La mujer de mi tío
He tenido un especia debut en el sexo, algo que nunca llegaré a olvidar.
La mujer de mi tío.
Mi nombre es Nyki, nací en Grecia en Mykonos, una isla del grupo de las Cícladas en el mar Egeo. Es popularmente conocida por su ambiente de fiestas de verano. Playas como Paradise y Súper Paradise tienen bares donde retumba la música. y enormes clubes de baile que atraen a infinidad de famosos de todo el mundo.
En esa época contaba con 18 años, si bien mi padre era español, amaba ese lugar, por su atracción turística, el mar y la naturaleza.
Después de mucho insistir, logró que su hermano mayor, Julio, lograse venir con su flamante y joven esposa, llamada Luz, una mujer de 27 años, morocha, con una cierta atracción muy especial, que no dejó de impactarme apenas la ví.
Nuestro lugar de residencia estaba algo alejado del centro y del puerto, que eran los lugares de mayor bullicio y movimiento, en la época estival.
A pesar de que mis padres, apenas llegaron los llenaron de agasajos, me daba la sensación que a mi madre no le había caigo muy en gracia Luz, pero igualmente trataban de llevarlos a todas partes, casa de amigos, lugares, prácticamente no había día que no saliesen.
A pesar de estar encantados, por todo eso, un día Luz, me comenta:
“Realmente ya estoy cansada de ir de un lado a otro, y ver familias que no entiendo su idioma. Mi esposo está feliz, pero me gustaría ir a la playa, salir de noche, ir al centro”
La miraba mientras me decía eso, sin saber realmente que contestarle, pero se me ocurrió decirle, tímidamente pensando que lo rechazaría:
“Tengo una Vespa, la podría llevarla a otros lugares, la playa, no sé si le gusta”
Me miró sorprendida, con una gran sonrisa, como si le hubiese ofrecido el paraíso.
“Pero si, querido Nyki, cuando quieras, me encantaría”
A la mañana siguiente, le contó a mi tío que la llevaría a conocer unas playas, que por su puesto no sé negó en absoluto, se alegró así salía con mi padre a conocer no sé a quién. A la mañana siguiente preparamos todo, como para estar una buena parte del día afuera recorriendo libremente.
Apenas arrancamos con la motoneta, me abrazo, apoyando, su cara en mi espalda, fue una sensación más que agradable, sentir ese contacto, mientras recorríamos parte de la isla, mostrándole ciertos lugares que no había visto, mientras nos encaminábamos a la playa.
Una vez que llegamos, donde el mar mantenía un azul esmeralda, que fascinaba, y sus cálidas aguas, que no tardamos en meternos para disfrutarla, jugando empujándonos y hasta la abrace, rozando sus tetas.
Después fuimos cerca del lugar, a un pequeño centro balneario donde comimos algo y nos quedamos después recorriendo, como aun faltaba casi un mes para iniciarse el verano no había demasiado gente, permitiéndonos andar libremente.
Regresamos a casa, ni mi padre ni mi tío habían vuelto, mi madre preparó la cena, y allí llegaron algo tomados, nos sentamos mientras oíamos lo que habían hecho, de casualidad estaba al lado de Luz, radiante como siempre, con una pollera corta, que después de un rato, no me pude contener, apoyando mi mano sobre su pierna, mirándome sin hacer nada por quitarla.
Me encantaba sentir la palma de mi mano sobre esa piel cálida y tersa, recorriéndola levemente, produciéndome una emotiva excitación. Cuando me acosté, mi mente estaba sumida en ella, en ese rostro angelical y sus pechos, hasta que despues de un buen rato, me dormí.
Cerca de las 3 a.m., me levanté para ir al baño, cuando Luz salía de su dormitorio, con un camisón corto, transparentando sus pechos, algo que me alteró bastante, quedándome observándola detenidamente, que no hizo nada para cubrirse, como mostrando su cuerpo, que a pesar de haberla visto en malla, parecía una provocación, me sonrió, metiéndose en el baño.
Al día siguiente, me dijo si quería llevarla a conocer algún otro lugar, que mi tío prefería salir con mi padre, decidí llevarla a una playa algo lejana, que cerca había una gruta, el viaje fue similar al anterior, abrazándome, pero esta vez solo tenía su sintética malla.
Después de casi más de medio hora, arribamos al lugar, donde Luz al verlo, se enamoró del paisaje, mar, vegetación y las cercanas grutas.
Preparamos todo, tirándose sobre la toalla a tomar sol, mientras no me cansaba de mirarla, cuando me dice:
“Por que me tocabas la pierna anoche ? Sin saber que contestar, noté que mi cara se acaloraba, continuando, diciéndome:.
“Ya que te gusta mi piel, pásame bronceador’ ”, mientras se tira boca abajo, desatando su sostén, entregándome el frasco. Comenzando a pasar por su espalda, piernas, y de alguna manera algo recatado en sus pomposos glúteos.
“Pasa bien, que no me voy a enojar”
Así lo fui haciendo, pasando por su entrepierna, una y otra vez, hasta rozar su sexo, excitándome cada vez más, sin dejar de apreciar ese cuerpo, apenas cubierto por esa diminuta parte inferior de la bikini. Una vez finalizado se dio vuelta, para que le untase la parte delantera, mientras con un brazo cubría sus tetas, fui repitiendo mi labor, abdomen, piernas, menos en sus pechos, que no me dejaban de estimular.
Estuve tentado de sacar su brazo, chupar esas tetas, tan apetecibles, bajar su tanga, desnudarla, acariciarla totalmente, besar ese divino cuerpo, pero me contuve.
No fuimos a la gruta, por que se nubló con aspecto de posible lluvia, así que regresamos antes de lo previsto, y enojado con mi mismo, por no haber hecho algo con Luz, pero en parte suponía que había actuado correctamente, era la mujer de mi tío.
Apenas llegamos, me fui al baño y me masturbe, ávidamente, evacuando bastante leche, ya algo mas aplacado, me acosté, para levantarme cerca de las 8 pm, para cenar, al ver a Luz se me paralizó el corazón, llevaba puesta una camisola, notándose que carecía de corpiño.
Esta vez fue ella, quien se sentó a mi lado, tocándome la mano, mientras comíamos, mi mente estaba enfrascada en ella, hasta que toqué su pierna, ese contacto me transportaba, desplazándola sobre su muslo, hasta tocar su entrepierna, llegando hasta su ingle, donde intenté introducir mis dedos bajo sus bragas, para tocar su sexo, donde inmediatamente mi erección fue más que evidente.
Me era difícil, dada la posición y la presencia de todos, que creo que mi madre se percató de lo sucedido, por mi expresión, cuando Luz se movió, y pude apenas meter mis dedos tocando brevemente su húmeda vagina, se aceleró mi corazón, era muy complicado continuar, se podría desencadenar un escándalo mayúsculo, de ser descubiertos. Solo quité mi mano llevándomela a la nariz para oler la fragancia de sus flujos.
Después de la cena, no tuve oportunidad de poder hablar o tocarla a solas, me fui a dormir, previa masturbación, esa noche me levanté varias veces, para ver si la encontraba en el pasillo pero no fue posible.
A consecuencia de ese ininterrumpido sueño, me desperté tardísimo, me levanté rápidamente para desayunar e intentar verla, pero apenas llegué a la cocina, mi madre me dice:
“Ya se fueron” como diciendo, que no la vería.
No comenté nada, pero recién a la noche la pude ver, pero no hablamos demasiado, durante la cena, mi madre me hizo cambiar de lugar. A la mañana siguiente me desperté algo más temprano, con una sonrisa mi madre me repite lo del día anterior:
“Salieron como ayer” con un tono algo irónico. No hice ningún comentario, pero noté que mi padre no estaba, apenas desayuné tomé la moto, y salí para el centro del pueblo, con cierta esperanza de poder verla. Después de un par de recorridos, mi corazón se aceleró al verla salir de un local de tienda, dejé la moto y corrí, hacia ella, abrazándola y dándole un beso, que sorprendida ante mi reacción, me dice:
“Que pasa Nyki, sucede algo?, me asustaste”
“No, nada, quería verte” conteste todo eufórico,
“Que tienes que hacer? Le pregunto
“Pues nada importante, tu padre y tu tío se fueron con unos amigos a una taberna, no sé cuando regresaran” me dice.
“Vamos a la gruta, quieres?
“Bueno está bien, pero vayamos por casa a buscar la malla?
“No, vamos así, por casa no” Previendo que mi madre pondría alguna objeción.
Así que sin demasiado preámbulo, montamos la moto, a dirigirnos a las grutas, que desde ahí era más cerca, solo eran 15 o 20 minutos, apenas salimos de la parte poblada, Luz me abrazo, sintiendo sus tetas pegadas a mi espalda,
Al llegar totalmente emocionada por ese expectante lugar, Luz se quitó las sandalias introduciendo en esa laguna, donde el agua era cálida, lamentando no tener la malla.
Le digo:
“Quédate en ropa interior y ya está, estamos solos”
“Es que no tengo sostén” me contesta, sonriéndome, habiéndolo notado a través de su remera, al recalcar sus pezones. Sin hacer ningún comentario, me saqué la ropa quedando en bóxer, que remarcaba perfectamente mi erección, mientras nos introducíamos en el agua.
Nadamos, jugamos en el agua, observando esporádicamente sus pechos que se agitaban con los movimientos, algo que enardecía a mi erecta verga, continuamos así, legraron esas palabras tomé rápidamente, pudiendo apreciar sus rígidos pezones, tentado de tocarla, pero no era el momento adecuado.
La ayudé a salir del agua acostándola en la arena, tapando sus pechos con su remera, estaba asustado sin saber qué hacer, recordé que tenía una botella con agua en la moto, corrí a buscarla para dársela, que la hizo reaccionar lentamente.
Me senté haciéndole apoyar su cabeza sobre mí muslo, la excitación se me había aplacado, acaricie su rostro y cabellos, mientras permanecía observándola, cuando abrió sus ojos, diciéndome:
“Gracias, eres un amor ” Dándome un suave beso en mi mejilla, alegrándome además por sus palabras, aprovechando a intensificar mis caricias, trasladándolas, para friccionar sus hombros, y parte de su pecho, pareciendo complacida por lo que le hacía, seguí observándola, cuando vi sus bragas blancas que transparentaban su vulva.
Nuevamente mi erección se hizo presente, sintiendo el roce de su cabeza en mi miembro, que era evidente que debía percibirlo, mantuve mis caricias, notando como cerraba sus ojos disfrutando de ellas.
A continuación, fui, suavemente quitando la prenda que tapaba sus senos, para verlos moverlos por su agitada respiración, hasta que mi mano, los acaricio, jugando con su tieso pezón, que al no recibir ningún rechazo, fui tomando mayor confianza.
Mi mano, fue tomando su abdomen, acercándola al monte de Venus, percibiendo como se iba alterando su respiración, notando su cuerpo ardiente, con leves movimientos, sumándose unos atrayentes gemidos.
Cambie de posición, tocando su sexo a través de su prenda, oprimiendo mi mano sobre su abertura, hasta llevar mis labios a los de ella, contactando nuestras ardientes bocas, aprovechando a introducir mi mano en su tanga blanca, percibiendo su vagina húmeda.
En ese momento de pasión descontrolada, fui quitando su prenda, hasta despojarla de ella, haciendo lo mismo con la mía, hasta que nuestros desnudos cuerpos quedaron en contacto, revolcándonos de una manera alocada.
En el acto intenté penetrarla, aunque lo impidió, después de unos minutos, reiteré lo mismo, imposibilitando mi pretensión, tomando mi miembro asiduamente, agitándolo frenéticamente hasta producirme una incontenible eyaculación, bañando parte de su cuerpo, no sabiendo como disculparme ante ese inoportuno percance, diciéndome:
“ No te preocupes, fui la que te lo hice provocar ” me dice, tomándome de la mano, para dirigirnos al agua, jugando, tocándonos y hasta besándonos. Después de un rato salimos para volcarnos en la arena, no podía aplacar mi excitación, insistiendo en tener relaciones, como con sutil habilidad Luz lo fue impidiendo, hasta que después de un rato, sorpresivamente me efectuó un exquisito fellatio, succionando de una manera inusitada, dándome con la punta de su lengua golpecitos en la abertura uretral, introduciéndolo totalmente en su boca, acariciando mis testículos, hasta que imposibilitado de contenerme, evacue mi semen en su interior, sin dejar de absorberlo hasta extraer la última gota de secreción.
Algo molesto, por mi desempeño, me besó, percibiendo mi semen que emanaba de su boca, que me ayudó a superar ese momento. Permanecimos un largo tiempo abrazados sin dejar de abrazarnos, hasta que nos dimos cuenta que comenzaba a oscurecer.
Regresamos a la casa, ella, abrazándome fuertemente, mientras iba eufórico en esa moto, al llegar mi madre no nos miró con buena cara, pero no dijo nada, aunque ya, no me importaba su opinión.
A pesar de ponerme en otro lugar para cenar me senté al lado de Luz, donde la mirada de mi madre no era muy feliz, mientras que al resto no le interesaba para nada mi ubicación.
Sabía que esa era la última noche, donde era imposible tener un nuevo encuentro con ella, los hombres se fueron a la cantina, cerca de medianoche me levanté, para ver si la veía, cuando oí ruidos, con la llegada de mi padre y su hermano, bastante pasados en copas.
Regresé a mi cuarto, intentado dormirme, cuando oí unos suaves golpes en la puerta, nerviosamente me dispuse a abrirla, mi corazón latía descontrolado, cuando la vi parada, con un corto camisón, rápidamente entró en mi habitación, cerrando apresuradamente la puerta. Nuestras miradas se quedaron fijamente cautivadas, paralizado por ese inesperado encuentro, comenzando a deslizar sensualmente su prenda, descubriendo sus aterciopelados hombros, lentamente la dejó caer al piso, quedando completamente solo su piel a mis atónicos ojos, devorándola visualmente de una manera lasciva.
Sus senos, medianas montañas rebosantes, con sus erectos pezones, que expresaban el estado de mi Luz, su ombligo, para finalizar en lo profundo de su árido monte vaginal. Una potente erección tomaba posesión de mi miembro, me causaba dolor tenerlo cautivo bajo el pantalón, notando a través de mi prenda mi ferviente estado.
De una manera casi ceremonial, quitó mi pantalón, quedando al descubierto, mi rígido pene, mientras lo observaba de una manera lujuriosa. Soltando eróticos sonidos inclinando su cabeza para darme su cuello entero, tomándola con mis manos por sus caderas, la pegué a mi cuerpo, besando y lamiendo su cerviz, y oprimiendo mis dedos en sus opulentos glúteos, tomando todo su cuerpo, acariciando su vagina, impregnada en sus propios flujos.
Lentamente con cierto temor, acariciaba cada centímetro de su piel, conteniéndome de tener una inesperada eyaculación, hasta que la alcé para depositarla sobre la cama, besando su cuerpo.
Succionando sus erguidos y abotonados pezones, sin dejar de acariciar su acuoso sexo, apoyando sus manos sobre mi nuca, oprimiéndola sobre sus pechos, para deleitarse con mis ávidos chupes, que parecía aumentar su voluptuosidad.
En ése preciso momento ya no sabía qué hacer, no sabía cómo proseguir, pero creo que hice lo correcto, al alzar sus piernas frente a mí, con sus diminutos pies sobre mi pecho, mirándome con una sonrisa tierna en su rostro mientras soltaba un poco, la rigidez de su cuerpo. Besando su entrepierna hasta llegar a su sexo, arduo de ser lamido, prosiguiendo humedeciéndose, inhalando su sexual aroma.
Mientras Luz gozaba considerablemente ese contacto oral, que la alteraba enormemente, mi lengua lamía con tesitura, su abultado clítoris mientras mi dedo le acariciaba con absoluto morbo su punto G, gimiendo como gata en celo. Para tomar mi virilidad y ponerla a la entrada de su deseoso sexo. La enrojecida punta de mi virilidad delicadamente se introducía en sus adentros, nuestras miradas estaban compenetradas, con un brillo en los ojos, producto de la pasión que nos envolvía, mirándonos con pasión, mirándonos con ternura, mirándonos con excitación, lentamente, poco a poco, me iba despojando de mi virginidad dentro de ella, mientras su cálida vulva, cobijaba mi miembro.
Sintiendo su paredes amoldarse a mi miembro, soltaba mí cuerpo entrando casi totalmente en la profundidad de su útero, produciendo un largo y erótico gemido, acariciando mi nuca con suavidad.
No dejaba de gemir ante mi ardua penetración, entraba y salía, metiendo y sacando en un voluptuoso vaivén, siguiendo el sensual compás brindando un extraño y seductor erotismo en ese prohibido coito.
No paraba de penetrarla con ahínco, sin dejar de besarla por donde era factible, de pronto le dije al oído:
“Quieres hacerlo en otra posición?”
Respondiéndome:
“No sé, me encanta así, pero eres mi dueño en este momento”
Pero sin antes contestarme, la sujete por la cintura para voltearme de espalda quedando ella sobre mí, que con una pícara y coqueta sonrisa me miraba sensualmente, sujete mi virilidad por su base colocándola en la entrada de su femineidad, diciéndole:
“Siéntate y cabalga, entonces”
Dejándose introducir nuevamente, para comenzar a efectuar un sube y baja, sintiendo mi pene rozar las paredes de su útero, mientras sus tetas se agitaban al unísono de sus movimientos, era encantador ver a mi Luz disfrutar de ese coito prohibido. Para comenzar a galoparme con soltura, gimiendo ante ese contacto, que se fue aumentando a medida que nuestra fogosidad se iba incrementando.
Cuando comenzó convulsionando su cuerpo entero, apretaba sus músculos vaginales con recelo, agitándose ahogando su respiración, su blanca secreción vaginal ya escurría por nuestros sexos, creando hilos de placer por mis abultados testículos, ella ya tenía fuertes espasmos, claros ante el inminente orgasmo sobre su ser, mientras le comentaba:
“Ya, estoy a punto” Respondiéndome:
“ Hazlo, hazlo dentro, hazlo dentro de mí”
Descargando mi esperma contenida, mientras movía su trasero, intentando sacar los últimos brotes de mi ser, nos abrazábamos, fundiendo la mirada una en otra, respirando apresuradamente.
Mientras reponíamos la energía descargada, se levanto para regresar a su alcoba, traté de retenerla, pero dándome un cálido beso me dice:
“Amor, esto no debía de haber sucedido, no me arrepiento, es la primera vez que lo engaño, sentí la necesidad de regalarte este momento de amor, no sé que me llevó a realizarlo, pero me encanto. Además, podrían habernos descubierto, terminando esto en una verdadera tragedia “griega” Riéndose suavemente a su ocurrencia.
Volvió a besarme y se fue, quedando algo triste por su partida, sabiendo realmente que esto no se reiteraría. A la mañana siguiente cuando la vi en el desayuno estaba radiante, cruzamos nuestras miradas, con un dejo de tristeza, pero a su vez intercambiar nuestro secreto.
Partieron esa tarde, tiempo después nos enteramos que estaba embarazada, cuyo alumbramiento sería justo. 9 meses de su partida de nuestra casa.