La mujer del empresario. El medicamento

El señor Perecet requiere los servicios del amigo de su hija otra vez.

EL MEDICAMENTO

Por desgracia para Miguel fue la mujer de Perecet quien salió a recibirle cuando llamó a la puerta. Allí estaba ella, la mujer de hielo, mirándole con esos ojos de perra-loba. Le hacía sentir como un pordiosero mendigando en la casa de un marqués.

-¿Qué haces aquí? –Preguntó ella.

-Venía a… yo venía a…

-No me gusta verte por aquí.

-¿Cómo?

-No quiero que te acerques a mi hija.

-¿Raquel? N…No he venido a ver a su hija, señora…

-Mi hija no es para alguien como tú ni los de tu clase.

Estuvo tentado de tumbarse en un rincón y lamerse la pata gimiendo como un perro apaleado pero por suerte la dosis de humillación cesó al instante. Luis Perecet apareció tras su mujer y le hizo señas para que se acercase a él.

-¡Miguel! Has llegado puntual. Acércate, sígueme a mi despacho.

-L…Lo siento, señora… su marido…

Tenía la garganta hecha un nudo por lo que las palabras no salían por su boca. Bordeó a la bruja de la caverna antes de que le hiciera mearse en los pantalones y se refugió en la compañía de su anfitrión.

Una vez en el despacho de señor Perecet, Miguel volvió a respirar tranquilo al amparo de ese hombre tan afable. Su mujer le aterraba. Si por él fuera le colocaría un bozal y la ataría de pies y manos en la más oscura celda de la más alta torre.

-Tú eres muy bueno en esto de la informática, Miguel. Te he llamado porque quería pedirte un favor.

-Usted dirá.

-Necesito acceder a mi portátil pero he perdido la contraseña.

Dicho esto colocó un portátil rosa sobre el escritorio y miró a su invitado con cara de súplica.

-Pero… éste es el portátil de Raquel.

-¿Eh? sí, bueno. Ella… bueno ¿Puedes ayudarme?

Miguel abrió la tapa, encendió el ordenador y aguardó dubitativo hasta que una ventana le pidió una contraseña para continuar. Después de eso se mantuvo en silencio, sin mover un músculo, meditabundo.

-¿Qué? ¿Qué pasa? ¿No puedes saltarte la protección? –interrogó Perecet.

-Usted quiere que yo piratee el portátil de Raquel a sus espaldas.

Perecet vaciló y se frotó la frente indeciso.

-Vale, está bien, te voy a decir la verdad. Creo que Raquel tiene demasiada libertad en esta casa y abusa de ella. Está muy descontrolada y hace cosas que no debería. Ya sabes, cosas que no son adecuadas para una chica de instituto.

El muchacho enarcó una ceja escéptico.

-¿Qué tipo de cosas?

-Pues, pues… anda con malas compañías… y creo que fuma porros de droga. –Se escudó Perecet. -Quiero saber qué cosas peligrosas esconde. Soy su padre y tengo la obligación de velar por mi hija.

-¿Raquel? ¿Malas compañías? ¿Droga? -Miguel meneó la cabeza incrédulo. -¿La misma Raquel que habla con diminutivos y dibuja corazones en los puntos de las “íes”? ¿La que dice “miércoles” en lugar de “mierda puta” y chupa caramelos de fresa? ¿La que abandona a sus amigas porque tiene que estudiar en casa? ¿La misma Raquel que ha visto “Dirty Dancing” 16 veces y se sabe sus canciones de memoria?

Perecet apartó la mirada y se atusó las cejas mientras intentaba encontrar un pretexto convincente. Pasaron una docena de incómodos segundos pero no encontró ninguna excusa para refutar su intento de invasión a la privacidad de su hija.

-Quiere saber si su hija tiene fotos de ella desnuda ¿Es eso?

Perecet palideció.

-Como le conté que obtuve fotos comprometedoras en el ordenador de mi hermana usted ha pensado que podía hacer lo mismo con el de su hija. ¿Verdad?

-A ver, Miguel. –Balbuceó. –No te confundas conmigo, ¿eh?

-No le estoy juzgando, señor. ¿Quién soy yo para juzgar a alguien cuando yo mismo he espiado a mi hermana y he robado fotos de su ordenador para hacerme pajas con ella?

-¿Entonces? ¿Puedes entrar? ¿Puedes saltarte la contraseña?

-No servirá de nada.

-¿Por qué no?

-¡Por favor! Estamos hablando de Raquel. Ella no es como mi hermana, no hace cosa así.

Su anfitrión sonrió. –Que te crees tú eso. “TODAS” las mujeres son unas zorras. Te aseguro que Raquel también.

Miguel negó con la cabeza.

-Imposible. Joder, pero si es la versión más infantil de “Tarta de Fresa”. Dice “pipi” en lugar de “me voy a mear”, utiliza la palabra “eso” para referirse a “polla”, “coño”, “tetas” o “follar” y se ruboriza cuando alguien dice un taco. Por no hablar de su forma de vestir.

Perecet le miraba con media sonrisa dibujada en la cara mientras Miguel exponía sus argumentos. Cuando hubo acabado le puso una mano en el hombro y acercó su cara a la del muchacho hasta que pudo verle los granos de la nariz.

-Mira chaval. Te voy a decir una cosa que no debes olvidar nunca. Todas, repito, todas las mujeres se vuelven unas zorras en cuanto les salen los pelos del coño. Igual que lo son tu hermana o tu madre.

-Bu…Bueno mi madree…

-Te aseguro que Raquel también lo es. Por muy niñita pija que la creas. Así que entra en su ordenador para que pueda verle el coño y las tetas de una puta vez.

Miguel se asustó con el tono de Don Luis así que no perdió más tiempo. Insertó un pendrive y reinició el ordenador.

Un rato después, cuando hubo conseguido saltarse la protección, comenzó a navegar por el disco duro en busca de ficheros de imagen. Encontró 952 fotos, lo que desanimó al padre de la criatura solo de pensar en visionar uno por uno.

-Mierda, no me va a dar tiempo de revisarlos todos. Raquel no tardará mucho en venir de su clase de… pádel… o equitación… o yo que sé.

-No creo sean fotos guarras. Mire el título de las carpetas que las contienen: “vacaciones 2012”, “cena navidad”, “excursión museo”, esto… esto son una mierda de fotos, joder.

-Pues tiene que haber más. –rebatió Perecet.

-No, estos son todos los archivos de imagen. No hay fotos guarras aquí, convénzase. Su teoría de que todas las mujeres son unas zorras incluida mi madre es una mierda.

-Debe de esconderlas en otra parte. –Don Luis cavilaba sin cesar. -¡Ya está! Seguro que tiene un pendrive escondido en alguna parte.

-Sí, seguro, con fotos de sus ositos preferidos vestidos con ropa de mujer.

Miguel suspiró y pulsó la opción para apagar el PC sin embargo algo le detuvo en el último momento.

Volvió a lanzar una búsqueda pero esta vez lo hizo en archivos de texto con un tamaño mínimo de varios megas.

-¿Qué haces? –preguntó su anfitrión.

-Tengo una corazonada. Una vez le enseñé un truco a Raquel.

Aparecieron numerosos archivos. Eligió el de mayor volumen. Se inició el procesador de texto y acto seguido apareció un mensaje:

“SE PROCEDERÁ A FORMATEAR SU DISCO DURO, ¿DESEA CONTINUAR?”

Miguel sonrió. –No puede ser lo que creo.

-Hostias tú, que nos lo cargamos. Cancela, cancela.

-No, este truco se lo enseñé yo para ahuyentar moscones.

Al aceptar se abrió el documento. En lugar de texto había insertadas imágenes. La primera página la ocupaba al completo un retrato de Raquel frente a un espejo con un disfraz de catwoman que dejaba al descubierto sus tetas.

Las bocas de ambos cazadores de secretos se abrieron de par en par a la vez que sus pollas de cuadraron en posición de firmes.

-¿Lo ves? ¿Lo ves? Yo tenía razón. –Gritaba Perecet –Son todas unas zorras. Y tu madre también.

Miguel hizo caso omiso del último comentario y avanzó a la siguiente página. Cuando apareció la siguiente foto, ambos hombres se recostaron en sus asientos mientras exhalaban todo el aire de sus pulmones lentamente pronunciando un “Oooooh”.

Era una foto frontal de Raquel completamente desnuda con las manos tras la nuca. Sus labios besaban el aire hacia la cámara. Las piernas juntas y flexionadas como si fuera una pose de pasarela. Su coñete de fino bello era lo más atrayente de la imagen.

Siguieron visionando fotos a cada cual más “sucia” que la anterior. Ambos tenían sus pollas tiesas como robles que no se privaron de “masajear” por encima de sus pantalones.

Cuando vieron una foto de Raquel metiéndose lo que debía ser un consolador por el coño mientras se mordía el labio inferior casi se caen de sus asientos.

-Joder, me voy a hacer una paja con tu hija.

-Yo me la voy a follar.

-Uf, y yo también. Joder que buena está así, en pelotas.

-Lo digo en serio. Voy a follar con ella.

La afirmación de Perecet sonaba tan real que Miguel no quiso seguirle la corriente.

-Bueno pues yo me conformo con hacerme una paja a su salud cuando llegue a casa. Así que si me disculpa, recojo mis cosas y me voy.

-¿Que recoges tus cosas?

-Y me voy.

-No puedes irte todavía, tienes que ayudarme a follármela.

-No, no. Yo ya le he ayudado traicionando a una amiga. Ahora lo único que me preocupa es sortear a la bruja de la caverna y largarme a mi casa para hacerme una paja a solas. Un placer ayudarle a conseguir fotos guarras de “Misis tarta-de-fresa-en-pelotas”. Me piro.

-¿Sortear a quién? -Perecet le miró desconcertado. -…es igual, no te puedes ir todavía. Además gracias a mí has visto a Raquel en pelotas. Me debes una.

-Oiga, pare el carro, yo no lo debo nada. Me pidió un favor y se lo he hecho… aun en contra de mis principios.

-Tu madre es enfermera, ¿Verdad?

Miguel se puso en alerta. ¿A qué venía eso?

-Raquel me dijo que trabajaba en la planta de oncología. –continuó Perecet.

-Sí. –Corroboró Miguel intrigado. –En cuidados paliativos.

-Según me dijo, tu madre se encarga de administrar fuertes sedantes a los pacientes que están en fase terminal.

El muchacho permaneció mudo temiendo la bomba estaba a punto de explotar.

-Y según Raquel… le dijiste que tu madre utiliza sedantes del hospital para consumo propio.

-B…Bueno, eso tiene una explicación. Mi madre lo utiliza en pequeñas dosis como remedio contra sus migrañas y su trastorno de sueño.

-Ya, pero trae un potente sedante del hospital a tu casa.

-Solo lo utiliza antes de ir dormir para coger el sueño y siempre en dosis ridículas. Lo que usted está insinuando…

-Tranquilo Miguel. No la estoy acusando de nada. Al fin y al cabo ¿Quién soy yo para juzgar a nadie cuando yo mismo te he confesado mi obsesión por mi propia hija?

-Ya, pero…

-Lo que quiero es que me consigas ese medicamento para utilizarlo con Raquel.

Miguel palideció.

-¿Quiere… quiere dormirla para poder follársela?

-Exacto. Y tú me vas a conseguir el sedante.

-En realidad es un anestésico ligero, se llama “Sedalent” y… joder, eso es una violación. ¿Va a violar a su propia hija?

-No, voy a follármela sin que ella se entere.

-Pero, pero…

-Pero nada, ya has visto como se mete consoladores por el coño. A saber cuantas pollas han entrado por ahí. ¿Qué hay de malo en que sea mi polla la que entre en su coño por una vez? Además, ella ni se va a enterar.

Miguel se sentó empapado en sudor. Le temblaban las piernas. Este tío estaba muy enfermo. Una cosa era ser un boayeur y otra muy diferente un violador.

-N…No puedo hacerlo.

-Tendré que dormir también a mi mujer para que no se entere de nada mientras estoy con Raquel. Cuando lo haga, dejaré que te la folles tú.

A Miguel se le puso la polla dura de golpe. -¡Hostias! –pensó. -¿Follarme a la bruja de su mujer?

-¿Qué me dices?

-S…Su mujer…

-¿Te la quieres follar o no?


Horas después Miguel se encontraba sentado a la mesa de la cocina de su casa junto a sus padres y su hermana dispuestos a cenar.

-Mamá. –Dijo Miguel. -¿Sigues tomando ese medicamento que traes del hospital para dormir?

-De vez en cuando ¿Por qué?

-Háblame de él.


El ilustre Don Luis Perecet abrió un ojo. Había estado tumbado dentro de su cama pero sin dormirse. A su lado, su mujer dormía en el más profundo sueño.

-Lourdes. –Llamó –Lourdes despierta.

Lourdes no se inmutó por lo que Perecet la agarró por los hombros y la zarandeó. Aun así la fría y distante Lourdes Loma no salió de su trance.

Don Luis se dirigió entonces al cuarto de su hija, encendió la luz y la llamó en alta voz. Tampoco esta vez hubo reacción alguna.

Asiéndola de un tobillo la arañó en la planta del pie con fuerza pero ni aun así su hija dio muestras de querer despertar de su letargo.

Perecet bajó las escaleras hasta el vestíbulo y abrió la puerta. Un muchacho con cara de miedo se asomó indeciso.

-¿Llevas mucho rato esperando? –preguntó Perecet.

-Acabo de llegar. –contestó Miguel. -Son las 12:00 como usted me dijo.

-Bien, entra.

Ya en el dormitorio de los Perecet miguel observaba la cama donde dormía la esposa de su colega de fechorías. Su marido corrió las mantas destapando su cuerpo enfundado en un camisón de verano.

-Joder. –dijo Miguel. –Si se le trasparentan los pezones.

-Levanta el camisón, anda.

Obedeció sin dudarlo. Al levantarlo descubrió sus bragas blancas. También aquí se trasparentaba la tela dejando el coño de la mujer casi a la vista del muchacho.

Miguel posó la mano sobre el mullido bulto de su coño y casi se le para el corazón. Palpó la zona con delicadeza como si la mujer pudiera sentir su mano y se despertara por ello.

Después de tragar saliva bajó la prenda hasta los muslos dejando al aire el coño al completo. Era la primera vez que veía un coño de verdad en directo. Lo acarició con las yemas de los dedos recorriendo cada pliegue y cada rincón. Después acercó su cara, saco la lengua y la pasó por la raja. El olor era fuerte pero comparado con el de una polla era mil veces mejor.

Recorrió su cuerpo con las manos hasta llegar a sus tetas. Destapó la tela que las cubría y se maravilló con su vista. Amasó los dos melones con ambas manos. Los besó y chupó. Lamió sus pezones como si fuera lo último que fuera a probar.

Miguel estaba desnudo sobre ella y sentía su calor. Su polla se frotaba contra su coño mientras sus manos se entretenían con sus tetas y su culo. Besaba sus labios inertes que ahora eran solo para él.

Perecet había estado junto a él todo el tiempo sin decir palabra. Miguel no sabía si le cohibía o le excitaba su presencia mirando como se propasaba con su mujer. ¿Cómo se sentiría el hombre al ver como un imberbe sobaba y lamía a su esposa? ¿Le dejaría follarla como prometió?

Metió su polla entre las piernas de ella hasta encontrar el hueco de su coño. Empujó ligeramente hasta sentir como se deslizaba dentro de la mujer cálida y húmeda. Era la sensación más maravillosa de su vida. O sea que era esto lo que se sentía al meter la polla en un coño, guau. Cuando la tuvo metida hasta el fondo comenzó un movimiento rítmico hacia adentro y afuera. Nunca imaginó que fuera tan bueno. ¿Quién querría hacerse una paja con la mano después de esto?

Perecet miraba sin decir palabra. Le estuvo viendo sobarla y lamerla. Vio su cara metida en el coño y su lengua recorriéndolo. Ahora la estaba penetrando, le estaba metiendo la polla a su esposa, se la estaba follando. Hace una hora ese muchacho era virgen, nunca había estado con una chica, ni tan siquiera le habían besado en los labios y ahora estaba disfrutando con su mujer y estaba pasando el mejor rato de su vida, Perecet lo sabía.

El chico movía el culo cada vez más rápido y jadeaba con más fuerza mientras tensaba los músculos de su cuerpo. Las tetas de la mujer bailaban arriba y abajo con cada envite. ¡Dios!, pensó Miguel, era lo más maravilloso que le había pasado en su vida, ¿se podía sentir mayor placer?

Iba a averiguarlo enseguida. El señor Perecet le cogió de los huevos y se los empezó a acariciar con la yema de los dedos apretando levemente sus testículos de vez en cuando.

Miguel se puso tenso. No le hacía gracia que un hombre le sobara los huevos aunque, para ser sincero, le estaba dando placer. Sonrió con ironía, se follaba a una mujer mientras su marido le tocaba los cojones.

Cuando sintió un dedo untado de saliva introducirse por su ano dejó de sonreír. Ya no le hacía tanta gracia que justo en el mejor momento del polvo a su esposa se le ocurriera hacer esto. Apretó el ano pero para su desgracia el dedo lubricado continuó con su progresión con dificultad.

Se resistió todo lo que pudo, intentando no perder la concentración de su orgasmo que estaba a punto de llegar pero pese a su continua resistencia, el dedo de Perecet no cejaba en su intrusión y lo peor es que empezaba a ser doloroso.

Al final se dio por vencido y relajó su ano lo que pudo para poder continuar con la follada. Si había sido capaz de chuparle la polla a ese hombre no iba a dejar de follarse a su mujer solo por que a él le pusiera cachondo meterle el dedo por el culo. Además, ¿no decían que los hombres tienen el punto “G” dentro del ano? Si se concentraba podría llegar a convencerse de que no era su dedo el que le penetraba sino el de Raquel.

Aunque a su juicio, tenía el dedo demasiado adentro y el culo demasiado abierto como para poder evadirse mentalmente.

Lo malo vino un momento después cuando notó las manos de Perecet agarrarle por las caderas. Y si sus manos estaban ahí, entonces ¿qué era lo que le estaba metiendo por el ano?

El peor de sus temores se confirmó cuando notó el bello púbico del hombre acariciarle los glúteos. ¡LE ESTABA DANDO POR EL CULO! ¡Pero será maricón!

Intentó revolverse pero le fue imposible. Le tenía bloqueado con su cuerpo y sus manos. Para mayor desgracia, la cadencia del señor Perecet iba en aumento con envites cada vez más bruscos. Cada vez que la polla entraba en su culo de un empujón, la polla de Miguel entraba en el coño de su mujer con la misma energía. No quería correrse con la polla de ese hombre entrando y saliendo de su culo.

Por desgracia su cuerpo no pensaba lo mismo que él y su orgasmo no se pudo retrasar más. El muchacho comenzó a correrse en el coño de la mujer a la vez que su marido lo hacía en su ano.

-M…Me corro. –gimieron ambos al unísono.

-No te corras dentro. –gritó Miguel. –por favor no me dejes tu semen dentro.

Perecet no pareció oírle y siguió follándole desde atrás cada vez con mayor rapidez y con gemidos más sonoros.

-Por favor, Don Luis, no se corra dentro. No me deje su semen dentro, joder.

-¿Te gusta follarte a mi esposa?

-S…í…í. –contestaba como podía mientras se corría.

-¿Te gustaría correrte dentro?

-Ya me estoy corriendo dentro de su coño, señor, jod-der, jod-er.

-Pues a mí también me gusta correrme dentro.

Soportó los últimos estertores de su anfitrión contra su culo mientras terminaba de eyacular su semen. Sus empellones le empujaban hacia la mujer sobre la que entraba y salía al mismo tiempo que él. Pasados unos segundos Miguel se quedó muerto sobre ella mientras su anfitrión sacaba su polla de su culo. Estaba rendido. Odiaba a ese hombre. Era un cerdo, un violador maricón y un enfermo mental que le había enculado mientras tenía la mejor corrida de su puerca y miserable vida.

Para una vez que consigue follar con una mujer y cuando creyó haber descubierto la mayor y más maravillosa sensación de placer que le ofrecía su coño, Don Luis se lo jode dándole por el culo y llenándole de semen.

Perecet aguardó mientras el chico comenzaba a reponerse.

-Me has dado por el culo.

-Sí, joder que pasada. Ha estado de puta madre.

-Me has dejado su semen dentro. M…Me has follado.

-¿Y qué? Tú te has follado a mi mujer. ¿Acaso no ha merecido la pena?

-Me has follado y te has corrido dentro de mí. ¿Eres maricón o qué?

-Me ha puesto cachondo ver como te la follabas. Nunca lo había hecho antes pero ¿sabes qué? Deberías probarlo.

Miguel le miro como si tuviera delante a un marciano con alas. ¿Probar el qué? ¿Dar por el culo? Este tío era idiota.

-Descansa y tómate tu tiempo. –Le dijo Perecet. –Después vístela como estaba y tápala.

Abandonó el dormitorio dejando a Miguel a solas con ella. La mujer y él estaban despatarrados sobre la cama, ambos estaban llenos de semen pero solo Miguel era consciente de ello.

En menos de una semana se había hecho una paja delante de un tío, le había hecho una paja a ese mismo tío, se la había chupado después de que él se la chupara a él, se había follado a su mujer y se había dejado dar por el culo por él. ¿Quién dijo que no iba a llegar lejos en la vida? A este paso ¿quién sabía donde podría acabar?

Con el veneno de la lujuria y el odio en sus venas, volteó a la mujer poniéndola boca abajo. Abrió sus piernas y separó sus glúteos descubriendo su ano. Escupió en él e introdujo un dedo con la mayor suavidad que pudo.

Su ano estaba relajado, blandito. Apoyó la punta de su aun endurecida polla en la entrada y la introdujo con suavidad. La folló despacio, con cuidado de no dañarla. No quería crear sospechas en la mujer al día siguiente.

Perecet le aconsejó que probara follar un culo y eso estaba haciendo. Quizás no se refería a este culo en concreto pero que se joda Perecet, y que se joda la bruja de su mujer, esa zorra sin corazón.

No tardó mucho en correrse de nuevo. No fue una corrida como la anterior pero la disfrutó igualmente. Por fin la había dado por el culo a la bruja, venganza.

-Ahora estamos empatados ¿eh? Bruja. Tu marido y tú me dais por el culo a mí y yo te doy por el culo a ti.

La vistió y la dejó en el mismo estado que la había encontrado, apagó la luz de su dormitorio y se fue a buscar a su anfitrión.

Le encontró en el cuarto de Raquel. Ella estaba tumbada en su cama completamente desnuda con los brazos extendidos y sus piernas completamente abiertas. Su padre le sujetaba los tobillos mientras la penetraba con furia.

-Mira con que facilidad le entra mi polla, Miguel ¿Lo ves? Su coño ha tragado más pollas que una puta. Joder, lo sabía, te lo dije. ¿Con cuantos habrá follado ésta? Es una zorra, todas lo son, igual que tu madre

“Y dale con mi madre” pensó Miguel. Se acercó a ellos y se fijó en sus tetas. Eran más grandes de lo que parecían en las fotos. Las agarró y las amasó con dulzura mientras los envites de su padre las hacían botar con fuerza. Era como acariciar 2 manzanas frescas.

Sin mediar palabra se sacó la polla y utilizó la mano inerte de Raquel para pajearse con ella mientras su padre seguía follándosela. Con la otra mano continuó amasando una teta. Desnuda y follada por su padre ya no parecía la linda y acaramelada Raquel “tarta-de-fresa” Perecet.

Justo cuando su padre se corría dentro de ella, Miguel le estaba metiendo la polla en la boca a la chica.

Cuando Perecet acabó de correrse, aprovechó para descansar sobre su hija mientras le comía los pezones. Durante todo el tiempo, Miguel siguió con su paja con la mano de Raquel. Estaba bien y tenía su morbo pero no era lo mismo que un coño.

-Joder, voy a correrme otra vez. ¿Me dejaría hacerlo dentro de ella?

-¿Qué? ¿Ya no piensas que la vas a violar?

-Como usted decía, ella no se enterará de nada.

Perecet descabalgó de su hija y su lugar lo ocupó Miguel. -La voy a follar como antes follé a tu mujer. –pensó.

El coño era tan suave como el de su madre y la sensación exquisitamente igual de placentera. No la folló durante mucho tiempo. Tampoco la corrida fue abundante pero el placer de hacerlo dentro de su coño superaba el mejor de cualquier orgasmo pajeríl.


Acabada la felonía los 2 delincuentes sexuales abandonaron sus puestos de ataque y se retiraron hacia sus puestos de resguardo, uno en su cama y su pijama junto a su mujer sedada y otro hacia su casa con su familia.

Al llegar a su hogar, Miguel entró con sigilo. No quería despertar a nadie.

Caminó hacia su cuarto. Al fondo estaba la puerta del dormitorio de sus padres. Se acercó y empujó la puerta semiabierta que daba a su interior. Su madre dormía dentro. El dormitorio de su hermana estaba cerca. ¿Sería capaz de follarse a su propia hermana si pudiera? ¿Tendría valor para hacerlo? La respuesta a la primera pregunta era “Sí”, la respuesta a la segunda no la conocía ni él.

Entró en el lavabo a echar una meada y vio el envase de “Sedalent”. Esta noche su madre había vuelto a utilizar el medicamento para conciliar el sueño.

Se subió la cremallera y salió del lavabo.


Había cerrado la puerta del dormitorio y se había desnudado. La luz de la mesilla de noche alumbraba el cuerpo de su madre enfundado en un camisón. Por suerte para él, su padre hacía turno de noche y no estaba en casa.

Su madre era una mujer normal, ni guapa ni fea. No destacaba por nada ni hacía girar la cabeza a los hombres. Incluso miguel no encontraba nada atractivo en ella, era la última mujer en quien pondría los ojos, para él solo era su madre.

No obstante su madre tenía algo que él quería utilizar de nuevo, su coño. ¿Sería capaz de violar a su propia madre mientras dormía? Como decía el padre de su amiga “Su madre era tan zorra como las demás” por lo tanto, qué más daba si él le follaba el coño. Total, al día siguiente ni se iba a enterar.

Le quitó sus bragas, se acomodó entre sus piernas y hundió su polla lentamente. Volvió a sentir la misma sensación cálida y suave que había descubierto unas horas antes. Asomó una sonrisa de bobalicón en su cara mientras comenzaba a follarla. Esta vez nadie le daría por el culo cuando se corriera.

Momentos después, mientras eyaculaba dentro pensó en cuantos días a la semana su madre tomaba Sedalent.

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