La mujer del bioquímico 2 (2 - final)
Se apoderó del condón, rasgó la envoltura y se lo puso en la boca. Se acercó a su nuevo tesoro, y con sabiduría extrema le colocó el preservativo en la verga enorme. FOTOS
Lamujer del bioquímico 2 (Parte 2 y final)
..En esa posición se la acercó. Tomó contacto con los labios mayores, los separó apenas, siguió su trayectoria. Enfiló hacia el canal del goce. Con suavidad, y ante el aliento doloroso de Paola , inició la penetración. Ella no se quejó, aunque le dolía, era mayor la sensación de llena que la invadía, pocas veces le pasaba algo similar. Seria por ahora larecibió toda.
El tano comenzó su labor, la sacaba cinco centímetros y volvía a meterla.
Desde la habitación contigua podía ver todo lo que pasaba a través de un falso espejo. Con el zoom de una cámara apreciaba que la concha de Paola estaba abierta al límite, la herramienta de Marco entraba muy ajustada, pero entraba que era lo importante.
En la expresión de ella se mezclaban por partes iguales el placer y el dolor. Las dimensiones vaginales de Paola eran más que generosas, pero se daban dos circunstancias concurrentes, ella había pasado bastante tiempo cogiendo con Hugo, el bioquímico cornudo, que portaba una verguita minúscula, y la poronga de marco era descomunal. La concha se había acostumbrado a que apenas le rozaran las paredes. Y ahora estaba siendo invadida por una de las vergas más grandes que he visto yo, y estoy seguro de que ella tampoco alojó en su vida un pene de esas dimensiones. Necesitaba adaptarse, acostumbrarse. La vagina es un órgano sumamente elástico, se dilata hasta alcanzar varias veces sus dimensiones originales. Claro que la pija del tano no estaba diseñada para cualquier mujer, Paola ya la tenía de por sí bastante grande, de modo que con algún sacrificio al principio podría gozar de los atributos del macho que la estaba cogiendo ahora.
Cada vez que Marco le sacaba un pedazo de verga en el rostro de ella se insinuaba el alivio. Y a cada nueva embestida un dejo de sufrimiento le enturbiaba la mirada.
La expresión de dolor comenzó a hacerse cada vez más imperceptible, el tano había descargado sus bolas un rato antes y estaba dispuesto a propinarle una cogida larga y venturosa., cada vez sacaba un trozo más largo de verga y volvía a meterlo con suavidad. La lubricación del preservativo más la de la concha le facilitaban la tarea.
A través de los micrófonos comencé a escuchar los gemidos de Paola: Marquito, me la estás abriendo, me encanta tu verga, dame más fuerte, poneme más. Pero era imposible la verga de Marco además de gruesa era larga, estaría topando con el cuello del útero, y él sabía que no era conveniente empujar allí con mucha fuerza, el reclamo de ella era de puro golosa. Mandaba el culo hacia atrás procurando que le entrara un poco más, esto lo volvía loco a Marco que se inclinaba sobre ella para poder amasarle bien las tetas. Ella ya estaba gritando de placer. Un alarido estentóreo rodeó su primer brutal orgasmo y pidió Mi amor, llename de leche, la quiero toda olvidaba que el tano tenía puesto un condón, aún sentía en su boca el sabor del semen que le había gustado mucho. Pero la chica estaba en edad fértil, y no podía tomar anticonceptivos de ninguna especie, por un problema hormonal, de modo que sólo podría sentir leche en su concha algunos días al mes.
Marco casi revienta el preservativo de la cantidad de semen que echó, entre suspiros. Era un romántico el tano.
El período de relax fue breve, los dos estaban muy calientes. Marco por el tiempo que llevaba sin tener una mujer. Paola porque estaba encantada de haber hallado una verga del tamaño que añoraba, justa para su concha. Y a esa tranca la portaba un macho bien plantado, delicado y suave, muy tierno y cariñoso. Se le daban todas juntas a nuestra instrumentadora. Claro que Marco nunca podría hacerle el culo sin riesgos, pero bueno, para eso siempre contaba conmigo.
Paola no era una puta, era apenas una mujer a la que le gustaba mucho coger de cualquier forma que la satisficiera.
Marco se sacó el condón, se lavó bien la verga en el baño, y regresó a la cama con un preservativo nuevo en la mano. Al ver esto a ella se le iluminó la cara, la iba a coger otra vez, era lo que ella quería. Con el consabido tacto de un correcto amante latino el tano empezó a acariciarla entera. Sus dedos obraban milagros en el inflamado clítoris, la besaba en la boca con auténtica pasión.
Paola estaba desbocada, con un movimiento veloz y certero se apoderó del condón, rasgó la envoltura y se lo puso en la boca. Se acercó a su nuevo tesoro, y con sabiduría extrema le colocó el preservativo en la verga enorme. Todos saben que este acto es sumamente excitante, cuando una mujer lo hace, sin paga de por medio, está expresando amor, gratitud, calentura, o todo eso junto. Una combinación que enloquece a los hombres.
Ambos estaban conmovidos, distaban de ser adolescentes. Cada cual traía a cuestas su penosa historia, ella porque rara vez hallaba una verga que la llenara, cogía, es cierto y mucho, pero no siempre quedaba satisfecha. Muchos hombres, yo incluido, prefirieron darle por el culo, ante las dimensiones de su vagina. O simplemente dedicarse a su boca, era una excelente mamadora.
Él, mi pobre amigo, sufriendo por las mujeres que cuando le veían la verga escapaban, truncaban romances, se asustaban de pensarse penetradas por esa cosa de dimensiones extremas. Muchas veces ni las profesionales se habían atrevido, a pesar de las generosas remuneraciones que él ofrecía.
Debió confinarse en las putas viejas, que además de ser muy trajinadas, veían disminuidos sus ingresos ante la declinación de sus encantos. Estas, algunas de estas, aceptaban recibir, la gran poronga, pero igualmente se lo hacían pagar a precio de oro.
Forro puesto y verga en ristre Marco la fue llevando a una posición que para mí era nueva, la puso en diagonal en la cama, casi al borde, pero apuntando hacia el ángulo inferior izquierdo, de modo que la diagonal del lecho era como la bisectriz del cuerpo de Paola.
Él se ubicó con una pierna en el lado largo de la cama, y la otra en los pies de la misma.
Le levantó las piernas.
La verga tan grande quedó apuntando justo a su objetivo, el tano apenas presionó y se la fue hundiendo con calma hasta las profundidades de la concha.
Por la posición la penetración era extrema, igualmente no entraba toda la poronga. La expresión de Paola ya era de ensoñación, tenía toda su vagina llena, pletórica de pija, no le cabía nada más.
Ella deliraba mientras Marco desplegaba todo el saber que había reprimido por tanto tiempo.
Centré el zoom en el rostro de ella. Pude ver la felicidad que la embargaba, ya no le dolía.
Todo era solamente placer, un vergón de antología era todo entero para ella, penetraba su vagina dándole un placer inenarrable.
De pronto envidié a Marco, por el tamaño de su miembro, porque la estaba haciendo feliz a Paola, porque si aprendía a manejarse, a manejar sus dotes, podría tener las mujeres que se le antojaran.
Pero fue apenas un pantallazo, al fin yo tenía más de lo que podía disfrutar.
En la posición en que estaban la verga de Marco entraba todo lo posible, él la movía con prudencia, recorriendo palmo a palmo esa vagina que para Marco era estrecha.
Veía en la cara de él que estaba encantado, había encontrado una concha que no se asustaba de su verga, que se le ajustaba como una mano ansiosa, el tano estaba gozando todas las delicias del paraíso.
Y Paola también. Sentía su concha llena de carne, no le quedaba ni un milímetro libre entre su canal y el pistón que le penetraba.
Llegaron primero los orgasmos de ella, agitados, hablados, gritados.
El de él vino más tarde, expresado más en gestos que en sonidos. Apenas unos suspiros, unos gemidos quedos.
Se derrumbó sobre ella apropiándose de su boca, la besaba con furor. Marco estaba muy agradecido por la experiencia que había vivido con Paola.
Quizás fueran el uno para la otra, eso implicaba que ya no podría cogerle más el culo a ella. De verdad no me importaba, la felicidad de Marco lo valía. Y culos andan sueltos por el mundo y buscando dueño.
En minutos Paola demostró lo agradecida que había quedado, faltaba poco tiempo para que debieran volver a sus tareas.
La verga de Marco requería una limpieza, aunque fuera somera.
Nadie más experta en el mundo para esa tarea que la Jefa de Instrumentadoras, sabía hacerlo como la mejor.
Recostada en la cama lo atrajo hacia sí y empezó a meterse el monstruo en la boca, otra vez la abría hasta el extremo.
Sabía que no podía entrarle toda en la boca, pero suplía esta falencia con una dedicació, envidiable. Pasaba su lengua por todo el tramo que podía, chupeteba el glande, lamía los huevos con fruición. Le estaba regalando una mamada de antología. Mamada de libro Guinnes.
Marco se la retribuía acariciando, hasta donde llegaban sus manos , las tetas y la concha, alcanzaba a estimularle el clítoris. Los dos gemían y se movían.
La leche del tano brotó otra vez, potente, espesa, abundante. Ella no desperdició nada.
Entre arrumacos se vistieron y dejaron la habitación 69.
Yo salí de mi puesto de observación satisfecho, había solucionado dos problemas en una sola acción..
Sergio.