpliera sus deseos sexuales. Habíamos tenido sexo un par de veces, siempre por delante. Jamás accedí a darle sexo oral sin preservativo. Él deseaba con ganas verme tragar su semen, pero era algo que jamás había hecho.

También expresó interés por sexo anal, a lo que siempre me negué. Debo admitir que sí había tenido sexo por atrás en las épocas de preparatoria con mi primer novio, por lo tanto no era virgen.

Por lástima sólo había una cosa que en realidad me faltaba, mis padres, deseaba que estuvieran conmigo en ese día tan importante para mí. Sin embargo me prometí no deprimirme. Había visto lo difícil que era el inicio de la adolescencia para mi hermana con la ausencia de mis padres. Era ella quien generalmente discutía con nuestro primo y yo la reprendía lo más maternalmente para hacerle entender que debíamos comportarnos bien.

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Así, cerca de las 10 por la noche terminó la pequeña reunión. Cada quien fue a su habitación.

Sin embargo el recuerdo de mis padres no me permitió dormir y decidí encender la computadora y desvelarme hasta que el sueño me ganara. Casualmente el festejo había caído en viernes y no había hecho planes de salir con amigas o chicos debido a que no tenía el ánimo para eso. Aún así mis amigas me habían obligado a formar planes para salir el sábado por la noche.

Cerca de las 11 escuché que tocaban a mi puerta. Al abrir noté que era mi tío, quien llevaba en su mano un vaso de leche que humeaba un poco. Me pidió permiso para entrar y ya adentro conversamos al menos media hora. Incluso me ofreció su vaso con leche al que noté que jamás probó y lo acepté con alegría, leche caliente era un buen remedio para dormir.

Me pidió permiso para darme un abrazo. Él estaba sentado y yo de pie y le abracé. Noté que uno de sus brazos había rodeado muy abajo por mi espada, pero no le di importancia, seguramente era debido a que él estaba sentado.

De pronto un sueño abrumador me atacó y mi tío incluso me arropó en cama. El sueño me causó mareos y apenas pude llegar a la cama sin caer, incluso me preocuparon los síntomas, aquello no era normal y caí en sueño antes de que mi tío dejara mi habitación.

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No me enteraría de lo que me sucedería hasta que apenas pude despertar.

Un dolor me hizo recobrar un poco de ludicez. La cabeza me pesaba como si fuera de metal e incluso no podía moverla. Los ojos, eran pesadas puertas que me costaba un inmenso esfuerzo abrir. Me costó trabajo identificar qué me dolía. Incluso no comprendí que era justo el trasero, mi ano.

Sentía cómo introducían algo a mi culo, era algo redondo como si se tratara de una pelotita. Intenté hablar, pero no pude mover mi boca e incluso no salió voz, salvo quizás leves balbuceos.

Sentí otra presión en mi ano, de nuevo una pelotita que lograron introducir con un poco más de presión.

A mí me ardía el ano, sentí que la segunda pelotita era más grande que la primera. Entonces comprendí con dificultad que me encontraba acostada boca abajo.

Una tercera bola intentó entrar, definitivamente era más grande que la primera. Tuvieron que usar más presión para abrirme y aquello me causaba cada vez más dolor.

Entro la tercera. Intenté mover la cabeza, pero me fue imposible. Noté que mis brazos estaban extendidos hacia arriba sobre el colchón e intenté moverlos. Me fue imposible también. Algo los sujetaba justo por mis muñecas hacia la cama. Entró la cuarta pelota, cada vez más grandes.

Entonces pensé que esto debía ser uno de esos sueños que llamaban 'hiper-reales'. Había leído sobre eso hacía no muchos días.

Todo parecía real, incluso si se tratara de una pesadilla.

Entró una quinta bola, cada vez necesitaban meterlas con más fuerza, cada vez me dolía más.

Escuché con dificultad unas voces. Interpreté los sonidos apenas como pude.

-Ya sólo le falta la más grande. ¿Tú crees que era virgen?

-Sí... lo tenía muy cerrado, si estuviera despierta no soportaría ni la segunda.

¿Era uno de esos sueños donde te raptaban los extraterrestres y te violaban en ellos? Los sueños hiper-reales eran lo peor que pudiera vivir si se trataba de una pesadilla, de verdad me dolía el culo, incluso más que cuando me penetraron con un pene por primera vez.

Intenté quejarme, mover la cabeza, chillar, abrir los ojos, pero todo eso me resultaba inútil. Apenas podía abrir los ojos, pero no comprendí dónde me encontraba. No identifiqué que era la habitación que había usado los últimos 10 meses.

Intentaron meter la sexta bola. Esa de verdad me dolió, no entró sino hasta el tercer intento e incluso la noté más resbalosa que las anteriores, como si le hubieran puesto lubricante. Me sentía repleta por dentro de mi culo, en especial la sexta bola me abría por dentro dolorosamente.

-Ponte condón- escuché entre sueños.

La otra voz se quejó argumentando que yo tenía un parche anticonceptivo pegado en la pompi derecha. La voz más grave volvió a repetir la orden.

Sentí que me levantaron la cadera. Mi cuerpo estaba completamente derrotado y no oponía resistencia. Incluso mi mente seguía muy nublada como para comprender qué me estaba sucediendo.

Sentí como me presionaron en la entrada de la vagina y me colocaron algo con los dedos. Los metieron hasta el fondo, lo cual curiosamente me había resultado placentero.

Los sacaron y sentí la presión de otro objeto. Estaba caliente y tardé en identificar que se traba de un pene con preservativo.

Me penetró con cierta facilidad. Empezó a bombear de manera ruda e inexperta. Ahora estaba confirmado, me violaban los extraterrestres en mi sueño hiper-real.

No pasó más de un minuto, en realidad habían sido solo segundos cuando sentí que terminaban adentro. Retiraron el pene que ya no estaba tan rígido.

Entonces recobré un poco de lucidez. Abrí los ojos con mayor facilidad y miré la cortina de mi habitación. Jalé los brazos con un poco de fuerza, sólo para recordar que estaba amarrada.

Escuché las voces de nuevo.

-Se está despertando...- advirtió uno.

-Tápale los ojos...- ordenó el más adulto.

Sentí que me levantaron las cabeza y me pusieron un pedazo de tela que sentí fresca al tacto. Algo como un antifaz me cubrió los ojos. También sentí que me liberaban los brazos. Intenté moverlos, pero me los sujetaban con sus manos.

Algo no estaba bien, los extraterrestres no debían tener manos humanas.

Me voltearon, ahora con el rostro hacia arriba y extendieron mis brazos para volverme a amarrar. Mi cuerpo aún estaba muy perdido como para intentar resistirme.

-Ahora voy yo...- dijo la voz más adulta.

Sentí como levantaron mis piernas para recargarlas en su cuerpo. Identifiqué la posición, era aquella que le encantaba a mi último exnovio porque le permitía penetrarme hasta el fondo.

Sonreí sarcásticamente antes de la penetración. Este sueño resultaba ser muy perverso... y si al final era un sueño, empezaba a gustarme.

Sentí la penetración. Di un respiro profundo. Se sentía muy bien. Tardé en darme cuenta que ese pene no estaba usando condón.

Yo jamás había tenido relaciones sin preservativo, me pregunté cómo podía saber qué se sentía tener relaciones sin condón. Quizá era por la sensación de los dedos al entrar, o la lengua al rozar en el oral, quién sabe.

El segundo se movía mucho mejor que el primero. Sus movimientos eran firmes, profundos, rítmicos. Empecé a gemir suavemente.

Sentí dos manos que tocaban mis pechos, pero no eran de la misma persona. Una bubi era tomada de frente, quizá por quien me estaba penetrando y la otra estaba siendo tomada en el sentido contrario. Alguien se llevó mi pezón a la boca y empezó a lamerlo con mucha fuerza, me lastimaba, era inexperto.

El que me violaba fue apoyando su peso sobre mi cuerpo conforme fue pasando el tiempo, cada vez llegaba más adentro. Esta persona sí sabía tener sexo. No disminuía su velocidad, fuerza y profundidad. Ya debían haber pasado más de 10 minutos y mis piernas empezaban a dormirse.

De pronto sentí como mis piernas estaba por llegar a mi rostro, estaba completamente doblada en una posición incómoda. Las penetraciones se volvieron violentas. Empezaban a lastimarme cuando empujaban mi útero. Fue al menos un minuto de esa dosis hasta que sentí su eyaculación.

Jamás había sentido la eyaculación adentro y sin condón. En realidad era placentera. Era caliente, mucho, me inundaba por dentro, me sofocaba el dolor y ardor en mi vagina. Mi cuerpo se contrajo como si estuviera teniendo un orgasmo, pero había sido más suave que los que había experimentado antes.

Cuando por fin bajaron mis piernas sentí el placer que sólo reconoce la bailarina que regresa a su posición inicial después de un split hasta llegar al piso, es decir, abriendo sus piernas por completo.

Intenté preguntar quién eran ellos, pero mis palabras fueron de nuevo sólo balbuceos.

Sentía arder mi vagina y algo, seguramente el semen, que estaba saliendo, escurriéndose hacia atrás en mis nalgas.

-Ponle esto en la nariz...- ordenó la voz más adulta.

Después sentí un trapo frío y húmedo con olor a alcohol que me fue colocado en la nariz. Después volví a dormir sin saber nada de mí.

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Desperté con un enorme dolor de cabeza, sólo superado por un dolor en el culo que me hizo caer en la realidad. ¿No había sido un sueño?

Aún estaba usando el antifaz que me retiré rápidamente, sólo para deslumbrarme con la luz del sol que lograba pasar por mis cortinas. Miré mis muñecas, tenían moretones alrededor de ellas.

Empecé a realmente asustarme, me llevé la mano al trasero. Estaba aterrada, aún tenía esas bolas adentro, era lo que me estaba lastimando.

Había un hilo de plástico que me salía del ano e intenté jalarlo suponiendo que así sacaría las bolas. El dolor fue intenso, la bola grande me abría el ano desde adentro. Lo intenté un par de ocasiones, pero no pude sacarlas.

Toqué mi vagina. Estaba adolorida y pegajosa. Al mirar las sábanas me percaté de que había una mancha de sangre y semen, como aquella de mi primera vez, aunque claro, aquella no tenía el semen.

Comprendí en estado de shock que nada había sido un sueño, yo había sido violada en la madrugada de mi cumpleaños.

Intenté sacar de nuevo las bolas, pero me dolía mucho. Temí tener que ir a un hospital a que me las sacaran.

¿Quienes habían sido?... ¿Se habían metido unos violadores por la noche a mi habitación? Pero no había forma de llegar desde la calle hasta la ventana en mi cuarto. Estaba asegurada con barrotes. No entendía qué había sucedido.

¿Mi tío y mi primo?... eran dos, iguales a los dos que había sentido que me habían penetrado. El primero torpe como mi primo, el segundo más experimentado como debía ser mi tío.

¿Era posible?... mi tío en quien confiaba tanto... ¿me había violado?

¡El regalo!... el segundo de los regalos que había recibido la noche pasada. Fui a buscarlo en mi guardarropas para abrirlo. Me dolió caminar con las bolas adentro.

Era una tanga de hilo con encaje. Eso me había regalado mi tío la noche pasada. Ahora era obvio... ellos me habían violado.

Me decidí por sacar esas malditas bolas de mi trasero. Me recosté justo en la posición en que las habían metido. Me llevé una almohada a la boca para morder y empecé a jalar el hilo con fuerza.

Me estaba partiendo el trasero, pero intenté seguir. Sentí cómo abrió mi ano y justo cuando estaba por salir, solté el hilo ante el dolor. La bola regresó a mi interior y me hizo sentir similar a ser penetrada por ahí. Di un grito de dolor y furia y empecé a llorar.

Aún en llanto volví a tomar el hilo y jalé con fuerza, decidida a sacar al menos la más grande. Volví a sentir el cómo me abría y en esta ocasión sí logré sacarla.

Pero, debido a la fuerza, salieron todas, una tras otra, cerrando y abriendo mi trasero ante cada bola que salía.

Di un grito de dolor hasta sacar la última. Estaban sucias. Llevé mi mano a mi trasero y lo noté aún dilatado. Me preocupaba que fuera a quedarse abierto para siempre.

Sentí la enorme necesidad de hacer del baño justo por ahí. Abrí la puerta para ver si alguien se encontraba en el pasillo y así, desnuda como me encontraba, corrí hasta el baño dando brinquitos que me lastimaban entre las piernas y el trasero.

Fui al baño... el ardor era enorme. Pero más fue al limpiar mi zona al terminar, aquello me ardía cual herida abierta.

Justo ahí abrí las llaves de la regadera y me metí aún cuando el agua no calentaba. Quería limpiar esos jugos sucios de mi cuerpo. ¿Por qué me había sucedido esto?...

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Esta apenas era la primera de muchas experiencias sexuales en esta casa... todo parecía indicar, que habían esperado mi mayoría de edad con mucha impaciencia.

Continuará...