La mujer más buena es la ajena (segunda parte)
Sobre cómo termino mi compromiso y me ve veo obligado a entregar a mi inocente esposa.
Después de haber disfrutado libremente de mi joven vecina, me quedé con el difícil compromiso de general la oportunidad para que mi vecino pudiera hacer lo mismo con la mía.
Sin embargo, llevaba días sin que se me pudiera ocurrir como comentarle a mi esposa que la quería amarrar y vendar para supuestamente jugar una fantasía inofensiva mientras le hago el amor. Porque recuerdo que aún alguna vez en el pasado, ya la había vendado, nunca se dejó amarrar. Así que porque lo aceptaría ahora.
Mientras tanto, en nuestras reuniones entre los cuatro amigos y vecinos, el morbo se había instalado en la mente de nosotros dos. Yo miraba a su inocente esposa discretamente con el placer que, el reciente recuerdo de su ardiente cuerpo aún me generaba. Por su lado, él miraba a mi distraída esposa con el deseo y las ansias de quien ya quiere descubrir y gozar de sus pronunciadas curvas. Ellas actuaban normales como siempre sin saber lo que estaba ocurriendo entre nosotros. Su mirada sobre mi esposa seguía incomodándome un poco, porque yo seguía sin aceptar por completo y de buena gana que alguien, osara siguiera a ver desnuda a mi esposa. Y mucho menos a lo que ya me había desafortunadamente comprometido con mi caliente vecino. Pobre de mi esposa, pensé, no sabe lo que le espera. Y pobre de mí porque yo tendré que ayudarlo.
Las semanas pasaban y ni encontraba ni quería encontrar la oportunidad para preparar el camino de este acordado ultraje. Pensé incluso en que podría echarme para atrás y no cumplir con mi parte del trato. Pero era peligroso y mi vecino era capaz de echarme de cabeza a manera de venganza. Pero valía la pena pensar todas las posibilidades.
Sin embargo y sin esperarlo, en una de nuestras reuniones subidas de tono y con mucho alcohol. Mi vecina sacó el tema a colación. Le presumió a mi esposa que su marido el otro día la había sorprendido con un juego sexual que resultó maravilloso. Según dijo ella, una de las experiencias más extrañas y alucinantes que había experimentado. Inmediatamente nosotros nos volteamos a ver preocupados, pero la dejamos seguir hablando. Mi esposa se mostró muy interesada en la plática de la francesa. La joven esposa dio más detalles de lo que yo podía esperar, se notaba que había quedado impresionada con el realismo con el que vivió la fantasía que jugaron con su marido. Comentó que con todos los detalles diferentes que su esposo había integrado a la habitación, y que como él había actuado de forma poco ordinaria, ella realmente pudo, por momentos, autoconvencerse de estar viviendo una experiencia sexual con un completo desconocido. Mi esposa la escuchaba incrédula pero receptiva. Luego agregó que había disfrutado mucho la excitante experiencia. Mi esposa ya abiertamente interesada, se volteó al vecino y le pidió que si por favor me podía enseñar algunos de esos trucos para llevar algo de variedad a nuestro lecho. Y luego todos nos empezamos a reír.
Mi vecina había realizado la labor de convencimiento que yo no me había atrevido a realizar. Mi esposa en los siguientes días me tocó el tema pidiéndome que realmente investigara con el vecino de que se trataba ese jueguito que la francesa comentó en la reunión, para ver si un día de estos lo intentábamos. Parecía que las estrellas se estaban alineando a pesar de que yo no las buscaba. No sabía mi esposa lo que realmente me estaba pidiendo. Y mi vecino estaba más cerca de recibir la parte del trato que se merecía, pero que me resistía un poco a cumplir.
Así que finalmente me dispuse a detallar el plan para terminar de una vez con mi compromiso. Primero habría algunos cambios, porque yo conocía a mi esposa y sabía la razón de porqué ella no se hubiera dejado atar nunca a ninguna cama. Ella no es pasiva, disfruta actuar y atada a un mueble no lo iba a poder hacer nunca. Así que decidí tomar un tema ambiental diferente y me puse a buscar unos juguetes y material que iba a necesitar para representar la trama de la nueva historia. Me puse de acuerdo con mi vecino que se mostró encantado de ver que ya tenía un plan y una fecha. La fecha propuesta por mí no le gustó mucho a mi amigo, porque era lejana. Pero había que cuidar todos los detalles y dicha fecha contemplaba entre otras cosas, el momento del periodo hormonal de mayor excitación para mi esposa. Mi señora era una mujer madura y yo conocía a la perfección en cual momento era más probable encontrarla dispuesta a experimentar un juego nuevo. Además, ese largo tiempo me permitía ejecutar una abstinencia forzada para que a ella se le acumularan las ganas lo suficiente para aumentar más nuestras posibilidades de éxito. Ya se me ocurrirían algunas excusas para evitarla sexualmente durante ese amargo periodo.
Por otro lado, me preocupé un poco por el posible desempeño de mi inexperto amigo. Indagué con él qué tanto control tenía sobre su propia eyaculación, y lo que descubrí no resultó muy prometedor. Mi querida esposa era toda una hembra brava y golosa cuando la encendían. No se iba a complacer con una eyaculación precoz, aunque fuera de un pene más grande o largo que el mío. No es que me preocupara el disfrute de mi amigo, pero sí que mi esposa descubriera algo raro en su improvisado compañero de sexo. Así que teníamos otro problema que resolver.
Lo único que se me ocurrió es que el día propuesto llegara un poco descargado, que se masturbara un poco ese mismo día. Una o dos veces antes de estar con mi esposa. Y le pedí que practicara con la suya para que pudiera medir el efecto de dicha descarga previa. Y para que descubriera que tanto se tenía que masturbar para quedar con el control necesario para aguantar bastante tiempo.
Después de una semana, me comentó que había mejorado su control con mi consejo, y que incluso su esposa había quedado muy complacida. Pero que cuando en otra prueba exageró en la masturbación, llegó a tener problemas para mantener la erección ya estando con su esposa. Después de reírnos un rato por lo que le sucedió, supe que él había entendido cuál era su punto ideal. Aun así, pensé que quizás tendría que terminarle ayudando con mi esposa ese día.
Cuando finalmente llegó el día planeado yo estaba preocupado y medio angustiado. Pero ya todo estaba listo. Al igual que con mi vecino, me fui a echar unas copas con mi esposa y le pedí que se pusiera una blusa con escote y una falda corta. Ella me miró extrañada porque ella siempre decía que las mujeres pueden mostrar por arriba o por abajo, pero nunca en ambas partes al mismo tiempo si no querían pasar por trabajadoras del sexo. Pero la convencí, le dije que hoy jugaríamos un juego diferente. Ella, que ya tenía algunos días insinuándome sin éxito, tener sexo conmigo, aceptó la propuesta sin bacilar mucho. Cuando salimos de casa y yo estaba abriéndole la puerta del auto, la observé bien y me pareció que sí se veía un poco atrevida y muy sexy.
Fuimos a un bar cercano que ya conocíamos bien y tomamos y reímos mucho, coqueteamos bastante y la fui calentando y emborrachando poco a poco, a fuego lento. Ella ya no quería tomar, pero entre beso y beso yo le ofrecía otra y otra copa. Logré que se pusiera en un punto adecuado. No quería que terminara como bulto inerte, pero sí que tuviera el suficiente alcohol para desinhibirla y estar más suelta y dispuesta a experimentar juegos nuevos. Me la llevé a casa, al salir del bar iba muy borracha, me preocupé un poco, pensé que se me había pasado la mano. Me costó trabajo bajarla del auto y entrar con ella por la puerta.
Cuando entramos yo sabía que mi amigo ya estaría escondido y esperando como estaba planeado. En lugar de llevarla a la habitación como con la vecina, la llevé a la sala comedor y la senté en una silla que alejé de la mesa para tener espacio alrededor. Ella se desplomó en la silla por la borrachera, ella estaba en un punto en que, si no la encendía pronto, se dormiría y la fiesta se acabaría. Cerré las cortinas rápidamente y entré a la cocina donde tenía escondido un pequeño disfraz de policía. Eran simplemente un gorro, una chaqueta de oficial, unas esposas y una pistola que parecía de verdad. Al salir de la cocina con mi nuevo vestuario mi mujer me vio y empezó a sonreír y a decirme:
Oficial, ¿porque me detiene? – dijo con una voz de borracha.
por tomar en la vía pública, usted está metida en serios problemas señora – y empecé a actual con seriedad, como si no fuera yo el que la estuviera en frente de ella.
¿y qué me va a hacer oficial? – continuó mi esposa tratando de seguir el juego que ya le había empezado a interesar.
va a ser sometida a una revisión de rutina señora – dije yo con una voz solemne mientras le tapaba los ojos con una venda que saqué de mi bolsillo.
como usted diga oficial, pero no vaya a abusar de mí – dijo ella riendo mientras con sus manos se acomodaba la venda para que no le molestara.
Después de eso, saqué las esposas que había comprado, no eran reales ya que en lugar de llave tenían un pequeño botón para abrirlas, pero eran metálicas y mi esposa no había alcanzado a ver el botón, que para colmo era rojo. Pasé, con suavidad y al mismo tiempo fingiendo cierto nivel de rudeza, las dos manos de mi mujer por detrás del respaldo de la silla y el puse las esposas. El sonido de las esposas al cerrar sí sonaba parecido a las reales.
Luego puse la banda sonora que había preparado para este momento, que era una grabación extraña donde se escuchaban en forma repetida y al azar: pasos, balazos, algunos gritos lejanos, algunas personas enojadas hablando en inglés, el ruido de automóviles a lo lejos. Los sonidos que, según yo, se podrían llegar a escuchar en una estación de policía, lamentablemente no pude encontrar algo en español, pero si la idea era generar un ambiente extraño y diferente, esta banda sonora sería más que suficiente. Y de paso, si había algún error en mi compañero de plan, se podría confundir con algún sonido de dicha banda.
Mi esposa estaba muy atenta a todos los extraños sonidos que yo había puesto. Intentó acomodarse en la silla lo más derechita que su borrachera le permitió. Como sus brazos estaban hacia atrás, sus pechos se veían más expuestos y vulnerables. Las tentadoras curvas superiores de ambos pechos se podían ver al desnudo a través del pronunciado escote de su blusa. Una blusa elástica que se le ceñía a la perfección en su curveado cuerpo. La falda corta que traía apenas podía tapar parte de los carnosos muslos que coronaban cada una de sus largas y torneadas piernas.
Ahora le voy a pedir señora que no hable mientras el teniente le hace una revisión minuciosa para comprobar si lleva algo que ilegal – Dije esto mientras le hacía una señal a mi amigo que ya se venía saliendo desnudo y erecto del medio baño que tenemos en la sala.
¿El teniente? – preguntó ella sonriendo y sorprendida - ¿no me va a revisar usted mismo oficial?
No, yo no puedo, la revisará una persona que usted no conoce – dije con mucha seriedad y vi como mi esposa se quedó seria por un instante y luego sonrió. Agregué al final – ¡teniente!, revise detalladamente a esta dama, tenga cuidado porque parece peligrosa.
Mi esposa por un momento se espantó al escuchar que yo aparentemente le estaba hablando a otra persona dentro de la casa. Pero como no hubo respuesta alguna, se tranquilizó un poco y se quedó callada y a la espera.
Finalmente agregué con una voz amistosa.
- A partir de ahora y pase lo que pasé, no debemos hablar para que la fantasía funcione. Y si llegas a hablar, si siquiera te responderé.
Mi esposa no dijo nada y sólo asintió con la cabeza en señal de entendimiento.
Para ese entonces, mi vecino ya estaba a lado mío, viendo sin perder detalles la interesante escena que mi esposa representaba en esa postura. Claramente nervioso y emocionado, y sin perder nada de tiempo, empezó a tocarle los costados cómo más o menos lo haría un policía de verdad. Deslizó las manos hacía abajo desde las axilas en una supuesta búsqueda de objetos debajo de la ropa. Mi esposa lucía divertida por este novedoso juego. Bajó las manos hasta la falda y como era corta, llegó muy rápido al final de ella. En el momento que tuvo las dos manos en contacto directo con la piel desnuda de sus piernas, empezó lentamente a subir de nuevo las manos, pero ahora por debajo de la falda. Mi esposa no pareció notar que esas manos no eran mías. Y empezó a relajarse y disfrutar de las suaves caricias que mi emocionado vecino le estaba ofreciendo.
Yo me sentí culpable por permitir y facilitar que mi vecino tocara de esa forma a mi mujer. Pero al mismo tiempo y para mi sorpresa, también me empecé a sentir excitado por lo que estaba empezando a ver.
Mi vecino metió las manos por debajo de la falda, pero solo por los costados y agachándose para que la falda no se desacomodara mucho. Con esta maniobra, la falda me impedía ver sus manos. Pero fue obvio que, en su primera incursión, llegó hasta donde las caderas ya se empiezan a llamar nalgas. Si no continuó más allá fue porque al ir deslizando sus manos, su cara se tuvo que ir acercando inevitablemente a los atractivos pechos de mi mujer. Lo que hizo que él se interesara inmediatamente en explorar esas otras interesantes y redondas áreas.
Sacó las manos deslizándolas un poco más rápido que como las había metido para poderlas llevar hasta los pechos. Se incorporó un poco y empezó metiendo dos dedos suavemente en el hueco natural que se hace justo entre ambos pechos. Dicho hueco era un triángulo invertido de redonda piel cuya punta inferior se perdía en más allá de los que permitía ver el escote. Cuando descendió lo suficiente, sus dedos habían quedado presionados por ambos pechos al mismo tiempo. Intentó seguir metiéndolos hasta que se vio a obligado a doblar la mano y hacer las veces de un gancho que estiraba poco a poco la tela de la blusa hacia abajo, y agrandaba con ello, la abertura original del escote. Cuando llegó al delgado encaje que bordeaba los límites superiores del sostén, lo dejó pasar y siguió estirando solo la blusa, pero ahora lo hacía por debajo de uno de los pechos. Pronto se dejó ver casi en su totalidad, una de las grandes y redondas copas del sostén. Con un dedo de la mano que le quedaba libre empezó a bajar el borde superior de la copa visible para dejar al descubierto de golpe uno de sus suculentos pezones.
A mí me pareció que hasta ahora su maniobra había sido lenta y algo titubeante. Como quien abre un regalo muy anhelado por mucho tiempo y no quiere estropearlo o romperlo. Pero curiosamente y tal vez por eso, estaba teniendo efectos inesperados en mi esposa. Ella lucía expectante y excitada. Respiraba profundamente y aguantaba la respiración tratando de no moverse mucho. No tenía forma de identificar las manos de mi vecino, pero supongo que desconocía sus movimientos. Y eso empezaba a alimentar la fantasía del tal teniente. La visible dureza de su sensible y expuesto pezón rosa, rodeado delicadamente por su suave y redonda areola, confirmaba su avanzado grado de excitación.
Mi vecino, por otro lado, tenía la cara maravillada de un niño en juguetería, aunque, por supuesto, la erección que tenía entre las piernas no correspondía a esa misma metáfora. Cuando intentó acomodarse para poder acercar su boca al hermoso pezón desnudo, soltó las prendas y la copa regresó parcialmente a su lugar. Lo mismo hizo la blusa, pero con menos éxito. Al notar el retroceso, mi vecino decidió subirle completamente la blusa con delicadeza hasta las axilas, y volver a bajar la copa que se había cerrado. Pero en esta ocasión, la bajó mucho más, hasta que la curva inferior del pecho salió a la vista, liberado de la presión del sostén y dando un pequeño brinco. De esta manera, uno de sus redondos y carnosos pechos ya se encontraba ahora completamente afuera y la copa se había quedado atorada y doblada por debajo de él.
Mi vecino comenzó de inmediato y con vehemencia a chupar el apetecible pezón que se mostraba orgulloso y erguido justo en frente de él. Se ayudaba de sus dos manos para sujetar el pecho de mi esposa en su afán por controlar la posición ideal del sabroso manjar. Ante esta acción directa, mi esposa volvió a mostrar algunas señales nuevas y claras de excitación.
Yo estaba tan enfocado en la feroz succionada a la que estaba siendo sometida mi incauta esposa, que no noté en que momento el vecino llevó sus manos entre la silla y la espalda de mi esposa y con habilidad de cirujano desabrochó en un instante el tirante trasero del sostén. Mi esposa en todo momento cooperó confiada para que esas agiles y desconocidas manos lograran llegar sin mucha dificultad al broche del sostén. Yo no vi su espalda, pero la liberación de tensión en el sostén fue evidente cuando lo logró. Esto, le permitió dejar al desnudo rápidamente al seno que seguía oculto. El sostén seguía ahí, pero suelto y desacomodado, ya no tapaba nada a nuestra vista. La parte más llamativa de mi señora, de la que siempre estuve tan orgulloso, ahora estaba siendo saboreada y devorada por mi hambriento vecino. Y mi esposa estaba encantada de aportar sus carnosos senos, como suculentos platillos en ese improvisado banquete.
Continuó así un rato pasando con libertad de uno pecho a otro. Mi esposa fue perdiendo el control de su respiración hasta que empezó a emitir pequeños gemidos apretados y muy sexys para mis oídos. Mi vecino entonces se acordó de la falda y metió una de sus manos por entre las piernas de mi mujer. Mi mujer primero accedió abriendo un poco las piernas, pero el movimiento de mi vecino fue muy brusco, según yo, y ella cerró las piernas sin dejar de gemir por las chupadas de pezón que continuaban. Ella le estaba diciendo, no tan rápido, no así. A ella siempre le ha gustado controlar los tiempos y el ritmo. No es una mujer pasiva. Pero mi inexperto amigo no la conocía tanto como yo y tuvo que retroceder.
Entonces mi vecino decidió cambiar de estrategia radicalmente, se levantó y se fue atrás de la silla, luego la tomó con cuidado por los brazos y le ayudó a levantarse. Como ella tenía esposas, los brazos tuvieron que salir por la parte de arriba del respaldo. La llevó hasta la orilla de la mesa del comedor y con una mano en la espalda hizo que se agachara sobre la mesa quedando recostada de la cintura para arriba. Sus pechos se distorsionaron agradablemente al tocar la superficie dura de la mesa del comedor. Ella no protestó y hasta paró su trasero lo más que pudo en una franca posición provocativa. Esta nueva posición podría todavía parecerse un poco a una maniobra policiaca, así que era ideal para seguir con el juego, pensé yo.
Al estar agachada, la corta falda, ahora quedaba muy levantada en la parte de atrás como para tapar exitosamente la totalidad de su redondo trasero. Desde este nuevo ángulo, se podían apreciar las largas y contorneadas piernas de mi mujer, que subían elegantemente desde los zapatos hasta que se unían y se convertían en dos hermosas y carnosas nalgas gemelas cubiertas parcialmente por la tela de la falda. El trasero de mi esposa estaba ofreciendo a mi amigo su mejor perfil. Un pequeño calzón blanco, que se asomaba tímidamente por debajo de la falda, era la única y delgada barrera que aún cubría la parte más privada de cualquier mujer casada. Esta preda dibujaba un fino triangulo con dos bordes de diminutos encajes que pasaban tapando escuetamente la parte donde las dos nalgas se hundían juntas en una profunda línea vertical. Y más abajo continuaba estrechándose, cambiando de textura y de tono cuando se aproximaba a la zona más íntima de la anatomía de mi mujer. La parte de más abajo se volvía a ensanchar un poco para formar una especie de atractivo ovalo vertical con la tela bien ceñida y ligeramente levantada en sus costados.
Mi vecino volvió a simular que era un policía y empezó a revisarle y acaríciale las piernas de abajo hacia arriba. La operación policiaca no tenía ningún sentido en esa zona, porque sus piernas estaban desnudas y sin lugar para ocultar nada, pero fue bueno seguir con la línea de la fantasía inicial. En cada pierna usaba ambas manos para acariciar sus elegantes curvas y sus trabajados músculos. Y subía despacio y cambiaba de pierna. Por momentos parecía un masaje, pero el masaje seguía subiendo hasta que llegó a la entrepierna. Cuando los dedos de mi amigo tocaron por primera vez la blanca tela que se asomaba entre sus piernas, mi esposa lazó un pequeño gemido apagado. Era evidente que mi esposa estaba más excitada de lo normal, porque en ratos reaccionaba como si ya se la estuvieran metiendo. Mi amigo le estaba dando tiempo, el tiempo que mi mujer pidió al cerrar las piernas cuando ella estaba en la silla. Después, mi amigo se dirigió más a arriba, hacia las redondas y provocativas nalgas paradas.
Para ya no tener una vista parcial de ellas, le subió por completo la falda hasta la cintura, dejando al descubierto una espectacular vista. Algunos de sus más sexys lunares ahora se podían ver con toda claridad. Y al no resistirse más, se hincó y empezó a lamer y morder en diferentes partes su trasero. Incluyendo a veces, parte de las zonas tapadas por el calzón. Mi esposa daba gritos secos y cortos y sacudía las nalgas como respuesta a las acciones del vecino.
Después de un rato, ya era evidente que mi esposa pasó de pedir tiempo, a estar lista y casi desesperada por el siguiente pasó. Mi amigo lo entendió y bajó con velocidad el lamido y mordido calzón que ella ya le urgía que le quitasen. La pequeña prenda blanca se quedó atorada un instante en sus bellos muslos. Porque mi asombrado amigo se quedó un momento observando sin moverse el semejante espectáculo que representaba una raja tan exquisita y jugosa como la que había quedado al desnudo al quitar el mojado calzón que lo protegía. Sus carnosos y depilados labios vaginales ahora estaban claramente expuestos, asomándose vulnerables y sugestivamente entre las elegantes piernas y por debajo del gran trasero que mi esposa levantaba orgullosa e inocentemente, porque desconocía la identidad de su muy cercano admirador. Estoy seguro de que mi vecino nunca había estado así de cerca de una mujer como la mía, que poco le faltó en su juventud para convertirse en una modelo famosa. Y también estoy seguro de que mi esposa no se hubiera mostrado tan confiada y complaciente si hubiera sabido de la existencia del erecto intruso que muy cerca de ella la acechaba con la lujuria de un adolecente excitado.
Cuando mi vecino reaccionó, le terminó de bajar el calzón que ahora ya estaba a la altura de los zapatos y que mi esposa se terminó de quitar moviendo y flexionando un poco las piernas. Estaba ocupada en eso ella, cuando mi vecino ya estaba tratando de incrustar la cabeza de su enrome miembro entre los suaves y húmedos labios vaginales de mi fiel esposa. Yo no me perdía detalle de lo que pasaba y trataba de cambiar de ángulo para tener la mejor vista de lo que estaba ocurriendo.
Mi desesperada esposa agradeció animada el arrimón inicial con un apretado sonido gutural, sacudiendo las nalgas y abriendo un poco más las piernas para facilitar la maniobra e implorar que ya se la metan. Aunque la rayita de mi mujer se veía bastante lubricada y dispuesta, mi amigo, por la premura, no encontró al principio él ángulo correcto para lograr su cometido. En lugar de eso, los primeros e improvisados embates, hicieron que su duro pene se fuera un par de veces hacía abajo rozando superfinamente los labios mayores de mi desesperada mujer. Era notorio que ella, que ya tenía semanas acumulando deseo, ya estaba impaciente y ya no soportaba esperar ni un segundo más. Así que pude ver como se retorció de frustración cuando la desconocida bala solo le pasó rozando el objetivo, pero sin dar en el blanco.
Después de esos infructuosos intentos iniciales, mi amigo, con ayuda de una de sus manos, se enfiló con mayor seguridad e inició un nuevo movimiento más lento y certero. Y así fue que puede ver, a escasos 50 centímetros de distancia, como fue que se abrió y amoldó la jugosa rayita de mi inocente esposa para aceptar y devorar con un gran apetito, a un enorme y duro pedazo de carne viva que, por primera vez en su vida, y sin que ella lo supiera, no me pertenecía a mí. Justo después de que terminó de entra por completo su glande, ella dio un tremendo grito de placer. Cuando su pene ya estaba lo suficientemente encaminado como para no salirse de las emocionadas carnes de mi mujer, él empujó con fuerza para terminar de meter el resto de su duro y largo miembro.
El rostro y el ánimo de mi mujer cambió de inmediato, pasó de una esposa atormentada y ansiosa por la espera, a una mujer encendida y entregada por completo al placer que estaba recibiendo. Se veía tan dispuesta a todo, que me pasó por la mente que justo en ese momento, a ella ya no le habría importado conocer la verdadera identidad de quien, a sus espaldas, la estaba disfrutando, mientras le metieran ferozmente el pedazo de pene que urgentemente ella necesitaba, aceptaría agradecida el justo intercambio de placeres con quien fuera. La cara de mi amigo también era profundo placer. Pero a diferencia de ella, él tenía que reprimir cualquier ruido que tuviera ganas de emitir.
Mi amigo se empezó a mover con fuerza y ritmo, saliendo y entrando repetidamente en la palpitante vagina de mi agradecida esposa. Desde mi ángulo, yo podía ver claramente cada detalle. Cómo salían discretamente una parte de los rosados y flexibles labios internos de mi mujer, siguiendo y abrazando al pene, cada vez que mi amigo retrocedía. Y como se volvían a ocultar cuando mi amigo avanzaba. Al final de cada embate, mi amigo se estrellaba con fuerza en las redondas nalgas de mi esposa que retumbaban y se cimbraban alegres para absorber el golpe uniformemente. Sus pechos también se movían siguiendo el mismo ritmo que las nalgas.
El espectáculo que estaba yo viendo en esos momentos nunca lo podré olvidar en lo que me queda de vida. Mi mujer, guapa y madura, que ya pasaba de los 40, agachada y con las piernas abiertas, estaba siendo vigorosamente penetrada por un atlético y calenturiento joven de un poco más de 20 años, que había estado soñando con ella y con este momento desde hace varias semanas atrás. En ese instante comprendí, que él se estaba llevando la mejor parte de nuestro acuerdo. Porque la mejor parte de mi vida, se la estaba teniendo que compartir justo en ese momento. Recuerdo haber pensado que él no se merecía estar con una mujer como la mía. Pero que yo si me merecía estar viendo esto. Por débil y caliente. Mi único consuelo fue, que ella también parecía estar disfrutando del secreto intercambio. Mi vecino, por ser joven, podía aplicar mucha más fuerza y energía que la que yo le podía entregar a mi esposa a esas alturas de mi vida. Viéndolo penetrar a mi feliz y entregada esposa, me quedó claro que mis mejores años ya habían pasado. Y que seguro mi esposa estaría sintiendo y disfrutando la sorpresiva diferencia entre mi amigo y yo.
Mi vecino siguió con el mismo ritmo por un momento más, mientras mi mujer cada vez estaba más excitada y gritona. Se estaba acercando claramente a un orgasmo. Al parecer, la técnica de control de eyaculación había funcionado bien hasta ese momento. Al cabo de un rato, y como era de esperarse, mi esposa llegó a un intenso orgasmo con espasmos y fuertes gritos. Mi vecino disminuyó el ritmo para dejarla respirar, pero no se dejó de mover durante el orgasmo.
Cuando él considero que había que cambiar de postura, le sacó el pene y le ayudó a levantarse de la mesa. Ella se veía aturdida y aún excitada, así que se dejó hacer y llevar obedientemente a donde mi amigo la guio con sus manos. Primero le quitó la falda y los zapatos y luego se la llevó al sillón largo de la sala. La puso de espaldas, muy cerca del asiento central del sillón, y luego él se sentó por detrás de ella muy en la orilla del sillón. Ella sintió entre sus piernas las rodillas de él y entendió que él deseaba que ella se sentara sobre él.
Ella, excitada, retrocedió abriendo las piernas y se fue sentando lentamente con ayuda de mi musculoso amigo que con sus manos la guiaba y le ofrecía el soporte que ella necesitaba. Y así, con las piernas ligeramente abiertas, fue bajando su hermoso trasero hasta que sintió el pene parado de mi amigo que ya la esperaba en el lugar adecuado con ayuda de una de sus manos. Cuando ella pudo confirmar con cautela que estaba sobre el deseado bocado, procedió a comérselo completo en medio de gemidos, desapareciendo así de mi vista para perderse en las profundas entrañas de mi golosa mujer.
Mientras tanto, era ella la que ahora se movía y marcaba el ritmo. Subía y bajaba, pero también se hacía para adelante y para atrás, y por momentos hacía pequeños círculos con su gran culo. Yo conocía bien esa la técnica de mi mujer. Le gustaba cambiar sorpresivamente el ángulo del pene en el interior de su vagina, mientras apretaba la entrada con su músculo abdominal para estrangularlo y no dejarlo ir fácilmente, ella era fantástica y experta haciendo eso con mi pene, yo lo disfrutaba horrores. Pero ahora no era mi pene al que estaba estrangulando y consintiendo. Era mi amigo quien estaba experimentado esas maravillosas sensaciones. Ella, como una fiera en celo, empezó a subir de ritmo y buscar un segundo orgasmo, pero me di cuenta de que al tener ella el control, mi amigo podría perder el suyo. Él estaba claramente disfrutando los salvajes movimientos de mi habilidosa mujer que le estrellaba sus sabrosas nalgas mientras se devoraba y exprimía con apetito voraz todo su miembro. Los pechos de mi mujer brincaban libremente al ritmo que ella iba controlando y aumentando poco a poco. Mi amigo no tenía idea a qué clase de hembra se había echado encima.
Pero él lucía feliz y excitadísimo, apretaba los dientes, ponía las manos en la cintura y las sabrosas nalgas que brincaban y se sacudían en frente de él. Los habilidosos y sabrosos movimientos de mi esposa eran insoportables por mucho tiempo. En cualquier momento uno de los dos se iba a venir. Yo para entonces ya estaba desnudo y listo para el cambió final, necesario para cubrir con cierto margen y seguridad la salida de la escena del invitado especial.
Después de varios minutos de intensidad incrementada por ambos, llegó lo que parecía ser un fuerte orgasmo de mi esposa. Como ella controlaba el movimiento, se detuvo y se concentró en disfrutaba el momento. Él tenía los ojos cerrados y también parecía estar disfrutando el momento junto con ella. Finalmente, ella se levantó dejando al descubierto el pene de mi amigo. Él también se levantó, lo que ella aprovecho para acostarse de lado sobre el sillón. Yo estaba tratando de entender que iba a pasar, y en eso noté que el pene de mi amigo ya no lucía erecto, él me hizo una seña de que se iba y entonces yo ya sabía que me tocaba en ese momento substituirlo.
Me acerqué a mi amada esposa que lucía muy contenta y más relajada. Cuando ella sintió que me acerqué, subió una de sus piernas para darme paso y permitirme volver a penetrarla y terminar mi faena. Cuando vi la entrada a su vagina mojada y con rastros de semen, entendí que mi amigo había terminado adentro de ella, mientras ella tenía su orgasmo, pero ella no lo había notado. Volteé a buscar a mi amigo, pero ya había desaparecido por la puerta del patio de atrás como lo habíamos planeado. Así que me acerqué a mi esposa y le dije.
Ya terminé mi vida, lo hice al mismo tiempo que tú.
qué raro, siempre haces ruidos cuando llegas – Dijo ella mientras yo le quitaba las esposas.
hoy me esforcé mucho en no hablar ni hacer ruidos de ningún tipo – Le explicaba mientras le quitaba la venda de los ojos.
Ella aceptó mi explicación y luego nos pusimos a cenar mientras me contaba que le había gustado mucho el juego, que deberíamos repetirlo alguna vez. Después de cenar ligero, nos fuimos a dormir abrazados y semidesnudos como era nuestra costumbre. Ella se quedó dormida de inmediato. Yo me quedé pensativo sobre lo que acababa de pasar ese día. Y razoné que no estaba seguro de querer repetirlo alguna otra vez.
En ese momento yo no sabía que esa misma noche, la vecina francesa había descubierto la ausencia de su marido y lo había estado esperando despierta y con muchas preguntas. Como mi amigo llegó sin ropa interior, y en una situación que evidenciaba lo que había estado haciendo antes de llegar a casa, se inició una gran tormenta que al día siguiente se extendería inevitablemente hasta mi casa.