La muñequita de papá, la puta de su tío. (2)

Ahora sería mi primo quien tras una larga conversación en la que iban y venían amenazas, terminó partiéndome el culo.

Este relato es la segunda parte de la liga que te dejo abajo:

Capítulo 1: http://www.todorelatos.com/relato/93648/

Resumen del capítulo anterior.

Tenía todo lo que una chica deseara tener. Una buena familia, buena casa y bienes, un buen novio y una buena escuela. Un buen físico y se podía decir que vivía en el cielo.

Un trágico día mis padres partirían de este mundo en un accidente de auto y de pronto mi cielo se convertiría en 'la tierra', donde la vida es más difícil, pero se puede sobrellevar. Me mudaría a vivir con mi tío y mi primo, donde todo era más complicado, pero aún podía llamar a eso, 'mi hogar'.

Pasarían 10 meses desde la época en la que me había mudado a casa de mi tío hasta que yo cumpliera mis 18 primaveras y con ello, la mayoría de edad llegaba a mí. Sin embargo, no sólo responsabilidad social llegaba con mi mayoría de edad, sino también vendría una 'responsabilidad familiar'.

Mi tío había perdido a su esposa aproximadamente en la misma época en que mi hermana había nacido, es decir hacía más de 12 años. Ahora, yo era la mujer adulta de su nueva familia en la que nos habíamos adherido mi hermana y yo. Ahora yo tendría responsabilidades femeninas.

La noche de mi cumpleaños yo experimentaría un sueño tan profundo que me impediría defenderme ante una violación doble que tendría lugar en mi habitación. Introducirían un juego sexual en mi culo, que consistía en bolas que crecían de grosor unidas entre sí por un hilo. Además, sería violada vaginalmente por estos dos seres, el primero usando preservativo y el segundo me eyacularía por dentro.

A la mañana siguiente, aún tendría esas bolas adentro del culo y tendría marcas en mis muñecas en clara prueba de que había sido sometida.

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Capítulo 2

Empecé a llorar en la regadera. Era el mejor lugar para llorar ya que nadie podía percatarse de las lágrimas que salían y los ojos enrojecidos bien podrían ser a causa del champú.

Me limpié completamente, incluso metí los dedos a mi vagina para limpiar todo lo que pudiera. Intenté hacer lo mismo con mi trasero, pero el jabón causaba mucho ardor ahí como para lograrlo.

Me mantuve bajo la regadera hasta que el agua empezó a enfriar. Dejé de llorar. Salí sólo para recordar que había llegado desnuda y que no llevaba conmigo mi bata de baño. Por suerte estaba ahí la toalla de manos que al menos cubriría mi intimidad. Los pechos podía cubrirlos con un brazo.

Me sequé y enrollé la toalla en mis caderas. Abrí la puerta sólo un poco para asegurarme de que el pasillo estuviera vacío y cuando así fue, corrí hasta mi cuarto evitando hacer el menor ruido posible. Había alfombra en el pasillo, así que podía hacerlo sin preocuparme de resbalar.

Entré en mi habitación sólo preocupada por cerrar la puerta. Incluso dejé caer la toalla ya adentro debido al movimiento brusco que hice al poner el seguro. Me encontraba justo de frente a ella y recargué la cabeza en la madera para buscar serenarme. Escuché una voz.

-Hola primita... que culito tan lindo...- era una voz joven, la de mi primo.

Me giré asustada. Ahí estaba él, sentado en mi cama, con las malditas bolas sucias que habían estado en mi trasero justo a su lado. Él miraba mi cuerpo con lujuria. Tardé dos segundos en recordar que debía cubrir mi cuerpo.

-¿¡Qué haces aquí!?- le grité asustada. Debía agacharme para recoger la toalla, pero decidí no hacerlo, ya que eso podría ponerme en desventaja ante una eventual pelea física que terminara en una violación en el piso.

-Nada primita... ¿es mi casa, no?... puedo estar donde quiera...- me respondió con un tono sarcástico. Yo ya había cubierto mi intimidad con una mano y mis pechos con el otro brazo. Me había pegado a la puerta para cubrir mi culo.

-¡Lárgate de aquí, estoy desnuda...!- le grité enfurecida. Él sólo me veía con ganas incontrolables de cogerme.

-Estás riquísima primita... porqué no te acercas y platicamos...- Se levantó y aquello me aterró.

Había una escoba a un lado de mi puerta. La usaría de arma de ser necesario. Descubrí mi cuerpo para tomarla con ambas manos y amenazarlo con ella.

-¡Si te acercas te la voy a partir en la cabeza, maldito violador!- le grité. Sus ojos recorrieron mi cuerpo desnudo con lujuria.

-¿Violador?... esas son serias acusaciones primita...- y sonrió burlonamente.

-¡Lárgate de aquí, hijo de puta!- le volví a gritar amenazándole con la escoba.

-Jajaja... de acuerdo, me iré...- sonrió dando unos pasos hacia mí. A su vez yo fui caminando hacia el otro lado siempre formando un círculo entre nosotros y dejando libre la puerta. -Iré a ver como está Vainilla...- susurró cuando estuvo por salir.

Vainilla era el apodo de mi hermana. Aquello me aterró aún más.

-¿Qué dijiste imbécil?- le grité golpeando la puerta con el cepillo de la escoba, impidiendo que saliera.

-Pues, dices que soy un violador... puedo ir con Vainilla y violarla, así al menos tendrás una razón para acusarme de esa manera...- y sonrió mientras giró el picaporte.

-¡Te mataré si te atreves a tocarle tan sólo un cabello, te juro que te mataré!- le grité y empujé el cepillo contra la puerta, intentando evitar que la abriera. En el proceso, le golpeé en la cara. Eso pareció gustarle.

Con lentitud volvió a poner el seguro de mi habitación y en un movimiento rápido golpeó el palo de la escoba haciendo que se me cayera de las manos.

Se acercó a mí con pasos gigantes e incluso antes de que yo pudiera atacarlo me dio un tremendo empujón que me hizo volar hasta el colchón de mi cama.

Me quedé inmóvil, aterrada. Cuando quise reaccionar él ya estaba sobre de mí, aplastando mis manos entre su cuerpo y el mío e inmovilizando mis piernas con las suyas. Estaba segura que me violaría ahí mismo. Empezó a decir algo casi como un susurro.

-Imagínalo Lorena, podría tener a tu hermana así mismo... desnuda... incapaz de protegerse... con su piel suave, con carne tiernita... con esos pechitos que deben ser apenas un par de volcanes... imagina el dolor que sentirá cuando la penetre. Ella es pequeña, le dolerá más que a ti... y después iré por su culo... ese culo pequeñito y tierno, más apretado que el tuyo... ¿Eso quieres maldita zorra, eso es lo que quieres que haga?...-

Sus palabras eran bombas, todo aquello era aterrorizante. Sin embargo no quise demostrarle debilidad.

-Si te atreves a tocarla, te las cortaré...- le respondí con otra amenaza.

-¿Crees poder conmigo?... Mírate justo ahora... podría violarte si así lo deseo... ¿Quieres que vaya ahora mismo a violar a tu hermana?- me volvió a amenazar. Intenté moverme, me sacudí debajo de él intentando liberar mis brazos. Todo fue inútil...

-No..., ya quítate de encima imbécil...- bajé la voz y giré el rostro, empezando a derrotarme.

-¿Quieres que la viole, zorra?- volvió a amenazar.

-No...- no pude más y empecé a llorar ahí mismo.

-Si no quieres que haga eso, podemos tener un trato...- cuando lo dijo, volví mi mirada hacia su rostro. Él bajó el suyo y lamió mis lágrimas. -¿Quieres escuchar el trato?- me susurró en el oído. Aquello me causó un escalofrío.

Me quedé en silencio, intuía que su trato significaba violarme.

-¿Quieres...?- repitió en mi oído y después metió su lengua en él. Giré el rostro en ese instante con furia renovada.

-No hagas eso, es asqueroso...- me quejé. -¿Cuál es tu maldito trato?- le miré a los ojos tan molesta como pude.

-Mámamela...- susurró en el oído. Abrí los ojos sorprendida. Jamás había 'mamado' sin condón, principalmente por el final feliz en el que debía tragar el semen, aquello me causaba un asco terrible.

-¿Sabes que te la voy a morder tan duro que no vas a poder volver a coger en tu asquerosa vida?- le amenacé con una sonrisa simulada.

-Si no lo haces, la violaré...- me volvió a amenazar con sus palabras recurrentes.

-Si lo hago no vuelves a coger en tu puta vida, eso te lo prometo...- y volví a sonreír. Él se quedó pensativo hasta que sentí cómo bajó una mano e intentó meterla entre mi cuerpo y la cama dirigiéndose a mi culo.

-Tienes razón primita... quiero entonces tu culo... cogerlo ayer fue delicioso, pero ahora quiero sin condón...- todo aquello fue una revelación entre susurros.

¿Eso quería decir que también había sido violada con sus malditos falos por atrás? Quizá estaba muy drogada entonces como para darme cuenta de que era cogida por atrás, pero aquello hacía más lógico que me doliera tanto el culo cuando empecé a recobrar el conocimiento.

-Tus malditas bolas me abrieron, estoy lastimada...- le revelé, el sonrió complacido.

-¿Te gustó que las dejara ahí adentro toda la noche?... yo debía sacártelas, pero pensé que era una buena sorpresa cuando despertaras...- se burló en mi rostro.

Le miré con furia, era su culpa que ahora tuviera lastimado el ano y quizá adentro también.

-Eres un maldito asco...- y le escupí en el rostro, estaba enfurecida.

-Te cojeré ahí aunque te mueras del dolor...- me sonrió limpiando mi saliva de su rostro.

-Te pudrirás en la cárcel maldito estúpido. Tú y tu papá...- le amenacé con mi último recurso.

-Si nos denuncias, tu hermana se va al carajo, a un orfanato. ¿Sabes lo que les hacen ahí? También los violan...- me sonrió.

-¿Qué quieres de mí pendejo?- me derroté, quería negociar.

-Tu culito hermoso Lorena...- me sonrió.

-No, eso no, de verdad estoy lastimada...- repliqué.

-Entonces déjate coger por adelante... sin condón y sin oponer resistencia...- me volvió a sonreír.

-¿Si hago eso, me prometes que no tocarás ni un cabello de mi hermana?- le miré, evaluando las posibilidades.

-Si tu me complaces siempre que yo quiera, no habrá necesidad de que lo haga tu hermana...- y me liberó. Yo me quedé inmóvil. Me derroté.

-Está bien, hazlo...- giré el rostro, dispuesta a no oponer resistencia.

-Pero no en esta posición, te quiero como perrita, como la maldita perra que eres primita...-

Aquello era humillante. Deseaba con todas mi fuerzas golpearlo justo en el rostro y dejarle un ojo morado, pero aquello podría significar que él cumpliera con sus amenazas. Me giré, adoptando la posición del perrito.

El caminó hasta la parte trasera de mi cama y encontró unas cintas de las que yo no me había percatado. Me tomó una mano y empezó a amarrarme.

-Esto no es necesario... ya dije que lo haría...- repliqué molesta.

-Cállate... será con mis reglas- cruzó al otro lado y me amarró la otra mano. -¿Dónde guardas tu ropa interior?-

-¿Qué? ¿Para qué quieres saberlo?- volví a replicar.

Sentí cómo fue hasta mi culo y sin previo aviso metió un dedo que me lastimó muchísimo. Di un grito y luego maldije en su nombre.

-¿Dónde mierda guardas tu ropa interior, perrita?- volvió a preguntar con el dedo aún adentro. Yo bajé la cadera, e incluso intenté girarme, pero era inútil.

-En el segundo cajón en el guardarropa... pendejo- le respondí.

Tardó unos segundos. Miré uno de mis cacheteros hecho bola.

-Abre la boca- me ordenó.

-¿Porqué? Ya cógeme y déjame en paz...- aquello había sonado más bien como una súplica.

-A eso voy, ábrela...- ordenó de nuevo.

Obedecí y me la metió en la boca. Antes de intentar sacarla con la lengua, me tomó del rostro y pegó cinta adhesiva en mi boca.

-Sube el culo...- me ordenó. No obedecí. Sentí una nalgada muy violenta. -Que lo subas...- me gritó.

Ya era demasiado. Si quería cogerme, que lo hiciera así.

-¿No lo vas a subir?... entonces te cogeré por el ano, pendeja...- me amenazó. Sentí cómo abrió mis nalgas. Rápidamente quise subir la cadera y evitarlo.

Fue inútil. Sentí su penetración ruda que me partió el culo. Aquello era muy doloroso, empecé a llorar.

Por suerte el imbécil de mi primo parecía ser precoz. Empezó a gemir similar a cuando un hombre va a terminar en los primeros 30 o 40 segundos de haber empezado.

Sentí cómo sacó su pene sin eyacular.

-Te voy a llenar la vagina de semen...- amenazó. Se abrió paso entre mis piernas y logró penetrar mi vagina. Ahí bombeó unos segundos más y sentí su eyaculación.

Todo había terminado.

-Voy a descansar un rato. ¿Porqué no duermes?- oí la voz de mi primo. Ese maldito no pensaba desamarrarme.

Me cubrió con una sábana y escuché cómo cerró mi puerta.

Tenía sed y mi panty en la boca me secaba aún más la saliva. Maldita era mi suerte, me había partido aún más el trasero, aún sentía mi pulso en él.

Continuará...