La mujer de mi primo

Verano durante el confinamiento... Un trasero imponente...

La mujer de mi primo se llama Cristina. Tiene unos 55. Muy rellenita, guapa, con el pelo largo castaño. Un trasero enorme. En el pueblo su casa linda con la mía, compartimos un patio interior. Hemos pasado todo el mes de agosto allí. Yo con mi familia y ella sola la mayor parte del tiempo. Desde el primer día en que me quedé a solas con ella porque mi mujer se fue a dar un paseo con los niños no paramos de mandarnos miradas cómplices, de insinuarnos. No tardamos en dejarnos llevar.

La primera vez ocurrió en el patio que tenemos en común. Ella tomaba el sol en bikini en una tumbona y yo me bañaba en una pequeña piscina que pusimos para los niños. Cuando salí del agua no me pude resistir. Sin decir ni una palabra me acerqué a ella por sus piernas, bajé su parte de abajo del bañador, acaricié sus muslos y hundí mi boca en su sexo. Se humedeció enseguida. Ella tampoco dijo nada. Mantuvo los ojos cerrados y gimió hasta que llegó al orgasmo con mi lengua en su clítoris y mis dedos penetrando su vagina. Después me levanté, entré en mi casa a ducharme y a masturbarme y ella se vistió y se fué a la suya.

Me mandó un mensaje por la noche, "me ha encantado". Y le respondí diciendo que su trasero me volvía loco.

En los siguientes días no tuvimos oportunidad de quedarnos a solas pero ella se insinuaba moviendo su culo cuando pasaba delante de mí. Adoptaba posturas un tanto forzadas mientras jugaba con los niños solo para mostrarme sus nalgas. Hasta que una semana después volvió a surgir la oportunidad. Me quedé solo en casa por la mañana y ella no tardó en llamar a la puerta después de que mi mujer se hubiera ido. Comenzamos a besarnos como locos. Estábamos muy excitados. No quería perder la oportunidad, quién sabe cuándo volveríamos a estar juntos. Así que le di la vuelta, bajé sus pantalones cortos y sus bragas negras, separé sus nalgas y lamí su ano. El sabor amargo y el olor me excitaban aun más si cabe. Ella decía mi nombre entre jadeos, mitad sorprendida por tenerme "ahí" y mitad morbosamente excitada. Penetré su sexo con mis dedos mientras seguía chupando su culo. Tuvo un orgasmo. Así que me incorporé y me masturbé eyaculando sobre sus nalgas. Ella se dio la vuelta y nos besamos. La llevé de la mano a la cama, los dos completamente desnudos. Hicimos el amor con ella encima de mí sin parar de besarnos.

Ese día volví a quedarme solo por la tarde. Ni siquiera me di cuenta de que mi mujer se había marchado. Cristina se presentó en el patio completamente desnuda mientras yo tomaba el sol en la tumbona. Bajó mi bañador y se metió mi verga aun flácida en la boca. No tardó en ponerse dura y recta. Y entonces ocurrió lo más excitante que me ha pasado en la vida. Cristina se puso de cuclillas sobre mí, como si quisiera orinar. Agarró mi sexo duro con una mano, buscó con la punta de mi polla el agujero de su culo y haciendo un pequeño esfuerzo se penetró a sí misma, por así decirlo. Se masturbó durante los dos o tres minutos que tardé en correrme. No duré mucho, estaba tremendamente excitado. Cuando notó mi corrida me miró, se masturbó con más ganas y llegó al orgasmo. Se levantó sacando mi pene de su recto. Me besó y se metió en su casa. Mi mujer llegó segundos después de que me hubiera subido el bañador y en ese mismo instante me llegó un mensaje "Estoy expulsando tu semen. El sexo anal me encanta, como habrás podido comprobar. Quiero que me comas el coño y me folles por el culo siempre que puedas".

Y así hemos pasado todo el mes de agosto Cristina y yo. Aprovechando cada oportunidad que se nos presentaba para disfrutar de nuestros cuerpos.