La mujer de los Robinsones

Un accidente, una isla, cinco hombres.... y yo

Tuve miedo desde el mismo momento en que habíamos embarcado, mi jefe, sus tres socios y yo. Se veía un avión viejisimo, su sonido y su aspecto eran deplorables, pero Armando, me dijo que no me preocupara, que lo que ocurría, era que notaba la diferencia de el avión que nos había traído desde nuestro país, y que al ver, ese avioncito pequeño, pues la diferencia era notable. Yo apenas llevaba trabajando un mes, en aquella empresa, mi padre, me había colocado con Armando, mientras duraban mis vacaciones de verano, yo le serviría para traducir textos en inglés o francés, de los contratos que les enviaban. A mis 20 años, mi padre encontraba una utilidad a su hijo desviado, yo ganaba algo de dinero para el siguiente curso y de paso viajaba. Lo que no esperaba, era este viaje tan imprevisto, que había surgido, y al que me había visto obligado a ir, para ejercer mis habilidades de traducción con la plana mayor de mis jefes. Armando y sus tres socios, Javier, Lope y Juan, eran personas de entre 50 y 60 años, que se habían dedicado siempre a las prospecciones de gas natural, y que ahora tenían ante si el negocio de sus vidas. Si aquello salía bien, podrían vivir el resto de sus días de ello, era por eso que todos los detalles los querían dejar bien atados, y el saber lo que leían o firmaban era fundamental, de ahí que me tocara viajar con ellos para traducir términos enrevesados. En aquel desvencijado avion, cerré los ojos y el sueño me venció, llevaba más de 24 horas de viaje sin dormir. Antes de dormirme, oi al piloto, decir que el viaje de tres horas iba a ser movido, porque en esa época del año se producían muchas tormentas eléctricas, nos pidió apagar todos nuestros dispositivos electrónicos y que los dejáramos en la zona de carga de la avioneta. Mi siguiente recuerdo, es oír un ruido estremecedor, chillidos por doquier, y ver por la ventanilla una de las alas del avión envuelta en llamas, Armando me indicaba que pusiera mi cabeza entre las piernas y me preparará para el impacto. No sé cuánto tiempo transcurrió, pero fui consciente de despertar entre restos del avión, rodeado de arboles enormes y ver al fondo una playa. Nos habíamos estrellado, vi como mis jefes, y otro hombre intentaban reanimar al piloto del avión, que estaba en el suelo, y al que se veía con múltiples heridas, imagine que el desconocido sería miembro de la tripulación, al cual yo no había visto. Armando me dijo, que no me preocupara, que un rayo había caído sobre el avión, y que trascurrido un tiempo este dejó de funcionar, me preguntó que como me encontraba y que me tranquilizara que pronto nos rescatarian.

Reunimos las pocas cosas que estaban enteras del accidente. Algo de alimentos, que transportaba el avión, y unos baúles de una compañía de danza que llevaban a nuestro destino, mis acompañantes tuvieron suerte y sus maletas estaban casi intactas, las mías sin embargo habían ardido, y solo tenía lo que llevaba puesto, un pantalocito blanco corto y una camiseta, aparte de mis zapatillas cangrejeras.

John, que así se llamaba el sobrecargo, nos dijo sin preámbulos, que cuando el rayo impacto, nos habíamos quedado sin comunicaciones y que no pudieron hacer una llamada de emergencia, el avión había quedado sin control, y que el pensaba que podíamos estar a más de 100 km de donde nos podrían empezar a buscar. Que esa isla, no salía en los mapas cartográficos, pero que no desesperaramos, que seguro que nos encontrarían.

Reunimos todo lo que pudimos y enterramos al piloto. Mis jefes, que eran hombres curtidos del trabajo en exteriores, rápidamente tomaron el control del tema, y en nada de tiempo, consiguieron con los escombros de el avión, hacer una especie de vivag, donde guarecernos esa noche. A mi me dejaron la labor de preparar algo de comer, y Juan y John, fueron a hacer una batida por los alrededores para ver que había allí que nos pudiera servir de refugio. Prepare unos sándwiches, con encurtidos, e incluso les pude preparar algo de café. La noche cayo rápidamente y nos preparamos para dormir. El espacio era pequeño, y sin saber cómo, terminé tumbado, entre Lope y Javier, me resultaba molesto girarme, y procuraba estar tumbado boca arriba, pero la postura era incómoda, y alguna vez que me volvía, notaba contra mis glúteos la pelvis de uno de los dos. Dormi poco y mal, cuando me volvía hacia un lado, uno me hacía la cuchara, y el otro pegaba su cabeza a mi rostro y casi sentía sus labios en mi cara y sino al revés. Un mes atrás, aquello me hubiera resultado una maravilla, pero en aquella situación era violento. Yo era una reinona jovencita, gay por todos los poros de mi piel, pero solo había echo pajas a compañeros de la universidad, mi ano seguía siendo virgen, y jamás había estado emparedada por dos hombres así, y menos durmiendo con cinco en un sitio tan angosto. Una de las veces incluso creí que, Lope se pegaba exageradamente a mi y algo duro se rozaba en mi culo.

Al día siguiente, decidieron que harían una batida más grande por los alrededores, y ampliarian un poco más la búsqueda, estaba claro que estábamos en una isla pero no conocíamos sus dimensiones. A mí me tocó quedarme con Juan y hacer inventario de lo que teníamos. No sé de quien surgió la idea, pero casi por obligación a mi me asignaron el prepárar la comida y adecentar un poco donde nos refugiabamos. Tal vez porque yo era el más joven o porque mi tamaño pequeño y débil les hacía considerarme un ente femenino, tampoco cuestione el hacerlo, no tenía yo mucho carácter aventurero. Sobre mediodia regresaron con buenas noticias, como a unos 2 km, habían encontrado un especie de bunker de alguna guerra pasada, en perfecto estado, con un manantial de agua corriente y potable, con utensilios para la labranza y semillas perfectamente conservadas para poder sembrar. Sólo teníamos que adecuarlo para poder habitarlo, y trasladar nuestras pocas pertenencias hasta allí. Así lo hicimos y al cabo de un par de días, estabamos allí instalados, era muy amplio, y a pesar de estar construido en la roca y forrado de hormigón, nos proporcionaba la seguridad de no estar a la intempèrie, a salvo de las tormentas eléctricas que se producían a diario y que traían verdaderos ríos de agua. Tambien encontramos armas, que después de limpiarlas funcionaban, y una alacena donde había cientos de cajas de conservas, de todas clases, y a las que las faltaban un par de años para caducar. El porqué aquello estaba allí era un misterio, y no había ni una sola pista de quien lo dejó allí. El reparto de tareas, se produjo sin discusiones, tres de ellos inspeccionaban la isla, dos preparaban el huerto, y aprovisionaban leña y yo limpiaba, hacia la comida y lavaba la ropa en el manantial, la secaba y la depositaba en el habitáculo del bunker que cada uno tenía. Mis pertenencias se limitaban a lo que tenía puesto, así que cuando lo lavaba, debía de vestirme con ropas de los baúles de habían sobrevivido en el avión, todo era ropa femenina, leginns, tops, faldas-pantalón, y bragas de mil colores. Intentaba ponerme lo más discreto, pero percibía bromas de mis compañeros, de que guapa me había puesto ese día, de momento de hay no pasaban las cosas y yo lo llevaba con humor, si percibía algún roce, o miradas a mis posaderas pero no pensaba que hubiera ninguna mala intención.

Habían trascurrido dos meses, desde nuestro accidente, no había señales de quien pudiera estar buscandonos, y todo transcurría igual que el primer día, nos alimentabamos bien, incluso mis compañeros cazaban conejos, aves y alguna especie de ciervo enano que era exquisito, también comíamos pescado y nuestro huerto ya proporcionaba sus primeros tomates y calabazas. Yo procuraba cocinar cada día un poco mejor y me lo agradecían, también les cortaba el pelo o arreglaba sus ropas si las rompían. Una tarde, cayó la mayor tormenta que habíamos visto, y no podíamos salir del bunker, John, encontró en la alacena cajas con vino y con whisky, descorcho un par de ellas, y al cabo de un rato los cinco estaban mucho más contentos de lo habitual, yo no había bebido nunca y entonces tampoco lo hice, yo estaba disfrutando de verles pasarlo bien y no pensar en la situación en la que estábamos. No recuerdo quien fue de ellos el que dijo que sólo les faltaba una mujer, pero si que fue Armando el que le respondió.

  • Como que no tenemos mujer? Cayó del cielo con nosotros, nos atiende, nos da de comer, nos lava, limpia, por supuesto que la tenemos.

Al momento todos me miraron, con unos ojos que no había visto nunca. Me asuste y les dije que esperaba que estuvieran de broma. Pude comprobar que el alcohol les deshinibio, al momento y sin tener en cuenta mi opinión, decidieron que se jugarían a las cartas el orden con el que follarian conmigo, yo no daba crédito a lo que oía y les decía que eso no iba a ocurrir.

  • Mira nena, dijo Armando, bastante tenemos con estar aquí perdidos como Robinsones, como para encima no poder echar un polvo. Eres la mujer del grupo, y ya lo tenías que tener asumido. Vas a ser la chica de todos, pero te aseguro, que te lo vamos a hacer con cariño, así que vete a tu cuarto y ponte guapa, que en breve recibirás a tu primer marido. Dos lágrimas corrieron por mi rostro, pero vi en los ojos de todos que aquello iba en serio y que posiblemente ya lo hubieran tratado entre ellos, y que lo de jugar a las cartas quien se acostaba conmigo era un plan preconcebido.

Fui a mi habitáculo, y les dejé en su partida, chillando cada vez más. Comprendí que no podría negarme, eran cinco hombres grandes y yo no iba a poder resistirme. Por un momento pensé en salir corriendo, pero donde podría ir? Como una autómata, asumí mi destino, y empecé a rebuscar en los baúles que podría ponerme para mi "noche de bodas". Fui sacando prendas, y descubrí una especie de vestido semitransparente, con adornos dorados con el que supuse, que se podía hacer un baile de la danza del vientre, en otro de los baúles, había prótesis de pechos, imaginaba que era para bailarines que se transformaban en escena, coloque los pechos falsos en un sujetador rojo, que me encantó según lo descubrí, junto a él había unas bragas rojas, que hacían juego, me lo puse todo y el resultado me gustó, el vestido me ceñia muy bien las caderas, y el remate fueron unos zapatos fucsias, de un gran tacon. Mi pelo había crecido mucho, y ya la melena descansaba sobre mis hombros. Me vi superfemenina, y acepte haber nacido para este día.

Las voces cesaron, había ganador. No tardo mucho en entrar Lope, sufrí una pequeña decepción, era el más mayor y el más feo. Pero quien era yo para cuestionar, que macho me montaba por primera vez. No se anduvo con remilgos, se lanzó sobre mí como un lobo a su presa. Sus manos, su lengua, todo pugnaba por tocarme, su saliva corría por mi cara, sus manos arrancaron mis prótesis, sus dientes se clavaba en mis pechos, sorbia mis pezones hasta el punto de que pareciera que me los arrancaría. De un tirón arrancó mis bragas, me volteo, dejándome boca abajo en la cama, se colocó entre mis piernas, me hizo subir mi culo, poniéndome en cuatro, y algo caliente y duro, se apoyo en mi abujero, note más saliva correr por mi ano, y supe que esa iba a ser toda la lubricacion de mi primera vez. Al momento, el dolor más atroz que se puede sentir, me invadió, chille, le pedí que parase, pero él impasible, fue enterrando en mi aquel instrumento de tortura, sin parar, apretando con sus riñones, no terminaba nunca, aquella poya era como una lanza, me encontraba empalada, su cabeza ta había entrado un buen trozo en mis intestinos y aún quedaba por entrar. Estoy segura de que el dolor me venció y por instantes perdía el conocimiento. Yo me limitaba a chillar, la bestia que estaba detrás mía, hacía el resto. Después de no se cuanto tiempo, note como sus testiculos hacían tope contra mi. Tenía toda aquella bestia dentro. Desee que no se moviera, si no se movia no me dolia tanto. Allí dentro, era otra cosa, casi placentera. Pero duro poco, mi hombre empezó a sacar su carne de mi interior, y el dolor se reprodujo, multiplicado por mil. Sabía lo que iba a continuación, una vez toda fuera, querría estar dentro otra vez, y así fue. Lope, la volvió a clavar otra vez hasta dentro, yo ya no tenía fuerzas ni para chillar, mis lágrimas se habían agotado, mis dedos me dolían de aferrarme a las sábanas, y si no caía sobre la cama, era porque mi amante me sujetaba por las caderas. Poco a poco, empezó su vaivén, la sacaba completamente y la volvía a clavar, una tras otra, yo recibía sus puñaladas. El dolor bajaba de grados, lentamente, y repare en que mi micropene, llevaba tiempo soltando mi inútil semen. Algo cambió, una corriente, subía y bajaba por mi columna, era diferente a todo lo que había experimentado. Aún estando latente el dolor, algo más profundo estaba naciendo, la sensación de orgasmo elevada al infinito estallaba en mi interior. Volví a chillar pero de placer, me escuche pedirle a mi hombre que me diera más. Gire a mirarle y vi a mi macho, congestionado, con sangre en su mirada, bramando como un toro, y pegando un arreon final. Sus trallazos de leche, me inundaron, note su sabor hasta mi garganta, notaba como me preñaba, yo seguía corriendome como una loca, y seguramente había encadenado dos o tres orgasmos anales seguidos.

Nos derrumbamos en la cama, con su pene en mi interior aún. Su actitud cambió, me besaba suavemente, susurraba a mi oído dulcemente, sus manos acariciaban lo que antes habían pellizcado. Caímos en un sueño reparador. Esa noche, Lope, me follo, tres veces más. Era mi primer marido y le tuve que corresponder.....