La mujer de mi primo

Como me cogí a la mujer de mi primo.

Mi nombre es Manuel, y soy nacido en la provincia de Corrientes, Republica Argentina, distante unos 1000 km de la capital del país. Por motivos de trabajo, o mejor dicho, de falta de trabajo, me tuve que mudar a Buenos Aires, yendo a parar a la casa de un primo mío, que no solo me dio la posibilidad de vivir en su casa sino también de trabajar con él. El tenia junto con un socio una empresa dedicada a la construcción de viviendas y siempre andaba necesitando gente para trabajar en las obras.

Así fue que me mude a su casa, en realidad, a una casa a medio terminar que estaba en el fondo de donde él vivía con su mujer. Su mujer se llamaba Florencia, y si bien yo la conocía, el hecho de vivir en la misma casa, compartir las comidas y la mayor parte del tiempo que estábamos en casa hizo que cada vez me fijara mas en ella.

Era una morocha de unos 30 años, cabello negro largo, ojos marrones, algo rellenita, pero con un culo impresionante. Además como buena hija de puta que sabe que tiene buen culo, usaba unos pantalones que lo resaltaban mas todavía.

Poco a poco fui descubriendo las costumbres de la casa, sobre todo de mi primita, a la que no podía dejar de mirarla, siempre obviamente cuidándome de su marido, que era sumamente celoso y al mismo tiempo sumamente irritable. Pero el confiaba en mi, y yo no estaba dispuesto a que el perdiera esa confianza, por lo que me movía con sumo cuidado.

Así, descubrí de a poco que mi primita salía a tender la ropa a la mañana temprano solo vistiendo su camisón o a veces envuelta en una toalla.

El patio estaba entre donde terminaba su casa y empezaba la casa sin terminar donde yo vivía, así que con solo asomarme a la ventaba y sin que ella me viera me permitía verla perfectamente.

Verla en camisón y con esas hermosas tangas que usaba me llevaba a tener terribles erecciones y a pajearme a lo bestia eyaculando contra la pared de mi pieza

Una noche de verano, en que no podía dormir, decidí salir al patio a fumar un cigarrillo y mientras caminaba por el patio empecé a escuchar gritos y gemidos. Mi primo se la estaba cogiendo a mi Florencia, y la puta gritaba como una yegua. Casi sin hacer ruidos me acerque a la ventana de su habitación y si bien no podía espiar para adentro escuchaba como el hijo de puta le gritaba: "Toma perra, sentí como te clavo la verga" seguido de gemidos y gritos de placer de ella.

Yo estaba a full en el patio junto a la ventana pajeandome a mas no poder y obviamente termine eyaculando a lo perro, dejando un charco en el piso.

A la mañana siguiente me levante temprano y me fui a desayunar con ellos para mi sorpresa, mi primo ya se había ido y solo estaba Florencia, recién bañadita, con el pelo mojado y envuelta solo en un toalla. Al principio le pedí perdón y le dije que si quería volvía mas tarde pero ella me dijo que estaba todo bien que pasara, que iba a preparar el desayuno.

Mientras lo preparaba me contaba que no había podido dormir bien y que se había levantado mas cansada que lo que se había acostado (seguramente del polvo que se habían echado)

Yo no podía sacarle los ojos de encima, la toalla no era muy larga, y las piernas de mi prima eran realmente divinas. En un momento me pidió si no le alcanzaba un paquete de azúcar de un estante algo elevado y al levantarme no pude evitar que viera mi terrible erección. Yo estaba re caliente con ella y no hice ningún esfuerzo por ocultarla. Pude ver que no solo no le importo sino que no paraba de mirármela lo que me la ponía mas dura todavía.

Así pasaban los días, yo seguía pensando en ella y pajeandome a lo perro y empecé a notar ciertos cambios en su conducta que me trastornaban a full. Ahora cuando salía a tender la ropa casi siempre lo hacia con camisones bien cortitos, y tanto cuando se estiraba como cuando se agachaba me dejaba ver su hermoso culo con esas tanguita bien metidas en el orto.

Yo esperaba todos los días para verla y hacerme una buena paja para empezar el día.

Una noche, estaba yo en mi pieza viendo la tele cuando siento que Flor me llama desde el patio.

Era verano, hacia mucho calor y yo solo tenia puesto un slip y nada mas. Al pedirme que saliera me puse un short y salí. Le pregunte si le pasaba algo y me dijo que mi primo había salido, que iba a volver tarde y que estaba muy dolorida de la espalda y me pidió le hiciera unos masajes para poder relajarse. Obviamente acepte enseguida y le dije que me esperara que me iba a poner una remera a lo que me contesto, que no hacia falta que viniera así nomás.

La seguí hasta su pieza, estaba con una remera y un jogging ajustado que dejaba ver su orto hermoso al mismo tiempo que la guacha lo movía al caminar

Se tendió boca abajo en la cama, me indico donde estaba el aceite, y mientras yo lo agarraba se saco la remera quedándose en corpiño. Me arrodille a su lado en la cama, le vertí un poco de aceite en la espalda sobre todo cerca de los hombros y empecé a masajearla (mas bien diría a acariciarla). Yo estaba al re palo y de a poco fui notando que a ella le gustaba y mucho que la acariciara, dejando escapar pequeños gemidos al tiempo que la acariciaba. En un momento me sugirió que le desprendiera el corpiño así podía masajearla mejor cosa que no me hice repetir.

Le desprendí el corpiño y empecé a acariciarle toda la espalda cosa que termino de ponerme la pija al tope mientras que ella gemía cada vez mas. Casi como al pasar un par de veces deje que mis manos fueran un poco mas allá tocándole como al pasar el costado de las tetas lo que le provoco gemidos mas fuertes y a lo que no se negó para nada.

Yo estaba cada vez mas excitado y de repente me pidió algo que termino de darme vuelta: "Manu, sos un divino haciéndome masajes, por que no me bajas la calza y me masajeas las piernas?"

"Si Flor, como no, como vos digas" fue mi respuesta al tiempo que deslizaba su calza y dejaba al descubierto ese orto que tantas veces había admirado.

Le saque las calzas y al ver la tanguita que usaba casi me corro ahí mismo, teniendo la pija mas dura que nunca. Le empecé a acariciar, perdón, a masajear las piernas empezando por los pies y subiendo lentamente hacia sus muslos. A ella le gustaba cada vez mas y a mi mas todavía. A medida que mis manos subían por sus piernas, pude notar como despacito las iba abriendo, dejándome ver cada vez mas la hermosa raja que tenia toda apretadita por la tanguita que usaba. Así fue como al pasar mis manos por sus muslos mis dedos le acariciaban como al pasar la concha, a lo que ella respondía con movimientos de su culo, levantándolo y gemidos que me daban ganas de arrancarle la tanga y cogérmela ahí nomás

No fue mucho lo que pude aguantar. Mi pija ya casi se me salía del short así que me acerque a su culo le corrí la tanga y le empecé a chupar la concha de manera desesperada

"Siii, Manu, siii, chupámela, sabes cuanto hace que deseo que lo hagas" fueron sus palabras

Yo estaba inmerso en su concha, ella cada vez levantaba mas su culo y mi lengua entraba y salía tomándose todos sus jugos al tiempo que con la mano le frotaba la concha y el culo

Después de chupársela un buen rato y mamarme todos sus jugos me saque el short me estire sobre la cama sin dejar de chupársela y empezamos un 69 terrible, yo sentía como mi pija se hundía en su boca hasta tocarle la garganta. Sentí como se tensaban sus músculos de las piernas al tiempo que una catarata de flujo me inundaba la boca la cara y mi lengua no daba abasto con semejante corrida

Al tiempo, 4 chorros de leche le llenaban la boca haciéndola casi ahogar a mi primita

Casi sin pausa, después de tragarse la ultima gota de leche, la turra se incorporo, se dio vuelta se termino de sacar el corpiño y su tanguita, y se sentó sobre mi pija clavándosela hasta el fondo y poniéndome en la cara las tetas para que le chupara los pezones.

La muy puta gritaba, gemía y se movía a mil mientras mi pija entraba y salía de su concha

Cuando llego al orgasmo no fue un grito, fue un alarido lo que lanzo al tiempo que yo llegaba de vuelta y la llenaba de leche

Nos quedamos tendidos en la cama, mimándonos y besándonos, disfrutando a mil haber cuerneado a mi primo y prometiéndonos coger todas las veces que pudiéramos.