La mujer de las pulseras - por Yuste
Un grupo de autores de TR hemos decidido escribir una serie de microrelatos como ejercicio. Esperamos que sean del agrado de los lectores.
Estaba tan nervioso que cuando sonó desde el otro lado de la tapia la voz de mi primo llamándome salí corriendo hacia él. Aquel descampado no era un lugar seguro. Y tampoco decente. Y menos para dos chiquillos de nuestra edad.
"Te presento a la María, ella ya sabe lo que te tiene que hacer". No dijo más. Me dio un golpe en el hombro y se fue dejándome solo con ella.
La tal María era una chica de unos veinte años, morena, bajita y vestida de negro de la cabeza a los pies. Era guapa, no de locura, pero al menos tenía un buen par de tetas. Y más de quince pulseras en el brazo derecho, cosa que me llamó mucho la atención.
"Bájate los pantalones", me ordenó con la diligencia de un médico. Obedecí, claro.
Sin más preámbulos me agarró el pene con la mano diestra y empezó a agitarlo con mucho garbo al son de una tonadilla que se puso a canturrear como si no fuera con ella la cosa mientras sus pulseras la acompañaban al tintín de unas con otras. En poco tiempo su vigoroso zarandeo me la puso bien dura.
Me sonrió. "Bien armao te veo, zagal". Y empezó a mover su mano rápidamente. El tintineo de sus pulseras se volvió extrañamente rítmico mientras ella, poco a poco, iba ganando cada vez más velocidad hasta que yo ya no pude aguantar más. Con una nueva sonrisa recibió el fruto de mi orgasmo. "Hala, ya estas servío. Serán dos pesetas".
Sonreí, me subí los pantalones y, tras retratarme religiosamente, me largué con mi primo a la tasca más cercana.