La mujer mas bella del mundo

Como el hombre mas poderoso y seguro de si mismo pierde todo por una deliciosa joven.

Julio, Julio, despertad.

Oía mientras unas manos me zarandeaban. Aun presa del sopor me incorporé.

Mas vale que sea importante, Marco, o serás pasto de los buitres.

Lo es mi señor. Ella ha venido a parlamentar.

Estas palabras disiparan las brumas de sopor que quedaban en mí. Por fin iba a encontrarme con la causante de los problemas y podría marcharme a mi patria si lograba anexionar este gran reino, el más grande en el pasado, pero aunque débil y fácilmente anexionable militarmente, todavía grandioso en su esplendor y prestigio. Quiero anexionarlo, como una provincia mas, a mi grandioso imperio. Como el gran conquistador que soy no puedo pasar por alto lo que sería la perla de mis conquistas. Pasare a la posteridad como el más grande conquistador que haya existido. Y frente a este destino sólo se interpone una mujer, casi una niña. Y hoy, ella a decidido venir a mí. Los dioses me sonríen.

Tened cuidado, señor, dicen que es muy bella.

Marco, Marco, no sé si hoy estas tentando al destino o es que levantarme me ha puesto de mal humor. Diez años sirviéndome y no sabes aun que ni las cien mujeres más bellas del mundo me distraerán de lograr la conquista del más mísero villorrio que engrandezca mi imperio y mi fama.

Ya lo sé señor, las pondríais bajo custodia, las disfrutaríais y seguiríais vuestro camino. Pero esta mujer tiene algo especial, no sé yo.

¿Tiene tres tetas? ¿Dos narices?

No señor, perdone, pero es que tengo un mal presentimiento.

La ultima herida te debió afectar mucho. Déjate de monsergas y tráeme mi túnica y mi espada. La recibiré en mis aposentos y en privado.

Eso es lo que ella quería, señor

¿Cómo?

Una mujer de solo 17 primaveras, aunque fuera una reina, no una princesa mejor dicho, tenía el descaro y la osadía de atreverse a parlamentar con el más grande general y conquistador que había existido en su dormitorio.

Tiene cojones esa princesa.

Tened cuidado señor, ninguna mujer actuaría así sino tuviera algún propósito.

O sino estuviera tan presionada que no le quedara mas remedio.

No parecía así señor.

Procede de una estirpe que ha reinado durante los últimos seis siglos, y la mayor parte de estos sobre gran parte del mundo civilizado, o sea que no mostrar inquietud ante un simple soldado, no quiere decir nada.

Puede ser, señor, pero me ha causado una honda impresión y

Hace mucho que no follas, y eso te esta afectando en este caso, Marco. Ahora vete a buscarla y déjanos.

Termine de ajustarme mi espada y espere a que se presentaran en mi tienda. Marco tenía razón, era una mujer extraordinaria. Joven, de altura media, morena como las de su raza. Pelo negro ensortijado con reflejos de henna, que enmarcaban un rostro de facciones regulares y bellas. Sus ojos almendrados poseían un brillo de vitalidad y coraje que me atrajeron. Sus labios carnosos se fruncieron en una semisonrisa. Era una mujer bella y deseable y lo sabía. Iba a ser una velada interesante, pensé para mí mientras contemplaba su cuerpo voluptuoso. Iba vestida con una blusa de seda azul con pedrería dorada y abalorios bien ajustado a unos pechos firmes y voluptuosos, que dejaba al aire el estómago, plano y liso como una tabla, con un ombligo pequeño y bien definido. Unos velos semitransparentes con pedrería y abalorios que tintineaban al moverse, le tapaban las piernas, que por el grácil modo de caminar debía de ejercitar. Su apariencia me recordaba a la de una bailarina exótica más que la de una princesa. Su voz, dulce y aterciopelada rompió mis pensamientos.

Os traigo dos presentes de mi tierra, Alteza imperial. Uno es música, ya que tanto el cuerpo como el alma humana se deleitan en ella. – Dijo ella dando una palmada.

Al instante un sonido de flautas y tambores, muy del país, se empezó a escuchar. He de reconocer que me sorprendió. Su aspecto, casi de furcia, contrastaba con ese saber estar de una reina curtida en mil batallas diplomáticas.

¿Y cual es el segundo presente? – pregunté dándome cuenta de que había quedado como un patán, ya que sólo habría tenido que agradecer el regalo, no mostrarme como un avaricioso conquistador que sólo esta dispuesto a coger. Prefiero los campos de batalla que las cortes palaciegas y sus intrigas y su etiqueta.

Son estas hojas de menta. – Dijo presentándome un cesto lleno de hojas. – Si queréis podéis llamar a vuestro probador para comprobar que no son venenosas.

Otra vez me había pillado en una situación que no esperaba. ¿Qué regalo puede ser para un general como yo unas simples hojas de menta? ¿Y si llamo al probador y no están envenenadas? ¿Y si lo están? Que demonios, soy un soldado y de algo he de morir

No hace faltas. ¿Qué motivo habría de tener una mujer como vos para envenenarme?

Creí detectar un brillo de admiración en su mirada.

Veo que vuestra fama era cierta. Sois valiente y espero que tan justo y buen señor como se dice.

Y vos tan tan bella como atrevida.

Sé que es costumbre respetar unas formulas de cortesía antes de empezar las negociaciones, pero vayamos al asunto. ¿Porqué apoyáis a mi hermano en mi contra? Yo soy la mayor y por lo tanto la legitima reina, y no el usurpador de mi hermano, ese títere en poder de unos nobles corruptos.

Señora, vuestro hermano ha sido legítimamente coronado, y ya hemos establecido un tratado en el que por ser una provincia más de mi imperio, acepta pagar unos tributos por garantizarle la paz en su reino, a cambio de tenerle a él como gobernante, siempre supeditado, eso si a mis ordenes. Como heredera que sois, os puedo garantizar la vida, un palacio y un estipendio pagado por vuestro hermano si eso es lo que deseáis.

Jamás. – sus ojos centellearon con furia. Está si que es una mujer guerrera y fiera. – Yo quiero ser reina.

Os advierto que un ataque contra una provincia a nuestro cargo es como atreverse a atacar al imperio.

Esta bien, dejémoslo. – Dijo cambiando de tono – No os gusta la música.

Era verdad, hasta ese comentario no me había dado cuenta que la música seguía llenando el espacio de un sonido armónico y seductor. Ella cerro los ojos y empezó a danzar, suavemente al principio, pero cada vez más voluptuosa y sensual. Ya estamos, quiere seducirme. Bueno, conseguirá parte de sus objetivos, me seducirá esta noche, pero mañana seguirá siendo la princesa aspirante al trono que es hoy, sino acaba ejecutada como una traidora que amenaza al Imperio. Con sus manos atraía mi atención hacia donde ella le interesaba, primero hacia sus pechos, que con movimientos laterales, pugnaban por salir de la blusa, mas tarde descendiendo por su cintura, siguiendo los insinuantes movimientos de su ombligo. Después agarrando uno de los velos que formaban su falda dio un tirón arrancándoselo, dejando ver unos muslos perfectamente torneados. Había aprendido muy bien a bailar de eso no había duda. Poco a poco se iba desnudando mientras seguía bailando. Desabrochándose un botón de la blusa, o quitándose un velo de la falda. Al poco tiempo pude verla completamente desnuda frente a mí. Entonces paró para que la contemplara. Si que era bella, no tenía ningún defecto, sus pechos no eran ni muy grandes ni muy pequeños, y con el orgullo de la juventud, se mantenían erguidos. Su cintura estrecha y las caderas proporcionadas que conducían a un valle de pelo ensortijado, pero recortado. Había podido apreciar unas nalgas redondas pero musculadas y duras por el ejercicio. No había duda, era la mujer más bella que había visto, pero aunque iba a disfrutarla, no iba a hacerme cambiar de opinión. Lentamente se acerco a mí y me besó. Yo respondí meciéndole la lengua y explorando el interior de su boca. La suya, inmediatamente empezó a jugar con la mía entrelazándose y separándose en un juego cuyo fin era calanternos mas todavía. Con sus manos me desabrocho el cinto de la espada, dejándola caer al suelo. Yo mismo me quité la túnica. Ella cogió mi polla y empezó a acariciarla arriba y abaja, acabando de ponérmela a punto. De nuevo me sorprendió cuando me dijo:

Creo que es hora de utilizar las hojas de menta. Ahora sabréis por que os hice este presente. Echaos y mantener la espada del amor desenvainada para mí.

Sorprendido e intrigado la obedecí. Ella cogió un puñado de hojas y empezó a masticarlas lentamente mientras se acercaba a mí. Se arrodillo a mis pies y empezó a meneármela lentamente. Al cabo de unos segundos escupió una bola con los restos de la menta masticada y bajando la cabeza atrapo mi polla con su boca.

Dioses Siiiiiiiiii.

Gemí incapaz de controlarme. Nunca había sentido una sensación así y eso que me la habían chupado cientos de veces. Era indescriptible. Todas mis terminaciones nerviosas estaban concentradas en la cabeza del glande mientras veía como me hacía una mamada. De repente paro y con una mirada maliciosa empezó a soplar sobre la cabeza de mi polla. Yo me retorcía de espasmos, que placer, nunca había experimentado nada igual. Sentía como si todo mi ser fuera mi polla y tuviera una sobrecarga de sensaciones, frío, calor, humedad, frescor y otras que no puedo describir. Ella empezó a chapármela de nuevo arriba y abajo y ya incapaz de contenerme me corrí inundando su boca. Inmediatamente ella escupió el semen y agarrándomela empezó a darme golpecitos en el glande, que me daban igual cantidad de dolor que de placer, mientras me decía:

Eres un niño malo. Hay que avisar antes de correrte. Y sobre todo hay que durar mas que mira como me tienes.- dijo mientras ponía su coño a la altura de mi cara.

Yo reaccioné como buen soldado que soy y me dedique a lamerle los labios, que colgaban jugosos sobre un coño húmedo y dispuesto. Ella se agitaba frotando su entrepierna contra mi cara, lo cual no facilitaba mucho mi labor. A pesar de los movimientos que realizaba, cogió mi polla meneándomela hasta que me la puso tiesa otra vez. Sentía su humedad resbalar por mi boca y mis mejillas llenándolas de un sabor dulce y agrio a la vez y su olor impregnar mi olfato, como si nunca hubiera existido otro olor. A pesar de saber que iba a penetrarla, no quería que se separase de mi cara. Quería lamerla hasta reventar. Chuparla, morderla y saborearla sin parar. Pero ella tenía otros planes, separo su entrepierna de mi cara y se situó encima de mí y colocando mi polla a la entrada de su coño se la enterró de un golpe. Sin tregua empezó a cabalgarme como si fuera el mismísimo Pegaso. Mi polla estaba todavía sensible por los efectos de la menta y su mamada, provocándome sensaciones que jamás había sentido. Su vagina estrecha se amoldaba perfectamente a mi polla friccionando y dando mil estímulos que hacían que pensar fuera un acto inútil. Solo podía sentir. He de reconocer que no sé si ella se llegó a correr aunque disfrutar estoy seguro de que lo hizo. Yo descargue mi semilla dentro de ella, no sé cuanto tiempo después de haber empezado, ya que en los momentos en que la pasión me consumía y mientras mi polla entraba en esa cueva del placer que poseen las mujeres, no existía ni el tiempo ni el espacio, solo ella y yo y el placer y las sensaciones. Agotados nos quedamos tendidos. Al cabo de un tiempo, después de haber controlado la respiración y los latido del corazón que furiosamente golpeaba contra mi pecho, se incorporó un poco y me dijo:

Eres un hombre maravilloso. Tu fama es acertada. Me has hecho gozar enormemente, aunque creo que te he sorprendido con la menta.

La verdad es que sí. Creo que nunca he gozada una mujer como te he gozado a ti.

Pues tengo más sorpresas, como que me folles las tetas, o que tu espada del amor penetre en este agujero, solo reservado para un emperador tan poderoso como tú – dijo, mostrándome el culo.

Lastima, -prosiguió ella- que solo una reina pueda ofrecer eso, ya que cualquier otra mujer sería una fulana y yo nunca seré una fulana.

Considérate ya reina.

¿De veras? ¿Puedo fiarme de vos?

Tienes la palabra de Julio Cesar, necesitas algo más.

No

Bien, Cleopatra, puesto que no solo vais a ser la futura reina de Egipto, sino que también seréis mi reina. Espera un momento – le dije mientras me ponía la túnica y me dirigía a la entrada de la tienda.

Marco, Marco Antonio – llamé.

Señor.

Manda un mensajero a las legiones quinta y sexta, quiero que estén en Alejandría en una semana, tenemos un reino que conquistar.

Ya sabía yoyo que era una mujer excepcional, no digáis que no os lo advertí.

Silencio Marco. Eres un buen soldado pero una lengua larga es peligrosa para la salud. Cumple mis ordenes y prepara el campamento. Mañana partimos hacia Alejandría.

Me gire y volví hacia la cama viendo a esa maravillosa mujer. ¿Quien quería un reino o un imperio.? Había logrado conquistar a una mujer que empequeñecía cualquier otra posesión. Si el precio para poseerla era darle Egipto, sacrificaría hasta el último soldado de mis legiones con tal de poder beber el néctar de su vagina, o sentir mi polla penetrándola.

  • Prepárate que voy, mi reina, mi diosa. Cleopatra.