La mujer que quiso ser puta

Esta es la historia de una mujer que quiso ser tratada como una puta. También es la historia de dos jovencitos que tuvieron la suerte de encontrarla.

LA MUJER QUE QUISO SER PUTA

Yolanda se toma el café despacio, a sorbos lentos, en la barra del bar. Se la ve bastante abatida, absorta en sus pensamientos. Su mano derecha juguetea con una caja pequeñita de cerillas. Saca una, se enciende un cigarrillo, y sigue jugueteando con la caja, que tiene dibujada la silueta desnuda de una mujer de generosos pechos, y en el reverso, escrito en letras rosas, pone: Ladys, tu paraíso .

Aparte de los cuatro gatos que toman el café en la barra, y del chico que juega a la máquina recreativa, el bar está vacío.

Entran ahora un hombre de mediana edad y una mujer con exceso de maquillaje y la falda muy corta. Ella es una de las prostitutas que se ponen en la calle Salvador. Yolanda lo sabe porque pasa por ahí a diario para ir a su trabajo. El hombre se dirige al camarero, y con voz escandalosa, dice. Jefe, ponle a esta princesa el café más bueno que tengas y échale unas gotitas de coñac, que hoy se ha ganado un reino entero . Le da una palmadita cariñosa en el culo y ella responde con un jijiji, qué cosas tiene este hombre . Yolanda los mira atentamente mientras se termina el café. Él la coge de la cintura mientras hablan divertidamente y, de vez en cuando desliza su mano por su culo y se lo soba un poco. Un par de veces, incluso, mete distraídamente la mano por debajo de su falda. Ella se deja. Yolanda piensa que apostaría a que ese tipo está casado.

Cuando la pareja se va, Yolanda paga el café y pide la llave del servicio. Una vez allí, se sube la falda y orina agachada sobre el inodoro, sin apoyarse en éste. Cuando termina, saca una toallita desechable del bolso, de esas húmedas y perfumadas, y se limpia. Mientras se sube las bragas y se recoloca la falda puede ver su reflejo en el espejo. Se da cuenta de que está excitada. Avanza hasta acercarse un poco más al espejo y se vuelve a subir la falda. Mira cómo le quedan sus braguitas. Mete la mano bajo ellas y busca la humedad con la punta de los dedos. Se quita las braguitas y se vuelve a mirar. Pasa un dedo por su ingle suave, recién depilada. Se baja de nuevo la falda para ver qué se siente yendo sin bragas. Da dos o tres pasos contoneándose sin dejar de mirarse en el espejo. Siente el aire moverse por su coño húmedo. Le gusta. Tira las bragas a la papelera. Vuelve a ponerse delante del espejo y a subirse la falda, muy despacio esta vez, moviendo un poquitín las caderas mientras la desliza piernas arriba hasta que aparece de nuevo su coño. Se lo agarra ahora con toda la mano y se lo estruja. Abre un poco las piernas. Separa sus labios usando solo una mano y desliza sus dedos restregándose toda su humedad. Un ruido la sobresalta a su espalda. Alguien ha abierto la puerta. Se le ha olvidado echar el cerrojo.


Josué está jugando a la consola en el salón. Está a punto de pasar de pantalla y acceder así al nivel superior con el juego con el que lleva toda la semana liado cuando llaman a la puerta. Es Toño. Lo sabe antes de abrir porque apenas hace 15 minutos le ha llamado al móvil para preguntarle si estaba en su casa y decirle que no se moviera de ahí, que iba para allá, que tenía que verle con urgencia. Desganado le da a la pausa y va a abrir la puerta.

Espero que sea importante, porque estoy a punto de entrar en la caverna de las hadas a coger el amuleto de… – se interrumpe cuando se da cuenta de que Toño no viene solo – Ah, perdona, hola.

Venga tío, ¿nos dejas pasar o qué? – dice Toño con impaciencia.

Claro.

Josué y Toño se conocen desde el parvulario. Ambos son ahora unos adolescentes flacuchos y desgarbados, bastante altos. Toño ya presume de que se afeita todos los domingos, pero en realidad es más por honrilla que porque le haga falta hacerlo con esa frecuencia. Josué está algo acomplejado por el acné, que éste año se ha cebado con su cara, aunque su primo, que ha empezado este año en la universidad, le ha dicho que no se preocupe, que él también lo tuvo y cuando entró a bachillerato ya se le pasó. Con Toño viene una mujer como de unos 30. Bastante guapa y bien vestida. Así elegante, con camisa ceñida y falda de corte ejecutivo por las rodillas. Morena y con buen tipo. Los tres entran al salón de la casa de Josué.

¿Está tu padre? – pregunta Toño.

Que va, tío. Pero si ya sabes que no viene hasta la noche. No sé para qué preguntas.

Toño se dirige entonces a la mujer y le dice:

Venga, enséñale a mi amigo lo que sabes hacer.

La mujer se acerca a Josué, se arrodilla, le desabrocha el pantalón ante la mirada anonadada del chico, le saca la polla – que ya está completamente erecta – y empieza a lamérsela.

Hostia, hostiahostiahostia . ¿Quién es esta tía? – Dice Josué, que apenas puede articular palabra a causa del placer.

¿Lo flipas o no?

Joder, joder, joder.

La mujer, después de lamerle levemente el capullo y el tronco, se ha agachado más y está chupándole los huevos al chico.

Me la encontré en los servicios del Risco. La tía se estaba masturbando, la muy zorra. Y yo cuando la veo, todo cortado me doy la vuelta y le digo, perdona. Y ya me iba para dejarla con lo suyo, te lo juro, cuando entonces va la tía y me pide por favor que no me vaya. Que si me puede pedir algo. Y cuando yo le pregunto que qué quiere, va y me dice que, por favor, la trate como a una puta. ¿No es alucinante?

Joder – Josué no sabe a qué da menos crédito, si a lo que cuenta su amigo o al vértigo de placer que siente cuando la mujer se mete su polla en la boca hasta el fondo – a ver si nos va a pedir dinero por esto.

Qué va. Lo mismo le dije yo. Que no tenía dinero para darle. Pero ella me dice entonces que no quiere dinero, sino que la trate como una puta.

¿Y qué hiciste tú? – su voz es entrecortada.

Pues decirle; mámamela entonces, puta. Y va y se arrodilla y me la empieza a chupar así como te la está chupando a ti. Imagínate. Yo ya la tenía dura desde que abrí la puerta del baño y la pillé masturbandose

La mujer empieza a succionar rítmicamente la polla del chico, que tiene unas dimensiones considerables, al mismo tiempo que mueve la lengua en el interior de su boca acariciándole el capullo. Josué empieza a emitir leves gemidos.

¿Te lo habían hecho alguna vez? Lo de comerte la polla, digo.

Diosss. No, nooo. – A Josué ya le cuesta hablar y las palabras se le juntan con los gemidos.

A mi me lo hizo una vez la Vane, pero me lo hizo así como con asco. No como ésta, que parece que le gusta chupártela. Y además, la Vane no quiso llegar al final y tuve que acabar yo meneándomela. Pero ésta… ésta se traga toda la lefa que le eches.

Y es decir Toño esto y no poder Josué aguantar más, estallando en una corrida abundante que pilla a la mujer por sorpresa. Traga lo que puede, y luego, ante la mirada atenta de un Josué satisfecho, lame lo que se le ha quedado en la comisura de los labios, las gotas que han caído al suelo, y luego los restos que han quedado en su polla.

¿Ves? Te lo he dicho. Ésta puta se traga toda la leche que le des.

La hostia, ¡esto es la hostia! ¿Y la has visto desnuda?

¡Ah! Eso es lo mejor. La tía está buenísima. Tú, puta – se dirige a la mujer – enséñale las tetas a mi amigo.

La mujer se levanta y se desabrocha la camisa hasta abrírsela y se deshace de ella. No lleva sujetador y quedan al momento libre dos espléndidas tetas de consistencia perfecta. Tiene los pezones erectos. Toño empieza a manosearle una y a pellizcarle el pezón.

Puedes tocarlas, si quieres.

Josué se acerca y se hace con la otra. La palpa, la estruja un poco y se la mete en la boca. Succiona y mordisquea el pezón empitonado. A la mujer se le oye respirar entrecortadamente, a causa de la excitación.

Quiero verle el coño – pide Josué.

Ya le has oído, puta. Quítate la falda.

La mujer se desabotona la falda y la deja resbalar por sus piernas. Aparece entonces su coño completamente depilado y blanco. Mojado.

Es como el de las películas porno que tiene mi padre escondidas en el armario. – dice Josué, a quien le sorprende ver un coño depilado por completo – ¿No llevaba bragas?

¡Qué va! Allí en el servicio del Risco, cuando se estaba machacando, no llevaba bragas. Y luego, cuando me la mamó y eso, le dije que se quitara el sujetador porque me estorbaba para sobarle las tetas.

¿Y qué más has hecho con ella?

Pues nada. Ya me empezó a dar rollo tener tanto tiempo ocupado el servicio del Risco y le pregunté si venía conmigo a casa de un amigo. Me dijo que iría donde yo quisiera y que haría lo que yo le dijera, así que le dije que se vistiera y aquí la he traído. Hemos venido en su coche. Que por cierto, vaya coche. – mientras dice esto, Toño se está desabrochando los pantalones y sacando con dificultad del calzoncillo la verga, tiesa como una estaca. Se dirige a la mujer. – Cómemela otra vez, puta.

La mujer se vuelve a arrodillar y se mete la polla de Toño en la boca. Éste le empuja la cabeza hacia abajo y se la mete hasta el fondo.

Mira tío, mira hasta donde se la meto.

Empuja un par de veces con fuerza obligando a la mujer a tragarla entera, hasta aplastarle la cara contra sus huevos y meterle la nariz en el pubis del chico dejándola casi sin respiración. Luego le coge del pelo y empieza a manejar su cabeza hacia adelante y atrás. Despacio pero empujando hasta el fondo.

¿Y tienes idea de quién es?

Qué va, tío. Mira en su bolso, supongo que ahí tendrá la cartera. – la voz de Toño empieza a oírse ya entrecortada.

Josué rebusca en el bolsito negro que ella ha dejado sobre la mesa y de su cartera saca una tarjeta.

Yolanda Extremera. Gerente de Eurobusiness. Joder, tío. Parece importante.

Que más da. Me importa un bledo quién sea. Para mí es… Putita. Así la voy a llamar. ¿Te parece bien, Putita?

La mujer emite un ruido que, de no tener la polla de Toño en la boca, hubiera sido un . Josué suelta la tarjeta encima de la mesa y se acerca por detrás a la mujer. Le manosea el culo y luego le mete la mano en la entrepierna, metiendo dos dedos en su coño.

Joder, tío. Tiene el coño muy mojado. ¿Me dejas que me la folle?

Claro, tío. Venga, Putita. Levanta ese culito.

Toño se arrodilla sin dejarle sacar la verga de la boca y la mujer se pone entonces a cuatro patas. Josué viene por detrás y, sin entretenerse demasiado, le mete el falo hasta el fondo y empieza a empujar. Las propias embestidas de Josué empujan a la mujer contra Toño, que a su vez mueve su pelvis en sentido contrario, obligándole entre los dos a tragárse rítmicamente y hasta el fondo su polla. Se le oye un jadeo que queda mitigado por tener la boca llena. Al cabo de unos minutos la lefa de Toño le resbala por la comisura de los labios y por el cuello y segundos después es Josué quien se corre en su coño. Una vez éstos salen de ella, la mujer limpia con la lengua sendas pollas, aún a cuatro patas.

Mírala, parece una perrita. – Dije Josué con sorna.

La perrita Putita. Jajajaja.

Putita, la muy perra. Jajajajaja.

¿Y si le ponemos un collar y la atamos a la pata de la mesa? Así como las perras de verdad, digo.

Genial, ¿tienes alguno?

No, pero puedo buscar una cuerda.

Josué desaparece por la puerta del pasillo y aparece al par de minutos con un trozo de cuerda.

Ven aquí, perrita. Perrita Putita. – llama a la mujer, que se acerca a cuatro patas.

Josué ata la cuerda alrededor del cuello de la mujer de manera que esté ajustado, pero no ceñido. Así como una gargantilla. Luego tira de él hasta llevarla hasta donde se encuentra la mesa, atando el otro extremo de la puerta a la pata de ésta. Una vez la ha atado, le lleva los dedos al coño y le frota ligeramente, por lo que la mujer emite un leve gemido.

Joder, tío. Ésta todavía está mojada.

Pues que espere ahí, que ya volveremos a darle candela.

Y ahí deja a la mujer, a cuatro patas y atada a la pata de la mesa, y se va al sofá a sentarse con Toño que está poniendo el FIFA en la consola. Cuando Josué le ha ganado a Toño un par de partidas, lo dejan y miran de nuevo a la mujer, que espera paciente a cuatro patas a que los chavales quieran hacer uso de ella.

¿Qué podemos hacer ahora con ella? – pregunta Toño.

No sé. Mi padre dice que a todas las putas les gusta que les castiguen con unos buenos azotes. Podríamos darle unos azotes.

¿Pero por qué la castigamos?

Pues yo qué sé. Por puta.

Toño se levanta entonces del sofá y se acerca a la mesa. Desata la cuerda de la pata y tira de la mujer hasta llevarla donde está Josué.

Venga, dale. Y tú, Putita, saca el culo.

¡Plas! Josué le da una nalgada sonora con la palma abierta que hace que el culo de la mujer rebote. Ella emite un gemidito y saca un poquito más el culo hacia fuera, ofreciéndolo.

Así no, tío. Eso no hace ni cosquillas. Más fuerte. Mira.

¡Plas! Ésta segunda palmada, notablemente más fuerte, hace a la mujer dar un respingo y soltar un pequeño gritito. Los chicos ríen. ¡Plas! Josué se anima otra vez y, siguiendo el ejemplo de Toño, le propina un fuerte y sonoro nalgazo. ¡Plas! ¡Plas! A cada guantazo que recibe, la mujer emite un sonido que está entre el gritito y el gemido. Toño no aguanta más su erección y, sacándose la polla del pantalón, se arrodilla frente al culo de la mujer y se la inserta en el coño de un golpe. La mujer gime desesperadamente. Toño se la folla mientras le propina guantadas en los cachetes, ya enrojecidos. Coge entonces con una mano la cuerda que le ata el cuello y tira con fuerza hacia él, mientras que con la otra, rítmicamente, le da una cachetada cada vez que la embiste, ¡plas! ¡plas! ¡plas!

Mira, tío. Mira como cabalgo a mi yegua.

Josué se ha puesto delante a grabar la escena con el móvil, mientras Toño exagera su papel de jinete y tira aún más de las riendas, haciendo a la mujer arquearse más.

Lo van a flipar en clase – dice Josué mientras su cámara no pierde detalle.

Toño aminora un poco el ritmo cuando Josué termina de grabar su video. La folla ahora de manera constante, pero tranquila. Ella jadea. Está casi descompuesta por el placer.

Oye, ¿y si se lo hacemos por el culo? – sugiere Toño.

¿No le haremos daño?

En las pelis porno de tu padre no parece que a ellas les duela demasiado.

Ya, pero acuérdate de lo que me dijo mi primo, el que ha empezado este año la carrera. Que una vez intentó hacérselo a su novia por detrás y que tuvo que parar sin habérsela metido entera porque el dolor era insoportable. Yo qué sé. Pregúntaselo a ella, a ver qué dice.

¿Estás gilipollas? Ella no tiene nada que decir. Es mi puta y hará lo que yo diga. Y yo digo que voy a metérsela por el culo. Putita, ponme el culo en pompa.

Toño se la saca del coño y la mujer se apoya con el antebrazo en el suelo, sacando el culo todo lo que puede. Toño le mete un dedo y después apunta con su capullo al ano y empuja, lo que obliga al esfínter de la mujer a dilatarse y a tragarse la vara de Toño, no sin cierta dificultad. La mujer deja escapar un gruñido que se hace más lastimero cuando Toño empieza a moverse en un metesaca.

Dios, tío. Esto es la hostia. Está muy estrechito, tienes que probarlo.

Pues parece que a ella no le está gustando tanto como lo de antes – ríe Josué, que ha vuelto a empezar a grabar con el móvil.

Pues que se joda. Ella es quien se lo ha buscado.

Para evitar que se vaya echando hacia delante, Toño la agarra del pelo tirando de ella hacia atrás, obligándola a ponerse de nuevo a cuatro patas y a arquear la espalda. La mujer aguanta las embestidas del muchacho y los tirones de pelo sin más queja que el leve gruñido. Minutos después, Toño se vacía en su culo y siente cómo la leche del chico sale de su agujero y resbala por sus piernas.

Chupa.

Cuando ésta apenas se ha dado la vuelta y ha empezado a limpiar a lengüetazos suaves los restos de semen de la polla de Toño, ya está Josué introduciendo su glande en el dolorido esfínter. La polla de éste es más gruesa, por lo que a la mujer se le contrae un poquito más la cara y se muerde el labio para no dejar escapar ninguna queja cuando Josué se la inserta hasta dar con sus huevos en su chorreante coño.

Mientras Toño se sienta de nuevo en el sofá y empieza una partida en la consola, Josué sodomiza a la mujer repitiendo todas las gracietas de Toño. La coge de las riendas y luego del pelo, le da cachetadas, ¡plas! ¡plas! ¡plas!, mientras la penetra por el culo salvajemente. La mujer gruñe ya abiertamente mientras intenta sostenerse como puede a cuatro patas. Las tetas le bambolean exageradamente.

¿A que es la hostia? – pregunta Toño desde el sofá sin quitar los ojos de la pantalla, donde con el mando de la consola maneja a un Gerrero que escapa de unos ogros.

Josué no contesta. Sólo jadea fuertemente y acelera el ritmo y la brutalidad hasta reventar en un glorioso orgasmo. Una vez ha terminado, saca despacio la polla del interior de la mujer.

Hostia, tío. Mira cómo se le ha quedado el culo. Se lo hemos dejado abierto. Jajajaja.

Toño le da a la pausa y deja el mando de la consola para acercarse por detrás de la mujer. Efectivamente tiene el esfínter notablemente más dilatado y los cachetes enrojecidos de tanta nalgada. Se puede ver también un hilo de semen resbalando hacia su coño y restos de esperma secos alrededor del ano y en la cara interna de los muslos.

Jajajaja – ríe Toño – a ésta le hace falta un tapón.

Espera – Josué se levanta de un salto y al momento vuelve con un plumero en la mano – Lo usa la tía de la limpieza que ha contratado mi padre para quitar el polvo. Vamos a ponerle una colita a la perrita.

Josué empieza a introducirle el mango del plumero por el culo, que es bastante grueso. La mujer se revuelve un poco por el dolor que le ocasiona la intrusión de ese objeto tan rígido.

Estate quieta, Putita. – le dice Josué dándole una sonora cachetada.

Josué empuja del plumero introduciéndoselo hasta el final donde el mango se estrecha, quedando fuera toda la parte de las plumas. Una vez está todo dentro, se retira para ver el efecto de la cola en la mujer postrada a cuatro patas. Los dos chicos ríen.

Jajajaja. Ahora sí que es una auténtica perrita. – dice Toño.

Venga, perrita. Mueve la colita si quieres más polla. Jajajajaja.

La mujer mueve el culo imprimiéndole al plumero movimiento. Siente cómo el mango se mueve dentro de ella contra las paredes de su intestino. Está completamente excitada y vuelve a jadear pausadamente. Josué le indica con gestos que se aproxime a limpiarle los restos de esperma de su polla, pues aún no lo ha hecho, y la mujer avanza con dificultad moviendo el culo todo lo que puede y apretando para que no se le salga el accesorio que le han puesto. En lugar de limpiar la polla del muchacho lamiéndola, como las otras veces, se la introduce entera en la boca y la chupa como si fuera un helado, con auténtica voracidad y glotonería. El muchacho se la quita de la boca una vez limpia, pues no quiere volver a ponerse como una moto. La mujer se queda como a quien le arrebatan un caramelo.

Ésta no se cansa de la leche. Ya quería exprimirme otra vez, la tía.

Eso es porque todavía está caliente, la muy perra. – dice Toño. Y a continuación se dirige a la mujer – Putita, si quieres puedes sobarte el coño. Como cuando te sorprendí en el servicio del Risco. Hazlo que te vea mi amigo. Pero hazlo moviendo la colita, que podamos ver lo contenta que estás.

La mujer se lleva una de las manos a la entrepierna quedando a tres patas y empieza a mover el culo mientras mete y saca dos dedos de su lubricado coño. Siente el utensilio que tiene metido por el culo presionar en círculos sobre las paredes de su entraña, y eso, mezclado con la caricia de sus dedos, le produce un placer indescriptible. Se pone a jadear. Toño y Josué, de pie, separados a un metro de ella, la miran fíjamente.

Oye, tío, nos tenemos que ir ya de aquí, que mi padre está a punto de venir. – dice Josué sin quitarle la vista de encima a la mujer. – ¿Qué vas a hacer con ella?

No lo sé. Tendré que dejarla que se vaya a su casa. Yo no tengo dónde meterla.

¿Pero no le vas a obligar a que venga otro día?

Se lo diré, a ver qué dice.

¿Cómo que se lo dirás? ¿No es tu puta? Ordénaselo.

Pues se lo ordenaré. Pero una vez que se vaya de aquí me hará caso sólo si le da la gana.

La mujer ha empezado a tocarse el clítoris y a intensificar el ritmo de la fricción. Los jadeos también se hacen más intensos y entrecortados.

Podríamos obligarla a que sólo follara con quien nosotros quisiéramos. Podríamos sacarnos un dinero en el instituto con eso.

Pues ya me dirás tú cómo hago eso, listo. Con lo guarra que es ésta, en cuanto salga de aquí ya está buscando a otro para que se la folle.

Yo qué sé. Ponle uno de esos cinturones que se ponían a las esposas en la edad media. Uno de esos para que no le pusieran los cuernos a los maridos. Creo que en algunos Sex Shops los venden. Que lo pague ella, que debe tener mucha pasta.

¿Y eso no es pasarse un poco?

¿Pasarse un poco? Mírala. Con un plumero en el culo y jadeando como una guarra. Si no le gustara esto ya se habría ido.

La mujer gime ahora exasperadamente, se frota, hace movimientos ondulantes con la espalda y mueve el culo a un lado y al otro de forma desesperada. Los chicos la miran en silencio hasta que ella, con un último gemido prolongado, desploma su tensión sobre las tres patas sobre las que ahora está sujeta y queda como vencida. A continuación, lame minuciosamente la mano con la que se ha masturbado hasta quitarle cualquier resto de su flujo. Una vez a acabado, se vuelve a apoyar de nuevo en sus cuatro extremidades, y mira a los chicos. Es entonces cuando Toño se dirige a ella, como si no hubiera estado escuchando la conversación que minutos antes mantenían los dos jóvenes.

Puta – dice de modo más solemne del necesario – hemos decidido que a partir de ahora follarás sólo con quien nosotros queramos. Y que a lo mejor te decimos que te folles a alguien o le comas la polla y les dejes sobar tus tetas y todo eso a cambio de dinero. Y tú nos tendrás que obedecer. Y también te vamos a poner un cinturón de

(castidad) – apunta Josué.

un cinturón de CASTIDAD para asegurarnos de que haces caso y no follas por ahí con otros sin que te demos permiso.

Ahora los dos la miran interrogantes. Expectantes. Saben que sin su consentimiento, ellos no podrán someterla.

Haré todo lo que me digáis. – dice por fin ella, desde su sumisa postura a cuatro patas.

Bien – dice Toño recobrando la seguridad – entonces vístete y llévanos a que te compremos el cinturón.

La mujer se levanta diligente y se pone la camisa, luego se dirige a Toño.

Perdone

Toño la mira expectante. Ella se da la vuelta mostrándole su espalda y sacando un poco el culo y dice:

¿Me puedo quitar esto? Es que si no, no podré ponerme la falda.

Los dos chavales ríen al ver el generoso plumero saliendo de su culo. De pié y con la camisa puesta, es gracioso verla. Toni se acerca y le ordena que se abra el culo, por lo que la mujer se agarra los dos cachetes, separándolos entre sí. Toni tira del plumero lentamente y los dos chicos observan cómo al retirar el objeto, que hacía de tapón, sale del agujero dado de sí un hilo de leche que aún quedaba dentro. A continuación, Toni le da un cachete a la mujer, que sorprendida pega un pequeño saltito.

Venga, andando. Que no tenemos todo el día.

La mujer se pone entonces la falda, Toni le quita la cuerda que aún sigue atada a su cuello y salen los tres de la vivienda.

Los chicos han elegido una tienda pequeña en un barrio alejado del suyo. La conocen porque el Lalo, que está muy salido, le ha contado a toda la clase que allí tienen las cosas más raras que ha visto. Les cuesta encontrarla, porque está escondida en un callejón, pero al final dan con ella. Toño y Josué entran primero y, tras ellos, la mujer. Tras echar un rápido vistazo a las repletas estanterías se dirigen al dependiente, un tipo con cara de malos amigos.

Buscábamos un cinturón de castidad – dice Toño, que se siente comprometido a tomar el mando de la situación.

Mira chavales, iros con la música a otra parte. No quiero tener problemas por culpa de dos mocosos que juegan a caballeros medievales con las niñas de su cole.

No es para jugar con las del insti. Es para ponérselo a nuestra puta – apunta Josué, quien ya empieza también a sentirse en parte propietario de la mujer y se siente ofendido por el término de mocoso.

¡Que os piréis!

Que te estamos diciendo la verdad – se queja Toño con un tono bastante infantil – que es para nuestra puta. Mira. Es ésta. – y mirando a la mujer – Díselo tú, Putita, que a mí no me cree.

El dependiente abandona el desinterés y empieza a mirar al trío con creciente curiosidad. La mujer, hasta ahora atrás, avanza hasta el mostrador.

Disculpe, señor. Comprendo que éste es un tema delicado. Es normal que tenga usted sus reservas a vender éste objeto tan… digamos "controvertido" . Hay que andarse con ojo. No hay nada más que ver todos los días las noticias. Pero yo le puedo asegurar que en éste caso la venta del "utensilio" es más que legítima y está completamente justificada. Verá, yo soy la puta de estos señores. Y ellos han decidido hace un rato que quieren que les "satisfaga" sólo a ellos y a quienes ellos decidan cederme o prostituirme, y eso por supuesto implica que por mi entrepierna no pase varón alguno sin que ellos le hayan dado el visto bueno. Dígame usted, si no es de ésta forma, haciendo uso de un medio que me obligue a la castidad, de qué otra manera iban a poder tener el control de mis "actividades sexuales" y asegurarse que yo no estoy por ahí haciendo lo que no debo. Si de lo que se trata es de una cuestión legal, no tenga problema, pues en el caso de que el asunto lo requiriese, estoy dispuesta a cumplimentar cualquier trámite en pro de esclarecer que me someto voluntariamente a la castidad que estos señores tengan por criterio o por capricho imponerme. Así que, si no tiene usted nada que objetar, le rogaría en nombre de estos señores que les mostrara el cinturón más adecuado para mantener a raya a una servidora.

Ella ha hablado suave y con voz firme. Con una elocuencia digna de una auténtica oradora. Desde que la encontrara Toño en el Risco, a excepción de algunas frases sueltas y toda esa colección de gemidos, gruñidos y grititos, ella no había abierto la boca salvo para tragar polla. Y ahora, vestida de ejecutiva y hablando de esa forma, es difícil imaginársela con un plumero en el culo. Su intervención los ha dejado a los tres con las bocas abiertas como besugos y las pollas duras como burros. Toño es quien rompe el hielo, tras unos segundos de intenso silencio.

¿Ves? Te lo dije. – le dice con sorna al dependiente. Y para subrayar lo ya dicho y proclamarse inequívocamente dueño, le mete una mano en el escote de la camisa de la mujer, que se deja sin oponer la menor resistencia, y empieza a manosearle y estrujarle una teta.

¡Hostia puta! – dice el dependiente, que aún no da crédito.

¿Nos vas a dar eso, o no? – pregunta Josué, ya impaciente.

El dependiente se mete entonces tras unas cortinas negras que hay al final del mostrador y después de unos segundos sale llevando en la mano dos extraños cinturones metalicos, que más que cinturones, parecen una especie de bragas.

Los hay también de cuero – explica – pero esos sólo sirven para jugar. Si lo que de verdad queréis es controlar a esta putita y que lo lleve puesto cuando no está con vosotros, tiene que ser de los de verdad. No sé cuál de los dos es su talla. Si queréis, se los probamos ahora mismo y os lleváis el que mejor le quede.

Toño le levanta la falda a la mujer y se la enrolla en la cintura, dejando su sexo totalmente al descubierto.

Vaya ejemplar de zorra – dice el dependiente mientras le alarga a Toño el primero de los cinturones– ya me diréis donde habéis tenido la suerte de encontrarla, porque esto es un regalito que os ha caído del cielo sin comerlo ni beberlo. Que dudo mucho que dos chavales como vosotros hayáis ido buscándolo.

Toño lo abre y se lo pone a la mujer, que abre un poco las piernas para facilitarle la labor. Tiene una parte que se ajusta a la cintura y otra que es como una tira que va desde atrás a delante y envuelve su sexo. A la altura del ano tiene una oquedad y en la parte que cubre su coño, una estrecha rendija y unos agujeritos a modo de colador, para que no tenga que quitárselo para ir al servicio. No le queda mal, pero no se ciñe del todo. El dependiente le da el otro para que se lo pruebe, de una talla menor. El chico repite la operación de ponérselo por detrás y cerrarlo por alante. Éste le queda bastante apretado. Toño le pide al dependiente su opinión.

En realidad los dos podrían valer, aunque yo me quedaría con éste último. El primero le está un pelín grande para mi gusto. A ver, follársela no se la van a follar con él, así que podéis llevároslo sin miedo, pero a lo mejor podría caber un dedito o algo así. Si de verdad queréis aseguraros de que no va a hacer nada de nada, éste es el suyo. Eso sí, le va a molestar al principio, porque le queda un poco pequeño, pero ya se acostumbrará.

¿Tú qué dices? – le pregunta Toño a Josué.

¡Que nos lo llevamos puesto! – dice el chico divertidamente.

Toño cierra entonces el candado y le dice a la mujer que se de una vuelta para ver cómo le queda. Ella gira despacio sobre sí misma ante sus tres espectadores, que la miran satisfechos. Luego le da un cachete en el culo y le dice que pague. El dependiente le da la llave del cinturón a Toño, que la inserta en la cadenita que lleva al cuello, y le dice que si necesitan algo más para la zorrilla, no duden en ir allí a buscarlo.

Cuando salen ya es de noche y es hora de irse a casa. Cuando se montan en el coche, los chicos van calientes del numerito acontecido en la tienda. Josué, desde el asiento de atrás, le ha abierto de un tirón la camisa a la mujer saltándole un par de botones y ahora le retuerce los pezones y le amasa las tetas con fuerza. Toño, en el asiento del copiloto, se ha sacado la polla y en los semáforos en rojo, cuando ella no conduce, agarra a la mujer del pelo y le obliga a tragarse su miembro. La mujer, mansamente, se deja hacer.

Cuando llegan a la puerta de la casa de Josué, éste se baja del coche y, poniéndose frente a la ventanilla del conductor, se saca la polla. La mujer, sin que nadie le tenga que decir lo que tiene que hacer, se la mete en la boca y la chupa, la succiona, la sorbe, hasta que el chico termina en una corrida que pasa limpiamente por su garganta, sin que una sola gota se derrame. La siguiente parada es la casa de Toño, a un par de manzanas. Cuando han llegado, éste le dice a la mujer que aparque el coche en la puerta y la coge de nuevo del pelo bruscamente y le vuelve a empalar la boca. Toño es bastante bruto con las mamadas. Se ha dado cuenta de que le gusta follarle la boca, porque siente un indescriptible placer cuando su capullo fricciona con el comienzo de su garganta, más allá de la campanilla. Además, también le pone mucho ver cómo a la mujer le entra toda la polla y su cara se aplasta contra sus huevos y su ingle. Tira entonces de su pelo arriba y abajo regalándose una follada que culmina con una buena cantidad de semen derramándose por su boca y sobre la entrepierna del chico. Cuando la mujer se dispone a limpiarle los restos con su lengua éste le vuelve a tirar del pelo y le restriega toda su cara contra sus ingles y su polla, dejandola toda embadurnada de leche. Cuando ella por fin queda libre y se incorpora, la visión es espectacular. Con la camisa abierta, las tetas fuera y la cara y parte del pelo lleno de esperma. Toño se pregunta ahora por primera vez si es eso lo que ella buscaba. La imagen de la mujer le hace sentirse bastante satisfecho, pues sin apenas experiencia sexual cree haber llevado la situación de forma satisfactoria, lo que le hace sentir cierto orgullo. Le gustaría preguntarle a ella si lo ha hecho bien, si eso es lo que quería cuando le pidió en el servicio del Risco que la tratara como una puta, pero sabe que preguntar eso no sería propio de un chulo, o un amo (no sabe exactamente cómo definirse), así que, en lugar de eso, le dice a la mujer que tienen su tarjeta, que ya la llamarán mañana para darle instrucciones. Y sale del coche y se dirige hacia su casa, flipando todavía con todo lo que le ha pasado hoy.


El despacho de la Gerente de Eurobusiness es de los más soleados y amplios del edificio. Tiene baño propio y una secretaría adjunta. La mesa es de madera de caoba y el asiento, un poco excesivo para el gusto de Yolanda, de cuero negro. Sobre su mesa reposan un par de periódicos financieros que en su portada comparan varios índices bursátiles, un par de informes encuadernados y un ordenador portátil. Yolanda termina de redactar un escrito que tiene a medias en el ordenador y, por el interfono, le pide a su secretaria que lo imprima y lo tenga listo para la reunión de esta tarde. Es un cliente importante con el que están a punto de cerrar un negocio.

Hoy está incómoda: le molesta bastante el nuevo accesorio que lleva bajo la falda y no sabe cómo sentarse.

Hace un rato su secretaria le ha pasado una llamada telefónica de uno de los muchachos. El más espigado, el que es su dueño, el que lleva en el cuello la llave de su coño, no sabe como se llama. Le ha dado la dirección de su instituto y le ha dicho que vaya a eso de las 11:30, que por lo visto un tal Lalo, después de haber visto los videos que el otro muchacho grabó ayer, está dispuesto a pagarles 10 euros si les deja hacérselo a su putita por el culo, así que había quedado con él en que la llevaría al gimnasio del instituto a la hora del recreo. Yolanda anotado la dirección en su agenda y le ha dicho al chico que allí estaría. Luego, al colgar el teléfono, intenta allí mismo en el despacho masturbarse por todos los medios, pero no puede vencer por ningún sitio la tiranía del cinturón y se tiene que conformar tan sólo con amasarse las tetas y pellizcarse los pezones, cosa que le pone aún más caliente. Después le da al botón del interfono.

Señorita Martínez, compruébeme si el señor Cebrián está en su despacho.

Un pasillo largo separa su despacho del de Alberto Cebrián, director administrativo. Al andarlo, a Yolanda le roza el cinturón en la entrepierna haciéndosele más presente bajo su falda. Llama a la puerta. Oye una voz desde dentro de la habitación invitándola a pasar.

Ah, cariño, eres tú. No te preocupes, que ya tengo listo lo de la reunión de esta tarde. Todo saldrá bien. ¡Ah!, y me ha llamado el de la joyería para decirme que ya están lista las alianzas, que cuando queramos podemos pasar a recogerlas.

Voy a dejarte, Alberto.

¿Qué? – el hombre bien parecido que está sentado tras la mesa ha oído perfectamente lo que Yolanda dice, pero no da crédito – ¿Qué? ¿Por qué?

Yolanda se acerca a la mesa y lentamente deposita sobre ella una cajita de cerillas que lleva en la mano. En ella se puede ver dibujada la silueta desnuda de una mujer. A Alberto le cambia la expresión de la cara.

Lo encontré en tu chaqueta.

Te prometo que no volveré a ir. – dice mirando a Yolanda con expresión arrepentida.

Me preguntaba por qué apenas me has tocado estos meses, por qué ya no te acercabas a mí. Pensé que quizá era mi culpa. Pensé incluso que podían ser los nervios de la boda, pero esto

No eres tú, Yolanda. Soy yo, que estoy enfermo. Contigo no me hubiera atrevido a

¿No te hubieras atrevido a qué, Alberto? ¿A tratarme como tratas a tus putas?

El hombre baja la mirada y calla, otorgando con su silencio.

¿No te dabas cuenta que yo podía haber sido para ti una fulana, si hubieras querido? Pero no. En lugar de eso me trataste como una muñeca de porcelana y te fuiste por ahí a pagar putas a la calle. Pues bien, ahora soy yo la que se lanza a la calle a ser la furcia de otros.

¿Qué? ¿Qué… qué quieres decir con eso, Yolanda?.

¿Sabes? Ellos aún ni siquiera han terminado el instituto, pero te aseguro que ya saben cómo tratar a una puta.

La luz del interfono parpadea encima de la mesa. Sin dejar de mirar intensamente a Yolanda, el hombre aprieta el botón. Se oye la voz de la secretaria.

Señor Cebrián, le espera el señor Santos.

Dígale que espere un momento, que estoy en mitad de algo importante.

Y dirigiéndose a Yolanda con tono conciliador.

Cariño. Olvidemos todo esto. Empecemos otra vez desde cero. Podemos quedar esta noche en tu casa a cenar y tratar de arreglarlo. Si quieres podemos aplazar la boda, pero no dejemos que esto se rompa. Por favor.

Ya es tarde, Alberto. Ya no tienes tú la llave. Ya, ni siquiera tengo yo la llave. Ahora pertenezco a otros.

Cuando acaba de decir esto, se levanta despacio la falda hasta el ombligo dejando al descubierto su blanca ingle encerrada en esa especie de braga metálica.

¿Pero qué has hecho, Yolanda? ¿Qué te han hecho? – su tono es triste, como de derrota.

¿Te cuento algo? Cuando ayer, después de toda la tarde follándome, sodomizándome y humillándome, me dijeron que querían prostituirme y ponerme un cinturón de castidad, no sentí miedo. Todo lo contrario. Deseé que fuera cierto, porque eso significaba que seguirían tratándome como me trataron ayer. No quería que se acabara, Alberto. Ya me han llamado hoy. Por lo visto algún muchacho que conocen del instituto quiere darme por culo. 10 euros paga. Fíjate, es más caro el almuerzo que tú te vas a tomar al medio día que darme a mí por culo. Me han convertido en una puta bastante barata. ¿Y sabes? Por alguna razón que desconozco, eso hace que me moje como una yegua.

Alberto no dice nada. Solo mira. Yolanda, tras permanecer ahí unos segundos en silencio para dejarlo que fije su imagen en la retina, se vuelve a bajar la falda despacio y se la coloca. Luego sale del despacho y cuando pasa por delante de la secretaria, le dice,

Ya puede decirle al señor Santos que pase, que el señor Cebrián ya está dispuesto para atenderlo.

y sigue andando por el pasillo hasta llegar a su despacho. Mira el reloj, son casi las once. Apaga el portátil, coge el bolso y, pulsando la tecla del interfono, le dice a su secretaria.

Señorita Martínez, tengo un asunto que resolver en la calle. Estaré fuera un par de horas.