La mujer infiel del policía
Historia en la que narro mi infidelidad con un amigo del pasado. A pesar de estar casada y tener hijos mi coño palpitaba por ponerle los cuernos a mi marido.
Un saludo a todos. Me llamo Elena, tengo 34 años y hace poco más de 4 años me casé con un policía al cual conocí en un hospital ya que soy enfermera. Algo normal ya que los policías suelen frecuentar seguido los hospitales cuando hay heridos de bala y situaciones que ameritan su presencia.
Soy una mujer morena, cabello ondulado, caderas anchas y un trasero nada despreciable tipo latino. Mis senos son algo pequeños, pero bien puestos y aún a pesar de tener ya 2 hijos pequeños sigo siendo objeto de miradas y piropos cuando ando en la calle.
El relato que voy a narrar es real al 100%, forma parte de mi vida privada e íntima y es algo que quiero compartir con las mujeres del mundo para que realicen sus fantasías más húmedas. Todo comenzó una vez que estaba de compras por el centro de la ciudad y me encontré a mi amigo Iván de la juventud. Un hombre promedio algo bajito que no tiene nada de fuera de lo común en lo referente al físico. De adolecentes estudiamos juntos y en el colegio era súper canalla. Todas las chicas de la clase lo conocían por su mala conducta, lo cual a mí y a muchas otras mujeres del grupo nos gustaba.
Nos pusimos a hablar e intercambiamos números de teléfono. Nos pusimos al día y me contó que está casado y tiene una vida normal, pero charrando con él me di cuenta de que no perdió su toque malicioso, ese crápula vividor seguía vivo dentro de él y eso me excitaba sobremanera.
Días después me sorprendió un día que estaba sola en casa enviándome un mensaje de texto al móvil preguntándome cosas íntimas sobre mi vida sexual. ¡Qué desvergonzado! Hay que ser muy cara dura para preguntar a una mujer que apenas conoces sobre su vida sexual… pero ¿sabéis qué?, eso me puso a mil. Además, me soltaba piropos y halagos hacia mi físico, lo cual sube la autoestima de cualquier mujer por muy casada que esté.
Sé que algunas mujeres cortarían de inmediato a un baboso como éste, pero no en mi caso ya que me sentí bien y descubrí una sensación que no sentía desde hacía años. Con el paso del tiempo comenzamos a ser más morbosos en nuestras conversaciones hasta el punto de que le decía que prácticas sexuales me gustaban. Yo llegué a un momento en el que tenía que follar con él porque me daba algo que mi marido no me daba. Así que una noche en la que mi marido estaba de guardia y mis hijos dormían no aguanté la tentación y le escribí: “no sé cómo vas a engañar a tu mujer, pero mi marido está de guardia y quiero que vengas a follarme”.
Pasaron unos 30 minutos y recibí un mensaje de texto “abre que estoy afuera”. En ese momento mi coño estaba súper mojado tan solo de leer esa simple frase. Abrí la puerta y apenas entró por la puerta me arrodillé y saqué su pene del pantalón para comenzar a mamarlo como una perra desesperada.
Al pasar un par de minutos sin dejar de chupar levanté mi culo y ladeando mi cuerpo me puse a su alcance. Inmediatamente él empezó a meterme los dedos en mi vagina pues era bastante vicioso, pero es que además me metía el pulgar en el culo y los demás dedos en el coño, cosa que nunca había hecho mi esposo.
Nos terminamos de quitar la ropa entre besos, caricias y terminamos sobre el piso boca arriba. Fue en ese momento cuando metió su pene y noté que era mucha más grande que el de mi marido. Estaba como poseído y follaba como un animal en celo. Me trataba mal estirándome del pelo y dándome azotes en las nalgas. Me hacía sentir una perra lo cual me volvía loca de placer. Me decía cosas sucias al oído que me encendían más, sobre todo las que humillaban a mi marido diciendo que era un picha floja, lo cual debo reconocer que me ponía aún más caliente.
Sin decirme nada me dio la vuelta y me puso a cuatro patas, me sostenía con fuerza y me empujaba la cara hacia el suelo. Mi culo quedaba apuntando hacia arriba, en pompa, y fue entonces cuando me dijo que iba a hacer un medievo en mi ojete. Me metió los dedos en el coño para humedecerlos y luego los metió en mi culo para lubricarlo.
En ese momento me sentí en las nubes, jamás había practicado sexo anal, siempre le había dicho a mi marido que me dolía y no quería. Puso su pene entre las nalgas y lo fue deslizando hacia el interior de mi culo. ¡Qué gustazo! era divino, este hombre me tenía extasiada jadeando a tantos decibelios que hasta los vecinos debieron escucharnos follar.
Pasaron unos minutos de intenso sexo anal cuando se acerca a mi oreja y me susurra “¿Dónde quieres que me corra?”. Sin dudar dije que quería una corrida en la boca, como en las películas porno. Así que apenas se lo dije él se la sacó de mi culo y me volteó con violencia metiéndomela en la boca y soltando chorros de leche mientras se le ponían los ojos en blanco. Yo saboreé todos sus fluidos y me los tragué. Me sentía sucia y muy guarra al hacerlo porque jamás lo había hecho con nadie antes.
Al terminar aquel polvo atómico Iván con todo el cinismo del mundo se dio un baño en casa y vistiéndose me dijo “mañana cuando beses a tu esposo pensarás en mi polla metida en tu boca.” Esa vulgaridad al hablar me encantaba. Me sentí algo culpable, pero me gustaba.
Al siguiente cuando llegó mi marido agotado de su guardia lo besé en la boca y recordé las sexuales palabras de Iván. Fue como si le diera play a una película y volver a sentir ese orgasmo en mi coño. Saber que mi esposo saboreaba el semen de mi amante me puso como una moto de cachonda, así que me arrodillé y le hice una felación sorprendiéndole gratamente. No duró mucho y terminó corriéndose en mi cara. Le dije que lo amaba y que descansara en el sofá. Actualmente soy una mujer feliz en mi matrimonio y quiero a toda mi familia, pero por una vez me encantó ser la puta de otro hombre, es algo que llevaré grabado en mi vida para siempre.