La mujer de las caricias al alma
Caminaba por la vida... hasta que me cruce con ella..
Autor : Walter Dario Mega
e-mail : Walter.mega@gmail.com
Categoria Relato de Amor
La mujer de las caricias al alma
Caminaba apurado, corriéndole a la vida que me había tocado, miles de obligaciones atormentaban minuto tras minuto mi reloj, y a ninguno los utilizaba para darme cuenta que la vida ahí estaba, toda para mi, esperando ser disfrutada. Quizás por eso no podía mantener ninguna relación, o quizás ninguna relación había sido lo suficientemente importante, quien sabe, lo que sé, es que caminaba apurado, mirando solo hacia donde y no por donde.
Creo que el golpe que nos dimos al chocar, fue mucho menos fuerte de lo espectacular que fue el desparramo de papeles y personas que hubo en la vereda de aquella calle; la ayudé a levantarse e inmediatamente después le comencé a levantar uno tras otros sus papeles, que no eran más que dibujos, retratos, todos a lápiz, y seguramente representaban los bosquejos nacidos en la mente de esa mujer, que por mi apuro, no había reparado siquiera en mirarla.
Sus dibujos me cautivaron, los paisajes de calma dejaban esa paz en mis ojos; no puedo negarlo, quedé realmente atónito al ver un retrato de ella misma, pero desnuda.
Su cuerpo era un sinfín de curvas, y por primera vez me di cuenta que si había alguien a quien amar no había dudas que sería ella. Recorrí su cuerpo creo que cien veces, no quería perderme ni un solo rasgo de su belleza, no podía dejar de mirarla, era un magnetismo intenso, claro, y real.
¿Nunca viste una mujer desnuda? Me preguntó graciosamente, regalándome su sonrisa.
Sí, pero nunca una mujer tan hermosa Contesté, levantando la vista, para dejar que mis ojos se posaran en los suyos.
Creo que lo sonrojado de sus pómulos hacían juego con las pecas que adornaban su rostro, supongo que le dio un poco de vergüenza ya que no pudo seguir mirándome, e intentó desviar esa mirada chispeante con que hizo su primer pregunta.
Quizás parezca un tanto exagerado, pero los minutos que le estaba robando a mi vida, se convertían momentos irremplazables.
Volvió a mirarme y no dijo nada, la tomé de la mano y la llevé al bar mas cercano, donde al ritmo de unas copas me contó de su vida y yo la mía.
No podría decir que pasaron minutos, segundos, horas o días. Sólo se que el tiempo no transcurría esa tarde, y que comenzaba a vivir la vida, quizás por primera vez.
No podíamos dejar de mirarnos, la sensación de unión era muy grande, y nacía desde lo profundo. Nos hablamos de nuestros amores, y ahí me di cuenta que ella había sabido amar mas que yo, y me sentí un imbecil por todo lo que me había perdido de la vida. Me contó que la lastimaron sistemáticamente miles de veces, pero que nunca había dejado de buscar a quien no solamente recorriera su cuerpo, sino que también le acariciara el alma.
¿Alguna vez sentiste el roce del alma de tu amada, en tu cuerpo? me preguntó, y obviamente me dejó sin respuestas, sintiendo un gran vació de experiencias.
¿Alguna vez, aparte de sentir con tu cuerpo, dejaste tu corazón libre, abierto, y desnudo?
Que puedo decirles, ella era así, sus preguntas hacían una y otra vez, sentir que mi vida llena de obligaciones, tiempos y retardos, había sido un desperdicio.
¿Alguna vez te reíste mientras hacías el amor? Continuaba, a pesar de mis silencios.
Luego y de la mano, caminamos hacia mi departamento, era de noche ya. Recuerdo parar frente aquel teatro, debajo de un tilo y hacer mía su boca, dejando que mi cuerpo y mi alma recibieran sus caricias. Por primera vez me besaron, por primera vez me abrazaron, reflexioné sorprendido. Y es que ella sabía como hacer sentir en un abrazo, todo aquello que uno puede intentar de miles de formas, y no encontrar ninguna.
Ya en mi departamento, nos sentamos en el living. Seguimos conversando, y hablamos de amores, vida y experiencias. Pensé que no había quedado ningún tema por conversar, y hubiera sido ese mi pensamiento hasta el día de hoy, si no fuera que los ocho meses que duro nuestra relación se hubieran plasmado en horas de conversaciones sobre amores, vida, y experiencias; esa noche lloramos, nos reímos de nosotros mismos, y nos abrazamos un centenar de veces. Hasta que nos dormimos.
Increíblemente y a pesar de la profunda unión que había nacido esa tarde, no habíamos hecho el amor, y al despertar nos reímos de eso; también nos agradecimos por permitirnos el romanticismo que significaba, para mi, dormir con ella apoyada en mi falda, y para ella, cobijada por mis brazos. Creo que los dos sabíamos que aquella tarde habíamos encontrado alguien, ese ser especial que fácilmente se convierte en único.
Después de desayunar sonrisas, la llevé al trabajo, y durante el viaje me acompaño esa sonrisa plena, y al dejarla sentí que se me desgarraba el corazón, dejando en ella parte de mi mismo.
Ese día no pude trabajar, les soy sincero, no dejé de pensar un segundo en ella, y estoy seguro que a ella le pasó lo mismo.
Al terminar mi horario, fui a buscarla, a pesar de que le faltaban dos horas para salir.
Y aun faltando bastante tiempo para concluir su horario, vi que salía. Y sin dejar de mirarme se dirigió directamente a mi auto.
Al entrar, me besó, pero no solo con el alma, sino que en ese beso, hubo pasión, amor y por sobre todo un pedido inmenso y silencioso de fundirnos en uno mismo.
Los botones de nuestras ropas bañaron todo el piso de la casa, nos quedamos desnudos, y nos amamos desde el cuerpo hasta el alma, y por fin le encontré respuesta a sus preguntas.
Los ocho meses, y veintitrés días siguientes fueron exactamente iguales en el amor, aunque distintos en las vivencias.
Recuerdo que aquel día, me entregó su corona, y me agradeció, quizás innecesariamente, por haber sido el único que recorrió mi cuerpo sin olvidar de acariciar su alma; no sé si pudo darse cuenta que el que debía agradecer era yo, aunque no tuve tiempo de hacerlo.
Se que me amó, como solo se puede amar una sola vez en la vida, se que me entregó aquello que las mujeres solo entregan cuando además de amar, sienten que ese amor es recibido entre los brazos sinceros de un corazón desnudo, en un abrazo eterno y único.
Nuestro amor fue así.
Ese día me robaron el alma, me quitaron el aire y me dejaron sin vida."Fue un accidente", dijeron. Y a pesar del dolor, sé que al amarla pude vivir, al menos ocho meses y veintitrés días de los treinta y un años que tengo.
Nunca la olvidaré, como olvidar a quien me enseñó lo que se siente cuando te acarician el alma, quien me mostró que estoy vivo, quien dejó en mi corazón, ese aroma a jazmines, esa marca imborrable, y esos latidos de eternos amor; y a quien en ese dibujo, no solo me permitió tener el recuerdo de su cuerpo desnudo, sino el del vivo momento en que su alma se desnudo ante la mía.