La mujer de un colega

Es un relato como todos los que publiqué: real Yudith, la mujer de Raúl, una hembra de campeonato.

Acá estoy nuevamente, para compartir con ustedes otra de mis historias. Estos días he leído a algunos autores quejarse de las valoraciones, de las calificaciones, etcétera. Realmente soy uno de los que escribe para compartir hechos que he vivido y que, a través de este medio, no solo los rememoro, sino que también los relato sin el miedo de herir o perjudicar a nadie. Quizás esta página oficia, para mí, como el diván imaginario donde puedo hacer mi propia catarsis. Es por ello que jamás miro las estadísticas o las calificaciones, nada más que el número de personas que lee mis relatos. Esa simple cifra es la que me da la enorme satisfacción que pude llegar a miles de personas, que si bien permanecen en el anonimato, son portadores de un secreto que me pertenece. Si gusta o no, eso es parte de la decisión de cada uno de los consumidores de este tipo de lecturas. Entiendo que hay tantos gustos como personas, más allá que puedan segmentarse por rubros, pero los contenidos y sus valoraciones varían de acuerdo a cada lector. En virtud de ello es que no me modifican las calificaciones ni los comentarios, obviamente todo lo bueno o lo mejor me gusta, también tengo ego, pero no me altera, no es mi objetivo en esta temática. Quizás mi redacción, como me lo han hecho saber algunos amigos – lectores, camina entre la conjugación del pasado y el presente. Es verdad, he leído mis relatos y encontré esa falla. Analizándola, me di cuenta que sucede en forma espontánea e impredecible. Nace de la realidad del relato, al vivirlo con la intensidad del recuerdo y transportarlo al "papel", mezclo el pretérito con la actualidad, los entrelazo en mi memoria y sale algo que ya pasó pero, que vivo en el momento, como si fuera el ahora, el hoy.

La historia que deseo narrarles, me pasó en esas fiestas de fin de año que hacen las empresas cada mes de diciembre. Nosotros, en nuestra compañía, teníamos dos festejos, el de fin de año con todo el personal y una especial que debíamos, cada año, organizar los gerentes. Esa vez, le tocó la organización a Raúl, un colega con el que trabajaba desde hacía años. Eligió un lugar parecido a una pequeña estancia, cercano a la ciudad, pero con un gran parque y una casona enorme. Los invitados eran los colaboradores e integrantes de las cinco gerencias que integrábamos el staff. La cantidad oscilaba entre doscientas y trescientas personas de las mil que conformaban el total de la plantilla de la empresa. Raúl, el anfitrión, era un hombre mas bien gordito de mi misma edad, en ese momento 44 años, con una calvicie pronunciada y canoso en los vestigios de cabello que le quedaban. Su forma de ser, a veces, me molestaba un poco, porque le gustaba sentirse el "vivo" de esas reuniones y jugaba a ser el seductor de la compañía. Estaba casado con Yudith, una mujer de 40 años, a la cual no veía desde hacía un tiempo, pero que recordaba sus lindos ojos celestes. Cuando llegué, me encontré con que ya había mucha gente a la cual fui saludando. Al verme, Raúl, salió a mi encuentro para saludarme como era su estilo en esas circunstancias, vaso de whisky en mano, gritando y haciendo alharaca con bromas tontas y fuera de lugar. Me hizo pasar a un costado de la sala, allí había un saloncito más pequeño, con cuatro sillones y una mesa ratona, larga, en el medio. En las cabeceras de la mesita había dos sillones de una plaza y a cada costado otros dos sillones más, pero de 4 plazas cada uno. Allí estaban los gerentes y sus esposas. Me molestó esa separación, esa segregación, esa diferenciación. Se lo hice saber, en ese mismo momento. Obviando eso, como era su costumbre, me presenta a la esposa de uno de los colegas que no conocía por haberse integrado ese año, la saludo con toda mi amabilidad y lde doy la bienvenida. Al lado de esta nueva integrante, estaba Yudith, la mujer del "dueño de casa". Sentada en unos de los sillones grandes, le noté rubia, se había teñido, con los ojos celestes de siempre y con una falda negra de cuero por encima de las rodillas que dejaba ver sus hermosas piernas. Tenía una blusa celeste, donde se veía el nacimiento de sus pechos que siempre habían sido grandes. Lo que me impactó, fue que había adelgazado y aquella mujer de un metro sesenta y poco, rellenita, en ese momento era una hermosa hembra. Sin dudas, repito, me impactó. Me instalé a su lado en el silloncito de la cabecera, mientras Raúl seguía haciendo bromas y jugando al anfitrión perfecto. No pasaron diez minutos que llegó Laura, otra colega, muy amiga de Yudith por haber sido compañeras de universidad. Era una mujer algo alta, de buenas caderas, divinos pechos, no grandes como los de Yudith, pero hermosos, un trasero redondeado y piernas contorneadas. Estaba divorciada, se hablaban historias de ella por ser practicante del sexo en grupo, pero nunca lo pude comprobar. Se sentó en el respaldo del sillón donde Yudith estaba y comenzamos a hablar de todo un poco. En eso aparece Raúl, seguía con su vaso siempre lleno y hacía referencias a las mujeres, las chicas, que habían en la sala. Yudith, algo molesta le dijo:

anda con ellas y no molestes más por estos lados

entonces tengo tu permiso – dijo el tonto

si, lo tienes – reprochó ella

Dicho esto, miró a Laura y le dijo lo aburrida que la tenía con todas sus pavadas. No terminó de decir la frase que vuelve Raúl con una chica brasileña, Maribel, que era la recepcionista de mi sector. Alta, morena, con un cuerpo de infarto, unos labios carnosos y unas piernas que podría uno vivir allí de por vida. La traía de la mano y con toda la imbecilidad que lo caracterizaba nos dijo:

Mi mujer me dio permiso, ahora le preguntamos a tu jefe. ¿Podemos bailar?

Yo no era ni soy partidario de esas estupideces, observé la cara de Yudith y de Laura que eran dos cantos a la ira, aprovechándome de eso le respondí:

No soy el papá, ni el guardián, ni la pareja de Maribel, así que no tengo por que darle permiso.

Ahhh – dice el patético Raúl- tenemos vía libre, Maribel, la noche es nuestra.

Salió del lugar, haciendo movimientos de baile con sus piernas gordas, enfundadas en un pantalón gris, con tiradores azules encima de una camisa blanca. Levantaba el vaso con su mano derecha, llevando detrás a la morena, centro de todas las miradas. Cuando desaparecieron de nuestra vista, Yudith, la esposa, en ese momento, del rey del ridículo le dijo a laura:

Es insoportable, lo peor es que yo quedo como una pobre mujer

¿Por qué no te divorcias de una vez? –

Tengo que esperar, tú lo sabes – contesta Yudith, con su mirada en el vacío

Laura, para romper ese hielo que quedó en el aire, me atacó en forma de broma:

¿Por qué no te quedaste con la morena, esa y chao? –

Risas mediante, le dije que donde se come no se manipulea. Laura, mujer viva e inteligente, me miró luego de esa frase y con toda su astucia me tiró una frase matadora:

¿La gerente de negocios mayoristas, Silvia, no era empleada de esta empresa?

Amigos lectores esa es la historia que narré hace un tiempo "Mi colega una mujer excitante". Jamás pude imaginarme que Laura sabía de eso. Yudith, miraba con esos ojos hermosos y me preguntó:

¿Carlos, así que te acostaste con Silvia? Reconozco que es una hermosa mujer y que harían una linda pareja, pero ella siempre se mostró tan seria, tan callada.

Laura que estaba escuchando y hacía muecas con su cara, la interrumpió:

¡Qué tiene de malo por favor! No deja de ser seria ni callada, si la pasaron bien, bienvenido sea, te quise hacer una broma y te pido disculpas, Carlos.

Me incorporé en el asiento, las miré a ambas y con mucha tranquilidad les respondí:

No me molestó tu broma, pero soy un caballero y no te voy a decir nada al respeto.

No lo hagas – dijo Laura – la chilena, que tu sabes quien es, fue la que me contó todo en el último simposio al que yo fui y tu no.

Ahí descubrí quien había sido la delatora, la chilena que me cogí aquella noche.

Miré a ambas mujeres, con toda mi paz les dije:

Damas mías, eso ya pasó hoy es otro día y otra noche.

En eso, aparece uno de los jóvenes que trabajaba en el sector de Raúl e invita a Yudith a bailar, esta se niega, pero Laura, para no dejar al muchacho desairado, lo toma de la mano y se va con él.

Quedamos solos, Yudith y yo.

Parece que no tenemos ganas de bailar – le tiré como frase de inicio

No – me responde – a estas fiestas las odio, me molestan, me perturban.

Noté que tenía los ojos tristes, estaba mal, se la veía mal, entonces traté de calmarla:

Yudith, con esos ojazos que tienes, no te pongas así. ¿Estás mal por lo de Raúl con la morena? ¿Si quieres voy, la invito a bailar yo y de esa forma te alivio la bronca?

Me miró, se sonrió, ya sus ojos me tenían loco, los pechos se le veían más en el nacimiento, se los miré. Ella vio que bajé la mirada a sus pechos.

Sin decirme palabra, me miró a los ojos.

Le sostuve la mirada.

Giró sus ojos a la pista y me preguntó:

¿Serías capaz de hacer eso?

Si me lo pides, sí – le respondí

No lo hagas, no me interesa, no me pone mal que baile con ella, me molesta verlo, oírlo, sentirlo. Me molesta que no se dé cuenta lo payaso que es y como todos se ríen de él. Me molesta que yo parezca que soy igual y no lo soy.

Allí la interrumpí, con mi mano en sus labios, y le dije:

No digas eso, eres diferente, siempre lo fuiste – saqué mi mano de allí porque lo mío era de locos.

Cuando retiré mis dedos de sus labios, en esos dos segundos, percibí la humedad que tenían. Ella me miró sin asombro y solo sonrió. En mi mente, por un instante, se me cruzó que esa misma humedad podía ser la que en esos segundos tuviera en los labios de su conchita y me puse a mil.

Traté de calmarme.

En ese momento las luces se apagan y Raúl, subido a una mesa, gritaba:

Cada uno con una pareja y a bailar

Mientras decía eso, se encendieron las luces de la pista, con láser, con todo lo que adorna una pista de baile.

Saltó Raúl de la mesa. No cayó muy bien, tuvo suerte que las personas que estaban cerca lo ayudaron, de otra forma se hubiera partido una pierna. Tomó de la mano a Maribel y se lanzó a la pista como un eximio bailarín. Observé a Yudith y tenía una sonrisa dibujada en la cara, era una mezcla de odio con asco. Habíamos quedado solos porque todos, los que allí estaban, se habían ido a bailar hacía ya, un rato largo. De pronto aparece una de las chicas de mi área para invitarme a bailar, la verdad, prefería quedarme, le agradecí y le dije que estaba algo cansado. Yudith, me dijo al instante que la chica se fue:

No te quedes por mí, yo en un rato me voy

¿Adónde te vas? – pregunté- ¿Te aburres conmigo?

No, para nada me aburro, pero tu no vas a quedarte acá por mí, el que se va a aburrir eres tú – y se puso a reír

Estás errada – le reproché – me gusta tu compañía y le toqué la mano que tenía en el posa brazo del sillón.

Ella no sacó su mano, no la retiró, la dejó debajo de la mía, siendo yo, en ese momento, el que imponía el tiempo. Sentía su tibieza, los segundos iban calentando aquella unión y comencé a percibir su calor. Se levantó y con mucha suavidad se acercó a mi cara y al oído me dijo:

Voy al baño, soy mujer – y se sonrió

La miré a los ojos. Le miré el nacimiento de los pechos que al agacharse, quedaron expuestos por la apertura de la blusa. Ella no se cubrió ese hueco, vio que yo algo le iba a decir por lo tanto se acercó para oír mi respuesta:

Tango claro que eres mujer, yo te siento mujer, te veo como mujer - y le besé la mejilla, amparado en la oscuridad de las luces bailables.

Se apartó, me volvió a mirar y solo dijo:

Ya vengo.

Cuando salió, apenas pude verla porque las sombras eran muy confusas, pero si vi su trasero redondeado en la falda de cuero y las piernas hermosas que tenía. En el momento que me tiré hacia atrás, sentí algo en el oído, realmente me asusté. Era la voz de Laura, que me decía:

Cogétela, está desesperada y siempre le gustaste, el gordo hace tiempo que no la hace pasar bien, es mi amiga, la quiero y deseo que disfrute. Nunca hemos hablado tú y yo de este tema. Te cambio este secreto por el que hoy te dije, sé que puedo confiar en vos.

Cuando le iba a contestar ya se había ido, en eso venía Yudith. Volvió a ocupar su lugar, se sentó y me dijo:

Esta casa es inmensa, tiene un parque tremendo, no había prestado atención a eso. ¿Lo conocías?

No – respondí – vamos a verlo

Dale – dijo

Salimos de allí, el ruido era ensordecedor. La noche estaba plagada de estrellas, había muchas parejas en el parque. Caminamos por un sendero que llevaba a un lugar con árboles. El camino se terminó, solo había hierba y una especie de bosque por donde se filtraban halos de luz que provenían de pequeños faroles que había en el entorno. Seguimos hasta llegar a la orilla de un pequeño arroyo.

Bueno – le dije – fin del trayecto –

Damos vuelta – me preguntó

Como quieras – respondí

Ella dio unos pasos, se sacó sus sandalias y se mojó los pies en la orilla del arroyo, entre las piedras. Di unos pasos hacia ella y sin mediar palabra, desde atrás, le puse mis manos en sus hombros y las bajé por sus brazos. La blusa era de mangas cortas, por eso, cuando llegué a su piel la noté erizada.

Carlos – dijo con voz cortada- no seas malo.

No lo soy - le dije – solo es un impulso.

No saqué mis manos, sino más bien me acerqué más a ella, pasé su pelo hacia el otro lado, volví mi mano a sus brazos y le besé el cuello. Ella se estremeció, pero nada dijo. Acerqué mi boca a su oreja, le soplé suavemente y con mucha delicadeza, con mis labios, mordí su lóbulo. Encogió los hombros en señal de aprobación y placer. Pude ver que tenía los ojos cerrados. Me acerqué más a ella y pasé mis manos de sus brazos a sus pechos. Por encima de la blusa, acaricie sus pezones que ya estaban erectos. Gimió, se movió más hacia mí.

¿Te gustan mis tetas verdad?

Me encantan

Ella misma se desabrochó la blusa, yo la aparté y sus pechos aparecieron enfundados en un sostén blanco.

Comencé a pasarle mis manos por los pezones, por encima de la tela del sostén. Ella gemía.

Se desabrocha por delante – me dijo

¿Quieres que lo desabroche? – le pregunté

Si, por favor, esto no está bien Carlos, pero, siento que mis pezones están por estallar.

Desabroché el sostén y aparecieron unas hermosas tetas sin caer, con pezones inmensos, sin aureola pero puntiagudos, largos. Le agarraba los pechos con mis manos y al abarcarlos, aquellos pezones salían de entre mis dedos. Los aprisionaba y más se endurecían. Llevé mis dedos a mi boca, los mojé con saliva y así los humedecía entre los gemidos de Yudith. Mi polla, estaba a punto de estallar y la encajé en medio de su culo a través de su falda. Ella gemía, no hablaba solo suspiraba y mantenía los ojos cerrados. Mis masajes, de sus pechos bajaron por su vientre.

Allí estoy un poco rellenita, soy una mujer de cuarenta Carlos – dijo de pronto.

Me gustas, eres una hembra de cuarenta

Cuando le dije eso, se agitó más, se dio vuelta y vino a mi boca. Antes la separé, quedó inmóvil, le miré los ojos, me encantaban aquellos ojos. Bajó la mirada. Le subí el mentón para que me siguiera mirando a los ojos. Pasé mi lengua por sus labios. Nos seguíamos mirando. Bajé a su cuello, le lamía su piel deliciosa con desesperación, llegué a sus pechos, los mojaba con mi saliva, ella gemía. Con sus manos tocaba sus pezones y me indicaba lo que deseaba, que se los chupara. Bajé hasta ellos. Comencé a chuparlos con locura. Me incorporé, la tomé de la mano y la llevé hacia los árboles. Allí la apoyé contra uno de ellos y en forma desesperada abrí su boca con mi lengua. La besé como un poseso, ella gemía, mis manos bajaron hasta su falda, hallé el cierre y se lo bajé.

Carlos, Carlos, Carlos- solo eso decía.

Le tiré su falda de cuero hacia abajo y me encontré con una tanga blanca, unas caderas hermosas. Mi mano no pudo mas y fue hasta su rajita, hasta su conchita, por encima de la tanga la toqué. Dio un salto, se apretó a mis labios y me introdujo la lengua. Mis dedos recibían el flujo de su calentura.

Yudith que hermosos labios tienes en esta conchita, por favor, me gustas – mientras le decía eso, ella apretaba sus piernas para así apretar mi mano. Sentí que empezó un vertiginoso movimiento, la detuve saqué la mano, le bajé la tanga. Al sentir que la desnudaba se quiso tapar, pero aparté sus manitos y me encontré con una conchita depilada, me arrodillé en la hierba y comencé a lamerle el vientre. Ella apartó sus piernas.

Hago lo que tu me pidas, lo que desees. – le dije mirándola a los ojos

Dicho esto, tomo mi cabeza con sus manos y la llevó a la puerta de su concha.

Chúpamela, por favor, chúpamela – imploró

Le abrí los labios de su vagina hirviente y le pasé la lengua por el contorno, cada tanto tocaba su clítoris con mi lengua o mis dedos.

Yudith gemía, gemía.

Me acabo, Carlos, me acabo – comenzó a gritar

Le introduje más adentro mi lengua, mientras mis dedos se metían entre las nalgas y uno de ellos le acariciaba el entorno del culito que se notaba cerrado. Cuando sintió esto se acabo de una forma demencial, gritaba:

Toma, toma, toma – mientras me apretaba contra su concha más y más.

Me incorporé, la besé, le hice probar sus jugos, pasaba su lengua por mis labios. Me bajé el pantalón y saqué mi pija que estaba por estallar. Llena de jugos en su punta, mojada como nunca, en su esplendor, mis casi 18 cm estaban a tope. Se la hice tomar con sus manos.

Mmmmmmmmm, que linda es mi amor, que gordota - me miraba con esos ojos, ahí, de gata.

Bueno – le dije- a ver si te gusta de verdad – me aparté y le mostraba como me la pajeaba.

Vino hacia mí, se arrodilló y comenzó a decir:

La quiero acá en mi boquita- mientras la besaba y le pasaba la lengua por la cabeza y el orificio que emanaba líquido preseminal – cuanto juguito para mí – y se la ponía en la boca – me gusta chuparte la pija Carlos – decía eso y más la chupaba – tienes una pija divina y ahora es mía – se la ponía en la boca.

La dejé chupar hasta que sentía que no iba a dar mas, la levanté de su lugar.

No, no – rezongaba como si fuera una niña- quiero chuparla,

Me gusta que la chupes mi amor- le dije –

¿Sí? ¿Te gusta? ¿Te chupo bien la pija, Carlos? Dímelo por favor, dímelo.

Si, eres una chupa pija divina, lo haces bien, eres una putita hermosa

Cuando le dije esto, se volvió a agachar y se aferró a mi pija diciendo:

Siiii, yo quería ser tu putita, tu chupa pija, me gusta ser tu puta Carlos, estoy hirviendo, me voy a acabar con tu pija en mi boca.

Cuando dijo eso, la levanté enseguida, la di vuelta le dije que se apoyara contra el árbol y le pregunté:

Quieres chupármela o que te coja, tu elige - mientras decía eso, le pasaba la pija por toda su concha expuesta hacia mí y su culo hermoso que aparecía en los claros de la oscuridad de aquel monte.

Quiero que me cojas, hazme lo que quieras

La pasaba la pija por su concha empapada, su blanco jugo me bañaba la punta de mi verga. Hice un movimiento fuerte y la penetré. Sentí como mi pija se abría paso entre los labios de su concha que se apartaban, mojados, llenos del jugo de Yudith, para recibirla. Cuando se sintió penetrada, un grito de placer invadió el lugar. Me aferré a sus tetas, apreté los pezones con mis dedos e inicié un mete y saca infernal.

En mi calentura le decía cosas y ella mas gozaba, le gustaba que le hablara, me pedía que le dijera puta:

Te voy a coger como ese gordo maricón jamás te cogió – se me escapó eso, pero ella lo recibió muy bien.

Si, Carlos, si cogeme como no me ha cogido jamás, dame pija, acábame adentro, pedime lo que quieras que lo hago, pero acábame adentro, quiero sentir tu leche caliente en mi, así puedes decir que me cogiste y yo sentirme cogida por un macho – decía eso y mas se calentaba

Había resultado una hembra hermosa

¡ Cómo movía aquel culo y gemía!

Me abracé fuerte a ella y le dije:

Te voy a acabar toda Yudith, te voy a llenar de leche.

Sendos chorros de leche sentí que corrieron por mi verga e impactaron en aquella vagina empapada. Ella sintió mi acabada y eso provocó su propia acabada que fue acompañada con un grito enorme de placer. Saqué mi pija para ver como mi leche corría por los labios vaginales de Yudith y ella aún se tocaba con sus manos. Le di vuelta la hice agachar y le dije:

Me pediste que te hiciera lo que quisiera, límpiamela toda

Si mi amor – gritó- y se introdujo toda mi verga en la boca, aún parada, con los vestigios de la leche mía y de ella. La limpió toda, la chupó toda, saboreó aquello como si fuera su gran manjar. Mientras hacía eso, vi como se masturbaba con sus manos y tenía un nuevo orgasmo con mi pija en su boca y los ojos celestes mirándome. La incorporé, su boca olía a semen. Nos besamos, acaricié su culo, volví a acariciar su concha llena de semen y jugos. Los saqué con mi mano y cuando vio eso me dijo con una cara de vicio hermosa:

No se puede desperdiciar nada – tomo mis dedos y los lamió todos.

La ayudé a vestirse, me vestí yo, nos tomamos de la mano, a su pedido y así caminamos hasta donde se iniciaba el sendero. En ese lugar me pidió que nos detuviéramos. Me besó y me dijo:

Fue hermoso Carlos, nunca lo había hecho así, es la primera vez que le pongo los cuernos a este imbécil, por los tantos que me ha puesto a mí con esas putas de la compañía en todos estos años. Ahora dime: ¿Te gustó? ¿Lo hice bien?

La hice callar con un beso y le dije:

Quiero volver a repetirlo-

Si – contestó

Hasta el día de hoy somos amantes.

Ella me pidió que escribiera nuestra historia, como lo hice con los relatos anteriores. Lamentando por Laura que no pude guardar su secreto pero, me acabo de enterar que fue una trampa de ambas para que yo me animara a tirarme a Yudith.

Yudith en este instante termina de leer este relato.

Le da el ok para que lo publique con una sola condición: Que escriba que, en este preciso momento, está prendida a mi polla. Que les cuente que solo la va a largar cuando tome su leche de las cinco de la tarde.

Voy a dejar que cumpla su deseo.

onlyman43@hotmail.com